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The end

en Gays

Me van a permitir que me vuelva a presentar. Mi nombre es José soy un hombre de casi 50 años, algo más de 1,70 mts de altura, no soy atractivo, calvo, ojos claros, dientes algo amarillentos por el tabaco, algo de sobrepeso, espaldas ensanchadas por el trabajo duro de toda una vida, un hombre algo por encima de la media, pero sin exagerar.

En esta ocasión me gustaría narrar mi ultimo contacto con Ramiro, mi maduro amante de juventud. Puede que a mis queridos lectores no les parezca nada especial, pero nunca se debe juzgar un libro por las tapas ni un relato hasta el final.

Acababa de licenciarme de el ejercito y faltaban solo un par de semanas para la Navidad, lo recuerdo por que eran las fechas del puente de la Constitución en España.

Ramiro decidió que nos obsequiáramos con un fin de semana en el Pirineo, en algún lugar lejos del bullicio de las pistas de esquí y de tanto niño pijo. Sería un regalo de Navidad anticipado

Consiguió un apartamento en alquiler en un pueblecito del Bergadá, perteneciente a una vecina viuda que solo iba en verano. Comimos en un hostal en las afueras del pueblo, hubo buen bino y buena comida, como siempre con Ramiro. Pero en aquella ocasión noté que no disfrutaba de la comida como en otras ocasiones. Parecía ocurrirle algo.

Desde que yo encontré trabajo de electricista, se había vuelto un poco arisco conmigo, pero llevábamos planeando ese viaje desde fin del verano, pero no parecía estar disfrutándolo. El ver que yo podía sobrevivir sin él le debía asustar, o algo parecido.

Tras la cena dimos un paseo nocturno, el frío era intenso pero las ropas de abrigo arreglaban el problema. Las calles de la aldea estaban desiertas, las aceras cubiertas de nieve helada. Su conversación era tan amena como siempre, sus trampas mentales tan agudas e ingeniosas que me hacían sonreír por dentro. Pero la sensación de que algo no iba bien me tenia inquieto.

Manteníamos relaciones sexuales a diario, pero siempre por la mañana antes de ir a nuestros respectivos trabajos. La mayor parte de las veces lo hacíamos con prisas, como acostumbraba a decir Ramiro: “la obligación va antes que la devoción”.

Teníamos la costumbre de dormir en camas separadas casi siempre, nunca se sabia cuando algún familiar, suyo o mio, iba a aparecer. Aunque todos nuestros familiares y amigos adivinaban cual era nuestra relación y unos pocos la sabían, tratábamos de no hacer alarde de ello. Con la perspectiva que da el tiempo creo que había algún motivo más para dormir separados, pero Ramiro nunca me dijo cual, ahora presupongo que el mismo trataba de negar su homosexualidad.

Aquella noche dormimos juntos, en la casa no había calefacción y el frío era intenso. Nos dormimos abrazados. El cansancio del paseo y la copiosidad de la cena me dejaron dormido apenas me junté a la espalda de Ramiro.

Por la mañana me desperté algo antes del amanecer, casi en la misma posición que al dormirme. Como cada mañana tenia una erección tremenda, en esta ocasión apoyada contra el culo de mi amante. Con mi mano izquierda acaricié su cintura, acaricié tan suavemente como pude la redondez de su abultada barriga, jugueteé con el canoso vello con dulzura, consiguiendo que su respiración se entrecortara y desplazara levemente los hombros.

Baje mi mano en busca de su hombría, encontrándola morcillona, a media asta. Me llevé el dedo indice de esa mano a la boca y lo cubrí de saliva. Al regresar mi mano al instrumento este seguía en la mismo estado. Con el dedo humedecido froté el tierno glande, deslizándolo por toda su superficie. Al endurecerse un poco más localicé el frenillo, ensalivando más el dedo acaricie esa parte con más intensidad, como si de un clítoris femenino se tratara.

Mis caricias consiguieron el efecto buscado, el capullo alcanzó su máximo tamaño.

-Buenos días – dijo Ramiro empujando su culo contra mi erección – esto si que es un feliz despertar.. mmmmm...

-Pues aún va a ser mejor.

Me revolví como una serpiente bajo las mantas, empujando un poco sus caderas conseguí que quedara boca arriba. Me arrodillé entre sus piernas. Le pasé la lengua por todo el paquete genital, desde las, cada vez menos, peludas pelotas hasta el capullo, prestando especial atención a la tirita de carne del frenillo, en esa parte le encantaba.

-Mmmmmm... sssssiiiiiiiiii... lame... lame... ahíííííííí.... aaaaaaaaaaaaah... dale... dale con la p... puntaaaaaaa... de... mmmmm... la lenguaaaaaaaaaaj....

Yo sabia lo que tenia que hacer para volverlo loco de placer.

-Metelo... metelo... el capullooooooooj... en la bocaaaaaaj...

No le hice ningún caso seguí lamiendo hasta que la polla empezó a brincar sola, solo entonces me paré y retiré las sabanas. Ramiro estaba imponente, con tamaña polla dando saltos al borde del orgasmo.

-Noooooo... no pares.... aaaaaaaaaahh... la tengooooooo... en la punta.... mmmmmmm....

La falta de estimulo junto con el aire frío de la madrugada freno el orgasmo. Alcé mi torso y de rodillas me pelé la polla con calma viendo como, aquella seta de enorme glande en que se había convertido el carajo de Ramiro, cimbreaba al borde del orgasmo como solicitando atención por mi parte.

Cuando los movimientos polliles pararon Ramiro me miraba implorando en silencio y con la respiración agitada. Sin dejar la dulce paja que me estaba haciendo me volví a inclinar introduciendo el cárdeno bálano en mi boca, chupando con fuerza al mismo tiempo que mi lengua jugueteaba por toda la superficie.

-Aaaaaaah.... aaaaaah... chu... chupameeeeeeeeeeee... aaaaaaaaaaah

Entonces todo cambio en mi mente, decidí que era el momento de hacer algo nuevo. Cogí sus manos por las muñecas poniéndoselas en mi cabeza. Era la señal que Ramiro esperaba. Cogiéndome bruscamente por el pelo hizo de mi felación, algo tan profundo que consiguió que me atragantara. Normalmente me zafaba de aquella situación, no era algo de mi agrado, pero en esa ocasión le dejé hacer.

Sentía el enorme capullo tratando de meterse en mi garganta. Trate de relajarme para darle tanto placer como pudiera. Salían lagrimas de mis ojos, mi nariz moqueaba incesantemente. Los entrecanos pelos de su pubis se llenaban con mi babas.

Me gustaba ver como su cipote expulsaba su simiente, además me daba un asco terrible la idea de que se corriera en mi boca. Siempre me avisaba cuando se iba a venir.

-Aaaaaaah... ¡me viene!... ¡me viene!... ¡me viene! - me aviso de su inminente eyaculanción

Me soltó los pelos para que pudiera retirarme y ver como se corría. Pero esta vez, en lugar de retirarme, no solo seguí mamando, aumente la velocidad de la felación, mientras le extrujaba los huevos con una mano y le presionaba el pubis con la otra.

Jamás había probado el esperma, y mentiría si dijera que fue de mi agrado. No fue el sabor lo que me desagrado sino lo profundo de la mamada, pero creí que se merecía ese regalo después de tantos años de negativas por mi parte.

-¡Me viene!.. ¡me viene!... aaaaaaaaaaahhh... aaaaaaaaahh.... ennnn.... aaaaaaaaah... tu bocaaaaaaaa... aaaaaaaaaah...

Su espeso esperma se deposito en mi garganta, no pude evitar tragarme parte, el resto salió de mi boca deslizándose por el dulce tronco de carne, mientras mi mamada se hacia menos profunda y mi succión más intensa. Ramiro chillaba como si lo despellejara, pero eran gritos de el inmenso placer que le proporcionaba correrse en mi boca.

Nada más terminar de salir leche salí corriendo hacia el cuarto de baño, allí, con la puerta cerrada, escupí me lave la boca, volví a escupir, casi vomité. Después de refrescarme la cara. Abrí la puerta del baño para salir encontrándome a Ramiro en la puerta. Su cara reflejaba felicidad y preocupación.

-¿Estás bien? - me preguntó

-Si... solo un poco mareado, ha habido un momento que creí que me ahogabas. No eres consciente del cipote que te gastas.

-Lo siento pero es que me he corrido como nunca. No sabes lo bien que me la has mamado

-¿Has disfrutado?

-¡¡Como un loco!!... pero... tu no...

-No, no me he corrido

-Deja que me asee y te voy a dejar destrozado de gusto

Se metió en el baño y yo aproveché para darle una palmada en el culo, un culo que conservaba bien poco de lo que otrora fuera, ahora se veía caído con más grasa que musculatura.

Mientras oía el ruido de la ducha me cobijé en la cama, bajo las mantas, el frío ya me hacia tiritar. Quedé tumbado bocabajo cubierto por las mantas. Cuando el universo de Morfeo empezaba a envolverme, note movimiento en la cama.

Las frías manos de Ramiro me recorrieron desde los tobillos hasta las nalgas en una sensual caricia. Cuando sus manos estuvieron a la temperatura de mis piernas, dejándose caer bajo las cobijas, sentí sus sobacos en mis muslos. Separó mis nalgas con delicadeza, empezado un beso negro profundo.

En otro tiempo era el beso negro, era el beso que más me gustaba, pero hacía unos meses tuvo lugar el ultimo intento de Ramiro por sodomizarme con el dedo, lo único que consiguió fue abrirme una pequeña fisura anal. Seguía disfrutando con la lingual caricia, pero en ocasiones escocía. No obstante ne esa ocasión lo disfruté. Sentía esa lengua abriéndose paso por mi esfinter, como se movía en el interior, como queriendo sacar heces de dentro. El suave escozor aumentaba mi placer tanto como el tamaño de mi polla. Pasó mucho rato no se cuanto, entonces me dí la vuelta como pude.

Ramiro se aplico a fondo con mi parte delantera: lamió todo el paquete desde los cojónes hasta el capullo, se metió el cipote en la boca con una mamada fuerte y profunda. Cuando estaba a punto de venirme paraba y volvía a lamerlo todo. Debió pasar de las lamidas a la chupada y viceversa en cuatro o cinco ocasiones, consiguiendo que mi cipote se pusiera tan duro que amenazara con romper la piel.

Ramiro nos destapó de un solo y violento movimiento, y mirando mi carajo como en éxtasis, le dio un par de sacudidas con la mano y se sentó a horcajadas sobre mi, a la altura de mis muslos, dándome la espalda. Con su mano derecha apuntó mi erección a su ojete, dejándose caer mientras expelía el aire de sus pulmones. Cuando estuvo bien empalado, se apoyó en mis rodillas y empezó con la follada.

El ritmo era cadencioso, la presión de su recto tremendamente cachonda, al igual que la visión de mi carajo entrando y saliendo de su culo. Agarre sus caderas con fuerza obligandole a aumentar el ritmo de las penetraciones.

-¿Quieres correr ahí? - me decía cuando mi miembro no podía estar más duro – ¿te gusta encularme?

-Ssssssiiiiiiii... te follo el culo... te lo follooooooooooo.... el jodiooooo... culoooooooooj... te lo rommmmmmmmpooooooo.... ¡me viene!... ¡ya!, ¡ya!, yaaaaaaaaaaaaahh... toma lecheeeeee.... aaaaaaaaaggg..

Mientras me corría él apretaba las nalgas al subir y las aflojaba al bajar, en un intento de sacar toda mi simiente, que debido al trajín anterior fue muy abundante, incluso quería sacar los restos de semen de mi uretra.

Ramiro siguió sentado verticalmente sobre mi, con mi pene aflojándose en su interior. De vez en cuando se alzaba un poco y se volvía a dejar caer, como comprobando si el intruso de su ano había perdido dureza. En uno de esos movimientos mi cipote empequeñecido y flácido salió de su apretada funda, acompañado de una pequeña cantidad de mi leche.

Nos duchamos juntos haciéndonos mutuamente todo timo de mimos y de carantoñas. Yo seguía viendo algo oscuro e indefinido en su actitud, era algo imperceptible para cualquiera que no lo conociera.

Tras el desayuno regresamos a Barcelona, ya no volvimos a copular juntos jamas. Al día siguiente por causas de fuerza mayor, me abandonó partiendo hacia Érebo.

Se que esta historia es como tantas de esta pagina, que no parece tener nada de especial, pero para mi fue especial. No por ser la ultima, sino porque me enseñó a no desperdiciar el momento y tratar de complacer a mi pareja en cualquier capricho, olvidando el pequeño sufrimiento u dolor que ello nos pueda suponer, créanme cuando digo que los beneficios de esta actitud superan a cualquier pequeña incomodidad o dolor. La felicidad y el placer de nuestra pareja puede sernos más grata que el mejor de los orgasmos.