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Prisionero de los cuernos

en Trios

PRISIONERO DE LOS CUERNOS

Esta es una historia de adulterio permisivo, relatada a insistencia del propio protagonista, quién ama con pasión enfermiza a su infiel esposa.

Los lectores deben estar informados que este relato ha sido escrito a insistencia de Juan, quién es el propio protagonista de esta historia.

Los hechos que aquí se narran están respaldados por testimonios contenidos en correos electrónicos de ida y vuelta, entre otras evidencias. Todo está ahí, al alcance de la mano, para los incrédulos que deseen constatarlo personalmente.

 

31 de diciembre de 2005, ciudad de Tacna, Perú. La fiesta para recibir el año nuevo está muy concurrida y animada. Como es lógico me acompaña Lorena, mi esposa. Ella es una mujer atractiva, no muy alta, de piel blanca y tersa, de carácter autoritario y dominante, su hermoso culo y ceñida cintura son sus rasgos preponderantes, eso que ya cumplió 41 años. Estamos casados desde hace 18 años y aunque aparentamos una relación primaveral, la verdad es que vamos en picada. Tal vez el desgaste por el tiempo que vivimos juntos nos está conduciendo al hastío.

En aquella fiesta de año nuevo, aprovechando un aparte, un amigo y compañero de trabajo llamado Miguel, me sorprendió al contarme que Darío se estaba comiendo a mi mujer, quién sabe desde cuando. Y lo peor, no es que él la hubiese seducido, no… ella es la que lo acosa constantemente para calmar su furor genital. Yo no encontraba la explicación, Darío que también es compañero de trabajo nuestro, es más o menos de mi edad y tiene características físicas similares a las mías, entonces… no entendía, ¿por que engañarme con él?

Antes de continuar, quiero presentarme a todos ustedes, me llamo Juan, tengo 44 años, 1.65 m. de estatura y soy de tez cobriza. No me considero buen mozo ni feo, sino de atractivo promedio. Trabajo en una repartición pública de Salud en Tacna y Lorena también labora en la misma Institución, aunque lo hace en otra área, ella se desempeña en Control Interno.

Me encuentro atravesando por una penosa situación, la mujer de mi vida me está traicionando con uno de sus compañeros de oficina. Por lo que me contó Miguel, el asunto es un secreto a voces, pues él no es el único enterado de esta situación. Aparentemente se ha vulnerado la discreción, debido a que cuando la calentura lo exige, el amancebamiento ocurre en la oficina de Control Interno a puerta cerrada.

Yo debí haber dejado a Lorena inmediatamente, mi honor y dignidad así lo exigen, pero me siento incapaz de tomar esa determinación. Además de sentirme algo culpable por no haber sido muy recto en mi vida privada, debo reconocer que amo a Lorena de corazón. Y lo más preocupante es que después de enterarme de su apetito y desenfreno sexual, la estoy deseando con más pasión que nunca.

Aunque les parezca absurdo, me encuentro prisionero de su adulterio, me siento encerrado en una dualidad de sensaciones: mi orgullo pisoteado y mi aberrante lascivia inducida por el furor pasional de mi amada. Estoy irremediablemente cautivo entre dos fuerzas antagónicas que pueden terminar por trastornarme.

Se perfectamente que mi situación es grave, me atormenta reconocer que cuando Miguel mencionó los detalles más morbosos de la infidelidad, tuve que disimular mi erección y finalmente no pude contener la eyaculación.

He pasado varios días como loco, sin saber que hacer, sin atinar con la forma de afrontar esta situación. Me resisto a enfrentar a Lorena para abordar el tema por temor a perderla. Tengo miedo que decida sacarme de su vida para poder actuar con entera libertad.

Cada vez que pienso en esto me hundo más en un pantano indescifrable. Cuando traigo el asunto a mi mente en mi búsqueda de soluciones, solo logro excitarme más y mis reflexiones terminan siempre conduciéndome a una apoteósica masturbación.

Recurrí a Internet, intentando encontrar casos similares y tal vez posibles soluciones. Es así que, revisando historias afines, nació en mí la idea de plasmar en blanco y negro lo que me viene ocurriendo. Tal vez sentí una necesidad inconsciente por encontrar compasión, cuando no aprobación pública por mi situación. Lamentablemente carezco de la habilidad literaria para plasmar mi historia en palabras. Felizmente, leyendo diversos relatos en Internet, me gustó uno en particular y se me ocurrió que tal vez aquel autor podría escribirlo. Me gustó su estilo y la facilidad con que narra los pasajes eróticos y pensé que no perdía nada solicitándole su apoyo. Así llegue al autor, a quien luego convencí para que escribiera este relato.

El 18 de enero de 2006, le envié un correo electrónico felicitándolo por aquel relato de mi agrado. Aproveché para elogiar su estilo y expresarle mi satisfacción por tratarse de un compatriota. Luego le presenté mi caso a grandes rasgos y le pregunté si estaría dispuesto a ayudarme. Terminé la comunicación, agradeciéndole por la atención que pudiese brindarme. El mismo día recibí su respuesta, me sentí emocionado, no esperaba tal prontitud. Me pidió mayores detalles, orientándome en el tipo de datos necesarios y ofreciéndome escribir el relato si la información alcanzada le parecía interesante.

El requerimiento del autor me obligó a indagar más acerca del comportamiento de Lorena. Coincidentemente, me tenía fastidiado la miradita burlona del muchacho encargado de la limpieza de las oficinas de Control Interno y mi intuición me llevó a interrogarlo. Luego de sondearlo indirectamente confirmé mis sospechas, el tipo sabía algo. Me vi tentado y le ofrecí un jugoso incentivo a cambio de información y discreción.

Terminada la jornada de ese día me lo llevé a una cantina cercana y después de unos tragos el muchacho me contó hasta detalles que hubiese preferido no escuchar. Teníamos cerca de una hora en el lugar y el interrogatorio no avanzaba, tenía que sacarle la información con cucharita. Era más lo que yo soltaba que los datos que recibía. Hasta que por fin, los tragos, la música y el ambiente hicieron su efecto y empezó a vomitar información hasta por las orejas.

Se trataba de un zambito de uno 20 años, que se "cachueleaba" para pagar sus estudios en el tecnológico. El licor se le trepó rapidito, seguro por falta de costumbre y ya tarareaba un bolero de Daniel Santos que nos acompañaba como fondo musical.

Don Juanito, su mujer es rica, rica, rica. – Me dijo visiblemente entusiasmado.

Y tú como lo sabes. - Le pregunté ansioso por la verdad.

No se vaya a molestar señor, pero esa mujer no le conviene. Es una enfermita por su "trozo" y ya somos varios en la oficina los que la hemos pasado por las armas. – Me respondió para mi sorpresa.

Un momento, con calma, vamos despacio ¿me quieres decir que tu también te la has comido? – Indagué.

Claro tío, si yo soy el que le conoce todas sus andanzas. No vaya a creer que se la come solo don Darío. No señor, también se la ha despachado el jefe de la oficina de control, que ya se ha tirado a más de una de la oficina. Algunas señoras saben que para mantenerme tranquilo y no hacer olas también debo recibir mi "alita". Además ya hay comentarios que me manejo una buena pieza por que algunas ya lo han comprobado. – Lo escuchaba aún incrédulo pero a la vez inquieto y excitado.

¿Pero como te has enterado de tanto detalle? – Pregunté.

Bueno… por que su mujer lo hace con don Darío en la oficina después que el personal se retira. Yo me he ingeniado para "ganarme" con todo el "roche". He visto cuando la señora Lorena lo mete a la oficina y después no lo quiere dejar salir. La primera vez vi como Lorenita se la mamaba y me quedé cojudo cuando pude ver el tremendo cabezón de don Darío, que casi no le entraba en la boca a su mujer. Después venía toda la "culeadera" y yo tenía que cerrar la puerta del piso para que no escucharan de las otras oficinas. Por que para que don Juanito… pero su mujer parece una ambulancia cuando goza. Y como se engaña uno, en horas de oficina es una dictadora, soberbia y prepotente, nadie se imagina lo dulce y melosa que se pone cuando está arrechita. – A estas alturas de la información ya tenía el miembro a punto de reventar.

Ah… y don Darío no solo se la tira en la oficina. A la hora de salida ella lo sigue hasta el estacionamiento y se mete a su carro, espera que la gente se vaya y empieza primero a manosearlo y después a mamarlo, hasta que él se anima y siempre termina culeándosela. Y quién sabe en que otros sitios se la habrá tirado, por que ella lo persigue como una loquita y paga con culo a todo el que la ayude a conseguirlo. Por eso nos hemos "ganado" el jefe, yo y algunos otros más, hasta su gran amigo Miguel también le ha dado tupido a su mujercita.

¿Culeándosela has dicho?, también has mencionado ¿que paga con el culo?, no me vas a decir que también le han dado por atrás. – Pregunté morbosamente al borde de la eyaculación, suponiendo la respuesta.

Claro don Juanito, si le encanta por el culo. Si quiere compruébelo usted mismo, ella siempre tiene en su cartera un tubo de gel con cánula, para lubricarse el orificio de atrás. Bien rico que le gusta colocarse "en veinte uñas". – Al escuchar ese comentario, la verdad no pude evitarlo y me venció un tremendo orgasmo. La vaciada me llenó la ropa interior y tuve que hacer grandes esfuerzos para disimularlo, pero sentía los genitales nadando en un charco de esperma.

Terminé la reunión muy perturbado, cumplí con darle al muchacho lo ofrecido y le saque un juramento "por su madrecita" para que mantenga el asunto en secreto y especialmente para que Lorena no sepa que yo estaba enterado de sus andanzas.

En los días subsiguientes intercambié E-mails con el autor, hasta completar la información requerida, aunque por vergüenza le oculté algunos detalles importantes. Había omitido mencionar mi respuesta sexual ante el adulterio de mi mujer. Pero el autor, sin titubeos indagó al respecto, como si hubiese adivinado mí reacción erógena ante tales hechos. Su correo decía lo siguiente:

Estimado Juan, está buena la información agregada. Solo me restaría preguntarle si a Ud. le excita saber lo calentona que es su señora y si ahora que sabe como goza con otros hombres, tiene mas ganas de estar con ella. También sería bueno saber si haciendo un sacrificio de pudor, se animaría a participar activamente ó por lo menos ver la copulación de su esposa con otro hombre. Con esa información, creo que estaríamos en condiciones de empezar a trabajar el relato. Un abrazo.

El 24 de enero de 2006, le contesté afirmativamente, reconociendo detalladamente que él estaba en lo cierto, que me encantaría participar en un triangulo amoroso con ella ó por lo menos verla a escondidas gozando con otro hombre, pero que para pedírselo solo me faltaba vencer el temor de perderla o ser rechazado por ella. El autor me había demostrado ser una persona bien recorrida y eso me animó a preguntarle si conocía casos similares al mío y terminé la comunicación agradeciéndole cualquier ayuda o consejo que pudiera brindarme. Al día siguiente me contestó lo siguiente:

Estimado Juan.- El erotismo humano es sumamente complejo y sorprendente. Lo que le está ocurriendo a Ud. no es raro ni anormal. Manifestaciones de esa naturaleza se mantienen ocultas debido a una conducta irracional impuesta por el machismo o los celos que obliga a ocultar tales inquietudes. Si esto no fuera convincente, habría que indagar el motivo por el que en tantos países está de moda el intercambio de parejas (comunidad "Swinger") ó por que diversos matrimonios buscan miembros afines para conformar tríos de intimidad ó la causa de tantos divorcios de parejas cerradas en la absoluta monogamia. La explicación se fundamenta en que la rutina marital acaba por desgastar el erotismo de la pareja y que el ser humano, sin distinción de género, es polígamo por naturaleza. La monogamia ha sido impuesta a nuestra sociedad como norma aprendida y obligada, pero dista mucho de ser la fuerza natural que impulsa los deseos sexuales del ser humano. En su caso específico, estimado Juanito, creo que Ud. dejó que la realidad se adelantara a sus posibles decisiones liberales al respecto. En primer lugar por que los hechos lo tomaron por sorpresa, ya que ni Ud. mismo sabía que las calenturas de su mujer con otros hombres lo podrían estimular sexualmente con tanta intensidad. Y segundo por que seguramente Ud, como muchos otros, creyó que su esposa era una santa digna de un altar y que sus exquisiteces sexuales Ud. las debía practicar solo con otras mujeres pero nunca con ella. En las actuales circunstancias, habiéndose despojado ambos del antifaz que les impedía ver la realidad, creo que ha llegado el momento de introducir cambios radicales en la relación. No crea que solo a Ud. le produce morbo ver a su mujer copulando con otro hombre. Estoy completamente seguro que a Lorena le deleitará constatar la excitación de su marido mientras ella goza sus orgasmos con un tercero. Tales variables sexuales terminarán por enriquecer el erotismo de pareja y no le sorprenda que renazca la atracción sexual entre ambos, esta vez en una nueva dimensión. Le sugiero que no se de por enterado de las aventuras protagonizadas por su esposa, hacerlo podría avergonzarla, inhibirla y crearle un complejo de culpa ante Ud. Pienso que Ud. debería empezar de cero y ensayar algunos diálogos con ella, graduando la audacia progresivamente, hasta que logre proponerle el asunto claramente. En su defecto, podría tomar la iniciativa de crear las circunstancias propicias para que se produzca la copulación en trío, como un hecho consumado. Una vez que esto ocurra, la relación entre ustedes tendrá un nuevo rostro, esta vez mas sincero, abierto y liberal, sin necesidad de llegar al libertinaje. Las liberalidades de la intimidad deben ser manejadas con mucha discreción y mantenidas en absoluta reserva. Un afectuoso saludo.

Paralelamente contestó otro de mis mails, en el que le ofrecía información de tipo personal para sus lectores.

Estimado Juan, ya empecé a escribir el relato y Ud. será el primero en leerlo una vez que quede terminado. Le agradezco por poner a disposición de mis lectores/as su correo electrónico, (bajo el seudónimo Roberto Carlos Matrix R) autorizándome a proporcionarlo a quienes deseen verificar la autenticidad del relato cotejando con el propio protagonista. Un afectuoso saludo.

Realmente me encontraba pasmado al ver la facilidad con que el autor trataba una situación de tal complejidad, que desbordaba mis posibilidades de resolverla por mi cuenta. Estaba convencido que si alguien me podía ayudar a superar este trance, era él, después de todo conocía los detalles y había ganado mi confianza y admiración.

Sin dudarlo le consulté si estaría dispuesto a ser el padrino y "bautizar" a mi mujer como primer conductor del trío. Él ofreció su ayuda pero sin comprometerse a hacerlo personalmente. Me dio la impresión que primero quería asegurarse que se trataba de carne de su agrado. Yo tenía total confianza en que al verla se animaría decididamente. También se negó a viajar a Tacna con todos los gastos pagados y me propuso que mejor convenciera a Lorena para tomarnos unos días en Lima y que él se encargaría de los detalles.

No me quedaba otra, tuve que hacerlo a su modo. Convencí a Lorena para viajar y al jefe de personal de la Institución le tuve que contar un "tango" de emergencia familiar para que nos otorgara un permiso, aunque sea sin goce de haberes, total no importaba, después de todo nos íbamos por un mejor tipo de goce. Finalmente el día 26 ya estábamos volando con destino a Lima.

Así fue, al llegar ese mismo día, coordiné telefónicamente una entrevista personal y nos encontramos en un café cercano a mi hospedaje. El concurrido local de reunión queda ubicado en Miraflores, frente al parque Kennedy. Al conocer a mi circunstancial tutor, quedé gratamente impresionado y se lo hice saber. Se trataba de un hombre maduro, muy alto y buenmozo. Durante la conversación me demostró buen trato, distinción y simpatía. Me hizo entrar en confianza y me sentí en buenas manos. Luego me explicó los detalles del plan, que me pareció magnifico y finalmente me pidió que sacara a Lorena a pasear por "La Diagonal" para poder conocerla sin ser visto por ella.

Seguí sus instrucciones y en horas de la noche volvimos a hablar por teléfono, él ya había visto a Lorena y esta vez se mostró sumamente entusiasmado. Me dijo que me acerque a recepción, que ahí me había dejado una cajita sellada conteniendo un tubito de pomada para la piel. Ya me había explicado que era completamente inocua pero que producía escozor durante un rato. Me indicó que se la aplicara en la zona genital, mientras aún se encontraba dormida, pero en un momento próximo a la hora de levantarnos.

Así lo hice, le acaricié los genitales con los dedos untados del producto. Cuando se levantó la noté inquieta, inclusive después del desayuno se volvió a lavar en el bidet un par de veces, no obstante haberse duchado durante largo rato antes de los alimentos. Finalmente me contó lo que le estaba molestando y me ofrecí a resolver el problema de inmediato, para lo cual solo tenía que seguir las instrucciones del plan.

En la recepción deben conocer un médico de confianza para estos casos. Déjame ir a averiguarlo. – Le dije tratando de tranquilizarla.

Llamé a mi tutor casi a la hora acordada y en un breve lapso ya se encontraba visitando a su nueva paciente. Se presentó muy bien vestido, portando el típico maletín que usan los médicos.

Al llegar nos saludó amigablemente y se despojó del saco y la corbata, mientras sacaba de su enorme maletín un impecable mandil blanco. Le hablaba a Lorena con mucha calma, tratando de tranquilizarla e irradiarle confianza.

A ver, cuénteme cual es la molestia que padece la damita. – Le preguntó a mi mujer.

Ay doctor, he amanecido con un escozor genital que no se me quita con nada. – Contestó ella, con su mejor sonrisa, lo que me indicó que él la había impresionado favorablemente.

Bueno, bueno entonces tendremos que examinarla. A ver mi reina póngase cómoda sobre el sofá y quítese la ropa interior. – Le dijo mientras se colocaba los guantes de goma.

La tendió sobre el sofá, con los glúteos levantados, posados sobre uno de los brazos del mueble, con los cojines apilados como apoyo para la espalda. Él se sentó en un banquito frente a ella con los ojos a pocos centímetros de los desnudos genitales de mi mujer. Con toda parcimonia le separó los íntimos labios con los dedos, también examinó y manipuló la vulva detenida y suavemente. Luego acercó la nariz al orificio vaginal y aspiró profundamente, haciendo ruido. Después introdujo, primero uno y luego dos de sus dedos al conducto vaginal, he hizo un giro hasta completar la total inserción dactilar. Mi mujer emitió un gemido que trató de disimular, pero pudimos advertir que ya tenía el clítoris muy hinchado. En total erección. Cuando "el médico" retiró los dedos, ya estaban completamente húmedos y babosos.

Pues bien encantadora señora, no es nada grave. Se trata de una simple inflamación vulvaria. El conducto vaginal se encuentra en perfecto estado. Así es que el tratamiento resulta muy sencillo. Tan simple que se encuentra en la boca de su esposo, que felizmente lo tenemos aquí con nosotros. Ese tipo de escozor se cura en minutos con saliva humana… ¿Mi estimado señor, donde puedo tirar estos guantes? – Me preguntó luego de sacárselos.

Permítame doctor, yo los boto a la basura. – Me ofrecí solícito y me fui a tirar los guantes descartables al tacho más distante.

Encantadora señora, el tratamiento le va a caer de maravilla, sobre todo ahora que se encuentra usted tan excitadita. - Le dijo coquetonamente, sin quitarle los ojos de su babosa vulva que ya exhibía un clítoris bien parado.

Ay doctor yo no se ¡ah!, sus suaves manos han sido las responsables. –Le respondió con un mohín y una delatora sonrisa. Lo que alcancé captar a mi retorno. Para entonces ya todos nos encontrábamos visiblemente erectos y agitados.

No se preocupe querida señora, todavía no me puedo retirar por que algunas raras salivas no cuentan con la enzima necesaria para aliviar ese tipo de escozor. No vaya a ser este el caso y su marido resulte siendo una de esas excepciones. – Le dijo con picardía, que mi mujer festejó.

Dígame doctor, ¿Cómo le aplico la saliva?, con los dedos… ¿nooo? – Le pregunté haciéndome el bobalicón.

No, no mi querido señor, como se le ocurre. Aplíquesela directamente con la lengua o acaso usted nunca ha hecho un cunilingus. Practíquele el sexo oral señor. O más claro, mámele usted el coño a su mujer, mientras yo espero los resultados en la otra habitación. – Me dijo con energía y seguridad.

Seguí gustosamente las instrucciones y me estaba deleitando con la tremenda arrechura que se traía encima mi mujer, dadas las circunstancias poco usuales en que lo estábamos haciendo. Se notaba que a ambos nos recalentaba la presencia de la otra persona en ese momento de intimidad. Mi mujer no cesaba de jadear y lo hacía descaradamente, como tratando de estimular y llamar la atención del otro hombre. Luego de unos minutos, preguntó "el doctor":

¿Cómo va? Mi querida señora, además de estarlo disfrutando tan intensamente. ¿Siente usted alguna mejoría con respecto al escozor?

No doctor, me sigue picando mucho… mucho. – Contestó Lorena de inmediato, como incitándolo a participar.

Caramba, que contrariedad. Parece que su saliva no es la adecuada, mi querido amigo. ¿Y... ahora que podemos hacer? – Interrogó, acercándose a nosotros. Lorena se mordía los labios para no decir lo que todos estábamos esperando. Hasta que:

Ayúdeme doctorcito por favor, haga algo, me pica demasiado, ya no aguanto mas. – Demandó Lorena en tono implorante.

A ver, déjeme hacer la prueba, querido amigo. Permítame su sitio por un momento. Es decir, siempre que nadie se oponga y todos estemos de acuerdo, por supuesto… ¿nooo? – Dijo levantándome de un brazo, mientras el cuerpo de Lorena se arqueaba de deseo.

Se instaló en el banquito y sin más trámite, empezó a darle una mamada magistral a mi Lorena, que se retorcía y gritaba de placer. Simultáneamente le aplicaba con un dedo el antídoto de la pomada inflamatoria, para calmarle la picazón. Lorena visiblemente alterada me llamó a su lado y me pidió que me baje los pantalones. Al hacerlo, dejé en evidencia que me encontraba disfrutando enfermizamente la situación. Mi férrea erección me delataba. Lorena se deleitó chupándomela mientras gozaba la soberbia mamada que estaba recibiendo.

¿Y?, ya se le calmó el escozor a la damita. – Preguntó "el doctor" con sarcasmo, sabiéndose dueño de la situación.

Si, si doctorcito, ya no me pica, pero por favor no pare. Siga, siga, por favor no se detenga que me estoy viniendo. – Y comenzaron los ensordecedores gritos de Lorena que estaba llegando a un orgasmo monumental, acompañado de estertores genitales y contracciones anales. Mientras yo se la estaba dando en la boca y en la cara.

Ahora mámame tú y que venga el doctor para corresponder sus excelentes atenciones. – Me dijo empujándome a un lado.

Yo cumpliendo sus deseos empecé a mamarla nuevamente y mientras tanto nuestro visitante se ponía en pelotas, agradeciendo en tono burlón la invitación de Lorena. Para que… pero "el doctorcito" que estaba bien al palo, mostró un paquete impresionante. Lorena sin dudarlo un instante se lo engulló por la boca, como si alguien se lo fuera a quitar.

Lorenita estaba insaciable, pedía guerra a gritos. Se levantó del sofá por un instante, luego regresó con el famoso tubo de gel con cánula y se lubricó el orificio del culo con gran destreza. Después se cuadró en "veinte uñas", tal como lo había descrito el muchacho de la limpieza y nos pidió ser penetrada simultáneamente por los dos. Montó a nuestro amigo sobre la alfombra y se clavó por delante. A mí me pidió que se la meta por el culo para ir poniéndose en horma. Quería tener preparado ese orificio para poder aguantar luego la del doctor que era bastante más grande que la mía.

Lorenita parecía tener furor uterino, no se saciaba con nada. Ya había tenido innumerables orgasmos, pero ella quería seguir gozando. La montamos en todas las poses e intercambiamos orificios. Inclusive yo tuve que descansar largo rato, mientras veía como se la comía mi invitado, lo que pudo reanimarme, al darme nuevos bríos.

Al final de la sesión, habiéndose ya calmado Lorenita, le preguntamos que le había parecido la encerrona y si tenía algo que reclamar. Reconoció haber disfrutado como nunca y solo reclamó que le hubiera gustado un hombre más, para tener quién le llenara la boca mientras copulaba con los otros dos.

Ella me preguntó si sería capaz de perdonarla por su desenfreno y por haberla visto copulando con otro hombre. Ahí le confesé que todo había sido arreglado y que nuestro invitado no era médico. Le dije que siempre había deseado hacerlo en esa forma, pero que al no tener valor para pedírselo, había requerido la ayuda de nuestro padrino y primer compañero de trío. El autor me ofreció que terminaría de escribir la historia hoy mismo por la noche. Quedamos en reunirnos mañana sábado 28 para volver a gozar intensamente del sexo en trío antes de nuestro retorno a Tacna. Mantenemos la esperanza y deseamos que nuestra próxima encerrona, no vaya a ser la última, sino una más de muchas futuras. Nuestro "padrino" y amigo, sabe que siempre será bienvenido a nuestro nidito de amor.

Quedamos muy agradecidos de nuestro iniciador, quien había predicho acertadamente la resurrección de nuestro matrimonio. Con su orientación estaba seguro de haber encontrado finalmente nuestra verdadera inclinación sexual. Conociendo nuestra nueva hoja de ruta, sabíamos los pasos que debíamos seguir de ahora en adelante, para lograr nuestra felicidad marital sin tabúes ni hipocresías, manteniendo un orden controlado y privadamente concertado.

Se terminó de escribir en Lima, a los 27 días del mes de enero de 2006, siendo las 23 horas con 48 minutos.