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Lucifer

en Amor filial

¡Vamos!... Levántate hijo que se te hace tarde para la escuela.

Leticia estaba excitadísima. Se acercaba la hora del esperado reencuentro. Claro, ¿con quién más?, si no con su esposo, el hombre de su vida. El que la ponía de cabeza, por sus dotes de buen macho y apasionado amante. Él por fin regresaba de un largo viaje de negocios.

La bella dama, de tropical temperamento, ya no tendía que seguir  tolerando aquella involuntaria continencia que se debatía al límite de su virtuosa templanza. El ansiado desquite ya estaba casi acariciándole la espalda.

Lety se había encargado de todos los pormenores del recibimiento, con mucho entusiasmo. No solo puso esmero en aquellos referidos al ambiente, sino que enfatizó, más aún, aquellos detalles personales que estimulaban la libido de su amado.

¡Vamos Ángel!... ¿Que esperas para levantarte?, ¡Ya se te enfría el desayuno!

No puede dejar de ir a la escuela y menos ahora. No voy a permitir que me eche a perder mi anhelado reencuentro a solas. Se repetía Lety en silencio, con justificada preocupación.

¡Miguel Ángel!... ¿En que tono quieres que te pida que te levantes? Ya estás colmando mi paciencia.

Mamá, me siento mal, ¡Muy mal! Así no puedo levantarme, no te miento.

Me adelantaré con una copa de champagne que he puesto a helar. Tengo que darme un poco de valor para poder enfrentar la flojera de mi Angelito. Se propuso a si misma, por el apremio de las circunstancias.

Saboreó con deleite el efervescente néctar. El contacto de la gélida copa con sus húmedos labios, le hizo reaccionar y prestar atención al fondo musical que estaba probando para recibir a su marido. Se trataba nada menos que del gran Barry White y su memorable orquesta Amor ilimitado.

Decidió enfrentar el problema de su hijo sin mayor dilación, ese asunto debía resolverse de una vez. Entró a la habitación del “indispuesto” y le dijo:

-         Vamos a ver… ¿Qué es aquello tan grave que te impide levantarte?

-         No mami, llama a un médico. Contigo no debo tratar este asunto.

-         Angelito, por favor. No hay tiempo para médicos. Tú ya eres grande, compréndeme. Tu papá está por llegar, hace mucho que no lo veo y quiero recibirlo como se merece. ¿Entiendes?

Ángel tenía la sábana subida hasta el cuello y las rodillas levantadas, como tratando de ocultar algo personal. Cierta palidez en su rostro, un extraño fulgor en su mirada y además excesiva saliva en la boca, denotaban que efectivamente algo no marchaba bien.

-         ¿Qué te ocurre hijito? Verdaderamente, no te veo buen semblante.

-          En cambio mamita tú estas preciosa, con esa fragancia tan seductora y tu faldita tan sexy.

-         ¡Ya hombre!, déjate de zalamerías y confía en tu madre. Por lo menos dime que te ocurre.

-         Bueno ya… Te lo voy a decir, pero no me avergüences con preguntas indiscretas. Solo te diré que vengo soportando una erección durante más de tres horas y no hay forma que se me pase. Así ni siquiera puedo ponerme los pantalones.

-         ¿Qué, queeeee? De donde salió esa enfermedad tan rara. ¿Como así te ha ocurrido?

-         No me pidas que te cuente la historia, pero un amigo mayor me facilitó unas pastillas para la erección y tanto mi incredulidad como la curiosidad, me tentaron a probarlas. Me desperté en la madrugada pensando en eso y seguro de que no me harían ningún efecto, tomé dos pastillitas azules.

-         Déjame pensar un instante hijo, en seguida vuelvo, talvez con alguna solución.

La historia de Ángel fue inventada. En realidad, desde que tuvo uso de razón estuvo perdidamente enamorado de su madre, en silencio, pero con un amor pasional que le quemaba por dentro. Tantas veces había gozado          solapadamente de niño, simulando inocentes juegos en la cama con su progenitora. Tantas veces se había masturbado, espiando la desnudez materna o la copulación de sus padres. La verdadera historia es que tomó las dos pastillas de sildenafilo con premeditación, con la ilusa intensión de seducir a su mamá, metiéndose a su cama como cuando era niño. Quería intentar copularla, antes de que llegara su padre y le calmara el furor que la hacía vulnerable. Tomó las pastillas para asegurarse de que la emoción propia de la circunstancia no le jugara una mala pasada, pero finalmente no se atrevió al abordaje y esta vez venció la sensatez.

Al retirarse de la habitación de su hijo, Lety, por su lado, no pudo evitar que tan extraña dolencia le trajera a la mente aquella lejana época en que reunía a sus amigas más íntimas para bañar a su bebé. Aprovechaba la ocasión para mostrarles con orgullo lo bien que había dotado la naturaleza a su Angelito. “A salido a su padre” las decía con cierto tonito de confidencialidad.

También recordaba que desde que su hijo era un bebito tenía grandes erecciones con mucha facilidad. Cada vez que le daba pecho, el bebé se encaramaba, mordía los pezones mientras succionaba y ella no podía dejar de sentir la dureza genital del lactante, mamando en estado de erección.

¡Ya Lety! Se dijo a si misma. Ya deja esos recuerdos, reacciona rápido y resuelve la dolencia de tu hijito.

-         Y se. ¡Mastúrbate! Y creo que se te pasará. Le recomendó a su hijo, luego de irrumpir impacientemente en su recámara.

-         Ya mami, ya lo hice. Es más he estado metido mas de media hora en la tina con agua helada y… ¡Nada!, no hay forma de que me pase.

-         No me estarás mintiendo para no ir a la escuela… ¿Verdad?

-         No mamita te lo juro. Que cosas se te ocurren. Confía, es verdad.

-         Solo para mi tranquilidad, déjame verte. No le vas a tener vergüenza a tu madre ¿Nooo? Le insistió en el colmo de la incredulidad.

-         No mami. Ya vez, no me pidas eso. Lo dijo mientras estiraba las piernas, pero manteniéndose cubierto con la sábana.

-         Ya mentiroso, ese bulto es demasiado grande para que sea un pene. Tú te has puesto algo ahí ¿Verdad? Le dijo al apreciar la protuberancia que se insinuaba a través de la delgada tela.

Él enmudeció y pasivamente se dejó llevar. No ofreció resistencia alguna, mientras su incrédula madre develaba el mimbro de su condolido hijo, corriendo hacia a bajo el lienzo que lo cubría.

Tendían que ver la cara de sorpresa que puso Lety, al tener ante sus ojos la enrojecida y vascularizada genitalidad de su Angelito.

Resultó mejor dotado que su propio padre. Se dijo a sí misma en profundo silencio.

-         Hijito, tenemos que hacer algo. Déjame llamar un médico por teléfono.

-         Si mami te lo ruego. Ya no aguanto más. Me quema y me late cada vez más.

Al pasar junto al fono, notó que todo el tiempo había estado descolgado. Procedió a reactivarlo, pero antes de hablar, prefirió ir por otro trago. Las circunstancias lo ameritaban, debía infundirse ánimo para afrontar tan sui géneris situación.

No podía ocultarse a si misma el impacto de tan impresionante exhibición. Sin duda estaba conmovida y si bien lo podría disimular frente a su hijo, resultaba imposible engañarse a si misma. Un impertinente cosquilleo en el bajo vientre, espontánea humedad en sus bragas y algunos recuerdos de inconfesables sensaciones, de la época en que lactaba a su pequeño, teñían de rubor sus afiebradas mejillas.

Al llenar su copa con la espirituosa bebida, apreció cierta incomodidad en el pulso. También pudo notar que su pecho latía al son de las percusiones de Amor Ilimitado, que le ponía fondo musical a la estimulante voz del gran Barry. Dio un nutrido sorbo a su copa y se propuso terminar con el problema de una buena vez.

Telefónicamente llamó al médico de cabecera, quien lamentablemente había abandonado su consultorio para atender una emergencia. Al ser antiguos conocidos de la familia, la enfermera que atendió la llamada, en su afán por ayudar, averiguó acerca de la dolencia. Al enterarse del mal, lejos de tranquilizar a la perturbada madre, la terminó alarmando más, al asegurarle que en los casos de priapismo había que actuar rápido para evitar un entumecimiento y una subsiguiente gangrena.

Ni bien colgó el fono, entró una llamada. Era su esposo. Algo contrariado le recriminó a Lety por lo del teléfono involuntariamente deshabilitado. Dijo que había estado intentando comunicación desde la víspera para informarle de la cancelación de su vuelo. Pues todo lo negociado no se iba a poder firmar aún, por el tema de la crisis europea. Que consecuentemente su retorno quedaba postergado hasta nuevo aviso. Lety no quiso preocuparlo con el tema del hijo y solo atinó a decirle con resignación que lo amaba y que lo seguiría esperando con impaciencia.

Ángel, que premeditadamente era quien había descolgado el teléfono, estuvo atento a la conversación y quedó muy complacido con la noticia.

-         Mamá por favor ayúdame ya no puedo más. Suplicaba el jovenzuelo, con tono de impaciencia.

-         Ya hijito, voy enseguida.

Que diíta este. Todo me está resultando a cuadritos. Esto ya es demasiado para mí. Necesito otro trago. Se propuso a sí misma como para darse valor.

Esta vez secó la copa de un solo sorbo y decididamente se enrrumbó a ver a su ocasional paciente. Con visible nerviosismo volvió a la habitación. No quería que su hijito fuera victima de daños mayores, pero por otro lado no tenía ni idea de cómo sanar aquella extraña enfermedad. El pícaro jovenzuelo se encontraba sin cobertor, exhibiendo su desafiante garrotillo. Su madre al entrar, quedó de cara con la incitante herramienta y pese a su nerviosismo, no tuvo más opción que afrontar tamaño problemón.

-         Mi amor ¿Sabes lo que es entumecimiento? Yo tengo alguna idea pero no estoy segura del correcto significado.

-         Tampoco estoy seguro mami, pero supongo que será agarrotamiento, endurecimiento con hinchazón o algo así.

-         Y… ¿Lo tienes muy hinchado mi amor? ¿Sientes una dureza anormal? ¿Desde que hora lo tienes así? ¿Ya ha transcurrido mucho tiempo desde que estás en ese estado? ¿De verdad será tan riesgoso?

-         Ya mami no te pongas tan nerviosa y haz una pregunta a la vez. Ya estoy cerca de tres horas en este estado, pero lo que más me incomoda es que me quema por dentro. Si quieres tócame para estar seguro que no es solo idea mía.

Esa invitación era lo único que faltaba para terminar de complicarle la mañana. La desafiante sugerencia la ponía ante una verdadera disyuntiva. Pues si bien no quería arriesgarse a tener entre sus manos el provocativo miembro de su hijo, cualquier negativa a hacerlo despertaría una idea de malicia que ella quería evitar a toda costa. Por último decidió hacerlo con la mayor naturalidad posible.

-         Bueno pues hijito, no me queda más que ser tu doctora. Lo dijo tratando de imprimirle a sus palabras un tonito se seguridad y humor.

Se inclinó un poco para hacerlo. Desde su emplazamiento tenía ante sus ojos todos los detalles del inflamado miembro, daba la impresión que reventaría en cualquier momento. Con cada pulsación se asomaba en la punta un ápice de lubricación pre eyaculatoria y el aroma a macho en celo se hacía cada vez más prominente. Cuando se propuso tocarlo, la traicionó su indecisión. Primero quiso hacerlo con una mano, pero cambió de idea y después intentó con la otra, hasta que por último solo alcanzó a ponerle un dedo en el orificio uretral, que es lo que mas llamaba su atención, por la gotita que no se animaba a terminar de salir.

-         Ya pues mamá. Así solo te estás ensuciando el dedo y eso no me ayuda para nada. Me la tienes que agarrar con toda la mano, vamos no tengas miedo.

-         Claro que lo voy a hacer. Tonto, por que crees que tengo miedo.

Llenándose de arrojo, en un solo movimiento lo tomó en su mano y en tal forma logró calibrarlo en sus reales dimensiones. Si que eran considerables.

-         Ay mami, no seas tosca trátalo con cariño. Le dijo en son de broma.

-         Si que se trata de un real garrotillo y quema el condenado como si viniera de infierno. Veré si tengo alguna crema refrescante.

Lety realmente se sentía alborotada, lo acontecido ya resultaba demasiado perturbador para ella. Lo que más le preocupaba era quedar en evidencia ante su hijo. Regresó al comedor, ahí volvió a ser tentada por un nuevo trago que lo despachó con avidez. Deseaba poner en orden sus ideas. Quería encontrar una explicación, que le permitiera justificar el por que de sus hormonas en ebullición.

Claro, se decía, es la estimulante música, el licor y la ilusión de tener sexo con mi añorado esposo. El haber preparado cada detalle para recibirlo y no saber ahora hasta cuando tendré que seguir soportando mi prolongada continencia. Pero dudando recapacitaba: ¿O talvez? Me estoy negando a reconocer cierto hastío por la rutina conyugal, incompatible con mi espíritu aventurero, ¿O será? La debilidad humana por la tentación del pecado y la atracción por lo prohibido. De pronto notó que el dedo con que había tocado a su hijo, había pasado un largo rato pegado a su nariz y ahora espontáneamente se estaba introduciendo a su boca. Estaba encandilada. Había quedado capturada por otra dimensión, con el olor y sabor de su cachorrito.

Eso sí, se propuso, yo ya no regreso a esa habitación. Solo le voy a alcanzar su cremita refrescante y salgo en busca de un médico, total ya no espero a nadie. Pero primero me cambiaré de bragas. Las que traigo puestas están por demás babosa. Hoy no es mi día de suerte, no vaya a ser que el inconfundible aroma, deje al descubierto mi estado de excitación.

-         ¿Ya mamá? ¿Que estás haciendo? Me tienes aquí abandonado. Por lo menos dame algún alivio.

-         Ya mi vida. Enseguida te alcanzo la crema y voy por un médico.

-         ¿Tanto te demoras para darme esa solución?

Con tal presión, Lety apresuró la entrega de la cremita, cambiando el orden de los acontecimientos. Después de hacerlo, iría a cambiarse las bragas, para Lugo ir a lo del médico. Hizo su aparición con notorio nerviosismo. Ya era algo que no podía controlar. Trató de entregarle la crema rápidamente, pero una curiosa observación de su hijo la detuvo por un instante.

-         Mami antes de salir cámbiate esa descarada blusita. Además de pequeñita, veo que está mojada en el pecho.

Lety quedó paralizada frente a su hijo. Recordó que cuando él era pequeñín, ella también se excitaba y mojaba las blusas al acercarse la hora de la lactancia. Y como olvidar su inconfesable secreto. Se le mojaban los calzones con la sola asociación: amamantamiento, después erección infantil y luego frotamiento genital mutuo. Con el estímulo adicional producido por la succión del mamelón, llegaba inevitablemente al orgasmo. Atónita cayó sentada en el sofá que su hijo tiene frente a su lecho. La minúscula faldita dejó al descubierto sus provocadoras piernas y para el acucioso muchacho no pudo pasar desapercibido, no solo el incitador olorcito a coño pedilón, si no que pudo notar además, abundante humedad en su prenda íntima. Lety sin proponérselo, había dejado en evidencia su grado de disposición, que tanto se afanaba en ocultar.

-          Mami de paso también deberías reemplazar tu tanguita que está empapada. Le dijo con cinismo, en un lance ventajista.

Muy avergonzada decidió enfrentar la situación, diciendo:

-         Mi amor tú ya eres casi adulto. Deberías comprender las flaquezas del ser humano. Soy de carne y hueso y esos fluidos se presentan debido a reacciones corporales que son del todo naturales y no tienen nada de pecaminoso.

-         Ya mami está bien, no te preocupes. Yo comprendo perfectamente esas flaquezas humanas que tú dices y no tienes de que avergonzarte. Soy tú hijo y te quiero tanto que jamás diría a nadie algo que te haga sentir mal. Se que lo ocurrido es completamente natural y lo mantendré en absoluto secreto.

-         Que bien hijo, me agrada tu comprensión y más aún tu sentido de caballerosidad.

-         Sin embargo mamá debes reconocer que hasta ahora no has colaborado en la solución de mi problema. Lejos de hacerlo, vienes agravándolo con esa estimulante musiquita, que me has puesto y la insinuante vestimenta que llevas para resaltar tus encantos. Además mientes al decir que vas por un médico, cuando en realidad estás completamente a la deriva.

-         ¡Tonto! Todo eso no ha sido para ti, sino para tu padre que estaba por llegar a casa.

-         Ya me enteré que seguirás sin marido por un buen tiempo más. Pero te pido que no me dejes solo y que me ayudes a aliviar mi mal.

-         Es que hijo no se como hacerlo.

-         Ya algo se te ocurrirá mamá. A ver, por que no empiezas por aplicarme tu fabulosa cremita.

-         A, eso si que no, aplícatela tu solo. Para eso tienes manos.

-         Pero madre comprende. Ya he tratado de masturbarme y no logro eyacular. Creo que con tus delicadas manos y la cremita podría desahogarme. Pienso que solo eyaculando calmaría mi furor.

-         No y no. Eso si que no. Hazlo tu solo.

-         Mala, muy mala. Si no te interesa mi problema, lo resolveré yo solo.

-         Para que veas que no soy tan mala, voy a subir el volumen de la música a ver si eso te estimula un poco.

Lety se retiró de la habitación preocupada por el lío en el que se hallaba metida. Su sensualidad era una bomba de tiempo que podría estallar en cualquier momento. Cachonda y desenmascarada su debilidad, se sentía sumamente vulnerable.

Subió el volumen de la música. En ese momento se escuchaba una canción cuyos instrumentos de percusión simulan fuertes latidos del corazón. Curiosamente, acompasaban a la perfección con los de ella y con el bombeo de su naricita, gracias a su agitada respiración. Y Barry allí… Instigando con su sensual voz.

La música y el licor resultaban cómplices indicados para aquella azarosa circunstancia que el destino había puesto en su camino. Dos seres humanos, que en el fondo de su corazón se amaban apasionada y secretamente desde que sus vidas se juntaron en este mundo. Se trataba de una gran pasión ocultamente correspondida, durante una larga data y que ya traía un furor con historial. Ahora se encontraban absolutamente solos, sin testigos que pudiesen irrogarse el derecho de juzgarlos y más aún en un irrefrenable estado de apetito sexual. Lo paradójico resultaba que estaban obligados a la continencia, por sabe dios que leyes sembradas en su mente, aunque talvez no en su corazón.

-         Madre no me abandones. Yo solo, me siento vencido, ven, ayúdame.

Leticia se acercó a la habitación y para su asombro, al hacer su ingreso, encuentra a su hijo con la respiración alterada, los ojos desencajados y los labios entreabiertos, que dejaban ver un hilito de saliva pegajosa que no terminaba de caer. Su diestra se agitaba acompasadamente empuñando su agarrotado miembro. Con cada vaivén el brillo de su gran bálano no podía pasar desapercibido.

-         No puedo mamá. Ya me duele de tanta fricción y no puedo eyacular. Si tú no me puedes masturbar, te pido por favor que por lo menos, me permitas tu braguita, solo por un momentito. Eso me ayudará mucho y a ti no te afecta en nada, verdad. ¿Sí mami?

Sin saber que actitud tomar, optó por la más fácil: Conceder la petición.

-         Está bien, pero voltea la cara y no mires cuando me la quito.

-         Lo juro mami, lo juro.

Nerviosamente, se ubicó a un costado del lecho y procedió a bajarse las bragas con algo de dificultad. Miguel Ángel no necesitó voltear la cara para ver a su madre sacándose los calzones para él. Su imaginación para eso resultaba más que suficiente. Sobre todo, teniendo ambos un duelo de respiraciones agitadas, cuyos resoplidos evidenciaban el estado en que se encontraban. Recibió la empapada prendita de la trémula mano de su madre. Con avidez se la llevó al rostro y aspiró profundamente, como queriendo acaparar para sí toda su aroma. Luego pasó ágilmente la lengua por la bragadura de la prenda, allí donde tenía acumulado mayor cantidad de almíbar bulbar. Sin más, eyaculó profusamente, abundantes chorros de licor seminal que lograban alcanzar considerable distancia. Los bramidos que el muchacho emitía durante la secreción, acompasaban sus descargas.

Tímidos se dejaban escuchar agudos gemiditos, cuyo volumen iba en aumento, acorde con la intensidad del orgasmo que la madre no pudo evitar alcanzar en presencia de su hijo. Llegó un momento en que las inhibiciones y el pudor hicieron un paréntesis en este escenario y ambos daban rienda suelta a su placer, en un lujurioso  dueto que expresaba la lascivia reinante.

Algo mas calmados, se miraron tiernamente a lo ojos en un ademán de comprensión recíproca y de que nunca traicionarían la confidencialidad que ameritaba ese momento. Comprendiendo el mensaje la madre corrió y abrazó a su hijo. Sus agitados pechos se juntaron y sus brazos se entrelazaron en el cuerpo del otro, haciendo con su unión un solo ser. Las lágrimas de ambos se encargaron de ponerle un toque emotivo al apasionado momento.

-         Hijo mío te he curado, creo que ahora ya te vas a mejorar. ¡Que alegría siento por eso!

-         Gracias mamita, eres única, eres la mejor. Dame un beso en la boca como lo hacías hasta hace poco tiempo.

-         Sí mi amor con gusto volveré a besar los labios de mi hijo adorado.

Los cómplices unieron sus labios tiernamente al inicio, pero esta vez, a diferencia de las anteriores, sus lenguas empezaron a jugar coquetamente. La erección de los pezones maternos no pasó desapercibida. Menos aún la emanación del fluido que brotaba de sus pechos con gran facilidad cuando se ponía cachonda. Ángel con destreza liberó uno de los senos de su madre y procedió a la rítmica succión, libando de la glándula mamaria como cuando era un bebé, sin que Lety opusiera resistencia.

-         ¿Recuerdas mami que cuando era menor me dejabas entrar a tu cama para jugar? Yo sentía igual que ahora: tus pezones duros y manando.

Leticia, excitada y algo desconcertada, se dejaba llevar en silencio por las agradables caricias de su hijo. Además confiaba en que el peligro principal, consistente en copular con su hijo, ya había pasado. Aunque lo deseaba con desesperación, no quería hacerlo. Las palabras de Ángel rompieron el embelezo de aquel tierno momento.

-         Madre adorada ¿Nos vamos a quedar así? Te quiero en mi lecho y desnuda para hacer el amor. No lo tomes como una falta de respeto, ambos lo necesitamos con urgencia y además lo deseamos, eso ha quedado clarísimo. No nos engañemos.

-          ¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre pedirme algo semejante? Solo he querido ayudarte, dada la emergencia, que por fin hemos superado.

-         No lo creas mamá, no hemos superado nada aún. No he perdido la erección en ningún momento. Por el contrario ahora la tengo mas caliente y dura. Te suplico ayuda por favor, tú eres la única que me puede aliviar. No te resistas más, vamos a copular. Te juro por lo más sagrado que eso quedará entre nosotros dos, para toda la vida.

-         Ángel, mi amor, compréndeme. Si bien ya compartimos un terrible secreto, por favor no me pidas llegar hasta la copulación. No quiero arrepentirme después y sentirme mal algún día. Lo máximo que podría hacer por ti, sería ayudarte con la masturbación.

-         Bueno mamita, muchas gracias, intentémoslo. Acepto con agrado todo lo que voluntariamente quieras hacer por mí. Ven a mi lado y acaríciame hasta hacerme acabar de nuevo.

-         Pero deja que me ponga otro calzón y un sujetador, para sentirme más segura. Lo dijo con voz entrecortada y con evidente agitación.

-         No pues mami, no rompas el encanto de este memorable momento. Sin tu aroma a hembra en celo, ninguna masturbación resultaría efectiva. Confía alguna vez en tu hijo que te adora. Además se trata de estimularme una nueva eyaculación, no de pasmármela.

Lo dudó por un momento, pero las circunstancias la tenían acorralada en algo que ella no estaba segura de poder controlar hasta el final. Por fin terminó cediendo a sabiendas de que no lo debía hacer,  pero esta vez fue su  indecisión lo que la hizo claudicar.

Con un justificado nerviosismo, complementado por una enardecida avidez, ella se arrodilló sobre la cama de espaldas a la cabecera. Él acostado, usando las rodillas de su mamá como apoyo de su cabeza. En esa posición ella lograba acceso al miembro de su hijo con una mano, con tan solo incitarse hacia delante, apoyada sobre la mano libre. Así ubicados, él no solo podía olerla a su antojo, sino que tenía a la vista el recortadito vello pubiano de su madre, desprovisto de todo velo, ya que su rostro quedaba por debajo de la menuda faldita que ella aún llevaba puesta.

Por último, no resultaba tan grave lo que se habían propuesto. Él talvez se justificaría diciendo “Total mamá, en ninguna parte del mundo esta prohibido que un hijo huela a su madre”; a lo que ella probablemente contestaría diciendo “No degenerado, pero no creo que en alguna parte del mundo esté permitido que un hijo con garrotillo, se ponga a oler el cachondo coño de su madre”.

 

En el fondo de su ser ambos estaban impacientes y excitados por iniciar su azarosa experiencia, aunque Lety no estaba segura de poder soportar las condiciones que se irían presentando con el devenir de los acontecimientos.

Lety emocionada empuñó la incitante pieza de su hijo y empezó a correrle el prepucio en acompasado vaivén. Ángel, se deleitaba con el manipuleo que le imprimía la suave y delicada palma, aunque el mayor estimulante era el aroma de su madre en celo.

La respiración de ambos comenzaba a alterarse. Ni el alto volumen del fondo musical lograba disimularlo. Las fosas nasales de Ángel resoplaban en cada inhalación de la fragancia materna, la que con la excitación, se hacía cada vez mas intensa.

El pilluelo, con alevosía, empezó a interrogar morbosamente a su “presa”. Para el efecto fingía un murmullo entrecortado, de confidencialidad o misterio, como si alguien los pudiese escuchar. Eso le agregaba al cuestionario, el ingrediente de lo pecaminoso y prohibido.

-         Mami… ¿Quieres apresurarme la eyaculación?

-         Si mi cielo, ¿Como quieres que lo haga?

-         Confiésame la verdad mamita ¿Tú sabias que de pequeño, cuando jugábamos en la cama, me hacías llegar al clímax?

-         Sí mi vida, pero tenía que fingir que no me daba cuenta.

-         Madre dime ¿y tú gozabas sintiéndome excitado?

-         Ay amorcito, no me hagas preguntas tan morbosas. Lo que tú quieres es hacerme perder los papeles.

-         Yo se bien que tú llegabas al orgasmo. Recuerdo tus duros pezones y tu blusa mojada. Y como olvidar tú fragancia a sexo ardiente que me enloquece. También recuerdo madre que una vez me estaba masturbando, pensando en ti y entraste a mi dormitorio. Yo me hice el dormido. Al verme el miembro erecto, madre lo recuerdo bien, lo pusiste entre tus labios y al imaginar que me despertaba, te retiraste presurosa.

Se escuchó un profundo gemido de Lety. La respiración de ambos resoplaba en la alcoba. Las palabras de Ángel y los recuerdos de Lety, habían hecho sus efectos. A Lety se le habían aflojado las rodillas en señal de claudicación y Ángel ya había logrado meter su cabeza entre ellas.

Ángel hizo el intento de pasar los brazos por entre las piernas de su mamá y ella, abandonando el recato facilitó la acción, corriendo las rodillas hacia delante con las piernas separadas, extendiéndole sobreentendida licencia a su hijo para una completa estimulación genito oral.

Acompañado por emotivos resoplidos, el resabido le estimulaba el erecto clítoris con la lengua y los labios. Ya lengüeteándolo ya mamándolo alternadamente. Lety con avidez y voracidad daba rienda suelta a sus deseos reprimidos y entre alterados gorjeos mamaba la verga de su vástago con gran entusiasmo.  

El sonrosado orificio anal de Lety se esmeraba por llamar la atención con desacompasadas pulsaciones. Ángel no pudo resistir la tentación de tocar el impaciente y húmedo ano de su madre. Lo acarició con dos dedos, ejerciendo cierta presión sobre los esfínteres, pero sin penetrar el agujero. Tan solo procedió a un estimulante masaje anal externo.

Leticia precipitaba otro intenso orgasmo, con violentas contracciones y agudos ayes, como si se le estuviese yendo la vida.

-         Dámela mi rey, dámela ya. Le pedía a gritos.

-         Si mamita, si. Yo también quiero dártela, pero no se me viene todavía. Por favor sigue. Sigue chupándomela mamita linda que está muy rico.

Luego, algo agotada y recuperando la ecuanimidad después de tremendo orgasmo, Lety se acostó al lado de su vástago aún agarrotado y apetente.

-         Mamita no sabes lo feliz que me hace sentir tu amor, es maravilloso comprobar que correspondes mis sentimientos y que siempre me has querido.

Ella lo miro a los ojos con amor y sin más palabras, se unieron en un fuerte abrazo, sus labios entreabiertos se juntaron y esta vez se besaron como dos enamorados, apasionadamente.

-         Madrecita… Mi cama ya está muy desordenada y caliente ¿Serías tan buenita de invitarme a la tuya? No sabes como adoro tu lecho. Siempre con exquisita fragancia y lleno de recuerdos.

-         Pe… pero hijito comprende se trata del lecho conyugal, sería una falta de respeto para con tu padre.

-         Ay madrecita no seas tan rígida. Ya quedó aclarado que los dos hemos gozado rico en esa cama. Además vamos a estar mas cerca de la música que tanto te gusta.

-         Ya bueno pues, vamos te invito a ir. Tú siempre encuentras argumento para todo, eres un zamarro resabido. Y siempre me adivinas el pensamiento.

Ángel se levantó prestísimo, como impulsado por un resorte y muy solícito ayudo a su progenitora con la mudanza. Al llegar al lecho conyugal, Ángel acarició los cobertores y los besó como si de un ceremonial religioso se tratase. Se sentía encandilado, con su logro. Lety quiso ir al bidet para asearse, pero Ángel se opuso rotundamente. Así como estaba, lo enardecía mucho más.

Reiniciaron las caricias y las palabras de amor. Los ánimos iban subiendo de temperatura. Besos con lengua y palabritas morbosas iban brotando espontáneamente. Ángel insaciable se prendió de un pezón y lo disfrutaba como cuando era niño, Lety iba quedando cautiva de los lascivos efectos. Cada vez más enardecidos, Ángel trató de tomar posición entre las piernas de su madre, pero ella lo impidió decididamente.

-         Copulación no mi amor. Por favor te pido, copulación no. ¿Te imaginas que me preñes? ¡Oh Dios mió! No, eso no por favor.

-         Está bien madrecita, te juro que no te la voy a meter. Solo déjame sobártela por afuerita sin meterla. Solo quiero sentir tu sexo y que tú sientas el mío.

-         No me pidas eso mi amor, con la calentura que traes, no creo  que  puedas controlarte.

Angelito otra vez se resistió a aceptar la negativa y volvió a apelar al recurso del mañoso interrogatorio.

     

-         Madrecita adorada… ¿Recuerdas el día en que cumplí siete años? Esa fecha vale mucho para mí. Como quisiera que tú tampoco la hubieras olvidado.

-         Mi amor, como voy a olvidarla. Pero por favor amor, no pretendas avergonzarme.

-         Mamita preciosa… ¿Te gustó el regalo que escogí ese día?

-         Claro mi amor, pero me llamó mucho la atención que pudiendo escoger entre tantas cosas, eligieras que te amamante como cuando eras un crío. Y además exigías tu regalo en ese mismo instante y yo aún no me había levantado de la cama.

-         Si madre de mis amores. Sabía que en verano duermes en camisón delgadito y sin calzón y lo que mas quería era meterme a tu cama apenas mi papá saliera a trabajar.

-         Degenerado adorable. Veo que desde pequeñín has sido un morboso, pero ¿Cómo podría haberme negado a concederte el regalo elegido, en un día tan importante?, sobretodo habiéndome preferido a mí, entre todas las demás cosas que hubieras podido escoger.

-         Que emoción sentí mami, cuando me dejaste subir a tu cama y me acogiste entre tus piernas. Noté que cambiaste de expresión cuando me prendí de una teta y empecé chuparte el pezón. Te confieso que en ese momento ya la tenía erecta.

-         Claro que lo noté mi amor. Sentí un paquete juguetón, pero aparentaba no darme cuenta para no avergonzarte. Empecé a preocuparme cuando advertí que la puntita había escapado del pijama.

-         Si madrecita perdóname. Yo había sacado todos los botones de la bragueta, para sentirte carnecita contra carnecita.

-         Pero Angelito, yo entré en pánico cuando lograste poner tú cabezón entre los labios de mi cosita, como queriendo metérmela. Desde esa vez no volví a dejar que me mames, ni que te metas entre mis piernas.

-         Claro madrecita. Tomé valor y me anime a hacerlo, por que te noté muy cachonda. Se te notaba, aunque pretendieras fingirlo.

-         Si mi amor es muy difícil fingir cuando se está llegando al clímax. Nunca lo olvidare, por que ese fue el orgasmo más veloz de mi vida.

-         Y yo con mayor razón madre mía. Nunca podré olvidarlo, por que fue mi primer clímax, aunque en esa época no eyaculaba ni agüita de coco. Pero si lo tuve, fue cuando sentí los labios de tu cosita tan calientes y empapados, besando la cabeza de mi órgano viril. Así es que no sería nada nuevo que nuestros sexos se volvieran a encontrar. Ya se conocen y hasta se han dado un besito.

-         Si pero no hemos copulado y eso es lo que me niego a hacer. Entiende amor, por favor compréndeme.

-         ¿Y si solo te la sobo por fuera mamá? Tú puedes juntar las piernas para que  estés segura que no te la voy a meter. ¿Si mamita?, dime que si. Estoy seguro que en esa forma voy a poder terminar. Anda no seas mala ayúdame por favor.

Sin obtener aún la autorización formal, la dio por concedida, al advertir el estado de fascinación en que se hallaba su madre, enseguida pasó a lo hechos. Él acostado de espaldas, fue acomodando el cuerpo de su amada sobre el suyo, hasta quedar vientre contra vientre. Luego de colocar el tronco de su miembro entre los secretos labios de su progenitora, él le dio cabida entre sus muslos y permitió que ella junte las piernas. Esos genitales ansiosos y apetentes por fin se habían vuelto a juntar, esta vez con alevosía y plena conciencia de lo que estaba ocurriendo, aunque no se tratase de un coito consumado.

El erecto miembro quemaba. Y se deslizaba con facilidad, estimulando los genitales externos de Lety, gracias a la profusa lubricación que manaba a borbotones de su  apetente vulva. La enardecida mujer empezó a mover las caderas como desquiciada, de arriba abajo, hacia los costados y en círculos. Hasta que presa de emoción le dijo:

-         Esta vez si te voy a sacar toda la leche mi amor, ya lo verás.

-         Si madrecita, si. Yo también lo creo. Así de brava te siento divina.

El bienaventurado muchacho, colocó dos de sus dedos en el orificio posterior de la desquiciada señora y mediante ligeras presiones dirigía el recorrido de la sensual danza. Tanto para controlar el movimiento, como para  estimular a su amancebada, con un gratificante masaje anal.

Por momentos, Lety aminoraba la velocidad de la rotación. Era cuando sentía el febril bálano de su muchacho entre sus labios genitales. Para lograrlo debía estar con el culo bien parado y en esa posición, los dos dedos masageadores se deslizaban hacia adentro, aunque sin terminar de penetrar. Lety repetía la maniobra, cada vez con mayor audacia, facilitando que la punta del caliente cabezón logre colocarse en la entrada de la vagina y se sienta abrazado por sus labios genitales. Al bajar lograba pleno estímulo en su erecto clítoris.  Aquel jueguito la estaba enloqueciendo.

A su vez, Ángel también era estimulado por acariciantes contracciones vaginales, que coordinaban en perfecta armonía con las enérgicas pulsaciones anales.

Animado por la fogosidad y la evidente sensibilidad anal que su madre venía mostrando, el audaz jovencito se atrevió a plantear otra petición.

-         Reina mía, te lo suplico por lo que mas quieras, déjame encularte. Te juro que así me vas a hacer eyacular, sin preocuparte por la preñez. Quiero que me dejes eyacular dentro de ti y que sientas como lava cuando te inunde con mis chorros de leche caliente.

De pronto un estremecedor gemido salió de lo más profundo de la enajenada, presa del desenfreno, manifestaba con insolencia su apetencia por la virilidad de su menor hijo. Estaba próxima a otro intenso orgasmo y sorpresivamente cambió de posición. Descaradamente se colocó sobre él a horcajadas, abotonó su ingreso vaginal en el cabezón que apetente la esperaba y se empaló. Ayudada por la abundante lubricación, resbaló al fondo, hasta que el culo le llegó a chocar con los testes de su “serafín”.

-         ¡Aaaaayyyyy! Así lo quiero mi amor. Primero dame por el coño y hazme gozar como una perra y después me metes tu vergota por el ojete, hasta que me inundes con tu leche. ¡Aaaaayyyyy mi vida, me muero de placer! ¡Que rico te la estoy dando!

Las contracciones vaginales del intenso orgasmo, no cesaban de morder el agarrotado miembro, lo abrazaban y lo estrujaban en un rito de efusivo agradecimiento.

Irreconocible, totalmente fuera de sí,  la desquiciada mujer se desacoplo después del orgasmo, para cambiar de posición. Arrodillada al filo de la cama con las piernas separadas, apoyó cabeza y hombros sobre el colchón y parando el culo descaradamente,  separó sus carnosas nalgas con ambas manos. El apetente orificio anal, con visibles contracciones, se manifestaba pedilón e incitaba al dichoso muchachito a penetrarlo.

-         ¡Yaaaaa!  Mi vida, ahora si encúlame. Méteme toda tu tremenda tranca por el ojete aunque me mates. Culéame todo lo que te plazca. Ahora ya soy tuya completamente. Eres lo que más amo y deseo en esta vida. Ya mi rey, no me impacientes, empújamela hasta el fondo.

-         Si mi reina, te adoro. Le contestó, aún incrédulo del éxito logrado con sus artimañas.

Untó el ya masajeado y entreabierto ano, con el propio rebose vaginal de su consanguínea, quien evidentemente ya había tenido nutrido tráfico carnal por el conducto posterior. Empitonó y suavemente se la fue embutiendo, para evitar una dolorosa la incursión. Pero la madre, desenfrenada y golosa, empujaba en reversa para que le entrara más a prisa.

-         Sin miedo mi rey, empújamela hasta el fondo, sin miedo, que no me va a doler, tengo el ano muy elástico y me encanta por el ojete. Soy tu perra, hazme lo que quieras. Al carajo las barreras entre nosotros.

La mujer mientras se morboseaba hablando, sacudía y giraba el culo con frenesí, como si estuviese poseída por el demonio. Su temperamento altamente pasional le permitía concatenar orgasmos sucesivos y esta era una de esas ocasiones. Ángel, manipulándole el resbaladizo clítoris, trataba de seguirle el compás.

Hasta que los iniciales bramidos de Ángel se dejaron escuchar, señal de un inminente orgasmo. Ya pronto, la entusiasta progenitora lograría el cometido que con tanto esmero estaba persiguiendo: Hacer eyacular a su “angelito”. Los latigazos culeros de la briosa madre, se fueron convirtiendo en un vigoroso mete y saca. Sus nutridas ancas sonaban como cachetadas en el vientre de su hijo, en cada arremetida. Hasta que el ambiente se llenó con las potentes expresiones de placer. El voluptuoso dueto, graficaba el grado de lujuria al que había llegado.

-         Marido mío, me estás sacando un polvo culero. Acompáñame con tu hirviente lava. Vacía toda tu leche dentro de tu madre. Que buena enculada me estas dando. Eres el mejor macho de este mundo. Nunca he gozado tanto, ni con tu padre.

-         Si madrecita. Ya te la estoy dando, Estoy botando leche a borbotones dentro de ti. Que culazo tan rico tienes. ¡Oooooh, aaaaah! Yaaaaa.

-         Si mi semental, ya estoy sintiendo tus calientes chorros. Siento tus descargas abundantes. Bate tu semen, no dejes de batirlo hijito, bátelo con tu garrote. Bátelo con ganas, dentro del culo de tu  mamá.

Los gozosos ya exhaustos cayeron rendidos sobre el lecho. Ángel con todo su peso, seguía acostado sobre su madre aún conectada. Esporádicas contracciones genitales de ambos, estaban representando un recíproco agradecimiento y despedida. Despedida que evidentemente sería solo un asta luego, teniendo en cuenta la afinidad sexual que habían descubierto.

Besos amorosos, palabritas tiernas y una que otra promesa propia del momento, servían de telón de cierre a tan exquisita fornicación.

¡Oh! Sorpresa, cuando Angelito desenchufó el miembro, del trasero de su madre, seguía tan agarrotado como cuando había entrado.

-         ¡Ay dios mío! Que voy a hacer contigo muchachito. Que más tengo que hacer para matar la víbora de mi Angelito. Pero no te preocupes mi rey, que te la mato, te la mato. Este ya es un reto para mí. Lo haré aunque me tome el día entero. ¡Dios! Si todas mis obligaciones fueran tan gratas como esta, que feliz sería yo.

-         Esa es la madre que yo amo. Valiente, decidida y cachonda, siempre dispuesta a ayudar a su Angelito.

-         Angelito de mi corazón, te propongo bañarnos juntitos, así nos refrescamos y descansamos un poco, antes de seguir con tu tratamiento para el priapismo… Creo que así lo llamo la enfermera.

-          

Suena el teléfono, lo dejan sonar varias veces, hasta que Leticia acude a contestar. La llamada es de larga distancia y la está haciendo su esposo. Le informa que debe quedarse en el extranjero por lo menos un mes más.

-         ¿Un mes más?, pero mi amor, Ángel sale de vacaciones la próxima semana. Nos vamos a aburrir como un par de hongos los dos solos metidos aquí en la casa.

-         Bueno amor, como es culpa mía, los compensaré con dos cupos en el “Reina Madre”. Se trata de un crucero de verano muy confortable y con un recorrido sumamente interesante. Les estaré enviando los boletos y la bolsa de viaje con el próximo courrier… bla, blablabla y por último  gracias y ¡Adiós!

-         ¡Ra! Angelito, mi amor una buena noticia. Tu papá nos regala un viaje en crucero de verano para los dos. Saldremos a disfrutar nuestra luna de miel, apenas empiecen tus vacaciones. ¡Prepárate a gozar!

-          ¡Yea! Esa es mi mamita. Esa es mi mujer.

OCTOPUSI

13/02/2012