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Cruel Destino

en Gays

Nunca imaginé enamorarme de él de esa manera. Sí, me parecía atractivo desde que lo conocí, pero sinceramente me era indiferente, eso durante los dos primeros semestres de preparatoria; en tercero y cuarto me caía tan mal que a pesar de vivir a unas cuantas casas de distancia siempre evitaba regresar con él de la escuela o siquiera topármelo en el camino.

Fue hasta quinto semestre en que mi percepción hacia él cambió. Poco a poco con sus acciones fue cayéndome bien, y pronto olvidé cuanto me fastidiaba incluso escuchar su voz durante las clases.

Cada mañana íbamos juntos a la escuela, no importaba si yo me retrasaba un poco en salir, él siempre me esperaba en la esquina. Sus atenciones y comentarios hacia mí cambiaron, e incluso parecía más interesado en mí que en su mejor amigo, Gonzalo.

Más de una vez me insistió para salir al billar o simplemente a dar vueltas con él, pero siempre me rehusaba, en ese entonces no me interesaba en la manera en que más adelante lo haría.

Su pelo castaño casi al ras del cráneo, sus ojos verdes, esos labios gruesos listos para ser besados, su aire punk, todo en él me cautivó ese verano del 2004, cuando ya habíamos terminado la prepa.

Al ingresar a la facultad pensé que podía olvidarlo, y al principio así fue, ya ni recordaba cuanto me divertía con nuestras pláticas absurdas, cuanto disfrutaba escuchar esa forma de pronunciar la "s" tan característica en él, incluso cuando se molestaba me gustaba, sí, ese era David, un chavo que a pesar de ser lo más desagradable posible para otros para mí era simplemente encantador.

Pasé tres semestres en la facultad lo demasiado apurado con tareas y trabajos como para recordarlo, y entonces, un domingo por la mañana, me lo topé en el Messenger. Al saludarlo y preguntarle cosas de su vida me respondió de la manera más inesperada.

-Paco, tengo un pedo grande, cabrón

-¿Quién te quiere madrear o qué, o cómo?

-No güey, es un problema de tipo sexual, a lo mejor ni te lo imaginas. El viernes salí a tomar solo y me ligué a un chavito, me lo llevé a las afueras de la ciudad para que me la mamara y terminamos cogiendo en un hotel

No podía creer lo que leía, David, ese chavito que parecía más heterosexual que nada había tenido sexo con otro hombre. Ni siquiera recuerdo que escribí después de eso, solo me acuerdo de que esa confesión fue como algo que me inyectaba una extraña energía.

Tal vez pensé que si había tenido algo con otro hombre entonces podía ser yo quien tuviera algo con él. No podía pensar en nada más que no fuera en eso, y mis amigos se dieron cuenta de mi singular felicidad, pero evadía el tema como podía al ser cuestionado por ellos.

Un par de días después, tal vez por el efecto de la cerveza que siempre logra deprimirme cuando la tomo, escuché una canción en la radio mientras regresaba en taxi a mi casa tras haber ido a un bar con mis amigos, y supe que por más oportunidades que tuviera con David nunca podría ser lo nuestro.

Me entristecí durante muchas semanas, pensando solamente en eso, en lo mucho que me gustaba David, pero mientras más cerca lo tenía más lejos lo veía. A pesar de mi dolor, a mis familiares y amigos siempre les mostraba alegría y felicidad, como si nada estuviera pasando.

Pasaron varios meses para que saliera de esa depresión, y justo cuando creí haber superado todo eso lo encontré en un bar con sus amigos un sábado por la noche, cosa que me extrañó dado que a él siempre le gusta ir a lugares como antros, karaokes, etc.

Aun estando él presente traté de divertirme, pero era imposible, siempre me sorprendía mirando hacia el lugar donde él estaba, afortunadamente mis amigos no se daban cuenta, debía ser por la cantidad de alcohol en su sangre, o tal vez poco les importaba lo que yo hiciera.

Las horas pasaban, y todos seguíamos tomando. Estaba pendiente de las cervezas de David, eran muchas más las que él se había tomado que las mías, e incluso que las de mis amigos.

Vi que trato de levantarse con sus otros amigos, pero todos ellos estaban tan borrachos que apenas se podían mantener en pie, uno sacó las llaves de su auto, y pensé que si apenas podía caminar no podría manejar, o si lo hacía terminaría muy mal esa noche para ellos.

-Oigan, tengo que irme, nos vemos el lunes-dije levantándome de la mesa y dejando mi parte de la cuenta

-No chingues, pinche paco, toda la vida es lo mismo contigo

-En serio, me urge irme

-Mta, está bien, pero la próxima vez das tu tanda

-Va, nos vemos

Salí presuroso del bar, y encontré al grupo de David riéndose junto al auto mientras el chavo de las llaves trataba de abrirlo. Sin pensar me acerqué a David y lo jalé por el brazo para que me hiciera caso.

-¡Hey Paco! ¡¿Qué haces aquí?!

-Vine con unos cuates. Oye, ¿Piensas irte con ese chavo?

-Claro, no traje carro porque venía dispuesto a mamarme

-No chingues, ese tipo está más pedo que tú, pueden chocar

-Naaaaa, él maneja muy bien

-Por muy bien que maneje en el estado en el que está puede pasar un accidente. Vente mejor, te llevo a tu casa

-¿Neta?

-Sí coño, vamos

-Ok

Sin despedirse de sus amigos subimos a mi auto, y durante el trayecto escuché que balbuceaba estupideces que no recuerdo muy bien, me molestaba incluso oírlo respirando. Últimamente había extinguido ese amor que le tenía con un odio creado a base de sus comentarios hirientes, pero esa noche era como si todo lo que ya había avanzado se fuera a la chingada, el solo pensar que pudiera salir lastimado si su amigo chocaba me aterraba.

Llegamos a su casa, y le ayudé a entrar con cuidado para no despertar a su mamá ni a su hermano, que seguramente ya dormían en sus respectivas habitaciones. Entramos a su cuarto, desordenado y con ropa por todos lados, tal como lo recordaba. David cayó en la cama, con las cuatro extremidades abiertas por completo como si estuviera exhausto, y cuando ya estaba a punto de salir escuché su entrecortada voz.

-Gracias por traerme cabrón

-No hay pedo, sabes que siempre puedes contar conmigo

Abrí la puerta de su cuarto para largarme de ahí lo más rápido posible, pues en el estado en el que estábamos tenía miedo de hacer algo indebido, algo que él no quisiera, pero nuevamente me detuvo, esta vez poniéndose dificultosamente de pie para cerrar la puerta.

-Espérate cabrón, quiero hablar contigo

-Podemos hablar otro día, ya es muy tarde, quiero dormir y además estás pedo

-¿Y tú no?

-Menos que tú sí, en toda la noche tomé unas cuantas, muchas menos que tú

-Ay sí, tú las traes

-Es en serio, por eso pude manejar, cuando saco mi carro no me gusta mamarme

-Lo que sea, quiero hablar contigo de…de lo que te conté la otra vez

-Ah, eso, no te preocupes, no le diré a nadie, además ya no tiene nada de malo

-Es que…no sé, me he sentido raro después de eso

-Cabrón, estabas pedo cuando eso pasó-dije para darle por su lado y poder irme, su cercanía me ponía nervioso, y temía no poder controlarme más y abrazarlo para darle un beso-Así que no lo hiciste en tus cinco sentidos

-No, es que…no estaba tan pedo…así como no lo estoy ahora

Sentí sus brazos colgándose de mi cuello, y aunque vi venir sus gruesos labios hacia mí no pude hacer nada, estaba paralizado por el estupor del momento. Su lengua, tan larga que le llegaba hasta la barbilla, se coló entre mis labios, envolviendo a la mía en un sensual y húmedo baile que nos brindaba placer a ambos. Podía percibir aun el agrio rastro de la cerveza en su boca, pero definitivamente mezclado con su propio sabor, y eso me volvió loco.

Rodeé su cintura con mis brazos, y lo presioné contra mi cuerpo, era mi oportunidad de tener a David, y no me importaba si era cosa del alcohol, aunque fuera solo una noche quería tenerlo, poseerlo, amarlo, hacerlo gritar mi nombre. Pero todo cambió cuando me miró con sus ojos verdes, sonriendo como si estuviera feliz por algo, y entonces lo comprendí todo, él también deseaba lo que estaba a punto de pasar.

-Paco, me gustas, cuando te comenté lo que me había pasado fue para ver si tú eras igual que yo y me decías que ya te había pasado, pero como no lo hiciste me decepcioné mucho. Y ahora que estás aquí respondiendo a mis caricias, estoy feliz porque sé que sientes lo mismo que yo

Acomodó su cabeza en mi hombro mientras acariciaba mi pecho por encima de la playera, yo no pude hacer más que darle un beso en la cabeza, oliendo la dulce fragancia de sus cabellos a pesar de que el hedor a alcohol estaba presente.

La verdad traté de resistirme a los encantos de David, pero una vez más me convenció de hacer lo que él quería, tal y como ocurría años atrás cuando aun estudiábamos juntos. Me odié por no poder salir por esa puerta en ese momento, pues solo mostraba lo débil que seguía siendo ante él.

Pero no importaba cuanto tratara de evitarlo, en ese momento sus caricias me tenían cautivo, sus besos, sus palabras, su olor, todo me mantenía prisionero en la cárcel en que sus brazos se convirtieron.

-Cógeme, quiero que me la metas toda

Me dijo al tiempo que aflojaba mis pantalones para que al momento de tirarme sobre su cama pudiera quitármelos con facilidad. Sentí sus labios recorriendo mi abdomen una y otra vez mientras sus manos estrujaban mis huevos por encima del bóxer que tenía puesto. Pronto sus manos se deshicieron de esa prenda también, así como de los zapatos para poder quitarme todo sin mayor problema, y cuando me quitaba yo la playera sus gruesos y calientes labios comenzaron a brindarme un inenarrable placer en compañía de su lengua.

A pesar de estar mamándome la verga no dejaba de mirarme a los ojos, parando la chupada en algunas ocasiones para sonreírme y preguntarme si me gustaba lo que me hacía, a lo que respondía que sí, simplemente sí, ¿Cómo podía expresar todas aquellas maravillosas y deliciosas sensaciones que producía en mí?

Dejé que el deseo me poseyera, y disfruté como nunca antes de la chupada que en ese momento David, el chico que creía mi amor imposible, me hacía, lamiendo el tronco de mi verga, chupando con fuerza, moviendo la cabeza de arriba abajo, todo con tal de complacerme, y cuando terminó con mi miembro continuó con los huevos, metiéndolos a la boca para producirme una deliciosa sensación de húmedas y calientes cosquillas.

Se sentó sobre mi estómago, y al quitarse la playera pude ver por fin lo que tanto había deseado en los últimos meses. No podía creer lo hermoso que era, lampiño, sin ningún vello que estorbara en su perfecto torso. Me senté sobre la cama para abrazar su cintura y devorar a besos y lamidas todo su abdomen y pecho, lamiéndole los rosados pezones para escucharlo jadear y hacerlo gozar.

Escuché cómo se quitaba los zapatos, indicándome que estaba listo para que le quitara los pantalones y el bóxer, y así lo hice. Lo recosté sobre la cama, ni siquiera tuve que levantarle las piernas, él solo las puso en el aire sujetándolas con sus manos para darme libre paso a su anito, el cual dilaté a base de lamidas, y una vez abierto metí un dedo en él, luego otro, y comencé a moverlos un poco en su interior.

-Ah, sí, cógeme, quiero ser tuyo

Cuando lo consideré adecuado saqué los dedos para ir a mi pantalón por un condón, y al regresar a la cama me encontré con un David con las piernas tendidas sobre el colchón, ansioso por sentirme dentro de él. Me arrodillé entre sus piernas mientras me ponía el condón, y le levanté las piernas para acomodármelas en los hombros.

Ingresé dentro de él lentamente, con el debido cuidado para no lastimarlo, y aun así escuché que trataba de ahogar los gritos de dolor. Una vez que terminé de entrar en su estrecho y cálido interior me recosté un poco sobre su cuerpo para darle un beso y calmarlo un poco, afortunadamente sus gritos no eran muy fuertes, pues de ser así su mamá o su hermano nos hubieran descubierto.

En esa posición di inicio a la cogida, metiendo y sacando lentamente al principio para incrementar poco a poco la fuerza. Sus jadeos se empezaron a escuchar de nuevo, y los míos también, uniéndose en una lasciva melodía que a ambos nos complacía.

-¡Así, así, me partes!

Gritaba al tiempo que se aferraba a mi espalda, con las piernas alrededor de mi cintura, pero quiso cambiar de posición, y se puso de cuatro patas sobre la cama. Y así comencé a bombearlo de nuevo, tomándolo por la cintura para jalarlo cuando iba a entrar. Esta vez aceleré las embestidas, con mucha más fuerza que las anteriores, quería escucharlo gritar, hacerlo delirar de placer, y así sucedió, no se preocupó porque alguien nos escuchara, se entregó totalmente al momento al igual que yo lo había hecho, y nuestros gemidos aumentaron de volumen, afortunadamente la mamá y el hermano de David tienen el sueño muy pesado.

Sentí que estaba a punto de venirme, así que saqué la verga a pesar de tener el condón puesto y descargué todo mi semen, quitándome después el condón para tirarlo en la basura.

Cuando regresé a la cama David me esperaba con los brazos abiertos, me recosté junto a él para abrazarlo, y así nos dormimos, con nuestros sudorosos cuerpos unidos por nuestras extremidades, y nuestros labios pegados en un beso apasionado que demostraba lo mucho que nos había gustado lo recién vivido.

Fui el primero en despertar a la mañana siguiente. Me quedé a su lado contemplándolo mientras dormía, se veía tan lindo, tan tierno, parecía un bebito incapaz de hacer daño alguno, pero entonces recordé todo lo que era capaz de hacer. Fue en ese momento en el que me di cuenta que no importaba cuantas veces cogiéramos, ni cuantas veces gritara mi nombre, todo eso no valía de nada, nunca tendría su corazón ni me amaría como yo lo amo a él.

Le di un tierno beso para despedirme, y me levanté para vestirme, pero justo entonces él despertó, tal vez motivado por el calor de mis labios. Pero eso poco me importó, no me detuve a pesar de escucharlo bostezar.

-¿Qué haces?-preguntó él

-Vistiéndome, ya me voy

-No te vayas, pasemos el día juntos

-Tengo cosas que hacer

-Está bien, entiendo, ¿Cuándo repetimos esto entonces?

-David-dije una vez vestido, sin voltearlo a ver-No habrá otra vez

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué dices eso?!

-Porque no quiero conformarme con tener tu cuerpo, también quiero tener tu amor, pero comprendo que eso es imposible

-¿Por qué dices eso?, Paco, yo te amo…

-No, no es verdad. Somos muy diferentes, lo único que haríamos sería herirnos lo suficiente como para terminar odiándonos

-No, no digas eso, por favor, yo te quiero

-Estoy seguro que algún día encontrarás a alguien a quien ames con todo tu corazón, tal como yo te amo a ti. Adiós David, se feliz

Tuve que controlarme para no darme la vuelta y regresar a su lado para besarlo, acariciar su blanca piel de nueva cuenta, y aunque el llanto casi me vence seguí mi camino tratando de no darle importancia al dolor que sentía en mi corazón.

Ahora lo veo pasar de la mano con su novia, parece más feliz que nunca, y es entonces cuando me digo a mí mismo que lo que hice fue lo mejor para los dos, sé que así es, de haberme quedado con él hubiera resultado más herido de lo que estoy ahora, de cualquier manera no había un final feliz para mí, pero no me molesto por ello, después de todo ese era mi cruel destino.