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Cuando un sueño se hace realidad

en Gays

No me explico cómo fue posible que después de tanto tiempo de no haberme atrevido a dar el primer paso fuese él quien lo hiciera esta noche. Ahora, después de tantos años, lo veía desde la ventana de su habitación, parado junto a ella mientras él yacía desnudo en su cama fumándose un cigarro, el mismo chico del que me había enamorado 4 años atrás.

Conocí a Gabriel cuando entré por segunda vez a la prepa, sí, por segunda vez, perdí dos años por circunstancias del destino, entre otras por dedicarme a vagar con mis cuates. Desde el primer día que lo vi me llamó la atención físicamente, era alto, de piel blanca, pelo negro corto y lacio, ojos café oscuro y complexión delgada, no muy guapo pero tenía lo suyo.

Aunque me gustaba, al principio le daba poca importancia, no porque me pareciera pedante ni nada por el estilo, que la mayoría de las veces es la razón por la cual me cae mal alguna persona, sino porque simple y sencillamente me era indiferente en comparación de un amigo suyo parecido a él físicamente, solo que no tan alto, y su faz era totalmente distinta, más atractiva, siempre sonriendo, lo que más me atraía eran sus ojos cafés que siempre se posaban en mí cuando le hablaba, denotando la gran alegría que tenía este chico de nombre Álvaro.

Fue precisamente por medio de Álvaro que comencé a llevarme con Gabriel, un buen día, después de algunas semanas de adaptarme al nuevo ambiente de esa escuela y ya habiendo formado un grupo de amigos al cual Álvaro se integraba algunas veces, me llamó para preguntarme acerca de un anime (caricatura japonesa) a lo cual respondí acercándome a su lugar, justo al lado de Gabriel.

Después de presentarnos comenzamos a platicar y así se dio nuestra amistad. Poco a poco fuimos haciéndonos más amigos, hasta llegar al punto en que Álvaro fue relegado de su amistad con Gabriel cuando él se unió a mi grupo de cuates.

Pero no fue su físico lo que me conquistó, sino su actitud, su buen trato hacia mí, su incondicional amistad, y eventualmente terminé enamorándome perdidamente de él.

Sufrí por mucho tiempo, nunca me atreví a decirle lo que de verdad sentía por él. Me alejé para extinguir el sentimiento que me aquejaba, pues sabía que era algo imposible para mí sentir el roce de sus labios con los míos, ni que decir de terminar enredado con él en su cama o en la mía.

Logré olvidarlo antes de entrar a tercer año (o quinto semestre, como ustedes prefieran) y para mi sorpresa nuestra amistad volvió a florecer, esta vez más fuerte que nunca. Ya no lo veía con ese deseo que me había consumido meses atrás, ahora de verdad me divertía con él sin esas tontas pretensiones mías de seducirlo.

Varios años pasaron sin tener noticias de él, hasta que me lo volví a topar en el Messenger, y entonces nuestra amistad comenzó a avivarse de nuevo hasta el punto que volvimos a salir juntos.

Un día le propuse ir a un table con mis cuates, él aceptó, ofreciendo su carro con la condición de que cooperáramos para la gasolina, cosa que no fue problema.

Ese sábado nos dirigimos al mejor putero (como aquí se le llama a los lugares donde las mujeres se desnudan) de la ciudad. Todos estábamos felices tomando, chupando tranquilos como decimos, viendo a las viejas desnudándose y tocándose en el escenario, y cuando menos nos dimos cuenta ya iban a cerrar el lugar.

Salimos al estacionamiento y, tras llevar a mis cuates a sus casas, Gabriel se encaminó hacia la mía para dejarme; pero unas esquinas antes de llegar dio vuelta en sentido contrario para detenerse en una calle solitaria y oscura.

—¿Pasa algo?—le pregunté intrigado por el repentino frenón

Pero no me respondió, solo me sujetó la nuca tan rápido que no pude reaccionar a tiempo para evitarlo, y cuando me di cuenta ya me estaba besando. Abrí los ojos como nunca antes lo había hecho por la sorpresa, pero cuando pude reaccionar respondí a su beso, disfrutando cada movimiento de su lengua dentro de mi boca, acariciándola y masajeándola con la mía, sus labios estaban tibios y algo húmedos, carnosos y más delgados que los míos.

—Estoy bien caliente cabrón, quiero coger ahora mismo, quiero que me la metas bien duro

—Vamos a tu casa, en la mía hay mucha gente

Aceleró todo lo que el auto le dejaba para llegar lo más pronto posible a su casa. Y cuando estuvimos por fin en su habitación nos desnudamos rápidamente, nuestros cuerpos ardían de deseo, y el olor del alcohol aun impregnado en nuestra piel acompañaba al de la lujuria mientras nos besábamos.

No importó la altura, él se dejó dominar cuando lo deposité sobre la cama para poder lamerle el lampiño pecho una y otra vez. Tomé su pene en mi mano, meneándoselo mientras devoraba sus redondos pezoncitos color café claro y bien paraditos gracias al roce de mis dedos.

Su miembro debía medir unos 16 centímetros de largo y unos 5 de ancho, y para mi placer vi que no se había hecho la circuncisión, mejor para mí, pues nunca había tenido sexo con un no circunciso. De inmediato metí la lengua debajo de su prepucio, chupándolo un poco y mordiéndolo delicadamente para hacerle experimentar el contrastante placer que podía traer el dolor moderado, también moví lentamente la punta de mi lengua de un lado a otro como acariciándolo. Jalé el pellejito para ver el glande babeando en pre semen, y gimió cuando comencé a chupárselo y a mover la lengua por todo el contorno.

A pesar de haber tenido vergas más grandes en mi boca, la de Gabriel me pareció simplemente inigualable, algo tiene este chavo que hace que el sexo con él sea lo más delicioso que puede haber.

En ningún momento trató de insultarme o de decirme algo vulgar, por el contrario, me acarició la mejilla mientras hacía desaparecer su verga entre mis labios, me miraba de una forma tan cariñosa y amable, como siempre lo había hecho, entonces recordé por qué me había enamorado de él.

Dejé su palo todo ensalivado, soltándolo para permitir que su prepucio cubriera de nuevo su ovalada y sonrosada cabeza. Me enfoqué entonces en sus huevos, algo velludos y retraídos, aun así me gustó chuparlos y lamerlos a mi antojo, percibiendo su fuerte aroma natural que de inmediato me fascinó.

Fui escalando con la boca cada centímetro de piel hasta llegar nuevamente a sus labios, me encaramé sobre él para forzar mi verga dentro de su boca, pero no hubo necesidad, pues la sujetó para tragársela él mismo sin necesidad de que lo obligara. Por los hábiles movimientos de su lengua adiviné que no era su primera vez chupando una verga, quién iba a imaginar que ese chico de apariencia delicada pero varonil a la vez disfrutara mamando ñongas.

Me calentaba demasiado estar en esa posición, viendo cómo devoraba mi palo como si estuviera hambriento, y al sentir que estaba próximo a venirme me contuve, sacándoselo todo babeado de entre los labios.

Aprovechando que estaba un poco mareado, me empujó hacia atrás. Caí de espaldas entre sus piernas, no se dejó esperar su ansiosa lengua recorriendo mi abdomen y mi pecho hasta llegar a mis axilas, que fueron cubiertas con su saliva. Yo dejaba que me hiciera todo lo que quería, después de todo ya me había satisfecho con el sabor de su piel.

—Oh, paco—me dijo al oído mientras sus manos se aferraban a mi espalda baja—Te necesito, tómame ahora mismo

No lo hice esperar, siempre he sido de las personas que van al grano sin rodeos, aunque algunas ocasiones lo valen. Giramos sobre la cama para que yo estuviera encima de él, alcancé mi pantalón y saqué el condón que siempre llevo en el bolsillo por si acaso; en lo que me lo ponía, Gabriel sacó una botella de lubricante. Vertí un poco del líquido sobre mis dedos para mojar su anito, y otro poco sirvió para lubricar mi verga.

Hundí dos dedos en el caliente hoyito para relajarlo y que no le doliera tanto cuando me lo cogiera, para mi sorpresa no me costó ningún trabajo hacerlo. Casi dilatado por completo recibió mis dedos calurosamente, estremeciéndose un poco pero sin más contratiempos, y cuando los sacaba y los metía para acostumbrarlo al vaivén escuché su respiración acelerarse.

Al echar su cabeza hacia atrás pude apreciar su manzana de Adán a la perfección, se veía tan sexy con las piernas abiertas y recibiendo los embates de mis dedos, gimiendo y con el sudor mojando su torso.

Lentamente me posicioné sobre él, acomodando la punta de mi miembro en donde previamente estaban mis dedos, y con un lento empuje fui penetrando poco a poco en su interior, pudiendo apreciar la cara de dolor y placer mezclado.

El rítmico movimiento de mis caderas pareció no bastarle, pues unió las suyas a mi ritmo e incluso apretó su culito, ciñendo su ano para demostrarme todo lo que podía hacer, eso me volvió loco, pues era una estrechez que en muy pocas ocasiones había sentido. Sus ojos me obligaron a reclinarme para besarlo como si fueran fuertes anclas atrayéndome hacia él.

Sin abandonar nuestros movimientos continuamos besándonos en medio de gemidos y jadeos que indicaban cuanto gozábamos con el roce sexual de nuestros cuerpos. Sentí sus manos aferrándose a mi espalda, recorriéndola desesperadas una y otra vez para finalmente quedarse quietas a la altura de mis pulmones.

El estremecimiento en su cuerpo hizo evidente la cercanía del clímax, yo también lo sentía naciendo en el interior de mi cuerpo como una leve sacudida que se va incrementando cada vez más hasta que te hace gritar de placer.

Nuestras bocas se separaron, y casi al mismo tiempo alcanzamos el orgasmo, primero él, segundos más tarde yo, justo cuando descargaba chorros de semen contenidos por el condón.

Saqué la verga de su interior. Sus piernas, tan largas y velludas como eran, ya descansaban sobre la cama. Acaricié su vientre, regodeándome con su varonil belleza mientras ambos tratábamos de recuperar el aliento; él se sentó sobre la cama para abrazarme la cintura y darme un rico y tierno beso en los labios.

Me levanté para quitarme el condón y tirarlo en la basura, él extendió el brazo para sacar una cajetilla de cigarros del buró, iluminando la habitación al encender uno. Miré hacia la calle, ni una sola alma, solo sonidos típicos de esa hora, carros a toda velocidad y una que otra ambulancia.

Volteé a verlo, fumaba su cigarro mientras me miraba, contemplándome como si se preguntara lo mismo que yo, ¿Por qué justo ahora, que ya no siento nada por él?

No hay amor entre nosotros, ya no soy aquel chico que se acostaba pensando en él y se despertaba aquel maravilloso sueño donde se hacía presente, y estoy seguro que él tampoco es el mismo de entonces. Lo único que nos une ahora es el placer sin compromisos que nos podemos brindar. No importa cuan cariñoso pueda ser, es así con todos, incluso con la gente que apenas conoce; no me molesta, al contrario, fue por eso que me enamoré de él, pero ya no ya superé ese amor.

Mientras camino hacia la cama, regresando a su lado para abrazarlo y llenarle el cuello de besos, pienso en lo cruel que puede ser la vida. Después de tanto tiempo por fin se cumplió mi sueño, aunque ya es demasiado tarde para considerarlo como tal.