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Por fin salí con él

en Confesiones

Por fin, salí con él.

Digamos que los amigos mutuos organizaron un complot para ponerme en una situación en la que ya no pude decir que no.

De modo que, a regañadientes y sin ganas, me vi una noche forzada a salir con alguien que no me atrae, no me interesa, no me gusta, no me ¡nada!, con una cara de funeral que ni Libertad Lamarque hubiera podido superar.

Mi Romeo llegó puntual, con el consabido ramo de flores, que yo recibí con una medio sonrisa y agradecí casi sin despegar los labios.

Se sentó, diciendo que mi casa era un lugar muy agradable (qué notición, pensé con ironía). Crucé los brazos y comencé a dar golpecitos con la punta del pie que tenía adelantado sobre el otro, en una inequívoca señal de impaciencia.

(pobre hombre; de haber estado en su lugar, EN ESE MISMO MOMENTO ME RAJO, y dejó a mi escurridiza presa con su paranoia y su incomprensión).

Pero él no se rajó. Sino que con una gentil sonrisa abrió la puerta y salió detrás de mi.

"qué rico huele tu perfume" dijo tratando de ser gentil. Le contesté con un "mmmsí, gracias", que debería de haberlo desarmado en ese momento, pero, infelice de mi, y pobre de él, siguió adelante.

Las hermosas rosas rojas de mi chal ruso resplandecían sobre mi indumentaria, toda negra y que estaba compuesta de un sweater de cuello de tortuga, pantalones y botas. Mi abundante y a veces estorbosa cabellera larga la sujeté en una cola de caballo, lo que despejaba mi rostro y hacía que mis aretes, dos argollas de oro, lucieran mucho en una cara que YO NO QUERÍA QUE RESULTARA ATRACTIVA, pero que por un mal hado resultó todo lo contrario.

Si por las escaleras me desplacé con mucha gracia, al llegar a su auto caminé exactamente como un sargento de infantería. Y él se apresuró a abrir la portezuela, recordándome con su amabilidad que era un CABALLERO y que yo no tenía razón de ser tan majadera.

Bajé la cabeza y musité un "gracias", quedito y desprovisto de la grosería anterior.

Sin embargo, después de entrar al auto, crucé los brazos y pies, en un claro mensaje de "Arrenégoche demo", tratando de poner toda la distancia posible entre él y yo.

Sé que captó, pero se condujo con toda naturalidad, con toda la terca naturalidad de quien tiene más paciencia que el santo Job, y más tenacidad que la tortuga del cuento.

El lugar, precioso, la cena buenísima. La música muy incitante y yo que me quería ir.

A eso podemos resumir una salida con quien pudiendo hacer feliz a cualquier otra insiste en perder su tiempo conmigo.

Me apanica la idea de que cualquier día por cansancio o por inercia, por aburrimiento o por probar, le diga que sí, si yo sé que simple y sencillamente no es pareja para mi.