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Crónicas Rebeldes

en Parodias

Roberta

Miguel

Roberta Pardo siempre fue una chica sin suerte. A pesar de tener todo lo que quería gracias al dinero de su madre, la famosa cantante Alma Rey, sufría la ausencia de alguien que estuviera a su lado para platicarle sus sentimientos, alguien que la escuchara y consolara cuando fuera necesario.

Ahora se encontraba recluida en la Elite Way School, una de las mejores escuelas de paga con formato de internado; en su opinión esa era solo una forma elegante para llamar a una jaula de oro.

Se sentía sofocada entre tanto hijo de papi y muchachitos fresas, afortunadamente sus compañeras de habitación eran distintas.

Incluso entre los hombres encontró alivio con Miguel Arango, un becado llegado de Monterrey y cuya obsesión con Mia Colucci divertía sobremanera, sobre todo porque siempre la terminaba molestando y diciéndola un par de verdades a la cara.

Pero no todo era miel sobre hojuelas, la piedra en su zapato era Diego Bustamente, hijo de un afamado político que se sentía con el derecho de hacer lo que le viniera en gana. En compañía de su sombra y patiño, Tomás Goycolea, ese sujeto le hacía la vida difícil en la Elite Way, no porque le importaran los insultos y bromas de ellos, sino porque su sola presencia y existencia le repugnaba.

Su carácter era fuerte, no temía decir las cosas de frente, actitud que no solo le traía problemas sino también enemigos, especialmente el director Gandía.

Ese día caminaba plácidamente por los amplios jardines del instituto, eran pocos aquellos momentos de tranquilidad que pasaba.

A lo lejos vio a Diego y a Tomás, inseparables como si estar lejos el uno del otro más de dos metros fuera el más aborrecible de los pecados. Cambió el rumbo hacia la dirección contraria, no tenía ganas de escuchar los intentos de insulto de aquellos dos.

Y también huyendo se encontró a Miguel, el charrito montaperros como lo llamaba Mía Colucci, esa loca que se creía la última soda del desierto, tal era la seguridad de esa tonta que los demás se creían que en realidad era la más buena del Elite Way.

Traes a esos idiotas detrás de ti —dijo Miguel al toparse con Roberta

Tú también traes una molesta mosca a tus espaldas —se refirió a Mía, que venía gritando detrás del regio

Hoy no quiero verla, hasta molestarla cansa. Hagamos un trato, yo me deshago de la parejita y tú de Mía, ¿Va?

Va

Continuaron sus caminos hasta toparse con sus respectivos objetivos. Roberta no supo lo que hizo Miguel para que Tomas y Diego se alejaran, pero ella debía cumplir con lo prometido, y cuando estuvo cerca de Mía le sonrió para después asestarle una certera cachetada.

¡¿Qué te pasa maldita loca? ¿Por qué me pegas?!

Por nada idiota, pero imagínate lo que te va a pasar cuando me hagas algo

¡Estás loca!

¡Y mucho pendeja, así que lárgate si no quieres que te termine de romper la madre!

Y así, la fresa se alejó corriendo desesperada, insultando a Roberta con sus típicas palabras de niña idiota.

Te debo una —dijo Miguel a Roberta, abrazándola por la cintura

Y yo a ti, así que estamos a mano

No, no es suficiente, déjame hacer algo por ti, ¿Está bien?

Bueno, solo porque te deshiciste de esos pendejos

Ven a mi habitación en la noche, por ahí de las diez, te daré algo que seguro te gustará

Sin decir más, el regio se alejó dejándola intrigada. Moría por saber lo que le prepararía Miguel.

Por la noche, se preparaba para salir a hurtadillas mientras Lupita y Luján se metían a la cama con la ropa interior puesta.

¿A dónde vas Roberta? —Preguntó Luján al ver que tenía puesta ropa para salir

Afuera

Pero si sales y te descubren te van a castigar —dijo alarmada Lupita

Ay Lupe, tú siempre preocupándote por todo. ¿Qué si me cachan?, le avisan a Alma y no vendrá porque su carrera es más importante que su hija

No digas eso Roberta, tu mamá te quiere mucho

Sí Lupe, me quiere tanto que me encerró en esta maldita cárcel. Mejor me voy, se me hace tarde

Así era Roberta, impulsiva y en ocasiones inconciente.

En medio de la oscuridad, caminaba sigilosamente evadiendo al prefecto, cada paso fue fríamente calculado hasta llegar al ala de los hombres.

Tocó la puerta de la habitación de Miguel dos veces, no muy fuerte para no llamar la atención pero sí lo necesario como para que su amigo lo escuchara. Esperó unos segundos hasta que Miguel abrió, llevaba una ropa distinta al uniforme al igual que ella.

Ven —dijo tomándole la mano a Roberta para guiarla hacia fuera

¿A dónde vamos?

Ya lo verás

En el jardín también tenían que cuidarse de las rondas nocturnas que los guardias hacían, pero fácilmente llegaron a su destino, un viejo cuarto que funcionaba como bodega. Ese lugar estaba olvidado y los guardias no llegaban hasta ahí, lo más extraño era que a pesar de eso estaban las cosas bien acomodadas y había luz.

Bueno, ¿Qué era lo que me querías dar?

Ya lo verás, te va a gustar mucho Robertita, tanto que pedirás más a gritos

Invadiendo el espacio personal de la chava, Miguel la tomó con ambas manos por la cintura y la atrajo hacia sí. Sintió que Roberta se estremecía entre sus brazos, más por nervios que por disgusto, la calmó con un beso en la boca.

Con la fierecilla un poco más tranquila y manejable tuvo la confianza para bajar la mano hasta poder meterla por debajo de la cortísima falda negra que llevaba puesta Roberta. Acarició las ingles y subió las caricias hasta llegar a la entrepierna, cubierta por un pedazo de tela que, sinceramente, no creyó que usara Roberta.

Mientras su lengua se enredaba con la de la chica, que ahora ya lo abrazaba con descaro, sus dedos jugaban con la rayita caliente a pesar de la ropa interior, podía apreciar la forma de la grieta hundiendo un poco la yema de los dedos para que la tela entrara entre los labios vaginales

Haciendo a un lado la tanga, Miguel frotó los labios vaginales de Roberta con los dedos, formando una "V" con ellos que le brindaban a la estudiante un placer inenarrable. Sintió que se ahogaban en su boca los gemidos de su amiga, provocados por los lentos movimientos que hacían sus dedos.

El coño se abrió para él, y al cubrirlo con la palma de su mano notó que ya babeaba sus jugos.

Penetró a Roberta primero con dos dedos, haciéndola emitir un leve quejido. Empujó más fuerte para tratar de entrar más en ella, la escuchó quejarse de nuevo, mas no hubo reclamo alguno.

Aprovechó que ella estaba abrazada a su cuello para deslizar suavemente la mano que tenia libre hasta su firme culo, sobándolo lentamente y estrujando cada una de las nalgas, de verdad era uno de los mejores culos que había tocado en su vida.

Roberta había ansiado el encuentro con Miguel desde hacía ya mucho tiempo, el regio la calentaba mucho, más que nadie en la Elite Way, sin embargo nunca se atrevió a coquetearle por temor a que la rechazara. Ahora había sido él quien tomó la iniciativa, cosa que no solo le agradaba sino que le excitaba también.

Bajó una mano a través del torso de su amigo sin que sus labios se separaran, se detuvo en la hebilla del cinturón antes de seguir su camino para dejar ansioso a Miguel, y cuando creyó que ya era suficiente continuó bajando la mano hasta palpar la dura y erecta tranca debajo del pantalón, sobándola y estrujándola como si quisiese que creciera aun más.

Su mano ascendió nuevamente mientras descendía la que se había quedado en el cuello, y cuando se encontraron a la altura del cinturón se unieron para tomar la camiseta, levantándola para deshacerse de ella y poder apreciar el torso de su amigo.

Imitándola, Miguel le quitó la blusa, quedando hipnotizado por los firmes pechos que eran contenidos por un molesto sostén, del cual se deshizo rápidamente para poder observa bien las tetas de Roberta.

Quedó impactado por la belleza de aquellas montañas que, aunque no tanto como los de Alma Rey, eran grandes y de una exquisita redondez, misma que sintió con las manos de inmediato. Apretó aquel par de melones con gusto, acercando la boca a los rosados y erectos pezones para chuparlos y saciar su sed.

Lamió, chupo e incluso mordisqueó cuanto quiso, pero ambicioso como era quería comer algo más. Se acuclilló para estar a la altura de la falda y la bajó para encontrarse con una tanquita, de la cual se deshizo con igual rapidez que con la blusa y la falda, con la cual había tenido un encuentro minutos antes.

Acarició con la lengua el agujerito abierto, saboreando los jugos que emanaban en abundancia, de pronto se encontró ya no lamiendo sino bebiendo aquel delicioso y lascivo néctar que tanto gusta a los hombres y que, en lo personal, poco se imagino probar de Roberta aunque lo deseaba con todas sus fuerzas.

El miembro de Miguel ansiaba ser acariciado, estaba a punto de estallar dentro de la prisión de mezclilla, así que mientras su dueño comía el coñito de su amiga, las manos bajaron el cierre y lo sacaron.

Párate —ordenó Roberta, pues por el tono de su voz sonó más a mando que a petición— Quiero chupártela mi rey

Sin pronunciar palabra alguna, Miguel se puso de pie con la verga parada y asomada por la abertura del cierre del pantalón.

A Roberta no le gustó mucho ese espectáculo, terminó de desabrochar el pantalón y lo bajó hasta los tobillos de Miguel, donde se deshizo igual de los zapatos de su amigo para que pudiera sacar las piernas de entre la prenda de mezclilla, dejándola en el piso mientras la boca brindaba una primera demostración de lo que podía hacer.

La lengua de Roberta se deslizaba sobre la virilidad de Miguel, dejándola húmeda y caliente por la saliva que iba dejando a su paso.

Haciendo gala de un talento que incluso los tragaespadas envidiarían, cubrió por completo el falo del regio, dejándolo descansar en su garganta. Pudo observar la descuidada selva de negrísimos vellos adornando el pubis, algunos se habían metido juguetonamente en sus orificios nasales.

Lentamente fue sacando esa espada humana de su boca, la vio llena de saliva cuando la tomó su mano para brindarle el placer de su vaivén. Muñequeaba expertamente y complacía a un Miguel que gozaba más a cada minuto.

¿Dónde aprendiste todo esto Roberta?

Secreto

Fue lo único que dijo la chica. En realidad, a Miguel no le importaba donde había aprendido a hacer todas esas cosas que lo volvían loco. Le parecía una agradable ironía que fuera ella quien lo hiciera gozar cuando supuestamente iba a ser él quien la complaciera por el favor que le había hecho al deshacerse de Mía.

Su puso en cuclillas para estar cara a cara con Roberta, le dio un beso mientras la recostaba sobre el piso y clavó las rodillas entre las piernas abiertas para posicionarse encima de su amiga.

¿Estás lista?

Métemela bien duro, quiero sentirte dentro de mí

Con toda la fuerza que pudo, Miguel atravesó aquel palpitante y mojado coño de un solo golpe, haciendo que Roberta aullara de dolor por la entrada de la gorda vara, la joven estudiante nunca imaginó que el regio pudiera ocasionarle un dolor semejante.

Resistió aquella sensación de desgarramiento interno, tuvo el impulso de golpear a Miguel por lo que había hecho, pero se tragó las ganas, después de todo fue ella quien le pidió que embistiera contra ella tan duro como pudiera.

De ahí en adelante los movimientos de Miguel fueron vigorosos y casi violentos, su cintura se movía a una velocidad considerable, lo suficientemente fuerte como para que Roberta gimiera.

El regio adoraba la cara de placer de su amiga, frunciendo el seño como si estuviera molesta pero con una extraña mueca dibujada en los labios, entreabiertos para dejar escapar los gemidos. Hundió la cara entre los protuberantes senos, amasándolas con sus manos mientras lamía el sudor que se acumulaba entre aquellas dos montañas.

Fue subiendo la lengua en un sinuoso camino hasta que llego a la cima, coronada por un pezón que había probado antes, más no por eso le fastidiaba su sabor. Como niño hambriento, chupó con fuerza; sus manos se deslizaron hacia la espalda de Roberta, levantándola un poco para cambiar de posición.

Miguel quedó sentado sobre el piso y Roberta, que era manejada por aquel, se clavó sobre la enhiesta vara por efecto de la gravedad. Ella comprendió lo que el regio intentaba, y ayudándolo un poco comenzó a dar leves saltos sobre él.

Arqueó la espalda, sostenida y abrazada por la cintura, y saltó las tetas, dejándolas dispuestas a ser chupadas y disfrutadas, ansiosas por sentir los carnosos labios y los suaves mordiscos acariciándolas.

Por largo rato se mantuvieron en esa posición, Roberta ensartándose en la verga de Miguel y este mamándole las tetas como si estuviera devorando el más delicioso de los manjares.

Cuando el regio sintió que estaba a punto de terminar recostó a su amiga en el suelo y dirigió su miembro hacia el suelo para descargar su simiente, pero Roberta se incorporó un poco para sujetar con firmeza la gruesa polla y dirigir la punta hacia su rostro.

Vente en mi cara —dijo de nuevo con tono autoritario— Me encantan los faciales

Miguel sonrió, nunca había conocido a una chava tan sexual y viciosa como Roberta. Con gusto disparó los chorros de tibia leche sobre la cara de su amiga, que los recibió más que contenta, feliz.

Sin importar que se manchara con su propio semen, pues la cara de Roberta chorreaba de ese espeso y caliente líquido, la besó con más pasión que al principio.

Cayó sobre su espalda para descansar un rato, Roberta se tiró sobre él para hacer lo mismo, aunque no aguantó mucho tiempo sin acariciarle el pene, lentamente al principio y convirtiéndose gradualmente en frenética masturbación, logrando que otra descarga de leche le mojara el vientre.

Eres increíble Roberta

Eso me han dicho

Debemos repetir esto

Cuando gustes guapo, por mí encantada

Después de un rato, ambos se levantaron para vestirse, Roberta se limpió el semen con su tanga y se la dio a Miguel como recuerdo del primero de muchos encuentros que vendrían en el futuro, prenda que el regio guardó para olerla cada noche que no estuvieran juntos y recordar lo bien que se la habían pasado.