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¿dos hembras?

en Zoofilia

Hola de nuevo soy José un hombre de 50 años, algo más de 1,70 mts de altura, no soy atractivo, calvo, ojos claros, dientes algo amarillentos por el tabaco, bastante sobrepeso, espaldas ensanchadas por el trabajo duro de toda una vida, un hombre algo por debajo de la media, pero sin exagerar.

Los que hallan leído mis relatos anteriores tendrán una idea de como transcurre mi vida. Hoy me gustaría narrar una anécdota de tantas que me marcaron.

Por entonces yo contaba con casi 26 años de edad tenia un trabajo fijo en una empresa de reparaciones eléctricas y llevaba conviviendo Ulva, una nórdica con todas las consecuencias, tan solo unos pocos meses. Ella era algo más alta que yo, robusta, de pelo y ojos claros, algo de vientre, una talla 115 de pecho, y... 22 años más que yo. Ademas era ex-profesional del sexo... no, no había estudiado sexología, había sido prostituta, o empleando el castellano del maestro Cela: ramera, zorra, puta, etc...

El como conocí y llegue a mantener una relación prolongada con Ulva, formará parte de otro relato. Hoy quiero explicar como fue una experiencia que no volví a repetir pero que puede resultar cuando menos, interesante.

Fue en un templado Viernes de primavera, no hubo nada de especial ese día, terminé mi trabajo, fui a casa, vi las noticias con Ulva mientras cenábamos.

Serian algo más de las 11 de la noche cuando me decidí a irme a dormir. Traté de convencer a Ulva para que hiciera lo mismo, pero aludió que no tenia sueño y si mucho que fregar en la cocina. Pese a mis reticencias me fue imposible hacer que se acostara. La jornada había sido dura así que no tardé mucho en dormirme.

En mitad de la noche me desperté, con la boca seca y ganas de orinar. No me sorprendió que Ulva no estuviera a mi lado. Aunque cada vez era menos habitual, de tanto en tanto le venia la “depre” y se quedaba despierta toda la noche, fumando, escuchando música de los 60 a mínimo de volumen y bebiendo whisky barato con cola.

Al dirigirme al baño comprobé la esperada luz mortecina de las velas en el comedor, por la puerta entre-abierta.

Tras evacuar y beber agua fresca me dirigí al comedor, tomándome unos segundos para controlar mi mal genio.

Al entrar en el comedor lo primero en lo que me fije fue en la desnudez de Ulva, sus grandes pechos reposaban en sus brazos cruzados sobre la mesa, ante ella había una botella de cola vaciá y otra de whisky a la que le faltaban dos tercios. Todo ello estaba iluminado por la luz de una vela colocada sobre un plato de postre puesto del revés en el centro de la mesa.

-¿Que Ulva? - dije - ¿Otra vez recordando viejos tiempos?

Me miró a la cara con una serena sonrisa, con la mirada enrojecida.

-Hola Chuchi estoy escuchado un poco de música.

Dirigiendo mi mirada al reloj de encima del televisor comprobé que eran las 3 en punto de la madrugada.

-Yo diría que algo más que un poco ¿no?

-Si, pero no me apetecía acostarme.

-Bien, pues me quedaré contigo un rato.

Retiré la silla más próxima con la intención de sentarme, al hacerlo de debajo de la mesa redonda, salio Baffy, la perra, mezcla de galgo, de 6 años, que Ulva ya tenia cuando la conocí. Se sentó al lado de su ama, casi sin mirarme.

Mientras Ulva hacia la habitual sermón sobre lo mal que la habían tratado todos los hombres, sobre los hijos que dejó al cuidado de otros, sobre su huida del proxeneta que la apaleaba, sobre el cáncer de cuello de útero que se había saldado con la amputación de los ovarios, las trompas y la matriz.

En ese estado se revolcaba en los detritos de su vida pasada. Como allí no había nadie más que yo toda su rabia por los errores cometidos se volcaba en mi, esa era la razón por la cual odiaba verla en ese estado, parecía ser yo el Hombre, así en mayúsculas, el representante de todo el genero masculino.

Aquel fue uno de esos días que venían dándole una o dos veces al mes, se ponía a beber lo primero que caía en sus manos y al pasarse de vueltas se olvidaba de todo el cariño y las atenciones que yo le daba y pasaba a atacarme.

Supongo que quería demostrar que todos los hombres solo queríamos aprovecharnos de las mujeres como ella.

Me explicaba algunas anécdotas sexuales que había tenido con clientes, amantes, conocidos, chulos, amigas, etcétera. Historias más que subidas de tono, todas ellas tenían tres cosas en común: en ninguna de aquellas situaciones había sido forzada por ningún medio, las personas con las que las había hecho después le hicieron daño de un modo u otro y jamas conseguí que hiciera ninguna de aquellas cosas conmigo, ni siquiera cuando estaba bebida.

Eran historias muy morbosas, representaban sueños que, si bien en ocasiones eran aberrantes, las más de las veces representaban los sueños más depravados de cualquier hombre que hubiera aprendido a disfrutar de cada nueva sensación en ese terreno.

Yo había aprendido a aislarme lo suficiente como para no forzarla a nada, ya que presentía que era lo que ella quería en esos momentos, demostrar que incluso yo podía comportarme como una bestia y forzarla a cualquier cosa.

Siempre que estábamos en esa situación la jornada terminaba de la misma forma: la engatusaba para irnos a la cama, hacía que me la follara, sin moverse ella para nada, y después dormíamos plácidamente. Tengo que decir que la mayor parte de las veces yo ni siquiera conseguía el orgasmo, cuando follo, o cuando hago el amor, me gusta que la persona que está conmigo tome parte activa, en esos casos no era así. Al día siguiente se despertaba siendo la mujer dulce que siempre era.

Pero aquel día fue distinto, no sé que debió pasarme. Supongo que el cansancio del trabajo o el hastío por la historia repetitiva.

Eran algo más de las 5 cuando en la radio sonaban los primeros acordes de “In dreams” de Roy Orbison.

-¿No te parece que deberíamos irnos a la cama? - pregunte, notando que con la pregunta desaparecía todo mi control.

-No... ¿Para que?

-¿Para que?, pues para hacer esas cosas que tantas veces explicas y que tanto pareces añorar – mi voz no sonaba irritada, pero mi irritación se debía notar en mi postura.

-¡Ni lo sueñes! - gritó Ulva - ¡Esos eran otros tiempos!... antes de que todo se estropeara.

-Como quieras... - volví a controlar mi ira - pero creo que no se ha estropeado nada, sigues pudiendo disfrutar de la vida igual que siempre.

-No... no puedo... - las lagrimas empezaron a escapar de sus ojos, como siempre.

-Pero yo si - dije entre-dientes al mismo tiempo que me levantaba y apartando a Baffy con un empujón de mi pierna agarré a Ulva por los hombros haciendo que se pusiera de pie.

Ulva no pareció notar la descontrolada presión de mis dedos en sus hombros, ni mis palabras, lo único que la afecto fue el empujón a Baffy.

-¡No pegues a mi perrita! - gritó

Respiré hondo, tratando de parar a mi bestia interna.

-Esta bien, perdona, anda vamos a la cama – dije sosteniéndola por la cintura y pasando su brazo izquierdo sobre mi hombro.

Casi no podía sostenerse en pie. En el trayecto hacia el dormitorio no cesó de protestar en su idioma, palabras que no entendí, mientras Baffy nos seguía. Estaba demasiado ebria como para resistirse físicamente.

-Tranquila, mañana lo volverás a ver todo mejor solo necesitas dormir la mona.

-Jeg vil ikke sove, jeg vil kneppe – eso lo entendí a medias (No tengo sueño, quiero joder)

-No estás para eso ahora cariño.

Tenia la cabeza gacha, con su mano derecha se palmeó el abultado vientre diciendo:

-Lo que pasa es que me encuentras asquerosa ¿verdad?

-Nooo, cariiiiño, eres muy guapa, solo creo que...

-Tienes que follarme, joder...

La senté en la vieja y amplia cama regalo de mi madre. Apenas la senté se dejó caer de espaldas con las piernas fuera de la cama.

-¡Vamos!, ¡Metémela! - urgió Ulva.

Pero a pesar de que aquel rubio cochito se me ofrecía completamente, a pesar de que aquellas tetas enormes se desparramaban moviéndose como flanes con la agitada respiración, a pesar de los ojos de vicio en Ulva, a pesar de que, con aquel exótico acento, las sucias frases que me dedicaba fueran de lo más erotizante, a pesar de todo, mi miembro no quería alcanzar una dureza siquiera para una mala penetración.

Me arrodillé en el suelo, entre las largas piernas de mi pareja, empecé a besar desde el ombligo hasta la ingle, hice el mismo recorrido con la punta de mi lengua, cuando alcancé la vagina la lamí como sabía que a ella le gustaba: introducía toda mi lengua en el orificio, la sacaba rápidamente haciendo pasar la punta de mi lengua por toda la parte superior de la raja hasta el clítoris, ahí le daba dos golpes con la lengua y después volvía a bajar hacia el agujero introduciendo mi lengua tanto como podía.

Seguí con mi lingual labor, mientras oía al Ulva pronunciar palabras en aquel idioma que jamas llegué a aprender, estuve tanto rato que ya me dolía todo, los carrillos, las rodillas, la nuca, todo. Entonces dijo algo que me hizo arrepentirme de la sinceridad que había tenido con ella al explicarle mi vida pasada.

-¿No vas a follarme?... Claro a tí solo te gustan los culos de los tios ¿Verdad maricón?

No me ofendió que me llamara maricón, lo que me molestó es el tono con el que lo dijo.

-Vete a la mierda Ulva... – dije en un inaudible susurro y poniéndome en pie me volví al comedor.

Sentándome en una silla me encendí un cigarrillo. Con la primera calada me vino el aroma de mi barbilla empapada de jugos vaginales. Estuve pensando en lo divino y lo humano. En mi se iba formando la idea de que quizás ser cariñoso, dulce y no forzar a nadie, como mi viejo amigo Ramiro me había enseñado, no compensaba, que quizás solo obtienen lo que quieren aquellos que emplean su lado oscuro con más o menos sabiduría.

A medio cigarrillo volví al dormitorio, encontrándome a aquella que, cuando estaba ebria, me resultaba desconocida. Estaba totalmente abierta de piernas ocupando más de la mitad de la cama, con los ojos cerrados y murmurando, junto a ella, subida en la cama estaba Baffy, la perra alzo una triste mirada , como implorando piedad, Antes de conocerme a mi Ulva hacía que Baffy durmiera en la cama con ella, me costó mucho esfuerzo hacer que el animal entendiera que ahora ya no podía subir en la cama cuando quisiera.

Regresé al comedor con la intención de recoger la mesa y dormir en el sofá, “mañana será otro día” me decía a mi mismo. Llevé el vaso a la cocina y puse la botella en el mueble bar, Allí vi algo que lo cambió todo. Por alguna razón, entre las pocas botellas de licor había un frasco de miel, de esos anti-goteo. Mis pensamientos escaparon a mi control y el morbo se apoderó de mi.

Fui al cesto donde debería haber estado tumbada Baffy, cogí la vieja sabana que la acolchaba y con un cuchillo de la cocina hice tiras de varios tamaños con ella. Durante todo el proceso oía en mi mente la cada vez más lejana voz de Ramiro que me decía: “No lo hagas, nunca fuerces a nadie”, pero aquella voz carecía de convicción.

Llegué de nuevo a la alcoba con tres cosas, las tiras de sabana, el frasco de miel y una erección de adolescente. Dejé las tiras y la miel en la exigua mesita y me acaricié brevemente la erección pensando en lo que estaba apunto de hacer. Bastaron dos sacudidas para colocarme al limite del orgasmo, pero conseguí controlarlo.

Empleé una tira larga, para atar la muñeca derecha de Ulva al cabezal de la cama. Ella entre-abrió los ojos y murmuró:

-Hvad laver du? - no lo entendí pero pude imaginar lo que decia (¿Que haces?)

-Darte una lección – dije con la boca más seca que si hubiera comido algodon

-Pero...

Volvió a cerrar los ojos mientras yo terminaba de atarla de manos y pies, con las piernas tan separadas como pude. Ulva no dejó de protestar en ningún momento, pero lo hacia murmurando con los ojos cerrados.

Baffy, al verme arrodillado en la cama, salió del dormitorio, ello no me preocupó demasiado, era un animal muy obediente, vendría en cuanto la llamara.

Estando ya completamente atada le acaricié el cuerpo a placer, me encantaba el tacto de su piel desnuda, estuve así unos minutos. Percibí que se relajaba. Era la señal para el siguiente paso, con una tira de tela, algo más ancha que mi mano, le di dos vueltas alrededor de la cabeza, vendándole bien los ojos, asegurándome que también los oídos quedaban tapados. No vería nada, y escucharía mal.

Volví a acariciarla desde las mejillas pasando por el cuello, los hombros, debajo de los brazos donde empiezan los senos, los senos, la barriga, el pubis, absteniendome de tocar ninguna parte demasiado sensible, los muslo, las rodillas, las pantorrillas y los tobillos.

La noté muy relajada, los murmullos que salian de su boca me hacian ver que no estaba dormida, al menos no del todo.

Con la punta de mi lengua seguí el camino que antes habian seguido mis manos. No terminé de lamer. Al llegar al ombligo vi como levantaba su pelvis buscando el contacto de mi lengua en su intimidad.

Me senté en la cama, cogí el frasco de miel y empapé los dedos de mi mano izquierda con el espeso manjar. Separé los labios vaginales empezando a masturbar el clítoris y después introduje dos dedos, lubrificados con la miel, solo un poco dentro aquella cueva carnosa y volvía a sacarlos.

-Mmmm... ahhh... m-me los haces c-con lossssss dedos porque no ssssssse te lev-levantaaaaaahj

No hice caso de sus palabras, mi momento estaba llegando.

Solo dejé dentro de la vagina la primera falange de mis dedos, vertí un poco más de miel en ellos y volví a introducirlos, esta vez pude llegar algo más hondo. Nuevamente los volví a sacar vertí más miel.

Fui añadiendo miel a la penetración digital varias veces, haciendo que se quedara en el interior de su vagina tanta cantidad como me fue posible. Ya había consumido casi toda la que quedaba en el frasco cuando vi que empezaba a salirse por la parte baja de los labios, mezclada con sus jugos, y llegaba al rosado ano.

Llamé a Baffy tan discretamente como pude, sin perder el ritmo en mis manipulaciones vaginales. Con cierto esfuerzo conseguí que el noble animal se subiera en la cama y se colocara entre las piernas de su ama.

Solo tuve que sacar una vez aquellos dedos impregnados en leche y miel, acercarlos a hocico de la perra y raudamente empezó a lamerlos. Inmediatamente fui acercando los dedos, seguidos de cerca por los lametones de Baffy, a la abierta raja. Empezó la lamida. Ulva, por supuesto notó la diferencia con mi lengua, pero en su estado no supo exactamente lo que pasaba.

-¿Que...? AAAAAHHH... - lo que salia de sus labios eran algo más que gritos – QUEEESSSSSS... MMMM.... AAAAAAHHH.... MMMMM....

Traté de mejorar las sensaciones. Vi que el animal lamia solo los labios mayores, los menores y algo del clítoris. Así pues, empleando mi mano derecha, abrir aquella raja ofreciendola a las caninas lamidas.

-AAAAAAAAHG.... MMMMMMM.... NOOOOOHG..... MMMMMAAAAAAAHJ

Normalmente me gusta ser discreto pero en aquel momento me dio igual que aquellos berridos despertaran al vecindario.

Vi como Baffy bajaba su cabeza para poder penetrar lo más hondo posible con su larga lengua, tocando con la fría nariz el abultado botón de carne de la parte superior.

Arrodillándome en el suelo coloque mi barbilla en el muslo izquierdo de Ulva, rozando la cabeza de la lamiente perra. Tuve una visión en primerísimo plano de la penetración de aquella larga lengua entrando y saliendo de la intimidad de mi mujer, a una velocidad imposible para ninguna lengua humana.

Con cierto esfuerzo coloque mi mano izquierda bajo las fauces de Baffy, haciendo que levantara el morro lo suficiente para que las lamidas hacia el interior, rozaran con intensidad el clítoris de mi esposa.

-BAAAAAHJJJ... MMMMMAAAHHHJJ.. MMMMMEEEEH.... CORRRRRROOOOOO..... MMMEEEEHJ.... ME VENGOOOOOOOOHJ

Aquella exótica manera de gritar las erres aún aumentaba más el hervor de mi sangre. Durante todo el proceso una de mis manos apenas dejo de acariciar mi hiper-empinado miembro. Solo paraba de hacerlo para retrasar mi propio orgasmo.

Ulva sabia que no era yo el que lamia así, pero seguía sin adivinar el nivel de depravación que había hecho alcanzar a su pareja.

-MEEEEEHJJJ... VIENEEEEEEEEH... MMMMMMMMM...

No me parece que antes ni después de ese día consiguiera jamas un orgasmo tan intenso de ella. Pero la miel no se había acabado y Baffy seguía lamiendo con intensidad.

-NNNNNNNOOOOOOOOH..... AHORRRR......AAAAAAAHHH... DUELEEEEEEEEE....

Sabia lo molesto que era para ella que siguieran manipulándole los bajos cuando ya se había venido, pero deje que el animal recibiera una par de segundos más, el tiempo que tardé en quitarle a Ulva el vendaje de los ojos.

-BAFFY, TÚÚÚÚÚ... NOOOHJ... AAAAAAAAAAHHHJ.... DUELEEEEEEEEE... MARICÓN.... AAAAAAAAHHG

Retiré a Baffy de la cueva de las maravillas, Ulva se retorcía con fuerza intentando liberarse de las improvisadas ligaduras sin conseguirlo.

No me lo pensé más, baje a la perra de la cama, me puse encima de mi pareja y penetré salvajemente aquella abertura empapada de una nauseabunda mezcla de miel, flujos y babas de perro. Solo tuve que dar tres golpes de riñones para venirme como un adolescente, pero en aquel momento me dio igual. Tampoco para mí hubo jamás un orgasmo igual.

Cuando todo termino recibí una retahíla de reproches y tuve que dormir en el sofá. Estaba seguro que a la mañana siguiente me echaría de casa. Pero me equivoque. Ya serena me dijo que lo había pasado muy bien, pero que le daba miedo repetirlo. Así que no se repitió, al menos conmigo, pero trabajando yo todo el día y con ella a solas con Baffy en casa, ¿Quien sabe?