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Compañera de piso: Capítulo 4.

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Capítulo 4: La apuesta.

Cuando  Toño y María llegaron, recogieron todo lo comprado de manera ordenada. Toño se moría por meterse en sus bragas pero se comportó como un caballero.

- Será mejor que eso lo estrenes cuando estén Javi y Gorka también. ¿No te parece? – Toño no creía lo que estaba diciendo.

- Claro – dijo ella agradecida. Por fin el chico empezaba a asimilar que - María no era solo para él – Déjame dormir un ratito y luego… te haré lo que me pidas.

- Duerme desnuda y hazlo conmigo, por favor.

- Por supuesto, cariño.

La relajante respiración de María hizo que hasta el insomne Toño echase una cabezadita. Había tenido un sueño precioso. Curiosamente su mente que lo recordaba todo lo vivido no solía hacer lo mismo con lo soñado. No sabía por qué pero le despertó una sensación de lo más agradable. Cuando se desperezó, fue consciente del porqué de su dicha. Maria y su lengua le lamían por todos los sitios, sobre todo sus pelotas. Cuando la erección llegó a su clímax le dijo de nuevo.

- Tienes una polla tremenda. Sin duda es la mayor de todas las que he probado…

- ¿Y han sido muchas?

- ¡Ahora vuelvo! – la chica se largó, esquivando la pregunta,

No mintió, en menos de un minuto, estaba de nuevo sobre él.

- ¡Agarra la cama! Y no te asustes, voy a esposarte. Confía en mí. Seré buena.

- No te pases ¿eh? Si te digo que me sueltes, me sueltas.

- Lo juro. Las putas, obedecen.

- Eso. ¡Joder, no aprietes tanto!

- ¡No seas nenaza!

- Pe….

Ya no continuó. María de un salto lo había cabalgado sin previo aviso. Los movimientos pélvicos de la morena  eran  incontestables.  Sólo cabía disfrutar de ellos, como Toño estaba haciendo.

- ¡Voy a dejarte seco! – le amenazó fingiendo estar enfadada.

- ¡Me cago en mi padre!

La sensación de sentirse físicamente sometido a María le agradaba. Ella, a veces cariñosa otras veces salvaje sabía sacar de dentro de él el animal que llevaba dentro. El coito duró casi una hora. María estaba encantada. Toño era un amante extraordinario.

Ella se empleaba a fondo pero él aguantaba y aguantaba la eyaculación.  Pensó algo nuevo, algo que sorprendiese al chico y le hiciese venirse de una vez. Toño se preocupó cuando de nuevo noto que su amazona le abandonaba con el pene erguido. No acertaba a hablar. De haber podido hacerlo le hubiese advertido de la inminencia de su orgasmo.

Pasaron más de cinco minutos. Hacía rato que se le habían dormido las manos. Empezaban a dolerle realmente.

- ¡María! ¿Dónde estas?

- Voy… - se oyó al fondo - ¡Aquí está! Joder qué tonta estoy.

- ¡Suéltame!

- Aguanta un poquito, mi vida – la chica entró en el cuarto con el botecito de mermelada.

- ¡Ni hablar, me duelen los brazos!

- Primero tienes que decir la palabra mágica.

- ¡Basta de juegos! Me lo prometiste.

- Dilo… - distraídamente le embadurnaba el rabo con una untura rosácea -  ¡No sé por qué te cuesta tanto!

- ¡Puta, puta asquerosa! ¡Suéltame, zorra…! – parecía que Toño lo dijese en serio.

La chica pareció complacida ante tanto insulto. Tragó la verga del chaval hasta que le traspasó la garganta. La mezcla del dolor de sus manos y el placer de su polla hizo mella en el desaforado Toño, que eyaculó directamente en el esófago de la ninfómana de ojos azules.

Unos momentos después, se frotaba las muñecas,

- ¡Joder, cómo duele!

- Perdóname Toño… creo que me he pasado. Es que aguantas tanto que ya no sabía qué hacer… me había corrido al menos una docena de veces.

- No pasa nada, princesa – le revolvió el cabello juguetonamente- Menuda sensación cuando mi… ha traspasado tu… ya sabes, ha sido increíble.

- Te advertí que la mermelada de frambuesa me volvía loca.

- No me esperaba esto… de verdad.

- Ahora te toca a ti – se colocó las esposas, se tumbó boca abajo y las cerró.

- ¿Qué hago?

- Lo que te apetezca – la chiquilla meneó el culito, insinuante – podrías hacerme un masaje. Utiliza la crema que compramos esta mañana. Ponme bastante por el ojete… ya me entiendes.

- Por supuesto…

Toño se maravilló de la suavidad de la piel de la ninfa. Por supuesto que la sodomizaría pero sin prisa, tenían toda la tarde y toda la noche… toda la vida.

- María

- Dime.

- ¿Por qué te fuiste de casa?

- ¿Por qué no quieres ver a tu padre?

- Yo pregunté primero.

- Pues es tan sencillo como asqueroso… sin entrar en detalles, sólo te diré que me visitaba a horas poco adecuadas mi habitación. Llegó un momento en que dormía más conmigo que con mi madre…

- ¿Te follaba?

- Por todos los sitios, casi todas las noches. Él me desvirgó.

- ¿Y tu madre?

- Jamás dijo nada, aunque lo sabía todo. Las apariencias… el escándalo… lo de casa, en casa queda. Hasta que me largué.

- Pero, ¿por qué no le denunciaste?

- No lo sé. Preferí huir.

- Pero, ¿y tus hermanas pequeñas? ¿no piensas en ellas?

- Constantemente – su tono no era demasiado convincente -… pero son bastante espabiladas… seguro que saldrán adelante…

- Como tú.

- Como yo – suspiró - ¿y tú y tu padre? ¿Qué pasó? ¿También abusó de ti?

- Ni hablar.  Mi padre era  y es un mujeriego empedernido.  Te diré que la noche en que yo nací, se fue a celebrarlo con sus amigos a piso exclusivo de unas prostitutas de lujo.

- ¡No me jodas!

- Como lo oyes.

- Mi madre murió poco después…

- De pena, supongo.

- De un infarto, mientras follaba con una de sus amantes.

- Te estás quedando conmigo.

- Suena a chiste, pero te juro que es cierto. Eran tan para cual.

- ¡Increíble! – la chica comprendió que no era broma.

- Bueno… lo cierto es que mi infancia, a pesar de eso, no fue del todo mala. Mi hermana Julia cuidó de mí como si fuese mi madre.

- ¡Se la tiraba, como a mí!

- ¡No, no es eso!  Deja que te lo cuente. Mi padre es un cabronazo, pero no hasta ese punto. Le gustan las hembras con curvas, con tetas, ya me entiendes. Se encoño de una cubana que sólo quiere sacarle los cuartos. En cuanto Julia cumplió los dieciocho, la negra esa la largó con lo puesto.

-Y por eso no puedes ni verle.

- ¡Calla, leche! No aciertas ni una. Mi hermana no era una monja precisamente. Sólo era cariñosa conmigo. Con el resto del mundo, una bruja. Se portaba fatal en casa y se traía a los novios a su cuarto. Era… es un poco ligera de cascos, ya me entiendes…

- Pues no, Toño.  No te entiendo.

- Es… ¡Ostia! No había hablado con nadie de esto…

- ¡Pues métemela por el culo y habla de una vez!

- Pues de eso va la cosa, de dar por el culo.

- ¡Aaaaaaaa!

- A… verrrr… si… te.. callas… de… una… vez…¡puta!

Con cada palabra, el chico daba una sacudida a las entrañas de una dolorida María. No recordaba tanto sufrimiento durante una sodomización. La noche anterior Toño la había tratado con mucha suavidad. Ahora, en cambio, la embestía con furia… como a ella le gustaba.

- ¡Sssiiiiiiii!

Bien sabido es que los hombres no saben hacer dos cosas a la vez, así que dedicó todos sus esfuerzos a taladrar con furia el trasero que disponía. Cuando hubo acabado, se tumbó junto a su amada, que todavía esposada le suplicó.

- ¡Sigue!

- ¿Con el culo?

- ¡Noooo! – María ya había tenido suficiente – con la historia.

- Resumiendo. Un día pillé a mi padre con aquella zorra caribeña mamándole la polla en el salón. No era la primera vez que ocurría. Parecían conejos follando a todas horas. Veían una película porno comercial de esas de ahora, una de follar y punto. Sin diálogo. Sólo sexo.

- Tampoco me parece muy mal. Son bastante instructivas…

- ¿Tú ves normal que un padre se ponga cachondo viendo a su hija siendo enculada por un negro?

María lo comprendió todo. Comprendió el odio de Toño hacia su padre y, aunque nunca lo había dicho, hacia su hermana.

- ¿Y lo de la libertad condicional? ¿tiene algo que ver?

- Pues sí. Tan cabreado estaba que me introduje esa misma tarde en el ordenador central de la empresa de mi padre y puse una foto de él y la zorra de su novia follando como salvapantallas de todos los terminales.

- ¡No jodas!

- Era un crío. Fue una chiquillada.

¿Cuántos años tenías?

- Casi trece.

- ¡Eres un puto genio!

- Se armó un buen follón.

- No me extraña.

- Lo mejor de todo es que mi padre es el director financiero de una importante empresa de seguridad informática…

- ¡Increíble!

- A parte de la vergüenza, a él no pudieron hacerle nada. No tenía acceso a los códigos de seguridad ni nada por el estilo. Además, no es una buena publicidad que un mocoso desde un vulgar cibercafé "hackee" un sistema informático en teoría inexpugnable…

- Ya te digo…

- En realidad creo que lo que les frenó fue la indemnización millonaria que deberían haberle soltado en caso de despido… un contrato blindado de esos….

- ¡Vaya, vaya Toño! Tu papi debe estar forrado…

- Puede meterse todo su dinero… por el culo.

- Siempre lo mismo.  Pero entonces, ¿qué pasa con lo de la libertad condicional?

- Eso… eso fue unos años mas tarde… cuando me metí en el sistema de seguridad de… de la productora de cine porno donde trabaja mi hermana.

- ¿Qué hiciste?

- Tampoco fue para tanto… poca cosa… cambié los teléfonos eróticos por otros de personas privadas… políticos… sacerdotes… empresarios…

- ¡Qué bueno!

- Eliminé todas las películas de mi hermana y en su lugar puse aventuras de Tom y Jerry… y cosas así… tardaron mas de una semana en volver a restaurarlo todo… son unos chapuceros… a mí no me hubiese costado ni media hora…

- ¿Y qué pasó?

- Pues que me pillaron de la manera más tonta… tan absorto estaba que se me acabó la pasta y no pude borrar el rastro… ¡Joder, si hubiese llevado diez cochinos euros te aseguro que ahora no estaría como estoy!

- ¡Fichado!

- Una multa de sesenta mil euros y cinco años sin poder acercarme a diez metros de una máquina de esas…

- ¿Y cómo lo haces?

- No te entiendo.

- ¿Cómo se puede estudiar informática sin tocar un teclado? Me parece una pasada…

- Lo cierto es que es un engorro… El rectorado me ha asignado un… un becario… que pasa mis trabajos a ordenador y comprueba que mis algoritmos funcionan…

- ¡Un puto negro!

- Es una chica muy simpática…

- ¿Chica? ¡Qué calladito te lo tenías!

- ¡No se lo digas a estos! Me estarían todo el día tomando el pelo…

- ¿Es guapa? ¿Te gusta?

- ¡A mí sólo me gustas tú, María!

- ¡Es guapa!

- A penas la conozco… es muy reservada y yo… yo soy muy cortado…

- Suéltame y cuenta mas de ella…

- Tiene un historial académico impresionante – continuó mientras la desposaba – y ya ves, de becaria…

- ¿Historial académico? No me jodas… ¿cómo tiene las tetas?

- ¡Por eso no quería decir nada! Eres peor que Javi y Gorka…

- ¡Las tiene grandes!

- Enormes…

- ¿Está gorda?

- Para nada…tiene un aire a mi hermana… pero sin silicona en los morros…

- ¿Tu hermana?

A Toño le costaba pronunciar el nombre artístico de Julia. Cuando María lo oyó, se quedó de piedra.

 - ¿Esa es tu hermana? ¿Tú eres el hermano de…?

- ¡Sí! ¡Guárdame el secreto! No me jodas…

- Ostia, tío. No te enfades pero no me extraña que tu padre se ponga burro ante semejante hembra.

- ¡María!

- ¡Qué pasa! He visto mucho porno y tu hermana es, sin duda la mejor.

- ¡Vete a la mierda!

- Pero Toño, no te enfades. A ti te jode porque es tu hermana. Lo comprendo. Pero tienes que intentar comprender al resto de la humanidad…

El chico se quedó callado. Tras unos momentos de reflexión dijo.

- Me costará.

- Inténtalo. Para ella no es ningún problema hacer lo que hace. Ya es hora de que madures y lo a asumas.

Permanecieron abrazados piel hasta que Toño rompió el silencio

- Maria ¿tanto porno has visto? También te gustan las chicas ¿no?

- ¡Vamos, a la ducha! Hay que preparar la cena y  luego ver el  partido…

- ¿Te gusta el fútbol?

- Me encanta, como el resto de deportes…

- Sexo sin fin y te gusta el fútbol. Eres un sueño para cualquier hombre.

- Incluso para alguna mujer…

La velada transcurrió sin sobresaltos. La chica se quedó dormida sobre el hombro de Toño. No quiso despertarla y, galante, la llevó entre sus brazos a la cama y la arropó con todo el cariño del mundo. El chico la miró tiernamente. Parecía más joven cuando dormía.

El domingo amaneció como toda la semana, lloviendo.  No obstante eso tampoco amilanó a una María que, después del primer polvo mañanero sugirió a Toño un paseo dominical por el parque. El chico puso mala cara, tenía otros planes. En febrero, los exámenes parciales no dejan demasiado tiempo para paseos. A pesar de su excelente memoria, necesitaba un tiempo para repasar sus apuntes y el sábado lo había invertido en María.

Quedaron para la hora de comer y la chica se marchó sonriente. Tras el consiguiente paso por la portería la chica se dirigió a un videoclub. No le fue difícil encontrar las películas que estaba buscando, había muchas de la actriz porno que le interesaba. Tenía tres horas hasta la comida, dudó un poco. No era uno de sus días, pero no tenía nada mejor que hacer. Tomó un taxi  y se dirigió a la zona noble de la ciudad.

Se bajó del vehículo, pagó la carrera y una generosísima propina. Callejeó un poco y entró en un portal de lo más lujoso. Saludó a un elegante portero con una sonrisa y subió hasta el ático.

- ¿Qué haces aquí? Los domingos no “trabajas”.

- Lo sé, reina. Pero sé que la rusa está enferma y vengo a echaros una mano. Sólo hasta las dos, luego tengo que irme…

- Pues menos mal, a las doce, cuando salgan de misa van a venir unos clientes…

- ¡Perfecto! Todavía tengo tiempo de arreglarme… ¿qué me pongo?

- Con el traje de colegiala será suficiente, les volverás locos…

- Vale.

Mientras se colocaba las coletas María se miraba al espejo.

- ¡Puta! – solía murmurarse a sí misma. Sin calentamiento previo se introdujo lentamente una ristra de bolitas negras por el ano.

Para ella, todo era un juego, un divertimento, una chiquillada.  Adoptaba un papel que interpretaba hasta que se aburría, se cansaba o la descubrían. Primero fue la amante de un sacerdote, después la de un hombre casado, después se lo montó con un viudo septuagenario forrado de dinero, con una mujer de negocios casada con dos hijos y, por último, con los tres estudiantes.

El verano anterior se encaprichó de una elegante mujer de unos cuarenta años, casada y con dos pequeños querubines. Era una alto cargo de una importante multinacional de cosmética.  La conquistó sin problemas y la cuarentona aquella se enamoró tanto de Clara, nombre falso que la chica había adoptado, que un día a finales de septiembre se presentó en su casa a las doce de la noche con un par de maletas.

- ¡He dejado a mi marido! Y a mis hijos. Y mi trabajo. Todo. Me vengo a vivir contigo... – le había dicho.

- ¡Pero qué dices! Aquí no puedes estar.

- ¿Por qué?

- ¡Porque, ya sabes, esto es una casa… de citas…!

- Me prostituiré si es lo que quieres… todo con tal de estar contigo…

- No, mi vida. No es necesario – le dijo dándole un besito.

- Compraré un apartamento.

- ¡Estupendo! Me parece perfecto. Pero aquí no puedes dormir hoy. Son las normas.

- ¡Deja esta mierda, vente conmigo! Escapemos juntas…

- ¡De acuerdo! Pero tengo que recoger algo de ropa y mis cosas…

- ¡Te compraré todo lo que necesites!

- Tranquila, mi amor,  dame diez minutos, espérame en la cafetería de la esquina y estaremos juntas el resto de nuestra vida.

La mujer podía esperarle sentada. Clara no apareció. En cuanto se largó, la chica recogió una pequeña bolsa de deporte, la llenó de un montón de billetes de quinientos euros que guardaba bajo el colchón, un enorme consolador negro, y algo de ropa interior. Se escabulló por la puerta trasera del edificio, sin ni siquiera cambiarse de ropa, dirigiéndose a la estación de autobús y montó en el primero que salió.  Media hora después de jurar amor eterno, la joven se encaminaba hacia una nueva ciudad, una nueva mentira, una nueva aventura.

Su vecino de asiento no dejaba de mirar sus piernas y escote. Al otro lado del pasillo, su esposa e hija dormían profundamente. Decidió ser  buena y no meterse en líos. Se abrochó la torera y puso sobre sus muslos la bolsa con todas sus pertenencias.

Llegó a la ciudad de destino, ya había amanecido. Buscó en el tablón de anuncios de la estación de autobuses y un mensaje le pareció interesante. Tres chicos buscaban compañero o compañera de piso. La muchacha se mordió el labio. Tres pollas jóvenes, lo mejor para olvidar el coño rancio de su última amante.

Invirtió la mañana en alquilar un guardamuebles en un polígono industrial. En él, escondió el dinero que le había robado al abuelo aquel que se ligó antes de la ejecutiva. Había decidido que a partir de entonces sería María, una chica acomplejada y sin un duro que pagaría su alquiler con su cuerpo.  Tampoco se comía demasiado la cabeza con sus fantasías, si algo iba mal, se largaba sin despedirse y punto.

Fingía buscar trabajo por las mañanas, así que debía largarse del piso de estudiantes todos los días. Al principio recorría parques, bares y museos. Pero al final la cabra siempre tira para el monte. A las dos semanas se pasaba la mañana en un sex-shop oscuro y maloliente del barrio chino.  Mamaba pollas a través de los agujeros que unían las cabinas. Cobraba diez euros por sesión. Le gustaba el ambiente sórdido y el olor a sudor mezclado con ambientador barato.

El dinero que ganaba se lo daba de propina al encargado del local. No lo necesitaba. Hacía aquello para pasar el rato. Pronto se aburrió. Aquello era demasiado monótono. Ojeando el periódico encontró varios anuncios en el que se buscaba chicas para un piso… de alterne. En los dos primeros le dijeron que no daba el perfil. María no era demasiado exuberante y su atuendo descuidado tampoco le ayudaba.

La encargada de la tercera casa también tuvo dudas. Aquella era un establecimiento especial, con clientes especiales.

- Mira, princesa – le había dicho la encargada – Sinceramente no creo que dures aquí ni una semana.  Esto no es como chuparle la polla a tu novio en el asiento de un coche. Los señores que vienen aquí pagan mucho dinero por cosas… distintas.

- ¡Explíquese!

- No sé como decirlo, mejor es que lo veas.

Discretamente se introdujeron en un cuarto oscuro, en la pared había un cristal que dejaba ver lo que pasaba en la habitación contigua.

- Estos cuartos oscuros son para la seguridad de nuestras chicas. El cliente no puede vernos – dijo la madame antes de entrar.

- Ya veo.

María entendió enseguida de qué iba el rollo aquel. Las habitaciones de las chicas eran… distintas. Como muebles sólo había un colchón en el suelo, una pequeña coqueta. Todo forrado de plástico transparente, incluido el suelo.

En el centro de la estancia, una pequeña piscina de plástico. En su interior, un asiático con la boca abierta y  de pié, una negra impresionante meándole dentro.

- Aquí, con poner el culo no basta. Hay que hacer de todo, beso negro, lluvia dorada, sado, zoo, coprofagía… todo lo que te pidan. Se gana una pasta pero no todas valen. Por eso digo que será mejor que busques otro local donde necesiten una lolita como tú…

María sonrió. Aquello era lo que buscaba. Emociones fuertes y variadas. Ni se lo pensó.

- ¡Me quedo!

- ¿Seguro?

- ¿Cuándo empiezo?

- No sé. Tendríamos que hacer una prueba…

- Perfecto. Cuando quiera. Estoy lista…

- ¿Ahora?

- ¿Quiere que entre ahí?

- ¿Con el japonés? Deberías empezar con algo más suave. Es un enfermo.

- Venga, lo estoy deseando.

- Tú misma.

La encargada observó las evoluciones de la pequeña María junto con el cliente y la morena. Se impresionó de verdad.  Ante ella apareció un diamante en bruto. Una joya que, después de pulida, sería una máquina de hacer dinero a espuertas.  Ni un reparo, ni un mal gesto, ni una arcada. Hizo todo lo más asqueroso que al asiático se le ocurrió sin perder la sonrisa de la cara.

Prueba de la excelente actuación de María fue la generosa propina del cliente.

- ¿Cuándo empiezo? Sólo puedo venir de lunes, miércoles viernes, por las mañanas – dijo la chica cuando salió de la ducha. No quería invertir todo su tiempo en un mismo sitio.

- Mañana mismo. Tengo un par de clientes que les gustan las novedades. Toma, te lo has ganado. Cómprate algo de ropa…- le dijo la mujer acercándole un billete de quinientos euros.

- ¡Déselos a la negra! Al fin y al cabo, el cliente era suyo. Para mi tan sólo era una prueba…

- ¡Veo que eres lista, mi niña! Es bueno mantener contentas a las compañeras…

- Adiós, hasta mañana a las diez.

- Hasta mañana.

A punto estaba María de cerrar la puerta cuando la señora le preguntó.

- Oye, se me olvidaba. ¿Cómo te llamas?

- María

- ¿Y cuántos años tienes?

- Dieciocho. Lo siento, tengo que irme.

Cuando la puerta se cerró, la mujer no pudo evitar una media sonrisa

- Dieciocho….¡ya! – murmuró y respiró profundamente.

Por su casa habían pasado todo tipo de chicas. Inmigrantes, azafatas de congresos, estudiantes universitarias, aspirantes a modelos, bailarinas e incluso alguna que otra ama de casa. El noventa y nueve por ciento de ellas hacía todas aquellas asquerosidades por dinero. Por mucho dinero.

Pero había un uno por ciento restante, un uno por ciento sublime que lo hacía por puro placer. Esas eran, sin duda las mejores prostitutas.

Los años de experiencia le decían que la pequeña María pertenecía sin duda a ese maravilloso uno por ciento. También sabía que debía aprovechar el momento. Esas chicas se aburren pronto y cambian de aires sin previo aviso.

María llegaba tarde. Lo sabía pero no podía presentarse en casa con el cabello mojado y el aliento sabiendo a mierda. Hacía rato que no llovía y Toño era muy observador. Le gustaba Toño. Era como un osito de peluche que comía en su mano. Y sobre todo le gustaba su verga. Todavía era inexperto, pero con su ayuda pronto sería un consumado amante.

Javi se creía muy listo pero era un perdedor nato.

 Gorka, mucho músculo pero nada dentro.  Sólo tenía una cosa, algo que sí interesaba a María. Su imponente novia Elena.

Cuando entró y comenzó a recorrer el pasillo unas manos la agarraron de las caderas y al instante amasaron sus pechos como si fuesen de goma.

- Buenos días, bonita. ¿Te ha tratado bien Toño mientras yo no estaba?

- Buenos días, Javi. ¿Qué haces aquí? Creía que estarías con las hermanitas viciosas…

- Vamos a la cocina y te cuento. Estoy preparando arroz a la paella.

- Se huele desde aquí, por eso sabía que estabas en casa.

- ¡Qué lista la chica!

No se sorprendió María cuando, al llegar a la cocina el chico la recostó de nuevo sobre la encimera, le bajó los pantalones y comenzó a apretar su verga contra la entrada de su ano.

- ¡No veas cómo chillaba la hermanita cuando le hice esto!  A la media hora, ronroneaba como una gatita en celo.  Cuando acabó el último jugador de poker gritaba pidiendo más.

- Me… menuda puerca.

- Como su hermana.

- ¡Aauuuu! Y… y si tan bien estabas ¿por qué has venido a….?

- ¿A darte por el culo?  Porque el domingo las chicas tenían que pagar el alquiler. El dueño de su piso va a pasar el mejor día de su vida, te lo digo yo.

- ¡Ya estáis otra vez! – dijo Toño entrando en la habitación - ¡Joder, no le has dejado ni quitarse la chaqueta!

- Es que este culito me vuelve loco.

Afortunadamente para María, el gatillo flojo de Javi hizo que la sodomización no se alargase demasiado.  Cuando iba a subirse los pantalones, Toño intervino.

- ¡Espera, no lo hagas! Ahora voy yo.

María suspiró. No era lo que más le apetecía en ese momento pero, como buena puta, no protestó. Debía cumplir su papel. Su papel dentro de su fantasía.  Sin embargo, el dolor era tan agudo que no pudo evitar pensar en alto.

- Parece que le habéis cogido gusto a darme por detrás.

- ¿Algún problema? Si quieres, paro.

- No, no – María se avergonzó de su momento de debilidad – dame fuerte, no te cortes.

Y no lo hizo. Era su manera de vengarse de ella por follar con sus compañeros de piso. La imagen era de lo más surrealista. Javi vigilando el fuego y los otros dos, dale que te pego a un par de metros suyo. María gritaba pero el chico ni se inmutó.

La comida transcurrió distendida. Como de costumbre y más aún con la ausencia de Gorka, Javi llevaba la voz cantante. Les contó con pelos y señales lo ocurrido el día anterior durante la timba de cartas. Al parecer, el encuentro con las hermanas le había satisfecho plenamente, superando todas sus expectativas.

Al acabar el almuerzo dominical, María sorprendió a los chicos. Se había colocado una sudadera bastante grande y un pequeño pantaloncito corto.

- ¡He comprado varias películas!

- ¿De veras? De dónde sacaste la pasta.

- Será mejor que no preguntes. Aquí, María es toda una carterista.

- ¡No jodas! Eres una caja de sorpresas…

- ¡Deberías guardar el dinero y gastarlo en cosas más útiles!

- Eres un amargado. Las he comprado para vosotros, con todo mi afecto…

- Seguro que son un tostón de amor y llorar…

- ¡Bueno, para nada! – María sonreía pícaramente – Amor, lo que se dice amor… no creo que haya mucho. Y lo de llorar, no parece que lo pasen mal del todo.

Y tras decir esto, echó mano a la bolsa de plástico y lanzó sobre los chicos el contenido. La reacción de ellos no pudo ser más dispar. Javi alucinaba, una selección del mejor porno nacional. No se esperaba aquello de la inocente María.

En cambio, Toño se sintió muy incómodo y a punto estuvo de largarse a su cuarto. Pero no lo hizo. Al menos no desde el primer momento. Muy a su pesar, superado el primer impulso había decidido darle una lección de madurez a la morenita de ojos azules y piel albina.

- Elegid la que queráis. Yo voy a hacer palomitas.

- ¿Palomitas? ¿Viendo porno?

- ¿Por qué no? Una peli es una peli…

- Vale.

Javi ni siquiera pidió consejo a su amigo. Se limitó a buscar la de mayor duración. Cuando María regresó ya había comenzado la acción.

- Es una selección de las mejores escenas de esa guarra…- dijo para poner a su amiga en situación.

- ¿Me dejas sitio en el sofá?

- Por supuesto.

- Toño, ¿no vienes?

Tardó en reaccionar el chaval.

- N… no. Prefiero la silla.

- Como quieras – la chica parecía decepcionada y comenzó a tocarse – si no os importa, me gusta pajearme mientras veo porno.

- Joder con María. Eres una caja de sorpresas…

- ¿Tú no lo haces?

- Si, claro.

- Pues yo también.

- Vale, vale. No te enfades.

Toño aguantó bastante. La  primera escena fue bastante llevadera. Su hermana y otra despampanante actriz se metían de todo por sus agujeros. Jamás había hablado del tema con ella. Cinco minutos de charla al mes no se invierten en reproches ni reprimendas. Muy a su pesar, ella era feliz con lo que hacía y eso era lo más importante.

La segunda escena cambió de registro y aniquiló la resistencia del chaval. Cuando su hermana y tres sementales consumaron la triple penetración, se levantó compungido y dijo:

- Me… me voy a estudiar.

- Pero tío. No te cortes. Hazte una paja si se pones cachondo. O mejor, que te la chupe María. No te importa ¿verdad?

- No, claro.

Toño se levantó, intentando esconder su erección.  Al llegar a su cuarto, se masturbó con furia. Muy a su pesar, tuvo que admitir que ni si padre ni su hermana tenían ningún problema. El problema hasta aquel día había sido suyo y sólo suyo. Se había comportado como un niño.

- No entiendo a este chaval. En fin, el se lo pierde. ¡Chúpame a mí!

- Después, ahora déjame ver la peli.

- Pero…

- No seas pesado.

- Pero..

- Shsssss

María se dispuso a tragar un puñado de palomitas cuando una mano le agarró de la nuca. El cuenco se volcó, esparciendo los copos blancos por todo el sofá.

- ¡Puta! si te digo que me la chupes, me la chupas.

- ¡Que no, joder! ¿No ves que estoy comiendo? – dijo escabulléndose de la mano que acercaba su cara hacia el pene babeante.

Javi se quedó cortado.

- Perdona María. Es que me he puesto cachondo con rubia esa…

- ¡Qué es broma, tonto! Te lo crees todo… en el fondo eres más pardillo que Toño – dijo tirándole unas cuantas palomitas a la cara compungida del chico

- Eres una hija de puta…¿lo sabías? – no sabía si enfadarse o alegrarse.

- Por supuesto – contestó blandiendo con una mano la herramienta de Javi - ¿cómo desea que se la chupe al señor?

- Como lo hace esa guarra… menudo tratamiento le está dando al moreno.

- ¿Seguro? Si te hago algo parecido, no me duras ni un minuto.

- ¿Qué no? ¿Qué te apuestas?... – salió la vena competitiva de Javi.

- ¿Quieres jugar fuerte?

- Claro.

 No sé, espera…. ¡ya lo tengo!

- Dispara.

- Si ganas, me tiraré a ese profesor tuyo… el que te tiene manía… conseguiré que te apruebe.

- ¿El profesor Robles?

- Sí, ese.

- Pero alma cándida, si tiene casi setenta años.  Está  a punto de jubilarse y  está por encima del bien y del mal… Viudo y con nueve hijos, no creo que caiga en tus redes a estas alturas de la vida

- Tú confía en mí.  Además, todavía no he perdido.

- Y si ganas, ¿qué quieres? ¿dinero?

- Bueno… no me vendría nada mal… pero… pero quiero otra cosa tuya más interesante.

- ¿Interesante?

- Tu… culo. Te meteré un dedo por el culo.

- ¿Qué? ¡Estás como una cabra!

- ¿De qué te preocupas? Si tan seguro estás, no tienes nada que temer.

- ¿Crees que soy marica? De eso nada, monada…

- Todos sois iguales – María parecía enfadada - ¿Porqué tenéis esa convicción incuestionable de que todo hombre que juega con su ano es gay?

- ¿No es así?

- Pues no, claro que no. He estado con hombres que para nada tenían el menor interés en otros pero que disfrutaban como enanos cuando les metía el dedo por el culo. ¿No has oído hablar del punto G de los chicos?

- ¡Eso son chorradas! G, de gilipollas…

- Bueno, si no quieres, vale.

- ¿Quién es ahora la que piensa que soy un niño y que voy a entrar en ese jueguecito tonto?

- Yo ¿funciona?

- Pues claro.

- ¡Hecho! Un minuto.

- Sesenta segundos.

- Lleva la cuenta en voz alta y no te aceleres, que nos conocemos.

- Espera, espera. Apaga la tele…

- Ni hablar, si te molesta lo que ves, cierras los ojos…

- Vale.

La chica se arrodilló como una bala en el suelo. Se acomodó, agarró de nuevo el cipote y abrió la boca.

- ¡Preparados… listos…. Ya!

- Me cago en la puta… ¡Qué gusto! – la cabeza de su compañera se movía vertiginosamente.

El combate era tan desigual que hasta le dio tiempo a María de recrearse en los peludos testículos de Javi. Quince segundos antes de lo acordado, el chaval se desparramó entre los labios sonrientes de la chica.

- Has perdido…

- No vale… la peli me ha puesto como un burro…

- Has perdido…

- Quiero la revancha…

- Has perdido…

El chico agachó la cabeza.

- He perdido.

- ¡Bieeeeennnn! La nena vuelve a ganar.