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La granja 4 (the end)

en Zoofilia

La voz de mi abuela me sacó de mi propia mente, pero mi vista seguía fija en el gran “Dragón”, que ahora me miraba con la respiración agitada y el miembro vibrante.

-Tranquila nenita correrse sin tocarse no puede ser bueno, le pondremos arreglo, - dijo ella con esfuerzo – todo tiene arreglo.

Apenas sentí como alguna de aquellas dos mujeres, mi madre o mi abuela, re-colocaba mi falda, tapando mis azotadas nalgas, mientras lo hacían hablaban entre ellas. Me gustaría ser más precisa, pero mi estado mental me impide saber quien dijo que, ya que solo fui consciente a medias de la conversacional de mis queridas matriarcas.

-¿Has visto que culo tiene la niña?

-Es precioso

-Y así todo enrojecido más aún, ja, ja, ja, ja...

-Si. Dan ganas de volverla a azotar.

-Dejala tranquila que aún se correrá otra vez en “vacío”... ja, ja, ja, ja,...

-Ja, ja, ja,..

De lo único que yo era completamente consciente era de el vibrante cipoton que se cargaba el inmenso perro. “Dragon” parecía tener solo dos posiciones: o mirándome a mi directamente, o lamiéndose sus partes con ansia. De su rojo y puntiagudo pollon manaban cantidades ingentes de líquidos. La visión hacía que yo deseara más, muchísimo más.

No pasé mucho rato en esa posición. Mi madre tiró de mi brazo forzándome a que me sentara en el mismo banco que ocupaba. Supe que quería que le prestara atención, porque me sentó dando la espalda a “Dragón”

-¿Como te sientes? - me pregunto con seriedad, pero con evidente calentura en su voz

-B.. bien... creo...

-¿No ha sido bueno el orgasmo?

-S... si, pero... no sé... m... me falta algo – mi voz debía sonar aún más calenturienta que la de ella.

-¡Lo que le falta a la niña es cipote! Ja, ja, ja, ja... - interrumpió mi abuela riéndose.

-¡Mamá!¡Por favor! - la excitación que sentía mi progenitora hizo que su voz sonara más autoritaria de lo que jamas le había oído al dirigirse a su propia madre.

-¡¡¿Que manera es esa de hablarme a mi?!! - gritó mi abuela con una cólera medio sentida, medio fingida. - ¡¿Que pasa?!, ¡¿Es que también quieres castigo?!

Mi madre me miró con una morbosa sonrisa. Hablando casi en un susurro me dijo.

-Parece que sigue la fiesta. ¿Quieres?

Asentí con la cabeza. Pensé: “¿que pasará ahora?”. Ese pensamiento me produjo una tremenda angustia, pero en lugar de luchar contra esa angustia, la dejé correr por mi cuerpo, el efecto fue un nuevo río de caldos en mi entrepierna.

-Lo siento madre. No debí hablarte así. Perdona, pero es que me he puesto muy caliente, azotando las nalgas de Anita y viendo como “Dragón” te la metía. - dijo mi madre con una seriedad fingida,

-Creo que debería azotarte – contesto la anciana, poniendo una medio sonrisa sádica.

Mi abuela se levanto del otro banco, donde se había sentado para recuperarse un poco del fenomenal orgasmo que el perrazo le había dado. Sin inmutarse por su propia desnudez se aproximó a nosotras, lo que me permitió volver a ver aquel cuerpo y olvidando los tabús mentales, disfrutar de la visión detenidamente.

Su barriga, piernas, tetas y culo estaban pálidas en comparación con sus brazos y su cara, Todo en ella era enorme, aunque no con tanta grasa como cabía esperar. Debido al sobre-peso la piel se veía tensa, solo se le marcaban bastantes arrugas alrededor de los expresivos ojos. Como dije: grotesco pero incitante.

Mi madre se volvió para mirar a la suya durante un segundo, después empezó a inclinarse para tumbarse en el banco, mientras yo me levantaba con la intención de dirigirme hacia el excitado perro para tener mi ración de carne en barra, pero mi abuela nos debuto.

-¿Que se supone que vais a hacer? -dijo la anciana

Volví a sentarme en el banco, junto a mi madre. Cuando me hube colocado mi abuela asió las manos de su hija haciendo que se pusiera en pie, se miraron a los ojos durante menos de un segundo y se dieron sendos besos en las mejillas. Por algún motivo me enterneció aquel beso, con la perspectiva del tiempo he descubierto que me enterneció porque esa fue la primera vez que vi aquellas mujeres besándose.

Tras el ósculo mi abuela se agacho, poniéndose en cuclillas, con las piernas muy abiertas, lo cual me permitió ver su almeja, mostrando los enrojecidos labios menores. Me excité tanto que creí que volvía a correrme.

La anciana puso las manos en los tobillos de su hija, deslizándolas lentamente hacia arriba, deslizándolas hasta las caderas de mi madre por el interior de su pesada falda. Al volverlas a bajar traían asidas las bragas color carne de la madura mujer. Después, mi abuela cogió aquella intima prenda y se frotó con ella su vieja y enrojecida vulva, como si se limpiara con ella, pero, el entrecerrar de sus ojos, decía que no solo se estaba limpiando.

Acuclillada como estaba arrojó las bragas de mi madre a las brasa en las que se había convertido el fuego de la chimenea. La anciana se alzó apoyándose en las caderas de su hija, cuando estuvo de pie cogió las manos de mi madre acercándola a “Dragón”, que ahora respiraba más tranquilo, con solo algo más que la punta de su pene sobresaliendo de la funda. Me fijé en que su mirada no se dirigía al erotizante espectáculo, no le importaba, sus ojos estaban clavados en mi, me llamaban.

Solo conseguí separarme de aquellos penetrantes ojos, cuando mis parientes se colocaron en mi linea de visión, las dos me daban la espalda, aunque en realidad lo que más atención miá atrajo fue el amplio culazo de mi abuela, con aquellas nalgas enormes, de piel tensa, aquella linea divisoria completamente vertical.

La mujerona hizo que su hija se arrodillara en el suelo, sobre su larga falda, junto al imponente perrazo que, ahora si las miraba con intensidad.

-¿Estas preparada para tu castigo nena? - dijo sonriendo mi abuela

-Si – oí apenas musitar a mi madre

-Dale con la boca

-Sssssssiiii...

Inmediatamente mi madre puso las manos en el suelo bajando su cabeza hacia la entrepierna de “Dragón”. Yo me levante como una autómata, no quería perderme detalle de lo que ocurría. Al llegar a su altura pude ver como mi santa madre tenía metida en su boca el trozo de la canina polla que estaba fuera de su funda, no empleaba sus manos cuyas palmas estaban apoyadas en el suelo. La abuela tomó mi mano e hizo que nos arrodilláramos una a cada lado de las caderas de la mamadora.

-¿Que? ¿Te gusta ver como mi hija se la chupa a “Dragón”?

-... - no contesté simplemente asentí.

-No te preocupes – me dijo mi abuela en el oído – después te follará a ti

Mientras asentía me di cuenta de lo enérgico de mi asentimiento

-Pero primero, tengo que castigar a tu mamá. - dijo la mujerona mientras daba unos suaves azotes a mi madre por encima de la falda.

Los azotitos previos hicieron que mi madre se moviera presa de un escalofrío.

La respiración de la anciana hacía que sus inmensas mamas se movieran lentamente, mientras se inclinaba para levantar la parte trasera de la amplia falda de la sometida mujer.

Cuando apareció el culo de mi madre era grande, pero no en exceso, de piel blanca y tensa, como el de su madre. Llamaba la atención un lunar en la nalga derecha en forma de gota o lagrima, algo mas pequeño que un tapón de corcho, estaba junto al corte vertical divisor y caía vertical, paralelo a aquella raja.

Los movimientos de la cabeza de mi madre eran cada vez más abruptos, conforme la polla que mamaba iba saliendo de su funda. Aquel exuberante miembro, saliendo y entrando de la maternal boca, me tenia extasiada.

Me sacó de mi hipnosis el sonido de el intenso azote que la encuerada anciana propino en la desnuda nalga derecha, junto al lunar.

-Ay... - gritó mi madre, sacándose la húmeda carne de la boca – duele.

Durante menos de un segundo pude ver como cimbreaba el canino pollon, ya totalmente descubierto. Lo siguiente fue oir otro azote y el grito de mi abuela:

-¡Sigue chupando guarra!

No habían terminado los ecos de aquel grito, ni del azote, cuando mi madre le apartó la cabeza a “Dragón”, que había empezado a lamerse su badajo, para continuar con su felación.

A partir de ese momento los azotes fueron bastante continuos. Mi mirada pasaba como un rayo desde las nalgas cada vez mas enrojecidas, a la boca de mi madre, que ahora se limitaba a tener el capullo de aquel rojo cimbel dentro, sin moverse apenas. De tanto en tanto miraba la cara de mi anciana abuela, que enrojecía casi tan rápido como las nalgas que azotaba. La expresión de lujuria de aquel rostro sudoroso, normalmente afable, contribuía a que los jugos lubricantes no pararan de manar de mi vagina.

Debieron caerle medio centenar de azotes al culo de mi madre. Azotes que a la abuela a mí, o al menos a mí, nos excitaban cada vez más. No así a mi madre, cada vez chupaba con menos brío el inmenso pene, llegó un punto en el que solo parecía sostener con los labios la nauseabunda carne.

Cuando la mujerona dejó de azotar a su hija, empezó con una lenta caricia por la superficie de aquellas nalgas.

-Shhh... tranquila cariño - musitó la anciana – ya has tenido bastante castigo

Me incliné un poco para ver la cara de mi madre bañada en lagrimas, con la nariz moqueando

-Ahora tienes que venirte – siguió la anciana en el mismo tono – pero tenemos que reservar a “Dragón” para la niña.

Aquellas palabras se me grabaron a fuego, e hicieron que involuntariamente llevara mi mano a mi entrepierna, por encima de la falda. Pero no pude estar más de un segundo, al darse cuenta, la abuela, cogió mi mano por la muñeca llevándola a la parte interior de los muslos de mi madre, al tiempo que decía:

-A ti no cariño, a ti te follará “Dragón”. A tu mamá no le han gustado los azotes pero tiene que terminar ¿La ayudas?

Deslicé mi mano por el interior de aquel muslo, al notar los pelos de el abertura por la que yo había salido, empecé a acariciarlo con cariño, con la misma técnica que empleaba conmigo misma, mientras la anciana seguía acariciando aquel culo.

Acaricié los labios mayores, sintiendo la tupida pelambrera, deslicé mis dedos por el espacio que separa un juego de labios del otro, la humedad aumentó con un mugido que dio mi madre, al tiempo que ella comenzaba a mover enérgicamente, tanto su cabeza como sus nalgas, separé los labios menores con los dedos indice y anular, con mi dedo medio palpé toda la entrada de arriba a abajo, educadamente llamé con el timbre de carne de la parte superior, dos mugidos después sentí mi mano empapada, introduje dos dedos en el corte, la humedad ya me llegaba a las muñecas, los espasmos de aquellas caderas me hicieron perder mi punto de ataque. Aquello me hubiera frustrado a mi, y supongo que frustró a mi madre.

-Dejame a mi, - dijo mi abuela, con la faz más roja que nunca le había visto – tú ocupate de su culo.

La anciana ocupó mi lugar haciendo que los mugidos, las chupadas y las convulsiones continuaran con renovada intensidad. Yo me limité a acariciar las purpureas nalgas, pero con las dos manos, sintiendo que mi río de flujos aumentaba con un súbito sentimiento afectivo.

Dragón” se zafó de la cálida boca que lo mamaba con un movimiento brusco, poniéndose en pie y empezando a dar vueltas en torno de las tres mujeres, con la punta de aquel pollon casi arrastrando por el suelo. No dio ni dos vueltas cuando la voz de mi madre resonó en la estancia.

-¡Me vengo ma-mamáááá...! Aaaaaaaaahh... mmmmmmmmm... aaaggggggg... ahoraaaaaah.....

En aquel instante separé las maternales nalgas, el ano de mi madre, no demasiado limpio, se contraía convulsivamente a causa del orgasmo. Sin pensar en nada y de una sola estocada metí tres de mis dedos, humedecidos por los flujos de mi madre, en aquel ano que me llamaba.

Inmediatamente mi madre empezó a berrear:

-Noooj... aaahg... aaaaaahhh... vassssssstaaaaahjj... mi c-culooooooohj

Entonces se dejó caer en el suelo, arrastrándonos a su madre y a mí con ella.

-Deeehjj.. deja de tocarrrmmmmeeej el chochooooh madre – siguió berreando la atacada – sac-sacammmm... sacameeeh el de do de ahííííííííhhhj.

Saque mis dedos de su cálida funda, mirando como el ahora abierto culo se cerraba poco a poco. Cuando se hubo cerrado, le dí un cariñoso beso entre el ano y aquel erótico lunar. Me puse en pie y encaminé al banco de madera para sentarme. Las piernas se me doblaban, un río de líquidos encharcaba mi entrepierna mojando mi falda, sentía arder mis riñones, estaba incluso mareada.

Aún no había dado cuatro pasos cuando noté como alguien me empujaba con una fuerza inmensa por los hombros, haciéndome caer de rodillas. Sin ser consciente de lo que pasaba apoyé mis brazos en el banco de madera con la intención de levantarme.

Estaba con mi rodilla izquierda y mi pie derecho, cuando noté un peso inmenso sobre mis hombros. Mis dos rodillas volvieron a estar en el suelo, La presión ahora estaba sobre mis caderas, una respiración húmeda movía mi pelo. Algo duro golpeaba mi entre-pierna desde atrás. Entonces lo comprendí aquel perrazo inmenso trataba de penetrarme sin quitarme la falda.

-No te muevas – ordenó mi abuela.

Me dejé llevar. Con solo poco más que mi cabeza apoyada en el banco, volví mi cabeza para mirar las cada vez más exiguas ascuas de la chimenea.

Una de las mujeres desmontó a “Dragón” de mi. Levantaron mi falda hasta casi taparme la cabeza. El airé volvió a refrescar mis nalgas. Percibí una mano colándose entre mis piernas. Me despatarre un poco para facilitar el trabajo. Aquella mano toco rauda mi pubis.

-Tiene el chocho empapado – oí decir a mi abuela

-Pues “Dragón” quiere follarse a su perrita

La lengua del can paso por toda mi entre-pierna, desde la vulva hasta la rabadilla, haciendo que mis jugos se mezclaran con su saliva, limpiando mi ano de cualquier residuo. Tras lo que me pareció poco tiempo las lamidas cesaron.

Notar el peso de “Dragón” y sentir su cipoton martilleando mi clítoris todo fue uno.

-Aahh... ahhh... me pega en la p... aaaah... pipitaaaaah....

-Tranquila cariño yo le guío – sonó la voz de mi abuela.

Inmediatamente sentí como si aquel carajo me partiera en dos, Fue increíble, inexplicable, solo las mujeres que hallan sido penetradas por un perro de ese tamaño se harán una idea de lo que quiero decir, de lo poco que se aproximan estas lineas a la sensación de tamaña polla llenándote del todo, los movimientos tan rápidos que ningún humano podría siquiera emularlos, el capullo tratando de penetrar en el cuello del útero.

-Aaahg... aaahg... me f... me folla... mmmm... aaahg

Ademas la mano de una de mis parientes impedía que la bola de carne del canino pollon entrara en mi intimidad. Los dedos de esa misma mano rozaban mi clítoris con fuerza con cada golpe de riñones del perro que me follaba con ansia sin limite.

Mi vista se perdía en las cada vez más frías brasas, haciendo que se calentaran hasta lamear como las calderas de Pepe Botero,

-Mmmm.. me vengo... la bol... la bola... quemmm... me vengooooohg

Lo siguiente, bueno, lo siguiente lo recuerdo a medias, como en destellos. Al principio del que prometía ser el más intenso de los orgasmos, una de mis dos parientes, jamas averigüé quien, hizo que “Dragón”, aquel inmenso perrazo, sacara su cipoton de mí, dejándome colgada a las puertas del orgasmo, luego, en menos de lo que tarda en leerse una de estas lineas, mientras una de aquellas matriarcas metía dos dedos en mi coño la otra apuntó el canino badajo a el agujero de mi culo dejandole a “Dragón” completa libertad de movimientos.

-Aaaaaagh... mmm... ¡MI CULOOOOOHG! - grité como una cerda en matanza.

Así mientras aquel terrible orgasmo me invadía, note aquella carne resbalando al interior de mi intestino. Aquello magnificó mi orgasmo, impidiendo que notara el dolor que debería haber sentido, al menos hasta que, en cuatro rápidas embotadas, “Dragón” consiguió meter la bola de carne de su pollon en mi ano.

Lo único que recuerdo es que cuando desperté me encontraba totalmente desnuda, acostada en mi propia cama, con mi marido sentado al lado de mi cama. Me dijeron que estuve todo un día febril y semi-inconsciente.

Meses más tarde marchamos del pueblo, con lo cual mis experiencias en este ámbito se redujeron a cero, pero últimamente, pese a la edad que tengo, me invaden recuerdos y ansias del pasado.

¿Creen que debería probar de nuevo?

:P

 

FIN