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Todos los caminos me llevan hacia Él (6)

en Sexo con maduros

TODOS LOS CAMINOS ME LLEVAN HACIA ÉL (VI)

Me quedé en el umbral de la cocina con la boca abierta sin poder articular palabra, paseando la mirada de Blanca a Mario y viceversa, cuando Blanca rompió el hielo con una gran sonrisa y un amable -buenos días Lucia, ¿te apetecen unas tostadas para desayunar?-, lo que hizo que recobrará la compostura y contestase –sí, muchas gracias- y entonces le dijo a Mario, que ya que se estaba haciendo unas tostadas para él, que si no le importaba hacer unas para mí.

A Blanca no le sorprendió lo más mínimo el verme entrar en la cocina un sábado tan temprano, dio por hecho que había pasado la noche con Pedro, pero Mario no, Mario no podía creer que estuviera allí, delante de él, con la camisa del pijama de Pedro puesta. No podía hacerse a la idea que había pasado la noche con Pedro y, al principio, nada más verme, puso cara de auténtica sorpresa para luego pasar a poner cara de pocos amigos, pero enseguida tuvo que cambiarla por una más amable y sonriente cuando Blanca le pidió que me hiciera unas tostadas y contestase –en absoluto cariño-.

Mario me hizo las tostadas y me las acercó a la mesa sin dirigirme la palabra y como nadie decía nada, decidí romper el hielo preguntándoles por qué habían adelantado la vuelta.

L: Habéis vuelto antes de lo previsto

B: Sí, hemos traído 1 hora de adelanto

L: No, me refiero que habéis vuelto 5 días antes.

M: No, teníamos la vuelta prevista para hoy, ¿por qué lo dices?

L: Porque Pedro me dijo anoche que volvíais el miércoles 12.

B: Pues no sé porque te diría eso, sabía de sobra que volvíamos hoy, de hecho nos dijo que no iba a poder ir a recogernos y por eso hemos pedido el servicio de limusina de la compañía.

M: Bueno, eso da igual, ya estamos aquí que es lo importante.

L: Sí, claro, si no tiene importancia, la verdad es que a mí personalmente me da igual que hayáis venido hoy o que lo hubierais hecho el miércoles.

B: Entonces dejémoslo así.

En esto que aparece Pedro por la puerta de la cocina con un albornoz puesto y con la cabeza totalmente húmeda.

P: Buenos días, veo que ya habéis llegado. ¿Ha llegado el vuelo antes?

Y se acerca a su madre a darle un beso en la mejilla.

B: Buenos días cariño, sí, hemos llegado con 1 hora de adelanto, traíamos viento de cola.

Y a continuación se acerca a su padre y también le da un beso en la mejilla.

M: Buenos días Pedro, me alegro de verte.

Y finalmente se dirige a mí, me da los buenos días y acerca su cara a la mía para darme un beso en los labios e instintivamente giro la cabeza en dirección a Mario y dejo que me bese en la mejilla.

P: Buenos días Lucia.

L: Buenos días Pedro.

Pedro se acercó de nuevo a su padre y se sirvió un café y allí estábamos los cuatro mirándonos unos a otros sin saber que decirnos hasta que Pedro rompió el hielo:

P: Bueno ¿qué tal han ido las operaciones y las conferencias con los americanos?

M: Estupendamente, una de las operaciones salió mejor aún de lo que pensaba y pudimos salvarle un ojo a una niña de 6 añitos.

P: ¡Bien por mi padre!

B: Estuvo bien pero lo mejor ha sido cuando se han acabado y hemos podido disfrutar de unos días libres juntitos, sin que nadie nos molestará. Hacía años que no pasábamos unos días libres los dos solos.

Blanca se levantó y se acercó a Mario y mientras le daba un cachete en el culo y se lo apretaba le decía…

B: Y han sido espectaculares, tu padre se ha portado como nunca, ¿verdad cariño?

Al oír eso casi salto como un resorte en mi asiento y al mismo tiempo que Mario me atravesaba con la mirada, decía…

M: Sí mi vida, han sido estupendos

…y la daba un beso en los labios. En ese momento ya no pude más, me levanté de la silla, me disculpé y me fui corriendo a la habitación de Pedro, me cambié ropa y me fui para como una bala para mi casa con los ojos llenos de lágrimas. Cuando llegué a mi casa tuve suerte, no había nadie y me subí a mi habitación, me tiré encima de la cama y me puse a llorar. Eran lágrimas de rabia, de impotencia, de dolor al ver a Mario besando a su mujer delante de mí para hacerme sufrir por haber pasado la noche con Pedro. Lloré durante un buen rato hasta que me desahogué y me quedé dormida.

Me desperté horas después y aún seguía sola en la casa. Me pegué una ducha, comí algo y me vestí. A continuación llamé a mi amiga Yole para saber por dónde andaba y me dijo que estaba en "El Mos d’Eva" con otras chicas y la dije que me esperase allí que iba para allá, y así lo hice, necesitaba salir y despejarme, necesitaba sacar de mi cabeza a Mario por unas horas y pensé que esa sería la solución. Me fui hacia la parada del autobús y media hora estuve allí.

Ya había estado varias veces con Yole en ese garito, pero aún así, cada vez que entraba me quedaba, al principio, un poco cortada, porque, aunque entraba todo el mundo, era un local de ambiente lésbico y no estaba acostumbrada a ver parejas de chicas besándose. Me dirigí hacia dónde estaba el billar, ya que Yole me había dicho que estaban allí y allí las encontré, las di dos besos a cada una, me pidieron una cerveza y Yole me propuso jugar al billar.

Iba pasando la noche y me lo estaba pasando de maravilla, sin pensar en ningún momento ni en Pedro ni en Mario. Después de varias cervezas empecé también con los chupitos y Yole me advirtió que tuviera cuidado ya que no estaba acostumbrada a beber pero no la hice caso y seguí con la cerveza y los chupitos, esa noche no me importaba nada, solo quería divertirme.

Después de varias horas decidimos irnos a casa y nos fuimos en el coche de Yole, ya que ella no bebía nada de alcohol. Dejamos a dos chicas en sus casas y cómo para ir a mi casa había que pasar por la de Yole y yo aún no tenía ganas de dormir, le sugerí que fuéramos a la suya para charlar un rato y ella aceptó.

Entramos en su casa y, como hacíamos siempre desde que éramos pequeñas, nos subimos a su cama con algo de beber y nos pusimos a charlar. Yole era la única persona que sabía lo de Mario y tenía que contarle los últimos acontecimientos. Estuvimos un buen rato charlando y debí de quedarme dormida.

Estaba soñando con Mario, estábamos en una playa, tumbados en la arena, yo boca arriba y él de lado a mi lado. Debía estar contándome algo gracioso porque no hacía más que reírme y entonces me dio un beso en los labios y luego comenzó a acariciarme por las piernas subiendo por ellas hasta que llegó a mi pubis y metió su mano dentro de la braguita de mi bikini buscando mi clítoris con su dedo índice. Empecé a notar un pequeño placer que fue aumentando poco hasta que fue tan inmenso que… me desperté.

Sí, me desperté y lo hice jadeando. Me encontraba tumbada en una cama completamente desnuda. Había estado soñando con Mario, pero el placer que había sentido en el sueño y el que estaba sintiendo en ese momento era real, alguien me estaba masturbando. Abrí los ojos y vi la cara de Yole a mi lado y noté su dedo acariciando mi clítoris. Iba a decirle que parase, pero no me dio tiempo. Cuando iba a abrir la boca me dio un beso en los labios sin dejar de mover su dedo sobre mi clítoris. Era muy fuerte para mí y me puse muy tensa, pero cómo Yole no dejó de besarme, noté que iba gustándome y me fui relajando poco a poco hasta que finalmente sucumbí a ella y acepté su beso.

Dejamos de besarnos y Yole se quedó mirándome a los ojos y:

Y: ¿Quieres que siga?

L: Sí

Y: ¿Estas segura?

L: No, pero quiero hacerlo

Y: Esta bien

Y me volvió a besar, esta vez más apasionadamente, me metió la lengua en la boca buscando mi lengua y cuando se juntaron noté un sabor dulce que me gustaba mucho. A continuación se subió encima de mi estómago, me cogió las manos y me las subió por encima de la cabeza, sujetándolas con las suyas y se dirigió hacia una de mis orejas y comenzó a lamerme el lóbulo para seguir lamiéndola entera e introducirla dentro de mi oído. Cuando le pareció se fue hacia la otra oreja e hizo lo mismo y luego se pasó a mi cara y me besó por toda ella, para seguir por todo el cuello hasta llegar a mis pechos. Quería acariciarla la espalda pero ella no me soltaba las manos y eso lo hacía más excitante. Ella seguía lamiéndome los pezones, se iba de uno a otro ininterrumpidamente hasta que me los puso tan tiesos como unos pitones.

De repente se levantó y salió de la habitación volviendo un par de minutos después con un vaso lleno de cubitos de hielo, un bote de nata montada y un par de pañuelos. Dejó el hielo y la nata en la mesilla y volvió a subirse sobre mi estómago, a continuación me cogió una mano y me la llevo hasta el cabecero de la cama. El cabecero era de barrotes de hierro y cuando vi que me iba a atar a ellos me resistí pero ella me dio un beso en los labios y me susurró al oído:

Y: No te preocupes, no te voy a atar, solo quiero que te sujetes a los barrotes y te voy a poner los pañuelos alrededor sin atarlos.

Y entonces me dejé llevar y cómo me había dicho me llevó la mano hasta uno de los barrotes y me puso el pañuelo alrededor de ella tan suavemente que podía soltarme cuando quisiera. Cuando acabó con una se fue hacia la otra e hizo lo mismo.

Seguidamente cogió un cubito de hielo y me lo puso encima de uno de mis pezones. Al sentir el frío sobre él di un pequeño respingo pero luego noté un calorcito muy agradable mientras notaba como mi pezón volvía a ponerse completamente tieso. Pasaba el hielo de un pezón al otro y también lo pasaba alrededor de ellos para seguir por el canalillo hasta llegar al ombligo y dejarlo allí. Cogió el bote de nata de la mesilla, lo agitó bien y la echó sobre mis pezones y comenzó a comérsela poco a poco. Iba de un pezón a otro y luego a los labios para seguir volver a los pezones y de nuevo a los labios. Cuando acabó con la nata cogió otro cubito de hielo y bajo hasta mi pubis y me lo restregó alrededor de él.

Estaba descubriendo placeres que nunca pensé que podrían existir. Nunca me había imaginado que pudiera sentir todo lo que estaba sintiendo y menos que la persona me los estaba produciendo fuera una mujer. Nunca me había sentido atraída por una mujer pero Yole era una mujer preciosa, muy atractiva y me tenía fascinada, la quería mucho, y nunca me había planteado tener una relación sexual con ella, pero en esos momentos no podía resistirme, quería más y más, me retorcía de placer, de gusto y se lo dije:

L: ¡Por favor no pares, sigue así, me encanta!

Y: Cómo vos deseéis

Y me abrió los labios de la vagina y me pasó el hielo por ellos y luego por el clítoris y cuando lo hizo me dio un escalofrío que me llegó hasta la columna vertebral y me subió por toda ella hasta llegarme a la cabeza. Dejó el hielo y siguió lamiéndome con su lengua llevándome al éxtasis hasta que no pude más y me corrí dando un tremendo grito.