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Atrapada por un loco

en No Consentido

Soy una chica de 24 años, independiente y trabajadora. Vivo sola en un departamento que rento desde hace 5 años, lo que me da la libertad de hacer lo que se me da la gana y no rendirle cuentas a nadie, pero esta misma libertad ha hecho que me aleje de parientes y seres queridos con los que me comunico una o dos veces al mes y eso cuando ellos me llaman, porque yo normalmente no lo hago.

Me gusta mucho salir de fiesta con amigos y la mayoría de las veces esas salidas terminan en la cama de alguno o alguno de ellos, lo cual es muy satisfactorio para una chica independiente como yo.

Soy de piel muy blanca y de cabello castaño, pero me tiño de rubia porque me va mejor con el tono de mi piel. Mido 1.65 mts, peso 57 kilos y tengo un cuerpo muy bien formado, con medidas 95-60-92. Tengo pechos y nalgas redondos y firmes, pero suaves al tacto; mis piernas son largas y torneadas y mi cintura estrecha. Uso el cabello largo a media cintura y me gusta mucho vestir con ropa pegada o muy corta. Creo que una debe mostrar lo que tiene.

A los pocos días de llegar al edificio en el que vivo empecé a llamar la atención de la mayoría de los hombres que viven en la unidad, sobre todo de los chicos que juegan en las canchas de Basquetbol y de los señores mayores de 40 aunque ya estén casados y con hijos.

Yo me aproveché de la atención que causaba en ellos para obtener reparaciones y ayudas gratis; incluso uno de mis vecinos amablemente me llevaba al trabajo todas las mañanas sin que su esposa se enterara, pero cuando ella lo supo, no pudo hacerlo más.

Pero el problema que yo tenía era que llamé la atención especialmente de un muchacho que parecía retrasado o loquito que según supe se llamaba Gregorio y todos le decían “Goyo” o “Goyito”. Él era un tipo bastante fuerte, pero no muy alto; estaba más o menos de mi estatura. Normalmente vestía una camiseta blanca, unos jeans y tenis y hacía trabajos diversos, dependiendo de las necesidades de los vecinos. Yo no le pedía que me hiciera trabajos porque me atemorizaba, sobre todo porque cuando yo pasaba cerca de él siempre balbuceaba mi nombre y babeaba un poco; decía cosas raras como: “¡Holaaaaa! Que bodita te ves hoyyyyy”, o “¿Cuándo sales codbigooooo?”.

Yo siempre lo rechazaba y lo humillaba diciéndole cosas como: “¡Quítate estúpido!”, o “¡Déjame en paz idiota!”, a lo que él respondía: “¡Do soy idiota, ni estúbido!” y se alejaba enojado.

Muchas veces vi a Goyo sentado en alguna jardinera meciéndose como en trance, balbuceando y riéndose como tonto, yo me imaginaba que se drogaba o algo parecido. En otras ocasiones llegué a verlo dormido tirado en el piso. En esas ocasiones yo trataba de buscar otro camino o alejarme lo más posible de él.

Yo sabía que los vecinos lo maltrataban, lo trataban como tonto y los muchachos y niños de la Unidad se burlaban de él y a veces hasta le tiraban piedras; me daba lástima, pero también miedo, por eso solamente quería deshacerme de él, incluso algunos vecinos lo agredieron un día que me estaba molestando. Ese día me había yo puesto un vestido azul corto muy pegado y escotado que dejaba apreciar mis torneadas piernas y buena parte de mis pechos. Regresaba de una comida con amigas e iba caminando por uno de los andadores de la unidad cuando él apareció frente a mí y me impidió el paso, me dijo: “¡Hooooolaaaa, dabe un besoooo!”, a lo que yo respondí: “¡Lárgate estúpido o grito!” y le di una cachetada; entonces él me tomó de los hombros y me empujó contra la pared e intentó besarme, por lo que yo empecé a gritar histérica volteando la cara mientras sentía el bulto de su miembro levantado debajo de su pantalón en mi entrepierna.

Afortunadamente al oír mis gritos salieron varios vecinos y me lo quitaron de encima y comenzaron a golpearlo al mismo tiempo que le gritaban insultos y lo corrían de ahí.

Yo corrí hacia mi departamento muy asustada y me encerré. Decidí que no volvería a permitirle nada al tipo ese y que siempre me defendería de él, pero procuraría no volver a encontrármelo, lo cual era muy complicado, pues él andaba por toda la Unidad y aparecía en los lugares más insospechados. Yo ni siquiera sabía en dónde vivía el loco.

Después de esa ocasión dejé de ver a Goyo durante mucho tiempo. Los días siguientes me vestí más recatada y trataba de pasar desapercibida, pero al cabo de tres meses en los que Goyito no apareció, volví a vestirme provocativamente, suponiendo que no había ningún peligro.

Una noche regresaba de un concierto de mi grupo favorito, el cual había terminado a las 11:30 p.m. Luego fui a comprar souvenirs y después tomé en un taxi para que me llevara. Había mucho tránsito por la salida del concierto y tardamos en avanzar, pero después de pasar la zona del lugar dónde fue el evento avanzamos con rapidez. Por cierto que el taxista era un tipo gordo morboso que no dejó de lanzarme indirectas durante todo el camino, como: “¿Qué tal estuvo el concierto?”, “¿No te gustaría ir a otro lado?”, “Es muy temprano para que ya te vayas a dormir ¿no?”, “Te puedo llevar a conocer la Ciudad de noche”, “Que bonito vestido (en referencia al mismo vestido azul pegadito que me había puesto la vez que Goyo me molestó)” etc. Yo no le hice caso, me metí en mi celular y le respondía con monosílabos y enfadada, pero tenía miedo de que me fuera a secuestrar o violar, pues era demasiado insistente. Afortunadamente solamente fueron insinuaciones y no pasó a más.

El taxi me dejó en la entrada de la unidad a eso de la una de la madrugada; no quise que entrara a la misma porque no deseaba que viera en qué edificio vivo, así que le pagué, me bajé y empecé a caminar por las canchas de basquetbol para luego entrar a los andadores que me llevaban a mi departamento.

Los andadores normalmente están muy oscuros, pues los vándalos rompen las luces para asaltar a quien pase; se esconden en las entradas de los edificios o en las esquinas, por eso iba yo un poco temerosa y con cuidado de que no hubiera nadie, pero hay algunos que eran bastante largos y no se alcanzaba a distinguir si había alguien más o no. No tenía yo otra opción más que caminar por ahí, así que encendí la lámpara de mi celular para irme alumbrando y fui avanzando.

Pero como estuve grabando en el concierto la batería de mi teléfono se acabó pronto y ya no pude iluminar más; pensé que no podría pasarme nada así que guardé el celular en mi bolso y seguí caminando.

Al ir caminando por uno de los andadores de repente sentí que alguien me tomaba del brazo; me asusté mucho y volteé suponiendo que sería algún asaltante, pero no, era Goyo que muy airado empezó a reclamarme:

  • ¿De nonde vienes?

  • ¡Suéltame idiota! - fue mi respuesta mientras trataba de pegarle con la mano libre

  • ¡No!, ¡dime de none vienes y name un beso! - dijo él al tiempo que me detenía la mano con la que iba a golpearlo.

Entonces él de nuevo trató de besarme arrinconándome contra la pared; yo trataba de pegarle, pero él era muy fuerte y me había sujetado ambos brazos a los lados.

  • ¡Suéltame o grito otra vez! - le reclamé.

Lo único que recuerdo que pasó después fue que vi la cabeza de Goyo viniendo con fuerza hacia mí; sentí un fuerte golpe en la frente y ya no supe más de mí.

No supe cuánto tiempo pasó. Desperté con la frente muy adolorida e intenté sobarme; pero no pude mover mis brazos. Entonces volteé hacia arriba y me di cuenta de lo que pasaba: Yo estaba acostada sobre una cama, con los brazos abiertos atados a la cabecera de la misma; mis piernas también estaban abiertas, atadas de las rodillas impidiéndome cerrarlas; me encontraba totalmente desnuda y sin poderme mover.

Volteé alrededor y vi que me encontraba en una pequeña y sucia habitación, semejante a las que hay en cualquier departamento de la Unidad habitacional.

Recordé lo que había pasado con Goyo, me asusté y empecé a gritar:

  • ¡Hey! ¡Auxilioooooo!, ¡Alguien que me ayudeeee!, ¡Ayudaaa!

No obtuve respuesta, y seguí gritando:

  • ¿Quién está ahí? ¡Ayudaaaaa!

Mis gritos rebotaban en las paredes, pero nadie respondió.

De repente se abrió la puerta de la habitación y lo que vi me aterró: Era Goyo que me veía con su cara de loco morboso y con una sonrisa malévola.

  • ¡Holaaaaa! - me dijo mientras se sentaba en la cama junto a mí.

  • ¿Qué haces? ¡Suéltame! - le exigí.

  • ¡NO! - dijo el con firmeza - ¡Ahora edes mía!

  • ¡No, suéltame o gritaré para que vengan a golpearte!

  • Grita - dijo él - dadie te va a oír.

  • ¿Dónde estoy?, ¿Qué quieres? - le pregunté

Él solamente se río mientras un hilillo de baba se le escurría y empezaba a acariciarme las tetas mientras las miraba con ojos morbosos.

  • ¡NO, SUÉLTAME! - le grité.

Él seguía riendo sin dejar de masajearme las tetas.

  • Que linda estás - me dijo.

  • ¡DÉJAME DEGENERADO! - le grité.

Por toda respuesta él se inclinó colocando su cara frente a la mía y acercó su boca a mis labios, tratando de besarme. Yo volteé la cara hacia un lado evitando el beso y apreté los labios.

  • ¡Dabe un beso! - exigió.

  • ¡No! ¡Desátame ya! - respondí.

Entones él metió sus dos manos en mi boca obligándome a abrirla y volteó mi cara hacia arriba.

  • ¡Gaaaagggghhh! - exclamé

En ese momento el me besó a la fuerza, metiendo su asquerosa lengua en mi boca. Yo traté de morderlo, pero sus manos me lo impidieron.

Durante un rato Goyo estuvo obligándome a besarlo, con su lengua recorriendo todo el interior de mi boca y llegando casi hasta mi garganta.

Luego él dejó de besarme y me soltó la boca. Entonces dijo:

  • ¡Rico beso!

  • ¡Déjame! ¡Suéltame maldito degenerado o verás!

  • No, tu mía - dijo él.

Entonces se inclinó y empezó a lamerme las tetas.

  • ¡Rica! - dijo de repente.

  • ¡Suéltame o verás! - amenacé.

  • Jeje - rió como menso - Ahora edes bía y dadie te va a ayudad. Estabos solos.

  • ¡Voy a gritar fuerte y me escucharán los vecinos! - le dije.

  • Grita- do hay dadie que te oiga - respondió.

El maldito continuó lamiéndome las tetas y acariciando mi cuerpo procazmente. Bajó sus manos por la curva de mi cintura hasta mis caderas y luego empezó a masajear mis nalgas. Luego empezó a lamer todo mi cuerpo: de las tetas subió a los hombros y el cuello, para luego bajar por en medio de mis pechos y llegar hasta mi vientre. Estuvo lamiendo mi ombligo un rato, mientras sus manos habían subido a mis pechos. Continuó bajando con si lengua, lamiendo mis muslos para luego colocar su lengua en mi clítoris expuesto. Lo lamió torpemente como había hecho con todo mi cuerpo mientras sus también torpes manos seguían recorriéndome.

Comencé a sentir que las lamidas que Goyo daba en mi clítoris empezaban a excitarme, fue por eso que volví a hablarle:

  • ¡Por favor! - le supliqué al ver que las amenazas no funcionaban - ¡tú no eres malo!, ¡déjame ir y te prometo que seré buena contigo!

Goyo levantó un poco la cara; por un momento me pareció que se compadecía de mí, pero luego su rostro se transformó y sonrió malévolamente.

  • ¡NO!, ¡Tu mala!, ¡No me quiedes!, ¡me pegan por tu cudpa! - y entonces, en lugar de regresar a lamer mi clítoris, él volvió a poner su boca sobre una de mis tetas, pero esta vez no para lamerla, sino que la mordió con fuerza.

  • ¡AAAAAAAAAYYYYYYYYY, NOOOOOOOO! - grité adolorida.

Goyo siguió mordiendo mi teta al mismo tiempo que él bajó sus manos y me apretaba las nalgas con fuerza y buscaba con un dedo mi ano.

Creí que el maldito loco me arrancaría el pezón. Me arrepentí de haberle hablado, pues en unos segundos pasé del placer al dolor. Me agité desesperada tratando de soltarme para pegarle y que no siguiera, pero no lo logré, me había amarrado muy bien y me tenía sometida.

  • ¡POR FAVOOOOOOR, YAAAAAAIIIII! - le grité llorando.

Él no hizo caso, continuó mordiéndome la teta y ya metía un dedo en mi ano.

Después de un rato, él levantó la cara y me dijo:

  • Me pegadon por tu culpa, me dolió mucho, yo lloré, ahora tú vas a llorar.

  • ¡NO, POR FAVOR, TE LO SUPLICO, HARÉ LO QUE QUIERAS, PERO NO ME MALTRATES!

  • ¡TU LLORA AHORA! - gritó como loco y acto seguido me mordió la otra teta.

  • ¡AAAAAAAAIIIIIIIIGGGGGGHHHHH! ¡NOOOOOOO, AAAAAAAYYYYYAAAAAYYYYY! - mis gritos eran desesperados, el dolor era inmenso.

Tardó otro rato mordiéndome la teta sin dejar de meter más dedos en mi ano, dos, tres y los movía en círculo, como tratando de agrandarlo.

Por fin paró, yo era un mar de lágrimas y no hallaba como convencerlo de dejarme, solo se me ocurría gritar para que alguien me oyera. Mis senos me dolían tremendamente y no podía sobarme o aliviarme de ninguna manera.

Goyo empezó a desvestirse, se quitó la sucia playera blanca y la aventó. Entonces pude ver que era un tipo muy fuerte y entendí por qué pudo llevarme seguramente cargando al lugar donde me tenía y como me había sometido con facilidad.

Luego él se quitó los tenis, el pantalón y la trusa y entonces vi que estaba muy bien dotado, su miembro era gigante, nunca había visto a nadie con un miembro tan grande.

  • ¡Por favor! ¡Déjame ir! ¡Te lo suplico! - lloré suplicante

  • ¡Cállate! ¡Tú mi novia vas a haced lo que yo quieda! - me gritó al mismo tiempo que me dio una fuerte cachetada.

Entonces él, ya desnudo, se subió a la cama y se colocó entre mis piernas abiertas. Dirigió su gorda y larga verga a la entrada de mi vagina y sin ninguna lubricación previa y sin ninguna consideración empujó con fuerza, penetrándome salvajemente.

  • ¡AAAAAAAUUUUUUUUGGGGHHHH! - grité al sentir la salvaje penetración.

  • ¡Tú mía! ¡Jajaja! ¡Tú mi novia! - gritó él como loco.

Entonces empezó un salvaje movimiento de mete-saca, violándome inmisericorde.

  • ¡NO, AAAAYYYY, POR FAVOR, ME DUELE, AAAAYYYY! - gritaba yo de dolor.

  • ¡MÍA, MÍA, MÍA, MÍA! - era todo lo que él decía.

  • ¡YA NO, SÁCALO POR FAVOR, AAAAYYY! - yo gritaba esperando que él se compadeciera o que alguien me escuchara y me rescataran.

  • ¡MÍA, MÍA, MÍA, MÍA! - seguía diciendo él con cada empujón que me daba.

Goyo se inclinó sobre mí, aplastándome con su cuerpo. De nuevo me obligó a besarlo mientras seguía violándome.

  • ¡MMMMMMNNNNNGGGGHHH! - me quejé mientras sentía que él me violaba también con su lengua dentro de mi boca.

Me besó un buen rato, yo sentía que me ahogaba con su fuerte cuerpo aplastándome y su lengua dentro de mi boca que no me dejaba respirar. Pensé que moriría.

Fueron largos minutos de angustia y dolor; Goyo siguió violándome mientras me obligaba a besarlo para luego besarme el cuello y mordisquearme una oreja.

  • ¡POR FAVOR DETENTE! - supliqué.

  • ¡Cállate novia! ¡Tú mía! - me decía.

  • ¡NO, YO NO QUIERO! – protesté.

  • ¡No impota!, ¡Tu mi novia coges conmigo!, ¡cállate! – respondió mientras me tapaba la boca con una mano.

  • ¡MMMMPPFFFF! – seguí quejándome por el dolor que me producía cada embestida.

Él continuó violándome sin compasión, me hablaba al oído como si fuera algo tierno, decía que viviríamos juntos y que tendríamos cuatro hijos y que él me iba a cuidar. Yo estaba muy espantada al darme cuenta de que Goyo no era retrasado, sino que estaba completamente loco y ahora me tenía prisionera y podía hacer conmigo lo que quisiera. Me convencí de que tenía que convencerlo o engañarlo para que de alguna forma me soltara para poder escapar.

De repente él se detuvo con su verga completamente dentro de mí y sentí como se venía y soltaba todo su semen dentro de mí.

  • ¡MMMMMPPPPFFFF! – grité para pedirle que se saliera, no quería que me fuera a embarazar.

  • ¡AAAAAHHHHHHH, TU RICAAAAAA, AAAAAAAHHHH! – decía él y reía.

Goyo soltó mucho de su cochino líquido dentro de mí, yo sentía que no acabaría nunca. Lloré de desesperación mientras él reía como loco.

Él terminó de vaciarse y se quedó unos segundos encima de mí, aplastándome con su cuerpo. Como me había destapado la boca, pude decirle:

  • No puedo respirar, me estás aplastando.

De inmediato Goyo se rodó hacia un lado y se sentó en la cama.

  • Tu muy rica, vamos a ser felices – dijo él.

  • ¡NO!, ¡DEBES SOLTARME Y DEJARME IR, YO NO QUIERO SER TU NOVIA! – le grité tratando de que comprendiera.

  • ¡CÁLLATE! ¡TU MI NOVIA! – gritó él con enojo y se levantó.

Yo estaba muy adolorida y llorosa por la reciente violación, pero pensé que tal vez sería mejor hablar con él tranquila para convencerlo que me dejara.

  • Mira, ya me violaste. Entiende por favor, yo no quiero ser tu novia, debes dejarme ir y te juro que no diré nada.

  • ¡TU MI NOVIA, TU MI NOVIA! – empezó a gritar como loco y a caminar por toda la habitación.

  • Por favor – dije usando un tono más tranquilo para tratar de convencerlo – déjame ir y te prometo que vendré a verte una vez por semana para platicar y que seamos amigos.

  • ¡NO!, ¡AMIGOS NO!, ¡NOVIOS!

  • Está bien, si quieres seremos novios, pero los novios no tienen amarradas a sus novias y no viven juntos, debes soltarme para que me vaya a mi casa y que puedas ir a visitarme y yo venir a verte – le dije tratando de que me entendiera.

Él se calmó por unos segundos, parecía que lo había convencido, pues se acercó a una de las amarras y colocó sus manos en ella. Me alegré de ver que me iba a desatar.

Pero no lo hizo, por el contrario, apretó las cuerdas, se había dado cuenta que con el movimiento se había aflojado un poco. Luego pasó a la otra para hacer lo mismo, entonces empecé a hablarle de nuevo:

  • Por favor, suéltame, déjame ir. Te prometo que no diré nada y vendré a verte a diario.

Por toda respuesta Goyo se alejó un poco, levantó su pantalón del suelo y le sacó el cinturón, lo dobló a la mitad; luegose acercó a la cama y de repente soltó un fuerte cinturonazo que me dio en el vientre.

  • ¡AAAAAAAAAAUUUUUUUCCCCHHHH! – me quejé.

  • ¡TU CALLADA!, ¡TU MENTIROSA!, ¡TE QUEDAS AMARRADA Y ERES MI NOVIA! – dijo y soltó otro cinturonazo, esta vez en mis tetas.

  • ¡AAAAAAAAIIIIIGGGGHHH! ¡NOOOOO!

  • ¡DI QUE ERES MI NOVIA! – dijo él muy enojado y con los ojos inyectados en sangre

  • ¡NO, AAAAAYYYY, NOOOOO! – respondí, lo cual me valió otro cinturonazo, ahora en los muslos.

  • ¡DI QUE ME QUIERES Y QUE ERES MI NOVIA!

  • ¡SI, AY, SI, SOY TU NOVIA, HARÉ LO QUE QUIERAS! – grité para detener el castigo.

  • ¡NOVIA TONTA! – dijo él y comenzó a vestirse.

Me tranquilizó que ya no me pegara, pero me desesperaba no poder convencerlo.

  • Vamos a ser felices, vamos a tener muchos hijos y a ser felices – decía él mientras se vestía.

Terminó de vestirse y se acercó a mí; traía una cuerda en las manos. Se agachó un poco y enredó la cuerda en mi cuello, le dio dos o tres vueltas e hizo un nudo, luego ató el otro extremo de la cuerda a los barrotes de la cama, dejándola lo suficientemente apretada para que no pudiera moverme, pero no tanto como para que me ahorcara.

  • ¿Qué haces? – pregunté temerosa.

  •  No te puedes ir – fue su respuesta para luego retirarse caminando hacia la puerta.

  • ¡Espera! – alcancé a decir antes de que él saliera y cerrara la puerta, dejándome sola y sin posibilidad de escapar.

No sabía qué hora era, no sabía en dónde estaba, no sabía que tenía planeado Goyo para mí, ¿acaso me iba a tener secuestrada y amarrada todo el tiempo? Comencé a desesperarme, pero sabía que si no me tranquilizaba no podría pensar con claridad para lograr idear la forma de escapar.

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