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Maridos de fin de semana

en Intercambios

Maridos de fin de semana

Majo le pide a Caro que relate la historia que ella no se anima a contar. Intercambio de maridos por un fin de semana.

¡Hola! soy Caro, profesora de historia, de nuevo lista para relatarles otra de mis experiencias. En realidad esta vez escribo a ruego. Mi amiga Majo no se anima a hacerlo porque le da no se qué. ¡Qué boluda! Me lo cuenta a mi pero no tiene coraje para hacer lo mismo con ustedes.

¿Quién es Majo? Amiga desde añares, 53 años, acuariana, casada, sin hijos, 1,60 de estatura, 50 kg de peso, delgada, tetitas que parecen peritas, colita dura y levantada. Poli, el marido, es un bombón de hombre.

Después de leer varios de mis relatos pensó que su historia podía ser interesante pero, según ella, no sabe escribir y me propuso que lo hiciera yo. Estoy persuadida de que no se anima a hacerlo porque tiene vergüenza.

Todo comenzó una tarde que vino a visitarme a casa. Yo estaba lidiando con mi servidor de internet porque la máquina se me descolgaba cada dos por tres. ¡Qué fastidio! No sé cómo salió la conversación pero creo que largó el rollo cuando le pregunté si ella chateaba.

Lo hago a diario – respondió despreocupadamente.

¿Con alguien en especial?

Casi siempre con Silvia.

¿La que vive a cuatro cuadras de tu casa?

La misma.

¿Y no es más práctico que hablen por teléfono?

Es más emocionante chatear. ¡Si supieras las cosas que nos decimos!

¿Se puede saber de qué conversan?

De todo un poco.

No te creo. Debe haber algún tema en el que se detienen más.

De lo difícil que es mantenerse a nuestra edad, de nuestros maridos, del gobierno, los precios de la ropa y cosas por el estilo.

Sigo sin creerte. No discuto que pueden conversar sobre todos esos temas boludos pero algo más tiene que haber.

Bueno, a veces conversamos un poquito sobre sexo.

¿Un poquito? ¡Yo no me chupo el dedo! Si no querés contar, no cuentes.

¡Qué mala que sos! ¡Mirá lo que me decís!

No seas turra, contame que me interesa.

Se me ocurre algo mejor. Te cuento lo que chateamos, vos lo escribís y después lo publicás.

¿Por qué no lo hacés vos?

Si sabés que soy incapaz de armar una frase coherente de la misma manera que vos.

Me gusta la idea pero antes nos tomamos un refresco.

Serví dos grandes vasos de Coca-Cola, encendí un cigarrillo y me apresté a comenzar a trasladar a Word todo lo que contaría Majo. Les quiero aclarar que Silvia tiene 54 años, casada con Gustavo, sin hijos, 1,63 de estatura, 53 kg de peso, 100 de busto y un culazo para destruir sillas.

Contame todo los detalles y después le doy forma al texto.

De acuerdo. Hace como tres meses un jueves a la noche Poli y Gustavo se habían ido a jugar al fútbol con los amigos así que, aburrida de no hacer nada, nos pusimos a chatear sobre las boludeces que ya te conté..

Hasta aquí bien. ¿Qué sigue?

La apuré porque me pareció que le costaba arrancar con el tema central. Majo me miró a los ojos y se sonrojó.

Lo que pasa es que no sé por qué le comente que Poli me había hecho un comentario sobre ella. Que la otra noche cuando cenamos juntos había notado que la camisola negra que ella usaba le resaltaba el busto. La desgraciada me preguntó si mi marido había hecho algún otro comentario al respeto y le contesté que, para él, tenía unos limones espectaculares. Silvia escribió ¡JA, JA, JA, JA! ¿A tu marido le gustan mis tetas? ¡Mirá que coincidencia! Gustavo también piensa que vos tenés unos pechos arrobadores. Me sorprendió porque, como podrás ver, mis pechos parecen dos peritas fofas. Ahí mismo le contesté: ¡Me estás cargando! Pero mejor trato de reproducir el dialogo lo mejor que pueda.

Bien, muy bien. Es mejor así.

Dice Majo: ¿A Gustavo le gustan mis tetas? No te creo. Me estas enroscando la víbora.

Dice Silvia: ¡Te lo juro! Abrí cámara y vas a ver como imito los gestos que hizo.

Dice Majo: Te doy cámara.

Ahí nomás apareció la cara picarona de Silvia imitando las muecas de Gusti. ¡Hija de puta! Se estaba relamiendo mientras se le desorbitaban los ojos.

Dice Majo: Tu marido es un chancho.

Dice Silvia: Dame cámara vos así me mostrás como reacciona Poli.

Dice Majo: Hace así, también se relame y después dice que sos una carnicería completa.

Dice Silvia: ¿Te parece que tengo tanta cantidad de carne?

Dice Majo: A decir verdad, las tenés bastante abundantes.

Dice Silvia: ¡Sos un divina! Me encanta que los machitos se calienten viéndome las gomas.

Dice Majo: ¿Veo mal o estás en bombacha y corpiño?

Dice Silvia: Es que así estoy más cómoda. ¿Te molesta?

Dice Majo: Para nada. Te voy a imitar para no desentonar.

Dice Silvia: ¡Dame cámara que no me lo quiero perder por nada del mundo! Mejor sacate el corpiño.

Dice Majo: Sacátelo vos también.

Dice Silvia: Nena, tus gomitas serán chicas pero tienen buena pinta.

Dice Majo: ¡Mirá las pavadas que decís! Gusti debe estar en pedo para pensar que son lindas.

Dice Silvia: Te lo juro por Gusti que es lo que más quiero.

Dice Majo: tetas, lo que se dice tetas, son las tuyas.

Dice Silvia: Se me está ocurriendo una idea de lo más puerca. ¿Querés que te la cuente?

Dice Majo: A ver con qué te salís.

Dice Silvia: Te lo digo y me tenés que contestar sin pensarlo dos veces. ¿Si?

Dice Majo: Lo prometo.

Dice Silvia: ¿Qué te parece si este fin de semana intercambiamos maridos?

Dice Majo: ¿COMO?

Dice Silvia: Tal cual como lo leíste. (sic). ¿Entendiste? Poli viene a mi casa y Gusti a la tuya. Uno toma el lugar del otro y así se dan el gusto de probar nuestras tetas.

Dice Majo: ¡Es una locura! Después de probar las tetas van a querer fifar. ¿Quién los para?

Dice Silvia: ¿Yo dije que hay que pararlos? Si quieren fifar, fifamos.

Dice Majo: ¿Yo con tu marido y vos con el mío?

Dice Silvia: ¿En qué idioma crees que estoy escribiendo?

Dice Majo: ¡En castellano, boluda, en castellano! El tema no es el idioma sino que después estos van a querer entubarnos por todos lados.

Dice Silvia: ¿Te parece mal? ¿No te gustaría?

Dice Majo: Como gustarme, me gusta. Lo que no sé es si ellos vana agarrar viaje.

Dice Silvia: ¡Mirá si se van a perder la oportunidad de meternos los cuernos!

Dice Majo: Está bien, intentémoslo. ¿Cómo se lo decimos?

Dice Silvia: Esta noche lo sentás en la cama y explicás cual es mi idea. Vas a ver que se prende en a la primera de cambio. Gusti va a reaccionar igual. Mañana a la noche vamos a estar de fiesta.

Dice Majo: Si la cosa cuaja te quiero advertir que Poli tiene unas erecciones matutinas bastante importantes. Lo calmo haciéndole una mamadita.

Dice Silvia: Gracias por el aviso. Trataré de "calmarlo" lo mejor que pueda. No te cuento nada de Gusti para que no pierdas la magia de la sorpresa.

Dice Majo: De acuerdo. Si tengo buenas noticias te llamo al celular, lo dejo sonar cinco veces y entramos a chatear para ultimar detalles.

Dice Silvia: De acuerdo. ¡Chau, chau!

Apagué la máquina y me puse a pensar que eramos dos reverendas reputazas calentonas. Volvió Poli, cenamos, fuimos a la cama y balbuceando le conté la propuesta de Silvia. Tuve que repetírselo dos veces hasta que lo entendió a la perfección. Me preguntó si Gusti estaba de acuerdo y le contesté que todavía no sabía nada, que seguramente Silvia se lo estaría contando es ese preciso momento. No había acabado de contestarle cuando sonó el llamador del celular de Poli. Atendió. Era Gusti. Me quedé helada y mirándolo intrigada por saber qué estaban diciéndose. De pronto, sonó mi celular. Atendí. Era Silvia. <Está todo bien abrochadito, quedate tranquila. Están hablando entre ellos porque Gusti quiere estar seguro de que no es una broma>. Colgamos los dos al mismo tiempo. Poli me miró fijamente, me besó en la boca y dijo: "Con probar no se pierde nada. Mañana a la noche hacemos el cambiazo de esposas". Y de maridos, retruqué.

El viernes fue un día vertiginoso. Poli partió calmadito para el trabajo después de recibir su mamadita matutina. Creo que todavía no había llegado a la esquina cuando llamé a Silvia. <Nena, preparate que Gusti está a mil revoluciones por minuto>. Ni te cuento Poli, respondí enfervorizada. Quedamos en que a las 21 en punto llegarían nuestro maridos "temporales". De ahí en más, cada una quedaba librada a suerte y verdad. A media tarde volví a llamar a Silvia para ajustar algunos detalles, entre otros, si sería con o sin forro. <Sin forro, sin forro>. Bramó mi amiga. Bueno, bueno, la cosa se estaba poniendo linda.

A las 18 de ese viernes memorable llegó Poli a casa, se baño, preparó un bolsito con algo de ropa, me besó en la boca y partió. A las 21 en punto llegó Gusti, entre ansioso y nervioso. Como se trataba de mi "esposo temporal" lo recibí dándole un formidable y ardiente chupón que lo dejó estupefacto. ¿Está mal? - Pregunté. <No, es lo que corresponde que haga una esposa cuando recibe al marido después de un día de trabajo infernal> - respondió Gusti. Te advierto que me voy a comportar como si vos fueses Poli porque no pienso variar la rutina. <Perfecto. ¿Ahora qué hacemos?> Cenamos, levantamos la mesa, lavamos los platos, chateo un poco con Silvia y después vamos un poco de tele. ¿Qué te parece? <Manos a la obra. Es viernes y tenemos todo el fin de semana por delante>.

La rutina se cumplió al pie de la letra. Me senté frente a la compu, prendí un cigarrillo y esperé a que Silvia se conectara. Gusti se acercó, me besó el cuello y me acarició las piernas. ¡Bárbaro! Sobre el ángulo inferior derecho de la pantalla apareció el cartelito que indicaba que Silvia estaba conectada.

Dice Majo: ¿Cómo estás?

Dice Silvia: ¡De maravilla! ¿Y vos?

Dice Majo: Hasta ahora, todo bien. Todavía no pasó nada.

Dice Silvia: Aquí sólo unos besuqueos de precalentamiento y nada más. ¿Qué tal se porta ese hombre?

Dice Majo: Bien. Te quiero hacer una pregunta que se me quedó en el tintero. ¿Vos tenés consolador?

Dice Silvia: ¡JA, JA, JA! Tengo uno que mide como 30 cm. ¿Y vos?

Dice Majo: ¡Yegua! No me lo habías contado. Si, tengo uno que creo que debe ser bastante parecido al tuyo.

Dice Silvia: Vos tampoco me contaste nada. Lo tenías bien guardado. Gusti lo sabe usar muy bien, no te va a defraudar.

Dice Majo: Espero que si. Te voy a dejar porque Gusti se está poniendo inquieto.

Dice Silvia: Entiendo. Te aviso que Poli prometió meterme varios golazos. ¡Qué habrá querido decir?

Dice Majo: ¿Lo decís en serio? Te va reventar la concha, el culo y todos los otros agujeritos que tenés en el cuerpo.

Dice Silvia: Chiste, es un chiste. ¡Mirá si no voy a saber qué me quería decir!

Dice Majo: Bueno, basta de cháchara. Corto y hasta mañana. Suerte.

Dice Silvia: Igualmente. Corto.

Apagué la compu, me senté en el sillón junto a Gusti, me abrazó y después empezó a pasarme la lengua por la oreja derecha. Al ratito sentí que su mano izquierda estaba buscándome las tetas. Lo dejé hacer porque el jueguito estaba empezando a gustarme. <Los programas de la TV de aire son un bodrio. ¿Qué te parece si vemos una peli que traje?> Tenés razón. ¿Qué trajiste? <Una recontra porno>. ¡Fantástico! <¿Ves mucho porno?> De vez en cuando, para inspirame. <Yo para calentarme>. ¿De qué trata la que trajiste? <De todo lo que te puedas imaginar>.

La verdad es que era una chanchada total, trataba de unos tipos con pijas monumentales trincándose minas con cajetas tanto peludas como depiladas. Ríos de semen corriendo por todos lados. Bajé la vista y advertí que Gusti tenía el bultito crecido. <¿Te gusta la pijota del rubio Majo?> ¡Es enorme! <La mía es bastante parecida>. ¡Quiero verla! <¿Nada más que verla?> Primero tengo que verla y tocarla un poquito. ¿No te gusta jugar papuchito? <Claro que me gusta jugar, mucho más si el juguete es mi pijota>. Desabrochó el cierre, bajó el pantalón y, escapando por el borde del boxer, pude ver que surgía una cabezota rezumante de líquido seminal. Instintivamente se la agarré y empecé a bajarle y subirle la pielcita muy lentamente. La recorrí de arriba hasta abajo comprobando que no mentía. Andaría por los 20 cm de largo. ¡Un sueño! Calentita, dura. Mientras tanto, él me desabrochó la camisola buscándome los pezones. <¡Mirá lo que son estas tetitas!> No sé cómo pueden gustarte si son más chiquititas que una perita. <Mejor, así me las puedo meter enteritas adentro de la boca>: Sentí que su lengua húmeda me las estaba lamiendo en toda su superficie. Un poco una, después la otra. ¡Shubidubidu. Shubidubidu! ¡Qué placer! El potro me estaba masticando los pezones con fiereza salvaje. Me dolía, pero me gustaba. Sarna con gusto no pica. Ni que decir lo que era lo que estaba entre mis manos. ¡El monumento a la verga! Con dos rápidos movimientos tiré a la mierda los pantalones y el bóxer. ¡Qué huevolines más hermosos! Le colgaban como badajo de campana de catedral. Me arrodillé frente a él y se los lamí con frenesí. ¡Exquisitos! <¡Chupame la pija yeguona!> Suplicó ardientemente.. ¡Shubidubidu. Shubidubidu! Ium, ium, ium. <¡Mirá el culito chiquitito que tenés!> ¿No te gusta? <¡Cómo no me va a gustar!> Lo que no entendí fue cómo podía verme el culo si yo estaba arrodillada y él parado. No importa. Con la derecha lo pajeaba y con la izquierda me fui desprendiendo de la ropa hasta quedar totalmente en pelotas. Interrumpió mi mamada, me sentó sobre el sillón, me obligó a abrir las piernas, metió su cabeza en mi entrepierna y, después de lamerme las ingles, empezó a succionarme el clítoris con violencia. ¡Uauuu! No contento con eso, introdujo dos dedos, escarbó en el interior, los extrajo y me los dio a chupar. <Paladeá esta exquisitez>. No imaginaba que mi líquido vaginal fuese tan saladito. Con un ágil movimiento me hizo elevar las caderas hasta que las rodillas se apoyaron sobre mis tetas. <Quiero degustar este culito maravilloso>. A partir de ese momento se dedicó a brindarme un recorrido lingual que abarcó los dos orificios. La concha rezumaba líquido por doquier y él lo aprovechaba concienzudamente. Con dos dedos abrió los labios mayores, buscó lo menores, los separó y me metió la lengua hasta donde le daba su extensión. Dos veces me escupió el clítoris con la mezcla espesa de saliva y juguito que retenía en la boca. ¡Shii, papito, shiii, haceme lo que quieras! <¡Sos una potra putona!> ¡Chupame el ojete papucho divino! Y me metió lengua hasta cansarse. ¡Uauuu! <¡Ponete en cuatro patas que te quiero entubar mamuchina!> Obedecí sin protestar. Buscó el orificio con los dedos, ubicó la tripota en la entrada y se mandó con violencia. ¡Aggggg! ¡Shiii, shiiii! Me perforó sin piedad hasta que los huevos me acariciaron el clítoris. <¡Me gusta, me gusta, me gusta!> Bramaba enloquecido de placer. Adentro, afuera, adentro, afuera. Pausa. Inclinación de cuerpo sobre mi espalda para alcanzarme las tetas, apretada feroz y nuevamente adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. <¡ACABO, ACABO, ACABO!> ¡Manguereame adentro, bien adentro! <¡SHHHHHHAAAA!>. Sentí que el lechazo me llegaba hasta lo más profundo del útero. Calentito, pegajoso. Siguió bombeando hasta que la erección fue decreciendo de a poco. Me la sacó despacito y suavemente. ¡Vení burrito, vení que te la chupo todita! Me arrodille y empecé una higienización peneana a conciencia. Cuando terminé, lo tomé del brazo y me lo llevé a la rastra para el dormitorio, saqué consolador del cajoncito de la mesita de noche y ofreciéndoselo le dije: ¡Terminame con la ayuda de este amigo! No se hizo rogar. Lubricó con los restos de semen, saliva y juguitos que emergían de mi cachu y me lo metió hasta el fondo demostrando que sabía lo que estaba haciendo. ¡Uauuu! Me hizo ver todas las estrellas del firmamento. ¡Qué hijo de una gran puta! ¡Me demolió! Cuando se cansó de bombearme la cachucha con el consolador, lo sacó y me obligó a limpiarlo a lengüetazos. <¿Te gusta el cóctel que te preparé?> Si, bomboncito, es delicioso. Intenté levantarme para ir a la baño a limpiarme y me lo impidió. <¿A dónde querés ir?> Al baño cuchi cuchi. <¡Que baño ni ocho cuartos! Quiero que te quedes así y pensá en algo chancho, pero bien chancho para hacer>. Me metí dos dedos en la concha, extraje la mayor cantidad de leche, juguitos y saliva que pude y me unté los pechos. Cuando los tuve bien enchastrados se los ofrecí para que los chupara. ¡Mamita querida! Me los exprimió, chupó y mordió hasta que se cansó. Cuando finalizó, lo miré y le dije: Si son un buen maridito me tenés que traer un vasito de Coca y un puchito para fumar. ¿Si? Partió raudamente para complacerme.

Cuando volvió me quedé absorta mirando cómo se le bamboleaban la pija y los cataplines. Aún muertita, se veía enorme. Papito, la tenés larguita como la del burro. <¿No te gusta?> ¡Como que no me gusta! ¡Es inmensa hasta descansando! Seguro que si me la metés así se puede sentir lo más bien. <Me alegro porque a mi también me gustó este round. ¿Vas a querer otro o estás cansada?> ¡Cansada yo! ¡Ni en pedo, quiero seguir probándote! Si sos mi maridito me tenés que dar todos los gustos. <Por supuesto>.

Creo que habremos estado más de una hora descansando tirados boca arriba sobre la cama, mirando el techo. Gusti me miraba de reojo de tanto en tanto. De repente, se abalanzó sobre mi cuerpo para empezar a lamerme el sobaco del brazo derecho. ¡Me hacés cosquillas! <Me encanta el gustito que tenés>. Lo dejé hacer porque me pareció algo fuera de lo común. Siguió hasta que, interrumpió un momento, me miró y dijo: <¿Qué parece si llamamos por teléfono a Silvia y Poli?> ¿No los interrumpiremos? <Los llamamos y vemos qué contestan>. Agarró el celular, marcó el número de Silvia y esperó a que atendiera. <¿Cómo te va, estás bien?> Una ruidosa carcajada inundó el cuarto. <Dice tu amiga que hasta el momento la están pasando bomba>. Decile que nosotros también. <¿Pregunta si te animás a prender la compu y chatear un poquito?> Decile que si. Mientras él continuaba parloteando y riéndose con las ocurrencias de la mujer, fui hasta el escritorio, prendí la compu y esperé. A los dos minutos tenía a Gusti acariciándome las tetas desde atrás. Ahí estaba Silvia conectada.

Dice Silvia: ¿Mucho polvazo?

Dice Majo: ¿Vos qué pensás?

Dice Silvia: Que están aprovechando el tiempo al mango. ¿Me equivoco?

Dice Majo: ¡Correcto! ¡Turra no me dijiste que éste energúmeno la tiene casi tan larga como los burros!

Dice Silvia: Vos tampoco me contaste que el bomboncito que está a mi lado la tiene gruesota, gruesota.

Dice Majo: ¿Qué pareció?

Dice Silvia: ¡Excelente! ¿Si te doy cámara se animan a ver cómo se la mamo?

Dice Majo: Si es por mi no hay problema. Gusti dice que empiecen de una vez por todas.

Silvia no respondió pero mirado la pantalla notamos que Poli le estaba colocando la pija entre las tetas y que ella hacía maravillas para alcanzarle la punta y chuparla. La turra se cansó pronto, le agarró la verga con las dos manos y se la metió en la boca para empezar una feroz mamada. <¡Bien Silvita, bien!> exclamaba Gusti. ¡Mirá como se la está exprimiendo! La muy yegua de mi amiga se estaba haciendo un festín. ¡Lastima que no había sonido! Bastaron cinco bombazos brutales para que Poli largara un formidable lechazo que terminó en la boca de la guacha. Sonriente y relamiéndose miró a la cámara para que observáramos como le caía leche por la comisura de los labios.

Dice Silvia: ¿Qué les pareció? No se imaginan el gustito que tiene.

Dice Majo: Disfrutalo porque ahora nos toca a nosotros. Te doy cámara para que vean.

Inmediatamente me arrodillé frente a Gusti, le agarré la pija y empezó la función. Mientras deglutía ese hermoso trozo de carne, la cabeza me funcionaba a mil. Teníamos que hacer algo que dejara chiquito el acto de Silvia y Poli. Coloqué mis brazos atrás dejando que Gusti usara mi boca como si fuese una concha. Bombeó muy bien los 20 cm de pija. Lentamente me fui deslizando por el piso hasta quedar con mi boca justo debajo de sus testículos. Lógicamente, Gusti al notar que me movía retiró la poronga de mi boca y empezó a pajearse. Desde abajo, le lamí los huevolines por todos lados. Cuando él estaba en lo mejor de la masturbación y a punto de terminar, me coloqué con la cara enfrentándolo, me abrí el párpado del ojo derecho y le pedí que eyaculara adentro. Si, que largara el lechazo sobre mi ojo derecho. <¡ME CORRO, ME CORRO! ¡IIAAAAUUU!> Un violento chorro de leche se estampo sobre mi ojo, después otro y otro más. Como broche de oro abrí bien la boca para recibir la pija y chuparsela. Sentí que la leche que había entrado por el ojo estaba llegando a mi boca por adentro. <¡Esta chanchada no me la imaginaba!>

Dice Silvia: ¡Hija de puta! Mirá con lo que saliste.

Dice Majo: ¿Te pareció mal?

Dice Silvia: Dice Poli que no te conocía esa capacidad para improvisar.

Dice Majo: ¿Sabés qué está haciendo Gusti?

Dice Silvia: ¡Qué se yo!

Dice Majo: Me está entubando desde atrás con el consolador.

Dice Silvia: Los felicito chicos, son muy ingeniosos.

Dice Majo: me parece que voy a cortar porque el ambiente se está calentando.

Dice Silvia: Ok. Nosotros vamos a probar lo del ojo y mañana les contamos. Disfruten.

Dice Majo: Chau, chau.

Apagué la compu y me concentré en Gusti que estaba dale que dale metiendome el consolador en la concha. ¿Si volvemos a la camita me vas a hacer la colita? <Eso ni se pregunta. Estoy ansioso por meterte la verga en el ojete preciosura>. Sin decir una palabra más, nos encaminamos hacia el dormitorio. Estaba jugada, conocía los riesgos de tener esa pijotona metida en el orto. Seguro que me iba a doler pero asumí el riesgo. <Me da miedo metertela en ese culito tan chiquito>. Hay que intentarlo, si me duele paramos. Pero antes quiero ponerme unas cositas para calentarte un poco más. <Bueno>.

Abrí el cajón del ropero, saqué unas medias negras y un portaligas y me los puse. <¡Uauuu! Te quedan formidables>. Esperá que todavía no terminé. Fui hasta el placard, busqué una caja color marrón, la destapé, extraje una galera negra de su interior y me la coloqué sobre la cabeza. <Parecés Liza Minelli en Cabaret>: ¿Te gusta? <Magnífica>. Me voy a pintar los labios de rojo sangre y largamos. <¿Qué posición preferís, boca arriba o perrito?> Perrito, burrito mío, perrito. Coloqué un almohadón sobre la cama, me acosté boca abajo sobre él, levanté las caderas y aguardé impaciente. Gusti me separó los glúteos, buscó el ojete y lo lamió varias veces. <¡Mmmm! ¡Mmmm!> ¡Qué calorcito divino que sentí! Se escupió el dedo índice de la mano derecha y lentamente me lo fue metiendo para dilatarme. Una, dos, tres. Escupida. Uno, dos, tres, cuatro. <Esperá que me lubrico bien la poronga>. No tardes, no tardes. Apoyó la punta sobre la argolla del ojete, intentó penetrar y falló. La segunda vez se le resbaló hacia arriba. La tercera fue la vencida. ¡¡¡AHHHGGGGHHH!!! Entró con cierta dificultad y me dolió una enormidad. <¿Duele?> Poquito pero seguí. Afuera, adentro, afuera, adentro, afuera. Pausa prolongada. ¡La poronga que tenía metida en el orto latía y latía! Retiré las caderas para delante y, lentamente retrocedí para que se volviese a introducir. Adentro, afuera, adentro, afuera. Sentí que tenía la cara enrojecida, aumentaron las pulsaciones y el dolor empezó a ceder. Envalentonada, empecé a columpiar las caderas para aumentar el ritmo de penetración. ¡¡¡Shhiiii! ¡Shhiiii! ¡Damela toda, turro, bien hasta el fondo! ¡Sshhiiii! ¡¡Shhiiiiii!! <¡Me gusta, me gusta, me gusta> ¡Más rápido, más rápido! ¡Reventame el orto, reventame el orto que me gusta! Sentí que me estaba abriendo un poco más los glúteos con las dos manos. Ahora el ritmo era feroz y febril. Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Siguió, siguió, siguió metiendo y sacando hasta que gritó: <¡¡ME VENGO, ME VENGO, ME VENGO!! ¡AYYYYYGGGG!> Un tremendo chorro de semen penetró hasta lo más profundo de mis intestinos proporcionándome un placer indescriptible. Me la dejó puesta hasta que se le empequeñeció. Al retirarla, un borbotón de leche mezclada con mierda emergió de mi ojete. ¡Me reventaste, me reventaste el orto guacho de mierda!

Era el momento de descansar. Lo último había sido realmente agotador pero fascinante. Fuimos al baño. Llenamos la bañera con agua calentita y nos dispusimos a tomar un reparador baño de espuma. Primero se introdujo él y después yo, que me coloqué entre su piernas. Así nos quedamos hasta que el agua se fue entibiando. Luego de un ligero enjuague, nos secamos para después tirarnos sobre la cama. <¿Cansada?> Un poco pero valió la pena. ¿Dormimos un poco? No abrazamos en posición cucharita y dejamos que el sueño hiciera su trabajo.

A las 10 de la mañana del sábado sentí el odioso e inoportuno timbre del teléfono. Atendí somnolienta. Era la rompe huevos de Silvia. <¿Cómo la pasaron?> Por qué no te dejás de joder. Dedicate a garchar con Poli y dejanos tranquilos. <No te enojes. Creí que querías conversar un rato>: Bebé, estaba durmiendo a pata suelta. <Nosotros dos la pasamos fenómeno. El gruesito que Poli tiene entre las piernas se adaptó perfectamente a mi ojete. Dolió un poco pero entubó muy bien>: Gusti es un maestro. También me dolió pero valió la pena. ¡Me reventó el orto!. <¡Ja, ja, ja! ¿Qué van a hacer hoy?> ¡A vos qué te importa! Para tu mejor gobierno, ni se te ocurra ir al super de siempre porque vamos a ir nosotros. Tratemos de no encontrarnos. <¡Lo querés todo para vos solita!> Hasta mañana es mío y nada más que mío de la misma manera que Poli es tuyo. ¿Entendido? <No te enojes. No vamos a ir a super porque no necesitamos nada>: Ok. Después nos hablamos.

<¿Quién era?> Silvia. <¿Qué quería?> Chusmear, enterarse de lo que hicimos. <¿A ellos cómo les fue?> Por lo que me dijo parece que Poli se la dio bien dada por el culo. Dejando de lado las pelotudeces que pregunta Silvia, te aviso que vamos a tener que ir a super porque la heladera está casi vacía. <Bueno, desayunamos, nos vestimos y después vamos al super. ¿Qué te parece si almorzamos afuera?> Me encanta.

Te aseguro que me vestí lo más provocativa que pude. Nada de corpiño, tanguita super chiquita, minifalda ultra pequeñita, remerita ajustada, zapatos de taco alto y boina sobre la cabeza. Gusti salió del baño y se quedó mirándome atentamente. <Si no fuera porque la heladera está vacía te ponía en bolas después de arrancarte la ropa y tela metía otra vez por el orto>. ¡Me encanta que me digas esas cosas! Tomándome por la cintura me condujo hasta el auto y partimos. La experiencia del super fue inolvidable. ¡Jamás había pensado que tantos tipos me iban a mirar como me miraron! Me estaban desnudando con la mirada. <Ni bien lleguemos a casa te arranco la ropa a mordiscones> - me susurró la piso. ¡Uauuu! ¡Que fogoso que habías sido! <¡Qué otra cosa se puede esperar con una mina como vos a mi lado!> Terminamos la compra, cargamos todo en el coche y partimos de regreso a casa. Llegamos pronto porque estábamos cerca, descargamos, acomodamos todo y después salimos para almorzar en un bolichito perdido de las afueras.. <Majo, estoy obsesionado con tus tetitas>. ¡Gracias burrito mío! <¿No me las vas a mostrar un poquito?> ¡No porque vamos a chocar! <Entonces paro y me dejás que te las chupe!> Sin esperar mi respuesta, detuvo el auto, estacionó debajo de un árbol, soltó su cinturón de seguridad y se tumbó sobre mi pecho para poder lamerme los limones. Se dio el gusto, 20 minutos de ardorosas pasadas de lengua. Me gustó pero también me dejó caliente. Dale, vamos a comer así volvemos prontito a casa a dormir la siesta. <¿Solo a dormir la siesta¡> Bueno, es un decir.

La verdad es que el restaurante resultó ser un bodegón de cuarta categoría, pero era lindo y pintoresco. Ahí vi la oportunidad de vengarme. Me pasé todo el almuerzo estirando las piernas para tocarle el bulto con los pies. ¡Madre mía! Se notaba que Gusti estaba super excitado. Terminamos rapidito, nos metimos en el coche y nos fuimos volando para casa. En menos de lo que canta un gallo estábamos metidos en la cama. ¡Y me sacó toda la ropa a mordiscones! ¡Divertidísimo! Una vez que los dos estuvimos tal como habíamos venido al mundo, él volvió a atacarme las gomas. ¡Uiuuiuiiii! Contraataqué empuñándole la verga con la mano derecha. ¡Tra, tra, tra, tra! Gemía de placer mientras me mordía los pezones. ¡Logré que se le pusiera durísima! <¡Quiero concha, quiero concha!> - Bramó como un enloquecido. Me colocó en posición de tornillo y me la metió sin escarceos previos. Bastaron cuatro bombazos para que un torrente de semen inundara mi vagina. <¡¡UUUIIIIAAAA!!> Como por acto reflejo me metí los dedos en la cachu, los unté con la leche y después los chupé con deleite. <¡No te vayas a quejar porque me estuviste calentando desde que salimos para el super!> ¿Quién se queja? No esperaba menos de vos. <¡Como lo disfruté!> Ponete boca abajo así te puedo hacer unos masajitos. <Shi, mamita, shi>: Me quedé admirada mirándole el culo. ¡Hermoso! Le pasé las manos por todo el cuerpo, desde la nuca hasta los tobillos. Siempre haciendo prolongadas paradas en las bolainas para acariciarlas suavemente. Me tenté, no pude con mi genio y le busqué el ojete, lo lamí y después le metí el dedo índice hasta donde más pude. Suspiró profundamente soportando estoicamente la penetración. ¿Más? <Siii>. Con la derecha se la metía y con la izquierda le amasaba los huevolines. Así estuve más de media hora. Saqué el dedo, lo acerqué a su boca y él lo chupo con ardor. Repetí la acción tres veces. Después me acosté a su lado. ¿Silvia también te mete el dedito en el ojete como yo? <No, nunca se le ocurrió>. ¿Te gustó? <Me gusta todo lo que hacés vos>. ¿Dormimos una siestita reparadora? <Si me abrazás si>. Y nos quedamos dormidos.

Sería cerca de las 19 cuando un dulce zamarreo me despertó. Era Gusti ofreciéndome un delicioso vaso de gaseosa. Se lo agradecí besándole la puntita del pene. Me acosté boca abajo y él aprovechó para masajearme las piernas. Fue sólo eso, nada más. Se levantó imprevistamente dirigiéndose a la cocina. Al rato retornó cargando una bandeja con sandwiches entre sus manos. Esa fue nuestra cena. Para que no pensara que lo estaba acosando, prendí la TV y dejé que mirara el partido de fútbol. ¡Quién lo hubiera pensado! Gusti y yo tirados en bolas sobre la cama y viendo un partido por televisión.

¿Alguna otra vez le metiste los cuernos a Silvia? <No, pero esto no es técnicamente una metida de cuernos. Ella está en buenas manos y yo también. Cada uno sabe lo que hace el otro. Cuernos es cuando uno de los dos lo ignora, es sinónimo de trampa. Esto no es trampa>. ¿No tenés ni un poquito así de celos de solo pensar que Poli se la está embocando? <No, ¿y vos?> En este momento sólo pienso en qué clase de chanchada voy a inventar para disfrutar y divertirme. <Lo del ojo estuvo sensacional. Me gustó, muy ingenioso>. Me están viniendo ganas de hacerte una pajota memorable. <¿En serio?> ¿Pensás que bromeo? Sin esperar a tener una respuesta empecé a trabajar esa pijita dormida. Bajada de pielcita, lamida suave de cabecita, apretón con los labios. Adentro, afuera, adentro. La paladeé con gusto, pasando la lengua por los costados y expulsando por la comisura de los labios el excedente de saliva mezclada con jugos seminales. Afuera. Escupida violenta sobre la cabecita. Caricia con los dedos índice y pulgar de la derecha imitando una argolla. Arriba, abajo. Succión profunda y violenta. Me detuve un instante, lo miré a los ojos y grité ¡Qué buen par de huevos! Le levanté un poco el miembro para permitir que la saliva y el jugo seminal corrieran hasta las bolas. Abrí bien la boca y me introduje el miembro bien hasta el fondo de la boca, hasta tocarme la campanilla con la punta. Una última succión infernal bastó para lograr que Gusti exclamara <!!!UUUAAAUUU!!> Le salió un borbotón de leche espesa, viscosa y caliente que recibí diligentemente en la boca. El siguiente paso fue tragármela mientras él me observaba sorprendido. <¿Dónde aprendiste todo esto?> Si una mujer de mi edad no se las ingenia queda siempre pagando. Hago las cosas mucho mejor que las pendejas.

Se levantó sin contestar, me hizo colocar boca abajo, ubicó el almohadón debajo de mi panza con suavidad y sonriendo dijo:<Nuestro amigo quiere visitar tu ojete>. Me abrió los labios mayores con ambos pulgares, sacó la lengua y buscó ardorosamente la entrada de la vagina. ¡Sospecho que la encontró espectacularmente sabrosa, rezumante de exquisitos y tibios jugos vaginales! Lamió tres veces y absorbió con fuerza. Respondí dando un gritito mimoso. Siguió por el perineo y centralizó su atención en los labios menores. Adentro, afuera, adentro, afuera. Pausa y suspiro. Adentro, afuera, adentro, afuera. Pausa. ¡Estaba a punto! Tomó el consolador, lo lubricó con crema, me lo frotó varias veces sobre el ojete y se preparó para penetrarme. <¡Bueno, ahí vamos!> Afirmó la parte trasera del consolador con la palma de la mano derecha y esperó a que me decidiera a comenzar. Retraje las caderas, tomé impulso y, sorpresivamente, las tiré violentamente hacia atrás. ¡Me entró de un solo saque! ¡YAAAAAAA! ¡Como duele carajo, como duele! <¡Aguantá bichita, aguantá!> ¡HAAYYYY! ¡HAAAYYYY! Adentro, afuera, adentro, afuera, adentro. Pausa. Mis gritos desgarradores fueron transformándose lentamente en un jadeo que demostraba que lo que estaba haciendo era placentero. ¡Me duele pero me gusta papito, me gusta! <¡Balanceá las caderas!> ¡MASSS, MAAASSS, MAAASSSSS! <¡Si, bebé, si!> ¡REVIENTOOOO, REVIENTOOOO! <¡Así, así, así!> ¡AAAAAAAAAAAAYYYYYYYY! ¡AAAAAAAAYYYYYY! <¡Aguantá, aguantá!> ¡SACAMELA; SACAMELA Y NO ME TOQUES! ¡NO ME TOQUES! Soltó el consolador para dejar que saliera por sí sólo. Con los ojos desorbitados y mordiéndome ferozmente los labios, ni bien sentí que tenía el ojete libre, me introduje tres dedos y comencé un intenso meta y pone que duró cerca de dos minutos. Y llegó la calma. Casi desfalleciente, quedé tendida boca abajo sobre la cama. ¡Tengo el cuerpo electrizado! ¡No me toques! <Si, bebé, no te toco>. ¡Impresionante, enloquecedor! <¿Te gustó?> ¿Si me gustó? ¡Qué te parece! Gusti me besó cariñosamente la nuca.

Caro, creo que con esto tenés material suficiente como para armar un buen relato. Salvo por la ida al super, el domingo fue un calco de lo sucedido el sábado.

Lo que todavía no me contaste fue cómo le fue a Silvia con tu marido – inquirí intrigada.

Poli quedó embobado con las infernales tetotas de mi amiga y ella estuvo una semana sin casi poder sentarse a causa del grosor de la pija de él.

¿Tanto le dio?

Como en la guerra. Se cansó de cogérsela por el culo y ella chocha de la vida.

¿Hubo algún otro intercambio?

Todavía no pero estamos planeando otro un poco más prolongado. Algo así como irnos de vacaciones una semana cada pareja por su lado.

¿Con intercambio?

Por supuesto, si no dónde está la gracia.

Con todos los datos que me diste armaré una buena historia.

Avisame cuando la termines. Ahora me voy porque tengo que chatear con Silvia.

Apagó el cigarrillo, terminó su Coca y partió para chatear con su amiga. Mientras esperaba la llegada de Jordi repasé mis notas y no podía creer lo que había anotado. ¿Será verdad o es el producto de una mente febril y fantasiosa? ¡Vaya una a saber!

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.