miprimita.com

Un problema muy inusual 3: Primer despertar juntos

en Grandes Relatos

Un problema muy inusual 3: El primer despertar juntos

Noté como sus labios recorrían todo mi cuerpo haciendo estremecer cada centímetro que tocaba con su piel. Pedí que aquello nunca se acabara, que siempre estuviéramos así: Juntos.

Abrí los ojos, pero la claridad que entraba por la ventana me hizo daño y tuve que cerrarles un poco. Todo lo que había pasado había sido un dulce sueño o había sido la realidad.

Los sueños que había tenido sobre él, durante el mes que estuvimos separados por no conocernos se habían hecho realidad. Recordé cada momento del día anterior. Como había llegado y nos habíamos conocido. Como nos habíamos besado como si fuera la primera vez que lo hacíamos. Y como nos habíamos unido otra vez, juntando nuestros cuerpos, encajando el uno en el otro como si siempre habían tenido que estar así.

Abrí los ojos otra vez. Ahora solo un poco para acostumbrarme a la claridad. Miré hacia abajo y le vi tumbado en mi pecho, agarrado a mí y yo agarrado a él como para no alejarnos nunca. Su gran cuerpo, casi gemelo al mío me había hecho gemir y jadear; esos grandes bíceps, entrenados en el gimnasio; un gran torso, en el que se le marcaban los duros pectorales y abdominales. Bajé un poco más la vista hasta su polla, ahora relajada y más pequeña, que me había hecho sentir como en el cielo.

Me quedé mirándole a la cara y el tiempo se me pasó volando. Y entonces él abrió los ojos confundido. Esos ojos marrones, que habían sido como una revelación en mi mente, del mismo color que su alborotado pelo, me miraron a la cara. Entonces sonrió y todo mi mundo se tambaleó durante un instante. Incliné mi cabeza sobre él y mis labios tocaron sus carnosos labios, haciéndome estremecer.

-Buenos días cariño –me dijo en un susurro.

Mi mundo se tambaleó otra vez por esas dulces palabras.

-Buenos días mi amor –le contesté acariciando su rostro con las yemas de los dedos.

Diego me miró a los ojos sonriendo, mostrando su gran felicidad. Yo le devolví esa gran sonrisa y mis ojos verdes le transmitieron mi alegría y amor por él.

-Solo llevamos un día juntos y es como si hubiéramos estado juntos mucho más tiempo, ¿a que sí? –me dijo casi en un susurro.

-Nuestro amor es especial ¿sabes? Nunca me había sentido tan atraído por nadie. Y nunca había amado a alguien como te amo a ti. Eres todo mi mundo.

-Nada nos podrá separar ¿verdad?

-Verdad.

Entonces nos besamos otra vez, despacio, saboreando al otro, disfrutando cada segundo que nuestros labios estaban unidos.

-Podría estar toda la vida así, contigo –me dijo mientras se incorporaba y se sentaba abrazándome.

-Pues vente a vivir aquí conmigo. Así no estaremos separados nunca más. Aunque será difícil ir al trabajo.

-Si tú quieres. Así lo haré. No hay nada más importante para mí.

Y entonces le besé otra vez, esta vez explorando su boca con mi lengua, trasmitiéndole lo que quería hacer. Él hizo que su lengua se encontrase con la mía a medio camino, aceptando con gusto eso. Nuestros labios seguían moviéndose, entreabiertos a veces, pero siempre tocándose.

Fue en ese momento cuando él, con una mano encontró mi polla y empezó a subir y a bajarla por ella. Dejó de besar mis labios y comenzó a bajar por mi cuerpo desnudo. Bajó por el cuello, deteniéndose en la clavícula. Luego el pecho, lamiéndome los pezones y haciéndome empezar a gemir.

Le detuve un momento para volverle a besar en la boca, expresándole todo mi amor. Él quiso seguir con su recorrido y bajó a mis abdominales, besando cada uno de ellos por separado. Después miró un momento arriba, donde se encontraron nuestras miradas y me sonrió.

Pasó más abajo quedándose frente a mi polla, todavía con ella en la mano. Al principio la lamió un poco por encima, pero luego se la metió en la boca de varias veces, hasta el final. Mientras lo hacía, con una mano masajeaba mis huevos con cuidado haciéndome gemir otra vez.

Aceleró el ritmo de su mamada haciéndome jadear de vez en cuando. Dejó mi polla y subió otra vez por mi cuerpo, esta vez más deprisa. Hasta llegar otra vez a mis labios. Me besó y nuestras lenguas se encontraron otra vez. Ahora era mi turno y abrazado a él, giramos quedando esta vez yo encima.

Como hizo él, bajé por el musculado cuerpo desnudo que me volvía loco hasta encontrar su polla, igual a la mía. Me la metí en la boca con algo de ansia pero saboreándola. Noté ese característico sabor a hombre que nos gustaba a los dos.

Mi lengua ahora encontró sus huevos con algo de vello, preparados para mí. Les chupé como si fueran los míos, disfrutando como si él fuera yo. Entonces él como si hubiera oído mi pensamiento movió el cuerpo hasta ponerse en la posición contraria a la mía de manera que también me pudiera dar placer a mí. Él empezó de nuevo a chupármela, mientras yo seguía esta vez con su precioso culo. Los dos gemíamos del placer que nos provocaba el otro y fuimos aumentando el ritmo de nuestras bocas hasta que los dos estuve a punto de correrme

Diego se puso de rodillas en la cama mientras yo me ponía a cuatro patas. Él empezó a chuparme el agujero para ayudar la penetración. Notaba cada movimiento de su lengua y cada uno de esos me causaba un gran placer. Después metió un dedo y noté algo de dolor. Después metió dos y luego tres. Cuando vio que estaba preparado, me dio la vuelta y se puso de pie al borde de la cama.

Me miró, preguntándome con la mirada si estaba bien. Yo le sonreí a modo de respuesta. Él se inclinó hacia mí y me besó agarrándome un brazo mientras con el otro me la metía poco a poco. Él siguió besándome hasta que estuvo entera dentro y entonces se retiró un poco y empezó a moverse más rápido.

Yo daba pequeños gritos de dolor, pero en seguida noté como sentía placer y empecé a gemir. Diego usaba una de las dos manos para masturbándome, dándome doble placer. Reclamé otra vez sus labios mientras seguía con el movimiento más rápidamente. Notaba como estaba a punto así que le retiré un poco con las manos para cambiar de postura.

Me senté en la cama, apoyado en las almohadas mientras él se acercaba a mí despacio. Le miré y vi que él me sonría sin miedo. Le besé y empezó a sentarse encima de mi polla. Al principio fue poco a poco, esperando a que se le pasara el dolor en medio de pequeños gritos, pero cuando estuvo entera dentro me besó otra vez y comenzó a moverse y un poco a apretar el culo para darme más placer. Yo recorría su cuerpo con los dedos mientras nuestros labios seguían tocándose.

Decidí cambiar de postura y empezar a moverme yo. Diego se puso a cuatro patas y yo me puse a penetrarle por detrás, gozando ahora de la libertad para moverme. Le cogí suavemente de las caderas y empecé con el mete saca. A medida que fui aumentando el ritmo él fue pajeándose rápidamente.

-Me voy a correr Diego –medio grité

-Yo también –gimió él.- Hagámoslo juntos.

Y así lo hicimos. Salí de su cuerpo y los dos nos pusimos de pie. Juntamos nuestras pollas, que eran casi iguales, y él con una mano y yo con la otra empezamos a masturbarnos. Nos besamos mientras nos separábamos un poco y seguíamos moviendo nuestras manos, cada uno en la suya, cada vez con más rapidez. Hasta que al final nos corrimos a la vez, el uno encima del otro, mientras soltábamos un grito de placer.

Después me tumbé otra vez en la cama y el encima de mí como habíamos estado antes. Le abracé con fuerza mientras mis labios buscaban los suyos y nos fundíamos en un beso, mezclando nuestras calientes saliva y sudor.

-Te amo Miguel –me susurró él.

-Por siempre tú y yo Diego –le respondí mientras nos besábamos otra vez.