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Tres

en Gays

Mi historia con Ramiro duro desde poco antes de mi 17 cumpleaños hasta que acabó recién cumplidos los 21. En ese tiempo sucedieron innumerables anécdotas enturbiadas en la memoria por el paso de los años. Hoy me gustaría relatar una que sucedió en un permiso de mi servicio militar.

De uniforme, igual que con traje, me sentía imponente, mis anchas espaldas se marcaban claramente con las hombreras. Mi manera de andar, normalmente cabizbajo sin seguridad, con la formación militar se volvió firme y decidida, dando la apariencia de quien no teme a sus errores.

Estaría a mitad de mi servicio militar cuando al regresé a la casa, que ya compartía con Ramiro, con un permiso de 7 días. Regresé cansado, era policía militar, había salido de 15 días de servicio y llevaba a mis espaldas más de 350 kilómetros en un tren de los llamados vulgarmente borregueros de “parada en todas las estaciones y apeaderos”, con lo cual el viaje se prolongaba por más de 4 horas si no había ningún motivo para que el tren tuviera que estar parado durante 2 horas más. En este caso no sé cuanto duró exactamente, pero se que fue largo, duró gran parte de la noche.

Al abrir la puerta del duplex de Ramiro con mis llaves, pese a saludar a grito pelado, no recibí contestación. Me extrañó, había avisado de mi llegada, pero nadie estaba esperando en la estación, era primerísima hora de un Domingo del mes de Agosto, pero Ramiro no estaba en casa. Mi cansancio hizo que, pese a mi extrañeza, no le diera demasiada importancia a nada de todo ello. Simplemente me quite el uniforme me dí una ducha y desnudo, como se había convertido en mi costumbre, me tumbé en el sofá a ver un rato la tele, el cansancio me dejo dormido materialmente al poner la segunda pierna en alto.

Mientra dormía, por alguna razón, seguramente los 15 días de abstinencia que llevaba, mis sueños eróticos se volvieron más intensos que de costumbre. Siempre tenemos dificultad en recordar este tipo de sueños, pero en este caso recuerdo fragmentos. Me veía a mi mismo en una orgía brutal, en la que no había nada prohibido, las mujeres eran tremendamente accesibles, los hombres habían dejado de lado su moral e inhibiciones. Pero sobre todo lo que más recuerdo era la sensación de superioridad cuando hiciera lo que hiciera a todo el mundo le encantaba como lo hacia, ya fuera chupar, lamer o meter.

Durante mi sueño estaba sodomizando a una chica de tetas puntiagudas y culo como un pandero, que se montaba un 69 con Ramiro, casi podía sentir como el femenino esfinter abrazaba mi cipote, pero no era la presión de una enculada, era una sensación húmeda de succión, en la poca consciencia que queda durante el sueño, comprendí que aquello no podía ser y me fui despertando poco a poco. La sensación de que me estaban haciendo una felación no desaparecía, ni siquiera cuando estuve completamente lucido.

Seguí con los ojos cerrados, comprendiendo que Ramiro había regresado, me vio con la polla tiesa y se puso a “tocar el clarinete”.

-Mmm... cada vez me la comes mejor... mmmm. Joderrrrr.... que biennnn... mmmmm...

Bajé mi mano para ajustar la profundidad de sus mamadas. Cual fue mi sorpresa cuando mi mano llegó a su cabeza y noté una media melena rizada. Abrí los ojos de golpe pensando que Ramiro por fin había cumplido su promesa y había traído una mujer para un trío. Pero ese era el día de las sorpresas.

Cuando conseguí enfocar la vista lo que vi me enfrió un poco, pero solo durante unos segundos. De rodillas en el suelo, chupándome el badajo, había un chico que por su apariencia era unos años más joven que yo, con cabello rizado y rubio, que me la estaba chupando con movimientos muy suaves pero con una succión que me hacía temer que los testículos salieran por mi uretra.

Yo no cesaba de suspirar cogiéndole por el pelo y forzándole a que aumentara el ritmo de la mamada. Cuando sus velocidad fue de mi agrado le solté y empecé a acariciarle la espalda. En determinado momento se sacó el caramelo de la boca y mirándome con unos ojos de un marrón claro impresionante, empezó a lamerme el frenillo con la punta de la lengua, deslizándola hacia el agujero de mi uretra, mientras sujetaba la barra de carne con una mano y con la otra me sobaba los huevos apretándolos de forma contundente.

Otrora me habría preguntado ¿quien?,¿como?¿por qué?, pero las enseñanzas de Ramiro, me habían cambiado, cuando se iniciaba una actividad sexual de cualquier tipo, me transformaba convirtiéndome más en animal y dejando de lado a la persona. Para mi Ramiro era el maestro y yo su efebo, pero yo ya estaba llegando a una edad que lo del efebo no me pegaba.

-¿Que? - oí a Ramiro en la puerta del salón - ¿te gusta más como te la chupa este? Porque a mi me gusta más como me la chupa él.

Desde que empecé en la “mili” las relaciones con Ramiro se habían vuelto tensas, a el le hubiera gustado que no me hiciera mayor, que no me saliera más pelo en el pecho ni en las piernas, pero el tiempo pasa para todos jóvenes y viejos, el también estaba empezando a perder el pelo.

-Uuuuuufff... pues la verdaaaaaaa... mmmm.... aaaaaaah... es que la chuuuuuu... mmmmm.... chupa de ppp-puta madre.... aaaaaaaaaah.... - contesté como pude

-Ademas mira – se acerco Ramiro

Cuando Ramiro llegó a mi campo visual estaba completamente desnudo, con la polla empinada y el glande amoratado, como cada vez que se ponía ciego de cachondo. Se arrodilló detrás del muchacho, se chupo el indice si se lo fue pasando por la raja, entre las dos nalgas blancas y casi sin pelos. Adiviné cuando le entraba el dedo al chaval porque volvió a introducirse mi carajo en la boca casi con rabia empezando a chupar como un desesperado dando mugidos de satisfacción.

-¡Lo ves! - grito Ramiro fuera de si – le puedo meter un dedo sin problemas... ¡y ahora mismo le voy a dar polla!.

Vi a Ramiro con una cara que no le había visto nunca en casi cuatro años, estaba desencajada, roja, asemejaba la de un psicópata acercándose a su presa. El extrajo el dedo del ano asiendo con violencia las nalgas para separarlas brutalmente. Sin ayudarse de las manos apunto con cuidado pero rápidamente y le metió todo su instrumento en el recto de un solo trallazo. El muchacho abrió los ojos tanto que parecía que se le saldrían, se sacó mi polla de la boca, abrió la boca sin que saliera ningún sonido de su garganta y pasados unos segundos gritó.

-Gggueeeeeeaaaaaaaaah.... grrrrrr.... aaaaaah... mmmmm-me rommmmmmmmpesssssssss....

-¡Calla...! - grité – ¡...y sigue chupándome la polla ! ¡Joder! Solo te está abriendo camino para mi.

Como pudo el chaval, volvió a introducirse la barra de carne de mi entrepierna. Su cara había cambiado por completo, ahora estaba con sus dulces ojos cerrados, metiéndose la carne de mi badajo lo más adentro que podía, mientras la cara se le empapaba en una extraña mezcla de babas, mocos y lagrimas.

-¡Que te lo has creído! - dijo Ramiro – ¡este culo es solo para mi!, ¡Ya estoy harto de no poder follarte del todo!,¡Siempre queriendo y nunca pudiendo!, ¡¡¡¡aaaaaaaaaaaaaaaah!!!!, ¡solo sabes pensar en mujeres!, ¡¡¡¿No querías un trío?!!!

La verdad es que desde hacía bastante tiempo que quería tirarme a solas, o con Ramiro a una mujer. Durante el tiempo que llevábamos juntos nos acostamos con dos o tres mujeres cada uno, pero siempre fue pagando. No es que no lo pasara bien con él, es que sentía la necesidad de sentir lo que es dejar a una mujer satisfecha. En el ultimo año le pedí a Ramiro un centenar de veces que nos ligáramos alguna de las mujeres aquellas a las que siempre prometía llamar, y nos la tiráramos entre los dos, hasta que se quedara satisfecha por unos meses. Pero por alguna razón siempre se negó dando excusas banales.

No me pareció correcto empezar a discutir en aquel momento. Me deje llevar por el torrente de sensaciones, sobre todo la sensación de poder que me daba tener a aquel jovencito, babeando, moqueando y llorando mientras me hacía la felación, que aún se volvió mejor cuando le agarré la cabeza con las dos manos y empecé a fornicarle la garganta.

Incline la cabeza y vi que en realidad el chaval no lo estaba pasando tan mal. Tenía el carajo tieso, con una curiosa forma de banana curva que hacia que con cada ataque de Ramiro la punta le golpeara su propio ombligo. Acerqué mi mano para tocárselo, pero mi postura lo impedía.

El mayor de los tres estaba empitonando al muchacho de forma realmente brutal, cogiéndole por las caderas como si tuviera miedo a que fuera a salir corriendo.

-¡¡Por fin!! - grito mi maduro compañero - ¡Tanto tiempo que sin romperle el culo a nadie!, guaaaaa.... guaaaaa... te lo rompoooooooj... aaaaaaaahhh.. ¡me viene... me viene... me viene!, ¡toma!, ¡toma!, ¡toma!, ¡leche para tu culo bendito! Aaaaaaaaaah...

La verdad es que jamas le había visto correrse así, despotricaba, maldecía, estaba algo más que violento. Fue esa misma violencia en sus movimientos hizo que mi instrumento saliera de la cálida boca que lo acogía. Cuando la violencia cesó el chaval levantó su torso aguantando la respiración con un rictus incomprensible. Ramiro le paso los brazos bajo los sobacos abrazándolo con fuerza, mientras el muchacho se vaciaba sobre su propio vientre, haciendo que su esperma escurriera hacia abajo al encuentro de las escasa vellosidad de su pubis.

Ramiro cubrió de besos el cuello del chaval mientras jugaba con un badajo que apenas había perdido su dureza. El muchacho respiraba agitadamente y ladeaba la cabeza buscando los mimos de nuestro amante.

Me puse de pie caminando hacia ellos, aproximando mi inhiesto cipote a ellos. Ramiro me miró con su respiración agitada, le dio un ultimo beso al muchacho y se marcho por el pasillo, supuse que rumbo al baño. Yo me encontraba tan salido que no me preocupé, simplemente me sacudí la polla en la cara del chico que, comprendiendo mis intenciones, se puso a chupetearlo con la misma intensidad pero con más calma que un rato antes. Notaba mi orgasmo en las puertas, no me contuve, le agarré con fuerza por el pelo, empezando un profundo mete-saca en su boca. No se en que momento empezó a masturbarse rápidamente, el sonido gutural que hacía mientras se comía mi badajo me hizo fijarme en el movimiento de su mano, rápido e intenso.

Deje un poco al animal de lado y me centre en controlar mi orgasmo disfrutando, no del final, sino del proceso. Cuando note que la fuerza de succión y los gorgoteos que emitía se reducían decidí liberarlo todo.

-Aaaaaaaahhh... ¡Me corro!... toma.... aaaaaah... ¡Me corro!.. ¡Tomala toda! Aaaaaaaaah... mmmmmmmmm....

Cuando me recuperé un poco del placer sentido pude ver como en el cipote de mi amante había más leche que antes, ademas, estaba con los ojos cerrados y en cuanto le aparté la cabeza se hizo un ovillo en el suelo. Ni siquiera me molesté en preguntarle si estaba bien. Di la vuelta y seguí los pasos de Ramiro.

En cuanto llegué al cuarto de aseo, estalló la guerra, fue una discusión de las fuertes. Me recrimino que no tenia suficiente con el, que ya no era tan apasionado como antes, que me estaba dejando transformar por los militares, y una larga letanía de acusaciones, con y sin fundamento.

Yo le recriminé a el que se había colocado la etiqueta de bi, eso diciendo que odiaba las etiquetas, pero que se comportaba como un homo histérico y celoso. También le recriminé que por mucho que me apeteciera que nos tiráramos alguna mujer, le había sido completamente fiel y que el no podía decir lo mismo.

Al final de la discusión, me di cuenta de que el alumno casi superaba al maestro, había aprendido de Ramiro, su retorica y su capacidad para engatusar a la gente, por lo cual la trifurca quedó bastante igualada. El se quedó convencido de que el tirarnos los dos a otra mujer no era ponerle los cuernos y de que no me producía ningún placer el que me metieran nada por el ano, ni siquiera el dedo. Y yo me quedé casi conforme con su vano intento de ponerme celoso con Dario, que así se llamaba el chico.

-¿Y ahora que hacemos con Dario? - pregunte, una vez terminada la refriega.

-No me costó mucho ligarmelo... pero tú y yo somos la pareja... le diré que se largue...

-No... espera...

La verdad es que sabia que Ramiro, tras cuatro años de relaciones, necesitaba algunas cosas de su pareja, yo, que no quería o no podía darle. Por ejemplo él hubiera querido que me dejara penetrar por el culo, pero la verdad es que las veces que lo habíamos intentado, yo no sentía placer sino dolor y molestias. Hubiera querido que mi cuerpo se quedara como cuando nos conocimos, con poca vellosidad y espaldas no demasiado anchas, pero los dos intentos de depilación, si bien me dejaban con un aspecto que me gustaba, a los pocos días los picores eran insoportables y el vello salia en más cantidad que antes de la maniobra, en cuanto a mis espaldas el trabajo duro las estaba ensanchando a un ritmo francamente rápido. Teniendo en cuenta todo esto y el hecho de que yo quería nuevas sensaciones, tomé la decisión de que Dario se quedara.

-Ya que está aquí, disfrutemos de él. ¿no te parece?

-Bueno, pero que quede claro que a mi solo me gustas tú...

Recuerdo que en aquel momento pensé: “ya, y por eso te has follado como un poseso al primero que se te a puesto a tiro”. Pero nuevamente dejé mi conciencia a un lado y me decidí a vivir algo nuevo.

Cuando regresamos al salón, Dario continuaba en el suelo en posición fetal con los ojos cerrados. Apenas se le notaba la respiración, me asusté. Me agache y le zarandé el hombro, diciendo:

-Dario... ¿Estas bien?

Dario abrió los ojos parpadeando varias veces, diciendo:

-Me he quedado dormido... - se desperezó sentándose en el suelo – es que me habéis dejado echo unos zorros... Ramiro y yo no dormimos nada anoche... perdonad.

-Te comprendo, – hable pausadamente con una sonrisa, un gesto aprendido de Ramiro – estuve todo la noche viajando en tren... Por cierto... ¿que hora es? – dije mirando al reloj de pared que colgaba sobre el televisor aún encendido. Eran casi las 3 de la tarde.

“Por eso tengo tanta hambre”, pensé. Era el momento de comer algo. Habia que darse prisa o encontraríamos todos los restaurantes llenos.

Mientras yo me ponía mi uniforme, Ramiro llamó al un restaurante de unos amigos para reservar mesa.

Me impresionó la indumentaria de Dario: pantalón vaquero blanco, camisa de hilo blanca sin solapa y una muñequera con adornos de cobre en su mano izquierda. Todo ello conjuntaba muy bien con su rostro dulce, su tez pálida y sus ojos claros. Ramiro se puso un traje azul marino de un tono muy parecido al de mi uniforme. Antes de salir por la puerta nos dimos un morreo a tres metiéndonos mano donde pudimos. Cuando nos adecentamos de nuevo salimos rumbo al restaurante.

CONTINUARÁ