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La silenciosa noche

en Grandes Series

Siguió pulsando las teclas con rapidez. A su lado, encima de la mesa, desplegadas en fila india, seis fotografías de chicas. Todas aparecían sonriendo a la cámara, unas tenían gafas y otras lucían unos preciosos ojos. En concreto, la última chica. La pelirroja. Unos ojos de un azul celeste intenso. A la derecha del ordenador, un paquete de tabaco arrugado.

-Deberías tomarte un descanso-le aconsejó una voz a sus espaldas.

-Deberías marcharte a dormir-le replicó Sofía, bostezando. El joven se rió y se acercó a la mesita. El salón de la casa de Sofía estaba a oscuras a excepción del área de luz que proyectaba la lamparita de la mesa.

-¿Qué hiciste para distraer a Murillo?-le volvió a preguntar Nick. Sofía cerró los ojos por un instante.

-Le invité a cenar, estuvimos charlando, comentando un partido de fútbol, luego fuimos a un bar, nos tomamos unas copas y luego, cada uno a su casa-le explicó ella, mintiéndole. El joven se tocó la escasa perilla que lucía con gran orgullo y asintió levemente.

-Fue fácil colarme en la madriguera y llegar a la despensa, cogí las zanahorias con mucho cuidado y me largué a toda prisa-le explicó él, en clave. Era otra de las costumbres de Nick. Hablar siempre que podía en clave.

-¿Hay algo más que pueda hacer por ti?-le preguntó Nick.

<<Oh, sí, podrías quitarme la ropa, tirarme encima de esta mesa, abrirme de piernas y metérmela hasta el fondo>>.

-No, gracias. Has sido una gran ayuda-le contestó ella. El joven volvió a asentir, cogió el abrigo de la percha y se marchó de la casa.

-Por Dios, tengo que comprarme un vibrador-se dijo Sofía, mordiéndose el labio. Ambos se habían citado en una cafetería pequeña y acogedora. Habían estado charlando un rato sobre temas triviales y ella le invitó a su casa para que él le hiciera la "entrega". Mientras ascendían por las escaleras hasta el piso de ella, Sofía había clavado su mirada en el culo de Nick, disimulado por los vaqueros y sintiendo ella que se mojaba levemente. La tensión sexual que ella sentía había aumentado en casa, cuando él se quitó el abrigo y se sentó frente a ella con el cuello de la camisa abierto, revelando el principio de un pectoral fornido.

Bebió otro sorbito de café mientras se desabrochaba el cinturón de sus vaqueros y se desprendía de ellos, quedándose en braguitas, que eran celestes. Era su forma de andar por casa, en ropa interior, incluso en invierno. Ella no era friolera. Su mano derecha se colocó encima de sus braguitas y sintió la leve humedad cuando apretó el dedo corazón sobre su entrada. Pero no era el momento. Tenía trabajo. El archivo que Nick le había traído y que ella leía en el ordenador le mostraba la gravedad del caso. Cinco de los ataques se habían producido en su ciudad, mientras que el primero se había producido en una ciudad a unos doscientos kilómetros al sur. Todas habían sido sorprendidas en la calle, sin ropa, con escasa ropa, maniatadas...salvo una de ellas, la primera, que había sido sorprendida por su madre en el sótano de su casa, desnuda y maniatada a una viga del sótano.

-Parece que la primera víctima fue algo especial, quizás ¿experimental?-tecleó en el ordenador, en una hoja en blanco del OpenOffice, donde estaba escribiendo y anotando todas las conclusiones que iba extrayendo.

-Lo más sorprendente de todo, son las confesiones de las víctimas-siguió tecleando-todas, incluido la primera, no recordaban nada. No habían despertado bajo el efecto del alcohol o de alguna droga, ni tampoco parecían hipnotizadas. Cuando les hacían preguntas, ellas no sabían qué responder. La mayoría miraban a los inspectores con ojos extrañados y una de ellas, la segunda víctima, le preguntó si era todo una broma desagradable...-se detuvo y sacó una hoja de un calendario que le había traído Nick en un sobre. Los ataques habían empezado en junio, el 1. Del primer ataque al segundo distaba un espacio de cuatro días, del segundo al tercero, dos días, del tercero al cuarto otros cuatro días, del cuarto al quinto, uno, y del quinto al sexto uno. Sofía abrió los ojos, aterrada. Los ataques habían empezado a ser constantes siguiendo una proporción pero ahora eran a diario. ¿Y si se producía otro ataque esa misma noche? ¿Quién sería la víctima? ¿Una joven de 14, de 15, de 16 años? La víctima con más edad había sido la pelirroja, 18 años. Encendió el móvil y estuvo a punto de enviarle un mensaje de advertencia a su sobrina, que estaría en la calle a esas horas. Buscó el nombre de Clara por unos segundos pero volvió a cerrar el móvil. Sobre el caso, había un profundo secretismo. La policía estaba presionando a los periódicos para que no mostraran aquellos ataques a chicas. El teniente Murillo le había confesado a Sofía que lo último que quería el comisario era una oleada de pánico general recorriendo la ciudad. Aunque algunos periódicos habían publicado el caso de la tercera víctima, muy difícil de ocultar, pues había sido descubierta en la plaza principal de la ciudad, atada a un árbol, desnuda y con un consolador metido por el culo, vibrándole. La policía había responsabilizado de aquello a la mafia rusa y ya habían metido a un sospechoso entre rejas en espera de juicio, pero Sofía se intuía que aquello era sólo una maniobra para ganar algo de tiempo.

-¿Por qué demonios no me dieron el caso a mí?-se preguntó otra vez Sofía. Ella era conocida en la comisaría por resolver casos en los que apenas había pruebas. El robo a un banco, el extraño caso de un asesinato ocurrido en un tejado, el secuestro de un empresario al que habían estado a punto de ejecutar por no entregarle el dinero que exigían...Había hablado con el comisario, que era su tío, y éste se había mostrado firme en su decisión.

-"No quiero que investigues eso, Sofía, ocúpate de otros casos"-le había dicho, casi gritándole. Sofía se intuía que era porque el comisario tenía miedo de que le sucediera algo.

-Y si ni la misma policía está segura de sí misma, ¿qué garantías de seguridad podemos proporcionar a los ciudadanos?-se preguntó Sofía, mientras seguía leyendo el informe del caso.

 

La lámpara tintineó ligeramente. Fred se dispuso a darle un golpe y se arregló al instante. David Ricardo sugirió que abrieran un poco la ventana pero Christian se negó.

-Podrían vernos desde fuera o escuchar nuestras voces-les dijo. Robert encendió un cigarro y empezó a darle caladas mientras repartía las cartas. Sobre el mantel sucio que había desplegado Christian en la mesa se amontonaban las monedas. Junto a éstas, los lotes adicionales. Robert sonrió. Christian cogió sus cartas y las observó un instante, al instante las dejó sobre la mesa. El chico poseía, al parecer, ciertas cualidades de memorización. Robert abrió la botella de ron y llenó los chupitos de cada uno. Christian hizo amago de rechazarlo pero Robert y Fred insistieron y el muchacho se lo bebió de un trago, imitando al resto. Robert ya sentía el efecto del alcohol, pero peor era el caso de Christian, que ya tenía los ojos entrecerrados y lucía una sonrisa boba. Los ojos de Robert se fijaron en el CD que había junto a las monedas de aquel renacuajo. Christian elevó la apuesta, y David y Ricardo miraron por un instante a Robert. Éste hizo un levísimo gesto de afirmación con la cabeza e hicieron un all in y pusieron sus lotes adicionales: dos tangas. El que traía David pertenecía a su prima, Jessica, y era de color rosa y el de Ricardo pertenecía a su hermana, Mónica, de color rojo intenso. Ambos habían asegurado a Christian que pertenecían a sus respectivas novias. Robert apostó todo lo que tenía, las monedas y el tanga amarillo con los bordes morados de Tania (él explicó a Christian que pertenecía a una de sus novias, ni David ni Fred sabían a quién pertenecía). A Robert le hacía gracia que su hermana descubriera su tanga en manos de su hermano, si llegaba a perder. Pero eso no sucedería. Christian vaciló un instante y finalmente hizo otro all in. Los ojos de todos se centraron en el CD que resplandeció levemente por la luz de la lámpara.

-Sus cartas-dijo Robert y todos mostraron las cartas. Christian maldijo y Robert sonrió. Ganó Robert, ya que poseía un trío de ases ( él poseía una pareja de ases y otro as en la mesa formaron el trío) mientras que Christian tenía una pareja de reyes.

-Otra ronda de chupitos, mis amigos-les dijo Robert mientras recogía con una mano las ganancias. Sabía que debía entregar los tangas a Ricardo y a David pero el CD era suyo...

-¿Qué tal si vemos cuánta calidad tiene esto?-propuso Robert, cogiendo el CD. El rostro de Christian palideció y los otros dos sonrieron.

-¿Sucede algo, colega?-preguntó socarrón Fred a Christian.

-Oh, nada, podéis verlo, yo creía que sólo lo vería el que ganaba el bote-dijo Christian. Robert soltó una carcajada estruendosa.

-Pertenece a mí, y se lo muestro a ellos para que se mueran de la envidia-le contestó sonriendo. Se levantó con cierto esfuerzo y se encaminó hacia la vieja televisión que había al fondo de aquel cobertizo en el que se reunían. Pertenecía a la familia de Christian y se situaba en el campo que tenían a las afueras. Era fácil acceder a él mediante un agujero que había en la alambrada que el padre de Tania y el de Chris había levantado y además, estaba al fondo del campo, cubierta por unos jóvenes pinos. Nadie iba allí, o al menos, eso les había dicho el muchacho. Fred y Ricardo bebieron a la salud de Christian mientras Robert encendía el televisor y ponía el CD en el DVD.

Robert regresó a la mesa mientras la televisión se encendía y aparecía una habitación rosa, llena de peluches y ositos. La chica con el pelo castaño, Tania, estaba sentada en el borde de la cama y se quitaba los zapatos y los calcetines.

-Lo que tiene a su lado es un...-dijo Fred.

-Un consolador morado-le interrumpió Ricardo, sonriendo-menudo lote has traído, Christian.

-Silencio, esto es como si estuviérais en el cine-les indicó Robert, que no despegaba los ojos de la pantalla. Christian se había sentado a la derecha de Ricardo, en el extremo más próximo a la puerta y distante del televisor.

<>. Robert sabía que Tania tenía la sangre caliente. Ella misma le había confesado a Robert que hacía dos meses había ido a una playa nudista y se había masturbado en el agua, pues la visión del cuerpo fornido de cinco jóvenes jugando al voleyball en el agua, a una distancia de veinte metros, la había puesto cachonda. Pero no sabía nada de aquel juguetito, al que ella estaba dándole pequeños besos en la punta. Sería cosa de Clara. Una imagen cruzó la mente de Robert, Clara desnuda con aquel consolador y arrodillaba ante Tania, que también estaba desnuda y estaba apremiándole que la penetrara. La polla se le pusó dura al instante. Hasta donde sabía Robert, Tania no era bisexual...La chica se había quitado los pantalones y estaba mostrando a la cámara la visión de sus piernas delgadas. La joven se subió a la cama y dió la espalda a la cámara, deleitándose los chicos excepto un acalorado Christian ante las nalgas carnosas y suaves que poseía la chica. El zoom de la cámara aumentó y la cámara se centró en la entrepierna de Tania. La chica había abierto sus piernas un poco y se apreciaba la presencia de dos dedos que se deslizaban por encima de las braguitas rosas que llevaba puestas, los dedos avanzaban hasta que las yemas se situaban en lo que Robert suponía era su entrada anal y luego descendían hasta su raja. La chica giró su cabeza hacia un lado y pudieron observar que estaba lamiendo el consolador. Tania cambió de posición y se tumbó boca arriba en la cama. Se deslizó las braguitas hasta los tobillos. Robert se mordió la punta de la lengua con la visión de aquel coñito. Tenía el vello púbico de color castaño, no muy rizado, en forma de punta de flecha muy estrecha que apuntaba hacia su entrada. La chica deslizó su mano derecha hacia la vagina, y restregó los dedos corazón e índice por el clitorís, que el zoom de la cámara por un instante captó. El zoom disminuyó y permitió la visión del resto del cuerpo de la chica. Tania tenía los ojos semicerrados y la boca entreabierta. Sus dedos se deslizaban por el clitorís y con la otra mano llevó el consolador hasta la entrada, restregando la punta por la entrada. La chica alzó la espalda por un instante y dejó escapar entre los labios un gemido suave. Dejó el consolador en un lado y sin abandonar el clítoris, se metió un dedo. Suavemente, empezó a girarlo dentro. La chica soltó otro gemido suave y se metió dos dedos. Los metía y sacaba con más rapidez, y a veces los dejaba dentro y los giraba. Su boca se abría y cerraba, movía las nalgas. Sacó los dedos y cogió el consolador y empezó a introducirlo suavemente. Se detuvo y casi lo saca y lo volvió a meter. Los dos dedos de la otra mano castigaban el clitorís y la joven gemía con más intensidad. Entonces, sonó el móvil. La joven lo ignoró por unos instantes y siguió con su labor pero la melodía la distraía y se detuvo, se sacó el consolador y cogió el móvil.

-¿Qué quieres, zorra?-dijo enfadada mientras los dos dedos que habían excitado su punto G se deslizaron hacia la entrada y la acariciaban de arriba hacia abajo. Tania escuchó con los mofletes hinchados y pronto abandonó aquella expresión por una sonrisa.

-Gracias, Clara, eres una gran amiga-dijo, volvió a coger el consolador y se pusó en cuclillas sobre la cama. Colocó el consolador de pie sobre la cama y situó su entrada sobre él y empezó a descender. Con la otra mano, se acomodó el móvil y lo retuvo entre el hombro y la cabeza-estoy muy mojada, ¿sabes?Espero que me compenses por cortarme el orgasmo-contestó Tania, con un gemido suave al final cuando el consolador empezó a introducirse dentro de ella.

Robert miró de soslayo a David y a Fred. Ambos tenían un bulto entre las piernas, que intentaban disimular. Robert sonrió. Se bebió de un trago otro chupito y siguió mirando.

<<Ojalá se quitara esa estúpida camisa amarilla y el sujetador, pero prefiero que sea así, sus tetas las veré en persona>>.

-Doctor, tengo una gran calentura entre las piernas, necesito que me cure-dijo Tania con una voz algo infantil. Tania se detuvo y el consolador volvió a quedar apretado solamente por los labios vaginales.

-Doctor, por favor, necesito meterme algo, déme su permiso, le prometo que seré buena, por favor-gimió Tania mordiéndose los labios de desesperación-por favor, no me importa que mi hermanito esté a mi lado, él me entenderá, sabrá que su hermana mayor tiene una necesidad básica, no mirará, se lo prometo, por favor-siguió diciendo, y su rostro se iluminó tras un silencio corto-gracias, doctor, ya me he quitado los pantalones y las braguitas y estoy a cuatro patitas como usted me ha dicho sobre la cama de la consulta, mi hermanito se ha tapado los ojos con las manos, no mirará, doctor-otro silencio, en el cual Robert atisbó que todos contenían la respiración-síii, doctor, hasta el fondo, necesito su aguja-decía ella, mientras volvía a descender y a meterse el consolador-sí, doctor, noto mejoría, pero por favor, no pare, siga, por favor-decía ella mientras subía y bajaba, el "doctor" habló con ella y Tania dijo-ohh, doctor, mi hermanito no dirá nada, está mirando entre los huecos de sus deditos, está viendo como se follan a su hermanita sobre una cama, no dirá nada, por favor, no pare, doctor, creo que me estoy viniendoooo...-la expresión de Tania se iluminó y sonrió ampliamente mientras se sacaba el consolador y lo tiraba a un lado. Se tumbó boca arriba y se pasó una mano por el cabello.

-Ha sido magnífico, Clara, eres una experta provocando orgasmos-le confesó ella, posando la mano en su vello púbico.

-Eres una viciosa, ¿eh? Eso de mi hermanito no me lo esperaba-un silencio y Tania rió-reconozco que da su cierto morbo y...-la pantalla del televisor se pusó en negro y Robert miró a Chistian, que estaba muy acalorado y nervioso.

-Se terminó la cinta-mintió Christian pero los jóvenes lo creyeron. Robert sacó el disco y sirvió otra ronda de chupitos. Los jóvenes brindaron por ellos mismos y tragaron aquel licor ardiente.

Tras unos cinco minutos de cháchara y bromas, los chicos se despidieron de Christian, que tuvo que recoger la mesa y limpiar los vasos. Robert le dió una palmada amistosa en la espalda y se coló junto al resto por el agujero de la alambrada.

-¿Habéis visto qué coño tenía?-dijo Fred, silbando entre dientes. Robert se aproximó a él y le señaló con el dedo índice, muy serio.

-Ni una palabra, Fred, y menos fuera de nuestro "círculo".

-Vamos, Robert, la chica posee un cuerpo divino...-dijo Ricardo.

-...querrás decir un coño espectacular-le interrumpió Fred-yo no he visto sus tetas.

-Ni las verás-añadió Robert, los otros dos le observaron con un aire inquieto-el chico se ha arriesgado demasiado con esa grabación, ¿y si le pilla la próxima vez?-se apresuró a añadir Robert.

-Fuiste tú quien le pidió al joven algo de calidad...-aclaró Fred, mientras seguían andando hacia la ciudad.

-Lo sé, estaba pensando con la polla, pero hay que andarse con pies de plomo-aclaró Robert.

<>.

-¿Cuándo será la próxima vez?-preguntó Ricardo, curioso.

-Cuando el chico reuna más material-le respondió Robert.

<<Nunca, esa chica es mía>>.

-¿Qué hora es?-le preguntó Fred a Ricardo, intentando reducir la tensión del ambiente.

-Las 10 de la noche-le respondió.

-Hoy hace una noche perfecta para un poco de acción-susurró Robert, sonriendo.

 

Christian recogía los vasos y los limpiaba mientras su cabeza bullía de pensamientos y sentimientos. Ninguno de ellos se había dado cuenta que el vídeo había sido cortado. Mejor dicho, editado. Así ellos se irían creyendo que su hermana sentía morbo por él.

-"Eso de mi hermanito no me lo esperaba"-escuchaba Christian la voz de Tania en su mente-y no me imagino a mí misma con mi hermanito en una situación así-hubo un silencio y Tania se rió.

-¿Qué crees, que mi hermano tiene un monstruo entre las piernas? Es un crío, un renacuajo, seguro que lo que tiene entre las piernas es una colita flácida y sin vello-contestó Tania, acariciando su vello púbico y abriendo un poco más las piernas.

-Imposible, Clara, mi hermano está todo el día pensando en tonterías de magia y esas cosas, el otro día, arrancó una planta del jardín e intentó reanimarla con un hechizo-Tania soltó una risa clara-es lo que te digo, ése está todo el día con la cabeza en las nubes, seguro que aún no piensa en chicas,es más, estoy segura de que si entrara ahora mismo en el cuarto y me viera así, me diría algo como "¿tanta calor tienes, hermanita?" y sin mirarme el coño.

-No, nunca le he visto masturbándose, y mi madre dice que no mancha, ¿tendrá algún problema o algo? A su edad, yo de vez en cuando me tocaba.

-No intentes corromper a mi hermanito, ¿eh? Déjale que siga con su fantasía y sus hechizos, sí, claro, luego salimos, ¿a las 10 y media? Perfecto, guapa- Tania cortó y se puso de nuevo las braguitas, guardó el consolador tras lamerlo y se puso de nuevo los pantalones, encaminándose hacia la puerta del cuarto y saliendo.

-¿Soy un crío?-se preguntó Christian. Que su hermana le tratara así no se lo esperaba.

-Tengo 14 años y sí que me toco, hermanita, pero al contrario que tú, lo hago con algo de seguridad e intimidad.

Un vaso se le cayó al suelo cuando otro pensamiento le cruzó por la mente. Antes de que Tania colgara, el joven había sentido algo extraño en el cuarto de su hermana. Primero había sido un escalofrío en la espalda, luego un leve pinchazo detrás de los ojos y al desplegar su consciencia, lo cual le permitía palpar las consciencias de los demás y extraer sus pensamientos más superficiales si no oponían resistencia, había sentido contra su consciencia el roce de algo poderoso. Enseguida, había defendido su consciencia concentrándose en la imagen de su dedo pulgar , esperando un ataque mental, pero aquello había ignorado su presencia.

<<¿Qué demonios era lo que había en el cuarto de mi hermana?>>.

 

-¡Oh, venga, vamos al pub!-siguió insistiendo Clara a Tania, cogiéndola del brazo. Ambas se habían arreglado para la ocasión. Se habían aplicado unas pequeñas sombras bajo los párpados, negras en el caso de Tania y azules verdosas en el caso de Clara. Lucían unas pestañas destacadas por el uso del rímel y Clara se había pintado de un color rojo claro los labios.

-No, prefiero ir a la discoteca-respondió Tania, ofreciendo una resistencia considerable al esfuerzo de Clara de tirar de ella. Clara vestía un vestido rojo ceñido, que destacaba sus senos y su culo. Era cortito, y le llegaba por la mitad del muslo. En el hombro derecho, llevaba un bolsito pequeño de color azabache. En el caso de Tania, ella había optado por unos minipantalones vaqueros azules que tapaban sus braguitas casi de milagro. Llevaba una camiseta abotonada amarilla y poseía diversas pulseras en su muñeca derecha.

-¿Tienes ganas de encontrarte con Robert o qué?-le preguntó Clara, desistiendo de sus esfuerzos e irguiéndose sobre sus tacones.

-Tengo ganas de menear el esqueleto-le contestó Tania con una sonrisa, pegándole levemente con la cadera moviendo la cintura.

-Como quieras, pues, andamos hasta la esquina y nos desvíamos-propuso Clara.

-¿Me vas a dejar sola?-inquirió Tania, inflando los mofletes. Clara le sacó la lengua.

Ambas chicas continuaron andando. La calle estaba iluminada, en la amplia acera había diversos naranjos y se paraban las muchachas para saludar a algún conocido o echarse una foto. Un cuervo, con los ojillos rojos, las seguía, posándose en las ramas de los naranjos cuando las jóvenes se detenían. El cuervo las observaba con los ojos distraídos. A una, la del pelo castaño, la conocía de sobra. La había visto en acción en su cuarto. El amo le había dicho que era como una mina de donde extraer mucho mineral pero a la rubia no la conocía. Por la información que había escuchado en el cuarto, debía ser Clara. El cuervo se limpió el pico contra las alas y continuó persiguiéndolas, a una distancia prudente y sin llamar la atención. Las órdenes del amo eran claras. Como de costumbre.

-No he conocido a un tipo más seco y directo-se dijo a sí mismo el cuervo, con un tono de voz gélido e indiferente. Carente de emoción.

Las dos chicas continuaron andando y llegaron por fin a la esquina. Se abrazaron, se dieron un par de besitos en la mejilla y una cachetada disimulada en el culo. Rieron y cada una fue por su lado. La castaña siguió andando por la misma calle y la rubia se desvió a la derecha. El cuervo soltó un graznido de frustación. Debía de elegir.¿Qué le había dicho el amo en situaciones como esa? Lo recordó, y siguió a la rubia, que subía por una empinada cuesta a oscuras...

 

Clara estuvo a punto de matarse en dos ocasiones, pues encajó el tacón en agujeros que había en la acerca. Molesta, se descalzó y anduvo por la cuesta con los tacones en la mano.

-Condenada Tania, podría haber venido conmigo y me hubiera ayudado con los dichosos tacones-masculló. La calle estaba casi a oscuras, pero Clara distinguía a las personas que subían y bajaban la cuesta. Eran pocas, pero no les tenía miedo. En su bolsito tenía un spray antivioladores y las lecciones de taekwondo podrían servirle de algo. Por encima suya, pasó raudo un cuervo negro, que aleteaba furioso y se desvió a la derecha, entrando en un callejón a oscuras y estrecho. Clara, curiosa, echó un vistazo rápido al callejón y sus ojos negros y grandes se encontraron con unos inquietantes ojillos rojos. Su cuerpo se relajó y sintió la imperiosa necesidad de desviarse hacia el callejón. Los pies se le movieron automáticamente y dejó los tacones y el bolsito justo al comienzo del callejón. Se internó en la oscuridad, tanteando con las manos los contenedores de basura y llegó al fondo del callejón. No sentía miedo, ni pánico. Absolutamente nada.

-Hola-le susurró una voz a su lado. Ella miró hacia su derecha, y vislumbró a un joven con un turbante, sandalias y pantalones holgados grises. Tenía la piel del rostro morena, los ojos rojos y los labios finos. La nariz, algo pequeña. Las mejillas, un poco hundidas. El torso lo tenía desnudo, apreciándose unos ligeros abdominales y pectorales y también la silueta de las costillas. El joven había encendido una cerilla y contemplaba a Clara con aquella luz. Clara no lo conocía de nada, pero no reaccionaba. El joven sonrió y apagó la cerilla con la lengua.

-Hola, Clara- volvió a decir la voz.

-Ho...hola-le contestó ella.

-Estás muy guapa-le dijo él, en la oscuridad.

-¿Qui...én eres?-le preguntó aturdida ella.

-¿No me reconoces?-le dijo él, con un tono curioso. Se hizo un foco de luz sobre la cabeza de Clara, que cegó a la muchacha un instante. Era una esfera ínfima, que parecía un Sol condensado. La esfera revoloteó alrededor del cuerpo de Clara, iluminándolo y proporcionándole un calor agradable. La muchacha sintió el contacto de algo contra su mejilla, algo frío y velludo, y lo tocó. Era un brazo, pero era extraño, porque parecía que estaba moviéndose más alla de lo posible en un humano. La bolita de luz se colocó junto a la mejilla del joven y ella sonrió.

-Eres Robert-dijo con una voz pausada. Sonó un clic y ella miró hacia su espalda. En la oscuridad, suspendido sobre sus cabezas, había un puntito rojo. El brazo volvió a acariciar su mejilla y se colocó tras la espalda del joven. Ella rió, aturdida.

-Tienes....tres brazos-le dijo. El muchacho sonrió. El tercer brazo tenía en su extremo una cámara.

-Dí tu nombre-le ordenó el muchacho.

-Clara.

-¿Cuántos años tienes?

-18.

-¿Eres virgen?

-No, pero por el ano sí.

-Bien, bien...

<<Ahora, el factor del miedo>>.

El joven manipuló la mente de la joven, a la cual tenía aprisionada, y permitió que fuera capaz de pensar libremente. El cambio fue notable. La expresión de la muchacha se desencajó, sus ojos se abrieron desmesuradamente, su boca se abrió en una gran O y miró a los lados, asustada. La muchacha no se lo pensó dos veces y echó a correr hacia la calle iluminada. El joven sonrió. Envió cuatro tentáculos invisibles a la cámara hacia la joven e inmovilizó sus brazos y piernas, dejándola suspendida por mílimetros sobre el suelo. La joven empezó a gritar y el chico no le hizo caso. Había aplicado un hechizo, a través del cual, cualquiera que se acercara escucharía una gran discusión en un idioma extraño, junto a otros inquietantes ruidos y evitaba que los gritos de ella se escucharan. Los tentáculos llevaron a la joven contra la pared, justo enfrente del joven. Seguía gritando y pidiendo socorro y auxilio, un hilillo de babas le colgaba de la comisura de la boca y había empezado a gimotear. Se debatía, en vano, contra los tentáculos. El joven creó otros dos tentáculos, que salieron de su cuerpo, y se posaron suavemente en los hombros de la joven. Ella sí notaba su tacto, pues miró con terror hacia sus hombros.

-¡Déjame, por favor, déjame, suéltame!.

Los tentáculos bajaron desde los hombros y se posaron en su vientre. Allí, se adhirieron al vestido y tiraron. Se oyeron unas rasgaduras y el vestido quedó destrozado. La bolita de luz iluminaba el vientre moreno de Clara. También se apreciaba la mitad del sujetador de color blanco que llevaba ella, ajustadas las copas.

-Por favor...no...

A uno de los tentáculos le surgieron amplísimos y delgaduchos dedos que desabrocharon el cinturón amplio que llevaba, que cayó junto a los pies de ella. Los dos tentáculos se adhirieron al resto del vestido y la dejaron en ropa interior. La muchacha bajó su cabeza, ocultando el rostro con su cabello rubio y sollozó quedamente.

<>.

La cámara enfocó el cuerpo de la joven. Tenía las braguitas blancas, con un piolín dibujado sobre los labios vaginales. Los deditos se aferraron al borde superior de las braguitas y tiraron, rompiéndolas. La muchacha soltó un gemido de dolor y el joven vislumbró que no tenía vello púbico, estaba completamente depilada. Los labios superiores estaban un poco marcados y la joven elevó su rostro hacia la cámara. Tenía los ojos enrojecidos.

-Por favor....

La cámara captó el momento. Un hilillo dorado salió de su vagina y mojó los restos del vestido, el cinturón y los restos de las braguitas. Era poderoso el chorrito, pero pronto cesó quedándose solo en unas pequeñitas gotitas.

Los deditos crecieron, recorriendo el vientre de la joven y se aferraron al sujetador. La muchacha empezó a lloriquear otra vez y tiraron con fuerza. Sus senos se liberaron al instante de la prisión del sujetador que los apretaba. Tenía los pezones oscuros, con aureolas algo grandes. Los senos eran turgentes y no se caían, sino que se erguían desafiantes. Los deditos empezaron a acariciar y toquetear los senos, y la joven volvió a debatirse, furiosa. Gritó de nuevo, pero no surtió efecto. El joven hizo que los dedos cogieran el seno derecho y lo alzaran hacia la boca de la joven, pero no llegó. La firmeza del seno se lo impedía. Tres deditos se alargaron y se concentraron en el pezón izquierdo, pellizcándolo y acariciándolo y otros tres deditos siguieron palpando el seno derecho.

-¡Déjame en paz, cerdo!-espetó la joven, furiosa.

Los deditos tiraron del pezón izquierdo, provocando un gemido de la joven. Con la yema de un dedito, apretó el pezón, luego dejaba que volviera a su posición y volvió a hacerlo. Los otros deditos amasaban suavemente el seno derecho.

-Por ..favor...déjame-decía la joven, costándole. El joven sonreía. Ya había empezado la muchacha a excitarse.

Los deditos se concentraron en agarrar los dos senos, amasarlos y terminar con un ligero apretón de los pezones. La muchacha siguió debatiéndose, pero la cámara captó imágenes de como la joven se mordía ligeramente el labio inferior. El joven repitió su intento de llevar un pecho a la boca de la chica, pero esta vez dos deditos se deslizaron por su mejilla y agarraron suavemente la parte trasera de la cabeza, agachándola. La joven al principio, se mostró reacia, pero pronto cedió. Agachó la cabeza lo más que pudo pero no llegaba. Sacó su lengua y pudo lamer el pezón del pecho derecho y le daba circulitos.

Una voz resonó en la mente de la muchacha. -"¿Te masturbarás tú?"

-Ni loca-contestó Clara, mientras seguía lamiendo su pezón-no voy a hacerlo.

-"Lo harás".

El joven presionó contra la mente de la joven y controló su brazo derecho. El tentáculo que lo inmovilizaba se movió y la sujetó a la pared presionándola por el hombro, una de las ventosas del tentáculo se posó sobre el pezón izquierdo y lo acarició y apretó,excitando a la joven. El rostro de la joven estaba furioso y los músculos de su brazo estaban contraídos, intentando detener la mano que se deslizaba por el vientre y llegaba a su vagina. Dos dedos recorrieron su rajita, que ya estaba húmeda, y el brazo ascendió hacia la boca de la joven.

-He hecho pís, tengo que limpiarme-dijo ella, repitiendo como una autómata las palabras que el joven proyectaba en su mente. Pese a eso, la joven intentó girar la cabeza pero no pudo. El joven controló su mente de nuevo y la cabeza de ella no opuso resistencia. Abrió la boca, mientras sus ojos se abrían mucho, sorprendidos y furiosos, y engulló los dos dedos.

-Mmmm-dijo ella, repitiendo las palabras de él. Nuevamente, el brazo descendió y su mano derecha se posó en su vagina,

-Me niego...esto...no lo estoy haciendo yo-dijo ella. -"Lo saben"-dijo una voz en su mente.

Los tentáculos que inmovilizaban las piernas hicieron que se separaran más y dos deditos pasaron por la rajita de la joven. Los dedos índice y corazón se deslizaban rápidamente mientras el pulgar tocaba el clitorís. La joven pronto empezó a gemir suavemente.

-"¿Lo harás tú"?

-No, no pienso hacerlo-contestó ella, bravucona mientras respiraba más fuerte y aumentaba la intensidad de los gemidos. Los deditos seguían concentrados en sus senos, amasándolos y la mano de ella estaba trabajando su vagina. Los dos dedos seguián deslizándose y el rostro de ella aparecía contraído, los ojos medio cerrados y la boca abierta, jadeando.

-Por favor-susurró ella-no aguanto más.

El joven liberó su brazo y ella se metió dos dedos, sacándolos e introduciéndolos rápidamente. La joven gimió más fuerte, y se incrustó tres. Casi al instante, sacó el dedo índice y lo concentró en el clitorís, mientras seguía penetrándose con los dedos corazón y anular. La joven profirió un gemido prolongado y su espalda se arqueó. Su mano quedó inundada por los líquidos que su vagina expulsó en el orgasmo.

Los tentáculos le dieron la vuelta y mostraron su espalda, terminada en unas respingonas nalgas. El joven creó una mano invisible y acarició las nalgas de ella. Seguidamente, restalló los dedos contra su culo y la joven gimió de dolor. Sus nalgas se movieron y otra palmada las azotó. Otro gemido de dolor. Los deditos del tentáculo se concentraron en seguir penetrando a la vagina. El joven se sorprendió cuando el brazo derecho de ella, que había quedado libre, se giró y su mano se estrelló contra sus propias nalgas, azotándolas con más fuerza. La joven gimió de placer, y la cámara capto como su lengua se deslizaba por el labio superior.

-Más-le pidió la joven.

El joven sonrió. Los tentáculos la volvieron a girar y los que inmovilizaban las piernas hicieron que la joven encogiera las piernas y las abriera, permitiendo la visión de sus senos y creando el espacio suficiente entre el cuerpo y las piernas . Las manos de ella siguieron aprisionadas contra la pared. Su sexo clamaba por ser follado. El joven sopló y su aliento se dirigió hacia donde se encontraba la joven. Se coló entre sus piernas y giró y se convulsionó. La joven miraba aquello con terror. Sólo ella y el joven eran capaces de verlo. El torbellino tenía múltiples colores y desprendía diversos olores, muchos de ellos desagradables. El giro fue cada vez más lento y solidificándose. Apareció un bulto oscuro ante ella, que superaba la altura de ella y le sacaba al menos tres cabezas. El bulto sopló de nuevo y se creó otra bolita de luz, que permitió a la muchacha observar aquello. Ella gritó e intentó debatirse, intentó cerrar sus piernas, liberar sus manos, pero los tentáculos del joven lo impidieron. El monstruo tenía forma humanoide, era muy delgado, de tez grisácea y rugosa, estaba desnudo, su miembro apuntaba a los senos de ella y su cara...Su cara era horrible. Alargada, demacrada, sin cejas, con unos terribles e inquietantes ojos rojos, los labios gruesos y morados, una hilera de dientecillos afilados, las orejas puntiagudas y blancas, el pelo morado le crecía erizado y como nariz, una masa deforme y al lado una gran cicatriz con pús. El monstruo soltó una risita, cogió por las axilas a la joven y la elevó hasta que su miembro, alargado y con verrugas en su base, estuvo a la altura de la entrada de la joven. La joven gemía de miedo. Los deditos traspasaban el cuerpo del monstruo y siguieron tocando sus senos. Los ojillos rojos se clavaron en el rostro de ella y sonrió ferozmente, mostrando una dentadura blanca y terrible. La joven giró la cabeza, en un intento por no ver el rostro, pero la mano derecha de él le hizo girar la cabeza. La joven intentó retroceder cuando sintió que el miembro de aquella cosa, algo ancho para su entrada, presionaba contra sus labios vaginales.

-Me vas a desgarrar-gimió Clara, mientras volvía a orinarse. El monstruo soltó otra risita al sentir el calor del líquido contra su miembro. La mano izquierda del monstruo bajó y separó más los labios vaginales y empezó a metérsela. Estaba fría como el hielo y la joven lloriqueó otra vez y gimió. El joven no sabía si de dolor o de placer. Costó un poco metérsela pero finalmente, su vagina se adaptó y empezó el monstruo a mover su cintura. La joven siguió llorando. La cámara no captaba al monstruo, ni los tentáculos ni los deditos. Solo se veía a la joven, contra una pared, iluminada por dos esferitas de luz, las manos aprisionadas contra la pared, su rostro mirando al cielo y sus ojos llorando, su cabello rubio que le llegaba por los hombros golpeándolos, sus senos moviéndose con las embestias, sus labios vaginales abiertos y adaptados a algo invisible y en ocasiones, algún gemido se deslizaba entre sus labios, pero el joven no sabría decir si eran de miedo, de dolor o de placer...