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El anillo

en No Consentido

Hola, mi nombre es Karla y voy a contarles mi historia, no porque crea que es importante sino porque me esta carcomiendo por dentro y de alguna manera tengo que sacarlo.

Tengo 20 años, soy de un pueblo llamado Los Alegres, es chico, cuando sopla el viento del sur sus calles se tornan polvorientas y una nube, mezcla de polvo y hojas secas, recorre cada rincón buscando que corromper a su paso.

Ahora estoy en la capital me vine huyendo de la pobreza y la falta de trabajo, acá está mi hermana con su familia y vivimos en una villa. Apenas cabemos los seis en un cuartito, yo duermo con Mariana en la misma cama, mi sobrinita de la que ya les contare mas tarde.

Juana, así se llama mi hermana, está acompañada con Damián, él trabaja en el puerto como estibador, es un buen hombre pero le gusta la bebida y cuando viene tomado se las agarra con mi hermana, la castiga muy fuerte que le deja unos moretones que le duran como una semana, ella trata de disimularlos, pero el dolor de su cara no se borra ni con maquillaje. Juana trabaja de empleada doméstica, su trabajo queda muy lejos y son varias horas de viaje en tren donde siempre hay alguno que aprovecha para monosearla, cuando recién empezó a viajar se quedaba en medio de toda la gente, una vez hasta le arrancaron de un tirón la bombacha y le metieron un dedo, no es que la Juana sea una diosa, que va, pero su piel morena como azúcar a punto caramelo esta muy fresca y su cuerpo esbelto no se ha deformado a pesar de los tres críos que tiene. Lo mejor son sus piernas, como torneadas por un artista, con finos tobillos que son su orgullo. Cuando hace el amor con Damián y hay luna llena puedo verlos a través de la cortina que divide el cuarto, sus pies se mueven con vida propia, se enroscan como serpientes cuando lo monta y un vaivén con ritmo acompasado los acompaña. Otras veces se mueven con cautela, como trepando por un risco con elevada pendiente, van acariciando lentamente sus piernas velludas y el contraste con su piel tan fina es un espectáculo excitante.

Yo trabajo en un supermercado como repositora de mercadería, me paso todo el día corriendo de un lado para otro, a mi me gusta dejar todo bien arreglado, las cajas simétricamente apiladas, los potes de dulce en orden alfabético, a veces formo algunas figuras con cajitas de jugo, pero el supervisor ya me llamó la atención varias veces, dice que tardo demasiado, éste se la agarró conmigo y me tiene entre cejas.

No puedo cargar mucho peso, tengo un cuerpo menudo, mi piel es morena y heredé los ojos verdes de mi madre, mis senos se quedaron el la adolescencia pero tengo un lindo culito bien formado, en la base de la espalda se me forman dos hoyuelos, justo donde empiezan las nalgas, mi cintura está bien marcada pero lo que a mi más me gusta y cuido son mis manos, finas y delicadas con largos dedos coronados con unas largas uñas que llevo siempre pintadas con fransecitas.

Yo viajo todos los días en colectivo para ir a mi trabajo, a dos cuadras de la parada hay una joyería, siempre me cruzo de vereda y pego mi cara al vidrio para verlo más cerca, ahí está cómo llamándome, es un anillo de oro con una piedra rosada engarzada que refulge como diamante, lo imagino luciendo en mi dedo, una vez me anime a entrar y pedí para probármelo, es cómo si fuera hecho a mi medida, me costó sacármelo, me quedaba tan lindo!.

El dueño de la joyería es un viejo gordo, con una cara colorada como tomate, sus dedos gruesos hacen que el pequeño anillo se pierda en sus manos, el tipo no me gusta y me produce miedo, me mira como si me desvistiera y observo como se detiene en cada parte de mi cuerpo. 

Como casi todos los días, estoy parada frente a la vidriera de la joyería cuando veo que el dueño saluda y mueve sus manos llamando a alguien, me esta mirando pero no me percato que me llama a mi, como sigue insistiendo me doy vuelta para ver si su interlocutor esta detrás mío, me hace señas indicando que es a mi a quien llama.

– Hola preciosa, veo todos los días cómo mirás el anillo y me acuerdo que la vez que te lo probaste te quedó divino, tenés una lindas manos podrían servir para modelo.

– Hola, no pensé que se daría cuenta que lo miro siempre, circula tanta gente por acá.

– A mi no se me pasa ninguna muchachita y menos una tan linda como vos. ¿Donde trabajas?

El gordo se estaba poniendo baboso pero me intrigaba saber para que me había llamado.

– En el supermercado D. de acá a la vuelta, ¿porque lo pregunta?

– Es que te puedo ofrecer comprar el anillo en cuotas, me haces una entrega y te lo llevás, ¿que te parece?.

El sueño de mi vida estaba tocando a mi puerta y no podía desperdiciar esta oportunidad. No gano mucho en el súper pero me las arreglaría. ¿Y cuanto es la cuota?

– A ver. Saca las cuentas en un mugroso papel con un pequeño lápiz mordido en la punta, realiza rápida y mentalmente la cuentas y me las pasa.

– No se si voy a poder pagarlas.

– Vos no te preocupes, me vas pagando de a poco, ¿Que te parece, lo llevás?

No pude resistirme, había cobrado el día anterior y tenía algo de dinero.

– Dale llevalo, a ver, dame tu documento.

Me lo pase mirando todo el día, ya no me importaba la cara de culo del supervisor, o las largas horas parada, ahora tenía un anillo igual al de Mariela, la protagonista de la novela Amor y pasión que miro todas las tardecitas en casa de la vecina.

Los primeros meses pude pagar las cuotas pero el sueldo no me alcanzaba, tenía que ayudar a mi hermana y este mes se enfermaron los chicos, apenas nos alcanzaba para comer. Yo tenía escondido el anillo, si mi hermana se enteraba me iba a matar, sólo se lo mostré a Mariana. Ella es una dulce y le cuento todos mis secretos, su carita se puso más hermosa que nunca cuando vio mi anillo.

Empecé a robar pequeñas cosas en el supermercado, les sacaba el envase y las escondía entre la ropas, un día que estaba saliendo del súper después de terminar mi trabajo el supervisor me llama.

– Venía acá F. estoy sospechando que vos sos la responsable de algunos robos.

– Me quedé paralizada, tenía ente mis ropas una crema dental y un jabón.

– Yo no toque nada.

– Ya veremos, me agarra del brazo arrastrándome a un pequeño cuarto.

– Sacate la ropa.

– No, yo no me saco nada.

– Mira idiota empezá a desvestirte o te reviento a patadas.

Le hice caso, sabía a lo que me enfrentaba, el mes anterior descubrió a un empleado robando mercadería y lo fajó tanto que casi le rompe la nariz.

Mientras me desvisto trato de esconder las cosas.

Revisa mis ropas.

– Así que no te estabas llevando nada Eh zorrita, ¿y esto que es?, me pone de espaldas contra la pared y empieza a cachearme, empiezo a llorar.

– Callate, me pellizca un pezón y me baja la bombacha.

– A ver si no tenés guardado algo por acá, abrí la piernas.

Trato de zafarme, pero él me sujeta las manos y me golpea muy fuerte, mete sus dedos explorando mi vagina, le suplico que me deje, pero no me hace caso.

– Yo te voy a enseñar, no te van a quedar más ganas de robar, agarra la crema dental y empieza a pasármela, me mete un dedo en el culo y siento que me quema.

– No lo voy a hacer más, dejame ir. Estoy indefensa e impotente frente a él, el dolor, que ya no es solo físico me invade. Sigue pasando la crema, ahora recorre mi clítoris.

– Haaaaay soltame me estas lastimando.

– Que ya se te pasaron las ganas, ¿no querés probar esta?. Se toca la pija y me la apoya, empiezo a gritar y a patearlo, si no te voy a hacer nada, pero ese culito te lo voy a hacer cualquiera de estos días, preparate.

Me deja tirada, recojo mis cosas y salgo corriendo.

No volví más al trabajo, inventé que me echaron por reducción de personal, igual estaba temporal y lo iban a hacer en cualquier momento.

De noche lloro despacio mirando mi anillo que es lo único bonito que tengo. Abrazo a Mariana, ella me consuela, me acaricia suavemente, no se donde aprendió pero lo hace muy bien, a veces me excita, yo le doy piquitos y ella se ríe, su risa clara e inocente me alegra.

Tengo que buscar trabajo pero no tengo documento, se lo quedó el de la joyería, le debo un montón y ya no tengo el anillo porque lo vendí para poder pagar la cuenta de luz. Sacar un nuevo documento es caro y necesito trabajar, hice la denuncia que me lo robaron, pero sin identificación nadie me emplea.

Voy a la joyería para pedirle que me devuelva el documento.

Esta el gordo feo y lo acompaña un chico que tiene las  facciones como duplicadas en escala al las del dueño.

– Mirá quien apareció, ¿vos sabés todo lo que me debés?.

– Si y pienso pagarlo pero estoy sin trabajo y necesito mi documento.

– ¿Y quien me asegura si te doy el documento que me vas a pagar lo que me debes? mejor devolveme el anillo.

– No lo tengo más.

La cara del gordo enrojeció aún más y cómo un toro enardecido se acercó y me tiró de los pelos.

– Vos de alguna manera me la vas a pagar.

Se acerca por atrás y tapándome la boca me lleva en andas hasta un pequeño departamento en el fondo del local.

Trataba de zafarme pero mis esfuerzos fueron en vano, no podía hablar ni gritar porque tenía la boca tapada con un trapo.

Estaba tirada boca abajo en una mesa, mientras uno me sostenía los brazos, el gordo levantó mi falda, bajó un poco la bombacha, se ensalivó la verga y comenzó a penetrarme.

El hijo de puta me violaba con violencia contenida, se había transformado y su apariencia tranquila mutó a desaforada, sus voz se tornó ronca y sus manos empezaron a sudar. El miedo, la humillación y el dolor que sentía eran indescriptibles.

– Seguro que a esta le gusta, destapale la boca así la escuchamos, quiero que empieces a gemir, entendiste linda, sino te va a ir peor, vamos mostrame cómo gozás.

Traté de articular algún sonido pero no me salía nada, era cómo una pesadilla en la que quiero gritar pero la voz no me responde. Una cachetada muy fuerte me hace reaccionar grito y me vuelve pegar. Comienza a meterme su dedo gordo en el culo, lo fuerza para entrarlo.

– Este culito no se lo entregaste todavía a nadie ¿no?, yo te lo voy a estrenar, pero antes vamos a dejarlo bien limpito.

Me arrastra hasta el baño, allí hay una pequeña bañera con una ducha de mano, los azulejos están desgatados y hay muchas manchas de humedad. Empieza a desenroscar el difusor y coloca un catéter para enemas.

Se sienta en el borde de la bañera y me pone boca abajo sobre sus rodillas sosteniendo mi cintura. Entre los dos terminan de desvestirme. Siento que empieza a entrar agua a presión por mi culo, el jovencito me tapa la boca con su verga, y el gordo mete sus dedos por mi vagina y masajea el clítoris.

– Mamala bien mientras esperamos que te haga efecto.

Me dejan encerrada en el baño, trato de escaparme pero sólo hay un pequeño ventiluz, me duele el estómago por la cantidad de agua que me metieron, me siento en el inodoro y lanzo una descarga que no puedo parar. Lloro desconsoladamente llamando a mi mamá, pero sé que nadie va a venir a rescatarme.

No se cuanto tiempo ya llevo encerrada, no escucho ningún ruido del otro lado de la puerta. Las manchas de la pared van tomando forma, mariposas y flores me asaltan, pero en el fondo esa mancha oscura parece la cara del diablo que me está mirando. De golpe se abre la puerta, ahora son tres, parecen que se reproducen por generación espontánea, si bien el nuevo es más alto tiene los mismos rasgos que los otros dos.

– Trajimos a nuestro hermano, el va a tener el honor de romperte el culo.

Entre todos me agarran y me tiran en una cama, se sacan los pantalones y empiezan a masturbarse, ya no se cómo pedirle para que detengan esta locura, están todos fuera de si y ni me escuchan, cuando trato de hablar me pegan de tal forma que ya casi ni grito.

Estoy tirada de espaldas en la cama mientras me estiran para atrás las piernas, ponen una almohada debajo de mi espalda, mis genitales quedan totalmente al descubierto. Empieza a pasarse un gel por la verga y me lo mete en el culo y vagina

– Esta idiota no se está lubricando, ponele bastante que nos vamos a hacer la fiesta con ella.

El nuevo tiene un miembro inmenso y piensa desvirgarme el culo con eso, lo siento arrimarme y a continuación dolor punzante y desgarrador.

– Aaay, Noo, animal, hijo de puta dejame que me dueele.

– Gritá todo lo que quieras, que así te ponés más linda.

Hicieron lo que quisieron conmigo, ya no tenía voluntad para oponerme y los dejé hacer. Terminaron los tres sobre mi, me dejaron casi inconsciente y no recuerdo nada más. Cuando me desperté estaba sentada en un banco de la estación de trenes, me despertó el fuerte sonido de la locomotora, en mi bolso sobresalía mi documento y una nota "Si contás algo te reventamos".

N. de R. Cuando me enteré de esta historia por medio de una amiga de karla que trabaja en el supermercado donde siempre hacía mi compras, alenté a las empleadas a que denunciaran las violaciones a sus derechos a que estaban sometidas, pero todas tenían mucho miedo, así que lo único que se consiguió fue el traslado del supervisor.

Karla regresó a su pueblo y tiene una pequeña niña.