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Perversión Femenina (5)

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PERVERSION FEMENINA.- (5)

-Ahh... Ahh... Ahh... Eso es, mi amor...

Steven estaba encantado: aquella mujer estaba prácticamente en sus manos. ¿Quién lo iba a decir? Con apenas once años ya tenía una mujer para sí. Continuó usando su boca en el clítoris de Jenna, quien se movía con mayor rapidez a medida que su excitación iba en aumento. La mujer comenzó a usar su mano derecha para masturbar al chico; sus movimientos manuales se hicieron acelerados y Steven acusó el placer hundiendo su lengua en la vagina femenina. La movió en todas direcciones, bebiendo buena parte de los fluidos exudados por esa deliciosa gruta. Jenna estaba casi fuera de sí, disfrutando de tales caricias orales. Jenna preguntó:

-¿Quieres que acabe en tu boquita?

-Si, Jenna... –respondió el niño.

-Entonces prepárate... Aquí voy...

Jenna reanudó sus movimientos, frotando su vulva contra la boca de Steven con mayor fuerza; su cintura y caderas imitaban el movimiento de los pistones de un motor de gran potencia. Y fue entonces cuando la mujer gimió con gran intensidad.

-Aquí voy... Aquí voy... Aahh... ¡AAAAHHH!

Una fuerte sacudida estremeció el cuerpo de Jenna. Su boca se abrió, sus ojos se cerraron y su cuerpo se arqueó hacia atrás. Su licor sexual fluyó casi como una cascada, derramándose dentro de la boca del niño, quien lo fue absorbiendo trago a trago. Jenna presionó aún más su vulva contra la boca infantil a medida que el flujo orgásmico fluía. Los temblores –rápidos y fuertes- continuaron unos segundos. Cuando sintió que todo su flujo se había terminado, separó su vagina de la boca del chiquillo, acercó su rostro al de él y lo besó, introduciéndole le lengua bien adentro de la boca para rebañar lo que quedara de flujo allí.

-Hmmm... Delicioso...

Steven quedó deleitado con la vivencia: había bebido el flujo orgásmico de una mujer. Aunque no era un experto en cuanto a comparaciones, su consistencia la equiparó con la de una clara de huevo y su sabor se le pareció al de la salsa de soya, pero menos salada. Le gustó.

-Eso sabe bien...

Jenna no perdió más tiempo y volvió a atacar con su boca el pene de Steven, succionándolo con fuerza. Steven sintió los dientes y la lengua de Jenna apoderándose de su miembro y se abandonó a la sensación. La mujer saboreó anhelante la tierna carne del glande; con la punta de la lengua recorrió la parte baja del mismo, estimulándolo con suaves pero seguros toques. Volvió a centrarse en el tronco del miembro, propinándole suaves mordisquitos y deslizando su lengua por toda la longitud del mismo. Volvió de nuevo a las succiones –seguras, rápidas y fuertes- y repitió el movimiento lingual por toda la extensión del pene. Estaba fascinada: pese a su edad, el niño resistía bien sus caricias orales y no daba muestras de llegar a un orgasmo muy rápidamente. Entonces decidió probar con la cópula.

-Ven, pequeño –dijo Jenna tomándolo de la mano.

Jenna se situó boca arriba sobre la cama y abrió las piernas. El espectáculo de aquella vulva abierta, guarnecida con vello púbico dorado, era algo que ningún hombre desaprovecharía en ese momento.

-Ponte sobre mí.

El chico accedió y se postró sobre el cuerpo femenino. Podía sentir el calor que emanaba de toda esa anatomía de hembra. Los pezones de Jenna –erectos y provocativos- rozaban el pecho del pequeño, provocándole un agradable cosquilleo.

-Coge tu pene con tu mano.

-Ya está.

-Ahora guíalo hacia la entrada de mi vagina... Mételo ahí... Lentamente...

El niño hizo tal cual le dijo la mujer. Con la mano guió el pene hacia la entrada de la vagina y muy lentamente lo fue introduciendo en ella. El chico se estremecía a medida que su pene era rodeado por una carne suave, caliente y lubricada. Jenna gemía en voz baja, disfrutando de aquel pene que por primera vez conocía la sensación que produce una vagina dispuesta a recibirlo con creces. Cuando la penetró por completo, Steven sintió que las manos de Jenna lo tomaban por las nalgas y lo presionaban fuertemente hacia su entrepierna.

-Siente. Acabas de penetrar a una mujer. Tu pene está dentro de mi vagina.

Y de pronto Steven sintió que la carne femenina se cerraba con fuerza alrededor de su pene, aumentando el calor y las sensaciones placenteras.

-Bienvenido a mi vagina –dijo Jenna en tono seductor -. Ahora mueve tu cintura y caderas hacia atrás y luego hacia adelante.

Steven acató la orden de Jenna. Esta enroscó las piernas alrededor del cuerpo del pequeño y lo incitó de nuevo con palabras dulces y apasionadas.

-Asi... Hmm... Vamos, pequeño... Así...

-¿Lo hago bien? –preguntó Steven

-Lo haces muy bien... –respondió la mujer.

Steven se acopló muy bien al cuerpo de Jenna y sus movimientos fluyeron con facilidad. El pene infantil se deslizaba a gusto dentro de la vagina de Jenna.

-Hmmm... Eso es...

El niño le tomó gusto al movimiento y comenzó a hacerlo con mayor firmeza. Jenna se concentró en sus propias sensaciones, cerró los ojos y una sonrisa se dibujó en sus labios. Por primera vez en su vida estaba copulando con un niño. Apretó sus manos contra las nalgas infantiles, incitándolo a moverse con más fuerza.

-Vamos... Muévete más... Ahh... Ahh... Ahh... Hmm...

Jenna abrió los ojos y fijó su mirada en la de Steven.

-Soy tuya, pequeño. Sigue así... Ahh...

La mirada de Jenna se hizo más seductora. La lengua femenina recorrió los labios del niño y se introdujo en los recovecos bucales infantiles. Steven aumentó los movimientos de penetración y las caderas de la mujer se acoplaron al ritmo de aquel cuerpo prepúber.

Ambos eran uno solo. Niño y mujer se movían con perfecta sincronización corporal, incrementando el placer de ambos. Jenna estaba encantada con la resistencia de Steven. Por lo general los niños preadolescentes no tienen mucho aguante a la hora del placer sexual, pero Steven estaba haciendo un buen papel. Sin embargo, la condición de preadolescente del chiquillo se impuso y sin poder contenerse más, Steven tensó su cuerpo y nuevamente aquella poderosa explosión sensorial se adueñó de él. Un fuerte gemido brotó de su boca. Sus ojos se entrecerraron y se abandonó por completo sobre el cuerpo de Jenna. Se sentía mareado. Había experimentado otra vez el placer y la agonía de un orgasmo.

Jenna estaba feliz de que el niño hubiese sentido de nuevo aquello. Y de que fuese ella precisamente quien se lo hiciera sentir. "Lástima que aún no eyacule", pensó para sí.

-¿Te gustó, pequeño?

-Sí, Jenna –alcanzó a exclamar Steven, aún embobado.

-A mí también... –respondió Jenna, acariciándole los labios con la lengua -. Me gusta como haces el amor.

-¿Cómo hago el amor? –preguntó Steven al oír dicha expresión.

-Si... Acabas de hacerme el amor. Ahora soy tuya y puedes hacerme el amor cuantas veces lo desees. ¿Qué dices a eso?

-¡Wao! –exclamó el pequeño -. ¡Super!

-Ahora ponte a mi lado y acaricia mis senos. Como acabaste más pronto de lo que deseaba quedé a mitad del camino.

-No entiendo...

-Necesito acabar. Acaríciame mientras me masturbo.

Steven se apropió de los senos de Jenna mientras ésta comenzó a acariciarse el clítoris. Su mano se movía con fuerza sobre dicha protuberancia. Steven observaba la mano femenina que recorría el area genital con avidez.

-Me encanta masturbarme...

(Continuará).