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En el taller de mejoramiento de la sexualidad

en Confesiones

En el taller de mejoramiento de la sexualidad

Caro cuenta las experiencias vividas en un taller sobre mejoramiento de la sexualidad. (Advertencia: es largo).

Hola, soy Caro, profesora de historia, prosiguiendo con el relato que interrumpí en Confidencias de Jordi (5) aunque les parezca mentira. Si les interesa, pueden leerlo en www.todorelatos.com/relato/45171

Mi gran amigo Jordi, critico literario de un prestigioso diario de Buenos Aires, logró que finalmente decidiese contarle lo sucedido durante el fin de semana siguiente a la inauguración de la Feria del Libro mientras él y Maxi participaban de la misma.

Fui franca en todo momento. Eugenia, para no quedarse sola sábado y domingo, me llamó para preguntarme si estaba dispuesta a acompañarla a un taller sobre mejoramiento de la autoestima dictado por una psicóloga especializada en sexología. Me pareció algo interesante pero todavía no me cerraba mucho por qué lo dictaba una sexóloga. La explicación de Euge fue muy explícita y clarificadora: "En el fondo, es un taller sobre sexo. Me olvidé de decirte que antes del viernes a las 18 tenemos que pasar por un laboratorio para hacernos el análisis de HIV porque quieren evitar problemas". Decidí acompañarla a pesar de lo saladito del arancel y de la molestia de tener que ir al laboratorio, que quedaba bastante a trasmano. Comenzaba el viernes a las 20 en un caserón de San Isidro y se prolongaba hasta el domingo a la misma hora.

"Entonces lo de la autoestima era una pantalla. ¡Qué turras, mirá cómo nos enroscaron la víbora!" – Acotó pícaramente.

"Dejame seguir y después opiná lo que se te cante. A los diez minutos de haber colgado el teléfono se me ocurrió pensar qué y cuanta ropa tenía que llevar para pasar esos dos días. Volví a llamar a Euge que me contó que sólo debíamos ir con un bolso, dos mudas de ropa interior, artículos de tocador y maquillaje, un par de zapatos de taco alto y una bata de baño preferentemente de tela de toalla. El miércoles por la tarde ya tenía el bolso preparado".

"El viernes, a las 18:30 en punto, Euge me pasó a buscar con el coche. Ni bien terminé de ajustarme el cinturón de seguridad, se me ocurrió preguntarle cómo se había enterado de este bendito taller. "Me lo recomendó una compañera del instituto en el que enseño inglés. Dice que lo hizo, que es muy bueno pero que no me podía contar nada más. Mejor dicho, le pidieron que no contase nada sobre los contenidos para no predisponer a las futuras cursantes". Me quedé callada y pensando con qué sorpresa nos toparíamos".

Llegamos a la dirección que nos habían indicado para encontrarnos con una vieja mansión rodeada por un magnífico parque. Después de identificarnos, una mujer de mediana edad ataviada como mucama nos franqueó el paso. Estacionamos el auto cerca de la casa junto a otros siete. ¿Cuántas seríamos?

Otra mujer, de aspecto similar a la anterior, nos recibió acompañándonos hasta la puerta de la casa principal, la que abrió para conducirnos hasta Karol, la psicóloga. "¿Ustedes son Eugenia y Carolina? Mucho gusto. Menos mal que son puntuales" – nos recibió cálidamente estrechándonos la mano. "¿Te abonamos el arancel en este momento?" – preguntó Euge. "Arreglen con Florencia, mi secretaria" – respondió señalándonos a una joven y bonita mujer que escribía sentada detrás de un escritorio estilo francés.

Casi me peleo con ella porque, de ningún modo, dejó que pagase mi matrícula. "Invité yo así que pago yo. Todavía resta mucho para compensar lo que hiciste por mi".

De ahí nos condujeron a un saloncito en el que siete mujeres de entre cuarenta y sesenta años se encontraban charlando amenamente. Después de las presentaciones de rigor, nos acoplamos al grupo. Comprobamos que todas tenían la misma inquietud que la nuestra, ninguna sabía en qué consistiría el taller. "Si la que falta no llega antes de las 20 en punto, se queda afuera y sin taller" – amenazó Karol.

La rezagada arribó jadeante y nerviosa a las 19:50. Conté 10 personas justas. "Ahora que estamos todas, pasemos al salón de estudio y práctica para que pueda explicarles en qué consiste este taller" – advirtió Karol mientras nos guiaba hacia el lugar que había mencionado.

Entramos en un salón de unos 12 por 10 metros en el que se podían ver doce colchonetas sobre el piso, doce sillas en un costado, un centro musical, un número indeterminado de almohadones y un espejo abarcando la totalidad de la pared frontal. "Chicas, en este preciso momento comienza el taller. Si alguna se llega a sentir incómoda con lo que hacemos, puede retirarse y le reembolsamos inmediatamente el arancel, menos lo que haya gastado hasta ese momento. Todo tiene que hacerse con convicción y sin ningún tipo de coacción. De otra manera, nunca les va a ser útil. Durante la cena les presentaré a Ilona, nuestra médica".

Después de dejar los bolsos junto a la puerta de entrada, nos sentamos en las sillas que estaban sobre el costado derecho. Con Euge a mi lado, observé a mis compañeras advirtiendo que todas tenían similar expresión de sorpresa.

"Ahora que están acomodadas les paso a explicar un poco lo que vamos a hacer. Hasta este momento ustedes tienen dos cosas en común: les interesa el sexo y son fumadoras. Nunca mezclamos a las fumadoras con las que no lo son. Después se van a dar cuenta por qué. No tengan vergüenza de nada, hablen y hagan lo que más les plazca. No tengan miedo porque nadie les va a hacer un reproche. Si tienen alguna duda, pregunten sin ningún temor. Pretendemos que exploren su propia sexualidad sin ningún tipo de tapujo.

Nos inspiramos en las Cake Parties norteamericanas y nuestro objetivo es informar más profundamente con respecto a la sexualidad de las mujeres, qué está pasando con la misma, y cómo mejorarla… por parte de las mismas mujeres. El 60% de las mujeres de entre 50 y 65 años tienen una vida sexual activa pero el porcentaje podría ser mucho mayor si no fuese por un montón de mitos y perjuicios. Nos reunimos para disfrutar con las cosas más insólitas que se nos puedan ocurrir. ¿Alguna pregunta antes de seguir?" – comentó mirándonos atentamente con una sonrisa en los labios.

"Quisiera saber por qué nos aconsejaron traer tan poca ropa para dos días" – inquirió tímidamente una dama de cerca de 55 años.

"¡Excelente pregunta! Te agradezco la inquietud.¿No se lo imaginan? Porque no la van a necesitar. Les voy a pedir que se dirijan hasta sus respetivos bolsos y extraigan la bata de baño. Después retornen a las sillas y miren bien lo que voy a hacer".

Nos dirigimos hasta los bolsos, sacamos las batas y, una vez completada la operación, comenzamos a observar a Karol.

"El siguiente paso lo vamos a hacer casi a oscuras. Van a notar que sólo quedará encendido el foco ubicado sobre mi cuerpo. ¿Para qué? Para que me puedan observar mejor y sin distraerse. Me voy a desnudar totalmente. ¡No me miren así! Me voy a quedar en pelotas. ¿Entendido? – acotó con energía.

Enfocada por un potente foco y frente al espejo, Karol se despojó de toda la ropa que vestía para luego colocarla sobre una de las sillas. Inspeccionándola con detenimiento se podía advertir que su cuerpo no era nada espectacular. Pechos medianos, abdomen un poquito abultado, cola normal, vello púbico recortado y, eso sí, piernas bien formadas.

"¿Quién sigue?" – preguntó mirando al grupo. Euge fue la primera, yo la segunda, para luego ser imitadas por las restantes. Completado el primer paso, Karol nos dirigió la palabra nuevamente: "De aquí en más y hasta el domingo a la noche estarán desnudas o cubiertas con la bata de baño. ¿Comprendido?". Ignoro si, por valentía o falta de pudor, las diez permanecimos en riguroso y natural traje de Eva.

"Les voy a rogar que no se fijen en el cuerpo de sus compañeras, céntrense en el propio. Las otras no existen. Caminen frente al espejo y mírense. Obsérvense desde todos los ángulos que puedan. La que quiera puede fumar".

Le hicimos caso, nos levantamos para empezar a caminar frente al espejo observándonos el cuerpo. Sólo seis encendimos cigarrillos. La voz de Karol volvió a advertirnos: "Las otras nueve no existen, cada una está sola. No hagan trampa. Traten de verse de frente, de espalda y de perfil. No tengan miedo".

Veinte minutos de idas y venidas recorriendo la habitación, mirándonos el cuerpo atentamente. "Cuando les indique van a suspender el ejercicio, se acercan a los bolsos, se despojan de los collares, anillos y relojes que todavía tengan encima. Pueden conservar los aros. Los únicos relojes permitidos son el de Ilona y el mío. No los necesitan porque distraen la atención. Cuando llegue a la cuenta de tres hagan lo que les dije, la que quiera se pone la bata, la que no, puede continuar desnuda. Uno, dos, tres".

Interrumpimos la caminata para dirigirnos hasta los bolsos, dejamos la "ferretería" que llevamos encima y las diez nos vestimos con las batas. Sin decir palabra, Karol nos condujo hasta el comedor donde nos esperaba Ilona. Delgada tirando a flaca, vestida con guardapolvo blanco y estetoscopio colocado alrededor del cuello. Fue saludándonos una por una mientras señalaba el lugar que nos correspondía en la mesa.

"Hola chicas, soy Ilona. Antes de irnos a dormir, las voy a revisar una por una. Nada del otro mundo, presión arterial y cosas de rutina. Todo lo que van a comer es sano, nada de fritos ni grasas. ¿Bebida? Sólo agua mineral sin gas. Durante estos dos días no vivirán para comer sino que comerán para vivir. Mucha verdura, fruta y cereales que energizan".

Se notaba que había aire acondicionado porque no percibí ni frío ni calor. La temperatura exacta para sentirse cómoda. Por suerte Euge pudo sentarse a mi lado.

"¿Qué te parece?" – interrogó ansiosa y en voz baja. "Hasta ahora todo bien. Esperá un poco, todavía es muy pronto para opinar" – respondí murmurando para que nadie más me oyese.

La cena fue bastante frugal y ligera, verduras hervidas, espárragos, ensalada de hinojo y un tomate partido al medio aderezado con aceite oliva y una pizca de sal. De postre naranja, mandarina, pera y ciruela a elección y en la cantidad que se quisiera. Casi todas rematamos tomando una tisana anti estrés y un cigarrillo.

"No importa qué hora es en este momento. Comenzando por la que está en la cabecera derecha, vayan pasando a la otra habitación donde Ilona las revisará. ¿Entendido? – explicó Karol señalando a la gordita que estaba sentada a mi izquierda.

Me tocó el turno diez minutos después. Entré, me despojé de la bata quedándome desnuda por indicación de la doctora. Me tomó la presión, auscultó los latidos de mi corazón, y me hizo un tacto vaginal muy decoroso y suave. "Todo dentro de los parámetros normales. Además y para tu tranquilidad, los análisis dieron bien lo mismo que los de las demás" – me dijo con una sonrisa.

"Te voy a hacer unas preguntitas más y te vas para la pieza. ¿Menstruás con regularidad?". "Soy menopáusica". "¿Bebés alcohol con regularidad?" "Sólo en fiestas, reuniones y un vasito de vino durante la cena. Uno que otro whisky cuando me reúno en casa con amigos o amigas". "¿Estado civil?" "Soltera, en pareja informal con cama afuera". "¿Actividad sexual?" "Cuando se presenta la ocasión, si puedo lo hago de dos a tres veces por semana".

Anotó todo diligentemente y después me miró con ojos que demostraban seguridad. "Cuando llegues a la habitación sacá del bolso los cosméticos, los elementos de higiene personal, los cigarrillos, el encendedor y los zapatos de taco alto. Ponelos dentro de la bolsita blanca que tiene tu nombre que vas a encontrar junto a la mesa de noche. No abras el paquete que contiene en el interior. Andá al baño, hacé tus necesidades y lavate los dientes. ¿Si?"

No necesité más aclaraciones así que me dirigí hacia la habitación. Entraban perfectamente diez camas con sus respectivas mesitas de noche. Los lechos eran de una plaza, cubiertos sólo con sábanas blancas. Tanteé la bolsa blanca con las dos manos tratando de descubrir cual era su contenido pero no logré identificar los misteriosos objetos tan celosamente guardados. A medida que llegaban, mis compañeras hicieron lo mismo que había hecho yo: todas, sin excepción, trataban de identificar infructuosamente lo que había dentro de la bolsa. La sorpresiva llegada de la psicóloga interrumpió la investigación.

"Antes de dormir, les voy a hacer una pregunta que tratarán de contestar con sinceridad. En el cajón de la mesita de noche tienen papel y lápiz para que escriban la respuesta que van a darme. Es importante que lo guarden para leerlo el domingo antes de retirarse" – aclaró con aire doctoral.

Buscamos apresuradamente el papel y el lápiz para luego sentarnos en el borde de la cama esperando la pregunta.

"¿Qué es el orgasmo para cada una de ustedes? Piénsenlo unos segundos y contesten. Cuando estés en condiciones de responderme, empezá vos" – dijo señalando a la gordita.

"Diría que es como una sensación de urgencia, un impulso irresistible".

"Para mi es algo fantástico, un éxtasis insoportable".

"Una impresión emocional de bienestar, de afecto, de intimidad".

"Mi sensibilidad general se incrementa. Descubro una parte de mi ser que habitualmente no advierto".

"Siento felicidad, energía, estremecimientos, como si estuviese flotando en crema batida".

"Me pongo hipersensible...me sube la presión sanguínea, me siento en el cielo".

"Es una sensación de libertad y de poder tanto en los genitales como en el vientre. Noto el cuerpo sin inhibiciones, fuerte".

"Me arde el cuerpo de la cabeza hasta los pies".

"Es una tremenda excitación que me hace perder el control del cuerpo. Tengo deseos y necesidades jamás pensadas en mi estado normal".

"Pierdo el control, hago y digo cosas impulsivamente. Me siento nerviosa y débil. Es una sensación que no puedo describir porque supera a todas las otras".

Cuando la última del grupo terminó de escribir su respuesta, Karol se puso de pié y nos miró con una sonrisa burlona.

"No se si habrán advertido que, cada una individualmente, puede tener razón o estar equivocada. Expresaron lo que sentían. Orgasmo es una palabra que proviene del griego "orgao", hervir de ardor. Eso fue lo que quiso decir cada una a su manera. Es una descarga de la tensión muscular en una serie de contracciones. No es lo mismo para el hombre que para la mujer, porque difiere de un sexo a otro y de una experiencia a otra. Hasta entre las mujeres es distinta la sensación de una a otra. Es un hecho muy complejo en el que intervienen factores que van desde lo meramente fisiológico hasta lo psicológico, pasando por lo endocrino y varios más. Todo esto sucede en apenas unos segundos. Como bien saben, lo acompañan movimientos casi automáticos de todas las partes del cuerpo, especialmente la pelvis y los genitales. En el caso de la mujer, la vagina y el útero. Por otra parte, quiero aclararles que las mujeres somos potencialmente multiorgásmicas, tenemos capacidad de experimentar varios orgasmos sucesivos. Eso no quiere decir que todas lo seamos. En definitiva, sus respuestas acaban de definir diez maneras diferentes de "hervir de ardor". Mañana vamos a tratar que aprendan a buscar y a encontrar ése ardor del que tanto hablaron. También veremos cómo se lo pueden dar al hombre que las acompaña. Si todavía tienen ganas de pensar, medítenlo unos minutos".

Mantuvimos un corto silencio para luego estallar en ruidosas carcajadas. En el fondo, lo que había dicho Karol era verdad. Diez opiniones distintas sobre el mismo objeto. Unas veíamos el perro desde arriba, otras desde atrás, de frente, del costado derecho o del izquierdo, pero siempre era el mismo perro.

Estaba tan compenetrada con mis pensamientos que no advertí la entrada de una mujer muy elegantemente vestida que parándose en el centro de la habitación, se presentó.

"¡Hola chicas! Soy Deborah, cosmetóloga. Queremos que antes de irse a dormir escuchen algunos consejitos sobre la mejor manera de maquillarse. En este tema la regla de oro es "menos es más" o sea, no abusar del maquillaje. Lo fundamental es tener la piel bien cuidad y recurrir a las limpiezas de cutis. Cuídense de las ojeras porque, a medida que pasan los años se acrecientan. Si son muy violetas, recurran a los tonos beige con tinte violeta. Si es rojiza, apliquen un poco de verde. Los correctores tienen que ser lo más humectantes posibles. La zona de los ojos es la que más delata la edad.. No los recarguen con make up. Nunca hay que delinear porque eso juega en contra de todo efecto de rejuvenecimiento. Apliquen sombra en crema color piel porque le dá más vida al párpado, aportando luz. Por último, arqueen las pestañas y coloquen rimel para despejar y abrir la mirada. ¡Cuidado con la nariz! Apliquen un lápiz beige con tinte amarillo en los laterales, dos o tres tonos más claros al color de la piel para borrar la sensación de profundidad de las arrugas. Si los costados son anchos, oscurézcanlos con corrector y después aclaren de forma recta la zona del tabique. Para los labios, lo mejor es colocarles gel antes de maquillarlos y también en los contornos para disimular las arruguitas. La idea es que logren una boca suave y elegante. Lo mejor es que se pongan el labial con los dedos. Usen colores juveniles como rosa suave, marfil o durazno. Nada fuerte y oscuro. Otra cosa más, recuerden que después de los 30 la piel y el músculo del cuello pierden elasticidad y la grasa se acumula debajo del mentón. Es la odiosa papada. Vean a un especialista para que les recomiende algún suero reafirmante para el cuello. Para complementar usen bases levemente satinadas desde los pómulos hasta la frente para iluminar y poner en primer plano la zona, dejando en segundo la parte inferior. Les dejo un folleto para que lo estudien y mañana no tengan problemas".

"En este momento son exactamente las 23:30, las que quieran pueden fumarse el último cigarrillo del día viernes, leer el folleto que les entregó Deborah, ir al baño, arreglar la cama o lo que más deseen. A la hora 0 en punto apagamos las luces. Mañana, diana a las 7. Que sueñen con los angelitos" – auguró la psicóloga.

El ambiente era bastante cálido así que decidí dormir sin ropa. Me tapé con la sábana de arriba, apoyé la cabeza en la almohada y me quedé profundamente dormida. No tuve ni fuerzas ni ganas de meditar sobre el orgasmo. Continúo pensando que es algo que se siente pero que no puede explicarse con palabras. Siempre se queda algo en el tintero.

Una voz penetrante y sonora me perforó los tímpanos hasta despertarme completamente. ¿Ya las 7? No puede ser, si parece que hace segundos que me quedé dormida.

"Señoras y señoritas, es hora de levantarse. Desperécense, vayan al baño a hacer sus necesidades matutinas, báñense, maquíllense bien, póngase los zapatos de taco alto y prepárense para desayunar. Tenemos un día bien movidito así que a no perder el tiempo. No olviden traer la bolsita blanca" – bramó Karol enérgicamente.

Con la modorra que no se me despegaba del cuerpo cumplí al pié de la letra todas las instrucciones. Envuelta en la bata de baño, me senté en la cama para empezar a maquillarme de acuerdo a lo que decía el folleto. "¿Para qué? ¿Con qué objeto? ¿Quién nos va a mirar? ¿Y para qué los tacos altos?" - Comenté rápidamente con Euge mientras guardaba los cosméticos en su estuche. No me contestó porque todavía estaba medio dormida.

El desayuno fue tan frugal como la cena de la noche anterior. Yogurt natural mezclado con cereales varios, trozos de nuez, banana desecada y almendras picadas, un trozo de pan integral, jugo de naranja y agua mineral. ¡Cómo extrañaba mi cotidiano café con leche con medialunas!

"Tienen diez minutos de descanso. Cuando suene el timbre se dirigen al salón de estudios y me esperan. ¿Comprendido?" – gritó Karol para que todas la oyésemos.

Ni bien sonó el bendito timbre, nos dirigimos hacia el salón de referencia como manada de obedientes ovejas. La psicóloga no tardó en llegar para pararse frente al grupo.

"Amigas, dejen las batas sobre las sillas, caminen lentamente frente al espejo observando su cuerpo y después se sientan sobre las colchonetas. Recomiendo que acerquen dos o tres almohadones porque los van a necesitar" – sugirió amablemente.

Sospecho que nueve de las diez todavía sufríamos los efectos de la modorra. Sin embargo, cumplimos puntualmente con la pasada frente al espejo.

"Antes de que a alguna se le ocurra preguntar, les aclaro que les sugerí maquillarse porque tienen que estar presentables para ustedes mismas. Los tacos altos son para que noten cómo se les resaltan las piernas. Si no están lindas, nunca se van a querer. ¡Tienen que verse y sentirse hermosas! Hecha la aclaración les recuerdo que anoche, antes de dormir, podría decirse que estuvimos filosofando sobre el orgasmo. Hoy vamos a comenzar con algo de teoría para después pasar a la práctica. Les voy a mostrar unas ilustraciones para que puedan recapitular algunos conceptos que van a serles útiles en el siguiente ejercicio" – explicó Karol descubriendo una gran lámina con una ilustración de los órganos sexuales femeninos al mismo tiempo que tomaba un puntero con su mano derecha.

"Este es el monte de Venus. En algunas mujeres depilárselo les aumenta la sensibilidad pero otras prefieren el vello. Esto que les estoy señalando son los labios externos. Aquí tenemos los labios internos, dos pliegues ubicados dentro de los labios externos que rodean al clítoris y la abertura vaginal. Al unirse por forman el capuchón del clítoris. Este es el clítoris, órgano cuya única función es proporcionar placer. Está compuesto por un tejido eréctil que se llena de sangre al excitarse y aumenta de tamaño. Aquí está la vagina, conducto cilíndrico que se extiende desde la vulva hasta el cuello del útero, con paredes formadas por músculos y cubiertas por mucosa, lo que la hace muy elástica y apta para la lubricación. Noten que todos pueden ser excitados si se sabe hacerlo. Hechas estas aclaraciones previas pasemos al autoerotismo, algo muy importante desde el punto de vista de la salud sexual. No creo que haga falta que les explique qué es la masturbación porque supongo que lo saben muy bien. Quiero advertirles que, para abreviar, cuando diga la zona me estaré refiriendo a la zona clitórico vulvar. ¿Alguna pregunta?" – dijo mirándonos con atención. Como permanecimos silenciosas, retomó la palabra.

"Desde el punto de vista de la salud sexual, no solo no es negativa ni patológica, sino que es una fuente de autoconocimiento y de descubrimiento de posibilidades eróticas que enriquecen la vida sexual. Por si no lo saben, se puede realizar mediante una gran variedad de estimulaciones. Con la mano, los dedos, presionando y penetrándose, frotándose contra algo blando; apretando los muslos rítmicamente; masajeándose con un chorro de agua; con o sin penetración vaginal. Colocadas boca arriba; boca abajo, en cuclillas, de costado o de pié. Algunas lo hacen combinado diversas formas y posiciones. Si descubren el lugar y la posición adecuadas seguro que logran su objetivo: obtener placer. Ahora vamos a utilizar el mismo método de ayer para el tema del orgasmo. Piensen unos segundos y cada una va a contarnos cómo se masturba, si es que lo hace. Si no es así, nadie le pedirá explicaciones. Pueden usar todas las palabras que se les ocurran, las que más les gusten y con las que mejor puedan explicarnos lo que hacen. No se priven de ninguna, no tengan miedo de decir concha, cajeta, raja, culo, orto, ojete, marroncito, tetas, lolas, gomas, pija, poronga, verga, paja, leche, lechazo y cosas por el estilo. Somos grandes y no nos vamos a poner coloradas de vergüenza. Empezá cuando estés lista" – apuntó Karol señalando a la gordita de siempre.

"Trato de hacerlo acostada boca arriba. En primer lugar, necesito fantasear para alcanzar mentalmente mi estado de excitación. Es muy importante que esté sola. Me estimulo con las yemas de los dedos, pero es mejor empezar con golpecitos leves o frotaciones ligeras sobre la zona. A medida que aumenta la excitación, empiezo a acariciarme el clítoris por arriba, y llego al clímax con un movimiento circular rápido y espasmódico sobre el capuchón. Por lo general tengo las piernas separadas y, a veces, me estimulo tocándome los pezones con la otra mano".

"¡Uf! ¡Qué pregunta! Habitualmente, me acuesto boca arriba y con las piernas abiertas. Uso una mano, juntando dos dedos, frotando hacia arriba y hacia abajo, con caricias cortas y rápidas justo encima del clítoris. Cuando siento que está por llegar el clímax, las piernas tienden a separárseme más y la pelvis se inclina un poco hacia arriba. No me muevo demasiado."

"Yo también prefiero la posición acostada boca arriba. A veces, uso los dedos sobre el clítoris o uno adentro de la vagina y el otro en el ano. Normalmente, utilizo dos vibradores de distinto tamaño. El chico para el ano y el grande para la vagina. Con una mano me acaricio el clítoris y con la otra sostengo en posición los dos vibradores. Las piernas las mantengo separadas".

"Me acuesto boca abajo sobre el estómago, con las piernas ligeramente separadas. Con los nudillos de la mano derecha presiono directamente sobre el monte de Venus, después pongo la izquierda encima para incrementar la presión. Un movimiento moderadamente rápido de avance y retroceso me dá la fricción necesaria sobre el clítoris".

"Me pongo boca abajo, coloco el vibrador sobre el clítoris, los labios menores y la entrada de la vagina y, a veces, me introduzco una vela. Con las piernas juntas es más fácil, sobre todo con los tobillos cruzados. No siempre, pero me toco los pezones y el estomago".

"Boca arriba, uso el dedo índice de la mano derecha presionando circularmente la zona cercana al clítoris. Empiezo a moverme cuando estoy a punto de llegar".

"El que más me gusta es el "rapidito especial de un minuto". Lo hago con un vibrador, parada y en puntas de pié. Me pongo frente al espejo, dejo que la bombacha caiga hasta la altura de las rodillas y me levanto la ropa que cubre la parte superior del cuerpo para verme las tetas. Apoyo la punta del vibrador en el clítoris para después írmelo introduciendo lentamente en la vagina, dejando la parte principal hacia afuera para que parezca una pija. Cuando me veo reflejada en el espejo me excito tanto que termino en menos de un minuto".

"Agarro una silla, apoyo una almohada contra el respaldo, le coloco una remera encima para simular que es una persona y dejo que la imaginación vuele. Después me ubico sobre la silla con las piernas bien abiertas mientras acaricio los pechos con la remera, muevo las caderas, rozando el clítoris y todo lo que tengo entre las piernas contra la silla. Sigo moviéndome y rozándome contra la silla, imaginándome que tengo un hombre adelante, al que lo estoy haciendo disfrutar como las bailarinas desnudistas de los clubes nocturnos. A veces me ayudo con las manos. ¡Logro unos orgasmos bestiales!"

"Me coloco sobre un sillón con brazos prominentes y bajos, me froto primero sobre uno y después sobre el otro. Subo y bajo hasta terminar. También lo hago con el cepillo de dientes eléctrico. Lo introduzco dentro uno de los dedos de un guante de látex, lubrico el clítoris y con la mano izquierda separo los labios para ponerlo al descubierto. Es cuestión de dejarlo apoyado hasta terminar ".

"Lo que más me gusta es planearla con anticipación porque llego a esperarla con ansiedad. No soy ni rebuscada ni exótica, diría que hasta algo conservadora. Por lo general, uso el dedo medio de la mano derecha. Me excito con sólo pensar en que me voy a masturbar. A veces, uso una goma de borrar para masajearme el clítoris".

Karol nos observó con atención antes de dirigirnos nuevamente la palabra. "Muy bien. Ahora sabemos cómo lo hacen. Nada de lo que contaron está mal. A continuación van a tratar de usar el método que les voy a indicar. Uniformemos la práctica. Pónganse de pié enfrentando el espejo para que puedan observarse. No presten atención a las que están a la derecha y a la izquierda Concéntrense en lo que hacen. Las otras no existen. Giman, griten, aúllen y digan todas las obscenidades y cosas puercas que se les ocurran. ¿Entendieron? – acotó la sexóloga.

Obedecimos colocándonos de pié frente al espejo, aguardando las próximas directivas de Karol.

"¡Atención! Pongan la mano derecha sobre la zona vaginal y con la izquierda se cubren el pecho derecho. Comiencen a acariciarse lentamente. Así, así. Con ayuda de la izquierda intenten elevar el pecho derecho hasta que puedan alcanzarlo con la lengua. Muy bien. A lamerlo, una, dos, tres veces. ¡Mírense en el espejo! Un poquito más. ¡Listo! ¡Paren! Diríjanse hacia los bolsos, extraigan el paquete sellado y ábranlo". – indicó Karol.

Apresuradamente y conservando todavía la excitación alcanzada con los frotamientos, abrimos los bolsones para extraer los misteriosos paquetes. Luego rompimos las bandas de seguridad que los mantenían herméticamente cerrados. No sé la cara que habrán puesto las demás, pero seguro que la mía demostró sorpresa ante la aparición de un consolador símil pene de cerca de 30 cm, otro bastante semejante pero de unos 20 cm y un dilatador anal.

"Vuelvan a sus lugares con los "regalitos". Pálpenlos, acarícienlos y, si quieren, chúpenlos. Los quiero ver bien mojados con saliva. Frótenselos por pechos y pezones. ¡Siéntanlos! Ahora hagan lo mismo con el clítoris y la vagina. Que estén bien mojados por la saliva. Acostaditas sobre la espalda y con las piernas bien abiertas pueden meterse el grande adentro. Usen las dos manos para agarrarlo, piensen que están apuñalándose la vagina. ¡Así me gusta más! Cuatro veces es suficiente. ¡Dejen volar la imaginación! Pasen al dilatador anal. Mójenlo con saliva. Usen un dedito para trabajarse la colita en forma circular. Húndanlo un poquito hacia adentro. Cuando noten que está bien dilatado, prueben introducírselo suavemente hasta que lleguen al tope. ¿Listo? Ahora prueben meterse el consolador en la vagina. ¡Quiero ver diez penetraciones dobles!"

A esta altura de los acontecimientos, el salón estaba poblado por los gemidos, aullidos y grititos de placer de diez mujeres desenfrenadas por la calentura. Al dirigir la mirada hacia el espejo advertí que desconocía mi propia cara. Ojos entre cerrados, labios inferiores de la boca mordidos con ansiedad, movimientos de balanceo con la cabeza, jadeos intermitentes y rítmicos. ¿Ésa era yo? ¡Mamita querida! ¡Soy una desenfrenada! Lo peor fue que me senté para sentir mejor la penetración del dilatador anal y, mordiéndome los labios, me estaba introduciendo ferozmente el consolador en la cachu. Una, dos, tres veces.¡Creo que llegué a tocarme los puntos G, H, I, J. K...hasta llegar a la Z! ¡El abecedario del placer! Me coloqué boca arriba y arqueé la espalda para terminar dando un espeluznante grito de placer. Estaba empezando a relajarme cuando comenzaron a oírse los gritos de las otras nueve, con Euge a la cabeza.

"¡Espectacular! ¡Muy bien! Ahora se ponen en cuclillas frente al espejo, colocan el consolador grande entre las piernas y bajan el cuerpo lentamente hasta que se les meta bien adentro de la concha. ¡Así, así! Traten de tocar el piso con los glúteos. Arriba, abajo, arriba, abajo. Ténganlo asegurado con la derecha y frótese el clítoris con la izquierda. ¡Mírense en el espejo! ¡Disfruten del espectáculo! Aumenten el ritmo de penetración. ¡Más ligerito! Adentro, afuera, adentro, afuera. Sigan masajeándose el clítoris. Dos veces más y paren" – Exhortó nuestra conductora.

¡Fue fenomenal! ¡Quedé a mil revoluciones! Muy inteligente hacernos usar zapatos de taco alto porque, por lo menos en lo que a mi respecta, me dio la inclinación optima para penetrarme sin dificultad. Después de la primera entrada sentí que me aumentaba la presión sanguínea, se me enrojeció la piel y la cara se me empezó a contraer en una mueca agónica.

"¡Perfecto! Es el grupo que más rápidamente captó la finalidad del ejercicio. Por lo menos, diez orgasmos. Huelgan las palabras. Ahora recuéstense sobre las colchonetas y descansen. Pueden fumar. Tomen algo de agua para hidratarse" – exclamó Karol emocionada.

Nos acostamos luego de beber un poco de agua pero ninguna recurrió el cigarrillo. Estábamos agotadas. Euge se acercó para comentarme que jamás se le había pasado por la cabeza un desatino como este. No contesté porque me faltaba el aliento.

"Bueno, chicas. Mientras se reponen les vamos a pasar una película en la que podrán observar a varios hombres masturbándose para que noten las diferencias existentes con ustedes" – aclaró la psicóloga.

Encendí un cigarrillo y me dispuse a ver qué hacía este conjunto de machos pajeros. Interesante a la vez que divertido. No me canso de afirmar que una de las cosas que más me gustan es observar a un tipo pajeandose. ¡La carita roja y desencajada! ¡Las manitos agarrándose frenéticamente el pito! ¡La expresión cuando largaban el lechazo! ¡Amorosos! ¡Deliciosos! La proyección duró cerca de media hora durante la cual vimos unas diez o doce pajas hechas de distinta manera. Parados y empuñando, con el pito metido dentro de un circulo formado por los dedos pulgar e índice y algunas otras variantes. Muchas no hay, que yo sepa. Lo que me sorprendió fue ver a nueve mujeres gritando ¡Ole!, ¡Uauu! Y aplaudiendo con fervor futbolero cada lechazo final. Fue un momento muy divertido. ¡Somos incorregibles!

"Habrán podido comprobar que la masturbación del hombre es eminentemente manual mientras que la nuestra es digital. Más artesanal. Como son casi las 11, apagamos las luces para quedarnos a oscuras, nos relajamos y descansamos hasta la hora del almuerzo. Inhalen por la nariz y exhalen por la boca varias veces. ¡Aprovechen porque la tarde va a ser dura!" – advirtió Ilona.

En menos de lo que canta un gallo, me quedé profundamente dormida con Euge acostada en la colchoneta de la izquierda. Creo que el resto del grupo hizo lo mismo. Sueñito corto, pero profundo.

"Nos invitaron a pasar al comedor y, a pesar de autorizarnos a ponernos las batas, las diez nos quedamos desnudas. Nunca antes había almorzado con un grupo de mujeres en pelotas. Lo que pasaba era que nos habíamos desinhibido".

"De entrada sirvieron bocadillos de verdura y como plato principal tarta de puerros y coliflor. Agua mineral para beber y de postre las mismas frutas que la noche anterior. Una tizana digestiva y cigarrillo para finalizar".

Estábamos en eso cuando Ilona tomó la palabra: "Habrán advertido que en las comidas predominan los vegetales. Algo lógico si se tiene en cuenta que la mayoría de las mujeres, después de los 30 y algunas antes, somos propensas al estreñimiento. Por otra parte, el consumo de vegetales y fibras varias permitirá que puedan disfrutar algo que muchas pasan por alto. ¿A qué me quiero referir? Al placer de defecar. Evacuar los intestinos tiene que ser algo agradable, deseado y placentero. Después me cuentan" – explicó ante nuestras desconcertadas miradas

"Volvamos al salón de prácticas para comenzar las tareas de la tarde – dijo Karol conduciéndonos con rapidez. Al llegar nos hizo ubicar formando un semicírculo.

"Sospecho que no contaron todo lo que tenían que contar cuando respondieron a mi pregunta sobre cómo se masturbaban. Me gustaría que la que todavía tenga algo guardado, lo exprese con libertad. Si no, seguimos" – solicitó con energía.

Me animé y fui la primera. "Hace unos meses decidí deshacerme de un montón de objetos que ocupaban lugar y no me servían para nada. Así fue como encontré, arrumbado dentro de una vieja caja de cartón, un manojo de plumas que tendrían cerca de 30 cm de largo, suaves y tersas. No sé por qué, pero las conservé. Días después recordé que las había puesto dentro del cajón de la mesita de noche y se me ocurrió una idea ¿y si las uso para acariciarme el cuerpo? Fui al dormitorio con esa idea fija. Desde ya les digo que estaba muy excitada. Sin apurarme mucho, relajada, me desvestí muy despacio, hasta quedar totalmente desnuda y así me recosté sobre la cama. Separé las dos plumas más largas y las coloqué a mi lado mientras que con las manos me acariciaba los pechos, recorriéndome las piernas y el vientre, tratando de evitar en la medida de lo posible todo contacto con la cachu. No tenía apuro y anhelaba disfrutar plenamente de todo mi cuerpo".

"La vagina comenzó a humedecerse pero seguí sin tocármela. Me centré en los pechos, en los pezones bien erectos que apreté y tiré hacia fuera. Deslicé la mano desde los pechos para pasar al vientre, hasta llegar al vello púbico, al clítoris, que empezaba a ponérseme duro. Me abrí los labios mayores y pasé un dedo por el medio, .deslizándolo, comprobando que estaba completamente empapada".

"Agarré una de las plumas y cerré los ojos porque quería descubrir todas las sensaciones me podían producir. Me la pasé por todo el cuerpo. Me gustó, sentí un cosquilleo delicioso. Acerqué la pluma a la entrepierna para pasármela primero por encima, haciendo círculos. Las caderas se me levantaban y se iban moviendo cada vez con más vigor".

"Con la mano libre, abrí nuevamente los labios mayores. Como tenía las piernas totalmente abiertas aproveché para pasármela por toda la vagina. Una y otra vez, acariciándola, sintiendo como me excitaba más y más mientras me frotaba el clítoris cada vez más vertiginosamente con la otra mano".

"Cambié de pluma porque la primera estaba demasiado mojada por el flujo vaginal, que no paraba de salirme de la cajeta. Repetí los movimientos con la otra pluma, me acaricié la cachu y el hormigueo me puso frenética. Las plumas me estaban produciendo un placer increíble, una sensación totalmente nueva"

"El cuerpo se me retorcía, las caderas se movían de abajo para arriba, la otra mano, casi descontrolada, continuaba masturbándome mientras la segunda pluma, empapada, rozaba el clítoris cada vez más rápido, más rápido, hasta que sentí una serie de contracciones bestiales. ¡Y terminé! Eso es todo".

"¡Bravo, bravo" fue la exclamación unánime del grupo. "¿Vieron que lo mejor es siempre lo que callan? ¿Quién sigue?" – sentenció Karol.

La que se animó fue Euge. "Mi experiencia es algo distinta pero creo que les va a servir a todas. No sé por qué pero, mientras estaba de vacaciones, se me dio por pensar cómo era mi clítoris en estado de excitación. Nunca lo había visto mientras se iba poniendo erecto. ¡Esa fue la idea que me disparó!"

"Fui directamente al baño, agarré un espejo grande y con aumento, de esos que solemos usar para vernos mejor cuando nos maquillamos, y lo puse frente a mis partes. Pude ver todo perfectamente reflejado y me excité muchísimo. Me ubiqué sentada sobre la cama con el espejo frente a las piernas abiertas y me dispuse a observar bien de cerca las reacciones del clítoris"

"Abrí bien los labios mayores, me pasé un dedo para comprobar que estaba mojada: Separando un poco hacia atrás el capuchón que lo cubría, desenmascaré esa especie de mini pene para admirarlo en toda su magnificencia. ¡No pueden imaginarse cómo me gustó lo que ví! Todavía no estaba del todo erecto pero ostentaba un hermoso color rosado. ¡Qué excitación! Pasé un dedo por encima, rozándolo una y otra vez. ¡Ahora sí que podía sentir su dureza! ¡Se puso rígido de un momento para el otro!"

"Estaba tan excitada que necesitaba meterme algo más que un dedo! Inconscientemente, agarré un cepillo para el pelo con mango redondo, lo lavé y me lo metí sin dejar de mirarme en el espejo".

"Me lo fui metiendo poco a poco y, mientras el clítoris seguía al descubierto, fui haciendo círculos con la mano que sujetaba el capuchón. ¡Con qué facilidad me entró! Mientras tanto, seguía viéndome con el clítoris a punto de reventar, excitado y ¡garchándome con el mango del cepillo! La excitación fue tan grande que terminé con un orgasmo bestial. Lo que más me gustó fue verme reflejada en el espejo durante el orgasmo, deleitándome con las contracciones y el clítoris enrojecido. ¡INCREIBLE!

¡Bravo, bravo! Fue el justo premio que recibió Euge por la original forma de masturbarse. "¿Alguna más?" – preguntó Karol.

Tomó la posta una dama muy señorona, de esas que una piensa que jamás se masturban. "Busco un pañuelo de seda que me regaló mi marido, me desnudo de la cintura para abajo, lo paso entre la piernas agarrando la punta delantera con la mano derecha y la trasera con la izquierda. Después empiezo a mover el pañuelo hacia arriba y hacia abajo para que se me meta en la concha, excitándome el "botoncito" del clítoris y el ojete. Pruébenlo y van a ver que se pueden conseguir orgasmos impresionantemente deliciosos. ¡Eso es todo!"

"¡Genia, diosa! Fueron las aclamaciones que acompañaron el corto e interesante relato.

Se animó otra de las señoronas, que por lo visto son una fuente inagotable de sorpresas. "Cada vez que voy al baño para orinar no puedo resistir la tentación de levantarme la ropa, quitarme el corpiño y tocarme las tetas una y mil veces. Ni bien me siento en el inodoro abro las piernas, me paso el dedo para después chuparlo. Cuando me quiero acordar, tengo una calentura espectacular. Si estoy en casa, me desnudo, me meto en la bañera, abro las piernas y uso el duchador manual para acariciarme el clítoris con la presión del chorro de agua. Si al terminar de bañarme todavía me dura la calentura, uso los deditos metidos bien adentro. Nada más".

"¡Muy bien Dora, muy bien¡ Ya me parecía que faltaba el método del agua a presión. Todo vale" – afirmó la psicóloga – "Descansen un rato antes de tomar el refrigerio de la tarde".

Me acerqué a Euge, prendimos un cigarrillo cada una y nos pusimos a charlar. "Lo de las plumas me pareció fantástico" – opinó mi amiga. "Y lo tuyo con el espejo toda una revelación. Voy a probarlo cuando llegue a casa" – contesté devolviéndole el cumplido.

"¿Te fijaste?" – preguntó en voz baja. "No sé de qué me estás hablando" – contesté sin ocultar mi intriga. "Sospecho que las dos últimas minas que hablaron andan en yunta, observalas y vas a ver que no me equivoco" – aseguró con convicción. No llegué a contestarle porque Karol nos convocó nuevamente para que ocupásemos nuestros lugares.

"Atención chicas. Ahora vamos a ir al comedor para tomar el refrigerio que les prometí. Es algo ligero porque antes de cenar habrá algunos ejercicios más".

Ingresamos apresuradamente en el comedor para encontrarnos con una taza de te y una rodaja de pan de centeno para cada una. ¡Qué miseria! Euge parecía medio atontada porque a cada rato se le caía la cuchara al suelo.

"¡Te lo dije, te lo dije!" – dijo en voz baja hablándome al oido. "¿Cómo?" – reaccioné distraída. "Se sentaron una frente a la otra y se están tocando las partes con las puntas de los pies" – musitó casi imperceptiblemente. "Dejá que hagan lo que se les cante" – repliqué secamente.

No sé exactamente a qué hora retornamos al salón principal. Esforzando la vista, creí ver las manecillas del reloj de Ilona marcando las 18 , pero no estaba demasiado segura. El último ejercicio del día consistió en usar simultáneamente ambos consoladores. La excitación hizo que me zafara como la vez anterior. La luz tenue, el calorcito, el aroma a mujeres calientes inundando el ambiente y la tersura de los consoladores me excitaron hasta el paroxismo. Creo haber terminado, por lo menos, cuatro veces. La última con un chorro de pis que no pude contener de ningún modo. ¡No quiero mencionar los gritos que pegué! Las otras no se quedaron atrás. ¡Qué coro de gemidos y de aullidos de placer! También advertí algo que abonaba las sospechas de Euge. Las dos señoronas paquetas estaban tomadas de la mano mientras se metían los consoladores, mirándose a los ojos, mordiéndose la lengua, relamiéndose la una para la otra.

"¡Fantástico! Pueden terminar. Dúchense y prepárense para cenar. No se olviden del maquillaje " – recomendó Karol.

Me introduje en la misma ducha que Euge para poder chismear un poco. "Creo que tenés razón. Entre esas dos minas hay algo" – comenté balbuceando. "¡Te lo dije, te lo dije! No podía estar tan equivocada" – respondió con ínfulas triunfales.

La cena tuvo su pequeña variante. De entrada, cous cous con ensalada de zanahoria rallada, como plato principal tres zapallitos rellenos con arroz y de postre la misma fruta de siempre. Tisana anti estrés y cigarrillo para finalizar. Por supuesto, Euge arrojó los cubiertos al piso por lo menos cuatro veces. Cuando se incorporaba me guiñaba un ojo. Parece que las señoronas seguían con su jueguito.

"Si quieren, pueden ver un poco de tele, tomar otra tisana y fumarse unos cigarrillos. A las 22:30, todas a la cama" – explicó Ilona.

Nos pusimos a conversar con varias de nuestras compañeras. Parecía que todas estaban satisfechas con el taller. Varias me preguntaron dónde había conseguido las plumas. La verdad, no me acordaba. A las 22:15 prácticamente nos arrearon hacia el dormitorio. Nos higienizamos la boca y nos acostamos. Qué cosa tan particular, estábamos todas desnudas.

Karol e Ilona entraron a la habitación portando un grabador. "Antes de dormirse queremos que oigan el sonido grabado durante las sesiones de masturbación del día de hoy" – advirtió la psicóloga activando el audio.

Fue algo de lo más divertido hasta el momento en que creí identificar mi voz diciendo desaforadamente "¡LA CONCHA DE LA LORA, LA VACA Y LA GALLINA, ME VOY, ME VOY! ¡Qué vergüenza! Las carcajadas de mis compañeras acompañaron mi pavura.

"Basta de risa y a dormir que mañana tenemos mucho por hacer" – ordenó Karol apagando las luces. Sólo se notaba la tenue claridad proveniente del baño. A pesar de estar rendida, no pude conciliar el sueño de inmediato. Presumo que habría transcurrido menos de una hora cuando advertí que las dos señoronas se juntaban en una misma cama sin ninguna clase de pudor. Estiré mi pierna derecha para alcanzar el cuerpo de Euge tocándola suavemente. Respondió haciendo un leve gesto con la mano izquierda.

No se podía ver con nitidez lo que hacían pero era obvio que se estaban acariciando y besando con ardor. Con sigilo y rapidez se pusieron en 69 para quedarse así por largo tiempo. Sólo se escuchaba su respiración agitada y alguno que otro gemido reprimido. Cambiaron varias veces de posición antes de que el sueño me venciera. Ignoro qué sucedió después porque Morfeo me acogió en su brazos hasta las 7 de la mañana del domingo.

A las 7 en punto nos despertó la estridente voz de Karol repitiendo las indicaciones del día anterior. A pesar del trajín sexual del sábado, reaccionamos bastante rápido para desayunar. Inmediatamente nos condujeron al salón principal.

"Espero que hayan podido descasar bien porque hoy, como les anticipé, quedan muchas cosas por hacer" – advirtió la psicóloga.

Como autómatas, dejamos las batas sobre las sillas para luego ubicarnos sentadas sobre las colchonetas en espera de las sorpresas que nos aguardaban.

"Vamos a comenzar haciendo un breve repaso de las zonas erógenas masculinas porque no sería nada raro que algunas todavía no las conozcan. Orejas, cabellera y labios son tres puntos que tienen que saber trabajar para hacerle levantar presión al hombre de turno. Las orejas tienen muchas terminaciones nerviosas razón por la cual son ultrasensibles a los toques. Usen los dedos para masajeárselas lenta y firmemente. Aprieten los lóbulos, explórenlas con los labios y la lengua, muerdan levemente. No sean tímidas, incluyan ruiditos sugestivos como el aliento y los gemidos porque excitan a la mayoría de los hombres. La cabellera también es bastante sensible. A muchos les encanta que se la masajeen. Las que tengan las uñas largas tengan mucho cuidado de no rasguñarlos. Los labios son extraordinariamente erógenos y sensibles. Es muy raro que un hombre no disfrute el beso, por lo general se comienzan a excitar ni bien toman contacto con sus labios. El cuello es un magnífico lugar para excitarlos. Pero contrólense y tengan cuidado con las mordeduras porque dejan marcas delatoras. Tengan siempre la boca húmeda pero sin babearse. Mordisqueen suavemente y sin lastimar. Presten atención al pecho del hombre, especialmente a las tetillas porque son super sensibles. Besen, laman, mordisqueen y pellízquenlas con suavidad. Empiecen lentamente para luego ir intensificando paulatinamente la presión. ¿Alguna pregunta?" – exclamó Karol interrumpiendo su discurso.

Parecía todo tan obvio que permanecimos calladas. Noté que dos o tres estaban tocándose los pezones y las imité porque también estaba algo excitada.

"Ahora viene lo lindo. ¡El pito! Ya saben que los genitales masculinos constituyen el área que responde al más leve de los toques- El pito es tremendamente sensible en toda su extensión pero la punta es el de mayor sensibilidad por las terminaciones nerviosas. Precisamente por esa razón es que resulta más fácil excitarlo si saben trabajarla y manejarla suavemente. No hace falta que les explique por qué las bolitas son una de las partes más sensibles y frágiles del hombre. Si se las presionan demasiado les duelen tremendamente. Acaricien, toquen, besen, laman y chupen pero con cuidado y delicadeza porque es algo muy erótico y excitante para ellos. Toquen, besen, laman, o mordisquéenle los muslos. No se olviden del perineo. Para las que no lo sepan, es la zona que está entre las bolitas y el ojete. También altamente sensible por las terminaciones nerviosas. Aconsejo que masajeen usando aceite o lubricante artificial. Acaricien y masajéenle ampliamente las nalgas y el ojete, sobretodo el segundo porque, generalmente, le producirán una gran sensación de placer. ¿Saben para qué sirve el perineo? Para segregar serotonina, que es la sustancia que envía la señal al cerebro para darnos la sensación de placer. Es decir que sirve para que nos demos el gustito. ¿Alguna pregunta?" – dijo Karol nuevamente:

La más flaca de las dos señoronas levantó la mano para hacer una consulta sobre el tema.

"¿Es verdad que cuando masturbamos a un hombre o se la chapamos, también les gusta que le metamos un dedo por el ojete? No sé si es lo correcto o no, o si simplemente depende de la persona, intenté hacérselo varias veces a mi marido pero no me dejó, pero hablé con amigas que me aseguraron que ahí está el punto "G" masculino".

Después de calmar los cuchicheos burlones de varias de las presentes, la psicóloga se dispuso a responder.

"No se rían porque no es un chiste. La pregunta es muy interesante. Efectivamente, dicen que el punto G masculino se encuentra en el conducto del ojete, más precisamente en la próstata, y les puedo asegurar que a muchos les produce un inmenso placer que le estimulen esa zonita. Por otra parte, tengan en cuenta que existen muchísimos prejuicios por parte de muchos hombres con respecto a dejarse meter el dedito. Tienen temor a que piensen que son homosexuales, pero no es así. Si tu marido no se deja, no lo hagas. Conversalo, pero no lo obligues porque es contraproducente. ¿Te quedó claro?" – respondió Karol.

La señorona más flaca quedó conforme con la explicación. Las restantes seguíamos acariciándonos disimiladamente los pechos.

"Observo que están bastante desinhibidas, lo que es bueno y demuestra que les gusta disfrutarse. Háganlo con la más absoluta libertad. El siguiente paso es bastante importante porque tiene que ver con el arte de pajear a un hombre. Si muchas mujeres casadas vieran películas porno, seguro que aprenderían mucho y tendríamos menos divorcios, separaciones y metidas de cuernos. Lamentablemente, no hay en el mercado suficiente material pornográfico dirigido a las mujeres. Vamos a proyectar una película que contiene escenas tomadas de videos XXX que consideramos bastante instructivas. Miren atentamente y aprendan cómo lo hacen las expertas" – acotó la psicóloga.

"Tengo que reconocer que supieron elegirlas bien. ¡Una completa y verdadera enciclopedia visual de la masturbación y la mamada! Había de todo un poco pero es muy largo para contarlo. Al finalizar la proyección Karol hizo algunos comentarios".

"Habrán notado que el accionar de estas mujeres estuvo dirigido hacia una meta bien definida: provocar placer en el hombre. A lo mejor sin saberlo, estimularon el lugar adecuado hasta lograr el resultado esperado dejando de lado muchos prejuicios culturales. Prolongaron el placer del macho al retardarle la eyaculación. A la mayoría de nosotras nos encanta tener una verga en la boca para chuparla, lamerla y jugar un poco con ella. Pero jamás lo vamos a admitir públicamente. ¡Hasta no pasamos la vida fantaseando con que tenemos dos a nuestra entera disposición! Pero también tenemos miedo cuando se nos presenta la oportunidad de realizar esa fantasía. Esto no quiere decir que están obligadas a salir corriendo para conseguir dos machos que les presten sus miembros viriles. Nadie se los impide, pero no es lo que pretendemos. Cada vez que tengan la oportunidad de disponer de una verga para ustedes solas, recuerden que es un "juguete" delicado que no debe ser maltratado. Bajen la pielcita que cubre la cabeza con suavidad, pásenle la lengua bien mojada de saliva por toda su extensión, chúpenla enérgica pero decididamente. Mírenlo siempre a los ojos mientras lo hacen para que él note que les gusta lo que hacen. ¡Nunca pongan cara de asco! Recuerden que ellos se suelen excitar con solo mirar. ¿Nunca se dieron cuenta cómo se les para ni bien las ven en ropa interior? No en vano hace tiempo que los sexólogos vienen repitiendo hasta el cansancio que el cerebro es el órgano sexual más importante. De ahí nace el placer, es de donde surge también toda la posibilidad de control y de tener una relación afectuosa y satisfactoria. Tómense todo el tiempo que quieran, no se apresuren. Les puedo asegurar sin temor a equivocarme que no existe una técnica específica. Por mi parte, les confieso que disfruto haciéndole una buena mamada a mi hombre y creo que a él también le gusta bastante. Me encanta metérmela en la boca, juguetearla con la lengua, recorrerla enterita con los labios bien humedecidos, metérmela bien hasta el fondo y chupar y chupar, succionar, buscar su mirada y ver cómo disfruta, ver que le gusta y se excita, lamerle los huevos y subir con la lengua hasta la punta de la cabeza del pito, pasarle muy suavemente la lengua en el agujerito del medio y volver a metérmela en la boca, sacarla y meterla una y otra vez. Mezclar mi saliva con su jugo seminal para después escupírselo en el pito. Empuñársela y movérsela igual que hace él cuando se pajea, pero algo más despacito si quiero que la cosa se prolongue un poco más. A veces también le lamo el ojete, se lo mojo con saliva y le meto el dedito muy suavemente. En lo que respecta al destino final de la eyaculación o, para ser más gráfica, el lechazo, lo dejo librado al gusto personal de cada una. A mi me gusta saborear el semen y tragármelo. Al fin y al cabo, son proteínas. ¡Jamás se les ocurra escupirlo delante de ellos! Es preferible que no dejen que les eyacule en la boca, diríjanle disimuladamente el pito hacia otro lugar del cuerpo y que termine ahí. ¿Saben una cosa? A la mayoría les fascina poder ver como se les derrama la leche sobre el cuerpo de la mujer, especialmente en las gomas. Pueden rematar todo con una limpieza lingual de pene. ¡No me miren así! Le lamen el pito hasta que no quede una sola gota de leche. A lo mejor tienen suerte, se le para de nuevo y tienen oportunidad de disfrutar de un segundo round. Bueno, sin proponérmelo, acabo de relatarles cual es mi técnica personal para hacerle la paja a mi hombre. Como de costumbre. ¿Alguna pregunta?"

"¡Bravo! ¡Diosa! ¡Genia! ¡Maestra! Aclamamos aplaudiendo todas las presentes. ¡Qué gráfica! ¡Qué didáctica! Karol sabía lo que hacía y decía. Nos tenía metidas en un puño".

"¡Gracias chicas, gracias! Ya es hora de almorzar así que prepárense para recobrar fuerzas" – contestó la psicóloga emocionada.

"Tengo que confesar que el almuerzo no difirió de las anteriores comidas. Nutritivo pero nada del otro mundo. Al finalizar tuvimos media hora de recreo antes de retornar al salón de estudios.

Al entrar nos encontramos a la psicóloga conversando con Ilona y Deborah. Nos ubicamos en nuestros respectivos lugares aguardando el comienzo de la siguiente etapa.

"Quiero advertirles que vamos a alterar un poco lo que teníamos planeado porque notamos algo muy interesante que deseamos que disfruten todas. ¿Caro podés ponerte en cuclillas frente al espejo y que alguien de tu elección te coloque el consolador grande entre las piernas? Hacé lo mismo que te provocó la frase tan festejada por tus compañeras pero ayudada" – sugirió Karol.

Aún sin pedírselo, Euge se acercó para secundarme. Lenta y pausadamente me puse en cuclillas, mi amiga ubicó el consolador entre mis piernas, bajé el cuerpo hasta sentir que lo tenía en posición de penetración tratando que los glúteos tocaran el piso y prácticamente me senté sobre él para que se me metiera en la cachu. Subí y bajé para asegurarme que entraba sin dificultad mientras Euge lo aseguraba firmemente. Arriba, abajo, arriba, abajo. Busqué el clítoris con la mano derecha y empecé a frotármelo mientras apoyaba la izquierda en el piso para mantener el equilibrio. Aumenté el ritmo de penetración. Adentro, afuera, adentro, afuera. Euge se mojó los dedos de la mano izquierda con saliva y me acarició el ojete. Adentro, afuera, adentro afuera. Los tacos altos me daban una inclinación formidable. Adentro, afuera, adentro, afuera y a continuación, mi grito desaforado preferido: ¡LA CONCHA DE LA LORA, LA VACA Y LA GALLINA, ME VOY, ME VOY, ME VOY!"

Inmediatamente caí al suelo rendida por el esfuerzo. Euge me besó en las mejillas a modo de premio. La psicóloga calmó el jolgorio y las expresiones de alegría de mis compañeras indicándoles que imitaran lo hecho por nosotras. Obedecieron sin chistar poniendo prestamente manos a la obra. Como era de imaginar, las señoronas hicieron pareja para el ejercicio.

Me repuse rápidamente para ayudarla a Euge, que ya estaba esperándome en cuclillas. Afirmé el consolador con ambas manos mientras ella descendía con sumo cuidado. Le advertí que siguiera mis indicaciones en la medida de lo posible para que pudiese gozarla más intensamente. Asintió con un leve movimiento de cabeza.. Cuando la punta estuvo a la altura de sus labios mayores, coloqué mi mano derecha sobre su cóccix para administrarle mejor el ritmo de la penetración. Abajo, arriba, abajo, arriba, abajo. Descanso Afuera, adentro, afuera, adentro. Descanso.

"Bajen el cuerpo lentamente hasta que se les meta bien adentro de la concha. ¡Así, así! Toquen el piso con los glúteos. Arriba, abajo, arriba, abajo. ¡Frótense el clítoris y mírense en el espejo! ¡Disfruten, disfruten! Aumenten el ritmo de penetración. ¡Más ligerito! Adentro, afuera, adentro, afuera" – exhortó Karol.

"¡Euge, aspirá por la nariz cuando sale y exhalá por la boca cuando sientas que entra!" – aconsejé con aires de erudita. Afuera, adentro, afuera, adentro. Mirando el espejo advertí que estaba a punto de terminar porque era evidente que le estaba aumentando la presión sanguínea, se le enrojecía la piel y la cara se le contraía. Le bastaron dos minutos más para terminar satisfactoriamente.

"Cambien, cambien de lugar. Que las asistentes se preparen para hacer el ejercicio" – ordenó Ilona observándonos con satisfacción. Euge, transpirada por el esfuerzo, me miró con los ojos inyectados en sangre para hacerme un pedido muy especial: "¡Caro te suplico que me dejes hacerlo otra vez pero por el culo".. Se dio cuenta que la complacería al notar que estaba lubricado el consolador con rapidez inusitada. Mientras tanto, Karol observaba atentamente nuestros movimientos sin emitir palabra.

Euge se puso de pié para estirar las piernas e inmediatamente retornó a la posición de cuclillas. Le lubriqué el ojete introduciéndole el dedo medio de la mano derecha, afirmé el consolador contra el piso y aguardé a que estuviese dispuesta a recibirlo. Al fin se decidió y empezó a bajar el cuerpo en busca de la penetración anal. Fui introduciéndoselo lentamente hasta que noté que la incursión era un éxito. Afuera, adentro, afuera, adentro, siempre siguiendo el ritmo que le marcaba, aspirando y exhalando, aspirando y exhalando. Tenía los ojos cerrados y se mordía los labios. Adentro, afuera, adentro, afuera. De pronto y para sorpresa de todas las asistentes, Euge lanzó un grito desgarrador indicando que estaba resistiendo la entrada de más de 20 cm de goma dentro del ojete. Dos toquecitos suaves más y abandonó para quedar tendida sobre la colchoneta.

"¡Muy bien, Eugenia, muy bien! Te liberaste totalmente. ¡Te felicito!" – exclamó Karol besándola en la frente. "Terminen y descansen un poco antes de continuar" – interrumpió Ilona.

Transpiradas y rendidas, nos acostamos sobre las colchonetas para recobrar el aliento. Las dos señoronas se estaban acariciando los pechos sin importarles nuestra presencia.

"Ahora vamos a hacer algo bastante más descansado pero no menos importante en las lides sexuales. Hablemos de la vestimenta" – exclamó Deborah tratando de atraer nuestra atención. "La experiencia indica que la mujer después de pasar los cuarenta se empeña en vestir a contramano de su edad. En lugar de embellecerse, se arruinan. ¿Por qué se visten como pendejas si son maduritas? Se tiñen el cabello de colorado, se lo cortan recorto cuando tienen narices prominentes, se hacen trenzas ridículas. ¡Un espanto! Como bien les dijo Karol, tienen que mirarse más al espejo y prestarse atención. ¡Por qué se ponen tangas si tienen unos rollos impresionantes! Es preferible que elijan algo más sobrio pero que las muestre mejor. En el mercado hay excelentes calzones de encaje, cultotes con volados de tul y portaligas, bombachas tipo faja que las harían ver de lo más sensuales. Un semi corsé de raso les quedaría divino. Los soutiens con aro escondido y los corpiños armados son ideales para disimular un poco la caída de las gomas. Hace unos días vi a una mujer de más de cincuenta vistiendo unos leggins a rayas decididamente ridículos. Mejor dicho, que le quedaban ridículos. Por más que esté de moda, eviten la ropa con rayas horizontales si son gruesitas. Para no prolongar demasiado estos consejos, antes de irse les vamos a entregar un folletito con sugerencias para vestir sensualmente pero de acuerdo a la edad que tienen. Nuestro consejo es que no imiten el vestir de sus hijas y nietas porque se van a ver espantosamente ridículas. Después no se quejen si maridos o parejas prestan mayor atención a otras mujeres que a ustedes.".

La verdad es que Deborah tenía razón en todo lo que había dicho. Si nos vestimos como espantapájaros ya se sabe lo que cosecharemos. Pero lo que pasa es que una se resiste a acepar la edad que indican los documentos y siempre pretende aparentar veinte o treinta años menos.

"Ahora queremos que vean un video armado por nuestro equipo con entrevistas a hombres y mujeres de distintas edades opinando sobre diferentes temas relacionados con el sexo. Van a notar que los y las entrevistadas aparecen de espaldas o con la cara cubierta por un antifaz para ocultar sus identidades" – anunció Karol.

La propuesta me pareció interesante así que me recosté sobre la colchoneta, acomodé dos almohadones para apoyar la cabeza y prendí un cigarrillo para concentrarme luego en la proyección.

Sin títulos previos apareció en escena un jovencito que no tendría más de 20 años al que la entrevistadora le preguntó por qué prefería tener sexo con maduras. "Las mujeres de mi edad son muy problemáticas. Creo que no saben lo que quieren o lo ocultan. Con las maduritas la cosa se plantea mucho más fácil y sincera. No les tenés que enseñar nada, ellas son las que te enseñan Desde hace más de dos años estoy relacionado con tres mujeres de más de 50 que son espectaculares en todo sentido. Quiero decir que me acuesto con ellas con bastante frecuencia. Las tres son separadas. Van directamente al grano. Me bajan los pantalones, me agarran la pija y se hacen un festín. Les doy lo que me piden y listo. A una, la más gordita, le encanta ver como me pajeo y la complazco cuando lo pide".

Se cortó y apareció una chica que por la voz andaría por los 22 o 23 años. "Mi novio es un plomazo, sólo piensa en tener sexo. Me manosea las tetas en cuanta oportunidad se le presenta y ya me tiene algo cansada. Para mi gusto son mejores los hombres mayores de 40 porque, por lo menos en lo que a mi respecta, son bastante más cariñosos y siempre me regalaron cositas. Los limita la edad pero siempre me dejaron satisfecha. Tengo que tener mucho cuidado para no quedar embarazada pero me las arreglo bastante bien. Por otra parte, a los maduritos los podés dejar contentos con una simple mamadita".

Las manos de la mujer que estaba frente a la cámara denunciaban que superaba largamente los sesenta. "Mis experiencias con los de más o menos de 25 siempre fue buena. ¡Tienen un aguante formidable! Creo que el sexo es mucho mejor ahora, a mis taitantos años, que antes. Con mi marido sólo llegué al orgasmo algunas pocas veces porque él siempre estuvo más interesado en sus necesidades que en las mías. Gozo con la masturbación mientras me la hago, pero después me agarra el sentimiento de culpa. Con el jovencito con el que estoy relacionada en estos momentos la cosa es diferente. Es él el que me pide que le haga espectáculos privados de masturbación. Me la hago y después me quedo lo más pancha y con la sensación del deber cumplido".

Ahora veíamos a un hombre de unos sesenta y cinco años haciendo un balance de su matrimonio. "Llevo más de cuarenta años casado con la misma mujer. Estupenda ama de casa pero pésima amante. Está tan absorta con la limpieza de la casa que se olvidó de que soy un hombre con necesidades de hombre. ¿Sexo? Una vez cada diez días, con la luz apagada, meter, moverse un poco, terminar y listo el pollo. Jamás una fellatio, un miserable beso negro, una masturbación, una fantasía semi cumplida. Sin embargo, con mi secretaria de 28 años tengo sexo dos veces por semana y eso es lo único queme revitaliza. ¿Hasta cuando voy a poder seguir soportándolo? No lo se ni me preocupa".

La voz de la siguiente mujer sonó bastante lastimera. "Hasta hace dos años mi vida sexual fue cero absoluto. Fue cero durante los veinticinco años que estuve casada con el típico macho grosero, egoísta, insensible y alcohólico. A los sesenta y dos años descubrí que podía ser libre y lo logré. Lo mandé de paseo y a los tres días de separarme empecé a tener sexo con un sobrino de treinta. ¡Por qué no me habré decidido antes! Lo hacemos de todas las formas y en todas las posiciones que se puedan imaginar. Anal, oral, vaginal. ¡Fantástico!"

No pude determinar la edad de esta mujer porque estaba de espaldas pero por la voz parecía mayor de 60. "En mi ya larga vida supe gozar del orgasmo pero siempre pensé que fueron demasiado pocos. Ahora, súbitamente, vuelvo a disfrutar del sexo pero masturbándome, cosa que hago casi todas las noches. Algunas veces lo hago durante el día. Desde que comencé, debo confesar que me siento enteramente feliz y plena. Tengo la impresión de que me libera o, al menos, me libera más. Soy una persona muy tímida y hasta puedo parecer sumamente rígida y desagradable. Ahora creo que me muestro más sociable y con mejor carácter. Hasta me animé a entrar en un sex shop y comprar un consolador que es igualito a un pene normal. Estoy pensando muy seriamente en la posibilidad de encontrar un buen hombre, más joven que yo, para satisfacer mis instintos dormidos".

Este tipo tenía pinta de abogado. "Tengo sesenta años y soy soltero. Sospecho que nunca tuve suerte con las mujeres. Cuando estoy con una dama, en privado, me gusta n los besos boca a boca, las caricias, los masajes, el jugueteo excitante. Con las que me topé me fue para la mierda. Pensaban que era un maricón, un débil. Sigo buscando pero no sé si tendré éxito".

Inmediatamente pudimos ver la contra cara de la situación planteada por el tipo anterior. "Deseo que los hombres manifiesten más sensibilidad y que no actúen como una enorme pija que después de lograr el orgasmo dan todo por terminado. Yo diría que el 75% de los hombres que conocí no sabía nada sobre lo que era una mujer, con excepción de que alcanzaban el orgasmo".

¡Qué contrasentido! ¿A nadie se le ocurrió juntarlos? En una de esas la cosa funcionaba y teníamos una pareja feliz.

El broche de oro fueron las confesiones de una pareja algo madura. "Nos casamos algo grandecitos y después de tener varias experiencias bastante desagradables en el campo sentimental y, sobre todo, en el sexual. Nos conocimos casualmente y sin buscarnos. Congeniamos y listo, nos fuimos a vivir juntos. Desde el principio advertimos que el sexo era una manera de estar cerca, de comunicarnos, de divertirnos. Nos pasan cosas muy cómicas como cuando él se está bañando y yo lo interrumpo para masturbarlo sorpresivamente. O cuando me sorprende cocinando y me baja la pollera, la bombacha y me besuquea el culo. El polvito veloz en medio de una noche de verano, el andar desnudos y haciéndonos insinuaciones por toda la casa. Soy menopáusica así que nuestra filosofía es que como la fabrica ya está cerrada, abrimos el circo y nos divertimos". Él interrumpió el monologo para agregar sus apreciaciones personales. "Creo que se está quedando corta porque se olvida de muchas cosas. No dice que a veces la llamo desde la oficina para confesarle que estoy recontra caliente y que ni bien llegue la voy a partir por el medio como a un queso. O cuando es ella la que me llama para contarme que se está pajeando mientras mira una foto mía. Ni de las mamadas antes de salir cada mañana, ni que para el cumpleaños le regalé un consolador que estrenó mientras mirábamos una peli porno. ¿Y las sesiones de masaje sin coito? Se olvida porque es vergonzosa y no quiere largar la fórmula que tenemos para llevarnos bien".

"No podrán negar que presenciaron una serie de frustraciones, anhelos incumplidos, deseos y que todavía existen parejas que la pasan bien" – aseveró Karol al finalizar la proyección. "Tomamos un refrigerio ligero y después nos preparamos para la parte final del curso" – explicó Ilona.

Llegamos al refectorio haciendo comentarios de lo más variados. No cabía duda de que la película nos había impactado bastante. Sembró tanto dudas como expectativas diferentas en cada una de las participantes. La merienda tampoco fue algo del otro mundo. Sólo restaban las cuatro horas finales. ¿Habría alguna nueva sorpresa?

A las 18 en punto Karol abrió la etapa final con una más de sus interesantes charlas. Las diez permanecimos sentadas sobre las colchonetas, expectantes e inquietas.

"Creo que ya se habrán percatado que nuestra actual actitud ante el sexo pertenece a una visión del mundo que ya pasó o que está pasando. Aunque todas nuestras instituciones están basadas sobre formas patriarcales y jerárquicas, el patriarcado está realmente muerto, así como lo está la sexualidad que lo definió. Específicamente, las relaciones sexuales tendrían que comenzar a llamarse simplemente relaciones físicas. Todas las maneras de intimidad física que conocemos hoy pueden volver a redefinirse hasta poder incluir también a las formas más simples de tocarse y de tener contacto con otros cuerpos. No creo que sea necesario establecer una neta distinción entre las caricias sexuales y la amistad. La intensa intimidad física puede llegar a ser una de las actividades más satisfactorias posibles. No cabe duda de que tendemos a pensar que el sexo tiene que basarse en un modelo previamente establecido y con finalidad reproductiva . No es necesario que lo limitemos de esta manera. No existe ninguna razón que impida que nuestra intimidad física con los hombres tenga siempre que resumirse a ciertos preliminares seguidos del coito y orgasmo masculino. Hago una pregunta que sólo ustedes pueden contestar: ¿cuál es la razón que obliga a que el coito siempre tenga que formar parte del sexo heterosexual? El sexo es íntimo contacto físico con otra persona o con uno mismo. Según nos parezca mejor, la actividad sexual puede estar dirigida hacia la obtención del orgasmo, sin intención de llegar a él, limitarse a la sexualidad genital o sólo consistir en intimidad física. No existe ninguna razón para que el único objetivo sea coger y para tratar de hacer lo que se crea más adecuado dentro de ese contexto. Somos libres para explorar y descubrir nuestra propia sexualidad, aprender o desaprender cualquier cosa que se desee, y hacer lo que más nos guste con otras personas sin importar el sexo que tengan. ¿Alguna pregunta?"

"No sé si entendí bien lo que dijo. ¿La intimidad física del futuro será entre personas del mismo sexo?" – inquirió la mayor de las señoronas.

"Creo que vos querés saber si el sexo del futuro será homosexual o lésbico por excelencia. Si tu pregunta apuntó hacia ese aspecto tengo que responderte que no lo se. Puede que sí, puede que no. De lo que sí estoy segura es de que las cosas van forzosamente a cambiar. Tocar también es sexo En esto estoy incluyendo las caricias y los besos. De hecho, las lesbianas centran casi toda su relación en ese tipo de actividad. Observen qué cosa tan particular, las que más utilizamos consoladores, dildos y dilatadores anales somos las heterosexuales. Lo que ven en las pelis XXX es producto de la imaginación de los machos, que disfrutan viendo como nos auto penetramos con esos benditos artefactos. Los califico de benditos porque, por mi parte, creo que son espectacularmente útiles" – respondió la psicóloga.

"Me gustaría saber si lo que hicimos hace un rato con los consoladores y asistidas por otra mujer puede ser considerado como un acto de lesbianismo" – indagó una morochita teñida y flacucha.

"Si llegaras a adoptarla como práctica habitual y sistemática te tengo que decir que sí. Pero si lo hacés circunstancial y aisladamente tomalo como lo que en realidad es, intimidad física entre personas del mismo sexo" – declaró Karol.

"Tengo una amiga que siempre dice que los mejores cunilingus se los hizo una mujer. ¿Es verdad?" – sondeó una bajita regordeta sonriendo sarcásticamente.

"No siempre es así. Algunos hombres saben hacerlo muy, pero muy bien. Depende de la suerte que tenga tu amiga al elegir el hombre con el que se acuesta. No descarten que también puede tratarse de otro de los tantos mitos que tiene el sexo. Mi abuela siempre decía que no todo lo que brilla es oro. Les propongo hacer un experimento interesante para que después saquen sus propias conclusiones al respecto. Formen parejas entre ustedes, acaríciense, bésense y tóquense durante la próxima media hora. La que tenga algún reparo moral o ético puede abstenerse. Si están de acuerdo, pueden empezar ".

La idea me gustó. La miré a Euge y no hizo falta que nadie nos dijera lo que teníamos que hacer. Sentadas una frente a la otra comenzamos a acariciarnos los pechos, pellizcarnos los pezones y buscarnos las respectivas vulvas. La sensación fue muy agradable aunque teñida con un poco de morbosidad. Pura intimidad física entre personas del mismo sexo. La realidad indicaba que los jugos vaginales manaban abundantemente y a Euge le pasaba algo similar. Estábamos calentándonos apresuradamente. Retiré el dedo índice de la mano derecha de la vulva de mi amiga para ofrecérselo para que lo chupase. Me imitó de inmediato. ¡Una exquisitez! Cruzándonos miradas de complicidad sin culpas empezamos a masturbarnos una a la otra con suavidad al mismo tiempo que uníamos los labios en un beso manso y casi tímido. Fui bajando por su cuello hasta alcanzar su pecho derecho. Lamí el pezón hasta ponérselo tieso y duro. Me imitó al instante. En medio del paroxismo que nos embargaba, Euge me musitó algo al oido. "¡Mirá como se están dando las dos virgencitas!" Sin desatender lo que estaba haciendo, con el rabo del ojo alcancé a ver que las dos señoronas estaban prendidas como dos garrapatas. ¡Las dos putazas estaban calientes como una brasa!

"¡Vayan terminando! – advirtió Karol mientras nos observaba atentamente y sonriendo.

Hubo algunas a las que les costó un poco abandonar el ejercicio, sobre todo a las señoronas. En general, puedo afirmar que todas estábamos satisfechas con los resultados. Creo que para tres o cuatro era su primera experiencia con una persona de su mismo sexo.

"Este fue el último ejercicio del curso. Tomemos un merecido refrigerio final, se bañan, se visten y quedan en libertad de acción" – dijo Karol con un dejo de tristeza en la voz.

Antes de partir nos agasajaron con una copa de champagne. Luego de brindar, la psicóloga nos hizo una advertencia que se veía llegar: "Chicas, les rogamos que no cuenten nada de lo que hicieron aquí. Hágannos publicidad pero no revelen los métodos que utilizamos porque le quita el misterio y el sabor para las futuras cursantes".

Como buena mujer que me precio de ser, ¡No pude mantener el secreto! La prueba la tienen a la vista y la están leyendo. Jordi me miraba fijamente mientras fumaba su puro. "Esto no me lo imaginada, ignoraba que existían este tipo de cursos. ¿Te sirvió para algo?" "Es una pregunta que sólo el paso del tiempo puede contestar. En lo inmediato, me divertí y aprendí varis cosas nuevas" – respondía haciendo un mohín. "¿No hay nada similar pero para parejas?" – inquirió burlonamente. "No lo se pero me gustaría ir con vos". – respondí sonriendo. "Te tomo la palabra".

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.