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La mujer no tiene dueño

en Hetero: Infidelidad

La mujer no tiene dueño

Los potentes bramidos provenían del marido amordazado. Su empeño por liberarse de los artilugios que lo tenían sometido resultaba insuficiente. La singular silla que lo mantenía cautivo no permanecía quieta, su delirante esfuerzo por soltarse solo lograba exaltar la excitación auditiva. Intensas manifestaciones de lujuria se concatenaban una tras otra. Agudos trinos de placer irrumpían a su turno. Respiraciones agitadas pretendían marcar la cadencia de la acción, sin lograr remediar el trastorno de aquel frenético festín. El clima de aquella habitación era mórbido, inundado de enfermizo desequilibrio, pero a la vez saturado de erotismo rastrillado… a punto de la detonación.

Marina es el nombre de la hembra. Ella es una provocadora pelirroja casi cincuentona, con un físico muy bien mantenido a fuerza de gimnasia. Su rasgo facial inequívoco radica en su insinuante mirada dibujada en unos grandes y elocuentes ojos azules.

Gustavo, su marido, es un hombre enorme. Mucho más de cien kilos y casi dos metros de estatura. Es de tipo sajón, diez años mayor que ella y usa anteojos por prescripción.

Todo el barullo armado es producto de un exceso de Marina. Ha creado un voluptuoso juego erótico con el que intenta enriquecer su añeja relación. Sin el consentimiento de su marido, ha decidido un audaz avance que ahora lo viene ejecutando. Él no participa voluntariamente, ha sido sometido a la fuerza por su propia esposa.

El origen del asunto se remonta a muchos años atrás y tiene como aderezo la particular sexualidad de Marina, que ya vino algo retorcida de fábrica.

Estando aún en la pubertad, la inquieta muchachita se propuso seducir al Obispo de su parroquia y lo logró sin mucha dificultad, valiéndose de sus audaces y creativas confesiones. Aquel Párroco fue el primer marido de Marina. El Reverendísimo cobró el tormento de la provocación, con el himen de la jovencita y a partir de entonces sus pasionales citas tuvieron lugar en el lecho Parroquial. El amancebamiento se mantuvo por algunas semanas, hasta que perdieron el misterioso encanto de la ambigüedad.

No volvieron a verse durante años. Su siguiente encuentro ocurrió cuando ella realizaba los preparativos de su matrimonio con Gustavo. Claro, en su singular cerebro no cabía mejor idea que elegir a su desflorador para la santificación de su unión matrimonial. No obstante, Marina y Gustavo estaban unidos por intensos lazos pasionales, sustentados en su afinidad sexual y su predilección por el deleite de los ritos voluptuosos.

Durante sus encuentros prematrimoniales jugaban con imaginativas fantasías eróticas. Días previos al casamiento, ella le pidió como regalo de bodas, un par de estripers en la luna de miel para que ambos la copularan en su presencia, antes que él haya ejercido su derecho al acoplamiento oficial. La sola idea los ponía muy cachondos y sin un compromiso real de concretar un acuerdo, ambos disfrutaban la singular ocurrencia.

El día de la boda, durante la ceremonia, tanto la novia como el sacerdote no pudieron ocultar las fugaces miraditas provocadas por el recuerdo de pasadas experiencias.

Terminada la ceremonia nupcial el recién casado cometió el desatino de embriagarse hasta perder la razón. El sacerdote inquieto con la idea del reencuentro, ofreció su recámara privada para la recuperación del novio. Después valiéndose de un atajo concretó su incursión por la puerta trasera de su dormitorio, sin levantar sospecha.

El mareado yacía sobre el lecho y ella se esforzaba por bajarle los pantalones. Él no tenía conciencia de lo que estaba ocurriendo y en ese estado era incapaz de lograr una erección. Pero la novia quemaba y no estaba dispuesta a renunciar a su luna de miel, menos aún, cuando disponía de otro brioso macho escondido bajo el sacro hábito.

SABÍA PADRE QUE NO ME FALLARÍA. Le dijo con su acostumbrada picardía, pero sin deslucir el elevado trato que siempre mantuvieron.

NIÑA MÍA, SERÍA IMPERDONABLE DESECHAR UNA OFRENDA TAN PRECIADA, VENIDA DEL CIELO. Le respondió.

Mientras tanto, se arrodillaba en el piso sobre un mullido cojín, frente al acontecido, instándola con ademanes a colocarse sobre su marido. Ella procedió a quitarse la braguita que traía puesta y con coquetería la colocó en un hombro del dichoso clérigo.

YA DESTILAS PEQUEÑA MÍA, EL NECTAR DE LA EXCITACIÓN. Agregó mientras aspiraba profundamente el erógeno aroma de la prendita.

Ella ronroneaba provocadoramente, al tiempo que montaba sobre el bajo vientre de su consorte, de espaldas al sacerdote. Luego levantó los blancos vuelos de su vestido de novia y descubrió sus más escondidos encantos para regocijo del afortunado anfitrión.

ASÍ QUIERO TENERTE REINITA MIA. INTACTA DESPUÉS DE LA BENDICIÓN NUPCIAL Y VESTIDA DE BLANCO PARA MÍ. Le decía con evidente excitación, colocando el rostro entre las tentadoras nalgas de la novia.

El entusiasta religioso, sacudía la lengua con esmero, estimulando esos íntimos encantos que se estaban derritiendo. La conmovida pelirroja sacó a relucir sus mejores agudos, complaciendo a uno de los sentidos más erógenos. El afortunado sacerdote, suplantando al abatido marido ahí presente, se enardecía con los emotivos trinos.

Sumamente cachonda y jugosa, sin evidenciaba su presteza para el acoplamiento. Empinó el trasero y quedo a tiro de encule. El dichoso ya en posición y con la sotana remangada, empitonó. La verga del cura resbaló hasta el fondo de ese colaborador ojete. Las pulsaciones anales expresaban su contento. Los agudos trinos de la novia y los graves mugidos del Reverendo, irrumpían ardorosos en inconfundible pasional dueto.

Marina entre gorjeos, sacudía las nalgas con desenfreno. El vaivén de su afán, en esa postura, permitía la frotación de sus húmedos y entreabiertos labios vaginales contra el semiflácido miembro viril de su marido. Su escasa rigidez hubiera dificultado cualquier intento de penetración, pero sin embargo era capaz de estimular los jugosos genitales externos de la desenfrenada pelirroja. Gustavo no había podido tomar conciencia que el sacerdote lo estaba suplantando, pues la figura del religioso era eclipsada por el cuerpo de Marina que se interponía entre ambos. Ella, por supuesto, se encargaba de darle el merito del protagonismo, susurrándole al oído:

MI AMOR ¡COMO GOZO!, ¡AY…! ME ESTOY CORRIENDO OTRA VEZ… TE JURO QUE NUNCA OLVIDARÉ MI DELICIOSA LUNA DE MIEL. Afirmaciones ciertas, pero matizadas por la más conveniente omisión.

Sin palabra de por medio, un coordinado movimiento bastó para el relevo. Ahora era la cavidad genital la que daba ardoroso recibimiento al exaltado miembro viril. El cambio de postura obligó a Marina a retroceder el cuerpo, descubría la silueta de su fornicador. Debido a su obscura sotana la figura del cura aparecía y se esfumaba intermitentemente. Aquello simulaba una endemoniada danza de sombras ante la débil visión del abatido, quien no alcanzaba a comprender lo que realmente estaba sucediendo en esa cama.

El incesante bombeo ejercido por el cura, anunciaba la proximidad de la descarga eyaculatoria. El anegado coño de Marina apuraba el deseado desenlace. Acentuaba la estimulación con intermitentes pulsaciones vaginales. La excéntrica rotación de los exaltados cuerpos solo parecía ser comprendida por la urgencia del inminente desahogo. Trinos y mugidos, agitación y resoplidos, tenían lugar cada vez con mayor intensidad. La locura parecía apoderarse de los gozosos fornicantes.

DÉMELA ADENTRO MI QUERIDO MONSEÑOR… BENDIGA ASÍ MI RECIÉN DESPOSADO COÑO… LLENEME LAS ENTRAÑAS CON SU SACRO FLUÍDO SEMINAL HASTA HACERLO REBOZAR.

¡ASI!... MI SATÁNICA NIÑA… ¡HUUUUUU!

Ininteligibles expresiones de placer sustituyeron las palabras. Fueron estas las que acompañaron el intenso clímax de los impíos, hasta dejarlos satisfechos. La gratificante quietud que prosigue al placer, fue interrumpida por una inoportuna intervención de Gustavo que parecía recomponerse. El tremendo alboroto orgásmico reciente, debió haberlo reanimado un poco.

¿QUE PASA?, ¿QUE HACE EL CURA AQUÍ? Preguntó Gustavo arrastrando las palabras.

COMPÓRTATE MI AMOR… NO TE EXPRESES ASÍ CUANDO TE REFIERAS AL REVERENDÍSIMO… EL MONSEÑOR HA TENIDO LA GENTILEZA DE PERMITIRNOS SUS SANTOS APOSENTOS PARA TU RECUPERACIÓN… AHORA HA REGRESADO PARA ASEGURARSE QUE LA NOVIA NO LA ESTÉ PASANDO TAN MAL.

¡BUENO!... DESPUÉS DE TODO VEO QUE NO HABEIS PERDIDO EL TIEMPO. MENOS MAL QUE VUESTRA UNIÓN HA SIDO BENDECIDA POR LA SANTA IGLESIA. ALISTAOS Y REGRESAD A LOS SALONES, QUE AÚN HAY PERSONAS ESPERÁNDOLOS. Diciendo esto con aplomo, se retiró raudo, tratando de ocultar cualquier indicio que pudiese delatarlo.

Con el correr del tiempo no se despejó la intriga. Gustavo seguía desconfiando de la versión oficial. No lograba tragar del todo la participación del cura en aquel embrollo. Las preguntas de Gustavo nunca fueron respondidas por Marina en forma contundente. La verdad permaneció oculta en un lienzo de excitante ambigüedad, de la que obtenían erógeno provecho, al tenerla incluida como una de sus predilectas fantasías.

Marina y Gustavo ya cumplieron treinta años de casados. Últimamente el temperamento tan apasionado de Marina desborda la desgastada virilidad de su marido. El, aunque sigue respondón, en ocasiones queda corto ante la intemperancia de su mujer.

¡AY PAPI!!! SI NO ME CUMPLES, VOY A DEJARME ENCULAR EN TUS BARBAS OTRA VEZ… YA VERAS QUE ASÍ SE TE PONDRÁ BIEN DURA. Mágicas palabras. Lo que parecía una agresión verbal, en realidad era un mecanismo psicológico genial para encender la gana del inapetente.

Ahora, con todos los antecedentes conocidos, es momento para retomar la escena inicial de este relato. En aquel frenético festín descrito, intervenían cinco personas. A Marina y Gustavo ya los conocen de sobra. Ahora es tiempo de presentar a Juanito. El es uno de los instructores del gimnasio que sirvió de nexo para relacionar a todos los participantes de esta licenciosa aventura. Su hermano menor Alberto, es quien lo reemplaza ocasionalmente en el trabajo. Y por último quien les relata los acontecimientos. Es decir yo, que voy al gimnasio con fines de mantenimiento físico y es ahí donde los conocí.

Hace pocos días, Juanito algo nervioso y rodeado de un halo de misterio me propuso conversar fuera del gimnasio para tratar un "tema delicado". Sin dificultad, acordamos reunirnos en un café cercano.

Ya en el lugar, Juan me confesó algo sorprendente. En síntesis, me contó que él y su hermano menor fueron invitados por la guapa pelirroja a visitarla en su domicilio. Los recibió en uno de los saloncitos más privados de la residencia, vestida en forma muy provocadora. Les hizo saber que su marido no estaba en casa y todo el tiempo se les estuvo regalando, pero siempre era ella la que tenía el control de la situación. Luego se sentó entre ambos y les permitió propasarse. Inclusive fue ella la que inició el manoseo. En un momento creímos estar soñando. Se levantó del asiento y moviendo las caderas al compás de la música, se quitó la diminuta braguita y la tiró graciosamente a la cara de mi hermano. Muy sonriente le dijo:

¡MUÑECO!... HUELE TU PRIMERO Y DESPUÉS SE LA PASAS A TU HERMANO. ESTE ES SOLO UN PRIMER REGALO QUE LES HAGO, DESPUÉS PODRÁN RECIBIR MUCHO MÁS.

Eso nos desquició y le pedimos copular. Ella lo negó y solo nos mostró el coño, lo tenía muy jugoso y depilado. Quisimos quedarnos, para al menos darle una probadita con la lengua, pero no lo permitió. Nos dijo que por ahora ya había sido suficiente.

¡MORBOSITOS NO!.. SI ME QUIEREN COPULAR, VAN A TENER QUE HACERLO DELANTE DE MI MARIDO.

Al notarnos temerosos de su oferta, trató de tranquilizarnos y nos aseguró que no había de que preocuparse. Nos entregó un sobre con papeles, nos dijo que todo estaba explicado ahí y que gozarla dependía de nosotros. Todo quedó condicionado a nuestra osadía y discreción. Pues obviamente había que mantener el asunto en absoluta reserva.

En un principio la historia me pareció intragable. Demasiado buena para ser verdad y plagada de elementos que no cuajaban. El asunto empezó a tomar sentido conforme lo iba conociendo y las piezas fueron encajando. Finalmente, como no podría ser de otra manera, fui tentado y acepté. No quería perderme los encantos de tan seductora mujer y la oportunidad se me estaba presentado regalada.

Los días previos, parecían interminables. La doña estaba poniendo todo en sazón y hacía las coordinaciones telefónicamente con Juanito. Hasta que llegó el día. Ya nos encontrábamos los tres, en la casona de la pareja. En un saloncito pequeño y escondido. Habíamos ingresado juntos sin anunciar nuestra llegada. Esas eran las instrucciones. Los hijos de la pareja radicaban en el extranjero y el personal de servicio estaba disfrutando día libre. Nadie nos molestaría, el teatro de operaciones era todo nuestro.

Estábamos caracterizándonos con el vestuario acorde a nuestro libreto, casi habíamos terminado. En una habitación contigua se escuchaba un televisor prendido. Sabíamos que en ella se encontraba Gustavo dormitando frente a la TV encendida y debía estar sentado en la silla "mágica" que le regaló Marina por su cumple años. Es allí donde tendrá lugar el simulacro de guión ficticio, aunque aderezado con auténtico hedonismo.

Una airada vociferación de protesta, se encargó de romper la quietud. Era el enorme marido que al despertar se encontró inmovilizado de pies y manos. Estaba preso en la silla. La doña ya le había colocado las cuatro manillas de carbono que venían con el singular asiento. Muy funcional, confortable, liviano, regulable y resistente. De inocente apariencia, pero en realidad se trataba de un mueble especializado en juegos sado-maso.

Los hermanitos ya estaban listos para hacer su aparición. Ambos traían puesta una diminuta tanguita brasilera que les permitía lucir tanto la trabajada musculatura, como su bronceado caribeño. El rostro lo tenían parcialmente cubierto con un vistoso antifaz que venía con una peluca punk, que llegaba casi hasta los hombros. Yo me encontraba en un anexo contiguo. A oscuras y detrás de una mampara de cristal polarizado.

La pelirroja mandaba callar a su marido. Le ordenaba que dejara de amenazar, mientras colocaba el DVD de su preferencia. De pronto las gruesas palabrotas del hombrón se convirtieron en ruidos guturales. Significaba que la señora había logrado colocarle la mordaza de bola que viene en el "paquete sado-maso".

¡Empieza la actuación!... Todo en su punto y lo primordial, hembra dispuesta y muy bien caracterizada de "novia cachonda". Los hermanitos hacen su aparición moviendo el cuerpo sensual y cadenciosamente al son de la melodía. La habitación se estremece con la reacción del marido tratando de zafarse, sin dejar de bramar como un animal herido.

¡CALLA TONTO!.. NUNCA VAS A SABER DE QUE SE TRATA SI SIGUES HACIENDO TANTA BULLA. Dijo la "novia" en su afán de silenciarlo.

El atuendo de la "novia" además del tradicional vestido, toca y velos blancos; lleva portaligas, calza medias a medio muslo y está complementado con la clásica liga que el novio debe sacar con los dientes. Eso sí, el distraído diseñador olvidó incluir braguitas.

La "novia", con sorna increpaba al marido dominado por no cumplirle con la "luna de miel" prometida, mientras le bajaba los pantalones.

TÚ LO PROMETISTE… ¿RECUERDAS?... TU ME OFRECISTE COMO REGALO DE BODAS VERME COPULANDO EN LA LUNA DE MIEL CON DOS ESTRIPERS, PERO… ¡MALVADO!... NUNCA CUMPLISTE.

El marido continuaba empeñado en su vano intento por soltarse, pero su situación se hacía cada vez más humillante. Ahora tenía los pantalones a medio muslo, exhibiendo el flácido miembro que reposaba sobre un par de tremendos cojones.

AHORA, EN NUESTRA SEGUNDA LUNA DE MIEL, NO VOLVERÁS A PRIVARME DEL REGALO QUE AÚN ME DEBES. Le reprochó, rotando las caderas provocadoramente, al compás de la música.

Los estripers ya empezaban a calentarse, las tanguitas reventaban. Se acercaban a la novia, contorneando la cintura sensualmente al compás de la canción. La novia poniendo expresión de insaciable, les correspondía con un rítmico y provocador balanceo de caderas. Por momentos los estripers le frotaban el paquete aprovechando las convenientes aberturas del faldón, propias del modelo.

SI ESTA VEZ TAMBIEN PIENSAS NEGARME EL REGALO QUE ME DEBES, ¡DILO AHORA O CALLA PARA SIEMPRE!

El marido expresaba su negativa moviendo la cabeza en la forma convencional. Ella sin mirarlo y bailando para los estripers decía:

QUE BUENO, NO LO OIGO DECIR NO. ¿SERÁ QUE ESTA VEZ QUIERE DARLE GUSTO A SU CACHONDA MUJERCITA? ¡VEN MUCHACHOS! YO LES DIJE… YA ESTAMOS AUTORIZADOS. ¡BUEN MARIDITO!

El marido reaccionaba con una agotadora pataleta. Cuando cesaba su protesta, la novia volvía a mirarlo y a dedicarle sus sensuales contoneos. Los tres improvisaban una coreografía para el dominado. Provocadoramente, la novia se abre de capas y expone el anca. Da la vuelta y apoya el pié sobre una banqueta. Esta vez luce su jugoso y depilado coño e invita a Juanito a iniciar el conocido rito de sacar la liga de novia con los dientes. La prendita estaba ubicada en el muslo levantado, muy arriba, cerca de la pelvis. Juanito procedió con diligencia, deleitándose del el embriagador aroma de la lasciva pelirroja.

Si el marido pensó que todo era una broma de mal gusto, ahora sí estaba convencido que el asunto iba en serio. La novia había estado provocando a dos extraños hasta ponerles la verga dura. Y uno de ellos tiene la nariz metida en el dispuesto coño de su amada mujercita. Eso ya era demasiado y él aún no estaba preparado para tanto.

Pero Marina ya lo tenía decidido. El recurso de las fantasías se había desgastado con el uso y ya no causaba el mismo efecto erógeno en su marido. Actualmente la respuesta eréctil era débil. Esto exigía un cambio. Había que pasar de la palabra a los hechos.

Eso es precisamente lo que estaba ocurriendo. El estriper ya le había sacado la liga con los dientes y ahora ella se le ofrecía con los muslos entreabiertos. Moviendo las caderas lo invitaba a probar miel de coño de su propio envase. Él se acercó artísticamente, se hincó de rodillas contorneando el vientre muy acompasado. Ella le puso al alcance de la boca, su erecta prominencia genital.

TOMA NEGRO, MAMAME LA BOLITA... EL HUECO DEL COÑO NO, ES DE "PAPI". Y ME TIENE MUY PROHIBIDO QUE LO ENTREGUE. Mientras lo incitaba, le acercaba el manjar con provocativo balanceo de caderas.

El marido berreaba y se sacudía en forma demencial. El afortunado de turno mamaba el erecto clítoris con avidez. La cachonda novia empezó a deleitarnos con su agudo gorjeo.

El menor totalmente desnudo, mostraba orgulloso su dura verga que apuntaba al cielo. La novia se estaba sofocando y le pidió que le quite la parte superior del vestido. Después le ofrecía los senos con erótico balanceo. Ahora se deleitaba aplicando crema en los enardecidos genitales del muchacho, mientras él le mamaba uno de los pezones.

El mayor seguía con lo suyo. Lengüeteaba y succionaba entusiasmado la excitada yemita del placer, al tiempo que le aplicaba un suculento masaje anal con la cremita lubricante. Los trinos de la novia se escuchaban con mayor intensidad y desespero. El marido, conmocionado intentaba generar un terremoto. Se agitaba vigorosamente y berreaba en forma demencial.

AHORA TÚ... ¡ACUÉSTATE SOBRE EL DIVÁN! Le ordenó la jefa al más joven de los hermanos.

La novia se quitó el faldón, alineó la jugosa vulva sobre la cara del muchacho y la puso al alcance de su boca. Esta posición la dejaba apuntando a su marido con el orificio anal. El experimentado ojete haciendo guiños se mostraba pedilón, en abierta invitación al hermano mayor. Él procedió gustoso a enjugar con la lengua el juguetón agujerito. Ambas lenguas se agitaban cada una en su dominio. La doña enardecida inclinaba el torso hacia delante para seguir manoseando la erecta y lubricada verga del menorcito.

Mientras uno mama coño, el otro ya la tiene apuntalada por detrás, con el miembro bien armado. La briosa hembra yergue el anca y queda a tiro. La penetración anal se produce con la colaboración y complacencia del dócil orificio. No hubo calma ni cadencia, los cuerpos se sacudieron con vehemencia, chasqueando las carnes de uno contra el otro. Trinos, gorjeos y gorgoritos no dejaban duda, la novia se venía. ¡Urgente culminación! El breve pero explosivo estímulo asociado resultó suficiente. Tal incitación arrastró a los hermanos provocándoles abundante descarga seminal imposible de contener. Agitada respiración y sonoros gemidos contribuyen a erotizar la estridente orquestación.

Leves gemidos de satisfacción prosiguen al alboroto. Es señal de recuperación. Los cuerpos se están reanimando y las caricias ahora son más tiernas. Sin embargo el marido no dejaba de protestar ruidosamente, ya se estaba agotado por el esfuerzo realizado.

Por fin llega mi turno de ingresar. Mi rol era más complicado que el de los estripers. Yo tenía que hablar y debía hacerlo engrosando la voz y tratando de adoptar acento ibérico. Mi atuendo consistía en un hábito sacerdotal y una barba postiza muy cuidada. El vestuario no incluía pantalón ni trusas. El faldón de la sotana podía abrirse por el centro como una gran bragueta sin fin. Llegado el momento, ingresé al recinto haciendo sonar una campanilla para ganarme la atención, principalmente del marido.

A VER, A VER… COMO ESTAIS. HE VENIDO A VER SI LA NOVIA ESTÁ SIENDO BIEN ATENDIDA Y SI YA HA MEJORADO EL CONTRAYENTE.

La reacción del marido fue inmediata y estruendosa. Le dio una pataleta de proporciones. Ya había empezado a calmarse, pero mi presencia lo alteró nuevamente. Después pude confirmar, que con la barbita, mi parecido con el Reverendísimo era extraordinario. Y ese había sido el motivo por el que Marina exigió mi inclusión.

¡CARAMBA! VEO QUE EL PACIENTE ESTÁ CONVULSIONANDO. MUCHACHOS… USTEDES YA OS PODEIS RETIRAR Y POR FAVOR, AVISAD A MI ASISTENTE Y A ALGUIEN QUE NOS ATIENDA CON ALGO DE BEBER.

Los estripers procedieron a retirarse y la novia me dio un cálido recibimiento. Ambos tratábamos de ignorar la bulliciosa "bienvenida" que se esmeraba en darme el cautivo.

PADRE SABÍA QUE NO ME FALLARÍA. Dijo, con la misma coquetería que lo hizo en el encuentro original. Parodiando aquella conocida escena.

¡ESTAIS PRECIOSA NIÑA MIA! QUE BELLA SE TE VE CON ESE ATUENDO, REALZA TUS ENCANTOS Y TE VIENE A PELO, TRATÁNDOSE DE UNA BODA EN TAN ÍNTIMA PRIVACIDAD.

En realidad el vestido estaba tirado en el piso, ella llevaba solo complementos que realzaban su belleza. Pero de estar rica, sí que estaba rica… como exhibidor de frutería.

PEQUEÑA, DECIDME: ¿LA ESTAIS PASANDO BIEN? ¿TE ESTÁN ATENDIENDO COMO MERECEIS?

¡NO REVERENDO! MIRE A MI MARIDO ¿USTED CREE QUE ASI ME VA A CUMPLIR CON LA LUNA DE MIEL? YYYYY PADRECITO… ¡YO NO QUIERO QUEDARME DENUEVO SIN LUNA DE MIEL! ES MI DERECHO DE RECIÉN CASADA. ¿NO? Respondió, con ademanes de niña engreída.

¡VEAMOS!... YA ENCONTRAREMOS ALGUNA SOLUCIÓN, PERO SÍ QUE ES VUESTRO DERECHO Y LA LUNA DE MIEL OS CORRESPONDE.

En ese momento hace su ingreso Alberto caracterizado de elegante mayordomo de librea, con un antifaz grande y vistoso. Pero el atuendo no incluía pantalón ni prenda interior. En sustitución lo cubría por delante un pequeño mandilito que no llegaba a medio muslo. Con el culo al aire, nos ofreció el fino champagne servido en relucientes copas de cristal tallado. Luego brindamos y bebimos.

Inmediatamente después ingresó Juanito, caracterizado de Cupido. Dotado de todos los implementos del serafín, incluidas flechas, arco y alitas, pero totalmente desnudo. Solo se cubría con el infaltable antifaz y una rizada peluca rubia de angelito.

A VER, AHORA QUE ESTÁMOS TODOS REUNIDOS, INTENTEMOS ALGO PARA QUE LA LINDA NOVIA NO SE QUEDE SIN SU ANSIADA LUNA DE MIEL. Sugirió el clérigo incitando el reinicio del relajo.

SI REVERENDÍSIMO, ¡YO QUIERO! Y PARA COLMO ESTE EGOISTA ME HA PROHIBIDO COMPARTIR EL COÑO. Dijo casi ronroneando.

Mientras tanto con una mano se acariciaba la pelvis y con la otra se estrujaba un pezón.

PERO MIRE PADRE ¡SE LE ESTÁ PARANDO LA VERGA AL ANGELITO! ¡Y AL MAYORDOMO SE LE ESTÁ LEVANTANDO EL MANDILITO! Lo dijo con sorna, fingiendo son de queja. Como si eso no fuese lo esperado.

¿Y A USTED REVERENDO? NO SE LE ESTARÁ PARANDO TAMBIÉN. Dijo abriéndole el braguetón de la sotana y dejando su erecta verga al aire.

Y TU MI NIÑA… SÍ QUE NECESITAIS UNA URGENTE SOLUCIÓN. MIRAD ESA PEQUEÑA CABECITA QUE OS ASOMA BAJO LA PELVIS Y EL ALMIBAR QUE LA ABRILLANTA.

SI PADRE HAGA ALGO SE LO IMPLORO. Así rogaba la cachonda novia y simultáneamente se ponía de rodillas frente al clérigo.

La novia tomó suavemente entre sus manos la "sacra" verga del Monseñor y le oraba entre murmullos. Por momentos le pasaba la lengua por el cabezón, con mucho respeto, sin metérselo todavía dentro de la boca.

Cupido afanoso intentaba acostarse en el piso con la cabeza metida entre las piernas de la novia, pero ella no lo permitió. La novia quería repetir el trío de la luna de miel original, algunas personas venían sobrando y les notificó su decisión explicándoles sus razones. Los excluidos tuvieron que asimilar el mensaje y retirarse. Total… la novia era la jefa y aunque su deseo no encajaba en el libreto, había que obedecer. Pero… la lectura del mensaje fue diferente para el marido, el pedido de la novia rompía el misterio de la ambigüedad y ahora se iba aclarando lo ocurrido con el sacerdote en la luna de miel original. Su reacción fue desmesurada, ahora parecía que el enorme hombre estuviese conmocionando.

¡NECIO!… SI NO DEJAS DE MOLESTAR, TE PERDERÁS LA FIESTA Y SERÁS EL ÚNICO QUE SE QUEDE SIN PROBAR. Le reprochó mortificada.

El clérigo instó a la novia a reiniciar las oraciones que había interrumpido. Ella obedeció gustosa despertando su fogosidad nuevamente. Una vez cachonda, ya no demostró tanto respeto y empezó a mamarla sin ninguna consideración, hasta hacer bramar al cura. El alboroto no cesaba, todos los esfuerzos eran vanos. Nada parecía poder calmar la furia del enorme marido, excepto… ¡un detalle!:

¡HOMBRE YA BASTA! ¿QUE TANTA PROTESTA?... BIEN QUE TE ESTÁ GUSTANDO EL CACHONDEO. SINO, MIRA COMO SE TE ESTÁ PONIENDO LA VERGA. Efectivamente, la erección ya estaba encaminada.

VERÁS QUE NO ME EQUIVOCO. ERES MAS AVEZADO DE LO QUE IMAGINAS Y APUESTO QUE NO ME FALLARÁS. ¡PADRECITO! LO QUE MÁS PROHIBIDO ME TIENE MI MARIDO ES ENTREGAR EL COÑO. Lo dijo acomodándose al filo del diván, disponiéndose a darle a su marido otro excitante espectáculo.

ASÍ NO DUDARÁ QUIEN ME HIZO GOZAR EL LA LUNA DE MIEL. VENGA PADRECITO, CUMPLAME, IGUAL QUE LA PRIMERA VEZ.

El sacerdote se hincó de rodillas frente a la novia, que ya chorreaba. Inició su placentero cometido. Y… ¡confirmado!, la novia no se había equivocado. El hombrón ya estaba totalmente erecto, tenía la tremenda verga muy dura y apuntándole a la cara.

Este sacerdote si que era diestro en cunnilingus. La novia matizaba los gorjeos con trinos estridentes y le tiritaba todo el cuerpo descontroladamente. El cautivo marido estaba impedido de tocarse, pero ese órgano genital goteaba y latía solo. La novia ya tenía encaminado el estallido orgásmico. Pero ella quería darla con la verga del cura adentro. Así lo requirió. Le pidió que se la meta. El lascivo sacerdote muy entusiasmado ya la tenía apuntalada. Ella estaba con el chocho a punto de reventar. Palpitaba con vida propia. Parecía querer engullir el miembro viril que estaba por penetrarla.

La verga del marido fue la primera en reventar. Sin tocarla tuvo el estallido. Copiosos chorros de líquido seminal brotaban del conmocionado miembro, mientras su mujer estaba siendo penetrada. El bálano del sacerdote recién había tocado fondo y la novia rápidamente acompañó a su marido en el clímax. El marido en pleno éxtasis bramaba, la novia daba sus mejores agudos mientras se venía. El sacerdote se esmeraba rotando la cintura para frotar esa desenfrenada vulva y exprimirle todo el placer que allí dentro pugnaba por salir. Los desposados solo cruzaron comprensibles miradas y quedaron laxos cada uno en su ubicación. Monseñor disfrutó de la precoz culminación, sin darla.

Luego de un reparador descanso. Monseñor sirvió tres copas de champagne y brindaron la felicidad conyugal. Lástima que el marido no pudo acompañarlos, pero su copa estaba allí esperándolo en una clara alusión simbólica destinada a la reconciliación.

El corpulento marido estaba turbado, lucía pensativo y cabizbajo, trataba de aclarar sus emociones ante lo ocurrido. Mansamente dejó que la novia le limpiara los residuos de semen que había eyaculado. Por momentos su fastidio por la mordaza era evidente.

YA VES PAPI…NO ESTUVO TAN MAL. ¿VERDAD? HACE TIEMPO QUE NO TE PONÍAS TAN CACHONDO. Le dijo, como queriendo conciliar.

PADRECITO… CREO QUE MI MARIDO YA SE ENCUENTRA BIEN Y QUIERE PARTICIPAR EN LA LUNA DE MIEL ¿LO SOLTAMOS?

¡DE NINGUNA MANERA!, ESO NO. TALVEZ PODAMOS DARLE ALGUNA PARTICIPACIÓN, DEPUES DE TODO TAMBIEN ES SU LUNA DE MIEL Y ESTÁ EN SU DERECHO. Respondió, sin disimular su temor.

La propuesta le pareció demasiado audaz y atentatoria. Temía por su integridad física. Convenir con tamaña sugerencia hubiese sido como aceptar entrar a la jaula de un oso embravecido. Finalmente probaron quitándole la mordaza que tanto le incomodaba. Pero, la idea no funcionó. Hubo que encajarle la bolita de regreso, antes que pudiera cerrar la compuerta mandibular. Aquel intento solo sirvió para escuchar confusamente algo parecido a: ¡Ese chocho es solo mío! Y al no concordar con el libreto ese radical sentido de propiedad, había que impugnarlo tajantemente.

POR EL CONTRARIO PAPI… ¡TENGO QUE COMPARTIRLO! SINO, DIME: ¿COMO HAGO PARA ENCENDERTE? Le dijo, con el trasero reclinado en un apoyabrazos de la silla de tormentos, con los muslos semiabiertos, en explícita invitación al diácono a reiniciar las acciones.

La novia quería guerra nuevamente, ya tenía en los ojos aquella expresión inconfundible que ponía cuando estaba cachonda. Sus pícaros movimientos, sus insinuantes ademanes y su coqueto ronroneo no dejaban duda. Parecía una fierecilla en celo. Eso no podía pasar desapercibido para nadie, y menos para su marido.

PADRECITO, ¿QUE PASÓ? YA LA TIENE DURA NUEVAMENTE. ¿QUE A OCURRIDO QUE YO ME HAYA PERDIDO? Dijo sarcásticamente, como si no supiera el efecto que causaban sus calenturas.

El sacerdote rebosando de entusiasmo se hincó de rodillas ante la novia para trabajarla con su experimentada lengua. Ella colaboraba levantándose la piel de la pelvis para dejar la cabecita del placer desguarnecida, a merced del cura.

COMASELO PADRECITO. ¡AY, AY, QUE RICO! MI CHOCHO NO TIENE DUEÑO. MI CHOCHO ES DE QUIEN SE LO COMA MAS RICO. ¡AY! ¿QUE ME HACE PADRECITO? AY ME MUERO, ¡QUE RICO!

Y la novia reinició el agudo cántico característico de sus momentos de desenfreno. Trinos inconfundibles, que desquiciaban a cualquier hombre y en especial a su marido. La silla del recluso traqueteaba. Esta vez debido a causa de la novia. Ella sacudía el cuerpo sin control en cada lengüeteo. El marido ya no protestaba, ahora berreaba como un búfalo herido. Nuevamente estaba muy excitado. Completamente erecto y deseoso.

En tono suplicante le pidió al diácono que la penetre nuevamente. Constatando la tremenda erección de su marido, le pasó la lengua por el bálano y le ofreció el chocho que tanto había reclamado. Digitó la posición deseada, en el control de la silla. El magnífico aparato obedeció y automáticamente corrió hacia delante la humanidad del enorme marido.

PAPI… CHOCHO PARA TI ¡AHORA NOOO!... HOY TOCA CHOCHO PARA EL PADRECITO... ¡IGUAL QUE LA PRIMERA VEZ!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

La novia tenía todo estudiado y sabía como manejar el asunto. En lugar de montar a su marido "cara a cara" como él lo esperaba, se acuclilló sobre sus muslos, dándole la espalda. Suavemente se enculó en esa posición, hasta el tope. Ya sentada sobre la pelvis del cautivo, el coño quedaba regalado para el señor cura. El diácono en posición de pié, procedió a encañonar y penetrar sin dificultad esa entreabierta y jugosa vulva que latía conmocionada. Los sacudones que daba el marido reclamando coño, servían para la frotación genital que los tres necesitaban en ese momento. Pero luego el meneo empezó a tomar cadencia. Muda señal de aceptación y conformidad, que sellaba el marital consentimiento. Así quedó evidenciada su complicidad con lo que venía ocurriendo.

La cadencia se estaba acelerando cada vez más. Ahora eran convulsiones ya no de protesta, sino de alborozo por la inminente culminación orgásmica. El trío de cantores así lo confirmaba, cada uno de ellos en su nota interpretaba una ópera orgiástica genial. Esta vez parece que el clímax sería triplemente compartido. Por la cercanía de los cuerpos, los genitales quedaban comunicados dentro, intercambiando pulsaciones. Gruesos chorros de esperma la inundaron a dos fuegos. Ella con sus enérgicas contracciones orgásmicas acrecentaba el éxtasis de ambos órganos viriles, exprimiéndolos hasta ordeñarles la última gota de semen. Ellos complacidos, intentaban sofocar el furor que ardía dentro de la lasciva novia, inundándola de licor seminal.

Quedaron satisfechos aunque exhaustos. Apilados en una sola masa palpitante. La agitación ya se iba aquietando. Las respiraciones recuperaban su cadencia. Los rencores parecían ahogarse en el torrente de placer ahí empozado. Poco a poco se fueron desmontando las piezas de la pirámide humana, hasta su límite de indivisibilidad.

Algo recuperado, el sacerdote se retiró de la habitación, diciéndoles:

OS AGRADEZCO LA HOSPITALIDAD A AMBOS. ESPERO QUE HAYAIS QUEDADO TAN COMPLACIDOS COMO YO. ME RETIRO CONTENTO POR LA RECUPERACIÓN DEL NOVIO Y CON LA CERTEZA DE QUE LA NOVIA HA DISFRUTADO SU LUNA DE MIEL A LA ALTURA DE SUS ESPECTATIVAS. LES DOY MI BENDICIÓN Y QUE SIGAIS SIENDO MUY FELICES. HASTA PRONTO SI DIOS QUIERE… Y SI VOSOTROS DECIDIERAIS INVITARME NUEVAMENTE, POR SU PUESTO… ¡ADIOS!