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Perversión Femenina (6)

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PERVERSION FEMENINA.- (6)

Con sus dedos acarició el área circundante al clítoris para luego volver a concentrarse en el mismo. Lo frotó, lo pellizcó, lo presionó; sentía cómo ese pequeño trozo de carne respondía a sus caricias haciéndola estremecer.

-¿Siempre has hecho eso? –preguntó Steven, curioso.

-Desde pequeña –respondió la rubia de las cinco décadas.

La mano proseguía con su placentero trabajo. Se introdujo los dedos corazón y anular en la vagina y se violó a sí misma con fuertes arremetidas. Regresó de nuevo al hinchado y rojo clítoris, frotándolo con más fuerza.

-Me encanta, me encanta... Ahh...

Steven observaba cada detalle de tan increíble espectáculo. No es cosa de todos los días tener ante los propios ojos a una mujer desnuda masturbándose de forma tan vigorosa.

-Uuhh... Uuhh... Uuhh... Hhmm... ¡Dios! ¡Qué rico!... Aahh... –proseguía exclamando Jenna, presa del más puro placer.

Abrió mucho más las piernas y volvió a introducirse los dedos en la vagina.

-Ponte frente a mí, pequeño...

El chico obedeció.

-Mírame... Aahh... Estoy masturbándome... Aahh... ¿Lo ves?...

-Si... –respondió Steven.

-Dime ¿qué estoy haciendo?

-Estás masturbándote.

-Sí... Masturbándome... Masturbándome... Me excita que me veas masturbándome...

Steven no entendía el motivo de tanta repetición de esa palabra. Jenna aumentó la velocidad de movimientos de la mano que atacaba su vulva. Estaba dominada por la excitación. Se mordía los labios, cerraba los ojos, se arqueaba, respiraba entrecortadamente... Estaba disfrutando como nunca de la masturbación.

-Ahh... Ahh... Ahh... Ahh...

Su clítoris parecía a punto de explotar. Su vagina exudaba una abundante lubricación.

-Me masturbo por ti... Por ti... Ahh...

Y de pronto el cuerpo de Jenna se sacudió con violencia. Su boca se abrió y dejó escapar un fuerte gemido.

-¡AAAAHH!

El licor orgásmico –blanquecino, viscoso, caliente- brotó de la vagina como una generosa cascada, deslizándose hasta el ano y parte de las nalgas. Jenna temblaba como epiléptica: en cada espasmo profería un quejido de placer. Estaba sudando. Se pasó la lengua por los labios, se apoderó de uno de sus propios senos y se chupó el pezón con fuerza. Steven abrió aún más los ojos: jamás había visto una "autochupada" de pezón. Los temblores fueron disminuyendo y Jenna recuperó de nuevo el autocontrol.

-Hmmm... Qué delicia... ¿Te gustó el espectáculo?

-Sí... –contestó el niño.

-¿Quieres que lo repita?

-¿Puedes?

-Claro que sí... Adoro el sexo...

Steven estaba sorprendido. ¿De dónde sacaba tanta fuerza esa mujer?

-Bueno... Como quieras...

Jenna tomó al niño de la mano. Aún desnudos, ambos se dirigieron a la cocina. Allí la rubia hizo sentar a Steven en una silla frente a una mesa, luego buscó algo en la cesta de los vegetales. Al regresar llevaba en su mano un enorme pepino. Steven no entendía nada.

-Voy a masturbarme con este pepino –exclamó Jenna

Steven estaba boquiabierto. ¿Cómo podría Jenna masturbarse con semejante cosa?

-Vas a hacerte daño –exclamó el chico.

-Descuida. Tengo experiencia en esto. Pero primero es lo primero.

Y sin dejar responder a Steven, tomó al niño por el rostro y lo besó; la lengua femenina se introdujo en la boca del chiquillo, tanteando dentro de dicha cavidad lo más profundamente posible. Luego chupó la lengua del pequeño y bebió su saliva.

-Qué rica es tu lengua- dijo la rubia.

Con suaves lengüetazos, Jenna recorrió el cuello y pecho de Steven. El niño respiró profundo. Su pene comenzaba de nuevo a crecer. La mujer continuó recorriendo el pecho y estómago de Steven con su lengua y al llegar al miembro erecto se apoderó de él con efusividad. Comenzó a chuparlo con fuerza, mordiéndolo suavemente en ciertos momentos. Usó su lengua como una centrífuga alrededor del glande y con su mano jugó con los testículos. Steven cerró los ojos y dejó caer su cabeza sobre el espaldar de la silla. La mujer estaba feliz: el niño ya era suyo sexualmente y podía jugar con él como le viniese en gana. Continuó chupando con mayor energía el pequeño pero erecto pene.

-Qué rico es tu pene, mi amor... Adoro chupártelo... Y es todo mío...

Las succiones se hicieron más intensas. Steven daba muestras de gran excitación. La lengua femenina jugó con el tronco del pene, se centró en el glande con fuertes lengüetazos y volvió a recorrer toda la extensión del miembro. Cuando Jenna se dio cuenta de que el niño tenía una fuerte excitación, se retiró de él y se acostó sobre la mesa, abriendo las piernas de par en par. La vulva de Jenna quedó frente al rostro de Steven. Había llegado la hora de jugar con el pepino.

(Continuará)