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Todos los caminos me llevan hacia Él (3)

en Sexo con maduros

Pasaron los días sin saber nada de él, no me hizo ni una llamada, y yo tenía miedo de hacerla y que se descubriese el pastel y así llego el día de Nochevieja.

Ese día comí con mis padres y luego me eche un rato la siesta y tuve un sueño estupendo, soñé que pasábamos los dos solos la Nochevieja en el mismo hotel que pasamos la Navidad y me desperté sudando tanto, del calentón que tuve con el sueño, que no tuve más remedio que pegarme una ducha.

Habíamos quedado en casa de Mario a las 21:30 para tomar algo antes de cenar por lo que pasadas las 20:00 me dispuse a arreglarme. Me peiné y me maquillé tranquilamente, sin prisas y a continuación me puse mi vestido dorado con unas sandalias también doradas. Para finalizar me puse la gargantilla y el anillo y bajé al salón para unirme a mis padres e ir los 3 juntos a la fiesta.

Como la casa de Mario y Blanca estaba en la misma urbanización, no muy lejos de la nuestra y aunque estaba empezando a nevar, aún era temprano, decidimos ir dando un paseo.

Llegamos justo a las 21:30, llamé al timbre y al verme la mano me acordé de la última vez que estuve allí y de lo nerviosa que estaba al hacer el mismo gesto, pero en ese momento estaba más tranquila, aunque no mucho más, porque sabía, que aunque estuvieran Blanca y Pedro, Mario no dejaría de mirarme.

Tardaron un poco en abrirnos y podíamos oír que había mucho jaleo dentro, como si hubiese mucha gente y al parecer si que la había, porque cuando nos abrieron pude ver a un grupo de personas riéndose a las que no conocía de nada pero que al parecer mis padres si conocían porque se fueron hacia ellos directamente dejándome sola en el centro del recibidor.

Paso apenas un minuto hasta que alguien conocido se acercó a saludarme, pero me pareció una eternidad. Fue Pedro quién vino a salvarme y después de un año sin verle apenas le reconocí, se notaba que había hecho bastante ejercicio y estaba muy moreno.

P: Hola Lucia, ¿ya no saludas a los viejos amigos?

L: ¿Qué?, ah, hola Pedro, no te había reconocido

P: ¿Tanto he cambiado?

L: Pues sí, estas más fuerte y más moreno.

P: Me alegro muchísimo de verte

L: Y yo

P: Mi madre me llamo para preguntarme si iba a pasar la Nochevieja con ellos, y en principio no iba a venir, pero en cuanto me dijo que ibas a venir ni me lo pensé

L: ¿Y eso por qué?

P: Porque te he echado mucho de menos, no debí cortar nuestra relación así después de tanto tiempo.

L: No fue una decisión solo tuya, sino que lo decidimos ambos

P: Me refiero a que desde que dejamos de salir no hemos vuelto a vernos y ha sido por mi culpa

L: ¿Por qué dices eso?

P: Porque te he estado evitando

L: ¿Por?

P: Porque al poco tiempo de romper me di cuenta que seguía queriéndote y que no iba a poder vivir sin ti, pero como sabes lo cabezota que soy, en vez de volver y hablar contigo de ello, no quise echarme atrás y decidí olvidarte y para ello no tenía que volverte a ver.

L: Pero hoy estas aquí

P: Sí, estos días se me estaban haciendo muy duros porque me acordaba mucho de ti, de tantas Navidades que habíamos pasado juntos y te echaba mucho de menos y por eso cuando me dijeron que vendrías ni me lo pensé.

L: ¿No tienes a ninguna chica esperándote por ahí?

P: No, conozco a muchas chicas pero…

Justo en ese momento apareció su madre para que le hiciera alguna cosa y me quedé sin saber lo que me iba a decir. No podía creer lo que Pedro me acababa de contar, pero que podía hacer yo, sí, aún le quería, pero también quería a Mario y todo acababa de empezar. ¿Quería a Pedro aún lo suficiente para volver con él y olvidarme de Mario? o por el contrario ¿quería más a Mario y no quería separarme de él? Estaba en un dilema pero me dije que no era el momento de ponerse a pensar en ello, que había ido esa noche allí a pasármelo bien y no quería que se estropease. Vi a mis padres en el salón y me acerqué a ellos mientras miraba en todas direcciones buscando a Mario, pero no le vi, pensé que estaría ocupado con otros invitados y me olvidé por un rato de él y me puse a cantar y bailar con mis padres hasta que nos avisaron que la cena estaba lista.

Fue increíble, yo pensaba que íbamos a ser solo los 6, es decir, Mario, Blanca, Pedro, mis padres y yo, pero éramos 20 personas y hasta teníamos camareros para servir la comida como si estuviéramos en un restaurante.

Al entrar al comedor con mis padres fue cuando vi a Mario y noté como me daba un vuelco el corazón y comenzaba a latir más rápido y Mario nada más vernos se acercó hasta nosotros para darnos la bienvenida y cuando fue a darme dos besos me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo que hizo que me tambalease y me echara en sus brazos sin querer y al acercarse a mi cara me dijo muy bajito en cada oído: "Gracias por venir" y "tenía tantas ganas de verte" y después de eso nos acompañó hasta nuestros asientos y resultó que estaba sentada a la derecha de Mario, que presidía la mesa con Blanca en el otro lado, y justo enfrente de mí estaba sentado Pedro y a su izquierda mi madre y a mi derecha mi padre. Nos habían sentado a un hombre y una mujer respectivamente, como manda el protocolo.

Antes de comenzar a servir la cena Mario tomó la palabra e hizo el primer brindis de la noche.

M: "Levanto mi copa ante mi familia y mis amigos para dar las gracias por el estupendo año que hemos tenido y que acabará en poco tiempo. Espero que hayáis tenido un año pleno de alegrías y que estás hayan superado a las tristezas. No le puedo pedir más a esta noche ya que tengo conmigo a mis seres más queridos; a mi mujer Blanca, a la que quiero con locura y a mi hijo Pedro, al que últimamente veo poco y que habrá que solucionarlo. Gracias por estar aquí. Va por todos ustedes. Salud."

Todos: "Salud"

A continuación tomó Blanca la palabra y:

B: Como ha dicho Mario estamos muy agradecidos por vuestra compañía. Hace muchos años que nos conocemos y nunca antes habíamos pasado juntos una Nochevieja y cómo quería que esta fuera especial he querido reuniros a todos bajo el mismo techo. Seguidamente nos servirán la cena pero será algo especial. Lorenzo nuestro maître de esta noche os lo explicara. Lorenzo, por favor.

Lo: Por supuesto señora. Buenas noches señoras y caballeros. Primero desearles una agradable velada y a continuación explicarles como va a ser la cena de esta noche. La señora ha pedido que se preparasen dos menús diferentes para esta noche y como son 20 personas, hay 10 platos de cada uno. En esta bandeja llevo 20 sobres, 10 con el nº 1 y 10 con el nº 2. Cada uno de ustedes cogerá uno y lo abrirá. Según el nº que les haya tocado, así será su cena. ¿Por quién empezamos?

M: Que empiece la benjamina y que siga por su derecha. Lucia, escoge un sobre por favor.

L: Sí, como no. A ver qué nº tiene. Tiene el 1.

Lo: Pues le ha tocado el menú nº 1, pero no sabrá que lleva hasta que se lo traigan. Siguiente por favor.

Fueron cogiendo uno a uno los sobres hasta que llego Lorenzo a Mario y solo quedaba un sobre y contenía el nº 2.

Una vez elegidos los menús comenzaron a servirlos y seguidamente nos pusimos a cenar. Todo estaba delicioso aunque apenas probé nada porque estaba más pendiente de Mario que de comer y a la que me descuidaba un momento ya me habían cambiado el plato.

Estábamos tan juntos en la mesa que me vino de perlas y más de una vez metí mi mano izquierda por debajo del mantel hasta llegar a su pierna y la acariciaba hasta que él bajaba su mano y se encontraba con la mía y nos quedábamos, así con las manos unidas, quietos durante algún tiempo.

Cuando llegamos al postre eran pasadas las 23:30 y empezaron a traer el cava, el champán y las uvas

Por fin llego la hora mágica del final y comienzo del año, esa noche en la que se piden todos los deseos para el nuevo año y en la cual se olvidan todos los malos momentos y se recuerdan todos los buenos.

Había oído que si en el brindis de las campanadas de Nochevieja ponías el anillo que tu amado te había regalado dentro de la copa y brindabas con tu amado y te la bebías hasta el final ibas a tener un año pleno de alegría y felicidad junto a él.

Como yo quería pasar mucho tiempo con él, sin que nadie me viera hacerlo, me quité el anillo de los delfines que me había regalado Mario hacía unos días, lo metí en la copa y brindé con él, luego vacié por completo la copa y, para que nadie se diera cuenta que allí se encontraba el anillo, acabé con él dentro de mi boca, me lo saqué muy discretamente, lo limpié y me lo volví a poner.

Nada más brindar comenzó, como yo lo llamo, el desfile de besos y felicitaciones, es decir, que pasas por todos los invitados de la fiesta dándoles dos besos y felicitándoles el Nuevo Año. Lógicamente empecé por mis padres y luego seguí por los demás invitados hasta llegar a Blanca y Mario y finalmente acabar con Pedro, el cuál, en vez de darme dos besos como todo el mundo, me cogió con ambas manos por la cabeza, se acercó a mi boca y me dio un tremendo beso en los labios que duró una eternidad y cuando nos separamos estaba tan sorprendida que no supe reaccionar de otra forma y le devolví el beso mientras todo el mundo no nos quitaba la vista de encima. Cuando nos volvimos a separar miré instintivamente a Mario y por la cara que puso no le debió de gustar nada lo que había visto y se fue de la sala.

Paso un buen rato antes de que le volviera a ver y esta vez parecía más contento, se acercó hasta mí y me dijo que quería hablar conmigo, que saliéramos un momento al jardín.

Salimos al jardín y como estaba nevando nos fuimos a una parte que estaba algo escondida y resguardada y nada más llegar allí me abrazó y me dio un beso en los labios al que rápidamente correspondí. Cuando nos separamos me dijo:

M: Has sido muy mala, me ha dolido mucho lo que has hecho.

L: Pero si yo no he sido, ha sido Pedro, me ha cogido desprevenida, no me lo esperaba, y que querías que hiciera, montar una escena porque un amigo me da un beso para celebrar el Año Nuevo.

M: Sí tienes razón, no sé lo que me ha pasado por la cabeza, luego me he dado cuenta de lo que ha pasado, pero solo con verte en brazos de otro, aunque ese otro sea mi hijo, me ha vuelto loco de celos y me he tenido que ir

L: Y menudo cabreo que llevabas.

M: Sí eran celos, pero ya se me ha pasado y solo quiero estar contigo, acabar la noche contigo.

L: Y ¿cómo lo vamos a hacer? no podemos desaparecer así como así, eres el anfitrión.

M: Ya sé que no podemos irnos toda la noche, pero podemos escaparnos un ratito, no nos echaran de menos, y he pensado que podíamos ir a la caseta de la piscina, esa en la que os escondíais Pedro y tú para daros el lote sin que Blanca y yo os viéramos.

L: ¿Lo sabías?

M: Lo sabíamos desde el primer día que lo hicisteis pero no quisimos deciros nada, porque ahí por lo menos os teníamos vigilados, ja, ja, ja.

L: ¡Pero qué malo eres!

M: Bueno ¿qué me dices? ¿Te apetece pasar un rato agradable? Allí no pasaremos frío porque están los motores de la depuradora.

Y en vez de contestarle le di un beso en la boca, a continuación le cogí de la mano y le llevé hasta la caseta de la piscina. Una vez allí no perdimos el tiempo y nos quitamos lo más rápidamente que pudimos la ropa mientras nos besábamos y una vez completamente desnudos, extendimos en el suelo unas colchonetas que quitamos de unas hamacas y nos tumbamos en ellas.

Nos tumbamos y nos quedamos abrazados y besándonos por un momento y luego noté como una mano se deslizaba por mi espalda hasta llegar a mi culo y bajaba por mi pierna, se quedaba allí unos segundos acariciándola y luego subía por el muslo, pasando por el pubis y la tripa hasta llegar a uno de mis pechos y se entretenía en acariciar los sensibles pezones muy suavemente hasta llegar a ponerlos tan duros y tan tiesos como el asta de un toro para luego volver a bajar hasta el pubis y llegar hasta la abertura de mi vulva e introducir dos dedos para comprobar el estado de humedad en el que se encontraba y al notar que estaba muy húmeda, buscó el clítoris y se puso a acariciarle haciendo círculos a su alrededor para hacerme gozar de tal forma que no pude por más que morderle en una oreja para no soltar un grito del placer que me estaba produciendo.

A continuación me puso de espaldas, se subió sobre mi culo como si se subiera a un caballo y comenzó a acariciarme por toda la espalda, subiendo hasta el cuello, bajando hasta el culo, subiendo por los costados, pasando por los brazos hasta las manos y vuelta atrás y volver a subir al cuello.

Era increíble lo que estaba sintiendo, no hacia más que pegar botes de placer. Me habían dado con anterioridad masajes en la espalda, pero nunca antes me lo habían dado así y de repente quito las manos y comenzó a hacer el mismo recorrido pero con besitos y luego con la lengua, hasta que llego al culo, me abrió las piernas y me separo los cachetes para alcanzar el ano y chuparlo todo alrededor y acabar introduciendo la lengua en él.

Había leído y oído cosas sobre el placer del sexo anal, pero nunca lo había experimentado y en ese momento era tal el placer que estaba sintiendo con su lengua entrando y saliendo de mi ano, que lo único que deseaba era que me penetrara y se lo dije, pero me contesto que no era el momento porque al ser virgen por ahí, me iba a doler demasiado y no me iba a gustar, que necesitaba un poco más de preparación y también de lubricante y que entonces si que me gustaría, pero Mario no paro y me puso a cuatro patas de tal forma que al ponerse él de rodillas le quedaba mi sexo a la altura justa de su pene, pero en vez de introducirlo en mi vagina, continuo lamiéndome el ano e introduciéndome la lengua para luego cambiarla por un dedo e introducirlo poco a poco con movimientos muy lentos para continuar más deprisa e introducir otro dedo mientras que con la otra mano había alcanzado mi vagina y me había introducido otros dos dedos y me estaba follando por ambos lados al mismo tiempo.

Era increíble, no podía apenas respirar, no hacia más que jadear y jadear de gusto hasta que no pude más y llegue al orgasmo, un orgasmo tan fuerte que me dejo sin fuerzas y caí desplomada sobre las colchonetas.

Sin dejarme tomar apenas aliento, me dio la vuelta y empezó a besarme por todo el cuerpo, desde la boca hasta el pubis pasando por los pechos y estomago y quedándose en la vulva e introducir la lengua buscando el clítoris para lamerle igual que a un helado para continuar abriéndome las piernas y al mismo tiempo los labios de mi sexo y seguir lamiéndome hasta llegar a la entrada de la vagina. De repente dejo de lamerle la vagina para volver a mis labios y saborear conmigo los jugos que había emanado mi vagina y al mismo tiempo llevar su enorme y empalmada verga hasta la entrada de mi vagina e introducirla de golpe hasta lo más profundo de mi ser y volver a sacarla para volver a meterla de nuevo hasta el fondo y seguir así con un ritmo muy suave haciéndome disfrutar de cada centímetro que entraba y salía.

En la cara de Mario se notaba que estaba disfrutando de lo lindo y yo ya había tenido varios orgasmos seguidos cuando me dijo que no podía más y que iba a eyacular y me pregunto si quería que lo hiciese dentro de mí o que si quería probar sus jugos al igual que él había probado los míos y sin pensármelo dos veces le dije que sí y saco su mojada verga de mi húmeda vagina y me dijo que se la chupara para así llegar al orgasmo y correrse en mi boca.

Cuando lo hizo el semen comenzó a salir de su capullo en pequeños chorros y comenzó a llenarme la boca con él y como era la primera vez que lo hacia y no sabía que hacer, sin pensármelo dos veces me lo tragué y lo saboree.

Siempre había pensado que sería asqueroso, pero tenía un cierto sabor salado y era algo viscoso pero no era desagradable, sino más bien excitante.

Cuando acabó de salir el semen me fui directa a su boca para compartirlo con él, como él había hecho antes conmigo y nos fundimos en un beso y caímos rendidos en las colchonetas y así, abrazados, estuvimos un rato hasta que empezamos a notar frío y nos vestimos, pero como habíamos sudado tanto no podíamos volver a la fiesta así, así que sin que nadie nos oyese nos introdujimos en la casa por el sótano y nos fuimos a un baño que había en él y allí había una gran bañera, la llenamos de agua caliente y nos metimos los dos juntos en ella para lavarnos un poco pero el agua caliente en vez de tranquilizarnos y relajarnos, lo que hizo fue excitarnos más y acabamos haciendo de nuevo el amor.

Esta vez fue Mario el que se puso debajo y yo me subí encima de él dándole la espalda y nada más subirme introduje su erecta polla hasta el fondo de mi vagina y allí la dejé, saboreando el momento mientras apretaba con los músculos de mi vagina su polla y le hacia llegar al borde del orgasmo pero sin dejarle llegar hasta él. Luego comencé a moverme arriba y abajo, relajando los músculos al bajar y contrayéndolos al subir. Era un placer inexplicable el que sentía en ese momento, pero quería más y más y entonces me quedé quieta y dejé que fuera Mario el que pusiera el ritmo mientras yo comencé a masturbarme tocándome el clítoris y cuando ya no pude aguantar más le dije que acelerase para poder tener el mayor orgasmo que había tenido hasta entonces, porque los orgasmos que había tenido habían sido o vaginales mientras hacia el amor, o con el clítoris mediante la masturbación, pero nunca por ambos lados y sabía que iba a estallar un volcán en el momento de llegar a él y justo cuando llegué no pude aguantar y di un grito de placer y Mario instintivamente, como pudo, me tapo la boca con las manos mientras él se corría dentro de mí.

Nos quedamos dentro de la bañera, con el agua aun caliente, abrazados sin decirnos nada, solo disfrutando del momento, hasta que creímos oír un ruido, pero fue una falsa alarma, nadie había bajado, pero por si acaso, como no sabíamos el tiempo que había transcurrido desde que nos habíamos escabullido, nos secamos y nos vestimos y subimos a la planta principal sin hacer ruido, primero yo y unos minutos más tarde Mario y durante el resto de la velada no nos quitamos el ojo de encima pero no nos dirigimos la palabra sin terceras personas de por medio.

Eran casi las 4 de la madrugada y no sabía que hacer porque por una parte me quería ir a mi casa a descansar porque estaba agotada después del buen rato que había pasado con Mario, pero por otra parte me quería quedar para seguir disfrutando de su compañía. En esto que empezó a sonar la canción "Tiempo de Vals" de Chayanne y vi como Pedro, al que no había visto desde que me había besado después de las campanadas, se acercaba hacia mí y:

P: ¿Me permite este baile, mademoiselle?

L: Con mucho gusto, monsieur

Y nos pusimos a bailar en medio de las miradas de todos los presentes incluido Mario, pero esta vez no estaba enfadado, al contrario, parecía alegrarse de verme bailando con Pedro.

L: No te visto en toda la noche, ¿dónde has estado?

P: Por aquí, por allá, por todos lados, por toda la casa.

L: No es cierto, no has estado en la casa

P: Tienes razón, he tenido que salir un rato, tenía que felicitarle el Año Nuevo en persona a alguien

L: ¿Alguien que conozco? Bueno, no tienes que contestarme, no es de mi incumbencia

P: No, no me importa decírtelo, no la conoces, es una compañera de la facultad que tuvo, antes de acabar las clases, un accidente bastante grave en el laboratorio y esta ingresada en el Hospital General y esta mañana la prometí que iría personalmente a felicitarla el Año Nuevo y así he hecho y he tardado más de lo que pensaba porque nos hemos juntado unos cuantos compañeros y cuando se han cansado las enfermeras del ruido que estábamos armando, nos han echado y nos hemos ido a tomar algo a un garito y luego me he venido para acá con una sola idea en la cabeza.

L: ¿Sí?

P: Sí

L: ¿Con cuál?

P: Con la de bailar contigo esta canción

L: Pues ya lo has conseguido, así que dejemos de hablar y bailemos el vals.

A partir de las 3 de la madrugada fueron marchándose los invitados y justo cuando acabo el vals se iban los últimos.

Cuando acabó la música, Pedro se acercó y me dio un cariñoso beso en la mejilla dándome las gracias por el baile y a continuación vimos cómo se acercaban nuestros padres, nos sentamos junto al fuego de la chimenea y nos pusimos a recordar cosas de antaño y continuamos así hasta bien entrada la madrugada.

Sobre las 6 de la mañana mis padres decidieron irse a casa y yo me iba a ir con ellos pero Pedro me pidió que me quedase un poco más porque tenía algo que decirme y acepté, por eso y cómo estaba nevando muchísimo Mario decidió llevarles en coche a casa y Blanca se fue a dormir.

Entonces nos quedamos solos y nos acomodamos en unos almohadones junto a la chimenea como tantas veces antes habíamos hecho y:

L: ¿Tan importante es eso qué me tienes que decir qué no puede esperar a mañana?

P: Sí y no, lo que pasa es que quería pasar un rato más en tu compañía.

L: ¿Cómo qué sí y no? Explícate porque no te entiendo

P: Puede que a ti no te parezca importante pero para mí sí que lo es

L: Cuéntame

P: Simplemente quería decirte "lo siento" y…

Metiéndose una mano en el bolsillo interior de su chaqueta

P: …darte esto.

Totalmente sorprendida por no saber a que se refería y sin saber que decir cogí el paquetito que me ofrecía y lo abrí y dentro había un par de pendientes con forma de estrella de mar y…

L: Muchas gracias, pero no sé a qué viene esto.

P: Los pendientes son tu regalo de cumpleaños, un poco tarde ya lo sé, pero como siempre se ha dicho "más vale tarde que nunca".

L: Muchas gracias de nuevo, pero no tenías que haberte molestado

P: No ha sido una molestia, lo he hecho encantado

L: ¿Y el "lo siento"?

P: El "lo siento" es por no haberte llamado al menos ese día

L: No tienes porque disculparte, sinceramente no esperaba que me llamases después de casi un año sin saber nada de ti.

P: Pero es que quería, realmente quería llamarte pero no pude.

L: Como te he dicho no tienes porque disculparte.

P: Lucia, de verdad que quise llamarte, lo que paso es que ese día fue cuando paso lo de la explosión del laboratorio en la que casi muere mi compañera y me pase con mis compañeros todo el día y toda la noche en el hospital hasta que nos dijeron que estaba fuera de peligro.

L: Lo siento, no sabía nada.

P: Ni tenías porque saberlo, por eso no te llamé y por eso quería dártelo ahora

L: No pensaba aceptarlo pero voy a hacerlo y…

Me acerqué a su boca y le di un suave beso en los labios

L: Sinceramente, muchas gracias

Y seguimos abrazados, mirando al fuego sin decir nada más y nos quedamos dormidos.

Cuando llegó Mario de casa de mis padres nos encontró así, dormidos y abrazados, y se nos quedó mirando sin decir nada durante unos minutos y a continuación se fue a dormir.

Cuando me desperté eran casi las 10 de la mañana, me levanté procurando no despertar a Pedro y fui hacia el guardarropa a por mi abrigo y cuando iba a salir por la puerta oí como Mario me llamaba y:

M: Lucia

L: ¿Dime?

M: ¿Ya te vas?

L: Sí, creo que ya es hora de irme a mi casa

M: Y ¿te ibas sin despedirme?

L: Pensé que estabas durmiendo

M: No he podido pegar ojo

L: ¿Por qué?

M: Porque no podía quitarme de la cabeza la idea de que te iba a perder

L: ¿Por qué crees que vas a perderme?

M: Porque te he visto en sus brazos, durmiendo, sonriente y solo podía pensar que ibas a volver con él

L: Ja, ja, ja. No debes preocuparte por eso, aunque todavía siento algo por él, han sido muchos años juntos, ahora solo te quiero a ti y solo quiero estar contigo

M: ¿Entonces?

L: Nos quedamos dormidos hablando, nada más que eso

M: Esta bien, no volveré a pensar en ello. De todas formas, no te vayas aún, quédate a desayunar conmigo.

L: ¿No molestaré?

M: Para nada

L: ¿Seguro?

M: Que no, pesada, quédate a desayunar

L: Vale, ¿me vas a hacer tú el desayuno?

M: Si así lo desea mi princesa

L: Sí, me encantaría

M: Sus deseos son órdenes para mí

Y nos fuimos a la cocina a desayunar juntos mientras Blanca dormía placidamente es su habitación y Pedro lo hacia en el salón junto a la chimenea.