miprimita.com

La denuncia

en Dominación

LA DENUNCIA

-Vamos a ver si esta vez lo hemos comprendido- Preguntó, con voz cansada, mientras palpaba a tientas uno de los paneles de madera que cubrían las paredes de su despacho, forrado con fragmentos de la Constitución. En un momento dado, presionó la esquina del cuadrado, y éste se deslizó con la lentitud de un mecanismo hidráulico, dejando ver un pequeño mueble-bar. - ¿Por qué estamos hoy aquí?

-¿Porque he hecho algo que no debo?

 

Las luces halógenas parpadearon dos veces antes de arrancar destellos a una decena de botellas y vasos apilados. Apenas pudo contener la satisfacción en su cara al tomar una de ellas, a pesar de que estaba intentando aparentar severidad.

-¡Premio! Parece que hoy estamos en racha- alzó el recipiente, fingiendo analizar la coloración de la bebida a contraluz. Observándome discretamente a través del cristal- ¿Y qué fue eso?

 

El nerviosismo me hacía removerme en mi asiento, cabizbaja e incómoda, estirando constantemente el bajo de la falda para cubrirme pudorosamente las rodillas, como si aquello fuera a ocultar también mis faltas. Escapar del reflejo enorme de su ojo azul.

-Metí la pata. Infringí las leyes del respeto a la intimidad.

-No me vale.- Frunció el ceño, pugnando por desenroscar el tapón de vidrio. Inspiró profundamente, antes de intentarlo de nuevo- Más en concreto.

-¿De verdad me va a hacer decirlo?

-Sí, ¿por qué no?-en cuanto lo abrió, introdujo la punta de la nariz en la boca del envase, olfateándolo con deleite.- No me irás a decir que ahora te da vergüenza hablar de un delito, cuando has tenido el valor de cometerlo...

 

Asentí a regañadientes, limpiándome las mejillas pegajosas de Rimmel con una puntita del pañuelo, antes de que se ennegrecieran completamente debido a las lágrimas. Imposible salvar ya el perfilador. Tomé una bocanada de aire antes de empezar.

-Hackeé...

-¡No! ¡Mal! ¡Error! -se volvió violentamente-¡Tú no hackeaste nada! Fueron esa mierda de firewall obsoleto y tu total falta de conocimientos de informática... Un momento- interrumpió su discurso, pensativo- ¿Tienes algún título..?

-Pero yo... No tengo, no...

 

Chasqueó los dedos, sonriendo arteramente.

-Buena chica. - me señaló- Repito, "tu falta total de conocimientos de informática" ... los que dejaron entrar en la unidad a un programador anónimo, que se aprovechó de ello para sus fines.¿Me sigues?

-Ellos sabrán...

-Ellos no sabrán lo que TÚ no quieras que sepan. Además- se sentó en el borde de su mesa- técnicamente estamos diciendo la verdad. Lo que tú hiciste no es hackear. Bajaste un programa, lo adaptaste con tu cursillo de dos horas de programación ... y si funcionó, fue por casualidad. Conozco a un chaval en Bielorrusia que se mea en todo eso.

 

Sentí ganas de protestar, pero él hablaba tan rápido que formaba frases completas antes de que yo hubiese podido pronunciar siquiera una palabra.

-Mira, cariño- continuó, meneando la cabeza- las cosas son como son. Si realmente hubieses sabido lo que estabas haciendo, si llegas a ser una de los "chicos listos y malos" de verdad, en lugar de una niñata con despecho...

 

Hice amago de levantarme. Estaba bien que fuera duro, porque me había comportado imbécilmente, pero no iba a tolerar que me menospreciara. Algo, una parte pequeña y estúpida de mí se enorgullecía de la hazaña. Me había hecho sentir tan poderosa. Tan...inteligente..

-...no tendrías nada que temer... ¡Siéntate y escucha!- ordenó. Fue tan repentino que simplemente me dejé caer- Habrías hecho las cosas bien y eliminado las pistas. Pero ésa, amiga, no es la cuestión.

 

Con total parsimonia, comenzó a vertir el alcohol en una taza de desayuno promocional, con su nombre, su teléfono y su correo impresos en ella. Me la tendió al terminar.

-Estamos aquí porque la jodiste. A ver si nos entendemos... Lo malo no fue entrar en su cuentas bancarias y en su correo.

"No fue curiosear, ni eliminar a todas esas putas. Yo hubiese hecho lo mismo en tu lugar. De hecho, siendo prácticos, le habría... tomado algo de dinero de paso para pagarme a mí la minuta... No me mires así, reina. No sería nada que no se mereciese...

El verdadero mal, tu problema, insisto, es que no supiste quedarte calladita.

La próxima vez que tires la piedra, asegúrate antes de que has escondido la mano, y si sientes remordimientos, te callas, haces tu vida como todo el mundo y si acaso se lo cuentas a tu psiquiatra, al cura o a tu abogado. Tu A-BO-GA-DO. ¿Pillas la sutileza? Abogado. Mira la tacita. ¡Abogado! Osea, yo.- Se señaló repetidas veces con el pulgar.- ¿Está ahora claro?"

 

Asentí con la cabeza, patéticamente.

-Bien.- Se pasó la mano por la frente, como un actor agotado por la tensión dramática- Sé una buena chica y bébete eso, anda.

Intenté obedecer, pero aquello olía horriblemente. Además, temía que con el tembleque que aún tenía en las manos acabara derramándome encima todo el contenido del vaso.

-Bebe el whisky- insistió- Y mejor de un trago. Es un consejo profesional.

Tenía que ser bueno, por lo poco que me había echado, pero sabía como la peor de las medicinas. Nunca en toda mi vida había tomado nada más asqueroso. Me quemaba una garganta ya irritada por el llanto.

 

Dejó caer un chorro más, llenando un cuarto del recipiente.

-Venga, otro poquito, y para casa- me animó, acariciándome el hombro, casi paternal- Despreocúpate, pon una película, hártate de helado y déja que los adultos se encarguen de todo esto...

 

Era humillante ser tratada como una cría. Una mocosa llorona que acude al cuidador de la guardería con sus insignificantes problemas. ¡Tengo prácticamente treinta años! Puede que sea lo que algunos llaman una "niña de papá", pero se trata precisamente de eso: sólo mi padre debería tener derecho a tratarme así.

 

Ni siquiera se lo hubiera permitido al británico pichafloja al que le había robado el correo, que tenía edad de sobra para serlo, y al que ya le había consentido casi de todo. Y sin embargo, seguía allí, sin fuerzas ni para mandar a mi letrado a la mierda, tragando algo que no dejaba de darme arcadas y que a saber cuantísima graduación tendría.

Eso, la tensión y el miedo, todo contribuía a marearme y hundirme aún más en el butacón.

-¡Pero si estás temblando!- En su tono de voz se notaba a la legua que estaba intentando no reír- ¡Y sólo por  una denuncia de un tío paranoico que ni siquiera vive en este país! ¡Deja algo para cuando lo mates!

-Cuando lo mate... Ya. Ojalá pudiera echarle el guante al cabrón...  ¿Puedes creer que esperó a volver a casa de su madre para dejarme por Skype?

Le tendí el vaso para que lo rellenara de nuevo. Me miró fijamente durante un largo par de segundos, antes de decidir si concederme mi deseo.

Esta vez echó bastante más.

 

-Oye... No eres la primera ni la última que sufre un ataque de cuernos. Sucede tooodo el tiempo- aseguró, mientras se sentaba en el brazo de mi asiento- ¡Si yo te contara...! Tengo el despacho lleno de maridos infieles y amas de casa que se follan al butanero. De proxenetas, de putas, de abuelos que descubren a los setenta que les gusta llevar peluca y zapatos de tacón...

"Y como hay mucha gente aún que no sabe usar internet, recurre al asesinato. Pero no ls juzgo. Yo no juzgo nunca. Defiendo y cobro, que ya es bastante...

...Lo que me lleva inevitablemente a preguntar... si hay alguna posibilidad de recibir en especie este trabajo en concreto..."

 

Lo miré de arriba a abajo, alucinada, sin saber si había oído bien ni dónde meterme. Lo había soltado con una naturalidad que asustaba, como quien habla de efectivo o tarjeta. Sólo le faltó añadir si prefería tenerle en la vagina o la garganta, echar varios de golpe o tirármelo en cómodos plazos, visitándole en su despacho a la hora del bocadillo.

Chupársela bajo el escritorio.

Acercarme un poco más y hacerlo desde ese mismo sillón. Que no se dijese que no me ofrecía todas las facilidades.

 

Ese individuo se había creído que realmente estaba tan desesperada como para prostituirme. En mi lamentable estado de agotamiento físico y mental, era casi halagador.

Me avergüenza decir que durante un minuto o dos lo consideré seriamente, la mirada clavada en sus pantalones. ¡Pensar el dinero que mi estupidez podía llegar a costarle a mis padres...!

 

-¿Sí...?¿No...? Oh, vamos, ¡tenía que intentarlo! ¿No te vas a reír siquiera un poquito?- me pellizcó la mejilla.

Pero la verdad es que no tenía ni puta gracia.

Es terrible que tras meses de sexo horriblemente escaso, vago e insatisfactorio con un autoproclamado Amo que me doblaba la edad, el único contacto masculino que hubiera obtenido fuera el suyo. (El suyo y los abrazos de  un amigo que llevaba pagándome las Fantas literalmente 10 años, tan infollable que hace parecer el incesto una alternativa razonable, y del que no hablaremos más aquí.) Que sólo se tratase de una broma me hacía sentir aún más pena por mí misma.

 

Retuve su mano en mi cara, fresquita en mi frente. El sello de su meñique contra mi sien palpitante por un comienzo de fiebre. Llevaba muchos, muchísimos días sin dormir.

-Ayúdeme a levantarme, por favor.

Cuando me agarró de la cintura, la situación no me resultó tan invasiva ni tan mala como me habría parecido en circunstancias normales. Siempre he pensado que tengo algo de fobia social.

 

Me gustaron sus dedos suaves pero fuertes, fiables. Puede que no fuera joven ni un gimnasta, y sin embargo, algo me llevó a pensar que el hombre que se escondía bajo el traje sí que podría alzar mis cincuenta kilos sin problemas, empotrarme contra las paredes. Romperme el culo en lugar de mirar el televisor.

Y de todas maneras ¿Realmente era un menoscabo para mi dignidad abrirme de piernas en un lugar limpio, calentito y agradable como un bufete?

 

Su rodilla se coló entre las mías cuando resbalé, mientras intentaba ayudarme a mantener el equilibrio, rozándome como ya sólo lo hacían mis yemas. Apreté involuntariamente los muslos.

-Debería haber imaginado que no estabas acostumbrada a beber.

-No estoy acostumbrada a nada de esto, en realidad. Ser una novia... una EX novia -corregí inmediatamente- obsesiva y acosadora...

-Bueno, bueno... Si te sirve de consuelo, aún estás a tiempo de contratar a un par de rumanos y convertir tu pena en un duelo con todas las de la ley.

-¡No..!

-Ahora que han recortado las ayudas sociales,están al alcance de cualquier bolsillo...-sugirió, divertido.

 

Es imposible no simpatizar con un hombre que te sostiene, que te sonríe y que huele -inspiré profundamente- tan terriblemente bien. Un hombre que aún te encuentra atractiva y te ofrece su ayuda para matar a tu ex...

Aunque sea de mentirijillas.

 

Un tipo que sabe que estás borracha y desplaza su mano por tu falda... un poco más abajo de lo que debería, y te palpa como a una fruta en un mercado, decidiendo si comerte. Que sabe lo mucho que necesitas contacto humano, y se aprieta contra ti, disimuladamente. Los cuarenta y tantos años de mi abogado también parecían apetitosos al tacto, aunque sólo fuese por comparación...

 

-¿Sabías...-susurró, meloso- que si habéis estado juntos durante más de dos años... y muere... tienes derechos sobre su patrimonio, uhm?

"Podrías dejar a sus hijas en la puta calle, gastarte la pasta que tanto le ayudaste a ahorrar y que debe de estar empleando ahora en alguna otra jovencita. Tener todos los bolsos y zapatos que rechazaste en su día, para demostrarle que no ibas tras su dinero..."

Me colgué de su cuello y sus palabras, música para mis oídos.

 

-Aunque si quieres -continuó, apartándome un mechón de pelo, para colocármelo tras la oreja- podemos simplemente demandarle... Que no le llegue ni para viagra. A ver cuánto le dura su nuevo amor... A las mujeres les encantan los viejos impotentes y arruinados...

-Te vas a reír -le advertí- pero lo cierto es que sí. Es un cabrón miserable y tacaño hasta para follar...

-Pero tiene propiedades ¿No? -me quitó el vaso, para beberse el poso- Además... por teléfono creí que me dijiste que él había corrido siempre con los gastos...

-Casi siempre. Y sólo porque estaba dispuesta a todo y pese a los viajes y hoteles, le salía más barata que una puta.

-Vaya, vaya... Una chica -posó el recipiente en su escritorio, para poder dedicarme sus dos manos- ahorradora, un par de décadas más joven y bonita... ¿Qué tengo que hacer para que quieras espiarme el mail a mí?

 

Sus falanges acariciaban la arruga que las bragas creaban en la tela, lenta, muy lentamente. Sólo por encima del contorno, perfilándolo sin presionar demasiado, para no asustarme. Dándome ventaja por si quería escapar.

Una última oportunidad para frenar lo inevitable y retomar una distancia profesional, lejos de su garra de terciopelo, (de sus dedos ágiles, como de ciego, que leían Braille sobre mi culo) o dejarme hacer.

 

Se inclinó hacia mí, y su nariz fría recorrió cuidadosamente la distancia de mi clavícula a la sien, como persiguiendo un latido concreto. Era un virtuoso del cuello, como otros lo son del piano o el violín. A todas luces demasiado bueno para no haberlo hecho ya un millón de veces, con otras tantas personas.

Tal vez en cada ocasión en que llevaba un divorcio.

 

-Obsesiónate conmigo... - me dijo al oído, antes de que sus dientes se apoderasen de mi lóbulo- Yo te dejo...

 

Él, aparentemente, no necesitaba ya mi permiso para introducir su lengua en mi oreja, lamiendo a conciencia cada pliegue, metiéndomela como si pretendiera introducir así sus ideas en mi cabeza. Lavarme el cerebro a base de saliva.

 

Ni siquiera tuve tiempo para percatarme de que llevaba una camisa rosa y corbata lima...

(Y es que no sólo de grises vive la dominación.)

____________________________________________________________________________________

Gracias por llegar hasta aquí.

Es el comienzo de una historia, y valoraría que me comentaseis vuestras opiniones al respecto, así como consejos y primeras impresiones.