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Un día caluroso

en Grandes Series

-Chicos, prestad atención-les dijo la mujer cuyo pelo era de color paja sucia. Vestía un uniforme blanco ajustado y una cinta ancha blanca le protegía la frente del sudor. Los chicos dejaron de hablar y clavaron sus ojos en ella.

-Por parejas, a una distancia de un metro y medio-les ordenó. Los chicos se prestaron a obedecer y se situaron las parejas a lo largo del gimnasio. Robert eligió como pareja a Fred, un muchacho pecoso, pelirrojo, estirado y con rasgos ratoniles en la cara.

La mujer se colocó delante de ellos y adoptó una postura relajada, las rodillas un poco inclinadas y un gesto de concentración en el rostro.

-Paso 1, 2 y 4, ¿de acuerdo?-susurró. Los chicos asintieron con la cabeza y se dispusieron a lanzar patadas.

<<Qué buena está la tía>>.

Se llamaba Sofía, o eso les había dicho. Una vez por semana, les daría lecciones básicas sobre el taekwondo. Aquella era la segunda clase. Cuando el director se lo había comunicado a los alumnos, muchas chicas protestaron incluidos algunos chicos. Robert no se quejó. Un poco de ejercicio físico le vendría bien, aunque él siempre practicaba ejercicio físico.

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Delante de él, a espaldas de Fred, se encontraba Tania y Clara. Ambas con el mismo uniforme blanco que los demás, pero cuando danzaban se les apreciaban los pechos. Robert imaginaba que los pechos de Clara eran un poco más pequeños que los de Tania, y sabía que tenía las aureolas más grandes, pero aún así, las dos eran guapísimas. Clara era un poco más pequeña que Tania, pero su culo era más respingón, como se destacaba cuando se ponía vaqueros ajustados.

-El problema es el carácter-se dijo Robert a sí mismo, mientras bloqueaba una patada de Fred. Clara era orgullosa, altiva y en ocasiones, borde. No hablaba con desconocidos y se comunicaba con pocas palabras. Pero en otras ocasiones, el muro con el que protegía su corazón al resto se deshacía y se la podía ver llorando, abrazar a alguien o tener un gesto cariñoso. Como sucedió aquel día en el que Robert...

-Esas patadas, chicos, con más energía-les dijo Sofía.

Hacía ya dos años de ello. Le había enviado un mensaje al móvil a Robert, pidiéndole que fuera a su casa. Al chico le había sorprendido. Solía hablar con ella en el colegio, salían a veces e incluso habían bromeado en ocasiones pero el comentario "te necesito" que le había mandado ella le desconcertó. Se apresuró a ir a su casa. La puerta estaba abierta. La llamó por su nombre y una voz le dijo que subiera las escaleras. Él obedeció y junto a la puerta de su cuarto estaba ella, sentada en el suelo y apoyada la espalda en la pared, con los ojos enrojecidos y una botella medio vacía de alcohol a su lado. Robert la ayudó a levantarse y la llevó a su cama. La chica vestía un pijama corto, los pezones se le clavaban y se apreciaba que llevaba un tanguita. La chica empezó a lloriquear y el muchacho la había acogido entre sus brazos, incómodo y notando los pezones. Cuando se calmó, Clara le había dicho que su ese día su novio, Thomas, un chico al que Robert conocía poco, y ella habían quedado para hacer el amor por primera vez pero el chico se había derrumbado cuando ella le había quitado los pantalones y no estaba ereccionado. Entre gemidos, le confesó a Robert que el muchacho le había dicho que era gay. Habían cortado y la muchacha estaba destrozada. Robert le había acariciado los hombros, el cuello, le había susurrado palabras cariñosas al oído, le murmuraba que era preciosa, que no se preocupara, que era joven. Entonces ella le besó. Si alguien le hubiera asegurado que media hora después de eso pondría a Clara desnuda a cuatro patas y le azotaría el culo diciéndole puta ( cosa que ella le confesó que le encantaba) no le hubiera creído.

-Cambio de parejas-anunció Sofía. Fred eligió a Clara y una sonriente Tania se pusó enfrente de Robert. La sonrisa de ella provocó que el corazón le latiera más rápido. De frustación. Había estado a punto de conseguir que le hiciera la mamada con la que tanto había soñado si no hubiera sido por...Movió la cabeza ligeramente, apartando el recuerdo de aquella cosa.

"-Oh, sí, Robert, bésame ahí, me excita mucho"-le decía al oído una voz lejana a Robert. Ante sus ojos apareció la imagen de Clara, desnuda de cintura para arriba, cogiéndole el rostro ella mientras Robert le besaba el pezón rosado y luego lo apresó con sus labios y empezó a succionar. Como si fuera un bebé hambriento. Luego le había quitado el pantaloncito y vislumbró su tanguita blanco. Le recorrió el cuerpo a besos, lamió su cuello, lucharon las lenguas en la boca de ella y ella le pedía que le quitara el tanga y se la follara. La muchacha estaba algo aturdida, pero sin duda alguna, caliente.

-"Una foto"-le susurró él.

-Chicos, ahora quiero que uno de la pareja aguante los golpes del otro, 1,2,3 ...¡ya!-ordenó Sofía. Robert apretó el pecho y colocó los brazos en los lados del cuerpo, protegiendo el pecho y la cabeza mientras Tania elevaba sus piernas y le propinaba golpes suaves. Tania y su tanga...

¿Cómo demonios se le ocurrió pedirle eso a la muchacha? Clara le había mirado con los ojos abiertos, sorprendidos, y la boca medio abierta mientras el joven sacaba el móvil y sonreía. Robert maldijo al instante no haberse controlado. Si la muchacha rechazaba eso, posiblemente lo tomara como un oportunista y lo mandaría a la calle, a patadas.

-"¿Cómo quieres que me ponga"?-le preguntó ella. Robert se lo indicó. Fue una foto magnífica. Clara tumbada boca arriba, con las piernas dobladas y abiertas, la mano derecha metida dentro del tanguita, la boca lamiendo el dedo corazón de la mano izquierda y con los ojos cerrados. Luego, le había quitado el tanguita y había visto su coñito. Tenía un vello púbico recortado por los lados pero el que poseía lo tenía algo espeso, rizado y castaño. Sus labios vaginales aparecían hinchados y con cierta humedad. Robert bajó su cabeza para beber de aquella fuente.

-Te noto ausente, Robert, ¿aún estás preocupado por lo de la noche pasada?-le preguntó Tania cuando el muchacho bloqueó mal un golpe y gruñó por lo bajo.

-No, no es nada, Tania, no estoy preocupado-le indicó el muchacho con una sonrisa mientras en sus oídos Clara gemía y le pedía más y más, al tiempo que la lengua del muchacho se introducía en su coño y lo lamía. Tenía un sabor algo salado pero no le importaba. Descubrió el clitorís y lo asaltó con un dedo. Ella gimió más y arqueó la espalda.

-¡Cambio!-gritó Sofía y el joven se preparó para asestar un golpe al lateral de Tania sin percibir la erección que tenía en el pantalón. La disimuló como pudo y se concentró en aquello. Tania lucía ciertas ojeras, parecía que no había dormido. ¿Tan acojonada estaba?.

-"Fóllame, Robert, fóllame"-le pedía Clara con una voz lastimosa. Él obedeció sin dudar un instante. Ella abrió sus piernas y él le sonrió y le dijo que se girara. La muchacha al principio no entendió pero luego soltó una risita y se colocó a cuatro patitas. Meneó su culo, incitándolo. Él guió su miembro húmedo y notó la presencia de los labios vaginales. Apretó los senos de ella y la penetreó suavemente. Ella fue la que lo cogió de las caderas y lo atrajó hacia ella mientras soltaba un gemido suave de dolor. Se quedaron quietos un instante, él aplastándola con su peso, las manos atrapadas entre la cama y sus senos y entonces, ella le pidió que se moviera. Mucho. Que la llamara puta, asquerosa, guarra...

.¿Me pedirá eso Tania?-se preguntó en voz baja, perdido en sus pensamientos.

-¿Pedirte el qué?-le preguntó ella con un tono sorprendido. El muchacho vaciló un instante y a punto estuvo de perder el equilibrio pero farfulló una respuesta vacilante, un "nada, cosas mías" que dejó a la muchacha sumida en una curiosidad creciente.

-"Oh, síi, me vengo Robert, me vengo"-le había gritado Clara mientras Robert le pegaba en el culo. Cuando el joven se corrió, fuera, sobre su espalda, ella se derrumbó en la cama y se quedó en un estado muy cercano al del adormilamiento. Susurró algo y cerró los ojos. Robert se fijó en el tanga blanco y lo cogió y se largó. Su afición por los tangas no había empezado allí pero robárselo a Clara era casi una locura, pensaba él mientras corría por la ciudad yendo a su casa. ¿Y si ella le pedía que se lo devolviera, junto a la foto? ¿Y si ella insinuaba que la había chantajeado o violado? El orgullo de Clara era capaz de traspasar ese límite.

-Se acabó, chicos, ducha y cada uno a su casa, ha sido un placer-les dijo Sofía. Muchos ya respiraban fatigosamente y suspiraron de alivio. La cara de Tania estaba perlada de gotitas de sudor y Robert se sentía muy acalorado. Su mirada se cruzó por un instante con la de Clara y enseguida ella apartó su mirada. Le llamó al día siguiente de aquello. Le dijo que fue un error, que no sabía lo que hacía, le preguntó qué pasó, por qué había estado despertado desnuda en su cama... Él le contó una historia falsa, le dijo que su novio la había desnudado y se había desmoronado porque no se había ereccionado, que era gay, que ella había llorado mucho, que le había llamado para que la consolara, pero que le había recibido desnuda y se había caído al suelo desmayada al instante, él la había llevado a la cama y la había dejado allí y había tirado la botella de alcohol a la basura. Ella le escuchó atentamente, clavada su mirada en sus ojos, mientras bebía el café que había pedido a pequeños sorbos y el muchacho se concentró en que su voz no titubeara, ni sus manos temblaran, ni que sus ojos se desviaran de los de ella. Terminó y ella asintió con la cabeza, le dijo gracias por el esfuerzo de ir a su casa a consolarla y se largó. Su relación, desde entonces, había sido fría pero a veces ella volvía a recuperar la sonrisa con alguna broma de él. Robert, conservó su tanga y aquella foto como un tesoro.

 

-¿Y qué pasó con Robert?-le soltó Clara a Tania mientras se quitaban el uniforme en la taquilla y se disponían a irse a las duchas individuales en ropa interior. El ambiente era sofocante, y las gafas de algunas enseguida se empañaron.

-Quedamos, dimos una vuelta, estuvimos hablando y nos fuimos-le mintió Tania y se tocó el pelo disimuladamente. Clara soltó una carcajada y la miró con ojos incrédulos.

-Mientes-le soltó.

-¿Quieres que te proporcione detalles para que te hagas un dedito?-le dijo Tania al oído. La mueca burlona que esperaba en Tania no apareció sino que ella le miró con unos ojos inquietantes.

-¿De Robert? No, gracias, si fuera de Alberto-le contestó con un aire de indiferencia. Tania la miró con los ojos abiertos por la sorpresa.

-¿Te gusta Alberto?-le susurró Tania. Clara rió.

-¿Ves lo fácil que es mentir?-le dijo Clara burlonamente. Por el lado de las chicas, casi rozándolas, pasó la profesora Sofía, luciendo un trasero bonito con un tanga violeta y sin sujetador. Sus senos se movían con sus pasos, pese a ser medianos y firmes.

-Lo habéis hecho muy bien, chicas-les confesó Sofía con una sonrisa.

 

El agua cayó sobre su cabeza y los hombros. Estaba cálida, y sintió su recorrido por las mejillas, el cuello, el contacto de los pequeños riachuelos por su pecho, el paso por la depresión entre sus senos, su descenso casi en línea recta como si fuera una catarata hasta su vientre bajo, el agua deslizándose por su monte de Venus poblado ligeramente de vello púbico del mismo color que su cabello y finalmente su precipitación tras cruzar sus labios vaginales. Era casi una bendición del cielo que las duchas fueran individuales y se pudiera proteger una de las miradas curiosas de las demás mediante una tela gruesa. Cogió el bote del champú y se frotó el cabello, con los ojos cerrados, sintiendo los latidos de su corazón descendiendo.

-Algunas son unas lesbianas en potencia-se dijo en un tono muy bajo-o son unas envidiosas de mi cuerpo, o bisexuales. Hacía ejercicio físico todos los días. A ello se le sumaba aquellas clases. Y de vez en cuando, un polvo. Decían que el sexo ayudaba a adelgazar. Los había rápidos e insatisfactorios, otros largos y agotadores, otros mediocres, incluso en una ocasión, no pudo aguantar la risa al ver la flácida polla de un joven y sus lamentables disculpas cuando ella estaba ya desnuda y caliente. El champú se deslizó por sus hombros y acarició sus senos. Abrió los ojos y se sintió tentada de espiar a los jóvenes que se estarían duchando en el otro ala. Algunos lucían un aspecto interesante y ella estaba segura de que bajo aquellos uniformes, se escondería una buena polla. Se pasó la esponja por los senos y se sorprendió de lo sensibles que estaban. La curiosidad hizo que se tocara el pezón erguido con la yema del pulgar y sintió una leve oleada de placer. Casi se rió ante aquello. ¿Allí? Seguro que más de una estaría aprovechando aquella oportunidad. Seguro que tendrían las alcachofas clavadas en sus jóvenes coñitos mientras apagaban los gemidos mordiéndose una mano. ¿O sería eso lo que ella haría? Paseó la esponja por su vientre, mientras la mano derecha descendía hacia su monte de Venus. Durante dos segundos, jugueteó con el vello púbico. Bajó la mano y se pasó un dedo por la raja, húmeda. Se mordió el labio inferior y entrecerró los ojos. Necesitaba una polla. Que uno de aquellos muchachos irrumpiera en las duchas, se introdujera en la ducha con ganas de violarla, ella lo podría inmovilizar y lo obligaría a comerle el coño. Luego, lo tiraría contra el suelo de los baños, allí, a la vista de las demás chicas, se montaría sobre él y le cabalgaría alocadamente. Así enseñaría a las jovencitas a como tratar a los hombres. Su dedo seguía pasando frenético por la raja, y ella se deslizó hacia el suelo de la ducha. Se quedó sentada, extasiada, dos dedos se le clavaban dentro, en su mente el muchacho le pedía compasió, que lo dejara ir, ella seguía cabalgándole, le mordía en el cuello, ella le apretaba las manos contra el suelo, algunas chicas empezaban a gemir en un tono bajo...Un dedo fue hacia su clitorís y tres dedos de la mano derecha se metían y salían rápidamente de su vagina. El agua le caía desde arriba. Ella respiraba con profundidad. Elevaba los hombros, los bajaba. El muchacho conseguía tirarla de espaldas, se incorporaba, ella lo tiraba al suelo, dos chicas se lanzaban contra ella, la inmovilizaron, otra, delgada, con grandes senos y con el pelo rubio, cabalgaba al muchacho dando grandes gemidos. Ella suplicaba que la liberaban, que quería cabalgar al joven. Ahogó un gemido de placer y su espalda se arqueó, su vagina apretó sus dedos y expulsó un líquido caliente. Se quedó alli sentada, dejando que corriera el agua por su cuerpo cálido, con la mente en blanco. Había sido un orgasmo magnífico.

-Me quedé insatisfecha con aquel tipo-se dijo ella, mientras se levantaba y accionaba el agua fría.

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Cerró el grifo y se estrujó el cabello mojado, del color de la paja sucia. Corrió la cortina y salió desnuda, recogiendo del suelo su tanga violeta. Muchas chicas salían envueltas en toallas o incluso con una muda de ropa interior.

<<Pobrecillas, temen que si muestran sus cuerpos, sean objeto de críticas de otras compañeras>>.

Se dirigió hacia la taquilla, abrió su pequeña mochila y se vistió. Vislumbró el móvil y lo cogió, con algo de miedo en el interior. Desde hacía tres semanas, vivía con el miedo de que recibiera otra noticia funesta. Por suerte, ninguna noticia. Ningún mensaje. El último había sido en la madrugada.Una chica pelirroja, de unos dieciséis años, con los pantalones y las braguitas hasta los tobillos, insconciente sobre el techo de un coche, a unos doscientos metros de un pequeño parque. Suspiró. Ya había recibido cinco mensajes del tipo "otro caso, ocurrido en...". Al instante, el móvil vibró y su corazón se encogió. Desbloqueó el móvil en una milésima de segundo y respiró, aliviada. Era un mensaje de Nick. Ese joven había hecho mucho por ella. Cogió la mochila y salió fuera del gimnasio, andando hacia la comisaría y agradeciendo la ligera brisa del exterior.

Le debía un gran favor a Nick. Estaba recién salido de la Academia, y lo habían enviado para que adquiriera cierta práctica y mandarlo a otra comisaría. Al principio, Sofía había ignorado la presencia del joven hasta que éste la invitó tartamudeando a un café. Ella aceptó y habían comenzado a hablar. Con el tiempo, dos meses, ambos se habían convertido en cómplices y amigos. Nick no parecía interesado en Sofía pero el joven acudía en ocasiones a los sueños eróticos de Sofía por la noche. Nick le había mandado por el móvil un mensaje preguntándole por las clases de taekwondo. Ella sabía que aquello era una simple excusa para luego, verse en la cafetería y que él le pasara el documento que había sacado de la comisaría mientras ella entretenía al teniente Murillo.

 

-¡Ey, Robert, Robert!-exclamaba Christian, haciendo grandes aspavientos y corriendo hacia él. El muchacho, que bebía tranquilamente una bebida energética, se paró y esperó que el otro llegara ante él. Christian sudaba ligeramente y respiraba agitadamente.

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-Esta noche, ¿habrá partida?-le preguntó. Robert se rió para sus adentros y miró hacia los lados, disimuladamente. Sonrió al joven y le tocó el hombro con suavidad.

-¿Tienes algo con lo que apostar?-inquirió Robert. El muchacho vaciló unos instantes y desvió la mirada. Robert suspiró y se dispuso a continuar su marcha.

-Avísame cuando tengas algo, y jugaremos otra vez, colega.

Christian se quedó parado hasta que Robert se desvió por otra calle. Metió la mano en el bolsillo y tocó el paquete de pilas que escondía allí. Sudaba copiosamente y se sentía vigilado. Estaba nervioso y giró sobre sus pasos y volvió a casa.

-Tengo que conseguirlo, tengo que conseguirlo-decía entre dientes. Llegó a casa, musitó un rápido hola a su madre y se lanzó escaleras arriba. El corazón le golpeaba frenético en el pecho y las manos le temblaban ligeramente. Se acercó al cuarto de su hermana, que estaba cerrado, y golpeó con la puerta los nudillos. No recibió respuesta. Abrió la puerta con suavidad y se deslizó en el cuarto. Tenía las paredes de color rosa, poseía un escritorio, un armario lleno de libros, un armario empotrado, una pequeña estantería con ositos y la cama repleta de ositos y muñecas. Su hermana no jugaba con ellos, se limitaba a tirarlos al suelo y a volver a colocarlos en el mismo orden. Ese era el gran riesgo, que lo descubriera y entonces...Christian respiró suavemente e intentó tranquilizarse. El muchacho había memorizado la colocación de los ositos y las muñecas, sólo debía ponerlas en el mismo orden. Buscó un buen ángulo para su intención. Sabía donde su hermana escondía aquello.

-Diantres, ¿qué estoy haciendo?-se preguntó por enésima vez pero agitó su cabeza y se concentró en la misión. Localizó un buen lugar. En el tercer hueco de la estantería, entre un caballito, una estrella de mar y un peluche de Son Goku. Al fondo, unos libros. Quitó los peluches y algunos libros, colocó la cámara, comprobó si se vislumbraba la zona que él quería, lo colocó todo en su sitio a excepción de los libros que había quitado y se aseguró de que la cámara no se viera gracias a los peluches. Se marchó del cuarto, volviendo a reflexionar sobre aquello cuando tocaba el pomo de la puerta listo para cerrarla. Estuvo tentado a quitar aquello, a decirle a Robert que jugarían pero no a ese nivel, a volver a proponerle la idea de salir a la calle a dar una vuelta...

-Debo hacerlo-se dijo él. Aquello le valió como argumento, pues cerró la puerta al tiempo que Tania entraba en la casa tarareando una cancioncilla.

-Make your own kind of music-se dijo Christian, reconociéndola. Acarició el aparato pequeño que llevaba en el bolsillo derecho de su pantalón, que controlaría la cámara a una distancia de tres metros y se encerró en su cuarto. Se tiró encima de la cama y observó el gran libro que descansaba en su escritorio.

-El libro de magia-murmuró Christian, con los ojos ensoñadores.

 

La joven subió los escalones a saltos. Le costó mucho mantenerse pegada a ella, pero los hilos que fabricaba ella misma eran muy resistentes. Fue dando rebotes en su telaraña, creada a toda prisa y en el calcetín, entre el zapato y el pantalón. Había pensado en trasformarse en un piojo, una pulga, un mosquito. Pero se decidió por la araña. Él le había mirado con unos ojos escépticos y curiosos. Le había dicho si pensaba que iba a cazar alguna mosca. Él le había respondido que se disponía a cazar a otra presa. La muchacha se paró y tocó en una puerta. La abrió y una luz deslumbrante cegó a la arañita por unos instantes.

-Hola, renacuajo-dijo ella.

-¡Hola, Tania! ¿Has visto las noticias? Otra chica...-le dijo una voz varonil.

-Vaya, es terrible-se dijo ella. La arañita elevó sus patitas en señal de protesta e indignada.-Estaré en mi cuarto, quiero descansar un rato-la chica se despidió con un gesto de la mano y se encaminó hacia su cuarto. Cuando cerró la puerta, la arañita se lanzó hacia el suelo y se dispuso a trepar hacia el techo, escondida tras el armario. Las órdenes habían sido claras. Tenía que obedecer. Escaló por la pared y llegó hasta el techo. Lanzó un par de hilos y se quedó allí, suspendida, sus ojillos negros clavados en la joven que había abierto un cajón de su armario y buscaba algo. Sacó un objeto alargado, de plástico, flexible y de un color morado. La arañita clavó su mirada en el objeto, que la chica elevó hasta situarlo enfrente de su rostro y besaba la punta, redondeada.

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La arañita no fue consciente del ruidito que hizo la cámara al encenderse, ni tampoco la chica que se quitaba los zapatos y los calcetines. Sobre la mesita de noche, había dejado el móvil encendido con un mensaje de Clara que le decía que si podía quedar por la noche...