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Por cobardía

en Gays

Cuatro semestres, y nunca antes le había dirigido la palabra hasta esa mañana de regreso a clases. Lo vio entrar por la puerta principal de la facultad, caminando con su aire de seguridad que siempre le acompaña a donde quiera que vaya, y nunca se imaginó que ese fuera el día en que por fin se detuviera un momento para darle la mano y decirle "Hey, que pedo", frase con la que saludaba a sus amigos.

Alejandro: ¿Por qué el cambio, por qué…?

Murmuró al ver alejarse a Flavio, el chico más serio y misterioso de los compañeros con los que había estudiado en primer semestre. En ese tiempo se dividió el salón en varios grupos, quedando él en uno y Flavio en otro, el de los borrachos, que parecía no simpatizar con sus amigos e incluso los había bautizado con un nombre ofensivo que los distinguía de los demás.

Pero a pesar de todo lo que había hecho no podía evitar sentir cierta simpatía por él, aunque delante de sus amigos no se atrevía a expresarla por temor a la burla o a la exclusión. Y ese día, ese justo día que creía nada podía asombrarlo lo había saludado, cuando antes ni siquiera le dirigía la palabra y parecía odiarlo más que a nada o a nadie.

Karina: ¿Te pasa algo?

Preguntó la mejor amiga de Alejandro, una de tantas, al verlo extrañado, mirando a Flavio entrar a su salón un poco tarde.

Alejandro: No, nada, es solo que hoy me siento algo extraño

Karina: El día está extraño, ni siquiera el maestro de la primera clase llegó

Alejandro: Y tuve que levantarme a las seis de la mañana para esto. Vamos a la cafetería, te invito a desayunar

En la cafetería ordenó un par de ensaladas, una para su amiga y una para él. Jugueteaba la suya con el tenedor de plástico que daban con cada plato, aunque no lo quisiera pensaba todavía en Flavio, ¿Por qué causaba ese impacto en él?, una cosa era que le cayera bien y otra que fuera tan importante como para poder hacerlo reaccionar de esa manera con solo tres simples palabras.

La mañana pasó sin dificultad, y poco a poco se fue olvidando de Flavio, aunque lo veía entre clase y clase platicando con sus amigos en los pasillos, planeando la próxima ida a un bar o a la casa de alguno de ellos para tomar como solo ellos sabían.

Subió al segundo piso para su próxima clase tras despedirse de sus amigos, que ese día tenían la última hora libre, y al entrar a su salón vio a Flavio sentado en la última fila, justo en medio, lugar que ocupaba en todas las clases.

El único lugar disponible era junto a él, y una combinación de emociones se produjo cuando se sentó a su lado, recibiendo otro saludo de su parte.

Flavio: Que onda, ¿Te dejaron solo tus amigos?

Alejandro: Sí, igual a ti, ¿No?

Flavio: Jajaja, claro, claro. Nunca imaginé encontrarte aquí

Alejandro: Ni yo a ti

Esa fue la oportunidad para que platicaran, y darse la oportunidad de conocerse mejor. Ambos se dieron cuenta que no eran tan malos como parecían, sobre todo Flavio, que pensaba que Alejandro era un arrogante, presumido e ignorante, como el resto de sus amigos, pero al escuchar sus temas de conversación se dio cuenta que no era así.

Pronto llegó su maestro, y durante la presentación de la materia hacían bromas en voz baja, sobre todo Flavio, a quien le encantaba decir cosas graciosas durante las clases para hacer reír a sus amigos.

Por ser el primer día la clase terminó temprano, y todos salieron casi corriendo como si fueran niños de primaria y no de facultad.

Alejandro: Hay algo que siempre he querido preguntarte

Flavio: Dime

Alejandro: ¿Por qué eres tan serio?

Flavio: No soy serio, lo que pasa es que no soy extrovertido, solo cuando estoy con mis amigos y en confianza me relajo y ya entro en ambiente

Alejandro: Entonces, conmigo ya estás en confianza

Flavio: Si lo dices por los comentarios en clase, sí, contigo me siento en confianza, hay algo que me dice que no eres como tus amigos

Alejandro: ¿Cómo?

Flavio: Tú sabes, superficial, vanidoso, arrogante, etc

Alejandro: Nosotros no somos así

Flavio: Si tú lo dices, pero definitivamente tú eres diferente a todos ellos. Bueno, me tengo que ir, nos vemos luego

Y así lo vio alejarse una vez más, dejándolo molesto por sus palabras, no, más bien por ponerlo a pensar con las cosas que decía. Primero su actitud, y ahora lo que había dicho de sus amigos, ¿En verdad era diferente a ellos?, y si lo era, ¿Por qué estaba siempre pegado a ellos como Flavio a sus amigos?

Al llegar a su casa, Flavio tiró su mochila al entrar a su cuarto, y se desplomó del cansancio sobre su cama tras haber caminado varias cuadras para llegar a su casa. Entre abrió los ojos para mirar el reloj, le daba tiempo para dormir un poco antes que su mamá terminara la comida, pero no pudo conciliar el sueño, pues pensaba en Alejandro.

En verdad le sorprendió saber que no era tan idiota como sus amigos, bueno, ya lo sabía, pero temía que la estupidez de Karina, Aarón, Rina y demás se le hubiera pegado. No tenía nada en contra de ellos más que su superficialidad y la falsa superioridad que aparentaban ante los demás, si había algo que le molestara era que alguien hiciera menos a otras personas.

Todavía recordaba aquél primer día en los cursos que dio la facultad para ambientarse en cuanto a materias, cursos, especialidades y demás cosas. Eran pocos los que no conocían a nadie en la escuela, entre ellos él y Alejandro. Lamentó no haberse atrevido a levantar la mano cuando Alejandro preguntó si alguien vivía por su casa, pues él vivía en una colonia cercana.

Pensó que fue porque no le interesaba su amistad, pero se mentía a sí mismo al decirse eso, en el fondo sabía que ese chico delgado y alto, de pelo negro y lentes le gustaba, lo supo desde la primera vez que lo vio, sin embargo lo negó, como solía hacerlo con aquellos que creía eran inalcanzables. Ocultó su simpatía hacia él bajo una mascara de hostilidad, y se juró permanecer así hasta que lo olvidara, pero al darse cuenta que no podía decidió hacer lo único que le quedaba, hacerse su amigo.

Las semanas pasaron, y cada vez era más difícil para ambos recordar aquellos días en que no se llevaban. Poco a poco salían juntos a diferentes lugares, siempre que la novia de Alejandro no interfiriera, e incluso ya poco se juntaban con sus otros amigos, y eso les molestaba a ambos grupos.

Alejandro: ¿Recuerdas que antes no me hablabas?

Flavio: Sí, lo recuerdo

Alejandro: ¿Y también recuerdas el primer día que me saludaste?

Flavio: Claro

Alejandro: ¿Por qué lo hiciste?

Flavio: ¿Saludarte?

Alejandro asintió con la cabeza, copiando lo que el maestro ponía en el pizarrón mientras esperaba la respuesta de su moreno amigo.

Flavio: Pues, quería cambiar las cosas, ser un poco más sociable para conocer más gente

Alejandro: Ok-dijo aceptando la respuesta del moreno-Por cierto, ¿Adonde vamos el viernes?

Flavio: No sé, yo no conozco muchos lugares, tú decide

Alejandro: Entonces vamos a un karaoke

Flavio: Me parece bien. ¿Seguro no le dolerá la cabeza a Laura?-preguntó sarcásticamente, pues sabía que no le caía bien a Laura, la novia de Alejandro-La última vez así fue

Alejandro: Laura no irá, ella y yo…terminamos

Flavio: Amigo…lo siento mucho

Alejandro: ¿Te das cuenta?

Flavio: ¿De qué?

Alejandro: Es la primera vez que me llamas "amigo"

Era verdad, y se sorprendió por haberlo llamado así a pesar de llevar apenas unas semanas de empezar a conocerse. Generalmente le gustaba poner a prueba la lealtad de sus amigos antes de llamarlos así, pero con Alejandro era diferente. Se quedó mirando los ojos cafés escondidos tras los lentes de su amigo, y antes que respondiera al comentario se escuchó el timbre de salida.

Tras el presuroso maestro salieron todos, y de último Flavio con Alejandro, que por platicar no copiaron lo del pizarrón.

Alejandro: Nos vemos mañana

Flavio: Sale cabrón, que te vaya bien

Separaron caminos en la entrada, sin imaginar que la misma escena ocurriría para cada uno de ellos.

En el estacionamiento, Karina lo esperaba, recostada un poco sobre el auto gris mientras jugaba con su celular.

Karina: Alex, cuanto tiempo sin verte

Alejandro: No hay necesidad de ser sarcástica, Karina, he estado algo ocupado, pero no te preocupes, si quieres vamos de antro el sábado

Karina: Mejor el viernes

Alejandro: No puedo, voy a un karaoke con Flavio

Karina: Claro, como lo sospechaba. ¿Sabías que Laura me llamó llorando?

Alejandro: Laura me sofocaba, estaba encima de mí todo el tiempo

Karina: ¿No será más bien que Flavio te dijo que terminaras con ella?

Alejandro: Flavio no sería capaz de pedirme algo así

Karina: ¡Por Dios, Alex! ¡Escúchate! ¡El semestre pasado no hubieras dicho eso de él!

Alejandro: ¡El semestre pasado no lo conocía!

Karina: Alex, todos están muy preocupados por ti, ese muchacho es una mala influencia, date cuenta, no está a tu nivel…

Alejandro: ¿A mi nivel?-preguntó molesto por el comentario de su amiga-Si hay alguien que pueda hablar de niveles esa no eres tú, ¿Tengo que recordarte donde vives, o que la ropa que usas la compras a crédito, o que te llevas con la gente que tiene auto para que te lleven a tu casa y no gastar en camiones?

Karina: ¡¿Qué te pasa?! ¡Nunca me habías hablado así!

Alejandro: Tú no conoces a Flavio, a diferencia de ustedes no se lleva conmigo por interés

Karina: Espero que te dure mucho el gusto, solo que cuando te haga algo malo no te sorprendas, así es ese tipo de gente

Alejandro: Veo que Flavio tenía razón después de todo, ustedes no son más que unos niños superficiales sintiéndose importantes por algo de lo que carecen

Furioso, Alejandro subió a su auto para alejarse lo más rápido posible de Karina, ni siquiera quería pensar en ella.

Cerca de ahí, los amigos de Flavio lo habían interceptado en el camino que tomaba para irse a su casa, eran apenas dos de los siete que conformaban el grupo en total, y al verlos ya sabía a lo que iban.

Flavio: Que pedo, no sabía que aquí agarraban el camión

Enrique: Flavio, Flavio, Flavio, ¿Hace cuanto no vamos a tomar dos?

Flavio: Mmm, no sé, no llevo la cuenta

Adalberto: Yo te lo puedo decir, desde que te llevas con ese pijo

Flavio: ¿Pijo? ¿Te refieres a Alejandro?

Adalberto: A ese

Enrique: Has cambiado mucho, Flavio, antes odiabas a ese pendejo

Flavio: Pero ya no

Adalberto: Entonces no eres uno de nosotros

Flavio: Sí, sí soy

Enrique: Demuéstralo, esta noche te esperamos a las ocho frente a casa de ese cabrón, y si quieres seguir siendo nuestro amigo harás lo que te digamos

Sin decir nada, los dos amigos de Flavio se alejaron, dejándolo continuar su camino mientras pensaba si ir o no. Alejandro era su amigo ahora, pero si Karina y los otros lo hacían cambiar de opinión se quedaría solo, sin sus amigos y sin Alejandro, ¿Qué hacer? ¿Conservar a Alejandro o a sus amigos?

Para las siete Flavio ya había tomado una decisión, no importaba cuanto le cayera bien Alejandro, sus amigos siempre estarían ahí incondicionalmente, desgraciadamente no estaba seguro de poder decir lo mismo del chico de lentes. A las ocho esperaba frente a casa de Alejandro, observando el auto que le habían regalado sus papás cuando cumplió años, y a los diez minutos vio aparecer a sus amigos.

Nicolás: Toma-dijo otro de sus amigos al entregarle una lata de pintura en aerosol-Píntale la palabra puto al carro de Alejandro

Flavio: Oye, eso es demasiado

Leandro: Nada es demasiado, ¿Eres nuestro amigo o no?

No muy convencido tomó la lata, agitándola conforme se iba acercando. Cuando estuvo frente al carro tuvo el impulso de tirar el aerosol y salir corriendo, pero no lo hizo, en vez de eso pintó a lo largo de las puertas PUTO. Sus amigos comenzaron a celebrar, aplaudiéndole mientras él levantaba los brazos en el aire en señal de triunfo, y cuando los vio salir corriendo supo que algo andaba mal.

Sintió que alguien lo observaba por detrás, y al girar lentamente se dio cuenta que Alejandro había salido, ahora entendía por qué sus amigos habían huido. Dejo caer la lata de aerosol mientras trataba de reunir fuerzas para justificarse con Alejandro, que solamente lo veía sin decir nada.

Flavio: Alex…yo…

Pero no le dio tiempo de explicar nada, justo como lo había hecho con Karina subió a su auto y se fue a toda velocidad. Flavio cayó de rodillas al suelo, miró la maldita lata de aerosol, y se preguntó con rabia y odiándose a sí mismo por qué había hecho eso, por qué había lastimado a Alejandro de esa manera, por qué siempre tenía que hacerle eso a las personas que más quería.

Al día siguiente, Flavio buscó a Alejandro todo el día, hasta encontrarlo en la cafetería sentado con sus amigos, riendo con ellos como si nada hubiera pasado. Supo entonces que todo había terminado entre ellos, esa amistad que apenas comenzaba se había eclipsado por culpa del temor a quedarse solo.

Esperó a que Alejandro subiera al salón, y como el primer día, el único lugar disponible era junto a él. Aprovechó cuando se sentó para poner un cheque sobre la paleta, pero no se atrevió a decirle nada.

Alejandro: ¿Qué es esto?

Flavio: Un cheque en blanco, por lo de tu carro

Alejandro: Olvídalo

Flavio: No. Sé que si te pidiera perdón no serviría de nada, así que…

Alejandro: Así que me das un cheque en blanco. ¿Piensas que si me das dinero te perdonaré? ¿De verdad crees que me conoces tan bien como para saber que no aceptaría una disculpa tuya?. Entonces no me conoces, Flavio, a mí no me importa que mi carro tenga pintado PUTO, lo que me importa es que fuiste tú quien lo pintó

Flavio: Alex…

Alejandro: ¿Por qué lo hiciste? Creí que éramos amigos

Flavio: Ellos me obligaron, ellos…

Alejandro: ¿Sabes qué es lo que más me caga la madre?, que tú fuiste quien me dijo que mis amigos influían mucho en mí, y justo ayer me pelee con Karina por defenderte tan solo para que pintarrajearas mi auto porque tus amiguitos te dijeron que lo hicieras

Flavio: Alex, por favor, estoy muy arrepentido, dime qué puedo hacer para contentarte y lo hago

Alejandro: Nada, no puedes hacer nada-tomó el cheque tan solo para romperlo en varios pedazos-Porque no se trata de dinero, ni de pedir disculpas, ni de hacer algo para contentarme, se trata de ti Flavio, yo creí que tú eras el más maduro de tu grupo, pero ayer te portaste como un niño de secundaria, creí que eras el más coherente y firme en tus convicciones, pero te contradices con tus acciones

Alejandro se puso de pie y salió del salón, ese día no estaba de humor para tomar clases. Bajó al estacionamiento, y encontró a Karina hablando con Enrique. Algo le dijo que esos dos se traían algo entre manos, y se escondió detrás de un árbol lo suficientemente cerca como para escuchar su conversación.

Enrique: Todo salió perfecto, tengo que admitirlo, tienes buenas ideas

Karina: Te lo dije, si descubría a Flavio haciéndole algo malo se alejaría de él, después de todo es tan vano y superficial como todos nosotros, pobre idiota

Enrique: Aun no puedo creer lo coordinado que estuvo todo

Karina: Fue exacto todo, como sincronizado, aunque si no hubieras convencido a Flavio de pintarle el auto quien sabe que habríamos hecho

Detrás del árbol, Alejandro recordó que momentos antes de descubrir a Flavio con el spray en la mano había recibido una llamada de Karina, según ella para platicar con él y arreglar las cosas, nunca se imaginó que todo fuera un plan suyo en complicidad con los amigos de Flavio.

Esperó hasta que Enrique y Karina se fueran para poder subir a su auto, pintado aun con la palabra PUTO. Le había dicho a sus papás que unos vándalos lo habían pintado en casa de Karina, cosa que no les fue muy difícil creer dada la colonia en la que vivía, así había liberado a Flavio de toda responsabilidad, pues sus papás pensaban que era un buen amigo.

Pasó toda la tarde en su casa, tratando de que no le doliera tanto la traición de su amigo, pero era inútil, no podía curar esa herida, ya nunca podría verlo de la misma manera, ya nunca podría tenerle la misma confianza que antes.

Aunque estaba en el segundo piso escuchó cuando su mamá abrió la puerta para dejar entrar a Flavio, comentándole lo que había pasado con el auto. Si tan solo supiera que él era quien había hecho eso.

Flavio: Sí, esos desgraciados vándalos, no sabe cuanto los desprecio

Madre: Sube, Alejandro está en su cuarto, a lo mejor tu visita lo hace sentirse un poco mejor

Flavio: ¿Está enfermo?

Madre: No, se la ha pasado triste todo el día, nunca pensé que le gustara tanto ese carro como para que se deprimiera. Pero anda, sube, yo tengo que salir un momento, así que te lo encargo

Flavio: Con permiso

Madre: Propio

Desde su habitación Alejandro escuchaba todo, el sonido de la puerta cerrándose y el sonido del auto de su madre alejándose, cada escalón que subía Flavio, y cada paso que daba, más cerca cada vez de su recámara, y antes que pudiera tocar a su puerta la abrió, topándose con un Flavio con el rostro desencajado, la alegría característica de sus ojos parecía haberse extinguido, y se notaba fatigado.

Flavio: Por favor, déjame hablar contigo

Alejandro: ¿Vienes a ofrecerme más dinero?

Flavio bajó la mirada, tragó en seco y negó con la cabeza. Tomó aire para darse valor, pues sentía que de no respirar profundamente podía desmayarse de lo nervioso que estaba, su corazón estaba a punto de explotar de lo rápido que latía. Observó a Alejandro, también se podía notar la tristeza en sus ojos, y al verlo parado ahí, esperando una explicación que no justificaría sus acciones, recordó cuanto le gustaba.

Flavio: Vengo a decirte por qué pinte tu auto

Alejandro: Ya te dije que no se trata de eso

Flavio: Lo hice…por cobardía

Alejandro: ¿Por cobardía?

Flavio: Sí, todo lo que hago, bueno, casi todo, lo hago por cobardía, por miedo. Pinte tu auto por cobarde, por no poder enfrentarme a mis amigos por miedo a quedarme sin ellos y perderte cuando Karina te lavara el cerebro. Por cobardía no te hablé sino hasta el quinto semestre, y por cobardía yo…

Detuvo su explicación justo en el momento de decir lo que no se atrevía, quería hacerlo, pero no podía, aunque no tenía nada que perder, ya no tenía amigos, ya no tenía la amistad de Alejandro, ¿Qué más podía perder?

Flavio: Por cobardía yo…nunca pude decirte cuanto me gustas

Alejandro: ¡¿Qué?!

Flavio: Si antes no te lo había dicho era porque sabía que no podía tener algo contigo, pero luego decidí hacerme tu amigo de perdido, por eso te hablé esa mañana. Pero cuando vinieron mis amigos a pedirme que pintara tu auto acepté para no quedarme solo

Alejandro: ¿Sabes qué es lo que más me molesta?

Flavio temió que Alejandro intentara golpearlo por su confesión, pensó que se sentía asqueado por despertar esos sentimientos en él. Negó tímidamente con la cabeza a la pregunta de Alejandro, y sintió cuando le levantaba la barbilla para verlo a los ojos.

Alejandro: Lo que más me molesta es que no puedo enojarme contigo

Acarició la mejilla de Flavio, y se reclinó un poco para poder besarlo en los labios, teniendo que tomar la iniciativa dado que su amigo estaba paralizado por la sorpresa. Bajó las manos hasta los fuertes pectorales del moreno, duros como piedras, y sintió que Flavio comenzaba a responder al beso, dominándolo ahora por completo al meterle la lengua en la boca y moviéndola hábilmente para tocar todos los rincones.

Alejandro: Tú también me gustas, Flavio, ahora sé por qué me llamabas tanto la atención

Flavio solo sonrió, abrazó el delgado cuerpo de Alejandro mientras seguía besándolo, y se regodeó con las caricias que las manos de su amigo le brindaban a su cuerpo, lentas y delicadas, como si quisieran explorarlo. Hizo lo mismo, quería conocer perfectamente cada parte de la piel de Alejandro, descubrir sus zonas erógenas y acariciarlas para hacerlo delirar de placer.

Al momento de acariciarle los pezones escuchó el primer gemido, y supo que debía concentrar sus esfuerzos ahí. Se quitó la playera al tiempo que Alejandro hacía lo mismo, observo unos instantes la diferencia entre sus cuerpos, el suyo grueso y musculoso, el de su amigo delgado sin muestra alguna de ejercicio, y eso le encantaba.

Lamió los pezones sonrosados uno a uno, los rozaba con la punta de la lengua pasándola por la aureola hasta llegar a la pequeña punta. Recorrió todo su torso besándolo y dándole pequeños chupetones y mordiscos delicados. Se colocó detrás de él para recorrer su espalda con las manos, y las llevó después al pecho para bajarlas más y aflojarle el cinturón, dejándolo vestido con solo unos bóxers negros que sellaban la erección que comenzaba a ser notoria.

Alejandro: Ahora yo

Dijo sonriendo al darse media vuelta para estar cara a cara con Flavio. Imitó cada uno de sus movimientos, pues siendo la primera vez que estaba con un hombre no sabía muy bien que hacer, pero al quitarle el pantalón y ver el tremendo bulto que se sellaba en el bóxer de su amigo no pudo contenerse más, y dejó que el instinto tomara control de su cuerpo.

Acercó la cara al colgante paquete de Flavio, y al respirar cerca de él percibió el olor a hombre que desprendía. Abrió la boca y chupó los huevos a través de la tela, lamiéndolos y metiéndoselos a la boca, pero al poco tiempo no pudo resistir más, desesperadamente le quitó el bóxer a su amigo, y por primera vez vio un miembro diferente al suyo.

La verga de Flavio era más grande y gruesa que la suya, más oscura, e incluso sus vellos eran más tupidos en el área púbica. Dio la primera lamida al glande, saboreando el salado liquido que brotaba de la punta. Antes de chupar la verga por completo levantó la cara para ver a Flavio, y notó que lo veía sonriente, casi extasiado.

Flavio: ¿Estás seguro que quieres hacerlo?

Alejandro: Sí, quiero hacerlo

Imitó los movimientos que había visto en películas porno, y tal parecía que a Flavio le gustaba por la expresión en su rostro. Al meterse la verga a la boca de golpe sintió ganas de vomitar, pero la sacó para controlarse, y la segunda vez la metió poco a poco, moviendo la cabeza con cuidado para no sufrir esa sensación de nuevo.

Sus ojos se pusieron rojos por la falta de costumbre y por sentir la punta de la verga rozando su garganta, y aun no la había abarcado por completo, pero se dio por vencido, al menos por esa tarde, sabía que tendría muchas más para intentarlo de nuevo.

Lamiendo el camino hacia arriba se puso de pie, pasando por el abdomen musculoso de Flavio y sus pectorales hasta llegar al cuello, donde besó y chupeteó para deleitarse con el sudor de su amigo.

Sintió que las fuertes y rudas manos de Flavio sobaban sus nalgas, apretándolas y separándolas al tiempo que sus penes rozaban duros y calientes a pesar de la diferencia de alturas.

Flavio: ¿Alguna vez te has acariciado el ano?

Alejandro: No, nunca

Flavio: ¿Te gustaría que yo lo hiciera?

Alejandro: Flavio, tú puedes hacer conmigo lo que tú quieras

A base de besos, Flavio condujo a Alejandro a la cama, donde lo depositó con delicadeza. Continuó besándolo un rato antes de hacerlo voltearse sobre el colchón para abrir sus nalgas con mayor facilidad.

Un anito sonrosado y cubierto por algunos vellos negros se le presentó, tal vez era porque Alejandro le gustaba mucho, pero le pareció el más hermoso de todos. Se tomó su tiempo sobándolo con los dedos para dilatarlo un poco, y cuando lo creyó prudente dio la primera lamida, haciendo que su amigo se estremeciera por la nueva y deliciosa sensación experimentada.

Chupó las nalgas, blancas y redondas, mientras continuaba acariciando el ano recién dilatado, y luego acompañó las caricias con más lengüetazos y chupetones. Dejó caer un poco de saliva entre las nalgas, y la esparció con el dedo a modo de lubricante, hundiendo primero un dedo para probar la resistencia de su amigo, que al sentir ese cuerpo intruso ingresando en él no pudo aguantar el grito de dolor que le producía.

Flavio: Trata de relajarte, será más fácil si tratas de hacerlo, te lo aseguro

Alejandro trató de seguir el consejo de Flavio, pero era inútil, por más que intentaba no lograba hacer más que tensarse más aun, y fue peor cuando sintió un dedo más entrando en su interior. Se calmó un momento, pero cuando los dedos comenzaron a moverse afuera y adentro, afuera y adentro sintió que le desgarraban las entrañas.

Flavio: ¿Estás bien?

Alejandro: Sí-dijo entre jadeos-Solo tengo que acostumbrarme

Pero sabía que esos dos dedos no eran nada comparados con la gruesa verga del moreno, que esperaba ansioso por poseerlo con todas sus fuerzas. Con el tiempo dejó de dolerle tanto, y al sentir que Flavio sacaba los dedos se preparó para lo que venía.

Flavio: ¿Quieres seguir?-preguntó después de ver el sufrimiento de su amigo

Alejandro: Ya te dije que me hagas todo lo que quieras

Flavio: Bueno, ¿Tienes un condón?

Alejandro: Sí, pero no quiero que lo uses

Flavio: ¿Qué?

Alejandro: Quiero sentirte al natural, sin nada que interfiera entre tú y yo

Flavio: Está bien

Flavio abrazó el cuerpo de Alejandro para ayudarlo a darse media vuelta, ahora yacía de espaldas sobre la cama, acomodó las largas piernas de su amigo en sus hombros, y penetró con cuidado en el caliente agujerito, sintiendo como separaba sus paredes anales con mucho trabajo de lo angosto que estaba.

Alejandro: ¡AAAARRRRRGGGGGHHHH!

Gritó Alejandro de dolor, si cuando le metió Flavio dos dedos sentía que le desgarraban las entrañas ahora sentía que lo partían en dos. Apretó las sábanas fuertemente, al igual que sus ojos y los dientes, pero aun así el dolor era imposible de resistir, y continuó gritando.

Por fin dejó de sentir que Flavio entraba en él, y comenzó a acostumbrarse un poco a la sensación de tener el miembro dentro de él. Recibió un beso por parte de su amigo para aplacar un poco su sufrimiento, y prefirió quitarse los lentes para asentarlos sobre el buró que tenía al lado de la cama.

Flavio: Te duele mucho, ¿Seguro que quieres hacer esto?

El dolor no lo dejaba hablar, solo asintió con la cabeza, a como diera lugar quería terminar lo que había empezado, estaba seguro que pronto comenzaría a disfrutarlo, y cuando sintió que Flavio comenzaba a bombear dentro de él soportó el dolor.

El ímpetu de las embestidas iba creciendo, y las recibía valientemente con apenas unos leves quejidos que se escapaban de su boca por accidente, pues la tenía bien cerrada. Vio la cara del moreno mientras lo poseía, con la boca abierta y jadeando mientras metía y sacaba su verga. Comenzó a sudar por la resistencia que ponía a quejarse, también por el esfuerzo de la posición en la que se encontraba, pero poco le importaba, pues además del dolor empezaba a hacerse presente el placer, creciendo más y más cada vez hasta obligarlo a gemir de placer, uniéndose a los suspiros de su amigo.

Alejandro: ¡AHHHH, SI! ¡SOY TUYO, FLAVIO, POSEEME!

Al escuchar eso, Flavio fortaleció sus embestidas, penetrando más rápido y fuerte cada vez, ahora sabía que Alejandro lo deseaba tanto como él lo había hecho por tanto tiempo, y eso le daba energías para cogerlo más duro.

Sintió que el mismo Alejandro bajaba las piernas, que descansaban sobre sus hombros, para ceñirle la cintura y atraerlo para sentirlo más dentro de él. El rostro de Alejandro le encantaba, sobre todo así como estaba cubierto por el sudor y con los ojos entrecerrados, gimiendo y a punto de llegar al éxtasis.

Ceñido aun por las calientes paredes anales de su amigo, sintió que estaba a punto de venirse, y sacó rápidamente la verga para descargar sobre el abdomen de Alejandro, manchándolo con varios chorros de semen.

Las piernas de Alejandro cayeron de golpe sobre el colchón, provocando un peculiar sonido. Flavio se recostó a un lado de su amigo, acariciándole los pezones en lo que ambos recobraban el ritmo natural de su respiración.

Alejandro: Eso fue…no sé ni cómo describirlo

Flavio: Pero te gusto, ¿No?

Alejandro: Claro que sí

Flavio: Ahora que sabemos lo que sentimos, ¿Qué sigue?

Alejandro: Te refieres…¿A nuestra relación?

Flavio: Sí, ¿Seguimos siendo amigos?

Alejandro: Yo tenía pensado mejor algo así como ser novios, no sé qué te parece

Flavio: ¿Qué me parece? ¿Tú qué crees?

No hubo necesidad de más palabras, al mirarse a los ojos ambos supieron cuanto se amaban, y sonrieron al saber que ni un intento más de sus supuestos amigos les haría daño. Nunca más se sentirían solos como aquel primer día de cursos en el cual se conocieron, pues a partir de ese momento se tenían el uno al otro.