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La Niñera ultrajada

en No Consentido

Niñera ultrajada.

Tenía 16 años, a esa edad mi cuerpo ya era el de una mujer; de tez morena clara, alta, delgada, de buenos pechos y caderas grandes; con piernas bien torneadas, cabello castaño largo, mirada coqueta y andar que provocaba a los hombres. Me encantaba (y aún me encanta) usar minifaldas, zapatillas y blusas escotadas y que en la calle los hombres me voltearan a ver.

Vivía a pocas cuadras de la casa de mi tía Martha, hermana de mi Papá y su esposo, mi tío Abel y me llevaba muy bien con ellos y con sus tres hijos, aunque ellos eran aún unos niños; Abel, el mayor tenía 12 años y los gemelos Jorge y Luis apenas 11; en cambio yo era una adolescente en plena efervescencia y con unas ganas tremendas de comerme al mundo y de experimentar todo lo que se pudiera.

Había perdido mi virginidad un año antes, poco después de mi fiesta de quince años y me había gustado tanto, que en ese año ya había practicado con medio salón de la escuela.

Un día que estaba de visita en casa de mis tíos los escuché decir que no tenían con quién dejar a los niños el sábado que tenían un compromiso; sintiéndome ya una mujer y muy experta les dije que si querían, yo me haría cargo de los niños. Ellos dudaron, pero les aseguré tanto que podría hacerlo y les pedí una oportunidad, que al final aceptaron; aunque mi tía no estaba muy convencida.

Llegó el día de cuidar a los niños; ese día me vestí con una minifalda de mezclilla, una blusa blanca totalmente ceñida al cuerpo y botas. Caminé las ocho cuadras que me separaban de la casa de mis tíos contoneándome todo el tiempo, provocando los silbidos de los hombres, la envidia de varias mujeres y que ellos me voltearan a ver.

Cuando mi tía abrió la puerta se me quedó viendo de arriba abajo e hizo una mueca de disgusto moviendo la cabeza en señal de desaprobación. Hice como que no me daba cuenta y entré. Por otra parte mi tío en cuanto me vio hizo una cara de felicidad que parecía tonto, me abrazó y me agradeció que los ayudara; creo que le costó mucho trabajo disimular lo mucho que yo le gustaba.

Llamaron a mis primos y les indicaron que me obedecieran, a lo que ellos dijeron que sí. Mis tíos se fueron no sin antes dejarme miles de recomendaciones y los teléfonos donde los podía localizar.

Mi primo Abel me dijo que se irían a jugar; me pareció bien que me dejaran tranquila, encendí el televisor y me tumbé en el sillón a verla. Sin darme cuenta me quedé dormida.

Me despertaron unos gritos de los niños, al abrir los ojos los vi dando vueltas alrededor del sillón donde yo me había dormido; aún amodorrada les pregunté qué hacían y me dijeron que jugando a "indios y vaqueros"; los gemelos estaban disfrazados de pieles rojas, emitiendo gritos "de guerra" según ellos (au, au, au, au) y Abel estaba disfrazado de vaquero; se suponía que los indios lo perseguían y de repente lo agarraron y le dijeron que estaba atrapado; entonces me invitaron a jugar con ellos; les dije que esos juegos no eran ya para mí, pero ellos insistieron y me dijeron: "Al fin ya estás vestida de vaquera". Fue tanta la insistencia de los tres que me causaron ternura y me convencieron. Les pregunté que tenía que hacer y me dijeron que los indios habían capturado a los vaqueros, es decir a Abel y a mí y que nos iban a atar a los postes de los sacrificios; me dio risa su idea y los dejé hacer; primero ataron a Abel a una columna de la casa y luego me dijeron que me parara y me recargara en otra columna, con las manos atrás; lo hice y ellos comenzaron a atarme las manos y los tobillos también juntos; me pusieron un sombrero vaquero y los gemelos empezaron a bailar a mi alrededor; les dije que me habían atado muy fuerte, que me aflojaran un poco las cuerdas y entonces Luis me dijo: "¡Tu callar mujer blanca, ser prisionera nuestra!" me dio un poco de risa ver su juego inocente y decidí seguirles la corriente. Abel gritaba: "Malditos indios, dejen a mi mujer o se las verán conmigo" "Tu callar, cara pálida" dijo Jorge, "esta mujer ser nuestra y nosotros disfrutarla y luego sacrificarla". Ah caray, pensé, eso ya no me gustó, ¿de qué estaban hablando estos niños?; les pregunté: ¿Qué me van a hacer? Y Luis respondió: "Tu callar, ya ver lo que te haremos, tu solo ser mujer estúpida".

¡¡¡Oye!!! Le grité al niño indignada, ya no me gusta tu juego, suéltame o le diré a tus papás lo que me dijiste y los acusaré. Después de unos segundos de silencio, los tres niños se echaron a reír: "¡Jajajajajaja!, ni creas que te vamos a soltar, eres nuestra prisionera, dijo Luis de nuevo".

"Si no me sueltan voy a gritar y además los voy a acusar", dije. Ellos se vieron entre si y uno le dijo al otro: "Esta mujer blanca sabrosa ya estarme molestando con sus chillidos, amordazarla antes de que ella gritar". Al oír eso empecé a gritar: "¡Ya suéltenme chamacos latosos, déjenme o los voy a…mmmmggghhh!" rápidamente me amordazaron con cinta y me impidieron gritar.

Me agité y traté de soltarme y desamordazarme, pero no pude; ellos siguieron danzando y gritando alrededor. Abel hacía como que se enojaba pero lo disfrutaba; pude ver que bajo sus apretados jeans empezaba a crecer un bultito y me asombré.

Los niños se callaron y se fueron detrás de mí, donde no los veía; unos segundos después regresaron; Jorge traía un gran penacho y caminaba ceremoniosamente mientras Luis lo reverenciaba diciendo: "¡Gran jefe, yo capturar esta mujer blanca sabrosa para usted, por favor gozarla y hacer de ella lo que querer!" Me retorcí de nuevo tratando de soltarme y gritando: "¡Mmmmmmnnnnggghhh!" por lo que Jorge dijo: "ser mujer rebelde, pero yo domarla para que ser esclava sumisa, gracias por regalo nube gris".

Volteé a ver si Abel me ayudaba, pero ya no estaba en la columna, por lo que pensé que tal vez trataría de rescatarme; pero pronto me desilusioné al verlo aparecer disfrazado de indio también.

"¡Quitarle la ropa!, ordenó Jorge ¡nnnmmmgg!, grité yo mientras Luis empezaba a desabotonarme la falda y Abel intentaba quitarme la blusa por arriba y al no poder lograrlo, me dejó con la blusa arriba de las tetas cubiertas por mi sostén.

La falda cayó al piso y quedé solo en tanga y bra frente a mis "primitos" que sin tardar más me bajaron la tanga; pude ver sus ojos morbosos ver mi cuerpo perfecto semidesnudo; Abel me desabrochó el sostén y lo abrió, dejando mis tetas al descubierto.

Abel y Luis se hicieron a un lado, dejando pasar a Jorge, que se acercó ceremoniosamente y me dijo: "Mujer blanca, tu estar muy buena, tener el honor de que nosotros disfrutar y luego sacrificar para el gran Dios" "¡Mmmmmnnnggghhh!" volví a quejarme. "¡¡¡Callarte ya estúpida blanca!!! Ahora tu saber lo que indio poder hacer a cuidadora inútil". Me lamenté haberme quedado dormida y pensé que en verdad había sido muy estúpida al confiar en estos niños.

Jorge sacó la lengua y comenzó a lamerme la teta derecha, la cual de inmediato respondió al estímulo. Yo seguí agitándome para que mi primo viera que no estaba de acuerdo con lo que hacía; pero él fue bajando con su lengua, lamiéndome por todo el frente de mi cuerpo, pasando por mi estomago y mi vientre y siguió bajando hasta que su lengua llegó a mi entrepierna y comenzó a lamer mi clítoris; "mujer ya tener pelos, eso gustarme" dijo Jorge. Traté de evitarlo y de pensar en otra cosa, pero por más que lo intenté no pude; mi vagina comenzó a humedecerse por las caricias de mi primo. Tragué saliva y traté de calmarme; mi mente me decía que me defendiera, que mostrara mi descontento, pero mi cuerpo me decía que me abandonara a las caricias de Jorge.

Me di cuenta de que también Abel y Luis comenzaban a acariciarme por todas partes y a lamerme las tetas y entonces ya no pude hacer más; era tanto el placer que pronto dejé de luchar, cerré los ojos y me abandoné al placer que me prodigaban mis primitos.

Jorge les ordenó que me desataran los tobillos y alguien lo hizo; luego les ordenó que me levantaran las piernas; abrí los ojos y vi como Luis cargaba mi pierna izquierda y Abel la derecha, mi falda y mi tanga quedaron en el piso y solo mis botas estaban en mis pies; ellos me abrieron totalmente frente a su jefe, que por única prenda tenía ya solamente el penacho y pude ver que su miembro ya no parecía el de un niño, aunque tal vez la falta de vello púbico ayudaba a que se viera de mayor dimensión a la que tenía. Dirigió su pene hacia mi mojada vagina y me penetró con fuerza; aunque su falta de experiencia era evidente; sin ningún problema deslizó su duro falo dentro de mí al tiempo que dijo: "¿Ven? Yo decir que mujer blanca sabrosa ser muy puta y disfrutar coger con indios". Abel y Luis asintieron con la cabeza.

Bajo otras circunstancias, me hubiera enfadado con ellos, pero era tal el placer que sentía que no podía pensar en otra cosa que no fuera en que mi primito en ese momento era un hombre que me hacía suya y me daba un placer inmenso.

La verga de mi primo entraba y salía de mí con fuerza, él solo empezó a gemir: "¡Ah, ah, ah, sabrosa, coger rico, ah, prima!" y yo también gemí de placer: "¡mmmhh, mmmhhh, mmmhhh!"

Abel seguía lamiéndome la teta derecha, la disfrutaba como lo hacía cuando sus papás le compraban un delicioso helado; mientras tanto, Luis se había puesto en cuclillas sosteniendo mi pierna y lamiendo mis nalgas y mi culo. Me estaban volviendo loca entre los tres. Entonces llegó… mi primer orgasmo de ese día; me hizo vibrar como poseída, sentí como una descarga de electricidad recorría todo mi cuerpo y de nuevo grité: "¡¡¡MMMMMMHHHH!!!".

"¡Quitarle la mordaza!", ordenó Jorge y Abel se apresuró a hacerlo para alcanzar a escuchar mi gran grito de placer: "¡¡¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH, ME VENGOOOOO, QUE RICOOOOOO!!!"

Con mi venida apreté y solté el miembro de Jorge, de tal manera que él sintió un gran placer, o al menos eso pude ver porque gimió más fuerte (Ahhh, ahhhh, ahhh) y cerró los ojos y se puso muy rojo, al mismo tiempo que me apretaba los muslos con sus manos con mucha fuerza; pronto se vino dentro de mí, sin darme tiempo a decirle que se saliera. Sentí como grandes chorros de leche entraban por mi vagina al tiempo que Jorge gemía de placer, olvidándose de su papel de indio: "¡Aaaaahhhh siiiii, que ricooooo, aaaayyyy ah, ah, ah, uuufff!". Luego sacó su verga chorreante de mí y le dijo a Luis, casi sin aliento: "Ser tu turno", se quitó el penacho y se sentó desnudo en uno de los sillones a ver lo que hacían sus hermanos.

Luis dejó de lamerme el culo y se levantó; con el pene bien firme se paró frente a mí y sin ningún titubeo, la metió de un golpe hasta el fondo y aunque no la tiene tan larga como Jorge, si la tiene gruesa, por lo que me hizo pegar un grito de placer al clavarla hasta el fondo: ¡AAhh siiiiii!

Él empezó a meterla y sacarla con fuerza y sudaba copiosamente mientras decía: "¡Ah prima, que sabrosa estás, estás más chingona que la chun li, me cae!" y luego solo repetía: "¡Si, si, si, ah, ah, que rica, ah que rica, sabrosa, ah, si!". Yo, al querer seguir el juego y por el placer que sentía le dije: "¡Si, así papito, así, cógeme rico, más, más, mételo más!" pero para mi sorpresa, eso en vez de gustarle le molestó y dijo: "¡Mujer no disfrutar, callarte o taparte boca de nuevo!". ¡Oye!, le reclamé para que viera que no me podía tratar como a un objeto y eso bastó para que sin decir palabra, Abel me amordazara con cinta de nuevo. ¡¡¡Mmmmfffghgggh!!! Volví a gritar, eso al parecer le excitó más a mi primo, porque sentí como su pene crecía más y lo metió con más fuerza aún, mientras gritaba: "¡Eso, eso, puta blanca, sufrir, quejarte, yo cogerte hasta que tu morir!" Aunque no me gustó como me estaba tratando Luis, el placer que sentía era tan grande que no pude hacer nada y dejé que siguiera con su "juego de niños".

Luego me llegó más placer al sentir una lengua que se introducía en mi ano y jugueteaba con él; de inmediato supe que era Abel que se había agachado detrás de mí. Casi de inmediato tuve otro orgasmo, por lo que grité y me retorcí de placer sin poderme controlar; esto Luis lo interpretó como si yo quisiera soltarme y comenzó a reír: "¡Jajajaja, no poder soltarte puta, tu tener que coger hasta que nosotros querer jajaja!" y unos segundos después se vino también dentro de mí, apretándome fuertemente las nalgas y gritando: "¡Siiii, siiii, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, aaaaahhhh!"

Luis retrocedió con su miembro chorreante y le dijo jadeando a Abel: "te toca". De inmediato este último dejó de lamerme el culo y tragarse mis jugos que escurrían; se incorporó y se paró delante de mí con su miembro erecto, mucho más largo y gordo que el de sus hermanos. Me dijo: "Ahora si vas a ver lo que es bueno" y diciendo esto, se fue atrás de la columna, con ayuda de sus hermanos, bajó el lazo que me ataba, obligándome a bajar también hasta que quedé en cuclillas con las piernas abiertas; entonces Abel regresó al frente, me quitó la cinta de la boca y me dijo: "Abre la boca", a lo que sus hermanos le dijeron: "Como indio, guey"; entonces Abel repitió la orden: "Abrir la boca puta blanca"; de nuevo protesté: ¡Oye!, lo que él aprovechó para meterme su gran pene en la boca. Tenía el tamaño del de un adulto, lo sentí como llegaba hasta mi garganta y casi me ahogaba. Tosí y sentí ganas de vomitar; traté de sacar el miembro de mi boca, pero no pude y ya mi primo lo metía y sacaba de ella obligándome a mamárselo. Por un momento pensé en morderlo, pero me contuve porque imaginé las consecuencias de que mis tíos se enteraran de que le había mordido el pene a uno de sus hijos; por ello lo dejé hacer lo que quisiera, vi hacia arriba y en su cara de satisfacción noté como él lo disfrutaba.

Noté que no me desagradaba tanto chupar el pene de mi primo y tampoco me desagradó ya tanto la forma como me estaba tratando "total, es un juego", tratando de justificarlos y de justificarme.

"Chupar perra puta, chupar" me decía Abel mientras sostenía mi cabeza contra la columna y se movía hacia atrás y adelante, entrando y saliendo de mi boca durante un buen rato. De repente la sacó, pero siguió masturbándose y casi de inmediato soltó grandes chorros de semen en mi cara, en mi cabello y en mi cuerpo dejándome toda llena de su leche y escurriendo.

Sus hermanos festejaron lo que hizo Abel y luego empezaron a desatarme, les dije: "bueno niños, ya estuvo bien de juegos, váyanse a dormir", pero Jorge, de nuevo ataviado solo con su penacho me contestó: "Estúpida puta blanca, tu no tener permiso de hablar, callarte y voltearte para cogerte por culo". De no ser porque me sostenían las manos le hubiera soltado una fuerte cachetada, pero ellos ya me habían volteado y me ataban las manos abrazando al mismo poste. Ya no me gustó eso y les dije: "¡No niños, ya se acabó, suéltenme o les diré a sus papás lo que me hicieron!". Ellos se miraron y de nuevo se rieron de mí: "jajajaja, mujer blanca estúpida, nadie creerte lo que tu decir porque todos decir que tu ser muy puta y nosotros ser tres niños inocentes contra una puta adolescente jajajaja".

Me dio mucho coraje su burla y de nuevo les iba a reclamar, pero ya Luis me colocaba cinta en la boca para que no pudiera gritar.

Me dejaron hincada, con el culo hacia arriba y con las piernas abiertas; apenas en ese momento me di cuenta de que ya me habían quitado la blusa y el sostén, dejándome totalmente desnuda, excepto por las botas. Jorge escupió en mi culo y colocó su duro pene en él; empezó a empujar para meterlo y poco a poco lo fue logrando; provocando en él mucha satisfacción y en mí mucho dolor, pues siempre he sido de culo apretado y por ello trato de evitar ese tipo de penetración. Pero eso a Jorge no le importó, pues el placer que él sentía era tan grade que solamente duró unos cuantos minutos, durante los cuales solo repetía: "Ah, puta blanca tener culo apretadito, rico, ah, ah, ah". Al mismo tiempo yo solo me quejé: "¡Mmmmnnn, mmmmnnn!"

Al fin terminó y sacó su pene de mi pobre culo, el cual sentía escurrir de semen que bajaba por mis muslos hasta las corvas.

Luis se colocó detrás de mí y al igual que su hermano comenzó a metérmelo por el culo y no le importaron mis quejas, por el contrario, le gustaba que me doliera, porque decía: "tu chillar mujer blanca, no valer nada, solo ser puta para indios".

En eso estaban cuando las luces de un auto iluminaron la casa y los niños gritaron: "¡Mis papás!"; y en menos de lo que lo cuento, me desataron, recogieron todo y se fueron a sus habitaciones. Apenas alcancé a reaccionar, cuando la llave abría la puerta corrí al baño con toda mi ropa, bueno, al menos eso creía, pues al estarme vistiendo con toda rapidez, me di cuenta que no estaba mi tanga; me apaniqué al pensar que tal vez había quedado en la sala a la vista de cualquiera y estaba tan nerviosa que casi salgo del baño sin quitarme la cinta de la boca; de no ser porque mi tío tocó en la puerta del baño y preguntó: "¿Hay alguien?" no me hubiera dado cuenta; rápidamente me quité la cinta con gran dolor al depilarme sin querer y contesté: "ahora salgo". Apenas pude peinarme un poco y salí tratando de aparentar que nada pasaba.

Mi tío estaba sentado en la sala; me pareció ver cierto reproche en su cara, de inmediato pensé que había encontrado mi tanga en algún lugar de su pulcra sala y que me lo recriminaría; pero afortunadamente no fue así. Mi tío se levantó rápidamente y casi me tira cuando pasó corriendo al baño; apenas y pude preguntarle por mi tía y alcanzó a contestarme: "fue a ver a los niños"; tragué saliva nerviosa, no sabía que iba a encontrar mi tía en los cuartos de los niños, dudé entre subir y buscar mi tanga en la sala, al final me decidí por esto último y me puse a buscar.

Al no encontrar nada en el suelo ni por encima de los sillones, me agaché a buscar por debajo. Tanto me concentré en mi tarea, que no me di cuenta cuando mi tío salió el baño; hasta que escuché los tacones de mi tía bajando las escaleras y al voltear lo vi con su vista clavada en mis nalgas sin calzones y claro que me vio mucho más. Apenas me incorporé y él se volteó tratando de disimular, aunque se le notaba el paquetote bien levantado.

Mi tía dijo: "Están bien dormidos, parecen angelitos". Yo no decía nada esperando la reprimenda porque alguno de ellos hubiera encontrado mis calzones tirados en algún lado; pero eso no sucedió.

Mi tío me dijo que como ya era tarde me llevaría a mi casa, sacó su cartera y me pagó lo que habíamos convenido; le pedí que me dejara despedirme de los niños y solo me pidieron que no los despertara; subí y entré a la recámara de Abel, que se hacía el dormido; me agaché a darle un beso en la mejilla, pero él se volteó y se lo di en la boca; me abrazó del cuello y metió su lengua en mí. Cuando por fin me pude zafar, él me sonrió y se volteó cubriéndose con las sábanas; no dije nada y molesta me fui al cuarto de Luis, también me agaché y él también me retuvo del cuello, pero no para besarme, sino para decirme al oído: "aquí tengo tu calzón, no digas nada o te acuso con mis papás que nos provocaste"; luego me soltó y más enojada me fui a la habitación de Jorge; dudé en entrar porque sabía que él es el más precoz de los tres, pero decidí que no debería mostrarle miedo a un niño de 11 años y entré; de nuevo me agaché preparada para no dejarme abrazar, pero él no lo hizo, solo me susurró sin abrir los ojos: "nos vemos pronto mamacita, para jugar otro jueguito"; no dije nada, le di su beso en la mejilla y me volteé para irme; apenas lo había hecho sentí como me pellizcó una nalga. Traté de darle un manazo, pero no pude y me fui aún más enfadada.

Bajé a la sala, me despedí de mi tía y salimos. Aunque era cerca, mi tío insistió en llevarme en el auto y así fue. Él casi ni vio el camino, solo iba viéndome las piernas, me dijo que estaba muy agradecido por que le cuidé a los niños y me preguntó como se portaron, le dije que bien y el dijo que le parecía raro, porque son muy traviesos; le dije que entre ellos se divirtieron solos y que a mí casi no me dieron lata.

Faltaba menos de media cuadra para llegar cuando mi tío se orilló y me dijo que cuando lo deseara, él estaba a mis órdenes "para lo que se te antoje"; noté el morbo en su cara, le sonreí nerviosa y le di las gracias haciéndome la inocente (sé que eso les encanta a los hombres, jugar a la "lolita"), le di un beso en la mejilla y le dije que si quería me dejara ahí, él se negó argumentando que era peligroso y me llevó hasta la puerta de mi casa.

Aún desde la puerta le guiñé un ojo y le lancé un beso a fin de emocionarlo. El sonrió y se fue y yo me fui a dormir aún con el sabor de mis primos en la lengua.

Por supuesto que hubo muchas visitas más a la casa de mis tíos, pero eso lo contaré en nuevos relatos.

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