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Las Intocables (6: La mujer de mi mejor amigo)

en Grandes Series

LAS INTOCABLES

(Parte 6)

La Mujer de Mi Mejor Amigo

Por César du Saint-Simon

I

En éste mundo hay varios millones de mujeres con las que un hombre puede fornicar placenteramente sin problemas de ninguna especie y hay apenas solo un puñado de ellas las cuales he dado en llamar "Las Intocables", ya que un polvo, aunque sea solo un sencillo y rápido polvito con una de ellas, tendrá consecuencias que cambiarán nuestras vidas para siempre y, con la certeza de un disparo al suelo, nos va a ir muy mal. Pero... la carne es débil.

II

La esposa de nuestro mejor amigo, es una Ama de Casa perfecta, como perfecto también es su cuerpo de hembra delicada y primorosa, con piel de porcelana perfumada por aromas marinos, una franca sonrisa con dientes bien alineados y una rizada cabellera color caoba sobre los hombros y sobre su pubis. Ella nos llama urgentemente a su lado para darnos su sexo cuando éste "está humeando" ya que, habiendo sido nosotros el primer hombre en su vida y siendo casi de la familia, nos tiene la confianza y seguridad suficientes para alcanzar el orgasmo que con mi mejor amigo no ha tenido nunca y que rompería un orgasmonómetro, y luego otro y otro más. No se conforma con una breve sesión de cópula y nos absorbe durante todo un día encerrados en una habitación de hotel, con la conversación mínima necesaria hasta restablecernos para el siguiente coito. Ésta mujer, que practica la infidelidad únicamente con nosotros debido a nuestros históricos lazos de amistad y de afinidad, además que tienen un hijo que esboza nuestra misma sonrisa e imita nuestra forma de caminar, solamente está allá en los relatos eróticos mejor escritos una vez cada cien años por las mentes más preclaras de la erotología mundial.

La vida verdadera puede convertirse en un buen relato cuando la realidad sobrepasa a la imaginación. Tal es el caso de nuestro mejor amigo quien se enamoró de una golfa que era hipócrita, presuntuosa, extravagante y con actitudes autodestructivas, de gestos bruscos y arrogante belleza, la cual sufrió un severo accidente en donde quedó mutilada de ambas piernas a la altura de las rodillas y condenada a una silla de ruedas. Nunca llamaba a nadie por su nombre propio dándole a cada cual un apodo soez y ella misma se auto-denominaba "cuca-sentada". Era muy famosa por su capacidad atlética en maratones... sexuales y fue en una orgía donde él la conoció. Mi mejor amigo – "El cara de culo" como le tenía por mote- dijo de ella entonces, al conocer a su futura esposa, que "había tenido una revelación", y con la fuerza del más grande amor la sacó de aquella condición de promiscuidad depravada y de consumo de estupefacientes y se fueron por el mundo en la búsqueda de experiencias místicas, juntos como, según me decían al despedirse, "una unidad única e indestructible" e iniciaron una vida de pareja asceta y ermitaña para cambiar sus vidas a través del estudio de la metafísica y del desarrollo de la parte espiritual de sus existencias en contacto con otras culturas. Y sí bueno para mi mejor amigo, es bueno para mí.

III

Al cabo de diez años de no saber nada de ellos, aparecieron un buen día de radiante sol, en el año del Señor cuando el pueblo echó abajo el muro de Berlín, diez años más jóvenes y cien años más maduros, a la puerta de mi castillo Civitas Orbi, una fortaleza construida a partir del Siglo XI por el primero de los Saint-Simon y durante los reinados de los Papas Sergio IV, Benedicto VIII y Juan XX.

Venían vestidos todo de blanco. La mujer de mi mejor amigo –quien se cambió el apodo para "Alba Sentada"- estaba en una silla blanca hasta las ruedas, metida en una vaporosa túnica de gasa nívea y un collar de tres vueltas de perlas albinas, con una mirada serena en sus ojos azules amanecer y una sensible expresión de regocijo de su terso rostro. Él -llamado ahora "Jayán Padre Genital"- llevaba un fino y bien cortado traje de Lino, zapatos, sombrero, camisa y corbata todos blancos, que le harían parecer un ser presumido y bohemio de no ser porque tenía la misma mirada de su esposa y mostraba una sencilla y cándida sonrisa de bondad, y porque, además, extendió un pañuelo blanco en el suelo, se arrodilló ante mí, se quitó el sombrero, tomó la mano de su mujer y, bajando la cabeza, pidió mis bendiciones para ambos, las cuales hice descender sobre ellos invocando a mis ancestros.

Con la gran alegría de aquel que se reencuentra con alguien querido de quien creía no volvería a ver jamás, me dispuse a ofrecerles sendos tragos de vodka pero me detuvieron argumentando que ahora bebían solamente agua que ellos mismos purificaban, usando para ello un extraño cubo blanco que, "mediante una transformación de carácter cuántico, restituía la complejidad molecular de la geometría estructural del vital líquido, haciéndola afín con los requerimientos de los procesos biológicos intracelulares" me explicaron (¿?) con humildad y Fe científica. Entonces ordené que encendieran unas brasas para asarles unos buenos trozos de carne, chorizos, morcillas, mazorcas y mandiocas, lo cual agradecieron pero declinaron del manjar informándome que lo único que comían eran insectos secos, de los cuales acarreaban una buena provisión en una talega blanca que conformaba todo su equipaje y, eventualmente, algunas frutas frescas que pudiesen comprar o que les fuesen obsequiadas por personas de buena voluntad.

¡Bueno, al menos su estadía sería muy económica! pensé yo. Pensé yo equivocadamente respecto de ella.

Traían con ellos toda clase de historias acerca de las situaciones por las que atravesaron y de los lugares en donde estuvieron; Hablaron acerca de las muchas personas a quienes conocieron, seres sabios, filósofos, extáticos, místicos, piadosos, psíquicos y contemplativos, y de las enseñanzas que de éstos entes extraordinarios obtuvieron, ya que en cada uno de ellos se encuentran todas las energías y fuerzas del Universo en contacto directo con el Ser Superior; Me dijeron haber experimentado, con la ayuda de ellos, una relación intima con Dios y la entrada a un estado de paz profunda y constante, alcanzando así un mayor entendimiento de la relación entre el Universo y la Tierra mediante la Geometría Sagrada, el conocimiento de la energía de amor del universo y del amor incondicional.

Mi mejor amigo me anunció que tenía ahora la misión de asistir al Planeta Tierra y a sus habitantes durante la transición a Dimensiones Superiores porque ahora el también era responsable por los significativos y positivos cambios que en el orbe acontecían gracias a la vida plena que se hallaba viviendo, ya que estaba entregado totalmente y con pasión al ejercicio de su libertad interior, la cual es, afirmaba, lo esencial de toda la creación...

"En cuyo carácter genital está la bioenergía universal, que le da el sentido cósmico a la función del coito y del orgasmo". Agregó mi amigo con solvente sapiencia.

"Es sólo la unión sexual la única forma natural que tiene un cuerpo para unirse con otro cuerpo, y en esa convulsión involuntaria de nuestros organismos durante el enlace hombre-mujer es que se cumple el consistente intercambio de la energía cósmica del uno dentro del otro como un todo". Completó así Alba Sentada las anteriores frases de Jayán Padre Genital, clavando, impúdicamente, su mirada en mis partes venéreas.

"El placer de la descarga orgásmica es el resultado espontáneo de una larga y continua evolución de placeres pequeños y de ondas de excitación continuamente crecientes de la pareja en la búsqueda permanente y cotidiana del éxtasis sublime..., del hallazgo recíproco y callado..., del estremecimiento astral de ambos en un puro y delicioso goce celestial que..., en la consumación final..., se traduce en la pérdida de individualidad... en la transformación a un estado distinto después de la fusión mutua de los campos de energía orgásmica". Recitó mi amigo con una pausada elocuencia salida de su alma.

Al día siguiente Jayán Padre Genital partió para Corozopando, más allá de la campiña donde los árboles parecían diminutos de lo inmensa que ésta era, a iniciar su misión predicadora y llevaba consigo unos panfletos con la invitación a escuchar al Padre Genital con los siguientes enunciados:

"El pecado se debe a una civilización místicamente mecanizada y moralista sexual anti-vida, que ahoga lo natural y aprisiona la Energía Cósmica que tenemos en nuestro cuerpo los hombres y las mujeres."

"La Energía Cósmica debe ser liberada amorosamente en el abrazo genital."

IV

"Sólo hay un camino para conocer a Dios: La Vida Viviente, El Abrazo Genital y el Pleno Orgasmo Cósmico." Proclamaba mi amigo con vigorosa voz por las calles empedradas de pueblo, anunciando la llegada de "La Hermandad del Abrazo Genital" para rendir culto al "Pleno Orgasmo Cósmico".

La curiosidad empezó a apoderarse de los amables y tradicionales habitantes del pueblo quienes, ávidos de mayor información, le preguntaban que cuanto costaría la entrada; que si podían ir los niños. Y Jayán Padre Genital les explicaba con voz pausada, con la sabiduría de un ser superior, desde un improvisado púlpito a sus primeros seguidores: "Dios es la Energía Cósmica de la que proviene todo ser y que fluye a través de tu cuerpo, así como a través de todo lo viviente. La energía cósmica que debe ser liberada amorosamente en el abrazo genital no tiene fronteras, contrariamente al amor sexual actual que os prohíbe conocer a Dios o a la vida misma como amor corporal."

Con la Fe de su lado, entró en la única taberna de aquel centenario pueblo, en donde tres taciturnos ancianos que, reflejados en la oscura pantalla del televisor, jugaban una silenciosa partida de cartas, acompañados por vasos de vino tinto a medio tomar mientras un viejo Loro que ya no hablaba le hacia una monócula inspección. Dijo entonces con vehemencia: "El mal es un Dios pervertido, originado por la represión de las cualidades divinas sexuales"... "El orgasmo se produce cuando tiene que producirse, no cuando tu, o tu, o tu lo deseas." Buscando promover así la asistencia a sus sermones a los tres clientes de la tasca que no se perturbaron con su llegada ni con sus grandilocuentes afirmaciones.

Su primera parábola fue bajo la generosa sombra de un centenario alcornoque en el jardín de Los Erasmos propiedad del gentilhombre regente de la taberna del pueblo. Pronto los sermones de Padre Genital se hicieron famosos porque removía la fuerza interior de quienes le escuchaban que, arrepentidos por su triste pasado de cópula descarriada, se daban ahora el abrazo genital transportándose al pleno orgasmo cósmico.

Seguido por sus doce condiscípulos y condiscípulas llegó a orillas del lago de aquella comarca, un hermoso paraje fulgurante de energía cósmica, apto para darse muchos abrazos genitales y donde al tercer día narró a las muchas personas que habían estado llegando para escucharle, la parábola de "La Mujer Dormida que parió Luz":

"Cuando caía del Imperio Romano, a una mujer en Constantinopla le provino un profundo sopor y soñó que las prometedoras ideas de las culturas griega y latina sufrían una regresión. Las ideologías de los hombres que comenzaron a gobernar el mundo excluyeron entonces a los genitales y su cópula de los asuntos humanos y le acusaron a ella de todos los males que sufría la humanidad por ser la mujer la incitadora del hombre, aupada por el demonio. Pero no pudieron abolir la pasión genital y se dedicaron a perseguirla y a acusar a todos aquellos que practicasen el Abrazo Genital como sujetos de posesiones demoníacas. Entre el rechazo y la tolerancia hacia los amantes -por aquello del mandato divino de ‘multiplicaos’-, renació el primitivismo y la brujería, y era extranatural y pecaminoso el acto de la relación sexual."

"La mujer soñó que había sido capturada y llevada a la hoguera y que a medida que moría, viajaba en el mismo Continuo de Tiempo y Espacio, mientras que avanzaba hasta el Cuerpo de Luz, buscando la Iluminación, la Ascensión. Su último acto físico en ésta vida, a medida que se retiraba hacia atrás para entrar en el Cuerpo de Luz, consistió en extenderse para abrazar amorosamente a su cuerpo físico y atraerlo para fundirse con la Luz."

"Entonces la mujer de Constantinopla despertó con el conocimiento de Dios como amor que le confirmaría la existencia de Dios, que Él es accesible y permite al hombre y a la mujer, vivir del modo real y natural que la sociedad represora actual le impide."

Guardó unos segundos de silencio. Silencio en el lago que reflejaba la luz del Sol que les sonreía. Silencio en todo. Silencio de todos. Y con la bienaventuranza que sólo la sabiduría otorga dijo: "Daos fraternalmente el Abrazo Genital los unos a los otros."

Todos los cientos de personas que le escuchaban le entendieron, excepto unos "Doctores de La Fe" que se hallaban entre la audiencia. "Jayán Padre Genital" ahora estaba en problemas.

V

Luego de una semana de la partida de mi mejor amigo, durante la cual estuve bajo un permanente acoso sexual por parte de su mujer que pasó de miradas y sonrisas furtivas e incontenibles a descaradas manifestaciones eróticas, algunas un tanto grotescas, por fin me atrapó solo en el salón de fumar donde yo estaba leyendo algo de filosofía Pirrónica: "El sabio mantendrá la tranquilidad de su espíritu con la indiferencia respecto de todas las opiniones de escuela, no adhiriéndose a ninguna. Sí Todo es falso, entonces es falso que Todo sea falso".

Me pidió con dulzura lúbrica que le ayudase a pasar de su silla al sofá de cuero vinotinto en donde me hallaba sentado. Yo tenía en cuenta lo fingida que ella podía llegar a ser, pero soy un buen anfitrión antes que nada y, tratándose de la mujer de mi mejor amigo, pues más aún. Pues más aún.

Pasé con delicadeza un brazo por su espalda y otro bajo sus muslos, casi en las nalgas y, cuando ella me rodeó el cuello con perfumada sensualidad, mi palo empezó a arder. Al levantarla, la aseguré hacia mi cuerpo con firmeza, entonces ella se estrechó más haciendo girar su torso y, cerrando más sus brazos para apretarme sus pechos, pegó su cara con la mía y me susurró con delicia al oído: "siéntate tu primero, Patriarca Genital". Debí haberla devuelto a su silla en ese mismo instante, pero... la carne es débil.

Me senté con ella sobre mis piernas mientras me lamía febrilmente el lóbulo de la oreja. Al sentirse apoyada sobre mi dureza fálica gimió y se meneó con regodeo, estremeciéndose toda al lanzar su cabeza para atrás exhalando el placer que le corría por su espinazo. Sus opulentos senos iban tomando una ostentosa turgencia con mis recias caricias. Cuando me iba a besar procuré tumbarla de espaldas sobre el asiento para poseerla de frente, pero ella me refrenó y se fue en sentido contrario y, apoyándose en los muñones de sus piernas y los codos, con su trasero bien en alto, se separó un poco de mí y se recogió la túnica sobre su espalda, mostrándome sus rosadas grupas que movió con lujuria de lado a lado. Se dio un par de incitadoras nalgadas y me arengó con exasperada excitación: "¡Vamos..., vamos... ¿Qué esperas?!

Cuando giró la cabeza hacia atrás para verificar porqué aún no me le encimaba, yo me estaba acomodando de rodillas para arremeterla en su posición y, al mismo tiempo, destrababa mi furibundo pene del pantalón, controlándolo con ambas manos. La veterana maratonista, al ver el trozo de carne que le iba a meter, quedó boquiabierta y exclamó con sorprendida angustia: "¡Eso-por-el-culo-no!". Sí se hubiese quedado callada el relato concluiría tres párrafos más adelante, pero despertó mi espíritu de contradicción y me dije a mí mismo: "de eso no te vas a salvar..."

Deslicé mis manos con abrasadora tardanza por sus ancas hasta la elástica de la pantaleta, halé bajando la prenda por sus muslos y se la quité por las amputaciones lazándola a la silla de ruedas. Me abrí paso por el mojado introito vaginal con el glande, afianzándome en la entrada, o sea, le metí la cabeza de mi báculo. Al sentir esa primera acción ella clavó la frente en el cuero del diván y se protegió la cabeza con ambas manos como esperando un garrotazo. La sujeté con seguridad por las caderas y empujé todo mi "patriarcado genital" hasta lo más profundo de su "paz interior". Mugió. Se batió. Trató de escapar. Resopló. Estiró el cuello hacia delante buscando más aire. Alzó la cabeza mirando al techo y, casi sin poder hablar, soltó con satisfacción: ¡Que vergajazo!. De los cuales recibió una inclemente retreta mientras nuestra pasión orgásmica durante ese enlace hombre-mujer iba en ascenso haciendo consistente nuestro intercambio de "energía cósmica", o lo que es lo mismo: que estábamos echando un buen polvo.

Empecé a sensibilizarle el esfínter anal con una suave y lenta presión de dos dedos sobre su sieso. Lanzó su mano para atrás y me agarró con fuerza los dedos masajeadores y dijo tajantemente: "Annus non penetrabilis est", mientras paraba de culear. Me sacudí su mano y reanudé el salvaje bombeo de su "universo interior" empujándola hasta que su cabeza quedó clavada en la esquina del asiento. Cuando ella estaba iniciando "la transición", escupí en su ano, le desencajé mi méntula y le metí "medio machete" por la vía estercórea. Aulló, pero no pudo hacer ningún movimiento para escaparse. Le sacudí con firmeza las caderas y le ordené que culease y empezó lentamente a menearse mientras la rigidez de mi palo le calaba las entrañas.

¡Cuánto tiempo!...¡cuánto tiempo ha que no me cogían por el culo! Exclamó evocadoramente, con voz temblorosa, cuando pudo hablar. Y llevándose una mano al clítoris añadió con un tono de exigencia: "¡Olvídate de mis genitales, cógeme siempre así!"

Aunque esto era sólo un polvito, la mujer de mi mejor amigo creía que nos habíamos convertido en amantes. Ahora "Patriarca Genital" estaba en problemas.

VI

Definitivamente aquélla mujer era la misma sinvergüenza de siempre. Grosera y depravada, quería tener algo siempre metido en el ano. Mientras su marido realizaba asombrosos prodigios entre sus cada vez más numerosos seguidores de la Hermandad del Abrazo Genital insuflándoles energía cósmica, ella me perseguía en su silla de ruedas por todo el castillo buscando soliviantarme con su lujuria al máximo. "¡Quiero que me des más carne cruda!", me decía estirando el brazo hacia mi paquete viril. Incluso se metió hasta mis aposentos, donde sólo mi Ama de Llaves tenía permitido el acceso, y se sentó desnuda en mi cama sosteniendo sus pesadas tetas, lamiéndose los labios y resoplando de deseo me dijo: "Hazme lo que quieras, pero házmelo ya." Entonces la puse en confinamiento en su habitación, desde donde gritaba a viva voz sus deseos lascivos: "¡Ven y mete ya esa vergota que tienes en éste culo! ¡Cobarde!" vociferaba, desquiciada, mendigando por y amenazando para que le proporcionase una trepidación anal. Todo esto asombraba a mis imperturbables criados y se notaba ya la exasperación de mi siempre fiel Ama de Llaves.

Salí urgentemente para Corozopando, conduciendo mi motocicleta de alta cilindrada, en busca de mi mejor amigo con el fin de ponerle al tanto yo mismo de toda la situación y explicarle lentamente que su mujer había sufrido una regresión, sí es que alguna vez evolucionó.

Al cabo de un par de horas a toda velocidad encuentro que viene por la vía contraria Jayán Padre Genital sobre un desfallecido jumento. Con la alegría de nuestro nuevo reencuentro en los corazones, empezamos a hablarnos atropelladamente, compitiendo por informar primero uno al otro de los novísimos acontecimientos.

Me contó que luego de su última cena en Corozopando uno de sus seguidores informó a las autoridades del sitio donde él se encontraría y fue apresado y encarcelado. El jefe de los "Doctores de la Fe" le acusó ante el Jefe Civil de adorar Dioses inconvenientes y de proclamar el fin de la impudicia y de la lascivia. El funcionario, hermano del esclarecido dueño de la taberna, no vio ningún delito ni peligro para el Estado en sus acciones y, mientras afuera de la Jefatura una muchedumbre gritaba: "¡Guillotinadle!..., ¡Guillotinadle!", éste, limpiándose las manos de la mostaza que traía la hamburguesa que se estaba comiendo, le dio una reprimenda y decidió que pasase la noche preso, más bien para protegerle. Quedó solo. Todos sus seguidores se escondieron con miedo y uno de ellos, el que se atrevió a llevarle su frugal comida, le negó tres veces.

Al día siguiente fue escoltado a las afueras del pueblo por un pelotón de policías antimotines sobre briosos caballos que el Gobernador había enviado. Y él fue obligado a caminar arrastrando su talega llena de libros, panfletos e insectos que fueron quedando esparcidos por las estrechas y empedradas calles como su último legado. El pueblo, que había sido manipulado vilmente, se tornó contra él. Le abucheaban y lanzaban objetos y suciedad que se estrellaba contra el blindaje de sus escoltas. Ya sobre el borrico, alzó los brazos e invocó La Fuerza Universal y exclamó con su vozarrón: "¡Energía Eterna..., discúlpalos porque no saben muy bien lo que hacen!" Lo cual aplacó y acalló a todos, quienes salieron corriendo, despavoridos, en todas direcciones cuando sintieron la tierra estremecerse bajo sus pies.

Cuando me disponía a relatarle mis experiencias el cielo se tornó rojo y luego de un ensordecedor estampido, un carro de fuego salió de atrás de una nube y se posó, con gran estruendo, cerca de nosotros. Jayán Padre Genital se dirigió hacia él y, antes de abordarlo, se viró para decirme: "Ahora tu cuidarás de mi esposa y de mis discípulos... te llamarás Patriarca Genital y sobre ti se erigirá mi santuario..." y sentándose al lado del piloto dijo: "¡En marcha zahorí Elías!"

FIN