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La virginidad robada (4) N

en Fantasías Eróticas

Martín, Joshe y yo nos quedamos esa mañana…aunque también se quedo Lorena con nosotros. En cuanto se despertó se pegó a mí, cerca muy cerca mientras tratábamos de tomar desayuno. Cuando todos estábamos en la mesa, apareció Eden, saludándonos, aunque ahora ni siquiera me miró. Me evitó todo el rato. Robó algunos panes y un vaso de jugo y fue a encerrarse a su habitación. Tenía sentimientos encontrados. No quería dañar a Lorena, sé que la utilicé con un fin no tan caballeresco, peeeeero no quería estar con ella, lamentablemente me gustaba Eden y mucho. ¿Qué haría? Bueno, en parte ya lo tenía decidido. Mañana llegaba supuestamente el tipo con que Eden estaría. Tendría qué arreglármela de alguna forma para estar allí a esa hora y también encargarme de Martín para que estuviera fuera.

-Lorena- Dije mientras íbamos en el auto de vuelta a dejarla en su casa.- Lo siento por lo de ayer.

-¿Por qué lo sientes?

¡Ay! Me dolió el estómago.- Porque…no me gustaría que te formaras falsas expectativas, ya sabes.

Me detuve enfrente a su casa. Me volví a mirarla y no me gustó su expresión.- ¿Falsas expectativas?

-Ya sabes, lo de ayer fue como una recaída ¿No?

Vi como se engrifaba como una gata, sus ojos se desorbitaron un poco.- Una recaída.-Dijo reafirmándolo.

-Sí, lo que pasa es que…- No alcancé a terminar cuando ¡Zaz! Me suelta un cachetazo que llega a voltear mi cara.

-¡IMBÉCIL!- Soltó y al salir mi puerta retumbó, con un estruendo al cerrarla.

Ese golpe no me lo esperaba. Me dolió bastante, sentía arder mi mejilla izquierda. No sé cuánto tiempo estuve así, quieto, como asimilando lo que me pasó. Nunca me habían dado una cachetada y la situación me resultó demasiado jocosa, de la nada comencé a reírme a boca tendida, no pude controlar mi risa, incluso algunas lágrimas salieron de mis ojos de tanto reírme. Cuando me vi calmado, comencé a acompasar mi respiración para abandonar la risa, pero no pude aguantar sonreír mientras manejaba devuelta ¡me golpeó!

-¿Te golpeó?- Me preguntó Joche atacado de risa igual que yo.

-Sí.

-¿y qué hiciste?- Martín estaba divertidísimo.

-No sé. No me lo esperaba, me quede quieto, pero luego me vino un ataque de risa impresionante.- Me bebí lo último que quedaba en mi jarra de cerveza, llamé al mozo para pedirle más.

-¿Y por qué no quieres estar con Lorena? Igual es hot.

Yo miré a Martín, sopesando el decirle que me gustaba su hermana, pero no quería estirar la cuerda.- No era lo mismo, como que me atosigaba un poco.

-Bueno, hay mujeres y mujeres.- Dijo Joshe- ¿y qué onda con la tuya?

-¿Vero? No, con Vero ningún problema.-Respondió Martín. Nosotros le hicimos un “Uuuuuuu” molestándolo.- Estoy pensando en irme unos días con ella a la playa. Ya sabes, antes de que las vacas de primavera se terminen.

¿Días? Esta era mi oportunidad.-¿Cuándo quieres irte?- Le pregunté.

-No sé, no quiero dejar a Eden sola.

-Martín, Eden ya está bien grande.- Habló Joshe, riendo cuando pronunció el “grande”.- Vete con ella.

-Sí- le azucé- Además con que te escapes unos dos días estás listo. Ella queda feliz y no despreocupas la casa por tanto tiempo.

Martín quedó sopesando la posibilidad de irse.- Sería genial, pero mañana viene el cobrador del arriendo en la tarde y debo pasarle el dinero que dejaron mis padres antes de irse.

-¿Y Eden no puede encargarse de eso?-Joshe

-No, me dijo que iría a quedarse a la casa de una amiga hoy, hasta pasado mañana.-

-Si es por eso,- dije- yo me encargo. Yo puedo pasar por tu casa a esa hora y entregarle el dinero.- Me ofrecí como buen amigo que soy.

-¿De verdad?

-Sí obvio.

-Genial, gracias Diego.- Y me dio un golpe en el hombro sonriéndome.

Como lo dije, me ofrecí. Llegó el mañana y estaba plantado a las siete en la casa de Martín, escuchando sus indicaciones antes de irse.

-Ya, mira aquí está el dinero, puedes quedarte en mi habitación si quieres.

-No, sólo esperaré a tu casero. ¡Y tranquilízate!- Lo moví de los hombros.

-¿No se me queda nada?

-No.

-Emmm, toma las llaves. Yo me llevo el llavero de mi papá.-Acercó sus manos hacia mí y las dejó caer en mis palmas.

-¿Para qué quiero las llaves?

-Ya que Eden no está, cuídame tú la casa, igual si puedes quédate, me sentiría más tranquilo.

-¿Sabe tu hermana que estaré aquí?

 -No, no creí necesario decírselo.-Tomó una pequeña maleta y se dirigió a las afueras, lo seguí. Allí estaba su auto con Verónica dentro. Me incliné y la saludé.

-Listo, ¿Tengo todo?

-¡SÍ!- Le grité.- Anda, vete, vete.- Ambos reímos.

-Gracias por este favor.

-No hay de qué.- Se subió y arrancó al instante. Pude ver como ambos se despedían de mí, yo hice lo mismo. Cuando vi que doblaban la esquina y desaparecían de mi vista, no pude evitar el que en mi cara se dibujara una sonrisa pérfida, al estilo “grinch” sólo me faltaba bufar un “buajajajaja”, pero eso ya sería demasiado ¿no?

Eran las siete y media. Según lo que escuché, estarían allí a las ocho. Tomé un vaso de jugo del refrigerador y me fui a recluir a la habitación de Martín, a esperar el momento. Estuve viendo televisión, cuando escucho que abren la puerta de entrada y unas voces resuenan. Bajé el volumen de la tv, para poner atención.

-¿No hay nadie?-Dijo un tipo.

-No.- Eden se escuchaba un tanto fastidiada.

-¿y tu hermano?

-Se fue unos días a la playa.

-Así que estamos solos.- Cuando dijo eso, sentí un leve cosquilleo en mis palmas.

-Ya, suelta- Se quejó Eden- Ve a mi pieza y espérame allí.

Oí unos pasos que entraban por el pasillo, me dio la impresión de que llegarían hasta la habitación en la que yo me encontraba, pero se detuvieron en la habitación contigua, en la de ella.

Unos segundos después, los pasos rápidos de Eden se acercaron a su habitación y cerró la puerta tras de sí. Me levanté de la cama y me acerqué a la pared que unía a ambas piezas. Me pegué a la pared como una ventosa, tratando de oír algo, pero nada. Hablaban muy bajito.

Abrí la puerta en extremo silencio. Al dar mis pasos primero colocaba el empeine y con cuidado bajaba el talón hasta colocar mi pie entero. Repetí ese proceso hasta llegar a un costado de la puerta, me acerqué a la puerta y escuché claramente.

Escuché unos jadeos, pero no eran de ella, sino de él, apreté la mandíbula para no hacer nada. No decían nada hasta que Eden habló.

-Oye…espera, espera, así no.

-¿Qué? ¿Qué sucede ahora?- Habló el tipo algo irritado al ver la resistencia de ella.

-Estás muy agresivo, como si estuvieras desesperado.

-¿Y qué quieres? Ante nunca pudimos llegar hasta este punto, y ahora me llamas y no me dejas ni sacarte la ropa.

-Ve más despacio, ¿Acaso no conoces el preámbulo?- Cuando dijo eso, me reí. En mi mente había una vocecilla que decía “Así Eden, no le des la pasada”

-Está bien.-Respondió.- El silencio volvió, y mis ansias de entrar e irrumpir allí se iban acrecentando.

-¡No!- Gritó ella. Me espanté, quizás que le hizo el muy hijo de…iba a abrir la puerta, cuando Eden vuelve a hablar.- ¿Sabes qué? Basta, no puedo.

-¿Pero que hice ahora?

-Estás ansioso, me haces daño al acariciarme. Cuando te encuentres más calmado, vuelves.- Mi vocecita dijo “Sí Eden”

-¿Y qué? ¿Quieres que me vaya?

-Sí.

-¿Crees que estoy para tu juego?- La voz del tipo de elevó, se notaba que se estaba enojando.-No me iré de aquí sin lo que vine a buscar- Amenazó.

-¡Suéltame!- Gritó Eden, ahora sí que entraba, pero nueeeeeeevamente algo me detuvo. El tipo gritó un “¡¡AY, MIERDA!!” y oí como alguien caía al suelo.

-¡Última vez que me tocas pervertido!- Le espetó.-¡ A la próxima, puedes despedirte de tu deseo de tener hijos!

“¡Sí! Eden, Eden, Eden” vitoreaba mi vocecilla. Le había golpeado en las bolas, y muy fuerte por lo que pude ir.

-Ahora levántate y ándate, no quiero llamar a la policía.- Oí como Eden se acercaba a la puerta para abrirla. Corrí como un ladrón a encerrarme a la habitación del Martín, tratando de no provocar mucho ruido con mis pasos.

Se abrió la puerta, Eden salió, se dirigió al living y abrió la puerta de entrada. Detrás de ella, con pasos más lastimosos, salió el tipo. No escuché el cerrar de la puerta, así que entreabrí la puerta y pude ver que Eden estaba en la reja del jardín, hablando con el chico, muy seria.

Cerró la verja, entró a la casa, se sacudió los pies y al darse la vuelta, me vio. Estaba sentado en uno de los sitiales, muy campante, sonriéndole. Estaba boquiabierta, se le notaba.

-¿Y tú?, ¿cómo entraste?

- Tu hermano me dejó aquí para pagar el arriendo.

Pensó unos segundo antes de hablar.- Tú…  carraspeó- ¿Escuchaste…?

-Todo.-Le dije irónico.- Si que lo pasas bien en la casa de tu amiga.

-¡Tú no tienes derecho a espiarme!

-¿Crees que quería espiarte?, no seas ridícula. Además, estaría en mi derecho, ¿Acaso sólo tú puedes hacerlo?- Se sorprendió.- Sí Eden, me di cuenta cuando te metiste a vernos a Lorena y a mí.

Vi como una oleada de sonrojo subía por su rostro. Me paré para quedar a su altura.

-Pensé que no tenías novio…al parecer sólo querías perder tu virginidad- Solté sin pensarlo, pero ya lo había meditado.

-¿Qué?

-Ya sabes, lo del chico de hoy ¿Ahora te siente preparada?- Dije satíricamente.

-Si yo traté de hacerlo, fue porque eres un mentiroso.- Se enojó

-¿Mentiroso?

-Dijiste que terminarías con tu novia, y en la fiesta vi como te la follabas en mi propia casa.

-Para tu información, yo ya había terminado con ella.- Vi como titubeó al decirle eso- pero la que comenzó con los engaños, fuiste tú.

-¿Yo?

-No te hagas la inocente, que no te queda. ¡¡Te escuché el otro día como cogías con un tipo!!

Su cara se deformó. Ambos quedamos en silencio. Luego de unos instantes, caminó lentamente hacia mí y sin previo aviso ¡¡zaz!! Que me planta una cachetada, el doble de fuerte de la que me dio Lorena, dos cachetadas, en dos días. Récord.

-En verdad que eres un troglodita. Yo nunca estuve con ningún tipo, imbécil, ¿sabes lo que hacía? ¡¡Veía porno!!- gritó totalmente iracunda- ¡¿y por qué veía porno?! ¡para poder estar a tu altura, patán!- y ¡zaz! Que me suelta otro golpe, pero ahora en la mejilla izquierda, volteando mi cabeza para el otro lado.

Me quedé doblemente quieto. Se situó tras de mí y me empujó hasta la salida y cerró la puerta en mi cara. Me apoyé en la pared y así me quedé. Asimilando ambas cachetadas y el estúpido malentendido en el que me había metido. ¿Para estar a mi altura?...y yo que me revolqué con Lorena para hacerle daño.

Habrán pasado unos cinco minutos, cuando decidí entrar. Por suerte, traje las llaves conmigo y entré sin golpear. Eden estaba sentada en el sillón. Me miró, pero no dijo nada.

-En verdad lo siento Eden, todo fue un enredo.

-Debiste habérmelo preguntado antes de actuar.

-Creí no tener derecho a preguntarte si tenías algo con alguien, al fin y al cabo…tú y yo nunca formalizamos nada.

Se irguió.- ¿De verdad habías terminado con ella?

Su pregunta me pilló de uno.- Sí, te dije que lo haría.

-¿y ahora volvieron?

-No…sólo estuve con ella, por…despecho.- Me costó admitirlo.

Guardamos silencio. Yo bajé mi mirada al suelo, incómodo. Cuando levanté mi vista, quedé impresionado. Eden se estaba quitando el sostén. La única prenda que le quedaba. Las restantes, yacían en el suelo. Se presentaba desnuda ante mí, era un diosa. Caminó en mi dirección, se paró a unos cuantos centímetros de mi, tomó una de mis manos y la posó en su teta cálida y turgente.

-Tómame.- Dijo sin agregar más nada.

Acercó su boca  a la mía y la devoró con pasión. Un poco pasmado, no supe reaccionar bien. Sólo ella trabajaba. Cuando sentí palpitaciones en mi entrepierna, reaccioné. La agarré por la cintura para apegarla a mí. Bajé mis manos hasta su culo y se lo apreté con fuerza. El tenerla tan desinhibida a mí, me dieron ganas de fallármela con fuerza. Ahincándome un poco, la tomé por los muslos, a la misma vez en que me volteaba para dejarla contra la pared, quedando en la famosa posición “la paraguaya”. Como su cabeza estaba más arriba que la mía, sus tetas quedaron a merced de mi boca. Las lengüeteé pasando de una a la otra. M encantaba sentir el peso de su teta sobre mi cara. La caída de su seno era hermosa, sus pezones rosados tan duros, entraban y salían de mi boca, mordisqueándolos.

Con una mano, con gran dificultad desabroché mi pantaloncillo corto. Como la tenía asida desde los muslos, me costaba un poco sostenerla y dejar a mi “amiguito” libre. Tuve que empujarla con brutalidad contra la pared, para así poder bajar mi  bóxer. En cuanto estuvo libre, mi verga apareció erguida y ya lubricada. Eden se aferraba a mí, tomándome por la nuca y hundiendo sus pechos en mi cara. Al ver hacia abajo, pude ver como su conchita  goteaba líquidos, se veía el néctar transparente y viscoso correr por toda su abertura. La apreté aún más contra la pared, presionándola a la vez con mi cuerpo también. Metí una de mis manos por debajo de su muslo, para poder llegar a su conchita. Con el exterior de mis dedos, rosé los labios de su vagina, haciendo que soltara pequeños gemiditos. Levantando aún más su muslo, mi mano logró tener mayor libertad y pude introducir un tanto mis dedos. Estaba tan tibia, era una sensación de calidez estupenda. Al hacerlo se sujetó con fuerza a mi espalda, sus uñas se enterraron en ella. Por suerte las traía cortas, comenzando a soltar quejidos cada vez más fuertes en mi oído.

Quería penetrarla, así que haciendo más fuerza, la alcé, manteniéndola todo el instante apegada a la pared. Con mi única mano libre, redirigí mi verga, apuntando a su culito. Apegándome más a ella, mi pene encontró su estrecho hoyo. Subí mi mano con cuidado a sus nalgas, y ahora, bajándola con cuidado, comencé a penetrarla. Fieros gemidos escaparon de la boca de Eden, mientras su culo iba atrapando entre sus nalgas mi pene. Cuando sentí que ya estaba la mitad dentro, la dejé caer, empalándola hasta el fondo. Solté un quejido al hacerlo, mi pene estaba tan aprisionado en el interior de ella, que me provocaba un placer inmediato. Eden cerró los ojos y se mordió los labios acallando un fiero orgasmo. Ahora que estaba completamente adentro, la volvía tomar por las caderas, la subí lo suficiente y la dejé caer nuevamente, ensartándola hasta el fondo. Ella no pudiendo aguantarlo más, soltó un jadeo de lo más excitante, inclinó su cabeza sobre mi hombro, y dijo: “más fuerte Diego, más fuerte”.

Obedeciendo a sus órdenes, me dispuse a embestirla con toda brutalidad. Mis piernas flaqueaban, pero no me importó. AL hacerla saltar, sus tetas rebotaban como dos pelotas, alzándose y cayendo estrepitosamente, provocando un sonido. Vi como  su sudor bajaba desde su cuello, hasta bordear sus senos, o deteniéndose en sus pezones. Me dediqué a librarla de su sudor con mi boca, mamaba de su teta literalmente. Eden apretaba mi cabeza contra sus pechos. Ambos gemíamos al unísono, creo que resonábamos por toda la estancia. Su culo chocaba con mi pelvis, al moverme tan rápidamente, mis huevos se levantaban y rozaban sus nalgas al dejarla caer de lleno en mi verga.

Cuando mis piernas flaquearon por segunda vez, supe que me correría. –Eden…voy a correrme.- Balbuceé

-Hazlo, hazlo…termina dentro de mí.- Me susurró al oído.

La levanté, hasta que mi pene se vio fuera de su culo, la dejé caer nuevamente, pero esta vez mi verga se ensartó en su conchita, que a estas alturas era como un río. Eden gritó, pensé en que le había hecho daño, pero cuando elevé mi vista. Me tomó el rostro y me metió la lengua hasta las amígdalas. Alcancé a darle tres o dos estocadas más y me corrí dentro de ella. A Eden la recorrió un orgasmo brutal, sus dedos apretaron con fuerza mi nuca. No sé cuánto me corrí, pero fue mucho. Aun sentía como salía semen y más semen, inundándola por completa.

La sostuve alrededor de un minuto en la misma posición.- ¿Eden?

-Dime.-Me contestó cansada.

-Cuando regrese tu hermano, le hablaré de nosotros.

Contuvo la respiración, luego sacó su cabeza de mi hombro y me miró a los ojos. Se quedó sonriéndome para luego besarme tiernamente en los labios.

-Me haces feliz.-Me dijo. Volví a besarla. Cuando la iba a bajar, oímos como la puerta de la reja se abría y oímos como alguien enfadado, despotricaba para sí sólo.

-¡Cómo tan lelo Martín! ¡¿Dónde mierda habré dejado el carnet de conducir?!- Era Martín que se acercaba, movió la perilla de la puerta, no tenía llaves ¿Cómo iba a entrar? Eso hizo que me relajara, pero enseguida recordé que tenía el juego de su padre.

No pude pensar con claridad, no solté a Eden y traté de moverme con ella, pero a mis pies estaban mis pantalones, provocando una traba en ellos. No pude moverme. Perdimos el equilibrio y si no es porque alcancé a sujetarme del borde sobresaliente  de la pared, hubiéramos dado en el piso. Cuando decidí bajarla, era demasiado tarde. Martín estaba en el umbral de la puerta, con los ojos desorbitados y la boca abierta. Allí, los dos desnudos, sudados, contra la pared, con su hermana aún ensartada en mí, no creo que haya sido un bonito espectáculo.

Con Eden no supimos que hacer, ni siquiera nos separamos, sólo atinamos a sonreírle estúpidamente, mirándolo fijamente.

-¡¡Hijo de puta!! ¡¡Suelta a mi hermana!!- Por fin logró articular palabra y no eran muy amigables.

Eden, aún sonriendo, me habló bajito al oído, sin perder de vista a su hermano.- Creo que tendrás que hablar antes. –Nos miramos y reímos.

                                                                                                                                                                             'N.