Me daba un poco de reparo hacer lo que me pedía el coño y negaba el buen sentido, pero un buen polvo con don Narciso quizá me quitara el mal sabor de boca. Ver morir a la madre de tu marido mientras él te está follando es, sino traumático, desconcertante.
Nunca manipuléis vuestra imagen en la red. La verdad saldrá tarde o temprano.
La condición humana me confunde y desquicia.
Rosalinda se acerca a los treinta. Lo tiene casi todo, lo probó casi todo. Pero casi no es todo.
Seguía retorciéndose aún con secuelas de placer tras cada estrujón de coñito y cuando tuve la toalla empapada como el pañal de un bebé se la pasé al taxista para que la oliera, pajeara encima o hiciera lo que le viniera en gana.
Me estremecí entera, sin los juegos de palabras con que había escudado mi deseo, me sentía más indefensa que nunca. Estaban expuestos al sol de la tarde, el sudor chorreando por la frente y perlando el vello de sus pectorales, trazando riachuelos en la piel de sus brazos y sus piernas polvorientas de cemento.
Mis manos temblaban viendo al garrulo secarse, especialmente cuando alcanzaba la entrepierna y allí se aplicaba con la toalla, tirando de ella de atrás para adelante, repasando bien los testículos y dándose con frenesí para que todo quedará bien seco de agua, pero bien macerado en jugos.
Garrulo: tosco, inconveniente, bruto rural. Estaba tan lubricada que su vara se deslizó hasta el fondo con la suavidad del jabón y no se oyó más ruido que el de mis dientes castañeando de placer. Placer por sentir mi coño sometido, sus paredes tirantes por la tensión de la carne penetrándome.
Acudo a una cita. Me espera el hombre que me degrada y arruinó mi vida en el pasado. A pesar de ello, mi respiración acelera, mis pezones erectan tras la blusa y mi coño segrega flujos hasta empapar mis bragas.
Repasando Geografía con tu cuerpo.
Chese se encuentra comprando en el mercado. Una súbita emergencia le obliga a mostrarse como médico y a derivar al paciente al Hospital. Como siempre, nadie dará pie con bola hasta que el episodio llegue a su fin.
Sentí una complicidad con él que nunca había sentido con Carlos, quizá el secreto y la traición unen más que nada; dos almas gemelas, dos almas ardientes que no querían verse atrapadas en las convenciones formales: nuera y suegro anhelándose de por vida sin jamás consumar. Yo no quería eso.
Escupí de nuevo en esa boquita sinvergüenza y descarada que me desafiaba en su trasero y le hundí dos dedos a la vez. Los abrí como una tijera y mamá sollozó, los retorcí y mamá aulló...
El tul del vestido hacía fru-fru entre mis manos. Imaginé a mamá con él. Con él iría vestida cuando me la follase. Salivaba abundantemente. Cerré los ojos. La erección ascendía desafiante mientras la imaginaba ofrecida ante mí respirando arrebatada por el deseo.
Cualquiera podría follarse a su madre. Ninguna madre denunciaría por violación a su hijo, es carne de su carne, sangre de su sangre, y ¿qué no haría ella por él? Puede que un narcótico ayudara, pero yo no quería eso. Yo quería seducir a mamá. Que me deseara...
Dicen que si se extendiera el tejido de los pulmones al completo cubriría un campo de fútbol; del mismo modo, el rosado coño de mamá daba para media cancha de tenis.
Parodia, exageración, quizás sí..., pero el mensaje es muy serio: No cambiéis por nadie, porque nadie lo vale. Si os ponéis silicona en el culo que sea para sentaros más cómodas, no para que os miren más.
Hay personas especiales. A veces es evidente, lo saben, lo explotan y nos conmueven sólo con su presencia. Otras lo son de manera sutil, tienen el don sin saberlo, son capaces de convertir sus defectos en encantos. Esas son las peores, nos atrapan como arañas, nos arrastran hacia ellas incluso antes de nacer. Así era mi sobrina Sara.
Durante la noche de Carnaval, un hombre enloquecido revive a su amor ausente
Para cuando el tiempo mate el amor carnal y la vida misma.
Ya no éramos tan jóvenes y se acababan las oportunidades igual que las excusas para posponer mi embarazo. Quería preparar la habitación para mi futuro bebé y llamé al carpintero...
Es tan intenso que un escalofrío oscuro le recorre y gime: «Matrioska..., matrioska...», porque así es como él se siente, como si fuera esa muñeca rusa y albergara en su interior a todos esos hombres que le poseyeron, en los baños, en los cines, en habitaciones siniestras...
Confesiones y consejos de una mujer soltera y sin amarres para ser feliz y huir de la desdicha compartida de estos días.
Ese doctor era el más reputado especialista en desarreglos sexuales. Yo acudí a él con la esperanza de quitarme de los maduros, ese vicio que no daba tregua a mi cuerpo.
Me gustaba el ambiente de los mercados callejeros. La mayoría de las veces no compraba nada; otras, me comía unos churros con crema; y otras veces -corrijo- la única, me comí los churros y eché un polvo de muerte con un vendedor sinvergüenza.