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Borrando sus recuerdos

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Lo último en lo que pensó Celia antes de ser brutalmente atropellada por el camión de mudanzas fue en sus bragas. O más bien en la ausencia de ellas. Sus mejillas estaban cerca de ser acariciadas por el parachoques de aquel gigante furgón, cuando de pronto, un gran estruendo, la arrancó de aquella carretera.

 

Abrió los ojos con brusquedad, y con un hábil movimiento apagó el despertador de un manotazo que parecía llevar sonando algunos segundos. Miró hacia su mesilla, observando un retrato que había sobre ella. Luego levanto la sábana que cubría su cuerpo desnudo. Dibujo en su rostro una leve sonrisa, al tiempo que afirmó en voz alta, a salvo sobre la cama de su dormitorio “Debería ponerme bragas”. Y así lo hizo. Se levantó de un brinco de la cama, y al hacerlo tropezó con un montón de cajas apiladas, que cubrían prácticamente todo el suelo de su habitación.

 

-Celiaaaaa! ¿Has terminado de empaquetar las cosas? - gritó su madre desde el otro lado del apartamento.

 

-Si mamaaaa! Saldré en diez minutos! - río para sí fingiendo no haberse despertado en ese mismo instante.

 

Tirada en el suelo, entre cajas, comenzó a ojear algunas de ellas, que todavía estaban abiertas. Luego, estiró uno de sus brazos, abrió el cajón de su cómoda, y cogió unas bragas para ir a la ducha.

En menos de cinco minutos estuvo lista, y esta vez con las bragas puestas. Dispuesta a cargar con todas ellas, ya que su madre, insistentemente no dejaba de repetir, que bajase.

 

-Celiiiaaaaaaa! ¿Vas a venir o tengo que subir a por ti? - le gritaba algo más enfadada por la espera.

Con todas sus fuerzas, recogió varias, hasta hacer una pequeña montaña con tres de ellas, de diferente tamaño. La tercera terminaba justo delante de su cabeza, y la sostenía apoyándola sobre su nariz. “Menos mal que es poco camino” -Pensaba ella, mientras iba dando pequeños pasitos hasta salir a la calle, donde su madre ya la esperaba con el coche en marcha.

-Hija, lo has soñado otra vez?

Asintió con la cabeza, sin pronunciar palabra, descargando las cajas sobre el suelo, una tras otra.

-Cariño, sé que te cuesta deshacerte de su ropa, pero él ya no está, y cuanto antes lo hagas, será mejor para todos. -los ojos de su madre se iban humedeciendo a medida que hablaba- quizás, después de esto, puedas dormir en paz.

-Ya lo sé, tal vez después de sacar sus cosas de aquí, deje de soñar con su accidente. No sabes lo frustrante que es -iba dejando cajas sobre el maletero- revivir en primera persona la muerte de un hijo.