PERVERSION FEMENINA.- CONTINUACION.
De inmediato se quitó la túnica que la cubría. Estaba sudando de la excitación. Steven, aún acostado en el suelo, detalló la entrepierna de la mujer: una tupida pelambre color oro viejo custodiaba una vulva experimentada que pondría verdes de envidia a muchas mujeres jóvenes. Los labios vaginales sobresalían ligeramente, mientras un licor traslúcido brotaba poco a poco de su gruta. Jenna observó la mirada del pequeño y continuó con el juego.
-¿Te gusta lo que ves?
-Si...
-Es mi vulva... ¿Te gustan mis pelos aquí?
-Sí...
-Mira esto...
Jenna se ayudó con los dedos para abrir su sexo. Steven observó la cavidad vaginal de la mujer en todo su esplendor; el flujo no cesaba de salir de esa candente cueva. Jenna se relamió los labios de gusto.
-¿Ves esto? ¿Qué es?
-No lo sé, Jenna.
-Se llama clítoris. Es algo parecido a tu pene en cuanto a sensaciones.
-No entiendo.
Jenna sonrió nuevamente.
-¿Nunca has frotado tu pene con tus manos?
-No... respondió Steven, extrañado.
-O sea que no sabes qué es una masturbación.
-¿Una qué?
La mujer deslizó su pie derecho hacia el pene del chiquillo, frotando lentamente el miembro con su planta. Steven comenzó a experimentar una sensación más inquietante que la vivida hasta hacía un momento. Comprobó que su pene, fláccido y pequeño, aumentaba de tamaño a medida que el masaje del pie femenino sobre él continuaba y se intensificaba; a la vez sentía mucho placer. El chico comenzó a respirar profundo. Se sentía algo perturbado pero también disfrutaba de la experiencia.
-Cuando frotas tu pene con tu mano, sientes lo mismo que estás sintiendo en este instante... ¿Quieres probar o prefieres que continúe yo?
-No... Siga usted... respondió el niño casi como un autómata.
-No me trates de "usted" respondió Jenna intensificando el masaje de su pie sobre la virilidad infantil- ...llámame Jenna... Anda, repite mi nombre...
Steven no sabía qué hacer. Comenzaba a debatirse entre lo correcto y lo incorrecto de aquella acción. Jenna usó los dedos de su pie para apretar ligeramente el pene de Steven y frotarlo con mayor energía.
-Repite mi nombre... Anda...
-Jenna...
-Otra vez... Hazlo...
-Jenna... Jenna... Jenna...
Esta vez no hubo necesidad de pedir de nuevo. Steven repetía el nombre de la mujer con deseo. El pie femenino incrementó las caricias sobre el pene infantil: usaba los dedos para presionar el tronco y jugar con el glande; con la planta le producía un excitante cosquilleo. Colocando el pequeño pero erecto pene entre los dedos gordo e índice de su pie, Jenna inició un movimiento de arriba hacia abajo, imitando el movimiento de una mano durante una masturbación común.
-Dime que te gusta... la vagina de Jenna comenzaba a gotear con profusión- ...Dime que quieres más...
-Si... Si... Me gusta... Me...
El chico no terminó la frase: de pronto todo comenzó a darle vueltas y una poderosa explosión sensorial se adueñó de él. Un fuerte gemido brotó de su boca. Sus ojos giraron hacia arriba y se abandonó por completo. Casi perdió el conocimiento. Jenna cesó la caricia y se puso a horcajadas sobre el rostro del pequeño.
-¿Te gustó? Ahora me toca a mí.
Al instante la mujer comenzó a frotarse el clítoris. Unos cuantos centímetros separaban la vulva de Jenna respecto al rostro de Steven quien, aún en medio de su éxtasis, observaba el agradable espectáculo y sentía en su rostro el calor que brotaba de la vagina femenina. Los dedos de la mujer frotaban con fuerza el hinchado y rojizo clítoris, mientras que de sus labios surgían frases ininiteligibles. Se mordía los labios, se los humedecía con la lengua, temblaba...
-¿Qué vas a hacer? preguntó un Steven algo más despejado.
-Estoy masturbándome para ti... Quiero acabar en tu cara...
-¿Acabar?...
Jenna no respondió. Se masturbaba como una posesa. Ya nada podía evitar un pronto desenlace.
-Ladea tu cara un poco... Así... Eso es... Uhh... Voy a acabar... Voy a acabar...
Jenna incrementó el frotamiento. Cerró los ojos y apretó los dientes.
-Uuuhh... ¡Dios!...
El cuerpo de la mujer tembló y un líquido blanquecino brotó de la cavidad vaginal, cayendo sobre la mejilla del chiquillo y deslizándose hacia la oreja y la nuca. El niño acusó el líquido con un leve quejido: el licor estaba algo caliente. (Continuará).