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Un recuerdo para Gema (01)

en Confesiones

Un recuerdo para Gema

Gema era una muchacha de diecisiete años. Toda su vida se había desarrollado en su casa, situada en el madrileño barrio de Carabanchel. Tenía una larga melena rubia, una tez blanca, ojos pálidos, no era fea ni tenia aspecto de fantasma a pesar de la fragilidad de su aspecto. Gema parecía, o quizás era, una muñeca apunto de romperse pero que aún no se había quebrado ya que "lo malo de la vida" no la había alcanzado. Era delicadamente hermosa.

Su familia estaba compuesta por su madre, llamada Antonia, su padre, que respondía al nombre de Luis y su hermano de diez años y precaria salud, Armando. Antonia era la típica ama de casa, amante de sus hijos y sacrificada esposa de un gañan que una vez fue otro hombre, o que a ojos de ella lo fue. Es cierto que ella si fue otra mujer, años atrás, parecían ser vidas atrás, cuando le quedaban ilusiones, cuando fue hermosa y joven y el mundo parecía ser diferente, un lugar para Tona.

Gema fue una alumna ejemplar, nunca había repetido un curso y siempre aprobaba de manera holgada. Sus allegados la apreciaban a pesar de lo introvertido de su carácter y sus reticencias a la hora de mezclarse con la gente. Sus dos mejores amigas eran Carolina y Nuria. Era apreciada por ellas de la manera en que se quieren los verdaderos amigos. A pesar de lo fuerte de sus lazos, ella pasaba muchos fines de semana en casa estudiando, quería ser doctora y ayudar a gente con taras, como su pobre hermano, que por una malformación nació condenado a una silla de ruedas y a una vida lastrada por un mundo qué no se hizo para él. Quien sabe lo que Armando pensaba en su silla, quizás algún día soñó con lo que pudo ser y no fue. Seguramente, igual que en el libro de Jack London, "el vagabundo de la estrellas", Armando soñaba con salir de su prisión y ser otro y vivir cientos de aventuras, de vidas, lejos de su cárcel de ruedas.

Gema era consciente de que su padre era un tipo detestable que castraba a su madre, de manera simbólica, y despreciaba a su hermano. Su maltrato se limitaba a ser descuidado con ellos, a no prestarles atención y ser egoísta en afectos, a no quererlos y tratarlos como una pesada carga en su vida. Pero, ¿qué podía hacer ella? Solo una muchacha que aún no había alcanzado la mayoría de edad. Su padre era un tipo insoportable, alguien que no se merecían ni su madre ni su hermano, pero nada más, o eso pensaba Gema. No se atrevía a contarle nada a nadie, al fin y al cabo se trataba de su padre y aunque se fueran de casa, ¿qué harían un ama de casa, un lisiado, y una estudiante? Aguantaban a aquel hombre porque no les quedaba más remedio. Pero la pregunta es, ¿por qué era así Luis? Nadie tiene la culpa de ser malo, en algún momento habría cambiado y seria por algo. El trabajo en el taller debía ser duro, pensaba Gema, pero eso no era motivo para que los despreciase.

Gema recordaba cuando era solo una cría y la vida se limitaba a ser un juego, algo ideado para su solaz e inocencia. Los recuerdos asaltaban su memoria, la de los días de su padre y ella (cuando Armando aún no había nacido), en su subconsciente atesoraba momentos bellos en que eran una familia y los tres formaban un todo, eran una unión. Gema suponía que el cambio de actitud de su padre se debía al nacimiento de su hermano. Es verdad que en la ecografía todo parecía en perfecto estado y también es cierto que los médicos garantizaban una total normalidad en el parto. Gema sospechaba que su padre había empezado a beber a raíz de aquel suceso. Su carácter se había agriado y se había convertido en un ogro. Como ya he dicho en esta historia, una historia real, Gema sabía de lo hosco de su padre con respecto a la familia, pero la cuestión es que se limitaba al desprecio por los que deberían haber sido "sus seres queridos".

El tiempo pasó y la situación fue empeorando. Gema seguía aprobando sus estudios y estaba preparándose para la selectividad, deseaba conseguir la nota necesaria para poder estudiar la carrera de medicina. Apenas estaba tiempo en casa, ahí no podía estudiar así que pasaba las horas en la biblioteca de su barrio o en casa de su novio, Víctor.

Él era un buen muchacho, de la misma edad que Gema y que también preparaba la selectividad para, posteriormente, iniciar sus estudios de derecho. Respetaba la abstinencia sexual de ella. Gema había manifestado alguna vez que su primera vez, la de los dos, tenía que ser algo puro y elevado. Al fin y al cabo la amaba y comprendía cualquier decisión de Gema. El chico era huérfano de madre, la pobre falleció durante el parto y aquello marcó a su padre, el cual nunca quiso saber nada de su hijo, le pagaba la manutención y se ocupaba de él en un sentido económico, nunca sentimental. Víctor no tuvo una educación en lo relativo al corazón y eso, sumado a la frágil apariencia de Gema y a la situación que ella vivía en su casa, le hacía tremendamente precavido y temeroso de hacer algo indebido. Él solía masturbarse pensando en ella, la deseaba por encima de todas las cosas y no conseguía (ni se le ocurría) excitarse pensando en alguien que no fuese su novia. No le contaba a ella nada relativo a sus fantasías sexuales, no quería meter la pata, al fin y al cabo, era comprensible. Él soñaba con su boca, sus senos, se imaginaba succionándolos, mordiéndolos muy delicadamente mientras pasaba sus manos por sus mejillas, se veía haciendo el amor con ella de una manera delicada, bebiendo de su sexo, amándose de una manera reciproca, de una manera que va algo más allá de lo físico. Soñaba con el momento de poder penetrarla mientras la miraba a los ojos, y estar un rato ahí, parado dentro de ella, sintiéndose los dos como nunca han sentido a nadie. Esa era la fantasía de Víctor, hacer el amor con su novia.

Así pasaban los días de Gema en aquella época, estudiando, sin parar por casa, teniendo cada vez menos contacto con su padre pero charlando cada vez más con su madre. Hablaban de Luis, de Víctor, del pobre Armando, de sus estudios, de la fuerza de las amistades en los años de la adolescencia, de los sueños de la juventud que vivía Gema y que, una vez, conoció Tona. En fin, de todo un poco. Su madre nunca le confeso a ella algo que terminaría conociendo relativo a su padre.

Llego el día del examen y Gema lo afrontó con nerviosismo pero lo había preparado bien y consiguió hacer un buen examen, eso, sumado a la media que llevaba del instituto, le dio la nota para hacer medicina. El día en que conoció los resultados, llamó a sus amigas y a Víctor, iban a ir a celebrarlo. También estarían allí los novios de Carolina y Nuria, sería algo entre los seis, un momento para disfrutar después de tanto sacrificio. Un momento para Gema ya que sus sueños empezaban a cumplir los tramites para convertirse en realidades.

Esa misma noche, Gema y Víctor decidieron hacer el amor por primera vez. Bebieron con sus amigos, bailaron, y disfrutaron de la noche hasta despedirse de todos, fue ahí cuando decidieron ir a casa de él. Al principio estaban nerviosos, inquietos por descubrir por primera vez sus cuerpos desnudos, de conocer que es un hombre y que una mujer, pero todos los impedimentos a su amor aquella noche fueron baldíos, todas las trabas insuficientes y los miedos inertes ya que lo que sentían y llevaban tiempo deseando estaba por encima de todo. Se desnudaron con lentitud pero al mismo tiempo con deseo, se besaban y sus manos empezaban a conocer el cuerpo de su pareja. Víctor hundía su mano izquierda en la mata de pelo rubio de Gema, mientras que su trémula mano derecha lograba rozar los pechos de ella, siguieron besándose y las inexpertas manos de ella acariciaban el virgen miembro de él. Una vez del todo desnudos, entraron en la cama y él se puso encima de ella, la beso en la frente, y su lengua recorrió su cara hasta llegar a los labios, pasaba su lengua por ellos hasta que ella abrió la boca y sus lenguas se tocaron. Ellos ya se habían besado anteriormente, pero nunca como en aquel momento, nunca con tanto deseo, nunca un gesto significó tanto. Víctor siguió bajando su lengua por el cuerpo de ella, recorrió su cuello, sus hombros, sus pechos donde se detuvo para saborearlos, morderlos y absorberlos como en su sueño, notaba, casi avergonzado, como su pene iba creciendo a medida que estimulaba el cuerpo de ella. Gema abría ligeramente las piernas y le susurro que fuera despacio, así que el muchacho hizo lo que todo hombre en su lugar. Al penetrar a su novia, la cual no puedo dejar de emitir un gemido entre placentero y doloroso, estuvo a punto de eyacular, pero se concentro mucho y pudo evitarlo. Con su pene dentro de ella, se dedicaba a apretar sus pechos, a besarla, a proceder con cualquier estimulo físico que no incluyera a su pene, no quería correrse antes de tiempo, pero era virgen y eso no tardaría en pasar. Víctor no pudo reprimir por más tiempo sus deseos y comenzó a moverse sobre su novia, la cual seguía gimiendo pese a que él no tardo mucho en llegar al orgasmo. Víctor se disculpo y se echó a un lado. Gema quedo abrazada a él, le dijo que aquello había sido mágico y que habría tiempo para seguir haciéndolo y mejorar a pesar de su inexperiencia, que tendrían toda una vida por delante para amarse así y que nunca había sido tan dichosa como en aquel momento.

Pasó aquella noche y parte del día siguiente en casa de Víctor, pero al regresar a su casa encontró un paisaje desolador. Su hermano estaba en el suelo, tirado y llorando, impotente, Gema se intereso por él pero el chico era incapaz de levantar su rostro del suelo, no respondía a las palabras de su hermana, el miedo le impedía articular una sola palabra. Gema siguió avanzando por el pasillo y vio a su madre llorando, con síntomas de haber sido golpeada hace poco tiempo, Antonia le imploraba que se marchase de allí, que se fuera o sería peor. Gema, sin saber bien porque, se dio media vuelta y corrió hacia la puerta, quería salir de ahí pero se encontró con su padre.

- Zorra, ¿dónde crees que vas?

- Papa, ¿qué has hecho?

Acto seguido su padre la asesto un puñetazo en la cara y Gema besó, como se diría en el boxeo, el suelo.

- Dime, puta, ¿qué has hecho todo este tiempo fuera de casa?

Gema, entre sollozos, sólo acertó a decir.

- No he hecho nada malo, papa, ¿porque haces esto?

Acto seguido su padre la pateó la cara y le espetó la siguiente frase.

- Sé lo que haces con el paria ese de tu novio. Yo estoy matándome a trabajar para proporcionar lo mejor a ti, a tu madre y hermano y tu por ahí abriéndote de piernas con el desdichado ese, eres una puta, como tu madre, y vas a pagar igual que ella, vas a saber ahora lo que es un hombre.

La escena era muy desagradable, Gema estaba en el suelo, sangrando por la nariz gracias a los golpes propiciados por su padre, oía a lo lejos, casi en la otra punta del mundo los sollozos de su madre y hermano, ambos impotentes ante la situación que estaban viviendo. La sangre que brotaba de la nariz y las cejas de Gema se mezclaba con su llanto, el cual, por suerte, casi le impedía ver como su padre se bajaba los pantalones y estiraba el elástico de su ropa interior para luego pasarle su enorme miembro por la cara.

- Como no hagas todo lo que debes hacer, como la putita que eres, el tullido de tu hermano y la zorra de tu madre pagaran las consecuencias, así que más te vale que seas buena chica, lo serás quieras o no, por las buenas o por las malas y como puedes imaginar, por las malas te será más rentable.

Aquellas fueron las últimas palabras que Gema oyó a su padre, pero no la última visión que tuvo de él. Luis la obligo a abrir su boca y la metió de golpe su falo hasta la garganta, le dijo que con lo buena puta que era aquello le gustaría y que tendría que chupársela, que mamársela hasta que el se cansase de aquello y que como no lo hiciera bien esto acabaría peor, para ella, para Armando y Tona. Así la tuvo durante unos segundos que a ella le parecieron eternos. Luis se cansó pronto al ver que su hija no era una experta en esas lides y que pasaba su lengua por el tronco del falo con más asco que otra cosa, así que la propicio un nuevo golpe, esta vez en los pechos y la volvió a tirar, esta vez, sobre un sofá. La arranco toda la ropa y le metió dos dedos en su vagina, comprobó que la chica no era virgen y le susurro al oído que era una puta y que para que se la follase un paria mejor se la follaría él. Así que, sin ninguna contemplación estaba violando con sus dedos a su hija, que lloraba humillada y deseaba morir, ya que una violación no es un plato agradable ni al gusto de nadie. La siguiente idea de Luis fue estrangular con su otra mano a su hija mientras seguía penetrándola con sus dedos. Sólo aflojo cuando vio que su hija estaba a punto de desmayarse, así que en aquel momento fue cuando la metió su pene, la cabalgó con fuerza hasta correrse dentro de ella. Saco su falo, y se lo puso a Gema en la cara, ordenó que lo limpiase con la lengua o tendría que pagar con su culo, Gema lloro y lo limpiaba como buenamente podía, claro que aquello no satisfizo a aquel hombre que termino por ponerla boca abajo, con la cara hundida entre los cojines del sofá, con las lagrimas y los sollozos hundidos en aquel mueble, en ese momento se rió más de ella, la dijo que no metería su polla en su culo, que seguro que media ciudad había estado ya allí. Luis encendió un cigarro que termino apagando en la espalda de Gema.

Luis terminó con su hija, se vistió y se fue al bar mientras se reía de su familia. Poco antes de llegar Gema a casa Luis había hecho lo propio con su mujer, también la había forzado contra su voluntad con la diferencia de que a ella le iba, según sus propios palabras, a romper el culo a pollazos y se limito a aquello. En mitad de la violación de Tona cuando entró Armando gritando a su padre, esté golpeó al muchacho, lo tiro de su silla de ruedas y le propinó un par de puntapiés para seguir con lo que había empezado.

Al cabo de un rato Tona fue para consolar a su hija, ella estaba dolorida, humillada y ensangrentada. Tona apenas podía caminar, lo unió que acertó a decirle a su hija fue...

- Cariño, mejor vete ahora, de noche y sin molestar, huye de aquí y no mires lo que dejas, sólo vete ya. Vete de noche y sin molestar.