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La virginidad robada (2)

en Fantasías Eróticas

Se hizo el silencio en la habitación. Diego quedó perturbado y no alcanzaba a reaccionar. Eden  tomo el control, bajando el volumen del equipo, respondió a su hermano.

-¡Estaba durmiendo!- respondió con brusquedad, esperando que su hermano lo creyera.

-Bueno, sólo era  para avisarte que saldré un rato, regresaré en una o dos horas.- Los cuerpos de ambos se destensaron al oír esas palabras.- Cierra las puertas con llave, yo tengo las mías cuando vuelva. Adiós.

-Adiós.- Dijo ella y oyó como los pasos de su hermano se alejaban. Por último, se escuchó un jaleo en el living y un abrir y cerrar de puerta estruendoso.

Eden  tomó su larga camiseta holgada, se la puso y  con sigilo abrió levemente la puerta para cerciorarse de que estaba todo vacío, y así era. Iba a darse la vuelta, cuando por la espalda Diego la abraza, tomándola por la cintura.

-¿No hay nadie?

-No, todos se fueron.- Rió mientras Diego le lamía la oreja.- Qué extraño que no se preguntaran por ti.

-Sabían que tenía universidad mañana, no se extrañaron de que me fuera.

-A todo esto- Dijo Eden, dándose la vuelta para quedar frente a él- Debes irte.

-No quiero.- Habló infantilmente, y a continuación, la beso con la misma furia de hace unos instantes. Bajo sus manos hasta las nalgas de ella y las apretó con fuerza, levantándola un poco. Eden se sintió incómoda, y con fuerza, aunque respetuosamente lo alejó de ella.

-Debes irte, mi hermano llegará y no tendré excusa para sacarte de aquí.- Diego la miró con cierta curiosidad por segundos. Dio un suspiro, y comenzó a vestirse. Eden hizo lo propio recogiendo sus pantalones para ponérselos.

-A todo esto- soltó con aire despreocupado- ¿Cómo es que eras virgen?- Sintiéndose avergonzada por la pregunta, le dio la espalda sutilmente.

-Es que…no sé. No tuve la oportunidad.

Diego, que ahora estaba vestido por completo, fue donde ella y la abrazó ahora con ternura.- ¿De verdad te gusto?

Cohibida como estaba, evitaba su rostro. No le gustaba sentirse intimidada por los hombres, en especial por Diego, pero cada vez que él la tocaba, su corazón se desbocaba y él, a sabiendas de esta reacción, la acercó hacia él.- Ya te lo dije.

-Quiero escucharlo de nuevo.- Repitió burlescamente.

Ella rió.- Desde hace años que me gustas…desde que tenía quince.

-¿Quince? Ahora tienes veinte, harto tiempo.- Se rió nuevamente y la besó en los labios discretamente. Ella se lo respondió en el acto, incluso entregándole más pasión de lo que correspondía. Lo tomó de la nuca para acercarlo a ella e introducir su lengua y jugar con la de él. Diego comenzó a sentir una palpitación en su entrepierna, algo que quería asomar “la cabeza” de entre su cierre.

-Para – le susurro.- Quieres que me vaya y me estás poniendo aún más caliente.- Se alejó de él al acto, riéndose.

Ya en la puerta, Diego se despedía de ella. Notó el sonrojo, aunque Eden trataba de disimularlo. Su  altanería, que ya estaba bastante destruida, seguía resistiéndose; pero ahora no le importaba, incluso podía entender la reacción de ella hacia él, siempre comportándose hostil con él. Todas las chicas utilizaban la técnica del desprecio para atraer a un chico, pero a Eden, había veces en  que se le pasaba la mano.

Tomó la iniciativa y la besó, cortamente.- Mañana vendré nuevamente.- Sentenció y sin mirar atrás se alejó, para abrir la rendija de la casa y subirse a su auto.                                                                          Quedando sorprendida, atinó a sonreír un poco y a despedirse con la mano cuando el auto en retirada, se alejaba.

A la tarde siguiente, mientras Eden hacía los quehaceres de la cocina, llegó su hermano junto a dos amigos más.  Joshe y Diego.                                                                                                                                          Les abrió la puerta y saludando cortésmente a todos, se dirigió nuevamente a la cocina. Ella y Diego sólo se dieron una mirada furtiva y con cuidado, él le rosó la mano.

Se sentaron en los sillones, estirando los pies en los brazos de los asientos. Nadie les reprochaba nada, ya que eran tantos los años que los unían, que no importaba. Los amigos de Martín como siempre miraban a su hermana de reojo, y aquel día se veía radiante. Diego se reía a sus adentros, infiriendo, tal vez en la razón. Vestía unos jeans rasgado en la rodilla, con unas pocas hilachas sueltas, que dejaban al descubierto un culo hermoso y arrogante; una polera negra, holgada, pero se ceñía bastante bien a su cuerpo, haciendo relucir su cintura y sus senos.  Traía el cabello tomado como siempre, dejando al descubierto su mate y largo cuello, llevaba algunos pañuelos y pulseras amarrados a sus muñecas. Diego trataba de no mirarla demasiado, como siempre, pero le resultaba imposible. Por tiempos, sus miradas se cruzaban,  y ella sonreía.                                                             

Eden no prestaba atención a la conversación de ellos,  pero de pronto prestó atención a cierta parte:

-¿Y? ¿Irás a la fiesta del sábado?- Preguntaba Martín a Joshe.

-No, no lo creo, me quedaré con Lucía en su casa.- Respondió este.- ¿Y tú Diego?, supongo que irás con Lorena.

El interpelado se puso de una pieza al oír el nombre de su novia. Al otro lado, en la cocina Eden sólo apretó la mandíbula como demostración a lo oído, por lo demás, no cambió nada.

-¿Tú crees que irá con Lorena?- Rió Martín- Este tipo con lo caliente que es, irá sólo, para poder pescarse a alguna perras en la fiesta.

Diego rió incómodo con esas bromas, miró a Eden y no había nada distinto. “Quizás no ha oído nada”  pensó, pero conociéndola, lo oyó todo. Sus amigos iban a seguir molestándolo, cuando el celular de Martín sonó. Era un mensaje.

-Es la vero quiera que la pase a buscar, pero mi auto está en el mecánico.

-Llévate el mío- sugirió al acto Diego- Así pasas a dejar a Joshe, que necesitaba ir a buscar los trabajos.

-Sí- saltó Joshe- Necesito estar allí antes de las cuatro.- Bien, dos pájaros de un tiro, se dijo Diego.

-Yo te espero aquí- Anunció Diego.

-¿Te quedarás aquí?- Preguntó Martín.

-Sí, no quiero venir tocando el violín entre Verónica y tú.  Te espero para que me devuelvas el auto.- Martín dudó un poco,  pero lo recapacitó, quería un rato a solas con su novia y no la veía desde haces unas semanas, además no corría ni un peligro dejando a su amigo en casa ¿verdad?

Cuando Diego hubo entregado las llaves, Joshe y Martín salieron de la casa. Se dirigió a la cocina, en dónde Eden estaba lavando los últimos trastos de loza. Cogió una taza de las que ya estaban limpias y vertió un poco de agua en ella. La bebió, provocando ruidos con su boca para molestar a la seria mujer que estaba a su lado. Bebiéndola toda, volvió a dejar la taza junto al resto de loza sucia. Eden no dijo nada.

La observó por otro rato, y al ver que no pensaba hablarle, él comenzó.

-¿Estás enojada?- L e preguntó con inusitada inocencia y una mirada picaresca.

-No.-Contestó secamente.

-¿Por qué no me hablas?

-¿Tendría?

Lo dejó sopesando su respuesta.- Después de lo de ayer, tendrías.

-Vete con tu novia y déjame en paz.

-¡Ajá!- Rió Diego- Estás enojada porque tengo novia.

-¿y por qué crees que lo estoy, estúpido? – Dirigiéndose a él por primera vez.-Tienes novia y la engañaste conmigo y de pasada no me dijiste la verdad.

-No tenía porque decírtelo, tú tampoco me lo preguntaste.

-Bueno ahora sé que hay que preguntárselo a cada persona con la que me acuesto.- Dijo con sarcasmo.

-Tú sólo te has acostado conmigo.- Se burló. Ella lo miró tragándose todos los improperios que quería tirarle, pero se contuvo. Seco sus manos con un paño y comenzó a limpiar el lavavajillas.

-No seas tonta, si hubiera sabido que me acostaría contigo ayer, hubiera terminado con Lorena ayer mismo.

-Era virgen, pero no idiota.- Se mofó ella, riendo con suavidad. Diego también rió.

-De verdad, te cambiaría una y mil veces por la zorra de Lorena, tú me gustas desde antes.- Eden volvió para mirarlo. Diego percibió un deje de debilidad, era su oportunidad para franquearla.

Se situó detrás de ella y la abrazó, haciendo que su paquete chocara suavemente con sus nalgas. Ella se estremeció, pero no se movió.

-Sabes que me gustas, es más hoy mismo  terminaré con ella.- Le susurró al oído.

-¿De verdad?- Preguntó con inocencia.

-De verdad.- Diego bajo con sigilo su mano hasta el entrepierna de ella. Comenzó a desatar su cinturón, a bajar el cierre y a introducir la mano por encima de su braga. Ella lo detuvo.

-Mi hermano…

-Shhhh, no llegará.- Con la otra mano masajeó uno de sus senos, mientras que con la otra, introducía lentamente sus dedos en su vagina, haciendo a un lado la tela de la braga. Despacio para no asustarla, aún era primeriza. Eden comenzó a soltar jadeos  continuos. Diego se mecía sobre ella, haciendo que el culo de ella rozara su pene escondido aún.  Ahora introducía tres dedos en su concha, el anular y del medio, se metían en su vagina con mayor frecuencia, mientras que con el índice masajeaba su clítoris, su suave clítoris. Ahora no eran jadeos, si no gemidos aún bajos, controlándose. La mano de Eden se situó encima de la mano que Diego tenía sobre su pecho.  Diego pensó que lo haría parar, pero para su sorpresa, la hizo bajar para luego subir por debajo de su polera y de su sostén y así ella misma se amasaba su teta, junto a la mano de él. Diego apretó su pezón con fuerza y ella soltó un fuerte gemido.

La vagina estaba demasiado húmeda, el jugo de la concha recorría la mano de Diego, que ahora había olvidado “el no asustarla”  y la penetraba con sus dedos con más fuerza. Eden estaba extasiada, aunque los empujes de Diego eran tan fuertes que casi la tiraban contra el lavaplatos. Tuvo que soltar su seno y apoyarse con ambas manos. En menos  de cinco minutos, Eden había alcanzado el orgasmo, que ahora no temía en dejarlo oír y lo gritó. Pensó que Diego la dejaría descansar, pero este la volteó con brusquedad.

Quitó su polera, a lo que ella accedió de inmediato. Sacó el sostén y ambas tetas quedaron al descubierto. ¿Habían crecido?   Diego creyó que sí, aunque quizá la oscuridad de ayer le mintió. Eran grandes y levantados, estaban muy juntitos, y se dibujaba con facilidad la gaviota. Diego se abalanzó sobre ellos. Pasando su lengua por los pezones, que ahora estaban duros y parecían pequeños caramelos. Se detuvo en una teta, chupándola por completo. Una de sus manos la bajó hacía su culo y se lo apretó con fuerza. Ella dio un respingo, pero no dijo nada, se denotaba por sus gemidos que no quería que parara. La excitación subía por Diego, que sin aguantárselo, mordió uno de los pezones. Eden dio un grito, que más de dolor era de placer, le gustaba. Se pasó a la otra teta haciendo lo mismo.

Sin aguantarlo más, Eden tocó el pene de él  por encima del pantalón. Diego se mantuvo quieto, otra jugada inesperada.

-Sí que viste mucho porno ¿No?- Ella lo miró sonriéndole, para luego abalanzarse sobre su boca, y devorarlo literalmente. Mientras lo besaba, acariciaba con más fuerza su verga;  desabrochó el pantalón, bajó el cierre, con una maestría increíble. El pantalón cayó al suelo. Deslizó suavemente el  bóxer de este hacia abajo y ahora con fuerza le apretó el pene. Diego que seguía besándola, gimió ante el apretón. Se quedó mirándola un poco pasmado. Ella lo alejó un poco, el espacio suficiente como para poder arrodillarse ante él.

Con delicadeza, se lo acarició. Tiró del frenillo hacia tras, para dar para al glande inmenso, que parecía cobrar vida. Sacó su lengua y comenzó a pasarla por todo la verga lubricada. Puso especial énfasis  el en glande, paseando su lengua por el orificio una y otra vez, como sabiendo que eso volvía loco a Diego, que miraba al cielo y se apoyaba con  dificultad en la alacena que estaba en su espalda. Luego de un rato, lo introdujo en su boca despacio, hasta que de a poco ya lo tenía casi completo en su boca. Lo sacaba y lo metía cada vez más raído, masajeándolo a la vez con sus manos. Diego no podía más, en cualquier momento acabaría dentro de la boca de ella. No quería eso. La detuvo en seco. Eden un poco consternada, no sabía qué hacer. Hizo que se parara, para luego besarla con toda la pasión que podía.

-Date la vuelta.- Le pidió él.

Eden dudó.- Diego yo…

-Lo sé, sé que eres virgen, no te haré daño, lo juro. Sólo hazme caso.- El tono que ejerció Diego, le dio confianza. Se dio la vuelta y quedo de espaldas a él.

Que hermosa era. Diego fue bajó lentamente los jeans y sus bragas. Eden levantó los pies  y los estorbos desaparecieron. Se quedó allí, arrodillado ante el imponente culo que estaba frente a su rostro. Sin resistirlo lo acarició, nalga por nalga, a rato lo mordisqueaba con  suavidad.  Mientras lo hacía, llevó una de sus manos a la vagina de Eden y comenzó a masturbarla, ya sin asomo de suavidad, ahora con estrepitosa fuerza. Ella comenzó a gemir, los gritos procedían más allá de su garganta, nacían desde su vientre, producto del calor que Diego le provocaba. Retirando  su mano, que parecía estar empapada por los jugos de su conchita, los paso por entremedio de ambas nalgas, pasándole la mano una y otra vez, esperando a que actuara como lubricante, no quería dañarla.  Se levantó, tomó su pene entre sus manos y comenzó a pasearlo en la abertura del culo. Eden se tensó, pero como siempre, no decía sus quejas en alto.

-Tranquila- le calmó- te dije que no te dañaría.

Abrió sus nalgas y divisó el pequeño culito que tenía, parecía apretado. La desviriginaría, otra vez.

Con cuidado, fue introduciendo el glande en su agujerito. Todo bien, ella no se tensaba. Despacio, fue introduciéndolo, hasta que logró meter todo el glande ¡Dios! Solo tenía la cabeza dentro de ella y ya se sentía genial. Ahora que tenía ambas manos libres, comenzó a amasar una de sus tetas, y con la otra volvió a masturbarla, para que tuviera placer y se olvidara del pene en su culo. Funcionó, comenzó a gemir desesperadamente, si que estaba cachondo. Ahora, con cautela comenzó a introducirlo. Qué cálido se sentía. Llevaba la mitad de su pene dentro, cuando Eden le habla:

-Para, no lo hagas, comenzó a dolerme.- Le dijo débilmente, ya que aún seguía  gimiendo por la mano en su concha. No lo sacó, sólo detuvo la penetración. Entonces comenzó a masturbarla con más prisa, apretando con el pulgar y el índice el clítoris, con mucha fuerza. Eden apeas podía sostenerse, sus piernas se doblaban, además, con la otra mano, Diego seguía apretándole su pezón y manoseaba su teta con presura. Estaba en el cielo, sentía un placer tan grande, creía desmayarse.

Percatándose Diego de esto, comenzó nuevamente a penetrarla, pero poco a poco también él perdía la calma, quería cabalgarla como a un caballo, chocarla hasta el fondo, llegar más allá de sus entrañas. Pero no, el daño, una parte de él no quería herirla, así que de a poco, de a poco.  Llegó un instante en que Eden no aguantaría más y fue en ese mismo instante en que Diego introdujo toda su enorme verga en ella. Dio un grito de dolor, mezclado de placer.

Él se detuvo.- ¿Te duele mucho?-. Estaba resignado a retirarla, cuando la respuesta de ella lo dejó de uno.

-No- respondió entre jadeos- pero si te detienes me dolerá más.

Se quedó en silencio unos segundos y comenzó nuevamente. Ahora con ambas manos sujetaba sus caderas y lentamente fue sacando el pene, era delicioso hacer, estaba tan apretada. Eden se quejaba un poco, pero le animaba a que siguiera. ¡Qué tipa! Cuando estuvo completamente afuera, a excepción de su glande, lo metió de nuevo por ese hoyito tan cerrado. Ella se quejaba de dolor y con razón, un hilo de sangre brotó desde su culo, pero no lo suficiente, ya que mientras se lo sacaba y metía con tranquilidad, este desapareció. Y así fue, hasta que Diego fue agarrando velocidad y cuando oyó que los quejidos de Eden se fueron transformando en gemidos, comenzó a hacer lo con fuerza. Agarrándola de las nalgas, la tiraba hacía él y se oía el chocar entre ambos.  El placer lo invadió por completo y olvidándose de que si aún ella tenía dolor, la embistió con todas sus fuerzas, hasta el fondo. Eden sentía que la partía en cada estocada, pero el placer era mayor y se entregó por completo a la verga de Diego. El ímpetu de él era demasiado, obligándola a afirmarse con fuerza del lavavajillas. Ambos gemían al unísono.  Diego la penetraba una y otra vez sin descanso. Se encorvó hacía delante y comenzó a besarle la espalda, a lamérsela, recorriéndola hasta dónde le era posible llegar.                                                                                                              Decidió soltarle el pelo. Con cuidado tiró de la cinta, y su cabello cayó con plenitud arriba de su sudada espalda. Era un espectáculo precioso. Tenía el cabello largo, castaño oscuro, que brillaba y que se movía con cada penetración que le hacía a Eden. La tomó por la cintura y la atrajo hacia ella, que dando ambos erguidos. Le besó el cuello, los hombros. Ella gemía con tanta fuerza, que excitaba aún más a Diego.

Eden buscó una da las manos de él, la bajo hasta su entrepierna y se la introdujo en su concha. Diego no lo dudó y comenzó a penetrarla con sus dedos por la vagina también. Ahora gritaba, parecía enloquecer de placer. La tiró hacia delante nuevamente, haciendo que quedara prácticamente en cuatro nuevamente. Con todo lo que le quedaba de fuerzas, la penetró con todo, a veces parecía quebrarla, pero Eden se sujetaba firmemente, y lo mejor de todo…lo disfrutaba.

Diego no aguantaba más, sentía que toda su sangre se agolpaba en su pene, que yacía apretado entre las apretadas nalgas de Eden. Iba a acabar, ahora sí quería terminar y dentro de ella. La atrajo hacia él, agarró ambas tetas y apretó con furia los pezones, y acabó.                                                       Eden que no daba más de orgasmos, parecía convulsionar a cada penetración de Diego, acabó junto a él. Sintió como el semen la recorría entero por dentro, incluso se oían goteos, ya que algo de la leche esparcida en su culo, buscaba salida y caía al piso.

A ambos les temblaban las piernas, era como si desfallecieran de un momento a otro. Ella se separó de él, y se apoyó en el lavamanos, que parecía estar suelto después de todo.                                                         Estaban agitados, cansados. Diego se volvió a observarla y ella ya lo estaba mirando. Era una mirada descarada, le gustaba. Se acercó la tomó por la cintura y comenzó a besarla. Eden le respondió en el acto. Jadeante, Diego se alejó un poco para poder hablarle.

-¿Te ha dolido?

-No.- Le respondió. Estaba cansada, se notaba en su mirada. Le acarició el rostro, para luego volver a besarla, ahora con más pasión.

Sin darse cuenta, ambos se volvían a poner cachondos. Ella lo ponía cachondo. El tono de sus besos eran cada vez más pasionales, devorándole los labios. Si ella se lo pedía, el pararía, pero si quería seguir… ¿Qué más podía hacer un hombre?

La tomo por el culo y la sentó bruscamente en el borde del lavavajillas. Este se meció, pero no le prestaron importancia.  Lo envolvió en sus brazos y lo atrajo hacia ella. Cuando estaban casi juntos, entrelazó sus piernas alrededor de la cintura de Diego, de esa forma ambos sexos chocaron. El pene erectado en su totalidad, rosó el clítoris de Eden, arrancándole un gemido. Diego rió calladamente. La apretó contra él, iba a penetrarla nuevamente, cuando ella se quedó quieta, dejó de besarle y ladeó su cabeza hacia el living vació.

-¿Qué sucede?-Inquirió él.

-Alguien viene.-Dijo ella seria, tratando de agudizar sus sentidos.

-No te preocupes no vie…

Y en ese preciso instante oyeron un llavero muy sonoro, y una llave que giraba la perilla.