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Tuve que salvar a mi estúpido hermano

en Confesiones

Tuve que salvar a mi estúpido hermano.

Me despierta el timbre de mi teléfono celular; veo el reloj: las 2:14 a.m. del domingo, checo la pantalla del celular que indica “número desconocido”, pienso “no estén molestando ahorita”, le doy ignorar y me vuelvo a acomodar para seguir durmiendo.

No ha pasado ni un minuto cuando vuelve a sonar, de nuevo “número desconocido”, decido contestar adormilada:

-          Hola

-          Si, comuníqueme con la señorita Mirna, me dice una voz masculina y mandona del otro lado de la línea.

-          ¿De parte de quién?

-          ¿Es usté (sic)? ¡pásemela!

-          ¿Quién habla?

-          Mire, estamos aquí en un operativo y detuvimos a un individuo que dice llamarse Ángel Castellanos, el cual se encuentra en estado inconveniente y anda muy agresivo, ya participó en una riña y hirió (sic) a una persona del sexo masculino con arma punzocortante, al hacerse la detención del inculpado, este solicitó que se le llamara a su hermana Mirna y dio de referencia este número de teléfono, por lo cual se le está llamando para que venga a hacerse cargo del inculpado, ya que este será remitido a la agencia del ministerio para su arresto y deberá firmar los documentos necesarios o en su caso pagar la fianza que determine el juez.

-          …(Me quedé muda, no sabía si era una broma o una llamada de extorsión o algo real)

-          Si, bueno ¿está usté ahí?

-          Si, si aquí estoy

-          Pos mire señorita, dígame si va a venir porque las llamadas a celular cuestan caras y tenemos prohibido hacerlas, nomás porque le estamos haciendo el paro a su hermano, pero necesito que venga ahorita o lo van a meter al bote un buen rato porque si hirió feo al otro individuo y se lo llevaron al hospital.

-          Si, esteee… bueno, díganme a donde hay que ir, pero ¿puedo hablar con él?

-          ¡Ay señorita! No, no se puede, necesito que venga inmediatamente a la agencia 58 y aquí puede hablar con él.

-          Ándele, no sea malo, tengo que hablar con él

-          ¡Oh que la…! Bueno, pero rápido que es a celular. Órale joven ahí le habla su carnala.

-          Gracias.

-          Bueno… escuché la voz de mi hermano

-          Bueno, ¿Ángel?

-          Si, carnala soy yo

-          ¿Dónde estás? ¿A que hora te saliste?

-          Psss cuando todos se durmieron, no seas gacha hazme el paro ¿no?

-          ¿Y yo que hago?

-          Psss me están pidiendo lana para no llevarme ante el juez

-          Uy, pero yo no tengo, ¿cuánto?

-          Dicen que con cinco mil varos me hacen el paro, ándale no seas gacha

-          Híjole no tengo tanto, déjame decirle a mi papá ¿Por qué no le hablaste a él?

-          No, como crees, no le digas a mi jefe o me va air peor, no seas mala onda, ven y habla con ellos y traite lo que tengas

-          Bueno voy para allá ¿en donde es?

-          En la 58, está en Pedro López y las torres.

-          Uta, no se ni como llegar

-          A ver te paso al oficial para que te explique

-          Ok

-          Bueno, a ver señorita ¿va a venir o no?

-          Si, nada más dígame como llego

-          Oh que la… Pues tome un taxi y le dice que va a la 58, ellos ya saben y apúrele porque si no llega en veinte minutos remitimos a su carnal con el juez.

-          No, no, está bien ya voy.

-          Ándele, no se tape mucho que hace calor (este comentario me sacó de onda)

-          Está bien.

Antes de colgar alcancé a escuchar que el policía le preguntaba a mi hermano: “¿Y que tal está tu carnala, si la hace?”, pero ya no escuché la respuesta.

Yo apenas tenía 20 años y mi hermano 17; la verdad es que siempre he tenido muy bien cuerpo porque me gusta cuidarme y ejercitarme; soy de tez morena clara, cabello negro y ojos marrón  y siempre me he considerado guapa. Mi hermano siempre se metía en problemas y continuamente yo tenía que estarle tapando sus borracheras o líos.

Pero esta vez si me puso en aprietos. Lo primero que hice al colgar fue ir a la recámara de Ángel a ver si era cierto lo que sucedía y efectivamente vi que él no estaba ahí, así que rápidamente, pero tratando de no hacer ruido, regresé a mi cuarto; me hice una cola de caballo en el pelo, me vestí a toda prisa con lo primero que encontré: Unos jeans apretados, una camiseta blanca de tirantes sin mangas, chamarrita negra, calcetitas y tenis. Tomé mi bolsa de mano, revisé cuanto dinero traía ¡Mmmmta, quinientos pesos solo me servirán para el taxi y a ver para que más! Necesito pasar a un cajero automático.

Estaba como estúpida, no sabía que hacer, ni para donde jalar. Tomé mis llaves y salí con el mayor silencio posible, a la calle fría y completamente sola; vi el reloj: 2:42 a.m. ¿Dijo veinte minutos o media hora? No lo recordaba por los nervios.

Corrí hacia la avenida más cercana, que quedaba a tres cuadras; iba muerta de miedo y con mucha preocupación por lo que pasaba.

Al llegar a la avenida me paré en la esquina esperando un taxi; todos los autos pasaban a gran velocidad, pero no pasaba ningún taxi y empecé a preocuparme más. De repente, un auto oscuro se detuvo enfrente de mí; en él venían varios chicos que se notaba que andaban de parranda; me gritaron: “¿Cuánto mi reina?”. No les hice caso, pero seguían ahí, con el auto en marcha y diciéndome cosas como: “Anda sabrosa, somos seis, ¿cuánto cobras?”, “órale pinche puta, ya vente a coger, te pagamos bien”.

Cada vez los comentarios subían de tono y se hacían más agresivos, por lo que decidí alejarme y comencé a caminar en sentido contrario al flujo de los autos. Ya varios habían pasado tocándoles la bocina a estos chicos, pues estorbaban el paso, incluso les mentaban la madre. Una portezuela del carro se abrió y al parecer uno de ellos se iba a bajar, pero sus compañeros no lo dejaron y le dijeron: “Ya déjala, pinche vieja, puta y mamila, así no va a ganar clientes”; luego el auto arrancó con un gran rechinido de llantas y me llevé una sonora mentada de madre departe de ellos.

Seguí esperando un taxi, varios autos más se detuvieron para “solicitar mis servicios”, pero al ver que no les hacía caso se iban muy molestos.

Por fin un taxi me hizo la parada; me subí y rápidamente le dije: “¡Lléveme a la agencia 58 del M.P. por favor, lo más rápido que pueda!”

El taxi arrancó y apenas en ese momento me di cuenta de que el chofer era un gordo grasiento bastante alto. Él me dijo con voz áspera: “Te cobro $200.00”. Supe que era totalmente injusto, pero no tenía opción. Le dije: “está bien, pero me deja bajarme en un cajero por favor”. El asintió, le subió a su música grupera y siguió manejando.

En el primer cajero que vimos se detuvo, me bajé y saqué todo el dinero que tenía, apenas $1,800.00; esperaba que con eso los polis me echaran la mano y dejaran a mi hermano.

Subí de nuevo al taxi y este arrancó. De repente vi que ya no íbamos por avenidas grandes, sino por calles oscuras de una colonia desconocida. Nerviosa, me atreví a preguntarle: “¿Ya está cerca la agencia señor?”; él no me respondió y me puse aún más nerviosa. Disimuladamente intenté abrir la portezuela y me di cuenta que no se podía, pensé ¿cómo la abrí cuando me bajé al cajero? Me di cuenta de que la primera vez que me subí el tipo no había puesto los seguros, pero en esta ocasión, en cuanto me subí, el bajó los seguros y estos se ocultaban en la portezuela.

Volví a preguntar, tratando de que se compadeciera de mí: “Señor, ¿Ya vamos a llegar? Es que me urge estar ahí”. Él se orilló en una calle muy oscura, en medio de puras fábricas y bodegas. Apagó el carro, se volteó hacia mí y me dijo: “Mira putilla, me valen madres tus prisas, si quieres que te lleve, vas a tener que aflojar las nalgas, además de los 200 varos”.

Me quedé muda de asombro y viéndolo con mis grandes ojos. Parpadeé varias veces pensando que estaba en un mal sueño. Cuando logré reaccionar ya él se había bajado del carro y se había pasado para atrás, junto a mí. Aún en shock le dije: “¡Oiga noooo! ¿Qué le pasa?”.

Él, con toda tranquilidad me tomó del cabello, puso su cara delante de la mía y me dijo: “Mira pendeja, si no coges conmigo ahorita mismo, te bajo aquí, que es zona de bandas y drogos y me quedo con tu bolsa, a ver como chingados le haces, ¿cómo ves?”.

Una gruesa lágrima corrió por mi mejilla al darme cuenta de que no tenía otra opción que obedecer al cerdo ese, pues no sabía en donde estaba y si me dejaba sin dinero, no podría llegar por mi hermano, pensando en eso, alcancé a preguntar, cuando ya él me había desabrochado la chamarra y metía sus sucias manos por debajo de mi camiseta: “Si hago lo que dice, ¿si me va a llevar a la agencia?”. Él respondió, mientras me lamía un pezón: “Si mamacita, te llevo a donde quieras, pero ya encuérate”.

Tuve que desvestirme rápidamente ahí dentro del taxi y aunque ya no era virgen, no me latía tener que hacerlo con ese puerco desgraciado, pero no había de otra; él me ordenó: “¡Saca mi verga y chúpala!”. Obedecí, bajé el cierre del puerco y saqué un tremendo falo que me pareció gigantesco, largo y gordo, con un olor horrible, apestoso y sucio; me dio asco, pero me aguanté, me detuve el pelo con una mano y me agaché a mamarlo. Lo sostuve con la otra mano y abrí la boca muy grande, cerré los ojos y lo introduje en ella; comencé a mamarlo con asco pero con rapidez, para que se viniera rápido y me llevara a la agencia del MP lo antes posible.

Él me tenía del cabello y me dijo: “Los huevos también perra” y se los lamí como quería. Seguí chupando, esperando que se viniera, pero cuando estaba a punto de venirse, me jaló del cabello, impidiéndome continuar.

Era evidente que se estaba aguantando las ganas de venirse, respiraba profundo y cerró los ojos, yo bajé una mano y le agarré el miembro para masturbarlo, pero me la detuvo y me dijo: “Espera niña, hasta que yo te diga”, “pero ya tenemos que irnos”, dije yo, angustiada.

“Nos iremos cuando yo diga, pinche puta, o te bajo”. Ya no dije nada; tuve que esperar hasta que él me dijo: “Ahora abre las patas y móntate”. Era lo que yo quería evitar, que me penetrara, pero tuve que obedecer; me monté en él y poco a poco se fue introduciendo su tremendo falo en mi pobre vagina seca, me dolió y volví a llorar, pero hice que entrara toda.

Entonces él me tomó de las caderas y me hizo subir y bajar, entrando y saliendo de mí con fuerza. Al principio me dolía, pero con el movimiento poco a poco me fui lubricando; además de que el gordo comenzó a lamerme los senos, por lo que poco tiempo después, empecé a sentir placer de hacerlo con ese puerco gordo taxista. Me odié a mi misma y traté de pensar en otra cosa, pero una gran ola de placer empezó a invadir mi cuerpo y empecé a jadear: ¡SI, SI, SI, ASÍ, SIGUE, SIGUE!, cosa que al gordo le encantó y me dijo: “¿Ya ves puta? Si es lo que querías, no te hagas pendeja, te encanta”. Ya no respondí, porque en ese momento estaba teniendo un súper orgasmo que me hizo gritar con gran placer: ¡¡¡AAAAAAAAHHHH SIIII, MMM QUE RICOOOOO AAAHHHH!!!

Casi al mismo tiempo, él se vino soltando dentro de mí todo su semen y gritando: “¡¡¡AAAAHHH ME VENGOOOO!!!”

Duramos unos segundos abrazados, yo me quedé encina de el taxista, sudorosa y agotada al igual que él; sintiendo como su pene se ponía flácido.

Me pasé a mi lugar y él se salió para irse al asiento del conductor; encendió de nuevo el motor y arrancó a toda velocidad. En menos de cinco minutos estábamos en la agencia del MP. Le dije al taxista que me esperara, entonces él me dijo que si, pero que le pagara los $200.00; le dije que no porque no me esperaría, entonces él dijo que no me preocupara, que solo iría a comprarse unos tacos al puesto que estaba ahí afuerita pero que no traía dinero.

Total, que le di el dinero, me bajé del taxi y caminé hacia la entrada del MP; en el camino había puros hombres, entre policías y tipos vestidos de civil que no dejaron de decirme de cosas mientras pasaba entre ellos.

Por fin entré a la agencia y ahí además de policías había un montón de hombres sentados en una banca larga, al parecer todos estaban detenidos por algo; en otra banca había varias mujeres que se veía que eran prostitutas también detenidas.

Los detenidos se alborotaron de inmediato, también empezaron a decirme cosas,; todos ellos me decían: “Aquí estoy mamacita ¿me buscabas? , o ¡Sácame de aquí pa que yo te la meta!, o ¡Mamacita que bueno que ya viniste por mí por fin, vámonos pa la casa!”; pero yo los ignoré porque buscaba a mi hermano con la mirada; no lo encontré y entonces me dirigí a un mostrador largo que había ahí, detrás del cual tres tipos tomaban café y platicaban mientras otro escribía con un dedo distraídamente en una máquina de escribir lo que un chico como de unos veinte años le decía.

“Buenas noches”, dije.

Los tres tipos que tomaban café voltearon a verme y  me recorrieron de arriba abajo, desnudándome con la mirada; me sentí muy incómoda, pero no dije nada. Uno de ellos se acercó al mostrador sin dejar de verme las tetas y cuando quedó frente a mí dijo:

-          Si, buenas, noches ¿Qué se le ofrece?

-          Vengo a buscar a mi hermano

-          Ah, ¿cómo se llama el susodicho?

-          Ángel Castellanos

-          Uh pus no ha de sr tan ángel que lo detuvieron, ¿de qué se le acusa?

-          Creo que estuvo en una riña

-          ¿Cree o está segura? Porque no puedo buscar un expediente si no se de que se le acusa a su hermanito

-          Pues es que no se, me llamaron por teléfono unos polis y me dijeron…

-          Ah ya, ya, ya va; ¿le habló el policía?

-          Si, eso dijo

-          Ah entonces de seguro todavía no lo traen, a ver acompáñeme

Él se salió del mostrador y me hizo seguirlo por un reducido pasillo largo, sucio y con olor a orines; que alguna vez fue de color blanco. Me dio un  poco de miedo pero tuve que seguirlo para ver que pasaba con mi hermano.

Casi al final del pasillo había una puerta blanca, el tipo la abrió y me hizo pasar; adentro solo había una mesa vieja y dos sillas. El tipo me dijo que pasara y me sentara, lo hice y entonces el me dijo que esperar ahí y se fue, cerrando la puerta.

Me puse nerviosa, pues estaba sola en un lugar desconocido y nadie sabía donde estaba, excepto el tipo que me había llevado ahí.

Los minutos se me hacían eternos, estuve a punto de sacar el celular y llamar a mi papá aunque tuviera que explicarle lo que pasaba y que me pusiera una regañiza. En esas estaba cuando se abrió la puerta y entró mi hermano; después de abrazarnos se sentó en la silla; estaba muy nervioso y conversamos:

-          Ayúdame carnala

-          ¿pues que hiciste tarugo?

-          Pusssss

-          ¡Ay ya menso! ¿Y ahora que?

-          ¿Traes el dinero?

-          No completé, pero traigo una parte

-          Híjole, no me digas… a ver si no me encierran (casi lloraba)

-          Pues también para que te vas sin avisar y luego te peleas y lastimas a alguien, no Ángel de veras que ya ni la friegas

-          Bueno, ya no me regañes, deja ver que me dicen

-          Órale, pero apúrate para que ya nos vayamos

-          Pus no se si me dejen ir

-          Ay menso, pues ya, ve

-          Voy

MI hermano se salió y pude ver que ya lo esperaban dos polis afuera; unos segundos después entraron los tres

-          A ver señorita, dice aquí su hermano que no trae usté el dinero completo, dijo el policía uno

-          Pues… no, no me alcanzó

-          Híjole, que barbarida; pué sin modo bato, jálale, dijo, al tiempo que jalaba a mi hermano hacia afuera

-          No, espérate, dijo mi hermano; ándale carnala, ayúdame

-          Pero ¿qué hago? Dije yo, es todo lo que tengo

-          A ver, ¿cuánto traes? Dijo el otro policía

-          Dos mil pesos

-          Uy no, con eso no se puede, no sirve pa nada, dijo de nuevo el policía dos

-          Psss, dales otra cosa Mirna, lo que traigas, no seas gacha, no dejes que me entamben

-          Pues es que no traigo más, dije yo

-          Mmmmm… pero pues si estás dispuesta, dijo el policía uno

-          ¿A qué? Pregunté ya con cierta desconfianza

-          A ver, saca al bato, le dijo el policía dos al uno

-          No, espérense, dijo mi hermano mientras el poli uno se o llevaba

Una vez que quedamos solos, el policía dos me dijo:

-          Mira, está bien difícil la situación de tu hermano y la verdad con lo que traes no lo podemos dejar ir, porque por lo que hizo fácil le echan unos quince años o más

-          Pero entonces ¿Qué hago?

-          Sssshhh, espérate, te voy a explicar; mira: la neta va a ser difícil pero me la voy a tener que jugar a ver si se puede: si quieres salvar a tu carnalito pues las vas a tener que dar

-          Tragué saliva y haciéndome la tonta pregunté: ¿Dar qué?

-          ¡Ah, no te hagas pendeja, bien que sabes! Ya dime si le entras o no para ver si entambamos a tu carnal y tu te vas o le decimos que te espere.

Me quedé muda, no sabía que hacer o decir; mi cabeza era una maraña de pensamientos: por un lado estaba muy enojada con mi hermano por ponerme en esa situación, pero también con los polis que además de corruptos ahora querían que lo hiciera con ellos y la verdad no era nada agradable; el poli uno era gordo y bofo y el otro era flaco pero con panza y se sentía galán de cine, aún con sus anteojos oscuros siendo de noche y dentro de la comisaría; además tenía la cara toda picada, sorbía los mocos y cuando hablaba se le hacía un hilillo de saliva en las comisuras de los labios.

Por otro lado, si me atrevía a hacer lo que me pedía el cerdo policía, dejarían libre a Ángel y nos iríamos como si nada hubiera pasado y tenía la oportunidad de hacer que mi hermano me debiera un gran favor.

Así que me decidí; tendría que abrirle las piernas a los puercos polis para que dejaran libre a mi hermano y así podría después cobrarle el favor de alguna manera.

-          Está bien, susurré

-          ¿Qué dices? No te oigo

-          Que está bien, que haré lo que me pide pero deje libre a mi hermano

-          Ah bueno, entonces espérame tantito

El poli salió dejándome sola; tardó unos cinco minutos y regresó con su compañero; ambos traían una sonrisa maliciosa en el rostro y el poli uno me dijo:

-          A ver, ya

-          ¿Dónde está mi hermano?, pregunté

-          No te preocupes, está bien

-          Pero si lo van a dejar ir, ¿no?

-          Si, si, si, pero ya, haz lo que quedamos

Estaba desconcertada, nunca había estado en una situación así; no sabía que hacer, hasta que el poli dos me ordenó: “ándale, bájate el pantalón y empínate en la mesa, rápido”

“Ok, ya voy”, contesté y apenada empecé a desabrocharme el jeans; me levanté para quitármelo y me asombré que ya los dos polis estaban desnudos de la cintura para abajo. Pude ver que el poli dos estaba bastante bien dotado, tenía un pene como de 30 cms de largo pero muy delgado; en cambio el poli uno no lo tenía muy largo pero si muy ancho.

“¡Apúrate puta!” me gritó el poli dos viéndome con sus ojos libidinosos; me quité el jeans y la tanga, quedando desnuda de la cintura para abajo y ya me iba a colocar en la posición que me indicaron, empinada sobre la mesa cuando el poli uno dijo, sonriendo y casi babeando: “mejor quítate toda la ropa”, a lo que el poli dos agregó: “si, pero rápido puta, queremos verte toda encuerada, pero ya queremos cogerte”.

Pensé que sería mejor apurarme para ya salir de esto y que Ángel y yo nos fuéramos a la casa, así que me desvestí rápidamente, quedando totalmente desnuda. Me puse en posición y ellos se acercaron, el poli dos se colocó detrás de mí y dijo: “ay putita, tu panocha huele a verga; si vienes de coger, ¿verdad?”. No dije nada y él simplemente me tomó de las caderas y sin ningún miramiento comenzó a introducirme su largo miembro en mi panochita aún seca.

“¡Aaaauuuuch, más despacio!” grité, por el dolor que me causó el ser penetrada así de repente y sin calentamiento previo, pero a él no le importó, por el contrario, siguió entrando con fuerza y me dio una nalgada mientras me dijo: “¡ah que tu chingado hermanito, mira que traernos esta hembra para dejarlo salir, de seguro ya te cogió el también ¿verdad?!”

Decidí no responder su estúpida pregunta, ¿qué clase de mujer creía que era para preguntarme eso?; pero eso hizo que me ganara una buena nalgada más fuerte que la primera y un jalón de cabello, al tiempo que ml poli me decía:

-          ¡Te hice un pregunta, puta estúpida, cuando yo pregunte tu contestas ¿entendido?!

-          me asusté y solo respondí: si.

-           ¿si que? me dijo

-          que si entendí

-          ah bueno pendeja, pero entonces dime si ya te cogió el tarado de tu hermanito

-          no, respondí…

-           Ah pues que pendejo me cae, si yo tuviera una carnala así me la cogería todos los días, ¿o no pareja?

-          Claro pareja, para eso están estas pinches putas sabrosas, dijo el otro al tiempo que me daba otra nalgada.

-          ¡Ayyyy ya!, les dije para que dejaran de nalguearme; mientras el poli ya metía la totalidad de su largo miembro en mí.

-          Tiene razón la puta, pareja, más acción y menos plática ¿no? Jejeje

-          Ándale pareja, pus apúrate que ya me urge.

Ya no dijeron nada, el poli dos se dedicó a meter y sacar son fuerza su miembro y a jadear “uf, uf, uf”. El otro me tomó del cabello y me hizo acercar mi cara a la orilla de la mesa; acercó su miembro a ella y me ordenó: “chupa”.

Obedecí abriendo mi boca y empecé a lamerle todo el pene. Del dolor que sentí al principio al ser penetrada por el otro poli, pasé al placer; mi vagina se mojó rapidísimo y empecé a gozar con las embestidas del poli 2, y como siempre me ha encantado chupar penes, lo hacía con muchas ganas al poli uno y el lo gozaba viéndome y sosteniéndome la cabeza.

“Mmmm”, “aaaahhh”, “mmmjmmm” era lo único que se escuchaba en el cuarto de interrogatorios en el que me cogían los dos policías a cambio de la libertad de mi hermano. Los tres estábamos gozando con lo que hacíamos, de hecho, en ese momento yo ni me acordaba de mi hermano, solo de la cogidota que me estaban dando y que me estaba encantando.

En eso, el poli dos me dijo: “a ver aguanta, voy por el culo”; no tuve ni oportunidad de decirle que no, con el tremendo animalote gordo que estaba en mi boca y entonces el me abrió las nalgas y empezó a meter un dedo por el ano.

De nuevo me dolió y grité, pero con el pene en la boca solo se oyó: "Aaaggghhhaaggga”. Luego traté de sacármelo, pero la mesa me impedía moverme y el poli creyó que yo me estaba moviendo porque me gustaba; hasta le dijo a su compañero: “Mira pareja, le encanta a la puta que se la culéen” y el otro solo dijo: “Ah pus ahorita me toca compa”.

El poli dos seguía cogiéndome por la vagina y metiendo y sacando un dedo de mi culo; luego metió dos y luego tres y empecé a sentir un gran placer al sentir sus dedos ensanchándome el ano. Mientras tanto, el otro poli gozaba de la mamada que le estaba dando; de repente sacó su pene y dijo: “a ver pareja dame chance, déjame darle por al culo antes de que me venga, esta vieja chupa delicioso”. Entonces el poli dos se salió de mi vagina y dijo: “A ver, vamos a acomodarnos, me hizo enderezarme y él se tiró al piso, con su largo miembro apuntando hacia arriba y me dijo: “Siéntate”, yo le obedecí y me empalé en su falo; de un solo golpe entró todo en mi panocha ya muy mojada. Iba a empezar a moverme cuando el poli uno se colocó detrás de mí y empujándome hacia abajo me dijo: “espera puta, deja metértelo” y metió todo su gordo pene en mi culo ya abierto por los dedos del otro poli.

El placer que sentí al ser penetrada por ambos lados fue inmenso; los penes de los polis entraban y salían de mi panocha y mi culo sin detenerse y yo me movía al compás que ellos me marcaban. Bastaron unos minutos para que me viniera en un orgasmo tan fuerte que temblaba incontrolablemente y esto a ellos les encantó, porque mi panocha y mi culo se estremecían y los apretaban y soltaban, causándoles tanto placer que ambos se vinieron al mismo tiempo.

Los polis sacaron sus penes chorreantes de mí y quedamos jadeantes y sudorosos uno segundos. Luego ellos se incorporaron y mientras se vestían me dijeron: “Espera aquí, ya volvemos”. Luego salieron los dos.

Cuando se salieron me senté aun desnuda en la silla. Apenas me levantaba a recoger mi ropa cuando la puerta se abrió de nuevo y entraron los dos polis acompañados del tipo que me había llevado ahí, otro de los que tomaban café con él y un tercero que no había visto antes. Apenas alcancé a cubrirme las tetas y la entrepierna con las manos, pero el que me había llevado dijo: “Ni te tapes nena, que de todos modos te vamos a ver”.

Supongo que vieron mi cara de extrañeza, porque el tipo le dijo a los polis: “¿Qué, no le dijeron?”; ellos se miraron uno al otro y el poli dos dijo: “Psss creo que se nos olvidó”.

El primer tipo le dijo a los polis: “Bueno, ya lárguense a trabajar, ustedes ya la gozaron, nos toca”. Ahí fue cuando protesté: “Oigan no, ¿Qué les pasa?”. Los polis se fueron y cerraron la puerta y el mismo tipo me dijo: “Mira nena, el delito que cometió tu hermanito es muy grave, se puede pasar la vida en el tambo; así que o cooperas o de una vez lo metemos al bote y a ti te encerramos 72 horas por andar de puta”.

No salía de mi asombro cuando él siguió hablando: “Mira, aquí el Licenciado es el oficial del M.P. y es el único que puede dejar ir a tu hermanito; así que si no cooperas no le podemos ayudar; ¿entiendes?”.

No tuve más remedio que asentir con la cabeza en silencio; bajé los brazos y dije: “De acuerdo ¿Qué quieren que haga?”. Vi sus miradas morbosas recorriendo mi cuerpo y relamiéndose, me dieron miedo sus ojos de locos mientras se acercaban a mí.

“¡Voltéate y empínate puta!” me ordenó el oficial del M.P. Obedecí; me volteé, me empiné y coloqué las manos en la pared, ofreciéndole mis nalgas a los tipos. Cerré los ojos cuando uno de ellos me tomó de las nalgas y esperé a que me penetrara; pero no por el culo, como lo hizo. Como ya se había cerrado un poco me dolió, pero no mucho. Él me dijo: “¡Ay puta que sabrosa estás!; de seguro el cabrón de tu hermano ya te cogió, ¿verdad?” De nuevo me molestó el comentario y me quedé callada, entonces él me dio una tremenda nalgada y me gritó: “¡Contesta cuando te hablo perra!”. “¡NO!”, grité para que me dejara en paz, ¿qué se estaba creyendo este tipo?

“Pues que pendejo el hermanito, ¿no muchachos?; con este culo…” Los otros reían mientras uno caminó hacia mí, quitó una de mis manos de la pared y se colocó delante de mí y me ordenó: “¡Abre la boca puta!”; obedecí y metió su tremendo garrote en ella; sentí que me llegaba hasta la garganta e hice ruido por las arcadas que me dieron; eso sirvió para que se burlaran de mí: “¡Jajajaja, mira la puta casi se ahoga con tu vergota; métesela hasta el fondo!”. Y eso hizo el tipo, metió y sacó su miembro con mucha fuerza, tomándome del cabello y gozando con la chupada que me obligaba a hacerle, sin importarle que su pene en cada embestida casi me ahogaba. Yo trataba de empujarlo con ambas manos, pero él me las sostuvo y me obligó a ponerlas atrás, entonces su el que me cogía por detrás me agarró de las muñecas sin dejarme moverlas y con ellas se impulsó para meterme más su miembro

Tuve que aguantar las metidotas de verga de los dos tipos, uno por detrás y el otro por la boca; tratándome como una puta, lo cual, aunque no me agradaba mucho, empezaba a disfrutar.

Inconscientemente comencé a moverme para que el miembro del oficial entrara aún más en mí y ya no sentí asco por el pene que mamaba; por el contrario, me parecía delicioso estar chupando ese tremendo garrote. Ellos se dieron cuenta, pues uno dijo: “¡Vaya con la puta, si bien  que lo disfruta la cabrona, mira nomás!” y rieron complacidos.

El oficial del M.P., que me cogía por el culo terminó primero; sacó su pene y lanzó toda su leche en mi espalda y llegó hasta mi cuello.

Sin más ni más, el otro tipo, que era flaco, de anteojos y narigón  se colocó detrás de mí y me penetró vía vaginal; no le costó trabajo, pues mi panocha estaba súper mojada y su gordo pene se deslizó hacia adentro sin ningún problema; me tomó de las caderas y me bombeó con fuerza; lo que hizo que unos segundos después yo tuviera un orgasmo tan fuerte que mis gemidos creo que se oyeron por toda la agencia del M.P; aún con el pene que estaba dentro de mi boca.

Pero no fue solo un orgasmo, se sucedieron varios, uno tras otro me llegaron sin parar; al mismo tiempo, el que me hacía chupársela se vino y me tragué gran parte de su semen, pero lo sacó y me embarró en la cara, el cabello y los pechos.

El tipo y el agente del M.P. se salieron del cuarto y me dejaron sola con el otro tipo; este siguió cogiéndome en la misma posición un buen rato, luego sacó su miembro y me dijo: “acuéstate en la mesa”; yo le obedecí y me acosté boca arriba en la mesa, con mis nalgas en la orilla de la misma y mis piernas abiertas colgando. Él se colocó entre ellas y me penetró con fuerza hasta el fondo, los dos nos movimos como locos, yo sudaba a chorros y disfrutaba con cada empujón que me daba; poco tiempo después, otra serie de orgasmos me llegó con tal fuerza que sentí que me iba a desmayar de tanto placer.

Poco después, el tipo sacó su largo pene y me ordenó: “voltéate que quiero probar tu culo”, lo hice sin chistar, quedando con el cuerpo sobre la mesa y los pies apoyados en el piso con las piernas abiertas. Se colocó detrás de mí, puso sus manos en mis caderas y me penetró también por el culo. A diferencia de la vez anterior, en esta no me dolió, al contrario, sentí tanto placer que empecé a moverme disfrutando de la empalada que el tipo me daba.

Fue poco tiempo el que disfruté esa última cogida, pues él al poco tiempo se vino dentro de mi culo, llenándome de leche el intestino al mismo tiempo que gemía de placer y me decía: “Ay puta, lástima que te vas a ir, si no, te cogía toda la noche”. En ese momento me acordé porqué estaba ahí y mientras el sacaba su miembro chorreante de mi ano dilatado, le pregunté: ¿Ya me puedo llevar a mi hermano? Y él me respondió: “Ah si, ahí está ya el oficio firmado y tu hermanito está esperándote allá afuera. Vístete rápido y ya lárguense”; me dijo mientras me señalaba un folder azul que alguien puso sobre la mesa y que con tanto movimiento no lo había notado.

Rápidamente tomé mi ropa y me vestí mientras el tipo se salió. Unos minutos después salí medio arreglada y toda despeinada; caminé de nuevo por el pasillo y al final vi que estaba mi hermano de pié; con algunos moretones, pero bien. Me preguntó: “¿Qué pasó?” y le dije; ya vámonos, camínale rápido. Él insistió: “Pero ¿Qué pasó, que te dijeron?” y le contesté ya molesta: ¡Que ya nos larguemos antes de que se arrepientan, ya eres libre, vámonos para la casa!”, le dije mientras caminaba rápido sin detenerme. Noté como todas las personas que estaban en el M.P. se me quedaban viendo, lógicamente mi ropa y mi cabello desarreglados les daban una muy clara idea de lo que había sucedido.

En la puerta un poli me detuvo y me dijo que no podíamos salir, pero le enseñé el oficio y mirándome con sonrisa burlona, me dijo: “ah, todo en regla, ya veo que arreglaste su bronca; bueno, a ver cuando nos visitan de nuevo”. No le contesté, le arrebaté el folder y jalando a mi hermano salí de ahí, con la preocupación de que en casa hubieran notado nuestra ausencia.

La calle estaba desierta y lógicamente el taxista se había largado; ya amanecía; Ángel y yo caminamos a la avenida y tomamos el primer taxi que encontramos; durante todo el camino mi hermano fue callado y viendo por la ventanilla del taxi. Cuando nos bajamos, a dos cuadras de la casa para que mi Papá no nos descubriera por el ruido del auto, vi que Ángel lloraba y le pregunté porque; primero no me quería decir nada, pero a fuerza de insistir me dijo que vio todo lo que me hicieron los polis y los del M.P. por medio de una cámara de video que estaba en el lugar donde me tuvieron y que a él lo tuvieron en otro cuarto igual esposado y que se burlaron de él y que le dijeron que era muy pend… por no haber cogido conmigo y que le dijeron que no le dijéramos nada a nadie de lo que pasó porque subirían el video a Youtube y lo mandarían a toda nuestra familia y conocidos.

Le dije que no se preocupara, me mostré tranquila y segura ante él, pero por dentro estaba muy enojada y preocupada por lo que me dijo.

Entramos a la casa en silencio y nos fuimos a dormir callados. Ninguno de los dos comentó nada después de esa noche; pero todos los días reviso que no aparezca ese video en Internet. Ahora vivo sola  en otro lado y por el tiempo que pasó, yo creo que ese asunto ya quedó olvidado y mis Papás nunca se enteraron.

Espero sus comentarios.

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