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Mamita Querida (04: Epílogo)

en Hetero: General

Los meses pasaron tan rápido que nadie pareció notarlo. El escándalo provocado por la relación entre Sonia y Gerardo poco a poco se fue olvidando, la gente ni siquiera recordaba el nombre de aquella mala mujer que había inducido a su amado e inocente gobernador a caer en el pecado de la carne.

También las cosas entre Sofía y Sonia se habían calmado, aunque reinaba un tenso silencio cuando estaban juntas e incluso procuraban verse lo menos posible.

Desde aquella vez en que Sonia le había dado una salvaje e inmisericorde golpiza a su hija no habían vuelto a hablar de todo el daño que se habían hecho ambas, parecía como si nada hubiera pasado, creyeron que si no mencionaban nada podían hacerlo desaparecer así de fácil.

Ahora Sofía trabajaba de mesera en un bar por las noches, y por las tardes se dedicaba a preparar las materias que presentaría en extraordinarios para poder regresar a la facultad, sabía que sería muy difícil estudiar otra vez ahí con las miradas inquisidoras y las burlas de todos, pero estaba decidida a recuperar su vida. Sus supuestas amigas le dieron la espalda, al punto de voltearle la mirada cuando se encontraban en la calle.

Lo peor era que a quien consideraba su mejor amiga, su confidente, su hermana, la había traicionado para hacerse novia de Rodrigo, ahora comprendía por qué todos los días le preguntaba por él la muy zorra.

Sonia, a raíz de su despido tras haber sido descubierta con el gobernador, se vio forzada a buscar otro empleo. Nadie estaba dispuesto a emplear a una mujer con tan mala reputación; pero justo en su mayor momento de desesperación conoció a alguien que no se fijaba en su pasado: Genoveva Vivó, una reconocida madrota que se dedicaba a conseguir acompañantes para hombres de negocios que buscaban compañía para cenas y eventos importantes.

Fue la misma Genoveva quien se puso en contacto con Sonia tras salir a la luz su relación con Gerardo, pero las primeras veces habían sido insatisfactorias, hasta que un buen día recibió la llamada de una Sonia desesperada por no conseguir empleo.

Al principio, Sonia detestaba ese trabajo, sobre todo por tener que salir con viejos rancios que le recordaban a Gerardo y tener que terminar la noche con las piernas abiertas para recibirlos; pero cuando fueron los ejecutivos de mediana edad, prominentes y atractivos, los que comenzaron a demandar sus servicios le tomó cariño a la profesión, el ser puta era inherente a ella.

De igual manera, Sofía se había acostumbrado al ambiente del bar en el que trabajaba, aunque no era el tipo de lugar al que le gustaba asistir no podía negar que asistía gente muy interesante, entre ellos un hombre que le llamaba mucho la atención. Era todo un hombre, no como el niñito idiota que era su novio.

Casi diario asistía aquel tipo de porte elegante y aire altivo; pero la suerte no le sonreía, siempre le tocaba a alguna de sus compañeras atenderlo. A veces se distraía observándolo en su mesa, bebiendo solo y meditando sabría Dios acerca de qué. Era moreno claro, de pelo negro, ojos expresivos y cafés, de complexión gruesa.

Por la madruga regresaba a casa con deseos de estar con él, poco a poco la había vuelto totalmente loca de deseo. Incluso sacaba uno de sus dildos para satisfacerse imaginando que era él quien la poseía y no ese símil fálico.

Una de esas noches, harta de no poder acercarse siquiera a él, cambió una de sus mesas con Teresa, su compañera, para poder atenderlo. Lo vio llegar ese día vestido con una camiseta negra ajustada, unos pantalones rotos de mezclilla y unos tenis nike negros, un estilo bastante diferente a los trajes de colores oscuros que siempre utilizaba.

Emocionada corrió enseguida a atenderlo, tratando de ocultar su entusiasmo cuando se presentó con él.

— Hola, ¿Qué vas a querer?

— Tráeme una cerveza

— Ok, me llamo Sofía, y voy a atenderte esta noche

— ¿Siempre tratas a todos con tanta familiaridad? —preguntó sonriéndole a la hermosa mesera que estaba frente a él, tratando de no centrar su mirada en esos frondosos senos que amenazaban con romper la camiseta roja y ajustada

— No, no —bajó la cabeza apenada —Es que te he visto venir varias veces y…

— Me llamo Andrés Gutiérrez

— Mucho gusto Andrés, ahorita te traigo tu cerveza

Sintió una inmensa felicidad por haberlo conocido, sabía que cada palabra significaba un paso más hacia su cama. Si de lejos le parecía guapo, de cerca le parecía un sueño hecho realidad. Esas pocas arrugas en su rostro le hacían lucir más sexy e interesante, debía tener unos 36 o 38 años, máximo 40.

De regreso en casa, se tendió patiabierta sobre su cama, sentía un delicioso cosquilleo en el coño, sabía lo que eso significaba. Se bajó las bragas tras quitarse el uniforme del bar, a ellas le siguió el sujetador, y al encontrarse desnuda deslizó un dedo hacia sus labios vaginales, que ansiaban el caliente roce, el cual fue creciendo hasta convertirse en un frenético dedeo.

Alcanzó el orgasmo gritando su nombre, como si lo invocara para que suplantara con su verga el dedo con el que se había masturbado. Y dejando las sábanas mojadas con su jugo vaginal se durmió en esa posición.

En las semanas siguientes se dedicó a forjar una buena relación con Andrés a base de coqueteos, cada día que pasaba le gustaba más, y el deseo de sentir su cuerpo rozando el suyo crecía incontrolablemente. Procuraba ir lo más sensual posible para conquistarlo, pero él no mostraba ningún interés.

Con los días supo que recién había llegado a la ciudad, tenía intenciones de quedarse si todo le iba bien y trabajaba como abogado en un despacho.

Un sábado por la noche, cuando el bar estaba atestado de gente, lo distinguió fácilmente entre la multitud, era inútil que tratara de pasar desapercibido, tenía algo que la hacía voltearlo a ver donde estuviera.

Abriéndose paso entre la gente llegó hasta la mesa, y con una sonrisa le tomó la orden a Andrés esperando que notara la ausencia de sujetador, pues esa noche había prescindido de la prenda dispuesta a seducirlo.

Moviendo las caderas de un lado a otro regresó con la cerveza, quedándose un rato a platicar con él sin sentarse para que el gerente no la reprendiera.

— Aquí tienes. Por cierto, siempre vienes solo, ¿No tienes amigos?

— Algunos, pero prefiero venir solo

— ¿Y tu esposa no se molesta porque sales diario a beber?

— No tengo esposa, tenía, pero me divorcié de ella, por eso me cambié de ciudad

— Lo siento —fingió estar apenada, aunque solo quería confirmar lo que ya sabía, pues no veía el anillo matrimonial por ningún lado —no era mi intención abrir viejas heridas

— No te preocupes, no le doy tanta importancia, de hecho es mejor así, ahora puedo andar con quien yo quiera

— Muy cierto, lo mismo me pasaba con mis novios, por eso dejé al último

— Sí. Cuando todavía estaba casado no podía evitar mirar a otras mujeres, mi esposa se encelaba mucho, si supiera que casi siempre le ponía el cuerno

— ¡Jajaja! ¡Qué bárbaro eres!

— ¿Puedes culparme?, habiendo mujeres como tú es difícil resistirme a sus encantos

— Basta, vas a hacer que me apene

— Dudo que una hembra como tú pueda apenarse —aprovechando la multitud que obstruía la vista del gerente y del cantinero, le dio una rápida nalgada a Sofía —Eres una perra, desde la primera noche que me atendiste me di cuenta que querías que te la metiera hasta adentro

— ¿Y por qué me hiciste esperar tanto entonces?

— Porque era divertido ver cómo intentabas seducirme

— Entonces espera a que salga y vamos a mi casa

— Ok, te espero entonces

Así, sin perder más el tiempo, directo a lo que iban los dos. Una incontenible tensión sexual se presentó entre ellos desde el primer día en que cruzaron palabra, pero ninguno se atrevía a decir nada hasta esa noche.

Quería que el tiempo pasara volando, constantemente miraba el reloj con desesperación, las ansias por tener a ese machazo en su cama poseyéndola la hacía estremecerse de solo imaginarlo, y pronto su sueño se volvería realidad.

A Sonia tampoco le iba tan mal, recién había terminado un servicio en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Se dirigía a su casa ahora tras una ardua noche de trabajo. Aun tenía mojado el chocho, no porque no se hubiera bañado después de haber cogido con su cliente, sino por el vívido recuerdo de lo ocurrido apenas momentos antes, no podía esperar para volver a verlo.

Pensó en lo distinto que era ahora su vida, antes tenía que prostituirse con el gobernador, ahora ella elegía con quien coger, y si no le gustaba el tipo entonces le cobraba tres veces más de lo que ganaba en su antiguo puesto gubernamental. La vida le sonreía nuevamente, sin duda lo que le hizo Sofía había sido para bien.

Escuchó el tono de su celular, y al sacarlo de su bolsa vio que era Genoveva. Por unos segundos dudó en contestar, sabía que le tenía un nuevo trabajo, quería regresar a su casa para descansar, pero finalmente contestó.

— ¿Qué pasa Geno?

— Sonia, mi vida adorada, te tengo un trabajito especialmente hecho para ti mi reina

— Ay Geno, yo quería ir a mi casa a dormir, aunque sea una sola noche que termine temprano

—Déjate de berrinchitos mi vida, este trabajo te va a encantar, fíjate nada más, son dos futbolistas que pidieron a la mejor, o sea tú mami, y el que habló se escuchaba muy pero muy cachondo

—Me convenciste, dime a donde tengo que ir

Mientras cambiaba el rumbo para dirigirse a su nuevo servicio se imaginaba a ese par de machos que la solicitaron, ¿Sería alguno famoso o serían de esos equipos locales de segunda división?, de cualquier manera no había duda, se divertiría muchísimo con dos hombres a la vez.

Al escuchar ruidos en la planta baja, Artemia supo que algo ocurría. Salió discretamente de su habitación pensando que era su ama y patrona Sonia que buscaba algo para comer, pero cuanta sería su sorpresa al ver a Sofía y a un hombre subir las escaleras con un par de copas en la mano.

Pronto salió al encuentro de Sofía, con una falsa autoridad que ni siquiera la misma Sonia le había conferido. Con ese par de cansados y hundidos ojos miró con desdén a la muchacha, interponiéndose en el camino hacia la habitación de esta.

—No creo que la señora Sonia esté de acuerdo con que traigas hombres a la casa, acuérdate lo que pasó la última vez

—Mira, criada infeliz, quítate de mi camino o te juro que ahora mismo saldamos cuentas tú y yo. No creas que ya se me olvido cuando no me ayudaste la vez que mi mamá me pegó

—Dile a este hombre que se largue ahora mismo o lo lamentarás

—¡¿Cómo te atreves a hablarme así?! ¡Eres solo una gata venida a más maldita, ahora quítate o no respondo!

Sofía jaló del brazo a Andrés, pero Artemia se les volvió a parar enfrente. Era el colmo del atrevimiento de la sirvienta, pero Sofía tenía aun fresco el recuerdo de la fría actitud de Artemia al barrer a un lado cuando ella desfallecía en el suelo, y con toda la furia contenida le sorrajó una tremenda bofetada que lanzó a la anciana al piso.

Algo se movió en el interior de Sofía, y lejos de arrepentirse por su actitud arremetió contra la vieja sirvienta pateándola una y otra vez hasta cansarse, pero el hastío solo residía en la forma del ataque. Levantó a Artemia del pelo para aporrearla contra la pared y continuar abofeteándola, combinando los combos con rodillazos en el estómago como si fuera una peleadora profesional.

Su acompañante solo se limitaba a ver mientras le sostenía el trago y tomaba el suyo, ya Sofía le había explicado como estaban las cosas en su casa.

Para cuando Sofía se cansó, Artemia ya sangraba por la boca, y para rematar la aventó por las escaleras. Los gritos de la anciana eran como una hermosa melodía para sus oídos, tanto odio reprimido por fin tenía su válvula de escape. Desde arriba observó el justo momento en que el débil cuerpo de la famulla azotaba contra el suelo de la primera planta, y riendo a carcajadas condujo a Andrés a su habitación.

Terminó rápidamente su trago, tomó los vasos vacíos y los asentó sobre su tocador. Le dio la espalda a Andrés para cerrar la puerta, e inmediatamente sintió las duras manos abarcando sus senos mientras un duro bulto se restregaba en sus nalgas. Las caricias fueron bajando poco a poco por su vientre, hasta llegar a sus muslos.

No podía hacer otra cosa más que suspirar, todo eso le gustaba, lo había soñado infinidad de veces, y por fin se hacía realidad. Ya no tenía que imaginar como era el cuerpo de aquel hombre, ahora lo tenía delante suyo para hacerle lo que quisiera. Intentó darse la vuelta para poder besar a Andrés, pero este la sujetó con más fuerza para impedírselo.

—Déjame darte un beso

—No, hasta que yo quiera

Y ahí inicio todo, de pronto Andrés dejó de ser el hombre perfecto y tomó el control de la situación. Los pequeños roces a las tetas se convirtieron en salvajes estrujones como si buscara exprimirlas, los tiernos besos en el cuello y oreja se transformaron en mordidas de lóbulo y chupetones salvajes, todo había cambiado, ahora parecía una bestia en celo buscando saciar sus instintos.

Rompió la blusa negra que Sofía traía puesta, dejando por fin libres las grandes y redondas tetas; siguió la corta falta blanca, luego la tanga y los zapatos. La volteó como si fuera una muñeca, aprisionándola entre sus gruesos brazos para darle un beso tan apasionado que parecía que quería comerle la lengua.

Sofía no sabía qué hacer, estaba atemorizada por la violenta actitud de Andrés, pero había algo que le excitaba de todo eso. Le gustaba sentirse usada, como si fuera un objeto más, y a decir verdad disfrutaba de la fiereza del hombre.

Andrés se inclinó un poco para chuparle las tetas, primero lamiendo los rosados pezoncitos, rozándolos con la punta de la lengua para después chuparlos y dejarlos brillando por la saliva a la vez que sus dedos ingresaban en la húmeda y estrecha cueva que los recibía tan cálidamente. La mano desocupada rodeaba la cintura de Sofía, y ella al sentir todo lo que le hacía comenzó a gemir levemente.

La constante entrada y salida de los gruesos dedos ya le complacía, y cuando se quedaron adentro para dibujar círculos imaginarios simplemente se volvió loca. Los dedos se movían como si quisieran remover algo dentro de ella y, aunado a los sonidos que los chupetones de Andrés hacían, terminaron por envolverla en un torrente de lujuria y deseo.

Cayó con las piernas abiertas en la cama después que Andrés la aventara, y por fin lo vio desnudándose con una pícara sonrisa en la boca. Al ver su grueso torso comenzó a acariciarse el chocho, haciendo una V con los dedos para acariciar sus labios vaginales. Para cuando vio a su hombre totalmente desnudo ya metía y sacaba dos dedos de su concha. Quedó boquiabierta al ver el miembro de Andrés, era largo, como de unos 21 centímetros, y grueso. Le llamó la atención que tenía los vellos púbicos recortados, cosa que lejos de incomodarle le fascinó.

Acostándose en la cama, Andrés jaló bruscamente la mano de Sofía para poder contemplar su coño, era tan hermoso, totalmente abierto para recibirlo, con los labios gruesos y babeando un poco de sus propios jugos, los cuales engulló para comenzar a comerle ese delicioso manjar que se le ofrecía tan tentadoramente. Recorrió los labios con la lengua e incluso los chupó un poco. Metió la lengua en el caliente agujerito, moviéndola dentro para escuchar gemir a Sofía, y lo logró. Pero esos gemidos no fueron nada comparados a los gritos de la chica cuando llegó a su clítoris, primero sobándolo con el pulgar y luego chupándolo con la boca, succionando y mordiéndolo levemente.

Sofía arqueaba la espalda al sentir como su clítoris era chupado y su coño penetrado por los dos dedos que ya le resultaban familiares, estaba a punto de llegar al orgasmo, pero Andrés se detuvo de inesperadamente.

—Ponte en cuatro patas

Le ordenó palmeándole las pantorrillas, a lo que ella respondió obedeciéndolo. Al estar en la posición deseada le puso las manos en las ingles, acariciándolas un poco antes de jalarlas para que abriera las piernas. Una vez bien abiertas la visión era perfecta, podía apreciar perfectamente el coño rebosando de jugos y saliva, a la vez que le abría las nalgas para encontrar un sitio nunca antes explorado.

Rozó con la punta de su lengua el rosado anito, no se sorprendió cuando se contrajo como protegiéndose, mas no se dio por vencido, siguió lengüeteando una y otra vez ese delicioso agujerito para abrirlo y de paso sentir su salado sabor.

Sofía no podía creer que le estuvieran comiendo el culo, nadie lo había intentado antes, y se arrepentía de no haberlo probado desde su primera vez. El placer era intenso, cada lengüetazo de Andrés hacía que un cosquilleo recorriera todo su cuerpo. Sintió que en su coño se clavaban los dedos de su amante, entrando y saliendo rápidamente sin que dejara de chuparle el culo.

Los gemidos de ambos comenzaban a sonar más fuerte, y pronto el anito de Sofía ya estaba bien abierto.

Andrés chupó un dedo y, escupiendo en el agujero, lo hundió lentamente, sintiendo los músculos contraerse a su alrededor. Se quedó quieto por un instante, y sacó el dedo con la misma lentitud dejando la punta adentro para evitar que se cerrara el hueco. Un mete-saca comenzó mientras le chupaba las nalgas a Sofía, y sin importarle el dolor de la chica añadió un dedo más al anito.

Con lágrimas en los ojos por tanto dolor, Sofía apretaba los dientes para no gritar. En verdad era terrible todo ese sufrimiento, aun más que cuando cogió por primera vez.

El hombre sacó por fin los dedos del interior anal de Sofía. Se irguió detrás de ella y le rozó el coño con la verga para luego subir hasta el ano, que aun no se había cerrado por completo después de la dedeada.

—Ahora sí, te la vas a tragar todita

Y sin más preámbulo se la clavó de un solo golpe en la vagina, siendo bien recibido por la cálida estrechez y la humedad de los jugos. Bombeó sin piedad dentro de Sofía, jalándola por las caderas para sentirla más.

Había cogido con chavas más apretadas que ella, pero no podía negar que era una buena cogida la que se estaba dando, el cuerpo de la chica era espectacular, y tenía un culito perfecto que compensaba la falta de estrechez.

A su vez, Sofía suspiraba de placer al sentir esa potente vara entrando una y otra vez a gran velocidad en su pucha, no había tenido antes una tan grande atravesándola, sobre todo en la manera que Andrés lo hacía. Sentía que era destrozada en cada embestida, la fuerza de aquel maduro hombre era mucho mayor que la de cualquiera de sus ex novios y amantes.

—¿Te gusta zorra? ¿Te gusta cómo te la meto?

—Me encanta

Dijo entre gemidos. Giró la cabeza para observar a su macho, y lo encontró totalmente perdido en el bombeo, nada parecía distraerlo de lasciva labor. Pensando en compensarlo por todo el placer que le daba, contrajo los músculos vaginales.

—¡Puta madre!

Exclamó Andrés cuando sintió el perrito de Sofía ciñéndose a su verga. Ahora ya no tenía queja alguna de aquella chava, era perfecta. Su rostro, su cuerpo, su culo, su coño, todo era ideal, no había defecto alguno en ella; tal vez se quedaría con ella para siempre.

Impulsado por el placer que Sofía le daba, empujó más fuerte su miembro dentro de ella, buscando hacerla delirar.

Sacó su miembro por última vez del coño, y para sorpresa de Sofía se lo metió todo dentro del ano, aunque trabajosamente, pues el agujerito ya estaba casi completamente cerrado.

Ella aulló de dolor al sentir cómo sus músculos eran separados abruptamente, tensándose cuando el grueso invasor entró sin aviso ni cuidado alguno

Pero para Andrés era totalmente todo lo contrario, las involuntarias contracciones de Sofía le resultaban por demás placenteras. Cabalgaba como si fuera un animal montando a su hembra, y qué hembra tan deliciosa y formidable. Se aferró con las manos a los muslos para darle más fuerza a sus embestidas, y con un ímpetu que nunca antes había experimentado al estar con una mujer la penetró sin piedad una y otra vez, hasta que los alaridos se convirtieron en placenteros jadeos.

La chica podía sentir los huevos chocando contra sus nalgas cada vez que Andrés le metía la verga. Sentía que le desgarraba los músculos anales, pero a la vez disfrutaba la violenta fricción de ese pedazo de carne abriéndose paso en sus entrañas.

Cayó exhausta sobre la cama cuando Andrés la soltó, ya no volvió a sentir ese tremendo tronco entrando de nuevo, pero sí las manos de su macho sujetándola con fuerza para darle la vuelta. Tendida boca arriba sobre la cama se recuperaba de la bestial cogida, su coño aun babeaba jugos vaginales, y su ano aun estaba bien abierto, ambos le dolían por tanto castigo, pero a la vez disfrutaba aquel dolor que se hacía presente.

Observó a Andrés de rodillas entre sus piernas jalándose la verga, todavía no eyaculaba, por lo que decidió darle una ayuda con su boca. Justo cuando se incorporaba para alcanzar el palo con la mano, Andrés se montó sobre cara para formar un 69, y al tiempo que comenzaba a comerle el coño de nuevo hundía su caliente miembro entre sus labios sin importarle que estuvieran cerrados.

Abrió la boca para aceptar el pene que tan insistentemente golpeaba sus labios con el glande. Le costó un gran trabajo tragárselo todo, pero por fin sintió las peludas bolas debajo de la nariz dándole la oportunidad de oler el hedor a sudor que solo se le hacía atractivo en un hombre como Andrés.

Le dieron ganas de volver el estómago cuando sintió aquel grueso palo bajar un poco por su garganta. Trató de mamarlo cuando lo tuvo dentro, pero no pudo hacerlo, el miembro salía de su boca conforme Andrés iba levantando su pelvis lentamente. Levantó la lengua para rozar la parte superior del tronco hasta la curvatura de arriba del glande.

Volvió a sentir inundarse su boca cuando Andrés dejó caer su miembro otra vez como una dura estocada, atragantándose de nuevo sin volver aun el estómago. Todo eso fue lento al principio, pero pronto se transformó en un movimiento semejante al que Andrés había hecho en su concha y en su ano.

—Eso mi niña, te voy a coger por los tres agujeros

Fue así, pues lo que Sofía pensó iba a ser una oportunidad para mamarle la verga se volvió un mete saca oral que solo Andrés controlaba, y a pesar de eso ella lo disfrutaba sobremanera.

La parte inferior de su nariz chocaba con los huevos en cada estocada, aplastándolos un poco sin querer. Su boca se convirtió simplemente en un hueco más para la satisfacción de su hombre, no importaba lo mucho que intentara acariciar el pene con la lengua, la velocidad del vaivén le impedía lograr su objetivo.

Buscó las nalgas de Andrés, se conformaba con sentirlas en sus manos durante la cogida facial. Era el culo masculino más duro que había estrujado, se notaba que le gustaba mantenerse en forma para sus hembras.

Aunque por un momento parecía haberse olvidado que su amante le estaba comiendo el coño, volvió en sí cuando sintió los dientes mordisqueándole el clítoris. Una mezcla de dolor y placer hicieron que levantara su pelvis al sentir un choque eléctrico en su cuerpo; al dejarse caer de nuevo sobre el colchón sintió que el brazo del hombre se lo impedía, y de inmediato dos dedos se clavaron sobre su aun abierto ano, moviéndose en forma de círculos como si quisiera extender más el agujerito.

Simplemente se volvió loca de placer, con la verga entrando constantemente en la boca gruño por las caricias de Andrés. Estaba siendo penetrada por dos de sus tres agujeros, y su clítoris era succionado fuertemente.

Mientras ella se volvía loca de tanto gozar, Andrés también disfrutaba mucho chupando la carnosa perlita que tanto gozo brindaba a su chica. Sacó los dedos del ano para acariciar el coñito húmedo, rozando los gruesos labios y abriéndolos un poco para dejar caer un poco de saliva al interior, esparciéndola después con un dedo.

Detuvo la cogida oral cuando sintió que se venía, y con la verga aun dentro de la boca de Sofía descargó toda su simiente.

La pobre chica casi se ahoga al recibir aquel torrente de leche en su boca, nunca antes le habían dado ganas de hacerlo, pero esa noche quería beberse ese caliente y viscoso líquido por completo, no quería dejar ni una sola gota. Tragó todo lo que pudo antes que Andrés terminara de venirse, y cuando sintió que la verga salía de su boca terminó de engullir todo lo que quedaba.

Pero aun no estaba satisfecha, y se aferró al palo con la boca para seguir chupándolo y lamer todos los rincones manchados por el líquido, desde abajo del borde de la cabeza hasta la punta de esta, presionando su lengua contra el orificio. Tomó la verga en su mano, y levantándola al frente un poco lamió la base y los huevos, también manchados con algo de semen.

—Puta madre, qué golosa eres

Dijo Andrés al sentir lo que le hacía Sofía. Una vez que estuvo libre se recostó al lado de Sofía. Descansó un rato limitándose a observar la belleza de la chica, pero pronto se le paró de nueva cuenta, estaba listo para cogérsela otra vez.

—¿Te animas?

Preguntó a la chica guiándola hacia su erecto palo con la mirada, y al ver esa caliente, dura y mojada vara apuntándole, Sofía no se pudo resistir. Pero fue ella quien tomó la iniciativa esta vez, y montándose sobre Andrés se clavó sobre la verga, moviendo circularmente la cadera antes de levantarse un poco para dejarse caer de nuevo.

—Eso, dame unos buenos sentones

Andrés sonreía al ver que había vuelto a Sofía en una chica hambrienta de sexo. Apretó las suaves y firmes tetas que se bamboleaban con el impulso de los sentones, moviéndolos en círculo y separándolos un poco.

Gracias a los movimientos pélvicos de Sofía, Andrés no pudo resistir mucho tiempo, y para sorpresa de la chica se vino otra vez dentro de su coño.

Cuando Sofía se levantó, una lujuriosa mezcla de sus líquidos y el semen del hombre chorreó de su coño. Esta vez fue ella quien acompañó a su macho acostándose junto a él en la cama, y recibiendo un apasionado beso descansó en sus fuertes brazos, agitada y sudorosa.

A eso de las cuatro de la mañana, Sonia regresaba a casa tras una ardua noche de trabajo. Aun no podía dejar de sonreír por la salvaje cogida que aquellos dos futbolistas le habían dado, lo disfrutó tanto que pensó en pagarles ella. Todavía tenía el sabor de aquellas vergas en la boca, constantemente se relamía las encías y el paladar para recordarlos.

Salió de su ensueño al ver un auto además del de Sofía en el estacionamiento, y de inmediato supo lo que pasaba, la muy golfa había metido hombres a la casa una vez más.

Pensó que la última vez había escarmentado su amada hijita, pero vio que no era así. Pero no solo estaba molesta con Sofía, también con Artemia por haberle permitido a su hija hacer lo que se le viniera en gana.

Entró furiosa a la casa, y al ver a su anciana criada tendida en el piso golpeada y maltratada corrió a auxiliarla.

—¡Artemia, ¿Pero qué te pasó mujer?!

—Señora Sonia-dijo con dificultad al levantarse con ayuda de su patrona-Su hija metió un hombre a la casa, quise detenerla pero me golpeó y me aventó por las escaleras

—Maldita escuincla, ahora mismo me va a oír

Ayudó a Artemia a recostarse en el sofá, más tarde se haría cargo de llevarla al hospital para que le revisen sus heridas. Subió los escalones de dos en dos para llegar más rápido al segundo piso.

Su corazón latía más rápido por el coraje. Estaba dispuesta a golpear otra vez a Sofía con todas sus fuerzas sin importarle dejarla en estado de coma. Pero cuando abrió la puerta y vio a su hija tendida sobre la cama mirando hacia la puerta de cabeza mientras un hombre la poseía su primer impulso fue el de asesinarla.

—¡Sofía! ¡¿Qué carajos crees que estás haciendo?!

—¡Mamá!

Ingresó a la habitación dispuesta a tomar lo más cercano para golpear a Sofía hasta la muerte, pero cuando el hombre que la montaba levantó la cara todas sus fuerzas se le vinieron abajo. Las piernas le fallaron y cayó al piso por la impresión de volver a ver a ese hombre, pero más porque estaba cogiendo con Sofía.

—¡¿ANDRÉS?!-gritó sin poder creerlo

—¡¿Sonia?! ¡¿Tú eres la mamá de Sofía?!

—¡Sí bastardo, y tú eres el padre, te estás cogiendo a tu propia hija!

Andrés y Sofía sintieron morir, ¡Eran padre e hija cogiendo!. Sofía empujó a su padre para salir de la cama bañada en lágrimas, mientras el hombre comenzaba a juntar su ropa para irse, pero Sonia se levantó con sus últimas fuerzas y le metió senda cachetada.

—¡¿Cómo pudiste, a tu propia hija?!

—¡Yo no lo sabía, recién regresé y ni siquiera sabía si habías tenido al bebe!

—¡Eres un desgraciado! ¡Lárgate de aquí maldito!

Mientras ellos peleaban, Sofía se sentó en un rincón de la habitación sujetando sus piernas con los brazos y meneándose hacia adelante y hacia atrás. No podía creer que el único hombre que la había hecho tocar el cielo fuera su padre. Le asqueó todo lo que había hecho, le asqueó solo pensar en cómo se le había insinuado en el bar, y la manera en que se había tragado su semen pensando que era lo más delicioso que había probado en toda su vida.

Quiso morir en ese preciso instante. Sacó de su cajón unas tijeras, y sin dejar de llorar estaba dispuesta a clavárselas para suicidarse.

Justo a tiempo regresó Sonia tras haber sacado de su casa a Andrés. Se abalanzó contra Sofía y de un golpe tiró las tijeras que sostenía cerca de su pecho. Abrazó a su hija con todas sus fuerzas sin importarle que estuviera desnuda, sentándose junto con ella en la cama para confortarla.

—Todo va a estar bien hijita, todo va a estar bien

Sofía necesitó la ayuda de un psicólogo para olvidar el trauma de haber tenido relaciones con su propio padre, Sonia siempre la acompañó para apoyarla, y de paso solucionaron su añejo problema de rivalidad entre madre e hija.

Con las semanas fueron superando esos amargos recuerdos y la vida anterior, ahora sí parecían madre e hija con sus debidos límites.

Todo parecía perfecto, hasta que un día Sonia vio llegar a su hija muy angustiada, aunque no habían lágrimas en sus ojos podía notarlo en su desencajado rostro. Dejó de hacer lo que en ese momento la mantenía ocupada, y acercándose a su hija hizo que se sentara junto con ella en la sala.

—¿Qué tienes Sofi?

—Mamá…no sé como decirte esto…

—Sofía, sabes que pase lo que pase yo siempre te apoyaré

—Es que…yo…¡Estoy embarazada mamá!

Y el mundo de Sonia se derrumbó una vez más, recordó la ocasión en que ese mal hombre la embarazó y huyó eludiendo la responsabilidad, todas aquellas fiestas perdidas, aquellos años desperdiciados, toda una juventud muerta, y ahora su hija pasaría por lo mismo. Una lágrima cayó por su mejilla, fue la primera de muchas, y abrazando a Sofía con fuerza le dio todo su apoyo, por fin había aprendido lo que era ser una verdadera madre.

—Pero no es de…

—¡Sí es mamá, no había tenido sexo con nadie más que él en los últimos meses!

Eso fue el acabose, no solo su hija pasaba por lo mismo, sino también a manos del mismo hombre.

Pero la más angustiada era Sofía. No había duda en su cabeza, creía que el destino se había ensañado con ella desde la vez en que su madre se acostó con el chico que le gustaba, pasando por su expulsión de la facultad y el fin de su vida social, y ahora con la existencia de su hija y hermana a la vez.