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Liberándote II, Él destruye tus ataduras

en Amor filial

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            Dedico esta trilogía a Xio (ID: 1426486), una escritora de TodoRelatos por quien siento especial afecto. Aclaro que ella no es lesbiana, aquí la bisexual soy yo, pero he querido fantasear un poco con el tema y esto es lo que resultó. Espero que les guste.

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            Establecimos nuevos hábitos de convivencia en los días que siguieron al primer encuentro sexual entre tía Xio y yo.

            Despertábamos temprano, desnudas y abrazadas. Mientras me alistaba para trabajar ella preparaba el desayuno. Durante el día acudía a la revista o salía a las asignaciones, a media tarde comíamos juntas. Hacíamos el amor un rato, veíamos alguna película y volvíamos al sexo. Tía Xio aprendía los placeres lésbicos con entusiasmo.

            Despejé sus dudas con paciencia. La hice comprender que, al ser ambas mujeres, el tabú del incesto no debía preocuparnos. El tema de la femineidad quedó aclarado. Las lesbianas o mujeres bisexuales no tenemos por qué dejar de ser femeninas. Somos mujeres a quienes nos atraen otras mujeres y nada nos obliga a adoptar actitudes varoniles. Por el contrario, el nuevo modo de vestir y actuar de tía Xio era más femenino que sus maneras anteriores, cuando era la esclava sumisa de su ex esposo y sus hijos.

            Así llegó el viernes de nuestra primera semana. El trabajo de liberación y empoderamiento de mi tía estaba rindiendo frutos. Ya no enrojecía cuando hablábamos de sexo e incluso comenzaba a tomar la iniciativa en nuestros juegos.

            —¿Te molestaría si deseara estar con un hombre? —Preguntó mi “Tía Buena”.

            —¡Me encantaría! —respondí emocionada—. ¡Los hombres pueden ser deliciosos, siempre que sepan respetar nuestros deseos y nos traten con igualdad!

            —Es que siento curiosidad.

            —Lo sé —asentí—. Estuviste casada veinte años y tuviste dos hijos, pero nunca hiciste el amor. Tío Javi te usaba como depósito de semen, que no es lo mismo. ¡Sería bueno que estuvieras con un auténtico hombre y que compartas con él los placeres el sexo!

            —Pero esto que somos, ¿no se verá afectado? —sus dudas eran naturales.

            —En primer lugar, no somos mutantes femeninos masculinizados —enumeré—. Somos mujeres que encuentran placer sexual con otras mujeres. Segundo punto, al ser mujeres, estamos hechas para gozar también con los hombres. Tercero, el o los hombres con quienes tengamos relaciones deben estar libres de complejos, celos o ansias de control. ¡No podemos permitir que vuelvas a caer en las garras de un amo!

            —Amor, no quiero que te sientas celosa —midió el terreno—. Pero he pasado de ser heterosexual a lesbiana y me gustaría probar con un hombre las cosas que me has enseñado. No es que desee terminar con lo que tú y yo tenemos, pero me gustaría saber lo que se siente gozar con una “pareja de pene”.

            Sonreí y la abracé efusivamente. Me encantaban sus palabras. Si Amanda, mi anterior compañera de lecho, hubiera opinado parecido, aún seguiríamos juntas.

            —Conozco al ejemplar ideal —informé—. Se llama Saúl. Fue mi profesor de Antropología en la Facu. Es un mulato de metro ochenta, cuerpo de Adonis y miembro de Príapo. Él me inició en el placer heterosexual y, aunque he disfrutado con otros hombres, siempre vuelvo a llamarlo para que calme mis ganas de pene. Déjame llamarlo y organizarlo todo.

            Corrí a mi habitación antes de que Xio cambiara de parecer. Llamé a Saúl y le dio gusto saludarme. Estaba en una conferencia; le pedí que viniera al apartamento en cuanto se desocupara. No expliqué lo que quería de él y dejé el tema abierto a cualquier especulación. Concertada la cita, apuré a tía Xio para que nos preparáramos.

            Saúl llegó a eso de las nueve de la noche. Al verlo, Xio no supo ocultar su agrado ante la perspectiva de lo que planeábamos hacer.

            —Edith, estaba en un congreso, pero me he salido antes para verte —informó el profesor desde la puerta.

            —Es algo muy importante —respondí—. Pasa; te presento a mi tía Xio, hermana de mi madre.

            Ellos se saludaron, Saúl entró y se sentó en el sofá.

            —Mis asistentes se quedaron en el evento —informó él—. Prometí regresar lo más pronto posible.

            —¡Tendrán que esperar! —sonreí seductora—. ¿Recuerdas lo que hiciste por mí cuando te pedí que me mostraras los placeres del amor hetero?

            Miró a tía Xio como temiendo un reproche.

            —Sí, y no me arrepiento.

            —Pues quiero que repitas el milagro —me senté a su lado y me acurruqué buscando su cuerpo—. Tía Xio necesita conocer eso que me diste. Necesitamos que la enseñes a disfrutar con un hombre; yo la he capacitado en el amor lésbico, pero tiene que pasar al “siguiente nivel”.

            Xio se paró delante de mí y nos tomamos de las manos, en espera de la respuesta.

            —¿Es broma? —preguntó Saúl.

            Parpadeó como queriendo cambiar su modo de ver a mi tía. Esta había pasado de ser la parienta de su amiga con derechos a prospecto de compañera sexual.

            —No es broma —señaló Xio—. Tuve una vida de humillaciones y desprecios, pero todo cambió desde que terminé con mi marido. Quiero saber lo que siente una mujer cuando goza con un hombre.

            Mi “Tía Buena” se agachó para besarme en la boca. Había cambiado mucho, evolucionando a un estado de desinhibición casi total; acariciarme delante de un desconocido la ubicaba un peldaño más arriba de su escala.

            —Los chicos esperan en el evento —tembló Saúl.

            —Si no tienes que prepararles el biberón o cambiarles los pañales, creo que pueden esperar —objeté.

            Volteé para besar al profesor. Al principio lo sentí tenso, pero segundos después ya devoraba mi boca apasionadamente. Xio aprovechó que estaba ocupado para sentarse sobre los muslos del hombre. se la veía bastante excitada.

            Me separé de Saúl y Xio ocupó mi lugar en la boca masculina, besándolo sin recato. Él correspondió gustoso y las manos masculinas recorrieron por primera vez las formas de mi tía. Me incorporé para descorrer la cremallera del vestido de ella. Bajé sus tirantes y exhibí sus senos, ofreciéndolos al hombre.

            Él la abrazó con fuerza. Se notaba deseoso de hacerla gozar, pero también parecía dispuesto a darle ese condimento de consideración y afecto hetero que siempre le había faltado.

            La besó y lamió en el cuello. Fue descendiendo por en medio de sus senos, haciéndola gemir. Entendí la excitación de ella; la aspereza de la barba del hombre le brindaba sensaciones que mi sedosa piel nunca podría igualar.

            Gritó de gusto cuando él atrapó un pezón entre sus labios y succionó con maestría. Introduje una mano entre los muslos de ella y comprobé que su tanga estaba empapado.

            —En mi habitación estaremos más cómodos —sugerí.

            Mi tía y el profesor me siguieron apresuradamente. Saúl acariciaba el trasero de Xio mientras caminaban. Sonreí al ver que ambos se habían gustado.

            Nos desnudamos entre besos y magreos. Mi tía se maravilló al constatar la longitud y grosor del miembro de Saúl. La hice arrodillar delante del hombre para dar comienzo a la primera felación que haría mi tía.

            Xio abría la boca para abarcar la mayor cantidad posible de mástil. Sus mejillas se hundían en profundas succiones mientras su mano derecha alojaba la parte libre y estimulaba con fuertes movimientos de muñeca. Yo le había explicado los aspectos teóricos y habíamos practicado con algún consolador, pero nada me había preparado para ver a mi nueva amante femenina entregada a la pasión oral.

            Me arrodillé al lado de mi tía, con el sexo encharcado por la excitación. Mientras ella se esmeraba en la labor oral, deslicé mi mano derecha entre sus muslos, desde atrás de sus nalgas. Me apoderé de su entrada vaginal y acaricié los labios. Ocasionalmente pellizcaba los pliegues con las puntas de mis uñas, deleitándome en la calidez de su humedad. Ella gemía y se estremecía de placer.

            —¿Te gusta lo que estamos haciendo, “Tía Buena”? —pregunté.

            En vez de responderme tomó mi mano para dirigirla a su clítoris enhiesto. Entonces la masturbé con ahínco, haciendo el recorrido desde la entrada vaginal al botón del delirio. Besé su cuello, su mejilla y llegué a su boca ocupada con la virilidad de nuestro amante. Lamí sus labios y parte de la hombría de Saúl, combinando mi saliva con la de mi tía. Sin dejar de chupar, Xio me miró con ojos chispeantes.

            —¡Esto es increíble! —dijo el hombre— ¡Pero los chicos me esperan en el evento!

            —¡Si te vas ahora, déjame al menos esto! —exclamó Xio sacudiendo el miembro de Saúl—. ¡Ya me encendieron y no permitiré que me dejen así!

            Con estas palabras quedó zanjado el asunto de los asistentes.

            Xio compartió conmigo el pene y ambas fuimos chupándolo por turnos; tuve que dejar de masturbarla. Mientras una succionaba el glande, la otra lamía los testículos. A veces lo lamíamos en toda su extensión, ella de un lado y yo del otro.

            —Esta es tu noche, “Tía Buena”, Saúl y yo vamos a darte placer a ti —señalé recuperando parte de mi cordura.

            El hombre y yo incorporamos a mi tía para besarla por todos sitios. Él devoraba sus pechos mientras yo, de rodillas tras ella, lamía sus nalgas y hacía que mis dedos índice y medio de ambas manos se introdujeran en su vagina para darle placer.

            Saúl se arrodilló ante ella y entre los dos la abrimos de piernas. Mis dedos en el sexo de mi tía invitaban al hombre a realizar el cunnilingus. Saúl me tomó por las muñecas y ejecutó un rítmico movimiento que provocaba que mis dedos entraran y salieran de aquella excitada intimidad. Me hice cargo de la masturbación mientras él succionaba el clítoris ruidosamente. Mis manos estaban empapadas en el néctar filial.

            Ella gemía y nos exhortaba a darle más placer. En un momento dado dobló el cuerpo hacia delante para apoyar sus manos sobre los hombros del hombre. Saúl succionaba el clítoris de ella haciendo coincidir los momentos en que mis dedos estaban totalmente dentro del sexo de mi tía.

            Xio llegó al orgasmo en medio de gritos ensordecedores. Mis dedos se empaparon aún más y me dio especial morbo sentir la lengas de Saúl lamiendo mis manos. Liberé la vagina de mi tía para colar mi cabeza entre sus muslos y besar en la boca al hombre, justo debajo de su intimidad.

            —No volverás a ver tu sexo sin acordarte de esto —sentenció él.

            —¡No podré ni respirar sin recordar esta noche! —respondió ella—. ¿Cómo se llama lo que me están haciendo? ¿Me están pervirtiendo?

            —¡Estamos destruyendo tus ataduras! —exclamé incorporándome y dando una nalgada cariñosa a Xio—. ¡Si en el proceso te conviertes en una depravada, que así sea!

            —¡Vale, menos charla y más acción! —sonrió Saúl sentándose en la cama.

            Xio miró su erección y dudó un momento. La tranquilicé acariciando su cabello rojizo y la acerqué al hombre.

            —Prueba primero con una “sirena” —sugerí—, es muy estimulante y no requiere penetración.

            Acomodé a Saúl acostado y a Xio, de espaldas a él, sentada sobre el abdomen masculino, con la virilidad en medio de sus muslos a la altura de su sexo. La hice cerrar las piernas para aprisionar el mástil.

            —¡Lo siento todo por fuera de mi vagina! —exclamó ella.

            —Muévete como si lo estuvieras montando.

            Él se apoderó de las caderas de Xio y movió su cuerpo para gozar del encierro que los muslos de ella. Mi tía gimió y me miró con los ojos entrecerrados. Sus cuerpos adquirieron velocidad en el roce. La fricción, sumada a la humedad, resultaba placentera para ambos. Mi tía gemía desesperada mientras el profesor la hacía rotar las caderas con maestría.

            Yo conocía las reacciones de Xio y, cuando vi que estaba próxima al orgasmo, la obligué a separar las piernas e interrumpir el contacto. No necesitó que se lo sugirieran, ella misma se acomodó la virilidad de Saúl en la entrada vaginal y se dejó caer lentamente.

            —¡Me llenas como nadie! —exclamó cuando tuvo todo el mástil dentro.

            Él se aferró a las nalgas de ella y la hizo moverse con furia. Xio cabalgaba sobre Saúl en arrebatadores vaivenes de cadera, sin permitir que escapara una sola fracción de placer. Sus senos botaban con ritmo enloquecido. Aquel era el miembro más largo que yo hubiera probado jamás, sabía por experiencia que estaba llegando a la matriz de Xio.

            Mi tía no tardó en recuperar la cadena de placer que yo había cortado momentos antes. Esta vez llegaría con mayor intensidad. Consiguió el orgasmo gritando y jadeando intermitentemente mientras su cuerpo se sacudía con pasión. Me miró con los ojos casi en blanco y la boca muy abierta. Se hizo hacia delante y apoyé su cabeza sobre mis senos.

            —Esto es lo que yo quería para ti —susurré con amor—. Deseaba que te liberaras, necesitábamos destruir tus ataduras.

            Momentos después, Xio se tranquilizó. El orgasmo, indudablemente múltiple, decreció en intensidad. Sin permitir que se desacoplaran, incliné a mi tía al tiempo que separaba sus piernas. Quedó tendida sobre Saúl, con la cabeza orientada hacia los pies del hombre y la virilidad profundamente incrustada en su vagina. Era como algunas de las “tijeras” que solíamos practicar, pero con un pene en su interior.

            —¡Ustedes sí que saben divertirse! —jadeó Xio.

            —¡Y lo que falta! —respondí—. ¡Cuando terminemos contigo estarás bien gozada y, si es posible, hasta preñada!

            Mis palabras la hicieron temblar. Saúl aferró los muslos de Xio y empujó la pelvis para penetrarla a fondo. Ella gritó, sintiendo que nuevos puntos erógenos despertaban en su interior.

            —¡Dámelo todo! —exigió Xio—. ¡Anda, que en veinte años de matrimonio jamás gocé tanto con un hombre como esta noche!

            —¡Y lo que falta por hacer! —profeticé.

            La postura, denominada “el remero”, parecía extraña, pero era bastante morbosa. El hombre llevaba el ritmo de las profundas penetraciones con las manos sujetas a los muslos de la mujer. Xio adelantaba o alejaba su pelvis mediante poderosos movimientos de cadera. Monté sobre el rostro de Saúl cuando el ritmo se estabilizó.

            Gemí al sentir la calidez de su aliento directamente sobre mi vagina. Noté entre mis muslos el movimiento de los brazos del hombre y, por un instante, me visualicé montando a pelo sobre un brioso corcel negro. Él besó mi entrada vaginal y succionó con fuerza para absorber parte de mi humedad íntima. Aullé de placer al sentir que expelía aire tibio por la nariz.

            Xio volvió a alcanzar el orgasmo. Mientras ella gritaba de placer, me agaché para quedar tendida sobre Saúl. Las nalgas de mi tía se movían ante mi rostro, abriéndose cuando era penetrada y cerrándose parcialmente cuando se alejaba para retomar impulso. Las manos del hombre la sostenían por los muslos para sincronizar los movimientos de ambos.

            Lamí el canal que separaba los glúteos de Xio mientras ella aún seguía gritando su prolongado clímax. Encontré con mi lengua su orificio anal y lo humedecí con saliva. Con la uña de mi índice acaricié las rugosidades provocando que Xio se agitara de gusto. Yo movía mis caderas para friccionar mi intimidad en el rostro del hombre. Cuando arqueaba la espalda, Saúl atrapaba mi clítoris entre sus labios para succionarlo, al retroceder, hundía su nariz en mi vagina y expelía aire cálido.

            Me sacudía y jadeaba, pero no perdí la concentración. Hundí toda mi lengua dentro del ano de Xio. Ella gritó y levantó la cabeza con desesperación. Sin interrumpir el ritmo de los amantes, lamí con esmero el orificio posterior de mi tía. Alternaba el juego lingual con profundas succiones que hacían gritar a Xio en un exquisito “beso negro”.

            Mi “Tía Buena” descendió de su orgasmo para remontar en otra oleada de placer. Nuestro amante gritó con su boca firmemente incrustada en mi sexo y supe que también llegaba su momento.

            —¡Sí, Saúl, eyacula dentro de Xio! —grité emocionada—. ¡Llénala con tu esperma, empápale la matriz! ¡Préñala y dame un primo mulato! ¡Que se entere el poco hombre que es su ex marido! ¡Desbórdala, que enseguida sigo yo!

            Los amantes se sacudieron en oleadas e placer. Escuché y sentí los suspiros del hombre en mi vagina mientras descargaba su simiente en lo más profundo del sexo de mi tía. Ella murmuraba frases entrecortadas y recibía gustosa la riada de esperma eyaculado en su honor.

            Me retiré para acostarme a un lado. Xio se desacopló de mala gana y Saúl se arrodilló entre mis piernas. Su virilidad se mostraba orgullosa, erecta y empapada con los flujos vaginales de mi tía y el semen recién ordeñado. Separé las piernas para mostrarle mi sexo empapado en actitud impúdica.

            —¡Al ataque! —ordené.

            Posicionó su glande en mi entrada vaginal mientras me miraba a los ojos. Acomodó mis tobillos sobre sus hombros y me penetró despacio, con la maestría que demostraba su larga experiencia.

            —¡Te vas a enterar! —exclamó Saúl—. ¡Querías verme así, convertido en una máquina sexual! ¡Aquí me tienes!

            Con su última exclamación terminó de penetrarme. Su glande llegaba hasta mi útero, la curvatura de su virilidad pulsaba mi anhelante “Punto G” y todas mis terminaciones nerviosas estaban en alerta sexual. Me sentí dichosa; amo el sexo femenino y el placer de gozar con un cuerpo similar al mío, pero también me hace vibrar un amante como Saúl.

            El profesor bombeó diestramente, con movimientos de pelvis que me arrancaban gritos de placer cada vez que su miembro me llegaba hasta el útero. Yo controlaba mis músculos vaginales para proporcionarle y darme a mí el placer adicional de unas bien coordinadas opresiones internas. Xio se acostó a mi lado, con las piernas levantadas para impedir que la mayor parte del semen de nuestro amante escapara de su sexo.

            —¡Gracias, “Mi Amor”! —exclamó—. ¡Nunca he sido tan feliz!

            Saúl me penetraba impetuoso y mis caderas respondían con movimientos que acompañaban a los suyos, mi calentón de toda la tarde ardía dentro de mí y no pude pensar en una respuesta a las palabras de mi “Tía Buena”.

            Cobré mi orgasmo sintiendo que toda mi piel se erizaba con la descarga de energía. Espasmos de placer recorrían mi sexo mientras de mi interior surgían riadas de líquido pasional. Grité desesperada exigiendo más, no porque me fuera insuficiente, sino porque quería prolongar la sensación hasta el infinito.

            Saúl sudaba, gemía, embestía con poderosos golpes de pelvis. Sus ojos expresaban el calor de cuantos incendios hubieran existido. Esa mirada, esa pasión y ese brío eran los factores que me tenían sujeta a él; sin importar la cantidad de hombres o mujeres que hubieran pasado por mi cuerpo, siempre volvía al suyo.

            Descendí de mi orgasmo para respirar fuerte y concentrarme en el nuevo clímax que se insinuaba en mi organismo. Mientras fornicaba con Saúl, Xio acariciaba mis pezones y besaba mi boca con ternura.

            —¡Te amo! —grité sin saber a quién de los dos me refería. Quizá a ninguno de ellos, quizá sólo estaba enamorada del sexo.

            El nuevo orgasmo llegó como una Súper Nova que ilumina parcecs enteros y, como tal, sentí que me perdía en el tiempo, la eternidad y el cosmos.

            Aullé como loba en celo mientras sentía que Saúl, en un majestuoso movimiento, clavaba su ariete en mi sexo para descargar su simiente en mi interior y acompañarme en un aullido pasional tan antiguo como el tiempo.

            —¡Sí, así! —gritó Xio—. ¡Préñala! ¡Preña a mi sobrina! ¡Préñanos juntas para que nuestros hijos mulatos puedan jugar juntos!

            Saúl salió de mi cuerpo y se tendió en medio de las dos. Puso ambas manos sobre nuestros sexos repletos de su esperma y acarició nuestras entradas vaginales.

            —¿Tanto morbo les viene de familia? —preguntó sonriendo.

            —Creo que sí —respondí—. Pero mi madre es una santurrona reprimida. Convendría que la invitáramos a retozar un rato. ¡O se muere de un infarto o se vuelve como nosotras!

            —¡No te duermas! —exigió Xio a Saúl—. ¡Todavía me falta algo y no permitiré que me dejes sin dármelo! ¡Quiero que me des por detrás, nunca lo he hecho y necesito saber lo que se siente!

            —¡Saúl es un experto desvirgador de anos! —exclamé orgullosa—. ¡A mí me lo estrenó; bueno, realmente estrenó todos mis agujeros!

            Xio sonrió con el gesto lascivo que había aprendido a expresar en los últimos días. Sin más preámbulos reptó sobre el cuerpo de nuestro amante para acomodar el rostro sobre las ingles masculinas. Tomó la virilidad de Saúl y abrió la boca para chuparla.

            La felación de mi tía fue profunda y dedicada; tragó desde el comienzo todos los restos de semen y flujo vaginal de ambas. Engullía el mástil a consciencia, metiéndose en la boca dos tercios de su longitud. Retiraba la cabeza con los mofletes hundidos en una succión intensa. Cuando adelantaba su cara, se agitaba de anticipación. En ocasiones liberaba el pene para frotarlo por su rostro o acariciarlo con sus cabellos. Escupía sobre sus manos para frotarlo y jugar con el glande entre sus dedos. La vi tan excitada que no quise interferir, dedicando mis energías a masturbarme con dedos que chapoteaban lascivamente entre los néctares que empapaban mi sexo.

            —¿Tú no te cansas de esto? —preguntó Xio a Saúl—. Mi ex marido no podía mantener una erección ni cinco minutos y nunca fue capaz de proporcionarme un orgasmo.

            El profesor y yo nos miraos con intensidad y rompimos a reír. Sin añadir más comentarios acomodamos a mi tía en cuatro puntos sobre la cama. ella se apoyó sobre los codos y arqueó la espalda en actitud de gata en celo.

            —Hay que estimularte bien —informó el hombre—. ¿De verdad quieres que te sodomice?

            —¡Sí, rómpeme por detrás! —exigió ella—. ¡Ábreme, desvírgame, reviéntame! ¡Hazme feliz y destruye mis ataduras!

            Saúl se arrodilló tras las nalgas de Xio e introdujo dos dedos en su anhelante vagina. Ella pegó un bote al sentir la fricción directamente sobre su “Punto G”; él sabía localizar el mío y debió suponer atinadamente que el de mi tía estaría a la misma altura. La masturbó con maniobras expertas haciendo flexiones de sus dedos, metiéndolos y sacándolos de la intimidad femenina. Me acomodé a un costado de mi “Tía Buena” para acariciar su busto.

            Mientras nuestro amante estimulaba a la mujer, sujeté el pecho derecho de Xio desde el nacimiento al costado y, con ambas manos, apreté para descender por la esponjosa protuberancia, en un movimiento de ordeño que la hizo gritar. Mis maniobras representaban una variante de la exploración mamaria, combinada con el masaje recomendado para conservar la salud y firmeza de los pechos. Repetí el juego una y otra vez.

            Dejando a Xio al borde del orgasmo, Saúl retiró los dedos de la vagina para reemplazarlos por su glande. Le introducía un tercio de su hombría y hacía girar el tronco para arrancar sensaciones en el vestíbulo. Retiraba de golpe el miembro, lo hacía girar sobre su clítoris en suaves fricciones y volvía a la estimulación vestibular. Tras varias secuencias introdujo el índice empapado en el ano de mi amada tía.

            Ella gimió roncamente al sentirse invadida, por toda respuesta, él penetró su vagina en un movimiento lento y certero. Nuestro hombre le metió también el dedo medio en la entrada posterior cuando ella sintió el glande presionando su útero. Se mantuvo quieto unos segundos.

            —¿Te gusta sentir tus dos agujeros ocupados? —pregunté abandonando los senos de Xio—. ¡Quizá pronto podamos organizarte una doble penetración!

            Me acerqué al abdomen de Saúl y acomodé mi boca sobre el ano de Xio. Lamí los dedos de él y los pliegues abiertos de ella hasta donde la postura me lo permitía. Después separé con mis manos las nalgas femeninas y autoricé a nuestro hombre a dar el siguiente paso.

            El profesor inició un profundo vaivén pélvico que mandaba su hombría a lo más hondo del sexo de Xio. Cuando la penetraba, sus dedos dentro del ano de ella se separaban y jugaban con la resistencia del esfínter. Cuando alejaba su abdomen, incrustaba los dedos a fondo y los flexionaba provocando gritos de placer en ella.

            Xio jadeaba, sudaba y se estremecía mientras su sistema nervioso juntaba fuerzas para llevarla a un nuevo clímax.

            Se corrió con la virilidad de Saúl firmemente incrustada en su canal vaginal. Los dedos de él estaban bien alojados en su ano. Cuando aún se estremecía, nuestro amante desalojó sus orificios.

            Separé al límite las nalgas de Xio y dediqué una última lamida al contorno anal. Por último succioné con fuerza sobre el orificio trasero y le incrusté la lengua en un morboso beso negro que la hizo saltar para apoyarse sobre las manos. Hice una señal a Saúl y me retiré.

            El hombre llevó su glande empapado de flujo femenino al ano de la mujer. Separándole las nalgas con sus manos, empujó despacio para penetrarla. Xio gimió extasiada y apretó los ojos. Saúl avanzó más. Entró con delicadeza, pero fue firme e inexorable. Mi tía arqueó la espalda, alzó la cabeza, gritó y abrió los ojos cuando toda la virilidad de nuestro amante se alojó en su orificio anal.

            —¡Me tiene toda abierta! —gritó—. ¡Lo siento hasta el estómago! ¡Parece que me fuera a salir por la boca!

            Yo lo había probado en innumerables ocasiones y sabía lo que tía Xio estaba sintiendo. El miembro de Saúl era de considerables dimensiones, guardarlo entero en el ano representaba una proeza para cualquier mujer.

            Nuestro hombre ejecutó un movimiento de vaivén. Penetraba el ano de mi tía hasta el fondo y sus testículos chocaban con los empapados labios vaginales. Cuando retrocedía, jugaba con la curvatura de su miembro para dilatarla aún más y penetrarla nuevamente.

            —¿Te duele? —preguntó él.

            —¡No pares! —gritó Xio—. ¡Me encanta! ¡No duele, no molesta! ¡Lo estoy disfrutando mucho!

            Ya más confiado, Saúl aceleró los movimientos. Sus testículos chocaban violentamente contra el sexo de Xio, para retroceder empapados e flujo vaginal. el pene se perdía en las profundidades anales de ella mientras abría camino y desvirgaba un territorio “nunca antes tocado por el hombre”.

            Me sentía febril. Arrodillada al lado de Saúl no dejaba de acariciarme. Me mantenía en estado de excitación. Pero sin buscar un orgasmo; se me había antojado recibir el mismo tratamiento y decidí esperar.

            Los cabellos de Xio se pegaban a su rostro, sus caderas acudían puntualmente al encuentro de la hombría que taladraba su recto. Hombre y mujer parecían deidades antiguas; un Príapo de ébano que sodomizaba a una Afrodita de refulgentes ojos verdes.

            Xio gritó en un orgasmo apoteósico y se dejó caer nuevamente sobre los codos. Golpeaba el colchón con los puños apretados mientras Saúl pistoneaba con brío. Él la montaba ya enérgicamente, ella correspondía haciendo chocar sus nalgas sobre el abdomen masculino. Ambos gritaron en un alarido bestial. Cuando el clímax de Xio llegó a su punto máximo, Saúl la atrajo por la cintura y le incrustó su ariete en lo más profundo. Eyaculó dentro de ella irrigando sus entrañas con espesos chorros de semen.

            Permanecieron acoplados un par de minutos. Él gozaba con la calidez del orificio y ella disfrutaba de la sensación indescriptible que proporciona el semen en los intestinos y un buen miembro viril en el ano dilatado.

            Cuando se separaron, Saúl se acostó con la hombría aún en pie de guerra. Yo lo conocía muy íntimamente y sabía que, para él, la noche pasional apenas comenzaba. Me recosté sobre su torso y él me abrazó con ternura, como si hubiera sido yo quien lo recibiera segundos antes en el ano. Xio se nos unió y nos besó en la boca alternadamente.

            —¿Todavía resistes, Saúl? —preguntó mirando la erección.

            —Conozco las técnicas respiratorias, practico el sexo Tántrico desde muy joven, tengo una salud de hierro y me encuentro en medio de dos hembras de bandera. ¡Sería un delito quedarme dormido y terminar la noche!

            La enumeración no sonó presuntuosa, más bien excitante. Mi “Tía Buena” se excusó y salió de la habitación para asearse. Saúl y yo nos quedamos abrazados, acariciándonos y diciéndonos cosas tiernas; él también necesitaba asearse después de desvirgar el ano de Xio, pero podíamos esperar unos momentos. Escuchamos el ruido de la cisterna del WC y luego el rumor de la ducha.

            Saúl me dejó en la cama cuando Xio regresó. Pasó al baño y me quedé sola con mi “Tía Buena”.

            Ambas nos miramos a los ojos. La expresión de Xio me demostró que estaba a punto de destruir las últimas ataduras.

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                        Nota de la autora

            La próxima entrega, “Liberándote III, Tú destruyes tus ataduras”, se encuentra en la categoría de “Amor Filial”. Pueden acceder a ella en su sitio o directamente desde mi perfil de TR.

            Estos relatos fueron redactados sin utilizar una sola palabra malsonante. No tengo reparos en usarlas, pero me gustaría saber qué lenguaje les parece más morboso, el limpio o el sucio.

            Chicos, una última cosa.

            Estoy buscando una víctima voluntaria para los tutoriales. Necesito a un escritor que ya haya publicado un relato. La historia debe contener mucho morbo y posturas sexuales variadas, pero TIENE QUE SER UN RELATO MAL ESCRITO.

            Lo necesito para los tutoriales de redacción, ortografía y consejos técnicos. Al final de “las clases” pienso mostrar cómo se corrige, se le da forma y se rescata del atolladero. No se trata de poner en evidencia a nadie, se trata de tomar un ejemplo real, encontrar sus fallas, pulirlas y reformularlo todo para que quede bien.

            ¿Quién se anima a “pasar por mis armas”?

cedió �W%d +�w�Saúl y le pedí que nos acompañara en nuestro lecho. Vale, ese será el tema del próximo relato, titulado “Liberándote II, Él destruye tus ataduras”, en la categoría de Tríos.

            ¡Besos y evolución!

            Edith

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            Nota de la autora

            Para quienes no han leído mis anteriores relatos, repito que sí se puede escribir erotismo sin utilizar palabras malsonantes. No me asusta decir “culo”, “coño”, o “verga”, pero en esta saga quiero mantener un estilo tipo editorial. También tengo derecho a ser contradictoria. Ustedes díganme si les agrada más el lenguaje limpio o sucio.

            Ya están listas las dos siguientes partes de la trilogía “Liberándote”. La próxima entrega, titulada “Él destruye tus ataduras” agrega nuevos ingredientes a la historia. Búsquenla en la categoría de “Tríos”. El episodio final, “Liberándote III, Tú destruyes tus ataduras”, corresponde a la sección de “Amor Filial”. Pueden acceder a ellas en sus sitios correspondientes o directamente en mi perfil de TodoRelatos.

            De paso, lean lo que pongo ahí y díganme qué opinión les merece.

            No he subido todo junto en la misma categoría, porque no quiero que pase lo de la trilogía anterior, “Gemelas ninfómanas”, escrita en colaboración con mi hermana y amante femenina Naty (Natjaz Vasidra). Publicamos las tres partes al mismo tiempo en “Amor Filial” y la primera recibió varios comentarios, la segunda sólo uno y en la tercera se acumularon los insultos de tres relatos.

            A ti, lector/a que aún no has comentado en ninguno de mis relatos, te invito a hacerlo. En verdad me interesa tu opinión, así que no te cortes.

            Para aquellos que aún no han leído mi tutorial “Mejora tus relatos eróticos”, los invito a mirar en mi perfil de TodoRelatos.

            Es muy importante que mejoremos la calidad de nuestros textos. Es por la Web y por nosotros mismos.

            A propósito del tema, Longino comentaba sobre las dudas respecto a la creación de estructuras en oraciones y párrafos narrativos. Marco Atham señaló que era imprescindible extendernos sobre los temas de ortografía y tipografía; por su parte, Gata Colorada mencionó la calidad en el tipo de lecturas que acostumbramos. Estoy de acuerdo con todos ellos y quiero que profundicemos en esos tópicos.

            He analizado la manera de desarrollar los tutoriales que necesitamos. Prometo esmerarme en ello, pero les pido paciencia; es mucho lo que tenemos que abarcar y necesito un poco de tiempo.

            Estoy preparándome para un examen trascendental, acudo a la Facu por las mañanas y a mis prácticas profesionales por la noche. Deséenme suerte, ya les contaré.