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Noche en la piscina

en Gays

Solía ir las noches que no lograba conciliar el sueño, cuando todo el estrés, los problemas, las presiones me impedían dormir. Salía de mi habitación sin hacer ruido y bajaba a la piscina a nadar un poco. Llevaba practicando la natación desde pequeño y la piscina me hacía desconectar. Hacer ejercicio me ayudaba a cansarme físicamente y a no pensar tanto en aquello que me atormentara, ya que el agua fría siempre conseguía relajarme y darme una magnífica sensación de paz.

Aquella noche, mientras recorría una de las calles centrales de la piscina olímpica, bajo la nítida luz que arrojaba la luna a través del ventanal del techo, necesitaba alejar mi mente del encuentro que había tenido con mi hermana. Aceleré el ritmo de las brazadas inconscientemente en cuanto me acordé de aquel momento y por ello, al poco tiempo, tuve que parar a recuperar el aliento. La fuerte discusión que habíamos tenido me había alterado mucho y ahora no podía dejar de pensar en ello. Subí la mirada hacia el cielo, dominado por el gran astro, en su plenilunio, dejando a mi pensamiento vagar libremente.

Al cabo de unos minutos, cuando noté que mi corazón volvía a su pulso normal, retomé los largos a mi ritmo normal y me concentré de lleno en el ejercicio. Cuando ya llevaba una media hora nadando, noté que alguien se metía en la piscina en la calle de al lado y empezaba a nadar a la par que yo. Me resultaba muy extraño que alguien más nadara a esas horas, pues normalmente yo era el único que iba a la piscina por la noche. Y más aún que fuera alguien que nadara tan bien y que me aguantara el ritmo.

Enseguida vi como él aceleraba el ritmo y se ponía por delante de mí, aunque volviendo al ritmo anterior, como si me retara. No sabía para nada quien era aquel chico, pero de buen grado acepté su desafío y me lancé hacia delante, sobrepasándolo y dejando que luego me cogiera, como él había hecho antes. 

Entonces, los dos empezamos una carrera bastante ajustada, disminuyendo el tiempo que tardábamos en recorrer la piscina progresivamente. Íbamos a mucha más velocidad y yo ya podía notar el calor en mis músculos que se quejaban del esfuerzo y del tiempo que ya llevaba nadando. Pero entonces vi que él, poco a poco, se iba quedando atrás hasta que al llegar al final de uno de los largos, se paró. Al verlo, bajé el ritmo e hice un largo más hasta llegar donde él se había parado. 

Cuando me detuve enfrente de él, le observé durante un momento. Era un chico muy guapo, de más o menos mi edad. Tenía el pelo castaño y corto y los ojos de un marrón claro con destellos verdes. Su piel era de un tono algo más claro que el de la mía y pude ver que tenía varias pecas por la cara y el torso. Su cuerpo estaba muy esculpido y se le marcaban mucho los pectorales, abdominales y bíceps. En conjunto era un chico muy atractivo y no podía negar que había algo en él que me atraía. 

– Eres un gran nadador – me dijo teniéndome la mano–  Soy Derek.

– Tú tampoco te quedas atrás – le contesté con una sonrisa mientras me acercaba un poco a él y le estrechaba la mano– Alexander.

Me quedé mirándole un segundo y entonces me di cuenta que ya le había visto antes en la piscina. Solía nadar a última hora de la tarde en la calle en la que estaba ahora. Yo no iba mucho por la tarde a la piscina, pero las pocas veces que había decidido nadar a esa hora, le había visto allí. Y por supuesto no podía haberme olvidado de un chico cómo él.

– ¿Cómo es que has venido a nadar hoy por la noche? – le pregunté de repente cómo si le conociera de toda la vida. – Normalmente sueles venir por la tarde, ¿no?

El me miró sorprendido al principio, pero enseguida cambió a una sonrisa pícara que me encantó.

– Me apetecía nadar por la noche – contestó todavía sonriendo–  Quería saber que se sentía. Pero, ¿de verdad te habías fijado en mí?

<< ¿Cómo no voy a haberme fijado en ti? >> pensé para mí.

– En ti y en tu tatuaje de la espalda –  le dije en su lugar, apuntando con la cabeza a la pequeña rosa que llevaba tatuada en su omóplato izquierdo.

El se me quedó mirando un rato y entonces se sumergió en el agua y pasó a mi calle, colocándose justo a mi lado.

– Yo también te recuerdo –  comentó en voz más baja.- Desde que un día tardé más en marcharme y te vi a ti entrando en ese momento. Pensé: ¿quién es ese chico tan guapo que viene a nadar a estas horas? Y por eso estoy aquí.

Me acerqué aún más a él y al mirarle no pude evitar echarme sobre él, rodeándole el cuello con ambos brazos y poniendo mi cara a unos pocos centímetros de la suya. Pero Derek no se sorprendió en absoluto, sino que, casi incluso antes de que me acercara yo, me atrajo hacia sí, agarrándome de la cintura con ambas manos. Los dos solo llevábamos el bañador, por lo que nuestras pieles estaban en contacto y yo podía sentir una especie de hormigueo en las partes en la que nos tocábamos.

– Alex – me dijo apoyando su frente en la mía–  Desde el día en que te vi, he deseado estar contigo y tenerte en mis brazos como ahora.

Le cogí de la barbilla con los dedos y muy lentamente, mirándole en todo momento a los ojos, me fui acercando a él hasta juntar nuestros labios. Entonces cerré los ojos y me dejé llevar por el momento. Al principio nos quedamos quietos, con los brazos en la misma posición. Pero entonces empezamos a movernos y a acariciar nuestros cuerpos. Cada caricia suya, cada beso, me provocaba una muy placentera sensación que me hacía soltar leves gemidos. Yo le correspondí con cortos y suaves besos sobre sus labios, cuello, pecho…

– Derek – suspiré, mientras me apretaba contra él. – Apenas te conozco, pero deseo estar contigo.

Vi que él me miraba y sonreía y después, noté sus dedos bajando por mi espalda, hasta llegar a mi bañador. Pero se paró ahí, dudando, y levantó la mirada, buscando mi aprobación. Yo le sonreí pícaramente, animándole y me volví a lanzar sobre él con los labios, hasta estar los dos junto a la pared de la piscina. Entonces sí que lo hizo y bajó sus manos hasta meterlas por debajo del bañador y agarrar mi culo. Y como él, yo también empecé a explorar su cuerpo, ansiando cada parte de él.

Bajé mis manos por los músculos marcados de su pecho y abdominales hasta topar con su prenda. Tiré de su cordón para aflojarlo, sonriendo mientras lo hacía. Él me miró muy concentrado en mis movimientos, como si estuviera inseguro. Pero yo seguí adelante y metí las manos por debajo de su bañador, hasta llegar a su miembro. Y entonces, muy despacio, empecé a mover mi mano arriba y abajo. Poco a poco noté como se ponía más duro y aumentaba considerablemente de tamaño. Le miré a los ojos por un momento y él me contestó con un beso.

En ese momento él tomó la iniciativa y en rápidos movimientos se quitó el bañador y lo lanzó por encima del trampolín.

– Mi turno – le dije, imitándole y tirando el mío junto al suyo.

Me acerqué a él y volví a tocar su pene, moviendo la mano como lo haría sobre él mío propio. Entonces, sorprendiéndome, Derek empezó a imitarme y cogió mi polla su mano derecha con cuidado para empezar a masturbarme. Enseguida los dos empezamos a gemir levemente, mientras besábamos nuestros cuerpos.

– ¿Te gusta esto? – le pregunté tras morderle juguetonamente la oreja.

– Me gustaría más sentirte más dentro – me respondió mordiéndose el labio.

Retiré mi mano de su polla y le rodeé con los dos brazos, lanzándome sobre él y besándole casi desesperadamente. Derek subió sus dos manos hasta mi cara, para acariciarme la mejilla. Yo desplacé las mías de nuevo hacia abajo y fui recorriendo su ancha espalda poco a poco, hasta llegar a su culo. Le miró a los ojos y mientras tanto intentó meter un dedo en su agujero. Para mi sorpresa este entró muy fácilmente, a pesar de estar dentro del agua. Poco a poco, mientras notaba como él seguía tocando mi miembro y jugando con mis pelotas, fui metiendo otro dedo, y hasta tres a la vez en su culo. Noté que él gemía un poco más alto y que me agarraba con algo más de fuerza, pero también podía ver que quería seguir con ello.

– Voy a por un condón – le dije separándome un poco de él.

Salí de la piscina rápidamente y me acerqué hasta mi bolsa que estaba encima de un banco. Busqué durante unos segundos y cuando le tuve, me acerqué de nuevo a la piscina y le agité delante de él mordiéndome el labio.

– Venga, vuelve aquí – me instó con una sonrisa lujuriosa en su cara.

– ¿Quieres que lo hagamos dentro del agua? – le pregunté mientras me metía de nuevo con él, sin esperar su respuesta.

Como toda contestación él me agarró el preservativo y le rasgó con la boca. Se acercó a mí y poco a poco, noté como iba colocándole encima de mi polla, hasta llegar al final. Entonces subió las manos para acariciar mi pecho.

– ¿Estás seguro? – le pregunté después de darle un beso.

– No puedo estarlo más – me contestó con una sonrisa.

Se volvió, dándome la espalda y se apoyó en el borde de la piscina, dejando que yo comenzara. Me acerqué a él, acariciando su espalda con la yema de los dedos, y muy despacio fui metiéndosela. Escuché unos leves gemidos suyos, cuando estuvo entera dentro, por lo que me quedé quieto por un momento, apretándole entre mis brazos. Busqué sus labios con los míos y cuando estuvimos unidos por ellos, empecé con un lento mete-saca que nos hizo estremecer a los dos. Su culo se contraía sobre mi polla con cada embestida y esto me provocaba un gran placer.

– Alex… – gimió él, cuando notó que mis embestidas eran más fuertes y rápidas. – Salgamos fuera.

Me retiré de dentro de él y salí de la piscina. Derek se puso a mi lado y empezamos a besarnos de nuevo, mientras íbamos hacia el banco donde teníamos las toallas. Sin dejar de besarnos él se echó de espaldas y yo me  puse sobre él, acariciando su perfecto cuerpo con las manos.

– Derek… Eres tan perfecto – le dije mientras me echaba más sobre él y le besaba la base del cuello.

Entonces, sin movernos de esa posición, coloqué mi pene a la entrada de su culo y, poco a poco, volví a introducírselo. Prefería esa posición porque podía abrazarle, acariciarle, besarle… Y notaba que él también estaba más a gusto y que estaba disfrutando más así.

Me retiré un poco y di rienda a suelta a mi deseo, empezando a moverme más rápido. Él me miraba con deseo y yo quise darle más placer y agarré su polla y empecé a masturbarle como si me lo hiciera a mí mismo. Noté que él se sorprendía, pero que me dejaba hacer y en su lugar me comenzó a acariciar mi pecho y mis pezones, pellizcándolos suavemente.

Permanecimos así durante varios minutos, disfrutando de nuestros cuerpos y poco a poco con el  mayor ritmo de los movimientos, noté como se acercaba el final y él pudo verlo en mi mirada. Subió el torso hasta estar únicamente apoyado sobre las lumbares y entrelazó sus brazos por detrás de mi cuello, mientras yo seguía con unas penetraciones más profundas que nos hacían gemir más fuerte a los dos. Noté una serie de contracciones en su culo, indicando que se iba a correr y tras un par de embestidas más noté como yo también empezaba a venirme.

Gemimos los dos a la vez cuando nos llegó el momento a los dos, mientras permanecíamos lo más juntos posible en esa posición. Entonces nos tumbamos de nuevo sobre el banco, ya fuera de él. Me quité el condón, que estaba lleno de semen y le arrojé temporalmente al suelo. Me tumbé sobre su pecho, cogiéndole de la cintura y cerré los ojos.

– Ha sido fantástico – comentó él en un tono muy bajo, tras un rato de estar en silencio.

Como toda contestación, le besé, acariciando su pelo.

– Siento decirlo, – le susurré al oído – pero tenemos que irnos ya.

Él asintió, por lo que yo me puse de pie y tiré de él para que se pusiera a mi lado. Le atraje hasta pegar su cintura a la mía y le miré fijamente a los ojos, sin decir nada, simplemente contemplándole. Quise decirle lo mucho que me gustaba, pero no quería asustarle y las palabras se quedaron en mi boca.

Nos separamos y recogimos las cosas, para ir al vestuario a cambiarnos. Nos duchamos en silencio, aunque todavía con una sonrisa en los labios. Una vez estuvimos vestidos y listos para marcharnos me acerqué por detrás a él y le abracé.

Cuando habíamos estado juntos en la piscina, y nos habíamos unidos corporalmente, había sentido algo bastante fuerte y quería seguir con él, aunque me daba miedo que él me rechazara.

– Derek… – empecé dubitativo colocando mi cabeza sobre su hombro derecho – me encantas. No sé si te parecerá muy atrevido, pero me gustaría que volviéramos a quedar uno de estos días, aunque sea para nadar un rato…

Él se volvió y me agarró por los hombros.

– Me encantaría Alexander – me contestó dándome un beso apasionado.

Salimos de la piscina abrazados por la cintura y él me acompañó hasta mi habitación.

– ¿Quieres que nos veamos mañana? – me preguntó.

– Nada me apetece más – le contesté yo con una gran sonrisa.

Y tras despedirnos con otro beso más largo, se alejó por el pasillo con las manos en los bolsillos y una sonrisa que podía notar aún estando de espaldas a mí. Cerré la puerta de la habitación detrás de mí y me eché sobre la cama. Había ido a la piscina porque quería dejar de sentirme mal por la pelea con mi hermana, y además de conseguirlo, a la vez había encontrado a un chico maravilloso con el que vivir.