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Cobradora violada

en No Consentido

Capítulo I.

Ya llevaba seis meses sin trabajo y mi situación era desesperante; lo que me habían dado de liquidación en el bufete de abogados se estaba acabando, aunque todo lo racionaba: la comida, el agua, el papel y demás utensilios. Dejé de salir para no gastar, solamente salía a buscar trabajo.

Yo creía que vivir sola era una ventaja, pero al parecer a los contratantes no les parecía así; pues en los lugares a los que yo llevaba mi currículum pensaban que era yo irresponsable, inmadura y conflictiva; no sé porque no les gustaba mi independencia.

Comencé a pensar que tal vez sería bueno regresar al bufete y ceder a las sucias intenciones del Licenciado Pérez y hacerme su amante, aunque el viejo era feo, grosero y olía mal; pero era el jefe de todos y fue quien le ordenó a mi jefe que me despidiera cuando no cedí a sus pretensiones.

Por otro lado, una demanda sería inútil, ¿que podría ganar yo, una chica de 22 años, pasante de Derecho frente a uno de los abogados más reconocidos y prestigiosos del país, con uno de los bufetes más fuertes y grandes; amigo de abogados, fiscales y jueces? No, era inútil. Yo misma vi los documentos de su primer divorcio, en el cual dejó a su ex esposa sin nada, en la vil calle y boletinada en las cadenas televisoras para que no volviera a encontrar trabajo de reportera, que era su profesión.

Llegué a pensar que el maldito viejo tal vez me había bloqueado a mí también para que no consiguiera trabajo por no haberme querido acostar con él. Es lo malo de tener un cuerpo como el mío: aunque no soy muy alta (mido 1.59 mts.), la verdad es que tengo muy buenas curvas, mis medidas son 91-56-88, tengo unas piernas muy bien torneadas y soy de cara bonita, ovalada y de nariz y labios pequeños, pero de ojos grandes.

Por eso, cuando en el despacho de cobranza en el que fui a pedir trabajo me contrataron, me sentí muy feliz, pues me ofrecieron un magnífico sueldo, comisiones sobre cada cobro realizado, prestaciones, me daban un teléfono celular y una Tablet para hacer la labor de cobranza y mis reportes. Lo único que no me agradó mucho fue la recomendación del que iba a ser mi jefe, cuando me dijo:

Si sabes explotar bien tus buenos atributos, lograrás muchos cobros y tendrás excelentes comisiones y promociones, ya lo verás.

Aunque me pareció un poco atrevido su comentario, no hice mucho caso, confié en mis habilidades de negociación para convencer a la gente.

Comencé a trabajar y supuse que tendría que ser muy formal, así que los primeros días me vestí muy ejecutiva, con los mismos trajes sastres que usaba cuando trabajaba en el bufete. Un día, más o menos a la semana de haber entrado, mi jefe me llamó a su oficina y me dijo:

Mira, cuando vengas a la oficina está bien esa vestimenta, pero cuando vayas a visitar a los morosos deberás usar otro tipo de ropa, no sé si me explico

Mmmm, no, no entiendo, ¿más formal?

Eh, no; al contrario, más… ¿cómo te diré?... pues más atrevida, ¿me entiendes?

¿Cómo?, no… no entiendo, dije yo sorprendida.

Si, mira: la mayoría de los deudores que se te asignaron son hombres y pues, es más fácil que los convenzas si tu…

¡Ah ya entiendo! Quieres que me vista más coqueta para que paguen

¡Exacto! Está comprobado que es más fácil que los deudores paguen si la cobradora es una voz femenina o una chica atractiva, ¿me entiendes?

¡Ah claro! Bueno, eso haré

De acuerdo, pues prepárate porque el lunes tienes tu primera visita de cobranza

¡Si jefe!

Verdaderamente me gustó lo que mi jefe me había dicho, pues nunca me gustaron los trajes sastre, más bien me gusta usar minifaldas, blusas escotadas, leggins y en general ropa pegada o corta; es por eso que antes de salir de su oficina, coquetamente le pregunté a mi jefe:

¿Y cuando venga aquí tengo que usar ropa formal?

¡No, claro que no! Bueno, no puedes venir en bikini o en lencería, aunque muchos de nosotros estaríamos encantados, pero está prohibido, jajaja

Jajaja. Claro que no, desde mañana vendré más fresca

Me parece perfecto

Efectivamente, desde el otro día me vestí mucho más sensual y con ropa más cómoda y fresca. No tardaron en acercárseme los compañeros con cualquier pretexto y me di cuenta del poder de la seducción.

La primera semana fue muy agradable, ya que todo lo hacía desde la oficina por teléfono; había muchos problemas al querer cobrar a los morosos, ya que algunos eran muy groseros o pedantes; la mayoría me dijo que si quería cobrarles tendría que ir a sus domicilios, y como mi jefe lo había indicado, empecé a hacer citas para la siguiente semana.

Durante dos semanas salí a acompañar a mi jefe para ver clientes; él me enseñó las técnicas de cobranza efectiva y el trato hacia los clientes; todos los días me vestía con minifalda o leggins y blusas escotadas y mi jefe me advirtió que muchos de los morosos estaban empezando a pagar porque iba yo con él y porque me vestía bastante atrevida, así que me dijo que siguiera por ese camino y que cuando fuera sola ya a cobrar tendría que hacer lo mismo. Yo pensé que no tendría ningún problema, pues me gusta esa forma de vestir y me gusta coquetear, se me da muy natural.

Ya tenía un mes trabajando en este lugar cuando por fin mi jefe me dijo que la siguiente semana ya saldría yo sola, pues consideraba que ya estaba preparada para desempeñarme y lograr buenos resultados; así que me preparé mi agenda para mis citas de la siguiente semana.

De lunes a jueves logré muy buenos resultados, tuve bastante éxito con los morosos hombres; todos empezaron a pagar después de que los fui a visitar y les hice falsas promesas de que si pagaban los visitaría regularmente o podrían invitarme a salir.

Llegó el viernes y a las 10:00 a.m. salí de la oficina, convencida de que lograría tres cobranzas muy buenas ese día; animada por mis logros de la semana y las felicitaciones de mi jefe.

Había dejado las cobranzas más difíciles para ese día a propósito; pero no me había fijado en que los lugares estaban muy distantes uno del otro y el tiempo de traslado sería mucho, aún en taxi.

Llegué al primer lugar y no me fue bien, resultó ser un domicilio falso; era una casa abandonada.

Me trasladé al segundo lugar. Tampoco tuve suerte, pues la persona se encontraba de viaje, o al menos eso me dijo la mujer que abrió y que me barrió con una mirada despectiva.

Había dejado para el final el lugar más alejado de la oficina, un barrio popular que distaba mucho de las zonas residenciales que había visitado en la mañana.

Después de mi hora de comida, a las tres y cuarto de la tarde, tomé un taxi y le di al conductor, un señor de anteojos, con cabello y barba blanca, un papel con el domicilio al que me tenía que llevar; él volteó a verme sobre su asiento, me recorrió con mirada morbosa y me preguntó:

¿Estás segura de que quieres ir ahí?

Si, ¿por qué?

¿Y vas a ir vestida así?

¡Claro! ¿qué tiene?

Pues… yo no te lo recomendaría, ese lugar es…

No se preocupe, interrumpí, no pasa nada, yo me sé cuidar, le dije un poco molesta de que se metiera en mis asuntos.

Bueno, luego no digas que no te lo advertí.

El taxi arrancó mientras yo volteaba a ver mi vestimenta: Cierto que mi falda era muy corta, tal vez demasiado, pues estando sentada apenas me alcanzaba a cubrir los muslos. Mi blusa era blanca, muy pegada, estaba prácticamente embarrada en mi cuerpo y tenía un escote muy pronunciado, que dejaba ver buena parte de mis senos; no llevaba sostén, por lo que mis pezones alcanzaban a notarse un poco; llevaba medias naturales y zapatillas de tacón negros.

Llevaba también una carpeta con los documentos del trabajo, el celular y mi bolsa; era todo.

Había mucho tráfico, tardamos casi una hora y media en llegar a la colonia a la que íbamos; yo iba distraída consultando mis redes sociales en el celular mientras el taxista me platicaba casi toda su vida y me hacía preguntas indiscretas como:

¿Y estás trabajando?

Si, ¿Por qué?, contesté secamente.

Nada más, ¿de qué trabajas?

De… mensajera, mentí para que el tipo no creyera que al ser cobradora traía efectivo encima.

Ah que bien. ¿Y a poco así te vistes siempre?

Si, ¿algún problema?, contesté ya enfadada.

¡No, bueno, yo nomás digo!, dijo el taxista y se calló un rato.

Después de unos minutos escuché al taxista murmurar:

Se visten como putas, van a lugares de mala muerte y luego se quejan de que las violan.

¿Qué dijo?, pregunté, aunque había escuchado perfectamente.

No, nada, estaba pensando en voz alta, contestó y no volvió a hablar en todo el camino.

En un momento el taxista paró y le pregunté:

¿Es aquí?

Ya está muy cerca

Bueno, entonces ¿por qué paró?

Porque hasta aquí llego. Yo no entro con el carro ahí

Oiga no, lléveme hasta la dirección ¿a poco me va a dejar aquí sola?

No, hasta aquí, si quiere la regreso a donde la recogí, pero ahí no entro ni a empujones, yo le advertí que no era bueno venir aquí

Bueno, ya, a ver cóbreme.

Pagué lo que indicaba el taxímetro y me bajé refunfuñando. El taxi arrancó a toda velocidad, alejándose rápidamente de ahí.

Caminé hacia el rumbo que me había señalado el taxista; la zona no se veía lo que se dice muy fea, era una colonia popular; lo que si noté es que casi no había gente en las calles. Llegué a una esquina, pero no sabía hacia donde caminar; así que tomé el celular para llamarle al tipo que iba a visitar y que me diera indicaciones de cómo llegar a su domicilio; él me contestó, pero apenas se había establecido la comunicación cuando el teléfono emitió dos pitidos y no escuché nada más. Lo alejé de mi oreja y vi que el celular marcó: “sin batería” y se apagó.

Maldije mi suerte y me enojé por estar navegando en las redes y acabándome la batería a lo tonto. Llevaba el cargador, pero no tenía dónde enchufarlo.

Mientras estaba parada en la esquina se detuvo un auto, el conductor bajó la ventanilla y me preguntó: ¿cuánto? De inicio me tomó desprevenida, pero luego le hice una seña obscena con el dedo y me volteé hacia otro lado. El auto arrancó mientras el tipo gritaba:

¡Así no vas a conseguir cliente, además ni estas tan buena, puta!

Hice un tremendo coraje, pero decidí que era mejor concentrarme en el trabajo que tenía que hacer ahí, pues ya eran más de las cinco de la tarde, empezaba a oscurecer y amenazaba con llover.

Otro auto se detuvo y se repitió la escena, por lo que tuve que marcharme de la esquina a toda prisa para que no siguieran confundiéndome con una prostituta. Me lamenté no haber llevado un suéter o abrigo largo para no verme tan destapada. Pensé en regresar a la oficina o irme a mi casa, pero no quería llegar al día siguiente con las manos vacías y decepcionar a mi jefe.

Caminé por la calle sin saber si iba por el rumbo correcto; la amenazante lluvia había alejado a la gente de las calles; solamente había tres hombres afuera de un local que decía en la fachada: “taller de torno”. Ellos conversaban y jugaban a las cartas. No muy convencida, pero sin otra opción, con mi mejor sonrisa, me acerqué a preguntarles:

Hola, buenas tardes, disculpen estoy buscando una dirección…

Los tres prácticamente me desnudaron con la mirada, recorriéndome de arriba abajo sin ningún disimulo y sonrieron

Hola, dijo uno de ellos, el más viejo, que vestía una camiseta de tirantes que alguna vez fue blanca, pero que con la suciedad de la grasa y la tierra ya estaba casi negra

Hola, dijo un tipo como de treinta y cinco años, gordo y bofo, vestido con una playera de un equipo de fútbol y jeans; sonreía con la boca chueca, fumaba un cigarro y no dejaba de recorrerme de arriba abajo con su sucia mirada

¿Qué tal? Dijo el tercero, un tipo más o menos de la misma edad, pero fuerte y nervudo; vestido con un overol de trabajo. Tenía la mirada torva, como malévola; daba miedo, pero fue el que se me cercó. A ver, ¿a dónde vas?

Le di el mismo papel que le había entregado antes al taxista y él lo leyó moviendo la cabeza afirmativamente; me dijo:

Es aquí cerca, yo conozco al señor, si quieres te llevo

Eh, no gracias, con que me indiquen como llegar, yo llego, gracias, dije por el miedo que me inspiraba el tipo.

Pero es que es peligroso que andes sola por estas calles, se ve que no eres de aquí, dijo él

No importa, solo dígame por favor

¿Cómo ves? Le dijo él al señor más grande

Yo digo que mejor la lleves, o la llevo yo, dijo él señor

¿Para qué quieres ir ahí? Ese viejo vive solo, me preguntó el gordo

Soy su sobrina y quiero darle una sorpresa, mentí

¡Ah su sobrina!, dijo el más joven. Mira él es nuestro cuate, mejor te llevamos

Sí, no desconfíes, dijo el señor mayor

Está bien, contesté resignada ante tanta insistencia y temiendo que si no accedía me enviarían con rumbo equivocado o no me ayudarían

Ahí te quedas cuidando el changarro, le dijo el viejo al gordo y este asintió con la cabeza.

Los dos tipos tomaron sus chamarras y se las pusieron, el viejo también llevó un paraguas, “por si las dudas”.

Empezamos a caminar y ellos a interrogarme:

Nunca habías venido ¿verdad?

No

¿Y de quién eres hija, de Rosa o de Emilio?

De Rosa, dije continuando con mi mentira

Ah sí, si te pareces un buen, ella era muy bonita ¿y ahora dónde vive? Se había ido a Estados Unidos, ¿No?

Sí, allá sigue

Ah que bien, salúdamela cuando la vuelvas a ver, dile que se acuerde de Camilo, dijo con una sonrisa que denotaba que algo habían tenido que ver él y la tal “Rosa”

Ah sí, yo le digo

¿Y cuánto tiempo vas a estar aquí?

Mañana me voy

Uy que mal, bueno, pasas a despedirte de nosotros, podemos darte algún regalito cada uno, o los tres juntos, dijo el viejo de manera suspicaz

Bueno, gracias, respondí haciéndome la tonta, pues sabía que sus comentarios tenían doble intención.

En ese momento pensé que cuando saliera de la casa del cliente, al ir de regreso tendría que rodear por otras calles para no volverlos a encontrar y que se dieran cuenta de mis mentiras o, peor aún que pensaran que “mi tío” no me había querido recibir y ellos me darían posada muy gustosos.

Ellos continuaron conversando acerca de viejos tiempos y pronto llegamos al domicilio; era una bonita casa sencilla de dos pisos, pero un poco abandonada.

Aquí es

Bueno, gracias, dije dándoles la mano para despedirme

Aquí esperamos a que entres

No, es que quiero darle una gran sorpresa ¿sabes? Y no quiero que se vaya a echar a perder.

¡Ah, sí! tienes razón, bueno, mañana pasas al taller antes de irte y te hacemos una despedida y, como te dije, te damos unos regalitos

¡Ya, no te pases! Dijo el joven al viejo

Está bien, gracias, dije sonriendo nerviosa

Ellos se fueron y en cuanto vi que se alejaron abrí más mi escote y toqué en el portón de la casa; se oyó el ladrido de un perro y una voz grave que gritó:

¿Quién?

¿Está el señor Rodríguez?, pregunté

¿Quién lo busca?

Vengo a entregarle un producto (yo sabía que el señor pedía productos por Internet, pues precisamente eran esas deudas las que iba a cobrarle y me arriesgué a que estuviera esperando algo)

Durante unos segundos solo se escuchaban los ladridos del perro; luego unos pasos se acercaron a la puerta; adiviné que el señor me miraría por la mirilla de su puerta, así que sonreí e hice una pose coqueta para lograr que me abriera.

¡Un momento, voy a amarrar al perro! Dijo con voz fuerte y grave.

Está bien, contesté

Escuché como arreaba al perro y lo amaraba y después regresaba a la puerta y la abrió.

¡Grande fue mi sorpresa al ver que el individuo que me abrió la puerta era el mismo al que yo le había hecho la seña grosera con el dedo unos minutos antes! Él era alto, como de 1.90 mts, fuerte y tenía cara de amargado; era de tez morena y dura, ojos negros y cabello cortado casi a rape, como militar. Vestía unos jeans deslavados, tenis sucios y camiseta negra con un estampado borroso que parecía ser de algún grupo de Heavy Metal ochentero.

Tragué saliva y comencé a hablar, tratando de disimular la sorpresa:

Buenas tardes, ¿puedo pasar?

No, deme mi producto y váyase

Es que necesito hablar con Usted

¿Para qué?

Es acerca de los productos que compra

Mmmmm… no gracias, dijo mientras cerraba la puerta

¡Espere! – dije mientras metí un pie para evitar que cerrara totalmente la puerta – ¡le traigo una promoción especial por ser cliente frecuente!

Mmmmm me imagino, ¿esa promoción incluye señales con el dedo?

No, mire, me disculpo, es que pues, yo no soy… ya sabe

Pues como te vistes, si pareces, dijo él recorriéndome con la mirada y sonriendo burlonamente

Está bien, mire, déjeme pasar y le explico

Bueno, pero te advierto que no me gustan los engaños y que si me enojo no respondo.

Entiendo, dije un poco preocupada, pero confiada en que lograría convencerlo.

El tipo me franqueó el paso y entré; el perro empezó a ladrar y a jalarse de la correa que lo sujetaba a la pared, era un Rottweiler negro y fuerte, al que se le salía la saliva de la boca y se notaba muy feroz. Pasé rápidamente lo más alejada que pude de él.

¡Basta Killer! Dio la orden el tipo al perro y este mansamente se sentó dejando de ladrar.

El lugar era propio de un soltero: botellas de cerveza vacías en varios lugares, cajas de pizza sin terminar sobre una mesa de centro vieja, una sala vieja y sucia de color azul, una TV encendida pasada de moda, platos y vasos sucios, basura tirada; en fin, todo un muladar.

Al fondo había una mesa con seis sillas desvencijadas, al parecer era un juego de comedor que ya había pasado sus mejores días; también había una vitrina de cristales sucios con adornos viejos y también sucios; así allá me dirigí para sentarme a negociar con el tipo.

Antes de sentarme recordé que mi teléfono no tenía batería y decidí pedirle un favor:

Disculpe, ¿me permite poner a cargar mi celular? Es que me quedé sin batería

¡JM! Dijo refunfuñando y me señaló un contacto casi a ras de suelo

Dejé los documentos en la mesa, saqué de mi bolsa el cargador de mi celular y me agaché a enchufarlo. Me imaginé que el tipo se regocijaría viendo mis nalgas mientras me agachaba; lo hice a propósito para poder tenerlo tonto y negociar con él con todas las ventajas para mí.

Luego me senté en una silla y le pedí un vaso con agua; mientras él iba a lo que se suponía era su cocina por el agua, yo rápidamente me saqué el sostén y lo escondí; luego saqué los documentos que llevaba para cobrarle: un estado de cuenta, copias de pagarés, etc.

El regresó y me dio el agua; tomé un sorbo y “accidentalmente” derramé un poco sobre mi blusa; me hice la tonta, pero pude ver como él abría los ojos como platos al notar mis pechos y mis pezones en todo su esplendor

¡Ah que tonta soy!, dije, tratando de parecer descuidada

Déjame traerte algo para secarte, dijo él

No, no, está bien, solo fue un poco, ya se secará, le contesté, quitándole importancia al asunto.

Bueno, dijo él

Bueno, a lo que vine le dije poniéndome seria. Mire, Usted ya debe mucho dinero de productos que ha comprado y vengo a ver por qué razón no ha pagado.

El rostro del tipo de tornó serio y me miró fijamente.

Así que vienes a cobrar…

No, mire, no lo vea así, yo lo que quiero es negociar con Usted para ver cómo puede ir cubriendo su deuda y ayudarle a tener un buen historial crediticio…

¡Ja! Ayudarme. Tu solo vienes por mi dinero y no te lo voy a dar

Mire, es que ya tiene doce pagos atrasados…

¡Qué no te voy a dar ni un centavo!, gritó enojado.

Me asusté, pues el tipo se había puesto de pie y empezó a caminar por la habitación dando de repente puñetazos en la mesa, en los muebles o en la pared. Vi que el perro empezaba a ponerse ansioso.

Espere, mire yo...

¡Cállate! Me dijo él muy enojado ¡Por eso me mandaron a una puta, para que me robe como todas! ¡Malditas viejas!

Me dio miedo al ver cómo se estaba poniendo la situación, por lo que empecé a guardar mis papeles y pensé en salir de ahí lo más pronto posible mientras él vociferaba

¡Desgraciadas! ¡Pero algún día me las van a pagar, viejas zorras, malditas mentirosas todas!; ¡pero todas me las van a pagar, juntas o una por una!

Ya había guardado todos mis papeles y me agaché para desconectar mi celular cuando él me sorprendió: me tomó del cabello y me jaló con fuerza, tirándome al piso y arrastrándome hacia la puerta

¡Aaaaaaaayyyy! ¡Oiga, suélteme!, le grité

Pensé que me iba a sacar de su casa, y aparentemente eso iba a hacer; pero de repente se detuvo y mirándome fríamente, con unos ojos que daban miedo, me dijo:

Pensándolo bien, vienes a cobrarme; muy bien, te voy a pagar todo y con intereses, ya lo verás.

Y diciendo eso, me soltó y se encaminó hacia donde estaba el perro; lo soltó de la pared y lo llevó hasta la puerta, abrió, lo amarró en la puerta, pero por fuera y le ordenó estar sentado y callado. Mientras tanto, yo me había levantado y ya había tomado mi bolsa, mi carpeta y mi celular y con paso apurado caminaba hacia la puerta; pero antes de que la alcanzara, él la cerró y echó llave mientras me decía calmadamente:

No podrás salir hasta que te pague todo y si intentas escapar, el Killer terminará contigo, así que empieza a desnudarte

¡Pero…!

¡Qué te desvistas dije! ¿O quieres que lo haga yo?

¡Por favor señor, yo no…!

¡Bueno, lo quieres a la fuerza, a la fuerza será! Dijo mientras se abalanzaba sobre de mí

¡NO, NO! – grité - ¡AUXILIO!

El tipo caminó y yo me eché hacia atrás; de repente mis piernas chocaron con la mesa y él me empujó y me hizo caer sobre la mesa y se me encimó; mi espalda estaba sobre la mesa, pero mis nalgas y mis piernas quedaban fuera, apenas alcanzaba a tocar el piso; él estaba encima de mí impidiéndome moverme; yo trataba de empujarlo con todas mis fuerzas, pero no lograba moverlo.

Me rompió la blusa, dejando mis tetas al aire; maldije el momento en que me quité el sostén. Con una mano me agarró el cabello y me sostuvo la cabeza contra la mesa, mientras la otra mano subía por mi muslo, metiendo fácilmente su mano en mi pequeña falda y empezó a jalonear mi tanga; al mismo tiempo empezó a lamer y chupar mi seno izquierdo.

Yo manoteaba pegándole en la cabeza, pataleaba y gritaba desesperada:

NO, NO, ¡SUÉLTEME PUERCO INFELIZ!

Él no decía nada, seguía empeñado en chupar mi teta y por fin logró su propósito: de tanto jalonear mi tanga, esta cedió y se rompió, dejando el paso libre a su mano, la colocó abierta tocando con su pulgar mi clítoris y con el dedo medio mi culo. Me dijo:

¡Estás bien rica putilla, te voy a gozar toda!

Luego buscó mi vagina; fácilmente la encontró y comenzó a meter un dedo en ella.

¡UUUUGGGGGHHH, NO!, dije, tratando de evitar lo inminente

El dedo empezó a entrar y salir de mi panocha seca mientras él había levantado la cara y mirándome a los ojos me dijo:

¡Ahora vas a cobrar todo lo que te debo, puta!

¡No, por favor, no, yo sólo soy una empleada!

¡Cállate estúpida! ¡Eres tan puta como la que se llevó mi dinero y todas las cosas que le compré y ahora quieren que yo les pague! ¡No perra, tú me vas a pagar a mí lo que me hizo esa zorra!

Supe que mi problema era muy grande, pues el tipo se estaba vengando en mí de la mujer que lo había abandonado y, al parecer, se había llevado todas sus cosas de valor. Lo único que se me ocurrió fue tratar de hacerlo entrar en razón:

Yo puedo… ¡ugh! Ayu…dar…lo…¡ugh! Si me… suelta… y plati…ca…mos ¡auch!

Él se detuvo un momento, con su dedo dentro de mi vagina; pensé que lo había hecho entrar en razón, pero luego dijo:

Y tú que dijiste: ya cayó este pendejo ¿no?, ¡pues no putita, la pendeja eres tú al haberte venido a meter a mi casa y haberte venido a ofrecer para coger conmigo!

Me di cuenta de que él tenía razón, en caso de salir de ahí, ¿cómo podría denunciarlo o acusarlo si yo entré por mi propio pie a su casa, incluso con engaños?

Pero ya no pude pensar más en eso, porque él ya estaba de nuevo metiendo y sacando su dedo de mi panocha seca y ahora me lamía la teta derecha, pero desesperadamente, como un animal.

Supe que la única forma de salir de ahí era luchando, pero cada vez era más difícil; él me tenía sometida y era mucho más fuerte que yo. No podía incorporarme porque tenía todo su peso encima. En alguna parte leí que dándoles a los hombres un rodillazo o una patada en los testículos los dejaba fuera de combate y pensé en hacer eso, pero en ese momento no podía; pues él estaba en medio de mis piernas abiertas y por más que yo pataleaba, no podía darle.

Mi oportunidad vino cuando él se detuvo un instante, se enderezó para desabrocharse el pantalón, soltándome el cabello y sacando su dedo de mi panocha; dio un paso atrás y entonces yo me bajé de la mesa y solté una fuerte patada directo a su entrepierna… pero fallé.

El maldito tipo se dio cuenta a tiempo y reaccionó con rapidez deteniendo la patada con una mano y atrapándome del tobillo.

Entonces fue peor, porque el individuo se enojó más; ya sin pantalón ni trusa, levantó fácilmente mi pierna tirándome otra vez sobre la mesa; me soltó la pierna, pero se abalanzó de nuevo sobre de mí; me tomó del cuello y me gritó:

¡CON QUE QUERIENDO SORPRENDERME PUTA, AHORA VERÁS!

¡GGGGGGGAAAAAGGGGHHH!

Intenté gritar, pero su mano en mi cuello me ahogaba y me impedía emitir sonido alguno; coloqué mis manos sobre la suya, intentando quitarla, pero no pude, él era demasiado fuerte. No podía jalar aire y creí que ahí acabaría mi vida. Pataleé y manoteé desesperada sin lograr nada.

Lo peor fue que, teniéndome de esa manera, el infeliz tipo se las arregló para colocar su verga en la entrada de mi vagina y empujó con fuerza, penetrándome salvajemente sin darme tiempo a nada. Fue horrible sentir la violación y el ahogamiento al mismo tiempo. De mi garganta solo salían sonidos guturales:

¡GGGGGGGGGHHHHHH!

Todo empezó a ponerse oscuro, sentí que era mi fin, pero en eso el tipo me soltó el cuello y entonces recibí una gran bocanada de aire. Vi la cara sonriente del tipo enfrente de mí; había sacado su verga, pero seguía en medio de mis piernas, listo para penetrarme de nuevo; fue cuando me dijo:

¡Aún no es tiempo de que te mueras puta, primero tienes que sentir todo lo que te voy a pagar con mi verga!

¡NO, POR FAVOR, MIRE YO…MMMMMMNNNGGGHHH! Alcancé a decir antes de que me tapara la boca con una de sus grandes manazas

¡No hables más, no lograrás engañarme perra; ahora me toca a mí!

Y diciendo eso, tomó su miembro con la mano que tenía libre y colocó su verga en la entrada de mi panochita y empujó con fuerza, penetrándome hasta el fondo, haciéndome retorcer y gritar por el dolor:

¡MMMMMMMMMMGGGGGGGGG!

¡AH!, ESO ES PUTA, ¡CÓBRATE ESTO! Dijo él mientras empezaba un salvaje mete-saca de su enorme verga en mi pobre vagina seca.

Él metió y sacó con fuerza su dura verga de mi pobre panocha seca, violándome sin compasión y sin importarle mi dolor ni mis gritos acallados por su mano olorosa a tabaco y grasa. Yo me agitaba tratando que me soltara y gritaba por debajo de la gran mano que me tapaba la boca; el dolor era insoportable.

Al mismo tiempo el desgraciado tomó mi seno derecho con la mano que tenía libre y comenzó a apretármelo con fuerza, provocándome más dolor y haciendo que las lágrimas saltaran de mis ojos.

¿Querías cobrar puta? ¡Pues cóbrate con esto!, seguía diciendo mientras empujaba con fuerza su gorda verga dentro de mí, violándome salvajemente.

¡MMMMMNNNNNNGGGGG!, suplicaba yo mientras le pegaba con ambas manos en los brazos y el pecho, sin que él se inmutara.

El desgraciado continuó violándome salvajemente, aprovechando su fuerza superior. Por más que yo lo golpeaba y me agitaba, no lograba quitármelo de encima y evitar que siguiera violándome.

El tipo soltó mi boca y mi pecho y me detuvo las manos; se inclinó más sobre de mí, aplastándome con su enorme cuerpo y sosteniéndome las manos por encima de mi cabeza. Yo, el ver mi boca libre comencé a gritar con fuerza:

¡NOOOOO!, ¡AAAAAYYYYY!, YA BASTA, POR FAVOR, ¡YA DÉJEME!

¡CÁLLATE PUTA!, VINISTE A COBRAR Y YO TE ESTOY PAGANDO, ¡GÓZALO!

¡NO POR FAVOR!, SEÑOR, SE LO SUPLICO, ¡NO SIGA!

¡NO TE HAGAS!, BIEN QUE TE GUSTA, ¡ES LO QUE VINISTE A BUSCAR PUTA!

¡NOOO, POR FAVOOOR! ¡MMMMGGGMMMM!

De repente no pude gritar más debido a que el desgraciado me besó a la fuerza tomándome desprevenida. Él metió su lengua en mi boca y me sentí violada por dos lados. Abrí los ojos muy sorprendida y sin saber qué hacer, no se me ocurrió más que patalear, quejarme y agitarme tratando de que me soltara. Ahora pienso que debí haberle mordido la lengua, pero no sé por qué en ese momento no se me ocurrió.

El desgraciado siguió moviéndose con fuerza, metiendo y sacando su gorda verga en mi pobre panocha adolorida. Sentí una gran impotencia al estar ahí sola, sin que nadie supiera de mí, siendo violada por un desconocido que aprovechaba su mayor fuerza para someterme. ¿Qué iba a suceder después? ¿Cómo iba yo a salir de ahí? Sentí un terrible miedo al pensar que el tipo podría matarme y hacerme desaparecer sin que nadie volviera a saber de mí jamás. Traté de poner todas mis fuerzas para quitármelo de encima, pero no pude, era desesperante no poder zafarme de él.

Él dejó de besarme, soltó mis brazos y se enderezó; sacó su miembro de mí y, antes de que yo pudiera reaccionar, me tomó de la cadera y me volteó sobre la mesa, colocándome boca abajo mientras decía:

¡Ahora verás puta, vas a gozar como la perra que eres!

¿Qué hace?, alcancé a preguntar antes de darme cuenta de sus intenciones.

Él levantó mi faldita, acarició un poco mis nalgas y dijo:

Que rico culito puta, ahorita te lo voy a estrenar ¿o ya te cogieron por ahí?

¡NO POR FAVOR!, ¡SOY VIRGEN!, ¡NO LO HAGA!, supliqué desesperada.

¡Pues ahorita vas a dejar de serlo putilla!, dijo y colocó su gorda verga en la entrada de mi ano.

¡NOOOO!, ¡NOOOOO! grité aterrorizada.

¡CÁLLATE, AHÍ TE VA!, dijo él.

Empezó a empujar tratando de meter su duro miembro en mi culo cerrado y virgen aun; yo manoteaba desesperada tratando de evitar la inminente violación anal. Él me sostuvo las muñecas en la espalda con una mano y no me permitió seguir manoteando, mientras con su mano libre dirigía su enorme falo a mi pobre culo. Siguió empujando, pero no lograba meterlo, dijo:

PUTA PERRA, ESTÁ MUY CERRADO, ¡AHORA VAS A VER!

Dejó de empujar, pero empezó a meter un dedo en mi ano y cuando lo tuvo adentro empezó a moverlo en círculos mientras me seguía hablando:

¡Ahorita te agrando el chiquito puta, ya verás cómo te va a caber hasta una pinche sandía ahí!

¡NO, POR FAVOR, ¡YA DETÉNGASE!, seguí suplicando.

Sin embargo, él siguió dedeándome y moviendo su dedo, lo cual ya me provocaba cierto dolor; imaginé que tener una verga adentro dolería mucho más.

De repente él metió otro dedo y dijo:

¿Lo ves? Ya te va creciendo perra.

¡ME DUELE, POR FAVOR…!

¡Y espera a que te meta la verga puta, te voy a partir en dos!

POR FAVOR, NO, ¡SE LO SUPLICO!

El infeliz ya tenía tres dedos dentro de mi ano y entonces me dijo:

Ya estás lista perra, prepárate a sentir la verga más grande de tu puta vida.

NO, NO, NOOOOOO, ¡AAAAAAAYYYYYYYY!, grité el sentir como él empujaba para meter su miembro en mi aun cerrado culo.

¡CÓBRATE TODO PUTAAAAAA!, gritó mientras empujaba con fuerza, penetrándome poco a poco y causándome un dolor tremendo. Con una mano me sostenía las mías y la otra me la colocó en la espalda, impidiendo que pudiera levantarme.

¡AAAAAYYYYY, SE LO SUPLICOOOOOOO!, rogué pataleando y empujándome hacia atrás con fuerza, tratando de levantarme sin conseguirlo.

Él no contestó ni hizo caso a mis súplicas, siguió empujando con fuerza, metiendo poco a poco su enorme falo en mi ano virgen y haciéndome llorar.

¡AAAAAIIIIIIGGGGHHHHH, YA NOOOOO, SE LO SUPLICOOOOO!, gritaba yo con todas mis fuerzas.

¡Calla puta, te va a gustar!

¡NOOOOO, NOOOOO, AAAAAYYYYY! ¡AUXILIOOOOOOO!

El dolor era terrible, era como si un hierro candente me estuviera partiendo por el ano y eso apenas era el comienzo.

Cuando me empaló por completo me dijo:

¡Ahora si puta, disfruta la verga!, ¡Cóbrate!

Estuvo unos segundos quieto, disfrutando de cómo me tenía mientras yo lloraba y me quejaba:

¡POR FAVOOOOOR! SÁQUELO, SE LO SUPLICO, ¡ME DUELE MUCHOOOO!

¡Cállate y cobra puta!, me dijo.

Y entonces empezó un mete-saca salvaje, masacrando mi pobre y pequeño ano el cual nunca imaginé que fuera a ser desvirgado de esa manera tan horrible.

¡AAAAAGGGGGHHHHH!, lloré desconsolada.

¡UF! ¡UF! ¡UF!, bufaba el infeliz mientras seguía violándome inmisericorde.

¡POR FAVOR! ¡YO NO LE HICE NADA!, grité.

¡Cállate zorra! ¡viniste aquí por mi dinero y te pago con algo mejor!

¡NO! ¡YA NO POR FAVOR!

¡Bien que te gusta perra, como a todas!

¡NO! ¡YA DÉJAME INFELIZ!, grité desesperada.

La Infame violación siguió durante varios minutos, yo deseaba que me soltara, me dejara o ya de plano que acabara para así poderme ir y acabar con el inmenso dolor que me estaba provocando.

Fueron minutos de mucho dolor y sufrimiento. La inmensa verga del tipo hizo sangrar a mi pobre ano masacrado.

Lloré, grité pataleé, maldije, supliqué y amenacé, pero nada dio resultado. El infeliz cerdo se había convertido en un animal salvaje y me penetraba y sacaba su miembro con una fuerza descomunal, que hacía que yo sintiera como si me fuera a partir en dos.

De repente, después de varios minutos de dolor y sufrimiento en los que el desgraciado me bombeó sin compasión, se detuvo, con su verga gigante metida hasta el fondo de mi ano masacrado y mientras echaba dentro de mí grandes chorros de su asqueroso semen, gritó:

AAAAAAHHHHHHH, YA ESTÁ PUTAAAAAA, AAAAAAHHHH, ¡ME VENGOOOOOOO!

¡NO, YA SÁQUELO POR FAVOOOOOR!, grité adolorida y desesperada.

Después de varios segundos de soltar toda su leche dentro de mí, me soltó y sacó su verga aun babeando y me dijo:

Muy bien puta, ya te di el primer pago ¿cuántos pagos dijiste?, ¿doce?

¿Cómo?, pregunté aturdida mientras me levantaba con dificultad.

Que dijiste que debo doce pagos, dijo él, a lo lejos, pues se había metido en otra habitación.

Pero… No supe que decir, me desconcertaba que hablara de la deuda en ese momento e ilusamente pensé que había ido por dinero o por su chequera.

Ya te hice el primer pago, dijo él saliendo de la habitación y llevando en la mano unas cuerdas.

¿Cómo? No entiendo, dije mientras trataba de alejarme hacia la puerta.

Que te vas a quedar hasta que te pague por completo, dijo él con una mirada como de loco y acercándose a mí mientras estiraba las cuerdas.

¡No! ¡Yo…! ¡Por mí la deuda está saldada!, dije tratando de abrir la puerta, que estaba cerrada con llave.

¡Pero por mí no perra! ¡Te vas a quedar hasta que acabe de pagarte!

Y entonces me tomó de un brazo; yo traté de patearlo y empujarlo, pero mi tamaño y sus fuerzas hicieron que me sometiera fácilmente.

Hábilmente me tiró al suelo, me colocó boca abajo, me juntó las muñecas en la espalda y procedió a amarrarme. Se notó que no era la primera vez que lo hacía, pues lo hizo rápido y con gran habilidad.

¡SUÉLTEME DESGRACIADO! ¡AUXILIOOOOO!, grité tratando de amenazarlo y de que alguien me escuchara y viniera en mi ayuda.

¡Cállate puta!, me dijo mientras me metía un trapo en la boca y lo aseguraba con cinta de embalar.

¡MMMMMNNNNGGGBBBBB!, grité desesperada.

Él me había sometido por completo, procedió a atarme los tobillos y las rodillas, para luego cargarme como un fardo y llevarme hacia la mesa en la que minutos antes me había violado salvajemente. Me sentó en una silla y entonces procedió a atarme de la cintura y los muslos a la misma, con lo que impedía que yo pudiera zafarme de ahí.

¡MMMMMNNNGGGFFF!, le recriminaba enojada.

Tranquila putita, nomás que me recupere te doy tu segundo pago jejeje.

Y dejándome así, el infeliz gigantón fue hacia la puerta, metió al perro y le quitó la cadena. Apuntando hacia mí le ordenó:

¡Vigílala!

El perro se sentó dócilmente frente a mí, sin quitarme la mirada de encima. Yo no sabía qué pasaría a continuación, estaba aterrada. ¿Acaso el infeliz pensaba violarme doce veces? Al parecer esa era su idea.

El desgraciado se fue al baño, dejando la puerta abierta; escuché como orinaba y se tiraba pedos; jaló del retrete y salió; pasó junto a mí y me agarró una teta; me sonrió burlonamente y poniendo su asquerosa verga que aún escurría frente a mí dijo:

Al rato seguimos nena sabrosa.

¡MMMMGGGFFF!, dije enojada.

¡GRRRRR!, gruñó el perro, pero el tipo lo calmó y de nuevo le ordenó que me vigilara.

Él se fue hacia una de las habitaciones de la casa, dejándome amarrada en la silla y con el perro enfrente, el maldito animal no me quitaba la vista de encima.

Pensé que solo era un truco y que tal vez el perro era dócil, así que empecé a mover las manos y los tobillos para tratar de soltarme, pero más tarde en hacerlo que el perro en gruñir y mostrar sus filosos dientes.

El maldito tipo se acostó, desnudo de la cintura para abajo, dejando la puerta de su recámara abierta. Al poco tiempo escuché sus fuertes ronquidos. Yo seguía atada en la silla y el maldito perro no dejaba de verme. Empecé a llorar desesperada.

El cansancio me agotó y empecé a dormitar, incluso empecé a soñar que llegaba a mi casa y que me iba a acostar, pero que de repente un enorme perro Rottweiler se subía a mi cama y, sin dejarme mover, me violaba salvajemente. Desperté muy asustada y todo seguía igual. El tipejo roncaba como tronco y el perro no dejaba de verme.

¿Qué hacer?, ¿Cómo escapar de esa horrible situación? No hallaba respuesta. Si tan solo hubiera escuchado al taxista.

No supe cuánto tiempo pasó, no había ni un solo reloj, solo supe que era de noche porque el aire que se colaba por debajo de la puerta y en algunas ventanas me hizo temblar de frío. Incluso mis pezones se levantaron al sentir el horrible frío.

Escuché al tipo levantarse; pasó junto a mí y pellizcándome la teta dijo de nuevo:

Ahorita seguimos, no te desesperes.

No hice ningún aspaviento, pues el mugroso perro no dejaba de verme.

El infeliz tipo fue al baño, de nuevo orinó con la puerta abierta, jaló del retrete y luego se dirigió al refrigerador. Sacó una cerveza, la destapó y tomó de ella. Traía puesta solo una camiseta blanca sin mangas, seguía desnudo de la cintura para abajo. Su badajo le colgaba y se movía de un lado para otro en total libertad. Él se acercó a donde yo estaba y acariciándome la cara me dijo:

¿Sabes? Nunca había tenido una puta como tú, así de sabrosa. Mi vieja estaba muy buena, pero ya estaba vieja; en cambio tú estás fresca, tu piel es rozagante y sin arrugas.

¡MMMMFFFFF!, protesté.

Estás como para disfrutarte varias veces, no sé si solo doce o más -continuó el desgraciado, bajando su mano por mi cuello hasta mis tetas- o tal vez lo mejor sería que te quedaras conmigo para siempre.

¡NNNNNNGGGGHHHH!, grité asustada. No estaría hablando en serio ¿o sí?

Supongo que nadie sabe dónde estás, o tal vez en tu oficina piensen que viniste aquí. Si alguien pregunta diré que nunca te he visto y que nadie ha venido a cobrarme nada, o que viniste y que te corrí a patadas.

¡MMMMMMGGGGGFFFFFBBBBMMMMGGG!, grité desesperada. El maldito infeliz me estaba asustando mucho, me imaginé mi futuro como esclava sexual del desgraciado depravado.

Tranquila putita, no sé si haré eso contigo, tengo que pensarlo; la otra opción sería matarte después de violarte y enterrarte allá atrás. Tampoco nadie sabría nada de ti.

¡PPPFFFFFGGGG!, lloré. Cada vez estaba más asustada.

Pero no te preocupes, no te mataría así de repente, primero te iría cortando los dedos, uno por uno y te haría comértelos; verías como me los comería yo también y también le daríamos algo a Killer, para después seguir con tus orejitas, tus pies, tus manos, tus preciosas piernas, tus brazos… eso sí, la panocha, el ano y las tetas sería lo último para seguir cogiéndote a gusto cada vez que se me antojara. Y tal vez hasta le daría chance a Killer de cogerte, o de devorarte, no lo sé.

¡MMMMMPPPPPFFFF!, grité despavorida.

Conque quieres hablar, ¿eh putita?, a ver habla.

Y diciendo eso me quitó la mordaza -la cual arrancó con fuerza, causándome mucho dolor en la boca y las mejillas- y repitió:

A ver, ¿Qué chingados quieres decir?

¡POR FAVOR SEÑOR, YO NO QUERÍA MOLESTARLO, YO SOLO…!

¡Cállate puta! ¡Tienes lengua de víbora como todas!, me dijo mientras me daba una fuerte bofetada que me sacó lágrimas.

¡NO SEÑOR, POR FAVOR, MIRE, ¡DÉJEME IR Y LE JURO QUE NADIE SABRÁ NADA!, ¡ES MÁS, YO PAGARÉ SU DEUDA PARA QUE NADIE LO VUELVA A MOLESTAR!

Él se quedó pensando unos segundos y preguntó:

¿Tu pagarías todo lo que yo debo?

Si, pero por favor suélteme y déjeme ir.

Suena bien -dijo él- ¿y cómo sé que no me estás engañando?

No mire, le dejo mi identificación, mi domicilio y el de mi trabajo y le mando los comprobantes de pago, si no, puede ir y hacerme lo que quiera.

El grandulón se quedó pensativo, caminó un poco, dando sorbos a su cerveza mientras yo seguía hablando para convencerlo:

Es más, le dejo mi tarjeta de crédito para que haga las compras que quiera con ella y yo las pago.

¿Traes aquí tu tarjeta de crédito?

Si, está en mi bolso, si quiere sáquela, le dije para que me creyera.

Él hurgó en mi bolso, sacó mi cartera y buscó la tarjeta de crédito. Encontró dos y dijo:

Cierto, no mientes, aquí están.

¿Ve? Déjeme ir y se las dejo.

Él blandió las tarjetas y sonriendo malévolamente dijo:

Tengo una mejor idea: me quedo contigo y con las tarjetas, así compro lo que voy a usar para torturarte y cortarte en pedacitos.

¿QUÉ? ¡NOOOOO! ¡ESE NO ES EL TRATO!

Ese es MI trato puta. ¿tú qué dijiste?: “este pendejo se queda con las tarjetas, las bloqueo y además lo denuncio”. No zorra, no soy tan pendejo.

¡NO, YO…! ¡NO!, grité al ver que él había tomado las cosas de otra manera.

Mejor vamos a darte el segundo pago y luego vemos que hacemos, dijo él mientras procedía a sacar de nuevo al perro.

Luego se acercó a mí. Yo gritaba desesperada:

¡NO POR FAVOR!, ¡DÉJEME IR!, ¡LE JURO QUE NO ERA ESO LO QUE YO QUERÍA!

¡Ya cállate puta!, dijo y de nuevo metió el trapo en mi boca y me amordazó con cinta.

Ya no pude gritar, aunque nunca dejé de hacerlo. Él me desató de la silla y de nuevo me cargó como un bulto; mientras me empinaba en la mesa dijo:

Siempre he tenido fascinación por coger con mujeres amarradas y con la pepa y el culo apretado, que no puedan abrir las piernas. Es más rico, a mí me gusta más y creo que a ti te va a doler más, pero me vale madre, es tu pago por venir hasta acá a cobrar.

¡MMMMMNNNNFFFFFF!, lloré ¿me iba a doler más?, ¿no era suficiente con el dolor que me causó en la primera violación? No me cabía duda alguna de que había caído en las manos de un loco depravado sexual (Si hubiera revisado el expediente hubiera visto que solamente compraba instrumentos sexuales y de tortura).

El infeliz me colocó de nuevo sobre la mesa, boca abajo, rompió totalmente mi faldita y de nuevo colocó su miembro gigante en mi recién violado ano.

¡Ahí te va perra!, dijo al tiempo que empezaba a meter su larga verga en mi pobre ano adolorido.

¡MMMMMMMNNNGGGGGG!, me quejé. El dolor era demasiado, no creí soportarlo.

¡Ya veo que te gusta puta!, ¡Hasta gimes del placer!, dijo el infeliz mientras metía hasta el fondo su largo miembro, empalándome por completo.

¡MMMMMNNNNNFFFF!, seguí quejándome cuando él comenzó un mete-saca salvaje sin compasión alguna.

¡Aaaaaahhhh! ¡Qué apretado lo tienes putita!, me dijo mientras me violaba sin compasión y sin hacer caso de mis quejidos.

El desgraciado me violó salvajemente, mientras yo lloraba y me quejaba todo el tiempo y él gozaba penetrándome y diciéndome cosas como:

¡Qué bueno que viniste puta, ya necesitaba cogerme una perrita joven y nos las putas viejas de la colonia!

¡Te voy a disfrutar hasta saciarme y luego me voy a divertir torturándote, ya verás lo que vas a sufrir!

¡Esto no es nada, cuando acabe de pagarte sentirás lo que es el verdadero dolor!

¡Cuando acabe contigo no te van a reconocer ni tus papás perra!

¡Voy a cogerte por todos tus hoyos y te los voy a dejar enormes!

Yo estaba desesperada, pues además del dolor físico que me estaba causando con la salvaje penetración, lo que me decía me tenía aterrada, era un ataque psicológico que me puso a temblar de miedo. Pensé que sería mejor que me matara pronto a que me hiciera todo lo que me estaba diciendo.

El maldito entraba y salía de mi ano adolorido sin compasión; con ambas manos me había abierto las nalgas para penetrarme mejor y su verga se clavaba hasta el fondo, haciéndome llorar.

Fueron largos minutos de dolor y tortura psicológica, hasta que él soltó un fuerte grito al mismo tiempo que se venía adentro de mí:

¡AAAAAAAAHHHHHH, PUTA, ESO ESSSSSSS!

Soltó grandes chorros de semen en mi culo y luego sacó su miembro chorreante, se acercó a mi cara, me arrancó la cinta de la boca, me sacó el trapo y metió su larga verga en ella y me ordenó:

¡Chúpalo puta! ¡Que quede bien limpio!

Estuve a punto de negarme, pero mi mente sopesó la situación con rapidez y me di cuenta de que, si no obedecía, el desgraciado seguramente me castigaría salvajemente, así que muy a mi pesar tuve que obedecer y lamí el sucio pene del tipejo, me aguanté las ganas de vomitar y de morderlo, solamente porque estaba en una situación demasiado desventajosa.

¡Eso es perra! ¡te encanta mamar verga, lo sé!, me dijo el maldito.

Después de un rato de obligarme a limpiarle el miembro, el desgraciado la sacó de mi boca para de inmediato introducir en ella el trapo y volver a colocar la cinta, amordazándome sin importarle mis quejas. Luego de nuevo me cargó como un fardo y me sentó en la silla, esta vez sin atarme a ella. Abrió la puerta para que el perro entrara. El tipo hizo una señal y el perro se sentó frente a mí, mirándome fijamente, vigilante.

¡Vigílala!, le ordenó el tipo.

Luego él fue hacia el refrigerador, sacó un six de cervezas para luego encender el televisor y sin ponerse pantalón ni ropa interior se acomodó en un sillón. Me dijo:

Vamos a ver la tele un rato y luego seguimos cogiendo.or y se comodó me a colocar la cinta el maldito.

idez y me dito de metento a que me hiciera todo lo qu

¡MMMMMFFFF!, le reclamé.

¡Qué al rato perra, ahorita estoy cansado! -dijo- ¡Pinches viejas putas, solo quieren coger y deben entender que uno debe recuperarse!

¡MMMMNNNGGGG!, le reclamé molesta de que se estuviera burlando de mí.

¡Ya cállate puta o te echo al perro!, dijo.

Tuve que quedarme callada y sentada mientras él se sentaba, o casi se acostaba en el sillón con una bolsa de papas fritas y una cerveza cambiando el televisor de canal hasta que encontró un canal de luchas estadounidenses y comenzó a verlas, gritándole a la TV como si los luchadores lo escucharan:

¡Dale duro!, ¡Sácale sangre!, ¡No pendejo así no!, ¡Eres un tarado!

Para luego emocionarse con las chicas que llevan el cartel del siguiente round y tocándose el pene exclamar:

¡Ay que vieja tan sabrosa, como me gustaría violarla!

Todo lo hacía ignorando mi presencia, o tal vez lo hacía a propósito para demostrarme que no le importaba que yo estuviera ahí.

Él siguió viendo las luchas un rato, tomando cerveza y tragando como marrano, sin voltear a verme ni hacerle caso al perro. Yo no podía moverme, tenía atadas las manos, los pies, las pantorrillas y los muslos. Además estaba el “Killer” frente a mí, sin dejar de mirarme.

Mi violador se terminó el six de cervezas y tambaleante se levantó por otro. Al pasar junto a mí me dijo:

Si fueras mi vieja te pediría que me trajeras la cerveza y te dejaría mamarme la verga mientras estuviera viendo las luchas.

No dije nada ni hice ruido, no tenía caso. Su tufo alcohólico me llegó hasta la nariz, provocándome cierto asco.

Cuando iba de regreso hacia su sillón, el maldito se detuvo junto a mí, abrió una cerveza y mientras me la vaciaba sobre la cabeza me dijo:

¡Anda puta, alégrate que al rato te voy a coger de nuevo!

No pude hacer nada, me dejó escurriendo y con olor a cerveza. Estaba muy enojada, pero angustiada a la vez. No sabía cómo hacer para escapar del infeliz.

Después de un rato en el cual el maldito infeliz siguió embruteciéndose con la cerveza, tragando como puerco y gritándole al televisor, empezó a quedarse dormido. Al poco rato ya roncaba ruidosamente.

Sopesé la situación para ver si tenía alguna oportunidad de escapar. Las ataduras me impedían moverme y el perro no dejaba de verme. Parecía imposible, pero aun así decidí que tenía que intentarlo, pues no me iba a quedar a esperar que el desgraciado me violara todas las veces que quisiera y de todos modos ya me había amenazado con hacerme cosas horribles, así que no podía perder nada; así que, con mucho cuidado, me quité las zapatillas empujando cada una con el pie contrario, tratando de no hacer ruido. Lo logré y entonces lo que hice fue deslizarme para bajar al suelo despacio para intentar escapar arrastrándome.

El perro me veía, pero no hizo ruido, pensé que eso iba bien, así que empecé a arrastrarme hacia la puerta despacio, tratando de no alterar al can y de no hacer ruido para no despertar al tipo. Seguí avanzando por el suelo mientras el perro solamente caminaba junto a mí y se sentaba a verme, pero afortunadamente no hacía ruido.

Al acercarme a la puerta vi que el individuo no le había puesto llave, pero sería difícil levantarme y abrir el pasador con las manos atadas como las tenía. Me detuve un segundo a pensar de qué forma me iba a levantar y fue en ese instante que el maldito Killer empezó a ladrar. Primero me asustó, pero luego reaccioné y vi que tenía que escapar en ese instante a como diera lugar; pero no tuve oportunidad: el desgraciado individuo despertó y se levantó. De reojo vi como caminó hacia mí. Yo trataba de levantarme desesperadamente sin lograrlo. Él caminó tranquilo mientras calló al perro:

¡Basta Killer!

Y dando unos cuantos pasos llegó a donde yo me arrastraba como gusano, me tomó del cabello y comenzó a arrastrarme hacia el centro de la habitación.

¡Conque queriendo abandonarme! ¿eh perra?, me dijo cuando me dejó tirada boca abajo frente a su sillón.

¡MMMMNNNGGGHHH!, alegué.

No te vas a largar como la otra puta, de aquí solo sales en pedacitos, me advirtió el desgraciado.

¡MMMMNNNFFF!, rogué llorando.

El tipo se alejó un poco de mí, fue hacia el refrigerador y sacó algo que parecía un trozo de carne, luego fue a donde estaba el perro sentado y se lo dio en el hocico mientras le daba palmaditas en la cabeza y le decía:

Muy bien Killer, buen chico.

“Maldito perro delator”, pensé para mis adentros.

Pero no tuve mucho tiempo de pensar, el infeliz tipejo tomó el control de la TV y la apagó, para luego caminar hacia la cocina, escuché que movía trastos y cubiertos y luego salió con un cuchillo y caminó para acercarse hasta donde yo estaba tirada, atada e indefensa.

Así que te quieres largar, ¿eh puta?, pues no vas a ir a ningún lado hasta que me canse de ti, dijo mientras pasaba el cuchillo por mis nalgas sin cortarme, solamente haciéndome sentir el frío del acero.

¡NNNNNPPFFFFFFVVVV!, rogaba yo a sabiendas de lo que venía.

Ahora lloras ¿verdad puta?, pero ya querías largarte a coger con otro ¿verdad?

Moví la cabeza negativamente y grité tratando de que se detuviera, pero no hubo marcha atrás, mi suerte estaba echada: el infeliz colocó la punta del cuchillo en mi muslo derecho y la clavó un poco.

¡MMMMMMNGGGG! ¡GGGGGNNNNNNNBBB! ¡GGGGGGGFFFFBBBB!, me quejé al sentir el filoso cuchillo picando mi piel.

Esto es para que aprendas quien manda aquí, me dijo.

¡FFFFGGGGGBBBB!, me quejé y lloré mientras mi frente sudaba frío.

Levanté la cara y vi al perro que se había tragado la carne y empezaba a inquietarse al ver lo que su amo me hacía. Movía las patas delanteras y hacía un pequeño ruido, como un chillido, pero no se movía de su sitio.

Él dejó de picarme y con una mano me volteó boca arriba; mostrándome el cuchillo me dijo:

Más vale que no vuelvas a intentarlo o esta vez si te cortaré y le daré tus pedazos de carne al Killer frente a ti para que veas como te come, ¿entiendes puta?

¡MJM!, dije y moví la cabeza afirmativamente, con mucho miedo y sabiendo que cumpliría su amenaza.

Él rompió con el cuchillo lo poco que me quedaba de ropa, la dejó hecha trizas y la tiró al suelo, dejándola regada; luego jaló y rompió mis medias hasta dejarme completamente desnuda y dijo:

Así estás mejor putita.

Luego, con el mismo cuchillo filoso rompió las cuerdas que ataban mis piernas y mis tobillos; me tomó del cabello y sentándose en el sillón, me obligó a hincarme frente a él; me quitó la mordaza y me sacó el trapo y colocando su verga flácida frente a mí me ordenó:

¡Mámamelo puta!

Aunque me dio mucho asco y hubiera querido negarme, no tuve más remedio que obedecer. Abrí la boca y metí el miembro flojo en ella. Empecé a chuparlo mientras el tipo encendió el televisor y cambió el canal hasta encontrar un juego de fútbol americano. Colocó una de sus manos en mi nuca, siguiendo el movimiento de mi cabeza mientras yo le chupaba su sucio miembro flácido.

¡TOUCHDOWN!, gritó el tipo levantándose y jalándome al mismo tiempo el cabello de la nuca mientras festejaba la anotación del que supongo que era su equipo favorito.

¡Aaaaaayyyy!, me quejé por el fuerte jalón.

¡CÁLLATE PERRA, TOUCHDOWN, TOUCHDOWN! ¿No entiendes? ¡Qué vas a entender tú de deportes pendeja vieja! ¡Sigue mamando, que ni me la has parado, ni para eso sirves puta!, me dijo agresivamente el desgraciado empujando nuevamente mi cabeza hacia su falo aún flácido.

Yo abrí la boca e introduje de nuevo el miembro en mí boca; él colocó sus dos manos sobre mi nuca y me hizo chupársela mientras festejaba la victoria de su equipo.

Después de un buen rato de estárselo mamando, el pene se levantó y él lo sacó por completo de mi boca que ya me dolía. De las comisuras de mis labios escurría saliva y líquido preseminal. El Infeliz me dijo:

Te tardaste, pero me la paraste perra, voltéate para que te la meta.

¡No por favor! ¡Déjeme ir, se lo suplico! ¡Le juro que no le diré nada a nadie y no volverán a molestarle con la deuda, pero ya no me viole por favor!, supliqué esperando un poco de clemencia del tipo.

¡Cállate piruja! ¡Te di una orden y más vale que obedezca si no quieres que le dé al Killer uno de tus dedos mientras te cojo de todos modos!

Con el miedo que me producían las amenazas, no tuve más remedio que obedecer; me volteé hacia la TV y me empiné, poniendo mi cara en el sucio suelo y mostrándole toda mi panocha y mi culo al Infeliz, poniéndolos a su disposición. Él cambió la TV a modo DVD y le dio play a la película que por lo visto había estado viendo, pues se encontraba pausada. Era una película porno que parecía ser casera; en ella se veía a un grupo de hombres desnudos alrededor de una cama en la cual estaba una chica rubia hermosa y de muy buen cuerpo atada y amordazada que lloraba mientras otro tipo la violaba con los pies de ella en los hombros de él. Mi violador se colocó detrás de mí y me dijo:

Te gustaría eso ¿Verdad puta?

¡No!, dije sorprendida, pues en el vídeo acababa de reconocer al tipo que me violaba; ¡era uno de los que esperaban turno alrededor de la cama para violar a la pobre chica!

El tipo se había hincado detrás de mí y ya introducía su verga parada en mí vagina seca.

¡Aaaaauuuuch!, volví a quejarme al sentir la dura penetración sin lubricación.

¡Cállate perra, que sé que esto te encanta!, ¡Déjame darte otro abono a cuenta de mi deuda jajajajaja!

Y diciendo eso el Infeliz clavó totalmente su verga en mí, provocándome un intenso dolor y a él un gran placer. Se quedó unos segundos con su miembro totalmente dentro de mí y luego empezó a meterlo y sacarlo con fuerza y rapidez, mientras gritaba:

¡Eso es puta, eso es, ahí te va toda mi verga, llora perra, llora JajaJa!

Yo si lloraba y gritaba por el inmenso dolor que me hacía sentir. Esperaba que los vecinos o alguien me escuchara, pero nada ocurría, aun no entiendo como nadie me oyó y acudió a ayudarme.

Él estuvo cogiéndome por un rato; me sostenía del cabello para obligarme a ver como el video seguía viéndose en la TV; uno tras otro los tipos se turnaban para violar a la chica, después de tres o cuatro tipos, le tocó a él. Se detuvo y sacó su verga de mí para decirme:

Mira cómo me cogí a esa puta.

Él me sostenía del cabello, obligándome a ver. Vi en la pantalla de la TV cómo el infeliz se acomodaba en medio de las piernas abiertas de la chica, que llorando se agitaba y gritaba desesperada; la tomó de los tobillos y le levantó las piernas. Entonces colocó su miembro en la entrada del ano de ella y comenzó a penetrarla. La mujer se revolvía y lloraba desesperada; era evidente que le causaba un tremendo dolor. La cámara tomaba de repente el pene del tipo entrando y saliendo del pobre ano, masacrándolo sin piedad; después hacía un recorrido por el voluptuoso cuerpo de la chica hasta llegar a su cara, que reflejaba el sufrimiento y el dolor que le provocaba el desgraciado. Se escuchaban los gritos de los demás hombres arengándolo y burlándose de la chica y los gemidos de placer de él.

¿Te gusta eso perra?, me preguntó.

¡CLARO QUE NO!, respondí enojada.

¡Claro que sí!, eres igual de puta que todas y les encanta que les metan la pija por el culo y si son muchas vergas, mejor.

Entonces sentí como él colocaba la punta de su verga en la entrada de mi ano, dispuesto a violarme nuevamente.

¡NO, POR FAVOR, ¡OTRA VEZ NO!, grité.

¡Cállate y disfruta tu pago, puta!, dijo él empujando con fuerza, volviendo a cogerme por el culo, mirando el video de cómo se lo había hecho a la otra pobre chica.

¡AAAAAAIIIIIGGGGHHHH!, me quejé al sentir la penetración salvaje.

¡Qué bien puta, ya te entran más fácil!, dijo él.

¡BASTA POR FAVOOOOORRRR!, supliqué.

¡Nada de basta, apenas van tres pagos y te voy a dar más de doce, con los intereses te voy a dar unos veinte pagos jajajaja!

El desgraciado siguió cogiéndome sin piedad, metiendo y sacando su miembro de mi adolorido ano, apretando mis nalgas con una mano fuertemente, mientras con la otra me sostenía del cabello, obligándome a seguir viendo el video; sin importarle mis súplicas ni mis lágrimas de dolor.

¡Eso es puta, estás deliciosa!, decía.

¡SE LO SUPLICO, ME DUELE MUCHO, ¡POR FAVOR!

¡A mi no me duele puta, me gusta, así que te aguantas!, respondió.

Siguió violándome inmisericorde, mientras el video seguía; él terminaba de violar a la chica y le soltaba chorros de semen en el vientre y los pechos, luego se bajaba de la cama y mientras otro tipo tomaba su turno para violarla él la embarraba en la cara y el cabello con su cochino líquido. La chica lloraba lastimeramente y los infelices se burlaban de ella.

Si quieres, puedo traer a mis amigos para que te hagamos lo mismo que en el video y así te pagamos entre todos y terminas más rápido, me dijo.

¡NO!, ¡POR FAVOR NO!

¡Lo sabía, prefieres que te coja solo yo! Es normal, a todas les gusta cómo se los hago, dijo el infeliz.

La sola idea de que vinieran otros desgraciados a violarme junto con él me produjo pánico y deseé que el infeliz terminara ya para tratar de convencerlo de dejarme ir.

Fueron minutos de mucho sufrimiento, él me cogió por el ano hasta que se vino, echando de nuevo grandes chorros de semen dentro de mí; para luego sacar su cochino miembro y embarrarme las nalgas y los muslos por detrás mientras me decía:

Muy bien putilla, ya vamos avanzando con tus pinches pagos. Mañana te doy más.

¡Por favor, ya déjeme ir! -supliqué de nuevo- mire, yo solo soy una simple empleada; a mí me mandaron a cobrarle, yo no sabía nada de sus problemas.

No te creo puta, viniste a chingarme y yo soy el que te va a chingar a ti.

Pero yo no le hice nada, mire, déjeme ir y le juro que no diré nada; nadie sabrá lo que pasó aquí. En la oficina les diré que Usted ya no vive aquí para que no vengan a cobrarle de nuevo.

Él se había vuelto a sentar en el desvencijado sillón y seguía viendo la TV, ignorándome totalmente, mientras que yo me había tirado hacia mi lado izquierdo, quedando acostada de lado en el piso. No había expresión en su cara, yo no sabía si estaba pensando en lo que le dije o si simplemente me estaba ignorando.

Él detuvo el video y apagó el televisor; se levantó y se fue hacia la recámara; regresó con más cinta y cuerdas y se agachó junto a mí.

¡POR FAVOR, NO, ¡SE LO PIDO POR SU MADRE!, supliqué, esperando que recordara que tenía una madre y por respeto a ella se compadeciera.

¡CÁLLATE, NO TE METAS CON MI MADRE!, ¡ELLA NO ES UNA PUTA COMO TÚ!, dijo al mismo tiempo que me jalaba de los cabellos y me pegaba un par de fuertes cachetadas.

Miré su rostro enrojecido por la ira y supe que había perjudicado aún más mi situación. Ya no pude decir nada; en primer lugar, porque ya no supe que decir, en segundo lugar, porque me ardían las mejillas por las bofetadas y en tercer lugar porque él, después de atarme los tobillos y los muslos, apretando muy fuerte las cuerdas, me hizo abrir la boca y metió otra vez un trapo en ella para luego colocarme cinta encima y alrededor de mi cabeza; impidiéndome cualquier ruido.

Luego me cargó como fardo de nuevo y me llevó hacia la recámara. Ya no forcejeé, sabía que era inútil. Había una cama vieja, con un colchón ya muy usado; con solamente una sábana sucia y arrugada encima. Él movió la sábana y me tiró sobre la cama boca abajo; luego se subió sobre mis muslos y con el cuchillo cortó las cuerdas que me ataban las muñecas; lo cual me pareció muy extraño, pero entendí cuando vi que él tenía en una mano unas esposas metálicas; en ese momento si me agité y traté de zafarme de él, quejándome:

¡MMMMNNNNFFFFF!

Él no dijo nada, me volteó boca arriba y, antes de que yo pudiera golpearlo con la mano que me había dejado suelta, él la atrapó de nuevo y me sostuvo ambas manos. Luego colocó una de las esposas en la muñeca derecha, pasó la cadena por uno de los barrotes metálicos de la cama y me colocó la otra esposa en la muñeca izquierda. Durante todo el tiempo me agité, pataleé y traté de golpearlo, sin resultado.

Me sometió con las esposas; después ató una cuerda a aquella que me unía los tobillos y la amarró a un barrote de la cama, de los que estaban en la parte de abajo. Una vez que me tuvo inmovilizada, se sentó junto a mí y comenzó a acariciar mi cuerpo procazmente.

De verdad que estás buena, me dijo

¡MMMMNNNGGG!, le reclamé.

Tranquila, por hoy fue suficiente, mañana seguimos con los pagos.

¡MMMMNNNFFF!, volví a quejarme.

Él ya no me hizo caso, se fue hacia el otro lado de la cama y se acostó junto a mí; al poco tiempo lo oí roncar fuertemente. Traté durante un tiempo de soltarme las esposas, moviendo las manos suavemente, para que él no se despertara, pero tratando de sacar las manos de las esposas. No pude soltarme y el cansancio me venció, me quedé profundamente dormida.

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