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Compañera de piso: Capítulo 8.

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- ¿Quién cojones será? ¡Ya va! ¡Ya va!

A la mañana siguiente del estreno de la Marquesa, alguien llamó a al puerta insistentemente. Eran las ocho de la mañana y aparentemente todos los que vivían en el piso todavía continuaban dormidos.

Fue María la que, con bastante mal genio, respondió a la llamada del impertinente timbre.

Según su costumbre utilizó la mirilla. Un nervioso hombrecillo de generoso mostacho se frotaba las manos nervioso. María lo reconoció. Era el vecino de abajo.

- ¿Qué narices querrá? – pensó María mientras le abría la puerta.

- Bu… buenos días. Perdona. Mejor será que venga mas tarde… cuando estés… vestida.

María ni se había dado cuenta de que estaba como su madre la había traído al mundo.

- Perdone. Pase, pase. Voy a ponerme algo.

- Si insistes…

Cerró la puerta al pasar. María enseguida volvió con un albornoz cortito… muy cortito… demasiado cortito. Tampoco se esmeró mucho en cerrarlo correctamente.

- Dígame.

- Verás… es un poco violento. Somos unas personas razonables… abiertas. Nunca hasta ahora hemos tenido queja de vosotros. Al menos nada importante… la televisión un poco alta a veces, pero nunca a horas intempestivas. Alguna fiestecita de vez en cuando pero, qué demonios, también nosotros las hacemos… no somos tan viejos, ¿verdad?

La mirada de María y su arte del silencio hacían estragos en el hombre.

- Bien. Mi mujer cree… nosotros creemos que… lo de anoche… lo de anoche sobrepasó cualquier límite del decoro. Ya me entiendes. No es por nosotros, es por nuestra hija. Es demasiado joven y… mi mujer… creemos que no es bueno que una chica tan joven escuche… lo que se oía esta noche… toda la noche – el hombre dejó su discurso más o menos ensayado - Pe… pero…¿qué haces?

- Chuparle la polla, desde luego. Es lo menos que se merece.

- Pero….

- ¡Cállese y disfrute! Estará como una moto con el espectáculo que le hemos dado. Seguro que a su mujer le da asco…

- ¡Ni… ni hablar! Yo… felizmente… casado…mi… mi mujer…

Se rindió a los encantos de María. Ella se empleó a fondo, no era cuestión de que los chicos se despertasen y la viesen en plena faena. A punto estuvieron de caérsele todos los pelos del mostacho de puro gusto al hombrecillo aquel. Cinco minutos después no sabía ni a qué narices había subido a aquel templo del sexo.

- Así pues, todo arreglado – dijo María limpiándose con la manga del albornoz – no se preocupe, no volverá a ocurrir. Déle nuestras más sinceras disculpas a su señora y dígale que si algún día le hace falta algo, azúcar, café o un polvo no dude en subir a pedírnoslo. Tanto como mis compañeros como yo haremos cuanto esté en su mano para satisfacerla.

El hombre abandonó escandalizado la vivienda aún subiéndose la cremallera del pantalón, pero María todavía le gritó mientras bajaba por las escaleras.

- Y si su hija va floja en alguna asignatura, mis compañeros de piso son unos excelentes profesores. Seguro que se ofrecen a darle un buen repaso… digo… clases de repaso sin ningún problema.

Sin aquel dolor de cabeza, María no hubiera dejado de reír en un buen rato.

- ¡Otro calzonazos! – dijo mientras se dirigía a prepararse el desayuno.

Le hubiese gustado tomarse el día libre pero no podía. Tenía una lista de espera de clientes interminables. Todos querían pasar un rato con la morenita de ojos azules a la que se le podían hacer todo tipo de aberraciones. Mientras revolvía el café repasaba mentalmente las tareas del día.

- Primero el ciego con su pastor alemán, luego poner el culo un par de veces y de postre… de postre el cónsul japonés y su mierda. Vaya mañanita, sobre todo después de lo de anoche. Y luego, de detective privado.

Se vistió rápidamente sin prestar demasiada atención ni a su higiene ni a su atuendo. Se colocó las gafas y volvió a ser la chica acomplejada que todo el mundo veía. Le dejó la cámara de fotos a Gorka junto a su puerta con una nota en la que le decía que hiciese con ella lo que quisiese. Bajó corriendo las escaleras y en el portal se encontró de nuevo con su vecino y su bonita hija en uniforme. Sin duda a la joven se le había hecho tarde y había perdido el autobús .

- ¡Espérame fuera, Bianca! Tengo que decirle algo a esta señorita.

- Sí papi.

María estaba dispuesta a escuchar de nuevo la bronca del hombre del mostacho. Pero no ocurrió eso.

- Que sepas, putita, que mi mujer la chupa incluso mejor que tú…

Y la dejó con un palmo de narices. María había tenido una ración de su propia medicina. Había juzgado a la señora según una primera impresión totalmente desacertada.

No tenía tiempo que perder. El taxi se perdió por las calles de la ciudad.

No tuvo suerte aquel día, ni al siguiente, ni al otro, ni al otro. La fecha del examen de Javi se acercaba y ella… ella no tenía nada contra aquel viejo.

Estuvo a punto de desistir. Hacía guardia en el pasillo de entrada de la facultad. Se mezclaba con el resto de los estudiantes para pasar desapercibida. Incluso hasta el mismo Javi se cruzó con ella un par de veces y ni siquiera la reconoció.

Pero un día tuvo su recompensa. Como aquel desgraciado que le cubrió su pecho con esperma le había dicho, una bonita muchacha con uniforme esperaba sentada en uno de los bancos exteriores al edificio. Se la veía un poco nerviosa.

María reconoció enseguida aquel uniforme.

- Una Paula – murmuró - Son todas unas viciosas...

Se acercó disimuladamente a ella pero pronto tuvo que darse la vuelta al reconocerla. Aquello sí que no se lo esperaba, era una casualidad tremenda. Menuda racha llevaba, primero la fiestecita de Elena y ahora esto.

Al momento apareció el abuelo aquel. María ya lo conocía, le había visto deambular por aquel vetusto edificio con su cara de amargado.

Se acercó a su supuesta nieta y se dieron un par de besos en la mejilla. Lentamente comenzaron a andar, seguidos por una excitada María que, cámara en ristre rezaba para que no cogiesen ningún tipo de medio de transporte.

La pareja conversaba animadamente. Al principio les separaba más de un metro de distancia. Pero conforme se fueron alejando del campus el abuelo se fue tomando más confianzas. Primero se cogieron de la mano, después le pasó el brazo por encima del hombro y, para finalizar le acarició el costado, cogiéndola por el talle. A María le faltó tiempo para inmortalizar cada uno de aquellos detalles. Aquella cámara era fantástica, uno de los mejores tres mil euros invertidos en su vida.

Para cualquiera que los hubiese visto no era nada del otro mundo pero dadas las circunstancias, el mas pequeño detalle era importante. Lo cierto es que a María le pareció un poco raro.

Alrededor de la universidad proliferaban cafeterías y restaurantes en las que, por un precio razonable, ofrecían al cliente menús más que aceptables. En cambio, aquella pareja se había alejado bastante del lugar, adentrándose en la parte menos recomendable de la ciudad, con callejuelas estrechas y rincones oscuros. No era el lugar más adecuado para que un abuelo caminase con su nieta.

María no conocía demasiado el barrio pero hubiese jurado que ahí no había ningún establecimiento dedicado a la restauración.

Al doblar una esquina el hombre ya había perdido su vergüenza y su mano recorría el cuerpo de la chica con todo el descaro del mundo. Ella no decía nada, al contrario, reía encantada con las caricias de su abuelo.

Era un callejón infame, dos prostitutas algo maduras conversaban animadamente, mirando de reojo a la extraña pareja. Al fondo, un cartel mugriento de neón al que le faltaban algunas letras con la palabra “Hostal”.

María estaba exultante, su intuición no le había fallado, al viejo profesor le gustaba invertir su sueldo en carne muy fresca. Se apostó de manera que no podía ser vista. El zoom de su cámara era tan potente que hasta distinguía los dientes amarillentos de aquellas viejas putas.

María puso el dial de la cámara en modo vídeo, aquello prometía. Al pasar junto a las prostitutas, la chica les hizo un gesto de saludo a las espaldas de su abuelo.

- Parece que no es la primera vez ¿eh, bonita? – murmuró María desde su atalaya

La extraña pareja anduvo por el empedrado hasta llegar a la escalinata que daba acceso al hostal. Afortunadamente para María permanecieron allí un rato. Se giraron de manera que la paparazzi pudo captar claramente las caras de sus investigados, parecían más dos tortolitos que parientes.

- ¡Viejo verde! – musitó María.

El hombre fue el primero en entrar. Su acompañante no perdió el tiempo y sacó de su mochila un espejito de mano y un lápiz de labios. Apenas concluyó de retocarse cuando el viejo profesor volvió a aparecer por la puerta. Ella recorrió pícaramente sus labios con la punta de la lengua y ambos entraron en lo que a María se le antojó su nidito de amor.

Media hora después la puerta se volvió a abrir. De ella salió la vivaracha ninfa con una bonita pulsera en su mano. No dejaba de mirarla y juguetear con ella.

Si la felicidad tuviese cara sería como la de aquel anciano profesor. Sonreía de oreja a oreja. Se notaba que había pasado un buen rato.

- Un cliente satisfecho. Eso es importante. – María no dejaba de pensar.

Recorrieron el camino de vuelta hacia el comienzo del callejón. Al llegar al final se despidieron decorosamente, con un beso del “abuelo” en la frente de su “nieta”. Cada uno tomó una dirección distinta.

María tenía suficiente material pero permaneció escondida recogiendo la cámara en su funda. Sin embargo, cuando iba a abandonar su atalaya observó cómo la joven volvía al callejón. Le faltó tiempo para volver a tomar fotografías de lo que pasaba.

La chica se dirigió a las prostitutas y comenzó a hablar animadamente con ellas, incluso aceptó de una el cigarrillo que le ofrecía. Les mostraba la pulsera y las tres reían, como si fuesen viejas amigas. De repente su tertulia fue interrumpida por un hombre barrigudo, bastante desaseado y sudoroso. Parecía dirigirse directamente a la más joven.

Al principio la chica negó con la cabeza, como si no supiese de qué le estaba hablando. Él, nervioso, sacó un fajo de billetes y le tendió uno a la hembra más tierna.

- ¡Di que no, bonita! Tú vales mucho más que eso – murmuró María

En efecto, el barrigudo tuvo hasta que triplicar su oferta para conseguir la sonrisa complaciente de la lolita.

Con la mochila a su espalda y dando saltitos acompañó al hombre hacia lo más profundo del callejón. Mientras caminaba, se hizo una funcional coleta en el pelo, utilizando para ello una gomita que llevaba en su muñeca.

A plena luz del día, detrás de unos contenedores verdes, el hombre se apoyó de espaldas contra la pared del establecimiento hostelero. Frente a él, la jovencita sonreía y, ayudada por sus dientes, abrió una especie de burbujita plateada, metiéndose acto seguido su contenido en la boca.

- Poner el condón con la boca... eres toda una profesional, vecinita... - musitó María sin dejar de lanzar fotografías.

Al tiempo que la cabeza de la chica desaparecía del objetivo de María, el hombre alzaba la suya y ponía sus ojos en blanco. En la distancia podía observarse como respiraba trabajosamente a través de su boca entreabierta.

- ¡Vaya, vaya con la jovencita! –murmuró entre dientes María – ¡se ve que ha salido a su madre!

Unos minutos mas tarde, la lolita correteaba hacia sus dos veteranas amigas, les daba un billete azul a cada una y sus ligeros pies le llevaron lejos de aquel lugar tan poco recomendable. Su faldita escocesa, de tonos bermellones y negros hacía las delicias de todo aquel que se encontraba en su camino.

A María no le hacía falta seguirla. Sabía perfectamente dónde encontrarla. Justo debajo de su casa.

- ¡Me cago en mi puta madre! ¿Se puede saber cómo narices lo has conseguido?

- Secreto profesional.

- ¿Qué ha pasado? – dijo Toño extrañado

- ¿Que qué ha pasado? El viejo me ha aprobado… la asignatura del enano gruñón… ¡qué pasada!

- ¿Robles? No me lo creo… ¿estudiaste mucho?

- ¡Qué va, nada!

- Bueno, algo harías. Si no, no creo que…

- Firmé y punto. Te lo juro – Javi no se lo creía – bueno, no es del todo cierto. Como me dijo María le hice un resumen de la película esa… Lolita.

- ¡No jodas! Y eso qué narices tiene que ver con…

- ¿Con su asignatura? Nada de nada… ¡Es cosa de María!

Toño asintió. Sabía lo persuasiva que su compañera de piso podía llegar a ser.

- Bueno, tío. Sea como sea, me alegro un montón por ti. Tengo que irme.

- Esta Elba te tiene acaparado.

- ¿Celosa?

- Un poquito.

- Te jodes.

- ¡Oye, no te pases! Si lo sé, no te ayudo…

- Venga… si eres buena y me esperas despierta puede que te haga una visita.

- Aunque esté dormida, tú entra.

- ¡Espera, espera! ¿Y las normas?

- ¡Que les den por el culo a las normas! ¡Quiero que Toño me dé por el culo a mí!

- ¡Cómo eres!

- ¡Y parecía una mosquita muerta cuando entró por primera vez a esta casa!

- ¡Seréis cabrones! ¡Como os pille, os sacudo!

Los chicos fingieron huir y ella que los perseguía. Ambos desaparecieron por la puerta principal.

Lo pasaban bien juntos, pero no era como antes. Toño había comenzado a salir con Elba. Aun así no desaprovechaba la ocasión de revolcarse con María de vez en cuando. Javi era un vicioso del sexo así que se la seguía cepillando a todas horas a pesar de que, cada vez que cerraba los ojos no podía olvidar el aparato de su amigo, su olor, su sabor…

Lo que sí había cambiado era la relación con Gorka: evitaba a María descaradamente. De un tiempo a esta parte apenas hablaban, desde la dichosa noche de la primera sodomización de Elena.

María había intentado conversar seriamente con él pero el chico no atendía a razones, ni siquiera le dejaba explicarse. Simplemente se negaba siquiera a escucharla. Así que María desistió. Ella dejó de insistir pensando que tarde o temprano se le pasaría.

Tan abstraída estaba en sus pensamientos que ni siquiera le oyó entrar. Con sus auriculares puestos a todo volumen sobre la cama intentaba pintarse las uñas de los pies de color negro. De espalda a la puerta de su cuarto, le pilló totalmente desprevenida. Sintió como le agarraban del cabello y una fuerza desmedida le lanzaba contra el cabecero de su cama, dándose de bruces en él. El líquido negro manchó la pared como uno de esos test de personalidad. Desorientada por el dolor María se giró hacia su agresor. Encontró en la cara de su supuesto amigo esa mirada de un loco asesino, de un poseído por la incontrolable ira, estaba fuera de sí. Esa mirada de ido, de furia, de odio. Esa mirada que tanto excitaba a la chica.

La rojez de sus ojos y el fuerte olor a tequila le hicieron saber a María que aquello iba para largo. No se resistió, ni intentó defenderse, ni tan siquiera esquivar los golpes. Una vez tras otra el puño del muchacho alcanzaba el rostro, el abdomen o cualquier otra parte del inerte cuerpo de María.

Si bien el primer golpe la pilló totalmente fuera de juego, el segundo hizo que de su vagina brotase tanto líquido como sangre salía por su nariz. Y los sucesivos orgasmos que sintió fueron provocados por las feroces descargas de su maltratador. Sin necesidad de penetración, caricia o roce, más bien al contrario, a base de ostias alcanzó el clímax.

No gritó, y si lo hubiese hecho hubiera sido por placer y no por dolor.

- ¡Todo esto es culpa tuya! ¡Eres una… una puta manipuladora…! ¡Mereces morir! ¡Has arruinado mi vida!...

A María se le nubló la visión. Las manos de su agresor le apretaban tanto el cuello que comenzó a faltarle oxígeno. Con su último aliento suplicó.

- ¡Fóllame cuando esté muerta!

¡María! ¡María! – una voz parecía llamarla desde algún sitio- ¡Dios mío, no te me mueras! ¡María!

Lentamente, la chica comenzó a ser consciente de lo que le había pasado. Le dolía todo el cuerpo y tenía el labio partido. Incluso intuyó, dada su experiencia, que alguna de sus costillas no estaba del todo entera.

- ¡María! ¿Pero qué he hecho? ¡No te mueras, pequeña! – era Gorka el que sollozando intentaba reanimarla - ¡Perdóname, chiquilla! ¡Soy un animal!

- ¡Pe… pegas como una… niña!

- ¡María! ¿Estás viva? – ahora lloraba pero de alegría – ¡perdóname! Estoy… estaba borracho. Y…

- ¡Ayúdame… a… levantarme! – María respiraba trabajosamente - Pues claro que estoy viva. ¿Qué tipo de enfermero vas a ser tú?

- Ni hablar. Voy a llamar a una ambulancia…

- ¡De eso nada!

- Tiene que verte un médico.

- ¿Por esto? Esto no es nada. Me han dado palizas mucho peores, créeme.

- ¿Cu… cuándo?

Mi padre. Es una larga historia. ¡Ayúdame, joder!

- ¿Qué… qué quieres?

- ¡Quiero verme la cara!

- ¡No… no creo que debas!

- ¿Qué pasa? ¿ahora tienes vergüenza? Deberías haberlo pensado antes de darme una paliza, ¿no crees?

El chico, en efecto turbado, bajó la mirada. Ayudó a su maltrecha compañera a levantarse y colocarse frente al espejo.

- ¡Muy bonita! Me has dejado como un mapa – dijo ella al ver su imagen reflejada – No te preocupes. Eres un principiante, apenas se notará nada mañana. Un poco de maquillaje y listo.

Sin embargo, cuando Gorka le ayudó a quitarse la sudadera lo que apareció debajo no tenía tan buena pinta.

- ¡Dios mío!

- ¡Nada, nada! Sin problemas…¡Uffff! – se tocó un tremendo moratón que tenía en el costado – cre… creo que… en efecto, no está rota. ¡Joder!

- ¿Te duele?

- ¿Tú que crees?

- ¡Lo siento!

- Ni siquiera el labio necesita puntos. La herida es por dentro, ¿ves?

- ¡Quita, quita!

- ¡No me jodas! Ahora será que le tienes miedo a la sangre.

- ¡No es eso! Me siento muy mal. Soy un mierda. Deberías…

- ¿Si?

- Deberías denunciarme.

- ¿Por esto?, tonterías.

- Lo digo en serio.

- Y yo también, tonto. Pero no te creas que vas a salirte de rositas. Primero vas a curarme las heridas como dios manda, después vas a tomar conmigo un relajante baño y después, antes de hacerme el amor, me vas a decir a qué se debe este repentino arrebato.

- ¡Es que…!

- ¡La nariz, ostia!

- Vale, vale. A la orden. Te pareces a…

- ¿Elena?

- Sí

- Vamos al baño. Allí hay de todo.

- ¡Aaaauuuuu!

- Ni te has quejado durante toda la paliza y ahora, por un poco de agua oxigenada sollozas como una niña.

- Esto me escuece y lo otro…

- Dime…

- Lo otro… me pone.

- ¿Qué?

- Que me gusta, joder. Me va ese rollo. Pareces sordo.

- ¡Que te…! ¡María, estás enferma.!

- ¡Bueno… eso dicen! Pero por lo menos no soy una maltratadora que pega a las mujeres.

- ¡Tocado! Aunque creo que a Elena le diste una buena ostia.

- ¡Dos! ¡Y se las merecía! Había que bajarle los humos y como tú no tienes cojones…¡haaayyyyy!, pues eso - María se impacientaba. No le gustaba expresar debilidad alguna - Acaba ya, que la bañera está a punto de rebosar.

- Ya voy. Ya voy. Soy un profesional – Gorka estaba más animado. Al parecer la chica no le guardaba rencor.

En la bañera, María ocupó el lugar en el que Elena había estado un tiempo antes. Tras ella, Gorka se deshacía en mimos y caricias.

- Vamos a casarnos.

- ¿Nosotros?

- No seas gilipollas. Elena y yo, vamos a casarnos.

- Bueno, eso está bien, en el fondo es una buena chica. Pero creo que sería mejor cuando acabes la carrera…

- A final de junio, cuando acaben las clases.

- Pero…

- ¿Qué por qué? ¿Tú qué crees? ¿Por qué se casan dos jóvenes de nuestra edad hoy en día?

- ¡Está embarazada!

- Tú lo has dicho.

María se quedó muda.

- Sé lo que te estás preguntando. Que cómo narices sé que es mío. Lo cierto es – el chico respiró profundamente y se tomó un respiro– lo cierto es que no lo sé. ¿Acaso importa? Lo único que sé es que la amo y que querré a ese niño con locura sea mío o de la docena de cabrones a los que se ha tirado este mes.

Permaneció callado un instante antes de proseguir:

- Si la perdiese, me moriría.

- Pues no se qué decirte, enhorabuena supongo. Un niño siempre es una alegría.

- Eso no es todo - dudó un momento, intentando suavizar la noticia - No estáis invitados a la boda.

- ¿Y eso?

- Va a ser casi clandestina. Cosa de los pueblos pequeños, ya sabes. Los más allegados y poco más.

- Entiendo. Bueno… en realidad no lo entiendo, pero lo respeto.

- Mi madre está de los nervios. Ella quería que su único hijo tuviese la boda que se merece y ahora…

- ¿Qué pasa? Pues vaya tontería. Deberíais tener una ceremonia como todo el mundo. Hoy en día lo de casarse de penalti es lo más normal.

- Eso es cierto.

- Pues échale un par de cojones. Plántales cara a tus padres y diles que quieres una boda por todo lo alto. Si la novia tiene tripita... ¿ qué más da? seguro que aun así será la novia más bonita del mundo. ¿Y qué es eso de que tus compañeros de piso no vayan a tu casamiento? Ni de coña. Iremos los tres o te montamos un pollo de cuidado.

- ¿En serio?

- Te lo juro. Además… - María le agarró un testículo a Gorka - los hombres vestidos de novio me ponen cachonda perdida. Y no te digo nada las mujeres con esos picardías blancos…¡hummm! Me corro sólo con imaginar a Elenita con uno de esos…¡y con tripita!

- María, María. Eres de lo que no hay - contestó el chico agradecido.

Gorka dudó un momento en lanzar su última pregunta, intentaba secar a la chica como si temiese romperla

- En serio me pediste que te follase si te mataba.

- ¡Sí! ¿por qué?

- No, por nada.

- ¡Cortito! -dijo burlona María - leí en algún sitio que decir algo así puede salvarte la vida. Y lo ha hecho ¿no?

- Ya veo - dijo Gorka nada convencido.

Gorka elevó a María entre sus brazos y la llevó hacia su cuarto.

- En la mía. Llévame a mi cama, por favor.

- Estará manchada… con sangre.

- No importa, de verdad.

- Será mejor que lo dejemos para otro día.

- ¡No, por favor!

- No hay más que hablar. Tienes que descansar.

María se conformó. El costado le dolía hasta casi no dejarla respirar y, con el cuerpo relajado, los diferentes golpes comenzaban a molestarla cada vez más.

- Te traeré hielo para en labio.

Arropó a María como si fuese una madre. Arrepentido por su arrebato, se deshizo en atenciones con la morenita.

Antes de apagar la luz y dejarla descansar le hizo la maldita pregunta, esa que hacen siempre los hijos de puta que pegan a las mujeres. Lobos llenos de complejos, que abusan de su fuerza y después lloriquean supuestamente arrepentidos.

- ¿Me perdonas?

- Sí.

Y cerró la puerta.

- ¡Esta te la guardo, Gorkita! - murmuró María intentando encontrar una postura que le resultase cómoda.

Un par de ostias bien dadas le ponían como una moto. Pero a Gorka se le había ido la mano. María elegía siempre con quién, cómo y cuando. ¿Quién se había creído que era el hijo de puta ese para tratarla de ese modo? Sabía que no iba a poder pegar ojo en toda la noche así que tenía tiempo de planear su venganza.

Cuando sintió que alguien entraba en la vivienda se acordó de Toño y su propuesta. Lentamente se puso boca abajo. Al fin y al cabo el chico no tenía ninguna culpa de que su amigo fuese un animal.

- ¡No enciendas la luz! - le dijo en cuanto notó que la puerta de su cuarto se abría.

- Como quieras.

- Estoy lista - mintió - Dame fuerte, lo necesito. Córrete bien adentro.

Apretó los puños, mordió su almohada hasta casi destrozarla pero no emitió queja alguna. Apenas notaba como Toño le clavaba hasta lo más profundo de su ser su privilegiado ariete. El dolor del resto de su cuerpo al ser zarandeado mitigaba el producido por su pene al penetrarla. Para más desgracia el chico se lo tomó con calma, sin prisas. Casi cuarenta minutos de tortura tuvo que soportar María que lloraba amargamente en completo silencio. Afortunadamente Toño cesó de profanarla justo en el preciso instante en el que iba a suplicar clemencia.

- ¿Quieres que te de por delante?

- ¡No! ¡No! Es… es suficiente - apenas pudo decir sin que le temblase la voz.

- ¿Seguro?

- ¡Sí!

- Pues buenas noches y hasta mañana, princesa.

- ¡A… adiós!

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- ¡Pero qué demonios! ¿se puede saber qué narices te ha pasado?

- Me… me caí.

- ¿Cuándo? ¿Cómo? - dijo Javi muy extrañado - Ayer cuando nos fuimos con Toño no estabas así.

- Me caí por las escaleras, ¿vale? - María se había esmerado en maquillar sus cardenales pero a plena luz del día eran más que evidentes.

- ¿Por las escaleras? Desde cuando tienen puños las escaleras. Ese ojo no parece tener muy buen aspecto - dijo acercando la mano al rostro amoratado de la joven

- ¡He dicho que me caí por las escaleras y punto! ¡Joder, no te pongas pesado!

- ¡Ha sido Gorka!¡Está mosqueado desde lo de la partida de cartas! ¡Valiente machito! ¿dónde está? Verás como le pille…

- ¡Gorka no está! No ha sido él. No le veo desde hace unos días. Te repito que fue un resbalón de lo más tonto. Te diré incluso que bajé un tramo dando completo dando vueltas. Para haberme matado. Hasta me un señor que encontré en la calle me ayudó a llegar hasta el centro de salud del barrio y todo…

- ¡Ya! ¿Y cuándo…?

- ¡Vale ya con el interrogatorio! ¡Ni que fueras mi padre… ostia!

- ¿Qué pasa? - dijo Toño entrando en escena.

- Mira cómo está la pobre. Dice que se cayó por las escaleras…

- ¡Me cago en la puta! Menudo golpe…

- No es para tanto. Un resbalón lo tiene cualquiera, ¿café?

- Si, claro. Pero… eso fue antes o después de…

- De que me la metieses por detrás… pues un par de horas antes.

- ¡Pero tía, cómo eres!, ¿y no pudiste decírmelo? De saber que estabas así ni por nada del mundo te hubiese tocado.

- Por eso me callé. Me moría de ganas por sentir de nuevo tu cosa en mi culo.

- ¡Si queréis me voy!

- ¡No… tonto! Además tengo que hablar contigo a solas

- ¿A solas? Cuánto misterio…

- Me temo lo peor - dijo Javi haciendo una mueca.

- ¿Qué quieres decir? - contestó Toño.

- Cosas nuestras, ¿verdad Javi?

- Secretitos ¿Eh? Por mí no os preocupéis me voy con Elba hasta el lunes que viene…

- ¿Y eso?

- Quiere que conozca a sus padres.

- ¡Vaya, vaya! Parece que la cosa va en serio.

- Bueno… lo cierto es que me gusta bastante. Es guapa, inteligente y …

- ¿Buena en la cama?

- ¡María, que nos conocemos!

- ¡Una loba!

- ¡Ya estás otra vez! ¡Y luego dicen de los hombres! Sois mucho peor las mujeres.

- Y esa Elba ¿no tendrá alguna hermanita para mí?

- Hummm… creo que sí. Pero es demasiado joven, incluso para ti.

- ¡Qué lástima! - dijo con aire resignado Javi - ¿cuánto de joven?

- ¡Me largo! Sois una pareja de pervertidos…

- Hasta el lunes. No te canses.

- Y dile a Elba que deje algo para las demás…

- ¡Adiós!