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Privado Club Social

en Orgías

 Hace pocos meses recibí un mail de gran amigo, con el que me invitaba a participar en una fiesta privada muy selecta. Tras intercambiar un par de mails más, me explicó que era una especie de orgía que se hacía para un grupo muy reducido de personas y que cada cierto tiempo, cada uno del privado club tenían el derecho de llevar a un invitado y que él, había pensando en mi.

Lleno de curiosidad sin dudarlo acepté tan curiosa propuesta. Viste de traje, trae un análisis de enfermedades de transmisión sexual para ver que estás limpio y ven preparado para cualquier cosa fueron sus últimas palabras en el mail. Días más tarde, un jueves por la noche, me recogió en su coche y nos dirigimos a la parte alta de la ciudad. Entramos en el parking de un gran edificio blanco que ocupaba toda la manzana, y recorrimos varios niveles del parking, hasta llegar a un subnivel. Allí aparcamos, y nos dirigimos a una puerta que tuvo que abrir con llave. Dentro había un pequeño vestíbulo con dos hombres de traje oscuro, que le pidieron a mi amigo las invitaciones que mostró. A cambio nos dieron dos máscaras blancas, como si fueran unos antifaces. Hecho esto nos metimos en un ascensor y comenzamos a subir.

- Ya te puedes poner la máscara. Es para preservar el anonimato de todos. Si ves alguien con una máscara blanca como las nuestras, quiere decir que son gente como tú y como yo, invitados, con los que no puedes hacer nada si ellos no quieren, como si fuera un bar cualquiera. Sin embargo, todas las personas que lleven máscara negra, puedes hacer con ellas lo que quieras, sexualmente hablando, claro. Están ahí para dar placer a los demás.

- En serio? - pregunté

- Si, si, así que no tengas tapujos en disfrutar. - me respondió mi amigo

El ascensor, que había subido hasta el ático mientras nos colocábamos las máscaras, abrió sus puertas, dando paso a un recibidor. La luz era tenue, las paredes estaban decoradas por espejos, grandes macetones con diversas flores, y columnas blancas cada varios metros. Me dio la sensación de estar entrando en un una orgía romana y sonreí ilusionado.

Al abrir la puerta negra que había al final del pasillo, accedimos a una gran sala blanca, aunque la baja intensidad de la luz, le otorgaba un tono entre azulado y morado o violeta en algunos tramos. Repartidos por la sala habían varios sofás negros con gente sentada o de pie, hablando o por los movimientos que se intuían en la distancia teniendo sexo entre ellos. Todos llevaban su máscara.

- Voy a saludar a unos amigos, date una vuelta y diviértete, luego te veo - dijo mi amigo mientras desparecía rumbo a la barra.

Abrumado y desorientado sin saber por dónde comenzar a explorar, decidí caminar pegado a la pared, rodeando así la sala por el exterior para poder ir viendo un poco el ambiente. De esa forma, bordeé un sofá en el que al acercarme pude ver a un hombre con máscara blanca como yo, que era cabalgado incansablemente por una rubia de máscara negra. Él no hacía nada, sólo la miraba complacido y daba pequeños sorbos a su copa de champange mientras ella se lo follaba. En un momento determinado él le sacó un pecho del vestido y derramó su copa sobre su seno para luego llevárselo a la boca, y chupárselo humedecido por la burbujeante bebida.

Seguí bordeando la gran sala, que debía tener casi 200 metros cuadrados, hasta que llegué a una de sus esquinas. Allí vi a una china morena, delgada y con un vestido negro muy elegante y máscara negra de sumisión. Mientras me acercaba vi que estaba atada a una especie de mueble. Se encontraba de pie, pero de cintura para arriba, estaba echada hacía delante, reposando sobre una base, y tanto sus tobillos como sus muñecas estaban sujetos firmemente por unas esposas acolchadas a las aristas metálicas de la base.

La fui rodeando, cautivado por su belleza y por estar presa de esa forma, disponible a cualquiera que pasara por allí. Al llegar a su espalda, vi como el vestido estaba abierto por atrás, y su blanco pero perfecto culo, quedaba a la vista. No me pude resistir y mi mano, se posó sobre él, apretándolo un poco, para sentir su tacto y dureza. De esa forma comencé a sobarlo lentamente, al tiempo que la morena dejaba escapar suspiros y contenidos gemidos. Mi curiosa mano se deslizó un poco más allá, y para mi sorpresa, se encontró un sexo humedecido que se abrió fácilmente ante el acoso de mis dedos. Aquello provocó en mí una tremenda erección que ya abultaba mi pantalón. Con uno de mis dedos jugué en su coño hasta comenzar a introducirlo suave y lentamente, mientras que con los dedos de la otra mano, acariciaba su clítoris. Me agaché para tener mejor ángulo, y mientras mis manos la trabajan, mi boca comenzó a besar sus muslos y sus apetitosas nalgas al tiempo que sus gemidos aumentaban en intensidad. Oírla gemir así, me hizo enloquecer, de forma que volví a ponerme en pie, y desabroché la bragueta para sacar mi pene el cual conduje hacia su empapado sexo, y comencé a rozar mi pene con su sexo para humedecerlo. Juntándose ambos sexo, no tardé mucho hasta que el deseo me pudo y comencé a penetrarla muy suavemente. Fue inmenso el placer al sentir su humedad y calidez a medida que mi polla penetraba en su interior y se abría paso en su carne.

La sujeté por las caderas y ella hizo lo propio de las cadenas que sujetaban sus muñecas. Comencé a penetrarla, lento al principio, pero cuando ya noté que mi pene estaba empapado por su humedad, aumenté el ritmo. Tan sólo la música ambiente ahogaba un poco los gemidos de la muchacha. A los pocos minutos de estar disfrutando de aquel placer, noté como ella se contorsionaba y gimió más fuerte, anunciando su orgasmo, ante el cual seguí penetrándola para que lo disfrutara a conciencia. Cuando se destensó paré y noté en mi pene como su vagina tenía contracciones. No me quedaba mucho para alcanzar el orgasmo, pero preferí reservarme para otros posibles placeres, así que me salí de la joven para dejarla descansar. La acaricié por la espalda y me retiré lentamente para seguir explorando aquella estancia.

Avancé un tramo más, moviéndome entre distintos sofás en los que se intuía movimiento, pero debido a la tenue iluminación no se veía con claridad a no ser que te acercases lo suficiente. Sólo en algunas zonas con un foco encima, jugaban los más atrevidos. Vi en medio de un tramo a una chica desnuda, con una máscara negra pero con forma de gato. Estaba también atada al suelo con un collar de piel negro con brillantes. A sus rodillas, había un gran tazón de leche. También vi que la máscara tenía una pieza de plástico que entraba en su boca en forma circular y que le impedía cerrarla. Se mostraba mimosa y complaciente, imitando los movimientos de una gata.

De pronto un tipo que estaba follando con una chica en un sofá cercano, se incorporó y con su pene en la mano, se dirigió hacia la chica con máscara de gato. La mujer con la que estaba teniendo sexo se levantó y caminó tras él. Ambos llevaban máscara blanca, así que ambos eran invitados como yo, por un momento supuse que pareja al ver por su físico que tenían una edad similar. El hombre, comenzó a masturbarse frente a la chica gato, y en el momento de comenzar a eyacular le metió el pene en la boca, descargando completamente en la boca de la muchacha. Ella a su vez lo cogió por las nalgas y lo apretó contra ella, al tiempo que él gritaba de gusto por el orgasmo. Supuse que la corrida habría ido directamente a su garganta sin pasar por su boca. Cuando se separaron, la mujer que acompañaba al hombre, se agacho, e intentó besar a la chica gato, aunque por la pieza de plástico que esta llevaba en la boca, sólo pudieron jugar con sus lenguas unos instantes. Luego se giró y comenzó a chupar la polla de su pareja, que aunque algo flácida, aún chorreaba ligeramente.

Un ruido de cadenas me sacó del trance, por lo que me giré a ver cómo le iba a mi amiga, la chica encadenada que acababa de penetrar hasta su orgasmo hacia unos instantes. Seguía encadenada y ahora estaba con dos hombres. Uno la penetraba igual que hice yo, desde atrás, y otro lo tenía delante con su polla en la boca. Ambos la penetraban, mientras ella gemía, chupaba y se dejaba hacer.

Decidí internarme más en la sala y atravesé la zona donde se encontraba la chica gato. Me llamó la atención un sofá blanco bastante grande. Una chica de máscara negra estaba sentada con las piernas abiertas, mientras otra chica de máscara blanca y desnuda movía la cabeza entre sus piernas. Como había sitio decidí sentarme en el sofá, para disfrutar de aquel morboso espectáculo. La mujer de la máscara que recibía sexo oral de la chica sumisa, me miró y me dedicó una breve sonrisa, antes de volver a cerrar los ojos y seguir gimiendo, mordisqueándose los labios, mientras la muchacha desnuda devoraba su sexo con avidez. La verdad, era tal el espectáculo que yo mismo comencé a salivar y a tener una considerable erección, por lo que me permití el lujo de sacar mi pene, y comenzar a tocarme mientras veía a las dos mujeres en su desenfrenado quehacer.

Fue entonces cuando reparé que, frente a cada una de las plazas del sofá, había sentados en el suelo, un grupo de chicos y chicas desnudos con máscara de sumisión negra. Vi como un señor de la otra punta del sofá, señaló a uno de los jóvenes, que se acercó gateando hacia él. Miré frente a mí, y vi varias chicas, pero había una con el pelo bastante largo que no dejaba de tocarselo haciendo tirabuzones, de sonrisa nerviosa que miraba como esperando, así que opté por señalarla a ver qué pasaba.

La joven, tras un gesto de sorpresa, comenzó a gatear hacia mi sonriente tras su máscara negra, completamente desnuda a excepción de un collar negro que rodaba su cuello. Cuando estuvo cerca de mí, se agarró a mis rodillas, y me llamó poderosamente la atención ver que sus ojos eran verdes. Sin más dilación, una de sus manos se deslizó hasta alcanzar mi pene obligándome a soltarlo, y se incorporó levemente para acercar su rostro enmascarado hacia mi entiesa polla.

Sujetando mi miembro por la base aquella muchacha, abrió su boca y su lengua lamió todo el largo de mi pene subiendo lentamente y sin apartar la vista de mis ojos. A continuación agachó la cabeza para metérsela entera y comenzar una suave mamada. Sus manos se colocaron estratégicamente, mientras una me sujetaba por los testículos, la otra a veces me pajeaba y otras se posaba sobre mi pecho, y se deslizaba acariciando mi abdomen. Me encantaba que su mamada fuera lenta, sin prisas. Creo que si hubiera querido que me la mamara una hora entera, ella habría accedido sin problemas.

Me sacó del trance de la felación la mujer de mi lado, ya que extendió su brazo y tocó el mío agarrándose. Al mirarla la vi como se contraía espasmódicamente mientras gemía con los ojos cerrados. No había duda, aquella muchacha la había conducido al orgasmo con su hábil lengua.

Mientras aquella mujer se recuperaba, la sumisa chica volvió gateando por donde habia venido. Mientras a mi me seguían haciendo una felación de campeonato, la chica de mi lado se recostó a mi lado y se apoyó en mi brazo.

- Ha sido genial, menudo orgasmo me ha dado - me susurró con voz muy suave

- Ya he visto como te corrías, lo debes haber disfrutado - le contesté percatándome el poder de aquellas máscaras y la privacidad que te daban ya que estaba hablando con una desconocida sobre su orgasmo, mientras otra desconocía tenía mi pene en su boca. Todo aquello hizo aumentar más el morbo sentido hasta ahora.

- A ti tampoco te va mal, eh? Menuda mamada te está haciendo la pelirroja - dijo en alusión a la chica que tenía entre las piernas - Te gusta cómo te la mama?

- Siiii - respondí susurrante

- Te gusta notar la calidez de sus labios y ver como saliva al tener tu polla en su boca?

- Siiii - me estaba poniendo a mil por hora con aquellas palabras

- Sabes, me está poniendo muy cachonda ver como la pelirroja te chupa la polla - y en ese momento acercó una de sus manos a mi cara, y tras acariciarme la mejilla, me metió su dedo índice en mi boca, para que lo chupara, cosa que hice con gusto. - Tienes una buena polla, larguita, gruesa y venosa.... - seguía susurrándome al oído sin perder de vista el espectáculo de la mamada que me hacia la chica sumisa, e introduciendo cada vez más su dedo en mi boca - Seguro que te mueres de ganas de llenarle la boquita de leche a esta zorrita, verdad?

- Uhú - con su dedo en mi boca, sólo podía gemir

- Si te corrieras ahora, sabes que se lo tragaría enterito, verdad? Y te la seguiría chupando si tú se lo pidieras.... - Con todo aquello estaba bastante cerca de alcanzar el orgasmo, pero entonces aquella mujer propuso algo distinto - Me fascina la habilidad que tiene esta chica. Quieres que veamos cómo se defiende comiéndose mi coño? Me la prestas?

La verdad es que no iba a negarme, pues no tenía prisa por terminar aquel juego que cada vez se ponía más caliente. Tras hacerle una seña a la chica para que parase, la mujer le dijo que ahora se lo comiera a ella. La chica confundida me miró a mí, que asentí con la cabeza para confirmarle la propuesta, a lo que ella respondió con una sonrisa, soltando mi pene entieso y desplazándose hasta colocarse entre las piernas de ella.

Mientras la joven comenzaba a abrirse paso con su lengua en aquel coño, la mujer colocó una mano sobre su cabeza acariciándole la cabeza - así zorrita, muy bien, usa tu lengua... - de pronto, bajó el escote de su vestido dejando al aire sus dos hermosos pechos, y mientras comenzó a pellizcar el de la derecha, me miró y sujetando su seno izquierdo, me lo ofreció - Quieres?

No tardé en responder aquella llamada, y en breve jugaba con su pezón en mi boca, succionándolo, besándolo, lamiéndolo, haciéndolo crecer en mi boca, dejando escapar algún que otro mordisco. Así estuvimos un rato, en que los suspiros de aquella mujer iban en aumento. En esas, se dirigió a mí y me pregunto:

- Crees que podríais hacerme llegar al orgasmo entre los dos? - y con un dedo señaló hacia abajo. Me gustaba aquella propuesta que nunca antes había realizado. Quería que la chica sumisa y yo, lamiésemos a dúo su sexo para hacerla venirse en nuestras bocas. Tras sonreírle, me bajé del sofá al suelo, y la mujer abrió considerablemente las piernas para hacerme sitio. La joven que fué entonces cuando se percató de mi llegada, me miró sonriente, y se acercó para darme un morreo en la boca en el que su lengua jugó lascivamente con la mía. No tarde en darme cuenta que sus labios, lengua y barbilla, estaban empapados de los flujos de aquella mujer. Nos besamos y relamimos durante unos instantes más, hasta que volvimos a poner nuestra atención en el cunilingus que había a medias.

La mujer, sentada en el sofá, se sujetaba las piernas por la parte posterior de las rodillas, dejándolas en alto, de forma que todo su sexo quedaba a nuestra disposición para que incluso lo lamiéramos a la vez. Mi lengua fue la primera en llegar. Desde la entrada de la vagina, subí relamiendo y abriendo sus labios hasta el clítoris. Aquello estaba empapadísimo, y me encantaba el sabor de aquella mujer. Volví a bajar e hice fuerza para introducir mi lengua dentro de su vagina y poder saborearla desde dentro, al retirarme, la pelirroja también se lanzó y empezamos a lamer a la vez. Constantemente nuestras lenguas se encontraba y también nos las relamíamos.

La sumisa pelirroja además, estiró su brazo, y palpando localizó mi pene que colgaba fuera del pantalón y comenzó amasarlo hasta ponerlo duro del todo de nuevo, y prosiguió pajeándolo de forma muy intensa. En respuesta a aquello, estiré mi mano, hasta situarla en su sexo que encontré totalmente lubricado y húmedo, y comencé a acariciarlo para pajearla igualmente. Alternaba las caricias a lo largo de sus labios y clítoris con introducir algún dedo. Pese a ser parte sumisa del juego y entregada a la causa, la excitación de aquella muchacha era evidente y muy real, y eso me excitaba y mucho.

La sumisa hizo lo propio e introdujo su dedo índice entero en el sexo de la mujer, mientras seguíamos lamiendo. Miré su cara, y tenía los ojos cerrados, y una expresión de placer muy intensa, las mejillas rojas y la boca entreabierta que se cerraba espasmódicamente mordiéndose los labios.

Tal y como estaban las cosas, me hubiera encantado incorporarme y hundir mi pene en el sexo tan lubricado de aquella mujer y llevarla al orgasmo a base de envites, pero como ella no era sumisa, sino una invitada como yo, no me atreví a dar ese paso.

Igualmente no tardó mucho en comenzar a estremecerse anunciando un orgasmo que sus gemidos confirmaron. Ni la sumisa ni yo, apartamos nuestras insaciables lenguas de su sexo, hasta que dejó de contraerse. Nosotros dos no nos habíamos corrido todavía, aunque eso iba a cambiar pronto, al menos para la sumisa, pues un hombre con máscara negra sentado cerca nuestro que había estado viendo toda la escena, que estaba completamente desnudo hizo un gesto a la sumisa pelirroja para que se acercase. El hombre iba rapado, estaba bastante fibrado y se acariciaba el pene que era de un tamaño considerable. La sumisa obedeció y se sentó a horcajadas sobre él, introduciéndose todo el pene sin demasiado esfuerzo, gracias lo húmeda y excitada que estaba. Se quedó unos instantes empalada por aquel miembro, saboreándolo todo dentro, y luego comenzó a cabalgarlo animadamente.

- Dios, ha sido fantástico - me dijo la mujer del sofá, que se había medio recuperado de su orgasmo

- Y muy sabroso - añadí con humor mientras me incorporaba para levantarme. Al hacerlo, mi pene todavía tieso quedó a la altura de la mujer del sofá

- Vaya, y mira cómo estás tú todavía - dijo sin apartar la visión de mi pene durante unos instantes como decidiendo cual era el mejor uso que le podía dar a aquel trozo de carne.

Se incorporó y me agarró el miembro tirando de mí, al tiempo que me dijo que fuéramos a otra parte. Se dirigió a la barra, y nos sentamos en unos taburetes negros. Ella pidió algo al camarero que no llegué a entender, y nos sirvieron una bebida de licor dulce, bastante agradable que me refrescó la garganta.

Estábamos sentados frente a frente y muy cerca en los taburetes. Mientras con una mano sostenía la bebida de la que iba pegando tragos, con la otra volvió a coger mi pene y comenzó a masajearlo.

- Me puedes llamar María - me dijo, dándome a entender que no era su verdadero nombre

- Encantado, yo soy Javier - también mentí

- Vienes mucho por aquí? - me preguntó

- No, es la primera vez, me ha invitado un amigo

- Ah, así que eres invitado, eh? Y qué te parece este sitio, te está gustando? - su mano seguía jugando con mi pene, que estaba complemente tieso entre sus dedos

- Es fascinante sin duda, un sitio único

- Pues ven, que te quiero enseñar la parte de atrás - y terminando la bebida, tiró suavemente de mi pene, para que la siguiera, nos pusimos de pie y nos dirigimos a una esquina de la gran habitación dónde nos ubicábamos

Vi que nos dirigíamos hacia una puerta negra, pero antes de alcanzarla pasamos junto a un sofá, donde una joven estaba tumbada boca arriba y estaba recibiendo sexo oral de otra chica, que a su vez era penetrada por un chico en la postura del perrito. Lo curioso es que la única con máscara negra era la chica que daba sexo oral y recibía desde atrás, por lo que era ella quién había pedido a los dos muchachos realizar tal postura. En aquel sitio, entendí, podías hacer lo que quisieras, el límite lo ponía tu imaginación.

Seguí a mi anfitriona, y cruzamos la puerta, para dar a un pasillo oscuro iluminado por una luz tenue azulada. Avanzamos por el pasillo, cuando se abrió una puerta a nuestra derecha de la que salió una pareja. Dentro de la habitación no se veía nada.

- Y eso? - pregunté

- Es un cuarto oscuro mixto. Divertido si tienes una noche aventurera, pero algo caótico para lo que tengo en mente contigo. Ven, sígueme.

Avanzamos un poco más, girando en dos ocasiones, por el aquel pasillo que parecía no tener fin, hasta llegar a una cortinilla azul que hacía las veces de puerta. Mi anfitriona, la ladeó para que pudiéramos pasar al otro lado y luego la dejó caer pesadamente, devolviéndola a su posición original. Tardaron unos segundos en acostumbrarse mis ojos a la oscuridad de la nueva sala. En realidad era un pasillo estrecho, las paredes oscuras, y la única luz provenía del final de aquella zona, con lo que todo quedaba en la penumbra.

- Ten cuidado, no te choques con nadie - me dijo María

Sin entender muy bien, seguí su mirada hacia abajo para descubrir a una mujer agachada y pegada a la pared derecha, pero no tardé en ver que habían varias mujeres más en la misma posición a lo largo del pasillo.

- Qué es este sitio? - pregunté a María que no perdía ojo de los quehaceres de las mujeres

- Es un pasillo francés - explicó - ves esos agujeros en la pared? - dijo señalando unos pequeños agujeros oscuros que hasta ahora me habían pasado desapercibidos - pues no sé como lo hacen, pero de ahí no dejan de brotar penes para satisfacer a estas damas. - Entonces comprendí lo que aquellas mujeres hacían en aquella postura. - Algunas sólo les gusta jugar y los chupan y los masturban hasta sacarles la leche, otras ansían que eyaculen sobre sus rostros y escote, dicen que es mejor que la más cara de las cremas - comentó riendo - y la más lecheras se pueden pasar sus horas muertas aquí tragándose la leche a los penes que asoman, hasta quedar saciadas. Tengo una amiga que me confesó orgullosa haberse bebido veinte corridas en una sola noche la muy loca jaja, total, es leche sana, qué mejor sitio que aquí para saciar la sed....

María cogió mi mano y avanzamos un tramo, hasta la mitad del pasillo, sorteando a las mujeres en cuclillas que estaban absortas en lo suyo, por lo que no nos hicieron el menor caso. Tan sólo se oía algún leve gemido y, eso si, los incansables chupeteos y succiones de las féminas. María me apoyó contra una de las paredes, justo al lado de una mujer que mamaba incansable un buen rabo que salía de un orificio.

- Hmmmm, ver esto me produce un ansia mamadora - me dijo María sonriendo - a tí, no?

Y allí mismo se agachó y se metió mi pene en la boca, que rápidamente alcanzó de nuevo su dureza máxima al notar la calidez y la presión que ejercía María con su boca. Miré hacia abajo y la vi allí chupando con una pasión desmesurada, y a su lado, la otra mujer que succionaba el pene de la pared ajena por completo a nosotros. De hecho, con sus ojos cerrados y concentrada como estaba, no creo ni que se hubiera percatado de nuestra presencia.

Así estuvimos unos instantes. María alzó una mano y se cogió a la mía, mientras con la otra se agarraba a la base de mi pene. En un momento dado la chica de al lado terminó su mamada, porque al mirarla, la vi relamiéndose y limpiándose y al terminar se nos quedó mirando. María no tardó en darse en cuenta, y para mi sorpresa, se sacó mi polla de la boca, y la inclinó ofreciéndosela, gesto que la mujer no rechazó, así que de pronto aquella mujer engulló mi polla y me la comenzó a mamar animadamente. María aprovechó para lamerme los huevos y su lengua los repasó por debajo, hasta que consiguió absorber uno entre sus labios y los succionó como si fuera un pequeño flan, mientras la desconocida proseguía su hipnótica mamada sin manos. María no tardó en sacarle mi polla de la boca, y la colocó en medio de ambas, para que las dos pudieran lamerla y recorrerla con sus lenguas. Al llegar a la punta, en algunas ocasiones se la introducían en la boca, dando una pequeña succión para soltarla de nuevo y permitir que la otra mujer hiciera lo mismo.

- Lo siento amiga, pero está polla la quiero terminar yo solita - dijo María poniendo fin a aquella doble mamada que me tenía en la gloria. Y tras incorporarse me pidió que la siguiera. La feladora anónima nos dedicó una sonrisa y se giró de nuevo hacia la pared donde ya le esperaba una nueva polla, dura y venosa.

Seguimos pasillo abajo, hasta llegar a un zona decorada con maceteros de bambú.

- Vamos a la sala del masaje, que está muy bien - me explicó.

Finalmente, entramos en una habitación, que tenía una gran camilla en el centro y en la que habían dos mujeres vestidas con un bata blanca. Estas, no llevaban las aparatosas máscaras nuestras, sino un antifaz más cómodo, porque realmente debían trabajar allí en la sala de los masajes y con ese antifaz debían trabajar mejor.

Las dos chicas en bata, vinieron a recibirnos y nos cogieron de la mano a cada uno, llevándonos a una zona opuesta de la sala. La habitación era cuadrada, pintada de un color claro pero cálido y con unas cortinas igualmente claras que tapaban la ventana que tenía la persiana bajada, por lo que la suave iluminación indirecta venía de un par de lámparas de pie que había en dos de las esquinas. Cuando la chica de la bata me llevó a un lado, advertí también un gran espejo que dominaba casi el total de una de las paredes.

La chica se detuvo, y muy sonriente abrió su bata, quedando totalmente desnuda, a excepción de una fina cinta negra que rodeaba su cuello. Admiré aquella belleza que tenía su sexo depilado mostrando una fina línea de vello púbico, y que lucía un cuerpazo de escándalo. No entendía nada de lo que estaba sucediendo, pero no negaré que me estaba gustando mucho aquella situación. Entonces comenzó a quitarme la ropa y ayudar a desvestirme. Al mirar hacia el otro lado, vi que a María también la estaban desvistiendo.

Así la chica retiró mi americana, mi camisa, me quitó los zapatos y los calcetines, descordó mi cinturón, desabrochó y bajó mis pantalones, y por último de deshizo de mis boxers, dejando mi miembro al aire. Entonces se sentó frente a mí en una pequeña banqueta, y me agarró por el miembro, y tras masturbarlo unos instantes para hacerlo crecer, se lo introdujo en la boca. La miré y sus labios rojos contrastaban con la palidez de mi pene, que entraba y salía de su boca al ritmo que ella le imprimía a la mamada. Tan sólo pasó un minuto, cuando mi pene estaba totalmente duro, y la joven detuvo la felación. Se incorporó y dulcemente me dijo que me relajara. Alcanzó una mesita con ruedas que tenía detrás y la puso a nuestro lado. Me ordenó darme la vuelta, y apoyarme con las manos en la pared. Entonces ella con sus mantos untadas de aceite caliente, empezó acariciarme la espalda. Fue una sensación muy placentera.

Bajó sus manos por mi espalda, y luego las deslizó hacia delante, como dándome un abrazo desde atrás, para acariciar mi pecho y luego dejar caer sus manos a mi abdomen. Retiró las manos para volver a hundirlas en el aceite caliente, y esta vez las colocó en la parte baja de mis nalgas, las cuales también masajeó y llevo de nuevo sus manos hacia delante, está vez agarrando mi pene desde atrás, con las manos calientes de aceite. Apretó bastante sus manos sobre mi pene y lo embadurnó entero, mientras juntaba su cuerpo con el mío para tener mejor postura. Luego me soltó para untarse con más aceite.

Dirigí una mirada hacia María para ver como también estaba siendo untada de aceite por su cuerpo desnudo, e incluso por sus zonas más íntimas. Mi masajista, volvió sobre mí, para masajearme las piernas, y hecho esto, me cogió de la mano y me llevó a la camilla central, donde me indicó que me tumbara. A maría también la subieron a la camilla, y quedó sentada sobre mis piernas.

Mientras una masajista me embadurnaba el pene de aceite caliente y me masturbaba frente a María, esta observaba la acción jadeante, mientras a ella también su masajista la penetraba con los dedos lubricados de aceite. En un momento determinado, la movieron hacia delante, para que pudiera sentarse sobre mi miembro. Ella cuidadosamente fue guiada, mientras las masajistas manipulaban nuestros genitales. Finalmente María se sentó sobre mi, quedando ensartada en mi polla.

Al tiempo que María comenzaba a cabalgarme lentamente, podía notar como nuestros sexos lubricados por aquel aceite caliente, rozaban en un rítmico compás muy placentero. La fricción provocada por el aceite hacia que la penetración se sintiera cálida y muy gustosa. Por la expresión de María con su boca abierta, diría que estaba disfrutando lo mismo que yo.

Las dos masajistas, no dejaban de meternos manos por todas partes. Mientras María me cabalgaba, una de ellas, acarició su espalda de forma descendiente hasta acariciar con los dedos su ano, provocándole un respingo de placer, aunque también tuvo tiempo para masajear mis testículos. La otra masajista, alternaba masajear los pechos de María o si volvía hacia mi, mi pectoral y cuello, haciendo una presión fascinante. Nunca imaginé un placer así, recibir un masaje de unas mujeres desnudas, empapado en aceite mientras follaba con una mujer tan caliente como María.

Tras tener María su primera orgasmo nos hicieron cambiar de postura, y ahora ella quién estaba tumbada y yo quien la montaba, estando sobre ella, en una postura similar al misionero pero con sus piernas en alto. Las masajistas seguían magreándonos. Desde esta posición, tenía un control total sobre la penetración y me deleitaba metiéndosela con suavidad hasta el fondo, aprovechando la lubricación extra que teníamos. Alternaba esos movimientos profundos con otros más vigorosos y rítmicos.

Cuando María se corrió de nuevo, me excitaron mucho sus gemidos y su forma de agarrarse a mí, lo que hizo que llegase al punto de eyaculación yo también.

- Me corro - avisé

- Échamelo encima - contestó María

Saqué mi pene de su interior, pero fuñe una de las masajistas con su mano bien empapada de aceite la que me terminó el trabajo al masturbarme y hacerme llegar al inminente orgasmo. Mi semen comenzó a brotar, inundando su abdomen y en menor cantidad su pecho, de latigazos blanquecinos de semen caliente. En los dedos de la masajista pronto se mezcló el aceite con mi semen, haciendo su mano más resbaladiza aún.

Cuando salí de la ducha anexa, María ya no estaba y no la volví a ver en toda la noche. Algo más tarde me encontré de nuevo con mi amigo en la barra del local, y tomamos una copa hablando de varios temas, pero en ningún caso me preguntó qué había hecho o cómo había ido la noche.

La verdad es que asistir a una de estas fiestas exclusivas y privadas es algo excepcional. Los socios sólo tienen una invitación por año, por lo que mi amigo, ya había cumplido, y las posibilidades de volver acudir a una fiesta así eran menores que las de que me tocara la lotería. Quizá por eso, una semana más tarde, me sorprendí mucho cuando me llegó un mail invitándome de nuevo al privado club social. Aquel mail, estaba firmado por una tal María. Pronto la volvería a ver.