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El yerno de doña carmela

en Sexo con maduras

AserchenkoArcadi (1881-1925) 

“El único luto que tiene ribetes de optimismo es el de la viuda” 

                                            EL YERNO DE DOÑA CARMELA 

Todos los sábados por la mañana y desde hacía años, el yerno de doña Carmela pasaba a hacerle una visita. Desde las pistas de tenis hasta su casa, solo había en 5 minutos de coche. Doña Carmela, estas visitas las tenía muy en cuenta. De los dos hijos que tenía pocas podía esperar. El que más se acordaba de ella era que el yerno al que quería como si fuera un hijo, incluso a veces se preguntaba si no lo quería, más que estos. Leandro, su yerno, aunque fuese un ramito de romero siempre le traía algo. A veces, a veces alguna flor en maceta para que adornase su casa. Ella, cuando hablaba con su hija siempre se lo echaba en cara. Incluso algunas veces, le decía que a aquel yerno lo quería más que a sus hijos. 

Leandro para ella lo era todo, generoso, amable, y a servicial nadie le hubiera ganado. Hermoso tampoco, la naturaleza, con este fue generosa. La foto que doña Carmela tenía encima del mueble, el yerno junto a su hija, un día se dio cuenta que a este lo mimada más que a ella. 

A que el yerno era lo más parecido a Paul Newman en los mejores tiempos. Y no es que lo mirase más que a su hija, sino que incluso más que al difunto marido. Muchas noches en su soledad, lo imaginaba caminando junto a ella en alguna lejana playa, de las que se veían en televisión antillanos, cogiéndola de la mano. Quizás porque nunca nadie la cogió en lugares tan preciosos, como tampoco recibió tantos regalos como le hacía aquel querido yerno, estando a su lado se le desaparecían sus oscuros pensamientos de mujer solitaria. 

Cuándo, aquel fue el peor día de su vida. Se sintió vieja y sin atractivo para cualquier hombre. 

Ella sabía que estas edades, los hombres de su edad buscaban cosas más tiernas. Sin embargo, si se miraba en el espejo se encontraba deseable. Lo único que desafinaba eran algunas pequeñas arrugas en la cara, pero tanto sus pechos como su urgente culo, quizá algo grande, no se encontraba preciosos. Pero si no era en la playa, a quién se los miraría. Y la playa era en 3 meses al año solo. 

Doña Carmela, cada vez más sentía la necesidad de un buen semental que se la metí ese por todas sus cuevecitas. Y no una vez. 

En los club de pensionistas, los hombres que había quién más quién menos hacía en el ridículo queriendo bailar como si tuviesen 20 años, y en su mayoría quién no tenía una dolencia tenía media docena, muchos de ellos para hacer pipí se mojaban los pantalones. Los que menos, tener una buena polla y dura como el mango de un pico. 

Con la llegada del verano doña Carmela se propuso el ir de playa varias veces a la semana, aunque fuese sola, y allí ver algún slip con un buen bulto y que alguno de aquellos bañistas se fijasen en su culo. 

A ella también le gustaba ver alguno de buenas proporciones de aquellos bañistas. 

Al final de junio que ya empezaba a hacer calor, el yerno de doña Carmela paso a hacerle la visita que acostumbraban los sábados por la mañana. Este aquel día, en vez de jugar al tenis estuvo 2 horas haciendo footing, y cuándo llego a casa de ella, estaba empapado de sudor. Doña Carmela al ver como iba, le propuso ducharse, anda, ponte en la ducha que yo te enjabonare bien. Doña Carmela le hablo como si fuese su hijo. El yerno también se lo tomo como si lo fuese. Pero cuando con la esponja ya llegó a la parte trasera del culo, ella al meterle la esponja entre las piernas se le despertaron los dormidos deseos, o que parecían dormidos, y instintivamente llego hasta los testículos de este, que estaba con las piernas algo abiertas, y de allí pasó al inhiesto príapo. Sin dudarlo le hizo dar la vuelta y con la esponja le empezó a enjabonar aquel mango que ella jamás había visto con este tamaño. El yerno, dándose cuenta del impacto que le dio. La cogió por los hombros y la levanto, cuando la cara de ella estuvo frente a la suya y el chorro de agua sobre los dos. El yerno busco sus labios y si lengua entro en su ansiosa boca. Poniendo un taburete de baño para que ella pusiese su pierna levantada y, le busco con la polla en la mano la entrada de su chorreante chocho. Todo y estando en una posición poco cómoda, este logro introducírselo, después cogió sus glúteos y la investidos suavemente para que la polla no le saliese de su cueva. Con maestría, este espero a que llegase al orgasmo y cuando vio que se le acercaba este le dio dos fuertes embestidas y se corrió dentro llenándose lo. 

Desde aquel día, su querido yerno no espero a que llegase el sábado para visitarla, no había semana que este no pasase por su casa varias veces. Doña Carmela, cuando se la metía en su chocho perdía la noción del tiempo. Ella ya no recordaba desde cuándo que no sentía aquellos goces tan intensos. Tal como continuaban aquella fiebre amorosa, los encuentros aumentaban de intensidad, hasta que a doña Carmela se le ocurrió un cambio de campo de juego. Necesitaba otras emociones. Y quizás otros tratamientos más duros. En su esplendoroso culo soñaba que la azotaban con dureza hasta casi hacerla sangrar, y que casi desmayada de dolor su yerno, le metí a su grueso príapo por el ano. 

Aquel sábado por la mañana el yerno de doña Carmela paso por su casa a primera hora cosa que nunca hacía, y este le dijo que en vez de hacer footing, la llevaría a desayunar, a un pequeño bar cerca de la playa en donde hacían especialidades marinas. La carretera que los conducía allí bordeaba un enorme extensión dónde se cultivaba el maíz. Aquellos campos inundados de agua a primera hora de la mañana brillaban a la luz del sol. Doña Carmela le pidió al yerno que parase, que quería hacer pis y coger una mazorca. 

Plantado al lado del coche,vio como su suegra se adentraba unos pasos entre aquellas plantas que ya eran tan altas como una persona, una vez allí se levantó la falda y bajándose las bragas se agachó. Por un instante su majestuoso culo pudo verlo el yerno. 

Solo un instante después doña Carmela de un grito de miedo y perdiendo el equilibrio cayó hacia atrás encima del barro. Con 4 zancadas,el yerno estuvo junto a ella para levantarla con todo el culo embarrado. El susto de ella era por haber visto una rana tan verde como el maizal y que nunca había visto antes. El yerno nunca pude encontrar explicación a lo que a continuación hizo con su embarrada suegra. Tirando la otra vez sobre el barro se bajó la cremallera del pantalón le dio la vuelta y ella a gatas le metió por el culo lleno de barro su poderoso príapo, hasta que ambos se corrieron como dos patos embarrados. Doña Carmela cuando se puso en pie parecía una galleta untada en chocolate, tan emocional estaba que sin subirse las bragas ni la falda, pulsa sus embarrados brazos en el culo del yerno para besarlo con calentura. Ambos se tuvieron que meter en una honda acequia para quitarse de encima todo el barro que llevaban, sin tener que manchar el coche. En un lugar apartado y resguardado de miradas, tendieron al sol sus ropas. Mientras ésta se secaban, ambos dentro del coche, el yerno cerró las puertas y puso el aire acondicionado, sentados en los asientos traseros, y ambos desnudos como cuando las cigüeñas los trajo de París, la enamorada suegra la emprendió con aquella polla que siempre estaba como estaca de encina. 

Solo dos semanas después, doña Carmela le pregunto al yerno cuándo volverían ah que el verde maizal.