miprimita.com

Todos los caminos me llevan hacia Él (1)

en Sexo con maduros

TODOS LOS CAMINOS ME LLEVAN HACIA ÉL (I)

Me llamo Lucia y os quiero contar mi historia.

Tengo 35 años, soy castaña clara, tengo los ojos verdes y mido 1,72 m., estoy casada desde hace 5 años y tengo un niño y una niña y vivo en Valencia.

Mi historia comienza el día que conocí a Mario, el padre de mi mejor amigo.

Pedro y yo habíamos crecido juntos, nos conocíamos desde 1º de EGB y en ese momento estábamos en la adolescencia.

Teníamos 15 años y como el roce hace el cariño, empezamos a tontear, que si un beso, que si una caricia, total que comenzamos a salir como medio en broma medio en serio.

Aunque nos conocíamos desde pequeños, yo aún no conocía a su padre ya que siempre estaba ocupado con su trabajo, es cirujano oftalmólogo y tiene una clínica en pleno Valencia.

Un sábado Pedro me dijo que sus padres nos invitaban a comer a un restaurante para celebrar el cumpleaños de su padre. Fue un 17 de Octubre y fue cuando conocí a su padre, Mario, y esa primera visión de él se me ha quedado grabada en la mente; 35 años, hermoso, alto, tostado al sol, músculos definidos, pelo castaño y bellos ojos azules, con una sonrisa deslumbrante. Me quedé con la boca abierta y todos se rieron de mí, fue entonces cuando me di cuenta de dónde había sacado Pedro su atractivo físico.

A Pedro y a mí nos gustaba mucho leer y nos habíamos metido en un grupo de lectura y nos reuníamos 2 veces a la semana para leer a nuestros autores favoritos. Ese día su padre no fue a trabajar y quiso acompañarnos y fue el principio de todo.

Nos juntamos, como siempre, en una sala de la Asociación de vecinos de nuestro barrio y ese día comenzábamos un nuevo libro. Como habíamos llevado a Mario como invitado, ese día le concedieron el honor de leer el primero, cosa que solo hacía el fundador del grupo y fue un placer oírle, se notaba que estaba acostumbrado a hablar en público. Ese día no me tocó leer, y menos mal, porque no me enteré de nada de lo que se había leído, ya que me pasé todo el rato sin quitarle ojo de encima a Mario. Después nos fuimos los tres juntos a tomar algo y como le había gustado tanto la experiencia, nos dijo que iba a unirse al grupo si no teníamos ninguna objeción.

Desde ese día nuestra relación con los padres de Pedro cambió, aparte de verle 2 días por semana en la reunión, salíamos a comer con ellos todos los sábados.

Así pasó el tiempo y acabamos COU y comenzamos la universidad, Pedro se metió en medicina y yo en oftalmología, ambos influenciados por Mario.

En la universidad todo cambió y mi relación con Pedro se enfrío. Pedro hizo nuevas amistades y comenzó con nuevas aficiones, dejó el grupo de lectura y apenas le veía. Nos fuimos distanciando hasta que después de las Navidades lo dejamos aunque seguía viendo a su padre en el grupo de lectura y fue cuando nuestra amistad fue estrechándose más y más hasta tal punto que le contaba mis cosas más intimas.

Aunque salía con Pedro, no había perdido el contacto con mis amigas, pero al querer volver a salir con ellas me encontré con que unas tenían pareja e iban por su cuenta y otras se habían marchado a Barcelona o a Madrid a la universidad, total que quedábamos 4 o 5 y creo que fue eso lo que me unió más a Mario.

Pensaba que ese año lo iba a pasar muy mal, al no estar con Pedro, pensaba que se me iba a hacer larguísimo y pesadísimo, pero no fue así, me pasaba el día pensando en Mario, recordando lo que habíamos hablado, lo que habíamos hecho, estaba deseando que llegasen los martes y los jueves, que eran los días que nos reuníamos con el grupo, para poder verle y hablar con él.

Llegó el verano y apenas nos vimos, porque en verano no se reunía el grupo, y me lo pasé pensando en él. Había calado tan hondo en mí que me era imposible pensar en otra cosa. No sabía la razón por la que no me le podía quitar de la cabeza, pero le echaba mucho en falta.

Empezó el curso y con él las reuniones del grupo y aún recuerdo la sensación que tuve cuando vi de nuevo a Mario. Llevaba pantalones y camisa blancos, que hacían resaltar su piel morena y sus ojos azules. Venía hacia mí con una amplia sonrisa y en ese mismo instante noté algo dentro de mí, noté como una punzada en el corazón, fue el momento en el que definitivamente me enamoré de él. Se acercó a mi cara y me dio dos besos en las mejillas y noté como mi corazón se podía a 100 por hora y mi boca deseaba juntarse con la suya.

Me preguntó que tal me había ido el verano pero no me salían las palabras, estaba muy nerviosa, me temblaba todo el cuerpo, parecía una colegiala el primer día de clase ante un nuevo, joven y atractivo profesor.

Comenzó la lectura y fue mi salvación. Ese día no me entere de nada, solo le miraba a él, no podía apartar mis ojos de él y lógicamente se dio cuenta.

Cuando acabó la reunión fuimos a tomar algo como siempre y en la cafetería nos pusimos a hablar sobre el libro, pero...

M: ¿Qué te ha parecido el comienzo de este libro?

L: Pues la verdad es que...

M: Es que no te has enterado de que iba, ¿qué te ha pasado que no me has quitado el ojo de encima en toda la hora?

L: Pues no lo sé, ha sido verte y no poder dejar de mirarte

Me costaba enlazar las palabras.

M: ¿Qué te sucede?, te noto un poco rara.

L: No sé lo que me pasa, me cuesta mucho hablar contigo, no me salen las palabras y no hago más que temblar, estoy muy nerviosa.

Me cogió una mano con sus manos y...

M: Tranquilízate, todo tiene una razón y solo hay que pensar un poco para saber cuál es.

Al cogerme la mano me puse más nerviosa aún, pero no le dije nada.

L: Si, claro.

M: ¿Qué tal el verano?

L: ¿La verdad?

M: Sí.

L: Muy malo, muy largo.

M: ¿Y eso?

L: La mayoría de los días me notaba como vacía, como si me faltase algo.

M: Claro, es el primer verano que no pasas junto a Pedro.

L: No, no es eso, lo de Pedro ya lo tengo bien superado, era otra cosa y hoy lo he averiguado.

M: ¿Y qué era?; ¿qué te ha faltado?

L: Tú.

M: ¿Yo?

L: Sí, tú. Hoy al verte he notado como ese vacío se ha llenado. Te he echado mucho de menos este verano y he comprendido en un momento el porqué.

M: Ah sí, ¿y por qué ha sido?, ¿por qué me has echado tanto de menos?

L: Porque..., dirás que soy una tonta y una niña, pero es la verdad, porque me he enamorado de ti.

M: ¿Qué te has enamorado de mi?, pero Lucia, si podría ser tu padre, es más he sido tu suegro hasta hace unos meses.

L: ¿Y?

M: ¿Cómo que y?, estoy casado, prácticamente te doblo la edad...

L: ¿Y?

M: No entiendo que quieres decir con eso.

L: Quiero decir que no te estoy pidiendo nada, solo he contestado a tu pregunta. Me he enamorado de ti y seguramente se me pasara pronto, bueno, se me tiene que pasar, ya que como dices no es posible, estas casado, casi me doblas la edad y además tú no sientes lo mismo por mí, ¿no es así?

M: Claro, claro, no estoy enamorado de ti, quiero a mi mujer

L: Bien, es lo que pensaba, entonces dejémoslo así, no hablemos más de ello.

M: Sí, dejémoslo correr, pero lo vas a pasar muy mal.

L: No creo porque seguramente me baste con verte en las reuniones.

M: ¿Seguro que tienes 18 años?, porque no hablas ni actúas como una chica de esa edad.

L: ¿Ah sí? y ¿cómo actúa una chica de 18 años?

M: Pues más inconscientemente. Después de haber dicho lo que tú has dicho, habría intentado liarse conmigo y al no conseguirlo me habría hecho la vida imposible.

L: Ese no es mi estilo, ¿por qué querer alcanzar algo que es inalcanzable?, ¿por qué gastar energías en algo que sé de antemano que no voy a conseguir? No lo veo lógico.

M: Ves lo que digo, no parece en absoluto que tengas 18 años.

L: Bueno, será porque voy a hacer los 19 en un par de meses.

M: Será por eso.

Y ahí se quedó la cosa, no volvimos a hablar más del asunto.

Empecé segundo de oftalmología y seguíamos viéndonos en las reuniones.

Todo parecía igual pero no era así, notaba diferente a Mario cuando nos quedábamos solos tomando algo o cuando me ayudaba con algún trabajo para la facultad, pero lo deje correr.

Yo me sentía muy bien a su lado, me bastaba con verle 2 ó 3 días a la semana.

Notaba como el corazón se me aceleraba cuando estaba a su lado o cuando simplemente hablaba con él por teléfono para quedar para ayudarme con un trabajo.

Pasaban los días y notaba raro a Mario, notaba que estaba incomodo a mi lado, pero no me rehuía ni me ponía excusas para no vernos, ni siquiera faltaba a las reuniones.

Sabía que le pasaba algo conmigo pero no estaba segura de lo que era hasta que llegó Diciembre y con él mi cumpleaños.

El 17 de Diciembre cumplí 19 años y ese año cayó en martes y como cada martes y jueves fui a la reunión de lectura, y como cada martes y jueves Mario estaba allí, esperándome en la entrada, sonriendo.

La verdad era que cada vez que le veía me parecía más atractivo y me entraban unas increíbles ganas de tirarme a sus brazos y besarle esos apetitosos labios y decirle al oído "tómame, soy toda tuya", pero tenía que controlarme porque sabía que mi amor no era correspondido.

Cuando llegué a su altura, lo primero que hizo fue darme dos besos y desearme un "FELIZ CUMPLEAÑOS" al mismo tiempo que me entregaba un capullo de rosa roja precioso. Me quede muy sorprendida cuando me dio la rosa, no me esperaba ese detalle, no de él. Se acercó a mi oído y...

M: Después de la reunión tengo algo que decirte, ¿te importa que vayamos a otro sitio a tomar algo?

L: En absoluto y muchas gracias por la rosa, me ha gustado mucho.

Durante la reunión noté que ese día era él el que no se enteraba de nada, el que no me quitaba ojo de encima y me parecía muy raro, ¿qué me tendría que decir?, ¿por qué teníamos que ir a otro sitio?, bueno en una hora lo sabría.

Al acabar la reunión subimos en su coche y me dijo que si no me importaba, quería celebrar mi cumpleaños invitándome a cenar y como yo estaba tan a gusto y con tantas ganas por estar con él a solas que no me negué.

En esos momentos no pensaba que era Mario, el padre de Pedro, sino que era mi pareja, la persona a la que amaba y que iba a pasar una agradable velada con él.

Me llevó a un restaurante muy elegante, nos sentamos en una mesa en un rincón y pidió por los dos.

Durante la cena hablamos de cosas sin importancia, como la facultad, la clínica, etc., pero al llegar al postre noté que se ponía algo más serio y...

M: ¿Recuerdas hace unos meses que me dijiste que te habías enamorado de mí?

L: Sí, y te dije que te iba a olvidar, pero no he podido, lo siento, ¿es qué he hecho algo que te haya incomodado?

M: No, no, al contrario, no te has insinuado, ni me has provocado, has sido tú, como siempre, no has dejado al descubierto en ningún momento tus sentimientos hacia mí.

L: ¿Entonces?, ¿qué ocurre?

M: Pues resulta que esa indiferencia para conmigo en el tema sentimental ha tenido el efecto contrario.

L: No entiendo lo que quieres decir.

M: Pues que me he enamorado de ti como un colegial, no puedo sacarte de mi cabeza.

L: Ya decía yo que te notaba raro últimamente, así que era eso, yo ocultando mis sentimientos hacia ti y resulta que te has enamorado de mí.

M: Sí, eso es.

L: ¿Y qué has decidido?

M: Pues la verdad es que lo he pensado mucho y no lo tengo muy claro.

L: Vamos, me has invitado a cenar en un restaurante lujoso el día de mi cumpleaños y me dices que no lo tienes claro, no me lo creo.

M: Te estoy diciendo la verdad. Por una parte quiero ir más allá, olvidarme de todo y de todos y tenerte en mis brazos y besarte y poseerte y...

L: Eso me gusta como suena.

M: Pero por otra parte me doy cuenta de la realidad, te doblo la edad, estoy casado, has estado saliendo con mi hijo y...

L: ¿Y...?

M: Tengo miedo por si nos descubren, por si no estoy a tu altura. No sé que esperas de mí, ni hasta dónde quieres llegar. Ni siquiera me he planteado la idea de dejar a mi mujer, a la que sigo queriendo.

L: Ni nadie te lo ha pedido. Puedes tener miedo por si nos descubren, claro esta, es un riesgo que hay que correr, pero no puedes tener miedo por no estar a mi altura, mides más o menos lo que yo.

M: No me refería a esa altura.

L: Ja, ja, ja, ya lo sé.

M: Mira que eres mala.

L: En cuanto a lo que espero de ti y hasta dónde quiero llegar, no lo sé, espero todo lo que tú quieras darme y quiero llegar hasta dónde decidamos. Mira me estas planteando preguntas que son muy difíciles de contestar porque no he pensado nunca en que pudiera tener una relación sentimental contigo porque la veía inviable. Al estar casado y ser el padre de Pedro te veía inalcanzable, entonces si va a haber algo entre nosotros dos vamos a tener que ir descubriéndolo poco a poco juntos.

M: Para mí es algo nuevo, nunca he tenido una amante.

L: ¿Y qué piensas?, ¿qué me he liado con muchos hombres casados?

M: No claro, es una tontería lo que he dicho. Entonces, ¿cómo lo vamos a hacer?, ¿dónde nos vamos a ver?

L: Pues es un poco difícil, porque en tu casa no puede ser y en la mía tampoco.

M: No claro.

L: Pues solo nos queda el coche, como a la gente de mi edad y que ambos tenemos, o un hotel, como a la gente de tú edad y a lo que yo puedo aportar poco porque aún no tengo trabajo y no se lo puedo estar pidiendo a mis padres.

M: No claro.

L: Entonces, ¿qué sugieres?

M: Pues..., espera, creo que tengo la solución.

L: Dime

M: Estaba pensando que se nos había olvidado mi clínica.

L: Es verdad tu clínica, pero ¿a qué hora cierran?, porque no me gustaría que me vieran merodear mucho por allí ahora que no estoy con Pedro.

M: Pues cerramos a las 20:00, 20:30 como mucho. Si quieres podemos pasar a comprobarlo después de cenar.

L: No es mala idea, me podías hacer una revisión de la vista ya que la noto un poco cansada.

M: Una revisión sí que te hacía yo, pero no de la vista, sino de arriba-abajo.

L: Eso es lo que estoy deseando.

Me miró a los ojos y me dio un beso en los labios.

Fue nuestro primer beso y me supo delicioso, fue muy dulce, húmedo, muy suave y delicado.

Fue diferente a los que me habían dado otros chicos, incluyendo a Pedro.

Me recorrió un escalofrío de arriba abajo, desde los labios hasta la punta de los dedos de los pies y de nuevo hacia los labios. Nunca había sentido nada igual.

Acabamos de cenar y decidimos ir a la clínica de Mario a pasar un rato agradable.

Eran alrededor de las 22:30 y lógicamente no había nadie. Mario abrió la puerta de entrada y la volvió a cerrar, y nos dirigimos a su despacho sin encender las luces por el camino. Ambos nos sabíamos el camino de memoria, él por ser su clínica y yo por haber ido muchas veces con Pedro.

En su despacho no tenía más que un butacón, pero en la sala de espera había un amplio sofá que nos vino de perlas.

Nada más llegar a la sala comenzamos a besarnos apasionadamente y a quitarnos la ropa uno al otro. Cuando estábamos completamente desnudos comenzó a besarme por todo el cuerpo y a continuación me tumbó en el sofá, me abrió las piernas y se puso a lamerme el pubis, luego me abrió los labios de la vagina y empezó a explorar con la lengua, no se dejaba ningún recoveco sin lamer y siguió con la entrada de la vagina y me metió la lengua dentro.

Me estaba haciendo gozar de placer, era increíble lo que estaba sintiendo, me estaba llevando al éxtasis. No pude más y me corrí en su cara, fue un orgasmo brutal.

A continuación subió hasta mi boca y continuó besándome en los labios y fue cuando yo entré en acción.

Le empecé a acariciar por todo el cuerpo hasta que llegué hasta su miembro, el cual tenía una erección considerable, comencé a masturbarle con una mano, a tocarle los testículos con la otra y a lamerle el glande.

Un poco después dejé las manos quietas y me lo metí en la boca y me puse a chupárselo como si fuera un chupa-chus.

Mario jadeaba de placer, se notaba que le gustaba la felación y continué con ella hasta que me dijo que parara porque sino se iba a correr y no quería hacerlo solo, quería correrse al mismo tiempo que yo y dentro de mí, entonces le hice caso y paré.

Me cogió con ambas manos por la cabeza y me levantó hasta poner mi boca a la altura de su boca y me besó en los labios tan dulce y delicadamente como nadie lo había hecho antes y siguió besándome por toda la cara mientras me iba tumbando boca arriba en el sofá.

Se puso encima de mí y mientras seguía besándome empezó a acariciarme los pechos muy suave y lentamente. Tenía los pezones tan tiesos que parecían unos pitones y le debieron de gustar, porque dejó de besarme y comenzó a lamérmelos mientras con su mano seguía acariciándome en dirección a mi pubis y cuando llego a su destino introdujo un dedo entre los labios de mi vulva y alcanzo mi clítoris y comenzó a hacer círculos alrededor de él para masturbarme y enseguida me puse a dar gemidos de puro placer. Se notaba que sabía lo que hacía por que cuando estaba a punto de tener un orgasmo paro de repente y me dejó a las puertas, pero a continuación pasó a mi vagina y me introdujo dos dedos y comenzó a follarme con ellos muy despacio.

No sabía porque, pero en vez de producirme placer me estaba produciendo dolor, se lo dije y le pedí que parase y así hizo.

Volvió a besarme en los labios y noté que ponía su erecta polla dentro de mi vulva y me acariciaba con ella el clítoris, e igual que antes, cuando estaba al borde del orgasmo paró y la llevo a la entrada de la vagina para penetrarme.

Noté como su glande rozaba alrededor de la entrada de la vagina, entraba un poquito y volvía a salir.

Fue en ese mismo instante en él que fui consciente de lo que estaba haciendo y de lo que iba a ocurrir a continuación. ¡Iba a ser poseída por primera vez y lo iba a hacer el hombre del que estaba enamorada en ese momento! Fue entonces cuando me entró miedo. ¡La primera vez! Tenía que decírselo, tenía que saber que era virgen, no quería que me hiciera daño y estropear la estupenda velada que estaba pasando.

L: Mario

M: Dime

L: Espera un momento

M: ¿Qué pasa?

L: Tengo algo que decirte primero

M: Dime

L: Quiero que sepas que es la primera vez que lo voy a hacer

M: ¿Quieres decir que nunca has…

L: No

M: ¿Ni siquiera con Pedro?

L: No

M: ¿No me digas que Pedro y tú no habéis tenido sexo en estos años?

L: Sí, ha habido sexo entre nosotros pero no hemos llegado a hasta el final, a la penetración.

M: ¿Por qué?

L: Porque no estaba preparada

M: Y ¿ahora sí?

L: No sé si estaré preparada, pero me siento muy segura y muy a gusto contigo.

M: ¿Tienes miedo por si duele?

L: Sí, pero confío plenamente en ti, sé que no me harás daño

M: Bien entonces relájate y sigue confiando en mí, haremos que sea una experiencia inolvidable

L: De acuerdo

Esta vez no se tumbó encima de mí, sino que me abrió las piernas y se puso de rodillas justo enfrente de mí. Me dijo que respirase hondo y que me relajara y llevo su polla hacia mi vagina e introdujo el glande, lo dejó unos segundos y lo sacó. Lo repitió un par de veces y luego aumento el ritmo pero no lo introdujo más. Me estaba produciendo un placer inmenso y me puse a pensar que si la puntita me producía ese placer que sería cuando la tuviera toda dentro.

Unos minutos después me dijo que iba a introducirla un poco más y así lo hizo, me preguntó que si me dolía y le dije que no, que al contrario, que me estaba encantando. Al igual que antes la metía y la dejaba unos segundos y luego aumentó el ritmo.

Estaba pasándomelo tan bien y estaba tan caliente que no pude más y le pedí que me la metiera entera y me preguntó que si estaba segura y le conteste que sí, que notaba como si tuviera un vacío y tenía que rellenarlo con algo y ese algo era su tremenda polla.

Entonces me volvió a decir que respirase hondo y me la introdujo hasta el fondo y noté tal placer que tuve un orgasmo tremendo del que no tuve ningún tipo de control.

L: Acabo de tener un orgasmo increíble.

M: Ya me he dado cuenta

L: ¿Cómo?

M: Has estremecido todo el cuerpo, eso significa que ha sido inmenso.

L: Ya lo creo. La verdad es que ha sido una sensación indescriptible cuando ha entrado hasta el final, me ha llenado por completo.

M: Lo sé y ahora voy a hacer que tengas unos cuantos más si quieres

L: Claro que sí, y ¿tú?

M: Estoy a puntito, pero aún puedo aguantar un poco. Cuando vayas a tener un orgasmo avísame para poder corrernos juntos

L: Lo haré

Y ya lo creo que me hizo tener más orgasmos, perdí la cuenta. La mayoría eran de poca intensidad pero aún así muy placenteros pero tuve 2 muy largos e intensos.

Después de un buen rato de follar cambiando de posición varias veces, me dijo que estaba a punto de correrse, que no iba a poder aguantar más. Me encontraba subida encima de él, cabalgando sobre su polla y justo en ese momento estaba comenzando a tener un orgasmo y le dije que continuase que también estaba a punto y que lo tendríamos juntos y fue tan intenso que nos pusimos a gritar de puro placer. Finalmente nos quedamos dormidos tumbados en el sofá, empapados en sudor, abrazados el uno al otro y con una sonrisa de oreja a oreja.

Me desperté al rato sin saber exactamente donde estaba pero al notar sus brazos alrededor de mí lo recordé todo. Acababa de pasar el mejor cumpleaños de mi vida con la persona a la que más quería en ese momento de mi vida y sabía que no lo había soñado porque notaba su respiración en mi pelo. Deseaba que ese momento no acabase nunca por lo que no me moví lo más mínimo y seguí disfrutando de su contacto hasta que me quedé de nuevo dormida.

Cuando me volví a despertar eran las 6 de la mañana y en una hora tenía que salir hacia la facultad. Tenía que ir, aunque solo quedasen 3 días de clase no podía faltar porque seguían adelantando materia.

Desperté a Mario, nos vestimos, me llevó a casa, me dio un beso de despedida en el coche y ahí acabó la celebración de mi 19º cumpleaños y que nunca olvidaré.