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Cadena de favores - Japoneses

en Interracial

Cada vez que me lo pregunto, no consigo encontrar la respuesta, aun pasado un año de todo aquello. ¿Por qué continuamos dándonos a otros? Nosotros siempre habíamos sido una pareja normal, habíamos tenido un noviazgo divertido de 5 años, nos casamos y tuvimos los niños. Nuestras relaciones sexuales, más o menos buenas, con altibajos, pero frecuentes y divertidas. Pero cuando nos fuimos a la capital (ver cadena de favores-el traslado), y nos relacionamos que ese tipo de gente de clase alta, todo cambio, preferíamos tener relaciones extra matrimoniales, pero lo raro del caso es que nos gustaba tenerlas juntos. Una pareja siendo infiel a ella misma. Difícil de entender aun hoy que hemos vuelto a lo de antes.

Pero voy a continuar con el relato, que aún quedan aventuras que os sorprenderán. Para que os pongáis en situación voy a hacer un breve flash-back a la fiesta en casa de Doña Clara (ver cadena de favores-la fiesta).

Yo intente durante esa tarde conocer a Mr. Fuji, un importante hombre de negocios japonés con el que quería colaborar.

Cuando logre que me lo presentaran entable la conversación intentando explicar mis intenciones para con su compañía, pero él estaba más interesado en las modelos que por allí circulaban, mirándolas de arriba abajo, como buscando alguna en concreto. Para intentar centrar su atención a proveche que Mónica (mi mujer) estaba sola y la llame. Ella se acerco y se la presente a los japoneses. Surtió efecto, pues no dejaron ni un solo minuto de mirarla, sobre todo su precioso canalillo que separaba sus grandes pechos. Al momento llego Ana la cogió por el brazo y se la llevo. Yo me quede un tanto cabreado por esa acción de Ana, viendo que perdía mis posibilidades y dejaba escapar un buen contacto. Pero, no fue así, a Mr. Fuji le había impresionado.

Es muy guapa tu mujer.

Si lo es. Tenemos una muy relación muy buena e independiente.

Los latinos sois demasiado independientes.

Ella estaría encantada de que vinierais a casa a cenar este fin de semana.

Precisamente, este fin de semana no podemos. Tenemos una reunión en La isla. Pero, ¿Por qué no os venís? La reunión será por la mañana y tendremos la tarde libre. Hay unas playas muy bonitas allí. Dile a tu mujer que se traiga el bikini.

Se lo diré, pero no creo que lo use. A ella le encanta hacer topless.

Mejor. Mi secretaria os sacara los billetes de avión.

Nos desplazamos a la isla el domingo por la mañana después de nuestra divertida experiencia sexual del sábado (ver cadena de favores-el desfile). Le recomendé a Mónica que se vistiera con aquel traje japonés que le compre el año pasado. El vestido era de color granate y aunque le tapaba hasta el cuello, le estaba muy ajustado, marcándole su talla 120 de pecho. Estaba cerrado con botones centrales y la falda le llegaba hasta la rodilla. A ella no le gustaba ponérselo pues, al igual que sus pechos parecían más grandes de lo que eran, también su culo se mostraba inmenso.

Intente ponerla en situación y le comente lo que como debía comportarse.

Me imagino que querrán verte las tetas. Durante la fiesta no dejaron de mirarte el escote. Como iremos a la playa sepárate haz toples, pero pídeles permiso antes y déjate tocar si fuera necesario. No me creía lo que le estaba diciendo a mi mujer

Que haga de puta, vamos.

Mujer, tómalo como quieras pero te tengo que recordar que llevo un par de jornadas bien callado e involucrado en tus aventuritas.

Te entiendo, que prepare el coño otra vez.

Haz lo que tengas que hacer. Pero yo tengo que llegar al acuerdo con ellos.

Se nos está escapando esto de las manos. Dijo Mónica. Cada vez me pongo más cachonda cuando te veo follar con otras.

Tienes razón, a mí me pasa igual. Ayer veía lo bien que se lo pasaban tocando tus tetas, tus muslos tu culo, todo tu cuerpo y me ponía muy, muy cachondo.

Así que no te preocupes, me dijo ella. Dejare que me toquen y si es preciso que me follen. Pero tenemos que plantearnos dejar de hacer esto. Casi es prostitución.

Nos alojamos en una hermosa mansión, con criados, piscina mirando al mar y una cala prácticamente privada. Nada más llegar nos recibió su secretaria un japonesa pequeña pero de una linda cara.

Nos acomodo al salón y esperamos a Fuji que no tardo en llegar, nos saludo, nos invito a cambiarnos para tomar una copa en la playa y darnos un baño. Fue entonces cuando Mónica se lanzo.

Won os acompañara a una habitación para cambiaros.

No se preocupe podemos cambiarnos aquí.

Mónica se desabrocho el vestido y lo dejo caer, su ropa interior era muy sencilla, un sujetador con las copas que le mantenían bien los pechos y unas bragas muy corrientes de color blanco con inscripciones en japonés. Se quito el sostén, dejando al aire sus melones; su blancura era muy evidente comparada con el moreno del resto de su cuerpo, y aunque estaban caídas (ya os he descrito a Mónica otras veces –ver cadena de favores el traslado-) y no conservaban la turgencia de la juventud, mantenían gran frescura y mucho morbo quizá por sus grandes y rosadas aureolas. Después se desprendió de la parte inferior quedándose sin ropa, moviéndose por la habitación con naturalidad buscando algo. La espontaneidad de la situación causo revuelo en nuestro anfitrión que sin perder detalle observaba los andares de mi mujer totalmente desnuda, se humedecía sus labios deseosos de morder las carnes rollizas que pasaban por delante de él y se tocaba la entrepierna como consuelo. La secretaria se acerco a ella y se prestó a ayudarle.

¿Qué buscas?

Mi bolso, tengo allí el bikini.

Mira esta bajo la mesa.

Gracias, no recordaba donde lo había dejado. Mintió Mónica

Vaya tetas. En mi país no es normal ver una cosa así, son naturales, ¿verdad? ¿puedo tocarlas?

Por supuesto.

La pequeña nipona agarro primero una y luego la otra y después de acariciarlas en círculo, las apretó al tiempo que dirigía la mirada a su jefe, al cual se le salían los ojos de las orbitas.

Ando unos pasos para buscar su bolso, y, lentamente doblo la espalda para abrirlo, dejando durante unos minutos, mientras rebuscaba, sus grandes tetas colgando, y regalándole al japonés una vista de estas y de un magnifico culo empinado. Cambio de posición, se puso de cuclillas, para hurgar con más comodidad en el interior; sus pechos pasaron a chafarse en sus rollizos muslos; sus caderas formaban una pera con su culo, que se abría pronunciando la división de sus nalgas. Al encontrar el bikini, se dirigió a mí para que le ayudara, pero al verme ocupado con mi traje de baño, le pidió ayuda a Fuji. Este se acerco y le anudo al cuello el bikini, al tenerlo detrás, le restregó en circulo el culo por su paquete notándolo duro.

Perdone no quería molestarle. Dijo mi mujer con voz ingenua.

Mónica se puso una camiseta que le tapaba justo los pechos, dejando su vientre, su ombligo al descubierto. Bajamos a la playa y nos sentamos a esperar a nuestros amigos en una de las mesas cercana a la cual había un entorno agradable con sofás y un bar atendido por dos sirvientes.

Su secretaria acomodo a Mónica en uno de los sofás y me acompaño a una de las mesas donde se encontraba otro hombre, también de origen japonés al que conocí en la fiesta, saco un portafolio y me propuso las condiciones de nuestra colaboración.

Poco después, al tiempo que Mónica disfrutaba de una copa, Fuji se acerco a mí,

Creo que son condiciones ventajosas para ti.

Me parece muy bien.

Entonces, yo he cumplido y me gustaría seguir contemplado cosas bonitas hoy.

Lo vas a ver

Solo te pido una cosa como nuevo colaborador. Que hasta que no acabes con Won no te levantes. Me gusta que las cosas se queden totalmente finalizadas.

Le hice una señal a Mónica, que se levanto se despojo de la camiseta ante la atenta mirada de los japonesitos que babeaban al ver tan hermosos bultos sobresaliendo por todos los lados de su bikini. Se fue andando hacia el mar mostrando todo su culo, sus redondas nalgas se movían de un lado a otro forzadas sus andares. Se zambullo en el agua ante la atenta mirada de mis ahora colaboradores y volvió a surgir de ella, dejando que el agua recorriera sus linos pechos. Volvió a la playa acelerando su paso hasta llegar a las hamacas que la esperaban unos diez metros cerca de nosotros. Durante el recorrido sus tetas se movían de arriba abajo lentamente guiadas por su controlada carrera, regalando un maravilloso espectáculo. Esos balones botaban cual bolas de baloncesto antes de ser lanzadas a canasta, y en los rebotes de las masas de carne parecían que iban a caerse, el ambiente se estaba calentando.

Mis nuevos socios se pusieron nerviosos, excitados, al ver las voluminosas carnes. Mónica los llamo a la playa. Fuji se acerco a ella, durante un tiempo, pasearon de un lado a otro de la pequeña cala. Se les notaba muy cómodos hablando con soltura y riendo con frecuencia; se pararon frente a nosotros como unos 20 metros, continuando con su entretenida conversación, de pronto, sin que nadie lo esperaba, ella se arrodillo delante de él, le bajo el bañador a la rodilla y se introdujo en la boca el erecto pene, Fuji dejaba que fuera ella quien hiciera el trabajo, y lo hacía a gran velocidad, en profundidad metiendo y sacando la polla de su boca, lamiendo cada centímetro. Me extraño mucho, pues para Mónica la felación nunca había sido una de su preferencias sexuales. Y ahora ella estaba arrodillada delante de un japonés, bajito, con la polla pequeña y nada atractivo. Parecía como si él la hubiera convencido para que lo hiciera, y le gustaba como se lo hacía, se la comía de un solo bocado, como el que come un helado con la ansiedad de disfrutar plenamente de su sabor. Las babas y algunos flujos le caían a mi mujer por la comisura de los labios parecía que no se había comido un rabo en su vida, no se cansaba de los agiles movimientos y con su otra mano buscaba su coño.

De repente, Fuji le toco el hombro, ella se detuvo, se puso en pie, lo cogió de la mano, este se despojo de su camiseta y de su traje de baño, su pene parecía un mástil, y así se metió en el agua con ella.

Entre risas, se zambulleron hasta que el agua les llego a la cintura, juguetearon rozando sus sexos, Mónica se saco la parte de abajo del bikini y lo levanto con la mano, para que nos diéramos cuenta de que no lo llevaba puesto.

Fuji lanzo la mano al coño y ella lo recibió retrayendo su culo. Lo masajeo buscando las partes sensible hasta encontrarlas, ella profirió unos ligeros gemidos de placer, se dio la vuelta y espero ser penetrada por detrás. El amarillo con suma destreza introdujo su falo en la vagina, mientras con la mano le continuaba dando suaves masajes en el clítoris. Ella retorcía su espalda síntoma del placer que le estaban proporcionando. Con las manos en sus caderas le proporcionaba una penetración lenta de movimientos largos, el nipón, no tenía ninguna prisa y pretendía llegar hasta el fondo.

Desde la mesa donde estábamos se podía ver todo perfectamente, el hombre la secretaria mirábamos mientras al mismo tiempo repasábamos las clausulas del contrato. La verdad, me excitaba como le metían mano a mi mujer y pronto mi miembro tomo fuerza. Me apetecía hacerme una paja mirando el espectáculo, pero me contuve.

¿Te gusta ver como se follan a tu mujer? Se te está poniendo dura, mientras miras. Dijo ante mi sorpresa Won, la secretaria de Fuji.

Si ella disfruta. ¿Por qué no?

A Mr. Fuji le gustan mucho las europeas, se siente grande cuando se las folla.

Ante mi sorpresa Won se lanzo sobre mi paquete y sin preguntar lo saco de su escondite y con sus dos pequeñas manos le comenzó a sacar brillo.

Qué cosa más grande. ¿crees que me cabra en la boca?

Prueba

La pequeña japonesa se introdujo el pene al completo, se la trago, entera, la manejaba a la perfección, era una autentica experta, lamia la parte de arriba y de vez en cuando bajaba hasta casi introducirse los huevos. Comencé a gemir al mismo tiempo que Mónica se retorcía del placer causado por la delicadeza del trato de Mr. Fuji. Por sus gritos pude advertir que mi esposa estaba corriéndose.

Yo nunca me había follado una japonesa. Con mi polla a punto de reventar se sentó encima de mí, no llegaría a los 50 kg, era francamente manejable. Lleve su pequeño coño hasta la punta de mi rabo y la ensarte. No cabe otra palabra, realmente la ensarte, es increíble la vagina femenina, como un cuerpo tan pequeño puede recibir un tronco como el que le acaba de introducir. Podía manejarla a mi antojo, me agarraba del cuello mientras intentaba que la penetración llegara hasta el fondo, sus gritos me animaban a seguir marcando un fuerte ritmo.

Mientras en el agua Fuji continuaba dándole por detrás a Mónica aunque se había atrevido a desatar su bikini para poder juguetear con sus tetas. La ocasión de tener unos ejemplares de similar tamaño para el solo no era debía dejarla pasar y amasaba los pechos como si estuviera haciendo pan. A mi mujer no le importaba, es más, le encantaba que se las tocaran, que las maltrataran un poco. Ahora era ella la que movía su culo, al tiempo que el japonés, acompasadamente la metía y la sacaba.

De pronto se pararon, ella se dio la vuelta para ponerse de cara, el no soltó los pechos que ahora los sostenía desde abajo, le dijo algo, se dieron la mano y salieron a la orilla.

El asistente de Fuji se levanto de la mesa para dejarnos hacer y se acerco a ellos llamado por su jefe. Mónica comenzó a dar órdenes, el asistente se tumbo en el suelo y ella se sentó sobre su cara mirando hacia su polla, se reclino dejando su culo en pompa dispuesto para que Fuji se lo lamiera. En seguida, Mónica tenía las dos lenguas trabajando sus agujeros. Desde mi sitio ella lucia esplendida con los grandes pechos, todavía cubiertos por su bikini, dejándose hacer por las lenguas que buscaban darle placer, se sentía agasajada como una reina. Ella se tocaba los pezones buscando la máxima excitación. Los japoneses trabajaban bien, muy hábiles y dinámicos, sin perder el ritmo, como maquinas de proporcionar placer.

De vez en cuando hacían parones y utilizaban los dedos con maestría, introduciendo en el ano y abriendo la vulva, en busca del clítoris que deseaba ser amado tanto como sodomizado su ano.

Los jugos corrían por su pierna hasta llegar a la arena, Mónica se corría de nuevo y los nipones también querían hacerlo. Fuji cambio la boca por la polla que entraba fácilmente por orificio anal, mientras tasi se daba la vuelta para insertarla vaginalmente. Fuji le soltó el bikini dejando sus pechos al aire, bajo su control, los apretaba con la impotencia de no poder abarcarlos por completo, era mucho el volumen, pero lo intentaba apretándolos, jugando con los pezones, disfrutando de tan magníficos ejemplares. Imagino que no habría agarrado toda una talla 120 nunca, por la forma que tenia de sobarlos, no sabía cómo manejarlos.

Yo estaba viendo a pocos metros la doble penetración a la que era sometida mi mujer y estaba sumamente excitado al ver lo metodológicos que eran los japoneses y como la estaban haciendo gozar. Entre eso y los movimientos de la japonesa sobre mi polla, rapidísimos golpes de cadera que me llenaban de placer.

Voy a correrme.

Sigue,

Te he dicho que voy a córreme, eyacular, soltar la leche, el esperma.

Se separo de mi, cogió un condón me lo puso con la boca, otra vez me quede sorprendido, pues nunca me lo habían hecho. Se sentó de espaldas y continúo botando encima de mí. En ese momento le quite la camisa que llevaba puesta arrancándole los botones, no llevaba sujetado, aunque, la verdad es que no lo necesitaba, tenía unas tetas pequeñas, casi inapreciables si no fuera por el extraño pezón en punta de color muy rojo. Los pellizque y acaricie, acostumbrado a las tetas de mi mujer me parecía algo novedoso.

Dentro, hazlo dentro.

Y así lo hice, descargué la andanada dentro de su cuevecita, regando aquel jardín fen sui con leche española. A pesar de que me había corrido siguió moviéndose más, hasta ver que mi polla quedaba flácida. Se levanto de encima de mí, y la muy guarra se metió la polla en la boca, limpiándomela del semen que había quedado.

Mónica, enfrente de mí, jadeaba como nunca, estiraba su cuerpo ensartado por las espadas samuráis, sus tetas, colgaban como macetas a disposición del asistente que las magreaba como podía, con mas ansiedad que lo había hecho su jefe. Las manos de Fuji habían pasado sobre las caderas para ser la palanca que abría sus mollosas nalgas dejando un mejor acceso al dulce agujero trasero del activo y hermoso culo.

Las formas de follar de los nipones eran sumamente disciplinadas, sus movimientos muy rápidos, acelerados. A pesar de ser una doble penetración se movían con muchísima agilidad, los puntitos de celulitis de los gordos muslos y del culete de Mónica bailaban al son que marcaban los orientales; ella cerraba los ojos y abría la boca, estremecida, subyugada, no me explicaba cómo podían resistir tanto sin correrse con la velocidad a la que la penetraban.

La fornicación llegaba a su fin, Fuji saco la polla, le dijo algo a su secretario, que se quito de abajo y se aparto para continuar masturbándose. Fuji, forzó a Mónica a ponerse a cuatro patas, se puso un condón y cambio de orificio, dejo su culo para volver al rezumante coño, quería correrse allí, le hablaba en japonés, seguramente insultándola. Aun estuvo penetrándola unos minutos más, sin cambiar el ritmo de sus agiles y constantes movimientos, volvió a cogerle las tetas con fuerza para acabar con un largo suspiro de alivio y dejándole toda la leche dentro del preservativo, poso sus manos una en cada nalga y las empujo hacia delante sacando su polla del fondo como el que descorcha una botella.

Con una mirada de complacencia a Fuji, ella se volvió boca arriba, apretó sus pechos con las manos e invito a Tasi a que pusiera su polla en medio, este, estaba que reventaba y no tardo ni dos minutos en eyacular, los pechos de ella se desparramaron hacia los lados y la leche circulo como un rio hasta alcanzar la arena.

Mónica se quedo exhausta, tumbada en la orilla con los brazos abiertos, los japoneses se fueron a darse un baño dejándola allí tirada. Yo me acerque.

Es increíble lo que he disfrutado. Me he corrido varias veces. Me dijo.

Eres un golfa.

¿y tú? Crees que no te he visto follandote a la enana esa. La has tenido que partir en dos.

Todo sea por el contrato.

Pues búscame más contratos que firmar.

Volvimos en el avión de la tarde, sin ni siquiera ganas de quedarnos a cenar con ellos, a pesar de su insistencia. Durante el viaje de vuelta apenas hablamos, pero al llegar a casa hicimos el amor como lo hacen los matrimonios aburridos.