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Buscándote en otras

en Erotismo y Amor

Buscándote en otras.

Hace ya algún tiempo que me dejaste. Hace más de 9 meses, meses interminables en los que he pasado por muchas y diversas etapas. Al principio busque desesperado una explicación, donde radicaba el error, más tarde te odie y pense que no te necesitaba para ser feliz, aunque no pude ocultarme la verdad. Te necesitaba en mi vida, de hecho eras mi vida. Pero solo conseguí de ti que me ignorases, nunca tuve esa explicación tan anhelada ni nada por el estilo, solo silencio, un silencio demoledor ya que nunca respondiste a mis cartas ni a mis llamadas. Tu indiferencia fue el muro donde choco una y otra vez mi ilusión, mis sueños, mis cada vez más escasas esperanzas de reconciliación.

Hoy por hoy, solo me queda la amargura de él que es abandonado. Me consumí en negativas y, la verdad, pense que a estas alturas ya habría superado esto, que la soledad no se adueñaría de mí. Decidí que como no podía tenerte entera, te tendría en pequeñas porciones. Mi corazón no dejaba de sentirte, de desearte, pero descubrí cierta noche que mi cuerpo y mi mente se podrían mantener activos en otras mujeres. Interrumpir brevemente el pensar en ti.

Ninguna mujer consiguió que te desterrase de mi, ya que en todas descubría pequeñas virtudes que tu atesorabas, la diferencia es que en otras chicas solo había pequeñas virtudes y en ti radicaban todas las cualidades que siempre busque. Así que conocí a varias mujeres, todas hermosas pero ninguna perfecta como tú. De Silvia me gusto su pelo, largo y negro, hermoso como el tuyo.

La conocí la misma noche que descubrir que durante un breve espacio de tiempo podía posponer tu recuerdo. Fue en un bar y sé que a ella le llamo la atención mi pose de hombre de vuelta de todo, de hombre ya vivido, autentico, mi melena por los hombros, mi extrema delgadez y mi aspecto de cantante ojeroso que parece llevar 48 horas sin dormir. A mí de ella sólo me gusto su pelo, tenia otras gracias, pero la vi primera vez que la vi estaba de espaldas y aunque intuía que no eras tú, tan lejos ya de mí, me recordó vagamente a ti por su hermosa melena negra.

Bebimos y la termine llevando a casa, a la cama donde fuiste tantas veces mía y donde últimamente lloraba pensando que serias de otro mientras yo no dejaba de pensar en ti. Al tener a Silvia ahí enfrente, mis deseos se centraron en ella. La empuje sobre la cama y le arranque la ropa, ella era una mujer de 1,80 que se comportaba, al igual que yo, movida por un deseo irracional. Se puso sobre mí, me besaba por encima de la ropa, sus dientes mordían mis pezones por encima de la camisa y notaba el bulto de mis pantalones a la altura de su cintura. Pasaba sus manos con fuerza por encima de mi pantalón mientras nos besábamos, como fieras, no había más mundo fuera de aquella cama y de aquellos cuerpos. De aquel momento animal. Ella continuo besándome mientras metía su mano por dentro de mi ropa. Notaba mi excitación y al oído me susurraba que me iba a dejar seco, que jamas podría olvidar esa noche, que primero me chuparía hasta dejarme con muchas ganas de cogerla pero que tendría que esperar, que ella marcaría el ritmo de toda la noche. Mientras lamía mis orejas me masturbaba por encima de la ropa, luego desabrocho mi camisa y paso su lengua por mis labios, mi cuello, mis pechos, así hasta llegar a mi pene, ya me había quitado los pantalones y estaba tendido boca arriba, en mi cama, excitado y con su lengua recorriendo en círculos mi ropa interior. Pero éramos dos los que deseábamos aquello, no hubo nadie más pasivo que el otro, yo la voltee y me puse sobre ella. Sin pantalones, con mi pene erecto, desabroché su blusa liberando sus grandes pechos. Fue todo una mezcla de pasión y lentitud, todos nuestros movimientos parecían ir a cámara lenta, pero eso acentuaba más nuestras apetencias. Termine lamiendo sus tetas mientras introducía dos dedos dentro de ella, primero frote su clítoris contra mis dedos, luego, ya bien lubricados, los metí en su sexo, la fui preparando para penetrarla más tarde. Hice varias veces la ruta que va desde su botón hasta el interior de su feminidad.

Hicimos varias veces el amor aquella noche, aunque, el término adecuado no es amor, seria más correcto decir que follamos una y otra vez hasta quedar extenuados. Al amanecer siguiente ella ya se había ido, los dos entendimos que aquello fue algo de una noche. Una gran noche, pero no conseguí curar mi soledad. Resulta curioso pensar ahora, 9 meses después, que lo peor que se puede hacer a alguien es abandonarlo.

Paso tiempo hasta que conocí a María, una atractiva mujer, de piel muy morena, pelo negro y largo, pero no tan bello como el tuyo, con unos ojos preciosos, parecían zafiros, y ojos así solo los vi en tu cara. Huelga decir que también nos amamos durante una noche. Ella, a pesar de su nombre, era morbosa, la excitaba la idea del sexo anal, así que unté de aceite su ano, mientras lamía su espalda, antes de penetrarla. En esta postura, ella apoyada sobre una mesa con su trasero en pompa, descubrí que con las manos libres podía pellizcar sus pechos y aumentar su excitación, amen de masturbarla con mí otra mano y darle un doble placer.

La tercera y última chica que tiene el honor de parecerse a ti, aunque sea solo en algún rasgo muy concreto de su físico, se llamaba Ruth. Fue compañera de clase en el instituto y la verdad, era también muy bonita, años atrás, antes de conocerte, me pareció tremendamente hermosa. Sus labios eran gruesos, muy sugerentes, iguales a los tuyos, tus labios que tanto placer me dieron y que ahora detesto al pensar lo que pueden hacer con otro.

El caso es que Ruth y yo nos encontramos varios años después del instituto, en un botellón en el parque de mi barrio. Ella seguía saliendo con algunos de clase. No sabría decir que la llevo a hacer lo que hizo, si fue el alcohol, o algún deseo que no pudo cumplir en su momento. El caso es que ella, no sé bien porque, y yo tratando de olvidarte (aunque fuera solo un instante), nos fuimos a un extremo del parque, donde no había nadie, ella se puso de rodillas, me agarro y apretó mi cintura contra ella, de tal forma que su boca y mi sexo eran uno, ella utilizo sus labios como tantas veces los usaste tú, con la salvedad de que en tu caso había amor en aquel acto, mientras en Ruth, solo había placer o quizás necesidad, quien sabe que nos mueve a realizar ciertos actos. Ella consiguió excitarme, muchísimo (de tal modo que, no sé si fue el alcohol, la soledad entre tanta gente o las estrellas de una noche que a tu lado habría sido mágica) mi pene creció sobremanera y ella no pudo meterlo en su boca, se limito a lamerlo, a pasar sus labios y su lengua por mi polla, a lo largo y a lo ancho, su boca formaba una O para poder tragar poco más que la punta, y así bebió de mi.

Una vez en casa, sólo, me di cuenta de que jamas volvería a ser feliz, a sentirme pleno, tu no estabas y, como mucho, me quedaban algunos momentos de aspaviento, nada más. Tú no estás y sólo quedan los deseos, los hechos, los momentos que sirven para constatar tu dolorosa ausencia. Estoy solo aunque me pueda rodear de mucha gente y, sin ti, la vida no es algo más que una sucesión de días que no guardan para mí algo distinto al dolor.