miprimita.com

Compañera de piso: Capítulo 10

en Grandes Series

-       ¿Estás segura de querer entrar ahí? “La Kueva”. Menudo antro. He oído hablar de él y ninguna cosa buena, te lo aseguro. Dicen que han muerto varias personas ahí dentro…

-       ¡No digas gilipolleces! Es un bar como hay cientos, no seas gallina. Lo que pasa es que quieres rajarte…

-       ¡No, no! Eso nunca. Un jugador cobra las deudas… y  las paga. Aunque no pueda sentarse en un mes después…

-        ¡Tonto! Verás como no es para tanto…

-        No estoy nada convencido.

-        Llama, joder.

No sin vacilar, el chico apretó el timbre.

-       ¡Qué querer! ¡Sólo socios!

-       ¡Goliat, cariño! Soy yo, María.

-       ¡María! ¡Tú socia! ¿Quién ser tu amigo? No socio.

-        Es cierto, no es socio. Pero vas a ser un chico bueno y nos vas a dejar pasar ¿verdad?

-       Tu si. El no.

-       Venga - María hizo pucheros - No seas malo. Te haré eso que tanto te gusta.

-        ¿Ahora?

-       ¡Siii! Pero déjanos entrar, por favor.

-        Dos socios. Dos dentro.

Javi tragó saliva. Aquél Goliat sólo por el nombre ya daba miedo. Sin embargo, no pudo reprimir una sonrisa cuando entraron al local. Una vez acostumbrados sus ojos a la penumbra, distinguió un enano tremendamente musculoso que atendía por el nombre bíblico.

Como si le estuviese leyendo la mente el pequeño portero le dijo:

-       ¿Qué mirar? ¿Parecer gracioso? Maria, a mi no gustar tu amigo. Partir la cara para no reír más.

-       ¡No, no, no! Perdónale, es que está un poco nervioso - y girándose a su a migo le dijo en tono enfadado -. Tú, gilipollas, ten cuidado con lo que haces… recuerda lo que me dijiste… los muertos.

Cuando María y Goliat entraron en el guardarropa se partieron de risa.

-        ¿Tú ver? Casi cagar en pantalones…

-       ¡Eres muy malo! Pobre Javi. Estaba a punto de salir corriendo.

-       ¿Novio?

-        No, no. Compañero de piso. Sabes que sólo me gustas tú - le dijo mimosa, estampándole después un morreo en los labios.

-       ¡Ya!

-       Date prisa, no sea que cuando salgamos el pájaro haya volado…

-       ¡Ya!

El pequeño hombrecillo se encaramó a la montaña de ropa con los pantalones bajados. María  comenzó con el ritual con el que tanto disfrutaba el enano. Acercó su nariz hacia el trasero musculoso y aspiró fuerte. Maravilloso. Su lengua comenzó a juguetear, a entrar y salir del pequeño hombre. Al mismo tiempo, su mano le acariciaba los testículos o le masturbaba magistralmente. A ninguno les importó lo más mínimo que el esperma del portero se derramase sobre la ropa de los clientes. Si alguien protestaba… Goliat tenía un buen par de puños con los que aclarar las cosas.

El enano hacía su trabajo eficazmente. A pesar de su tamaño era una máquina de dar palizas. Hasta cuatro de sus compañeros más forzudos hicieron falta para detenerlo cuando unos niñatos se metieron con él el fin de semana anterior. Mandó a tres al dentista y a otros tantos directamente al hospital. Con Goliat nadie bromeaba… excepto María. Entre los dos había surgido una relación muy especial. Él cuidaba de ella y ella… le chupaba el culo. La simbiosis perfecta.

-       ¿Qué… qué te ha hecho? Estaba a punto de…

-       ¿Entrar a buscarme? - dijo burlonamente María - Sería la última tontería que hubieses hecho en tu vida.

-       ¡Me quiero ir con mi mamá!

-       Tira pa´lante, tonto.

-       ¡Joder qué tropa! - exclamó el chico cuando ante sus ojos apareció el local abarrotado de… ¿gente?

-        Sabía que te gustaría…

-       Menuda panda de tarados. ¿Por qué hace tanto frío?

-       Así se conservan mejor los muertos vivientes.

-       No me jodas. Esas calaveras parecen de verdad…

-       Te aseguro que lo son.

-       ¿De… de veras?

-       Pues claro… pero te contaré un secreto… son de mono. ¿A que parecen humanas?

-       ¡Ya te digo! - puso cara de asco. La alternativa no le pareció menos asquerosa.

El número del escenario había concluido. Apenas habían llegado a los aplausos finales. Un chico y una chica sonreían sudorosos. La gente les felicitaba por su actuación pero sin punto de comparación con el numerito montado por la Ninfa y María el día de su debut.

-        ¡Tomemos algo…hoy  te invito yo!

-        Pero por tu madre que sea en vaso de cristal, por favor.

-        Necesitas algo fuerte. Se oyen tus dientes castañetear desde aquí.

-        ¡Es que hace un frío de la ostia!

-        Lo que pasa es que estás cagado de miedo.

-       ¿Quién es esta panda?

-       Pues hay de todo. La mayoría es gente bien que se aburre y viene aquí en busca de emociones fuertes. Abogados, arquitectos, políticos, hijos de papá, madres de familia, hombres de negocios… tienen dinero pero pocos alicientes en la vida.

-       ¿Y el resto?

-        Los que no tienen pasta, ponen el culo - y diciendo esto le pegó una cachetada en el trasero del chico.

-       Entiendo.

Al tercer pelotazo de ron, Javi comenzó a entrar en calor. María no se quedó atrás y acompañó a su amigo en cada ronda.

-       María, son veinte euros - dijo la camarera.

-       Pues sí que es barato el garito este…

-       Pero mira que eres gracioso… son veinte euros cada trago - le dijo María burlona.

-       ¡Menudo robo! Si lo sé me traigo la petaca…

-       Tranquilo, roñoso. Hoy pago yo.- le dijo la chica sacando de algún lugar de su vestimenta un par de billetes morados - ¡Cóbrate Esther!

-       ¿De dónde narices has sacado esa pasta?

-       ¡Calla de una puta vez y disfruta de la noche!¡Amargado, mas que amargado!

Javi comenzaba a relajarse con todo aquello. El ambiente, dentro de su rareza, no estaba mal después de todo. La gente se enrollaba y parecía pasarlo bien. Se fijó en una parejita de aspecto Emo,  con su flequillo y toda la parafernalia, unidos entre sí por unas esposas plateadas. También observó a María. Casi todo el mundo le saludaba. Parecía estar como pez en el agua en tan extraño local.

María decidió dar un paso más.

-       ¡Esther! ¡Esther! - gritó a la camarera

Le pidió algo al oído y la otra sonrió.

-       ¡Marchando!

Javi había echado el ojo a una muerta viviente que tenía un escote tremendo. Sus ojos no dejaban de admirar aquel par de maravillas de la naturaleza. De improviso, María se colgó de su cuello y le metió la lengua en la boca hasta la campanilla. Supuso que su amiga se había puesto celosa al notar cómo miraba a la otra.  Lo cierto es que María lo único que quería era darle algún tipo de extraña pastilla.

-       ¿Qué… qué es?

-       ¡Traga! - le dijo su amiga acercándole un vaso con su licor favorito.

-       ¿Con alcohol? ¿No es peligroso?

-       ¡También se te puede caer una teja cuando caminas por la calle!

-       Cierto - Javi podía ser muchas cosas pero no un gallina. Estaba bastante acostumbrado a los estimulantes. Eran necesarios para pasar más de cuarenta y ocho horas sentado en una mesa de póker.

Diez minutos después estaba eufórico.  A punto de saltar sobre la chavala de generoso escote, María se lo llevó de allí entre empujones.

-        ¡Pues sí que te ha hecho efecto pronto! Vamos, don Juan, será mejor que te refresques en el lavabo.

-        ¡Yujuuuuu!. No sé que narices me has dado pero me gusta. ¡Cómo será de bueno que me parece que aquella pareja de ahí están follando!

-        ¡Es que están follando!

-       Joder, delante de todo el mundo… que pasada va la peña ¿no?

-       ¡Y que lo digas!¡Mira quién habla! ¡Anda, vamos!

A ambos lados del escenario surgían pasillos laberínticos que se perdían en el fondo del local. La fauna que allí se encontraba todavía era más impactante que la que se agolpaba junto a las barras. Multitud de reservados en los que el alcohol, las drogas duras y el sexo resultaba lo más normal del mundo. Carecían de puertas y aparentemente todo el mundo podía entrar y salir de ellos. Mirase donde se mirase allí se cometían aberraciones de lo más variopintas. Eso sí, todas consentidas, nada de violaciones ni abusos en contra de la voluntad. Si a alguien se le iba la mano sin consentimiento… en menos de medio minuto estaba de patitas en la calle y con un ojo a la virulé. En todo momento el local estaba vigilado por cámaras de seguridad. Enormes carteles se encargaban de recordárselo a todo aquel que quisiera pasarse de listo.

-       ¡Apartarse, gilipollas!

María y Javier sintieron como alguien les empujaba contra la pared. Un mulato de más de dos metros pasó junto a ellos. Mostraba todos y cada uno de los músculos que puede tener un torso masculino. Tras él, con dos enormes cadenas rodeando sus cuellos un par de criaturas casi idénticas pero con apariencia de lo más macabra.  Eran chico y chica, pero distinguirlos era tarea complicada.  Cuerpos menudos, totalmente depilados y tez blanca como la luna. Tan sólo llevaban encima una especie de taparrabos y botas militares. La infinidad de piercings y tatuajes satánicos no es lo que asustó a Javi, sino aquellos dientes amarillos puntiagudos como si fuesen de sierra.

-       ¡Esos son los gemelos! Son demasiado para ti. Será mejor que no te acerques a ellos.

Javi ni siquiera pudo contestar, se limitó a asentir.

-        ¡Vamos!

-       Espera, espera. Mira eso.

-       ¡Ya veo qué es lo que te gusta!

-       ¿Son marido y mujer de verdad?

-       Pues no lo sé pero es más normal por aquí de lo que podrías pensar…

-       ¿Y se la están…?

-       Follando, sí señor.  Bonito lugar para una noche de bodas. Ella pasándose por la piedra a todo al que le apetece y el recién estrenado marido… mirando.

-       ¡Joder! ¡Y en traje de novia!

-       Hay gente que le excita ver cómo se cepillan a su mujer… o a su marido, lo creas o no.

-       ¿Y tú crees… que yo…?

-       ¡Seguro! Pero mejor otro día, tenemos algo pendiente ¿recuerdas?

-       ¡Auuuu! ¡No me pellizques el trasero, cabrona!

-       ¡Vamos! 

Javi se hizo de rogar. No quería moverse de allí. Y con mayor motivo cuando observó que apenas un amante había descargado en la recién casada otro ocupaba su puesto inmediatamente.

Un poco más adelante fue María la que se quedó mirando uno de aquellos nidos de perversión.  A diferencia del resto un hombretón con cara de pocos amigos guardaba la entrada. María le conocía y consiguió que, sin entrar, por lo menos poder mirar. El pobre Javi no tuvo tanta suerte.

A un lado, un vejestorio casi cadáver y senil. Sentado en su silla de ruedas necesitaba de una bombona de oxígeno para respirar. Apenas sí podía sujetar la correa de los gemelos que aullaban ansiosamente como deseando devorar su presa.

En el centro, el guardián de aquel par de perros desnudo y sudoroso. En la punta de su falo… el ano de la Ninfa Negra. La chica estaba de rodillas y su castigador de pié, con las piernas dobladas para conseguir una penetración más profunda. Al otro lado… media docena de japoneses trajeados que no paraban de tirar fotos una detrás de otra. En un momento dado, la Ninfa alzó su cabeza, descubriendo en la entrada del habitáculo a su maestra. Disimuladamente le sonrió y le guiño un ojo. Casi inmediatamente dejaba escapar un escandaloso quejido.

María le devolvió el gesto. Las tardes que había pasado con aquella chica en la casa de citas donde trabajaban habían dado sus frutos. Con ternura y paciencia había conseguido que el estrecho esfínter de su vecina se fuese acostumbrando a intrusos cada vez más contundentes. Si bien no alcanzaba el orgasmo, por lo menos había aprendido a fingirlo.  Cuando el mulato estuvo a punto, descabalgó a la Ninfa que, de un rápido movimiento se tumbó boca arriba en el suelo con la boca semi abierta y mirando a su público de ojos rasgados.  El caribeño no perdió el tiempo y colocó su pistola a una distancia prudencial para que aquellos pervertidos no perdiesen detalle. La Ninfa volvió a sentir en su lengua  las excelencias de la simiente masculina. El resto de su anatomía facial también recibió su ración de esperma. Mientras jugueteaba con su lengua los espectadores comenzaron a aplaudirla.

Apenas se levantó el mulato, el abuelo pareció desfallecer. Su débil mano soltó las correas que hasta entonces sujetaban a los gemelos demoníacos. Estos no tardaron en abalanzarse sobre su presa. Comenzaron a devorar cada uno de ellos los pequeños senos de la Ninfa. La chica imploraba un auxilio que nadie le dio. La sangre comenzaba a brotar de aquellos montículos divinos.

-       ¿Qué pasa? ¡Cuéntame lo que pasa, joder!

-       Nada, nada. Será mejor que no mires… ¡podrías echar la pota!

Y tras decir esto, cogió a Javi de la mano en dirección a los lavabos. Ella también necesitaba refrescarse.

-       ¿Y cual es el de los hombres?

-       ¡Y qué más da!

Javi comprendió de lo inocente de su pregunta. En el interior de aquel espacio había gente de todo sexo. Hombres, mujeres e… indefinidos. Y hacían de todo menos lo que se suponían deberían hacer. Esnifaban coca, fumaban porros o mantenían relaciones sexuales. Se le rompió el corazón cuando descubrió a su escotada muerta viviente… bueno, en realidad muerto viviente por lo que pudo ver, con un angelito alado ensartado en su generoso rabo. La chica era muy joven, sobre todo para contraer matrimonio. Con las tetas al aire, la criatura celestial  ni tan siquiera tocaba el suelo. Las furiosas envestidas de su enésimo amante la mantenían en vilo con la espalda pegada a la pared y los ojos en blanco. Un par de demonios hembra con graciosos rabitos rojos no paraban de reírse de ella y hacerle fotos para inmortalizar el momento.

-       Los angelitos suelen ser futuras esposas en su despedida de soltera. Las amigas son unas hijas de puta. Emborrachan a la novia y la meten en este tugurio así vestidas… son como carroña para toda esta bandada de buitres pervertidos. Algunas entran aquí un viernes… y no salen hasta el lunes por la mañana.

-       ¿Esto no cierra nunca?

-       Los fines de semana, no.

-       ¡Madre mía!

-       ¡Vamos a mojarte el pelo!

El lavabo era bastante amplio y sorprendentemente bien iluminado. Por eso era uno de los sitios más concurridos. Allí se podían preparar mejor las rayas de coca, los chutes de heroína y sin cámaras.  La erección de Javi era evidente, efecto combinado de su mente calenturienta, las drogas de diseño y en ambiente promiscuo que les rodeaba. No pudo evitar echar mano de lo que más cerca tenía, las tetas de su compañera de piso. En sus palmas notó los aritos que la joven se había colocado en su punta.

-       ¡No seas malo! ¡Ten un poco de paciencia! - María le dejó que juguetease con sus senos un rato pero pronto le apartó las manos con dulzura.

-       ¡Quiero follarte!

-       ¡Vale, vale! Ya buscaremos un sitio más cómodo. Eres el romanticismo hecho hombre. Primero, el agua.

Les costó un poco de trabajo llegar hasta los grifos. Estaban ocupados por la parejita de Emos que habían visto al llegar. La chica tenía una gomita anudada al brazo, una vampira se acercaba peligrosamente hacia su vena hinchada. Lo que pretendía clavar en ella no era precisamente sus colmillos, sino una pequeña jeringuilla con veneno blanco en su interior. A su lado, su compañero, amigo, novio o lo que fuese aquel tipo esposado a su muñeca estaba pagando la dosis… con los pantalones bajados y su culo taladrado inmisericorde por un barbudo enorme, vestido igual que el profesor ese de Harry Potter.

En la mente de Javi resonaron las palabras de su amiga…” el que no tiene pasta… pone el culo”… o algo parecido.

El frescor del agua le hizo mucho bien al muchacho. Su amiga tenía razón, como siempre. Debía calmarse un rato. Sin embargo, se dio un bonito coscorrón contra el grifo. Se alteró mucho cuando un par de manazas le apretaron el culo e intentó incorporarse antes de tiempo.

-       ¡Hey, hey, hey! Ese culito no se toca - intervino María golpeando al sobón.

-       Tu amiguito tiene un bonito trasero, pequeña. ¿Qué queréis a cambio? Tú sólo pide por esa boquita… tenemos de todo - dijo el hombretón de la barba.

-        ¡No queremos nada… "SEÑORÍA"! ¿verdad, Javi?

-       Cierto - frotándose la cabeza, el muchacho puso su trasero a buen recaudo, fuera de alcance del hombretón aquel.

-       ¡Recuerdos a su mujer! Me da la impresión de que no andará muy lejos…

El hombre enmudeció. De su rostro desapareció su sonrisita.

-        ¡Te… tenemos que irnos! - intervino nerviosamente la vampiresa.

-       ¡Me estoy meando!

-       ¡Pues a qué esperas! Mea - le dijo María mientras se retocaba el maquillaje. De repente se giró como un resorte - ¡Espera, espera… en ese… en ese no! ¡En ese… están ellas!

Demasiado tarde. Javi no imaginaba el espectáculo macabro que le esperaba dentro del retrete aquel. Sentada en la taza, otro angelito sufría las vejaciones que dos mujeronas góticas le propinaban. Le faltaba una alita y su mallot estaba rasgado mostrando al que mirase sus senos y el consolador que ocupaba su peluda vulva. Con el maquillaje corrido y su vestimenta más amarilla que blanca, el aspecto de aquella futura ama de casa era de lo más patético.

-       ¿Tienes ganas de hacer pis, muchachito?

-       Pues has venido al sitio indicado…

-       ¡Abre la boca, guarra! - dijo una de ellas pellizcándole el pezón al angelito.

La torturada obedeció, saliendo de ella una prenda blanca hecha jirones, sin duda los restos de sus propias braguitas.  

Al principio Javi negó con la cabeza. Su estado no era lo suficientemente eufórico como para llegar a esos extremos.

-       ¡Venga, hijo de puta, que no tenemos toda la noche!

-       Después te la chupará un ratito…

-       Date prisa, es la hora de los Cazafantasmas…

-       Nunca habrás meado en un váter tan fantástico.

-       Si te apetece, métele la punta y luego hazlo… esta angelito ya se ha tragado la orina de medio bar.

-       La muy puerca le ha cogido gusto…

-       ¡Hazlo, joder!

-       Si lo está deseando…

-       ¡Mira cómo abre la boquita!

-       ¡Pídeselo tú, guarra! Este gilipollas no nos cree…

-       ¡Méame, te lo suplico! - dijo la desgraciada con un hilito de voz mientras aquellas gordas viciosas le retorcían sus pezones.

Pero lo que acabó de convencerle fue el susurro de María tras mordisquearle el lóbulo de su oreja.

- Si no lo haces… te cogerán manía… y si es así… tarde o temprano… ocuparás el puesto de es chica… te lo aseguro.

- ¡Mi madre…! - y comenzó a evacuar apuntando en lo posible hacia aquellos bonitos labios.

- ¡Traga!, ¡traga!, ¡traga!, ¡traga!  - animaba el coro

La criatura celestial estaba por la labor. Si bien buena parte de la orina se desparramaba por toda su anatomía, Javi observó con sorpresa como aquella garganta tragaba tanto de su agüíta amarilla como podía. Las gordas también querían su parte, interrumpiendo el chorro con sus caras. Pero la angelito no se resignaba. Apartaba a sus competidoras sin miramientos. No estaba dispuesta a compartir la meada con nadie. Al fin y al cabo, era su despedida de soltera. Pero la avaricia rompió el saco, tragó más de lo que pudo y lo pagó caro. Intentó llevarse la mano a la boca pero fue demasiado tarde. Las botas de María y Javi se mancharon de los restos de alimentos que todavía permanecían en el interior de aquella desgraciada. Los últimos estertores del chico se estrellaron en el pelo de la muchacha.

 - ¡Yuuujuuuuu! Esta está lista…

- Busquemos otra pardilla… o pardillo.

De algún lugar surgió una voz que tronó:

- “Tienen un minuto para abandonar el servicio. Permanecerá cerrado durante diez minutos. Por favor, si lo necesitan, utilicen alguno de los contiguos.  La dirección de la Kueva les agradece a todos su colaboración”

- ¡Los Cazafantasmas!

- Nos largamos.

Y como si les fuese la vida en ello, las dos gorditas se levantaron del suelo, empujaron sin miramientos al anonadado Javi y se apresuraron a abandonar la estancia.

- ¡Venga Javi, tenemos que salir de aquí! - dijo María tirando del brazo del muchacho.

- Pero…

- ¡Vienen los Cazafantasmas!

- ¡Hay que salir de aquí echando ostias!

- Pero… ¿y ella? - dijo señalando a la chica de blanco, que no dejaba de sollozar.

- Déjala. Se ocuparán. La noche a acabado para ella….

- Pe…

- ¡Te explico luego, pero ahora  date prisa!

El gentío se agolpaba contra la puerta. Era imposible pensar que en un espacio tan pequeño como aquel servicio cupiesen tantas personas. Una vez fuera, Javi agarró a María de los hombros y le preguntó un poco mosqueado.

- ¿Me puedes explicar qué cojones…?

María no pudo aguantarse. Comenzó a partirse de risa.

- ¿Los Cazafantasmas?  Tranquilo, hombre. Son los de la limpieza. Les llaman así porque llevan unas máscaras y unas máquinas de hacer vapor… y no se qué más.

- ¡Uf! - suspiró aliviado Javi

- Son una pasada. En diez minutos, se puede comer en ese suelo. Te lo juro, no sé cómo narices lo hacen tan bien… y tan rápido. Ya te habrás dado cuenta, este no es un garito corriente. Es un club privado muy caro. Y eso es porque todo lo que ofrece es de primerísima calidad.

- Entiendo. Menudo susto me has dado.

- Y es para acojonarse. Si no sales en un minuto… se acabó la noche para ti.

- ¿Te echan?

- Aunque seas el mismísimo Papa. Te lo juro… porque me ha pasado.

- ¡Joder!

- Pero aún así, lo hacen con clase. Te llevan a unos vestuarios, te dejan ducharte y asearte. Incluso antes de llegar ya tienes tus cosas del guardarropa allí. Si no tienes ropa de calle, te proporcionan una. Incluso te piden un taxi para llevarte a casa. Y por cuenta de la casa. Así que no te preocupes por el angelito, en una hora estará durmiendo la mona.

- Necesito otro pelotazo…

- Y yo. Con tanta charla se me ha secado la garganta.

- ¿De qué te ríes?

- Ha llegado el momento, tú momento.

- ¡Horror me das!

En las profundidades de los pasillos llegaron a una zona acotada. La custodiaba un japonés que parecía un luchador de sumo. Su cara de pocos amigos y su físico alejaban a los curiosos de aquella parte de local. Era la zona Vip. María se acercó al tipo. Javi tragó saliva rezando para que su amiguita no hiciese ninguna tontería.

El hombretón la miró con cara de desprecio. Ella tenía que levantar la cabeza para aguantarle la mirada. Él levantó ligeramente el labio, mostrando sus dientes. Los ojos de ella comenzaron a tornarse vidriosos. Él frunció todavía más el ceño, cruzando los brazos. Permanecieron así durante un minuto. Él seguía  impasible. Ella… ella no aguantó más y comenzó a hacerle cosquillas en la barriga al mocetón.

- ¡No vale, no vale! Has hecho trampas.

-¿Yoooo? ¡Qué vá!

- ¿A que tú lo has visto, cariño? María me hizo cosquillitas por mi tripita…- le dijo mirando a Javi aún retorciéndose. Tenía un acento andaluz que contrastaba bastante con su aspecto oriental.

No salía de su asombro el tahúr. Aquel tiparraco perdía más aceite que un camión de cuarenta años.

- ¡Déjanos pasar, Currito! ¿Ha llegado ya?

- ¡Pues sí! ¡Y está con dos perrrrras de cuidado!

- ¡Vaya!

- Pero no te preocupes. No son nada comparado contigo

- ¡Ya veremos!

- No te preocupes por nada, reina. Si hace falta, subo yo y les tiro de los pelos. Ya sabes que yo por ti - dijo dándose dos fuertes golpes en el pecho - yo por ti.... ¡MA… TO!

Javi contuvo su risa como pudo. Después de lo del enano, no era cuestión de andarse con tonterías. Mientras subían por las escaleras el portero aún les grito

- ¡Princesa! A ver si convences al jefe. No me deja pero yo quiero cambiarme el nombre… a partir de hoy quiero ser… ¡Yasmina!

- ¡Ya te vale… Yasmina! - dijo María menando la cabeza mientras escalaba peldaños- Es de Utrera ¿sabes? Como mi madre…

A Javi le costaba asimilar lo que había visto hasta entonces. Era del todo surrealista. Goliat, un enano. Cazafantasmas, gladiadores del hogar. Y para colmo un luchador de sumo oriental marica, andaluz y maruja. ¡Y encima quería que le llamasen Yasmina!. Empezaba a pensar que nada era lo que parecía en aquel sitio.

La zona Vip era muy bastante diferente aunque sin perder su ambientación gótica. Suelo enmoquetado y reservados privados. Más iluminación y lujo. Una bonita camarera con una bandeja de canapés y copas de champagne les recibió al final de las escaleras. Vestía un corpiño, botas altas y medias. Unas graciosas orejas felinas coronaban su rubia cabellera. Ni qué decir tiene que toda su vestimenta era de color negro.

- ¡Hola María! ¿Cómo estás, cariño?

- Muy bien Estrella. ¿Cómo va la noche?

Las dos chicas se besaron tórridamente. A Javí se le puso la polla como un caballo al verlo.

- Pues algo movidita, la verdad. Es época de bodas y ya se sabe…

- Entiendo.

- ¡Huy, perdón! ¿quiere algo el señor? Coja… lo que quiera.

Javi ni reparó en los bocaditos de caviar iraní, ni en las burbujas chispeantes del mejor caldo francés, ni en las pastillas de viagra que descansaban en una bonita caja. La chica llevaba los pechos completamente al aire. Eran, sin duda, el mejor par de tetas que había visto tan de cerca en su desgraciada vida.  Y estaban, según parecía, a su entera disposición.

- ¡Hay que ver cómo sois los tíos! - rió María - ¡Anda, rica! Te aguanto la bandeja para que este cretino  te meta mano. Pero sólo un poquito, no vayas a romperlas…

- No le hagas caso. Es una envidiosa. Son naturales, aunque ella no se lo crea. Toca, toca…

Javi suspiró aliviado. Naturales o no, estaba claro que aquella camarera no tenía ninguna sorpresa escondida en su entrepierna. No pudo evitarlo, no se conformó con tocarlas, tenía que comerse aquellos melones duros y turgentes.

- ¡Hey! Parece que le gusto a tu amiguito… si queréis entro con vosotros a algún reservado… ya sabes, invita la casa.

- Gracias pero no. Otra vez será. Currito me ha dicho que Lepra ya ha llegado. Supongo que estará en su reservado.

- ¡Ahá! - contestó la rubia asintiendo con la cabeza - Pero no está solo. Está con esa pija que dice ser su novia. Y otra chavalita que no está nada mal, la verdad. Tiene unas peras - dijo mirando sonriente a Javi que seguía lamiéndole los pezones - unas peras que le volverán loco a tu amiguito

María tuvo que utilizar la violencia para conseguir que su amigo se retirase de aquel cálido pecho. Como un bebé destetado antes de hora, Javi protestó, pero el tirón de orejas de la morena fue de lo más persuasivo.

- ¡Vamos! Ya de dará más biberón otro día.

- ¡Buaaaaaa! - imitó Javi al llanto de un recién nacido. La camarera se despidió de él lanzándole un besito al aire, el tiempo que arqueaba su busto para ofrecer a su niño una buena despedida. Javi soñaría con aquel soberbio canalillo anegado por su esperma.

Se resignó a su suerte.

- Lepra…vaya nombrecito - acertó a decir.

María se sonrió. Tenía más morbo dejarle con la duda. De no ser así le hubiese explicado a su amigó la razón de aquel extraño mote. Era mucho menos escabrosa de lo que parecía. El hijo del dueño se llamaba en realidad Leonardo Prado, Lepra para los amigos.

Entraron en la estancia privada. Nada que ver con los reservados de la planta baja. Amplios, con multitud de pantallas de plasma y sofás de cuero mucho más cómodos dispuestos en círculo. En el centro una mesa redonda adornada por un centro de flores naturales y  sobre ella bandejas de los más refinados canapés y licores varios. No faltaba ni la indispensable bandejita con rayitas blancas perfectamente alineadas, pastillitas varias e incluso alguna que otra jeringuilla y los aparejos propios para ser utilizada ni infinidad de juguetes sexuales de todo tipo, tamaño y forma.

Javi no dejaba de mirar. Sobre todo al par de imponentes hembras que, desnudas a un lado del sofá se metían caña frenéticamente.  La pelirroja de tetas grandes se mordía la mano mientras la rubia de bote comía su clítoris con ansia al tiempo que le insertaba un consolador hasta lo más profundo de su ser. Ambas gemían de gusto, se notaba que no eran primerizas en eso de las relaciones lésbicas.

María en cambio no les hizo ni puto caso. Se dirigió directamente al muchacho que las miraba distraído bebiendo un botellín de agua.

- ¡Lepra!  - Gritó María con los brazos abiertos.

Al otro se le iluminó la cara. Se levantó para saludar a sus nuevos huéspedes.

- ¡María! ¡Por fin habéis llegado! Pensaba que no vendríais.

- Te presento a Javi - y girando la cabeza continuó - Javi, este es Lepra. Lepra, este es el Javi del que tanto te he hablado.

- ¡El genio de la baraja!  - le dijo cortésmente ofreciendo su mano al interpelado - María no para de hablarme de ti.

Javi estrechó aquella mano amable que le tendían. De esta forma pudo observar con mayor detenimiento al tal Lepra. Era un chico algo más joven que él, rozaría la veintena de años. Visto lo visto, sus pantalones pitillo, su camiseta negra ajustada, casi sin mangas y sus zapatillas deportivas eran de lo más normal que había visto en toda la noche. Su rostro era de lo más ambiguo; ligeramente maquillado, exceptuando sus labios completamente negros, en su bello rostro destacaba un arito que pendía de una de sus cejas.  Tenía el pelo largo y rubio que apartaba graciosamente de sus ojos claros. Javi pensó que Lepra, de haber sido hembra, hubiese resultado ser bastante atractiva. De manera instintiva le miró el paquete, recordando del porqué de su presencia en aquel lugar. Ese ligero movimiento de cabeza no pasó desapercibido a los ojos de María.

- ¿Pero qué narices pasa aquí? Oye, lepra. ¿Qué hacen aquí esa guarra y el desgraciado ese? - dijo la rubia devoradora de coños incorporándose - Se supone que tú y yo estamos juntos.

Javi la miró de reojo. Le sonaba su cara. La conocía de algo pero no acertaba a recordarla hasta que, de improviso se le vino a la cabeza. Era la novia, o por lo visto exnovia pija de su anterior compañero de piso. Por lo visto, se había cansado pronto de aquel perdedor sin interés. En cierto modo, Javi se sentía en deuda con aquella niña de papá. De no haber sido por ella, jamás hubiese entrado María en sus vidas. De no haber sido por ella jamás habría conocido a la criatura más maravillosa de este mundo.

- ¡Humo! - se limitó a decir María.

- ¿Qué? ¿Has oído a esa puta? ¡Oye asquerosa…!

- Ya la has oído - replicó Lepra sin inmutarse - ¡Largo!

- ¡Me cago en la leche! ¡La hija de mi madre no tiene por qué aguantar esto…!

- ¡Si no te vas a comerle el coño a esa yogurina  a otra parte, llamaré a Currito para que os saque de aquí a patadas…!

La rubia se puso roja de ira, pero no era tan tonta como parecía. Intentó cambiar de táctica. Su tono se tornó meloso.

- ¡Venga, Lepra! No seas malo… lo pasaremos todos muy bien… sabes que no me importa compartirte…

Lepra se encogió de hombros y sin alterarse lo más mínimo se acercó hacia un teléfono inalámbrico que descansaba sobre una mesita.

- ¡Te acordarás de esto! ¡Eres un hijo de puta! ¿Sabes?  Me voy a tirar al primero que vea…- gritaba mientras buscaba su ropa - ¡Que te den!

Y desapareció por la puerta dejando a su compañera sin saber qué hacer.

- ¿Y tu a qué esperas? Tu mamá te estará buscando por ahí - dijo María admirando la impresionante belleza de la jovencita pelirroja - ¿saben tus padres dónde te metes? Deberías estar en la cama… durmiendo… solita.

La chica agacho la cabeza y abandonó la estancia entre sollozos.

- Esa golfilla promete - María no pudo evitar expresar sus pensamientos en voz alta.

- La otra no le llega ni a la suela de los zapatos…

- ¿Es tu novia? La rubia, me refiero.

- ¡Qué mas quisiera ella! - rió Lepra

Cuando estuvieron los tres solos, se dirigió a sus invitados.

- ¿Qué queréis tomar? - se centró en María - ¿habéis probado algo ya? Dímelo no vayamos a cagarla con las mezclas…

- Sólo unos pelotazos de ron…

- ¡Y la pastilla que me diste! - intervino Javi.

- ¿Pastilla? - Lepra pareció sorprenderse. No era propio de María.

- Una de las de Esther - dijo negando con la cabeza.

- Entiendo.

Lepra no pudo más que admirar aquella cabecita tan bien amueblada. Se trataba de simples pastillas contra la tos. Un placebo para desinhibir a su amigo. La autosugestión era, sin duda, la mejor de las drogas. Cien por cien eficaz y sin efectos secundarios.

Eligió una pastilla rosa, se la puso en la boca, se colocó delante de Javi y sin  vacilar acercó su boca hacia el asustado muchacho. María le había advertido. Supuestamente era la primera vez de Javi, había que andarse con cuidado.

Javi no creía lo que estaba haciendo. Trataba de no pensar demasiado. Estaba decidido a disfrutar del momento. Con María era mejor hacerlo así.

No puso apenas resistencia. Cerró los ojos como si fuese una colegiala. Sintió la lengua del muchacho rozar la suya, depositando delicadamente la píldora sonrosada en su boca. Hasta cerró los labios ligeramente cuando notó que la serpiente intrusa abandonaba su cueva, para sentir su húmedo tacto. Tragó la gragea. Estaba dispuesto a todo.

María no tomaba drogas duras. Bebía mucho, pero sólo cuando hacía falta y jamás se le había ido la mano. De vez en cuando algún porrito pero ni siquiera fumaba regularmente. No es que no le gustaran, sencillamente no las necesitaba. No necesitaba evadirse de la realidad. No era necesario, todo en su vida era una pura mentira.

Lepra dudó un poco. Al final eligió la misma que le había dado a Toño.

- ¿Champagne?

- ¿Se puede? - preguntó Javi.

- Sin problemas. Hazme caso.

Como buscando la aprobación de una madre miró a María, que asintió tranquila.

Después de un par de copas la cosa se animó de nuevo.

- Se me ha ocurrido una idea. - dijo María desnudándose como por arte de magia - Seré vuestra copa… bebed de mis pechos…

Se colocó a horcajadas sobre Javi. Se volvía loco tan sólo con el roce de su piel.  Comenzó a derramar el licor sobre su cuerpo. Los chicos degustaban el néctar, los aritos de los pezones no hacía más que acentuar las sensaciones de los componentes de trío. En el fragor de la batalla, las dos lenguas se centraron en el mismo seno. La confrontación era inevitable, Acabaron ambas lenguas enroscadas la una con la otra.

María observó satisfecha su obra. Aquello iba por buen camino. Desmontó a Javi y siguió con su plan.  Poco a poco, los tres comenzaron a quitarse la ropa los unos a los otros. Se besaban entre ellos lujuriosamente al tiempo que las manos tocaban ansiosos zonas prohibidas. Al principio Javi se centraba en María, pero poco a poco se iba recreando en la anatomía de Lepra.  La chica era la más lanzada  así que comenzó a pajear a los dos jóvenes. Para facilitar su trabajo, se arrodilló en el suelo. Ellos permanecían sentados, sin parar de besarse profundamente.

No era la primera vez que Lepra y Maria compartían un primerizo, así que sabían los pasos a seguir para no asustar a la presa. La mano del chico sustituyó a la de ella. Javi ni siquiera se dio cuenta de que una mano de hombre era la que buceaba en su entrepierna, subiendo y bajando su prepucio de manera lenta y magistral.

María esperaba paciente a que el movimiento cesase y abarcar en su boca el pene de su compañero de piso. Estaba muy tranquila. Sabía que aquello iba para largo. La pastillita rosa era un retardante sexual, justo lo que un sobreexcitado Javi necesitaba. El chico estaba en la gloria, y su placer no disminuyó lo más mínimo cuando sintió que Lepra descendía su lengua por su torso, traspasaba su abdomen y mamaba su verga sin descanso. Comprobó una verdad tan grande como obvia, una buena mamada es una buena mamada, independientemente del sexo del que la realice.

Lepra no era egoísta, dejaba que María disfrutase de aquel rabo. Los dos se alternaban a la hora de dar placer a Javi, como buenos amigos.

En un momento dado, los ojos de Lepra y María se encontraron. Ella asintió. Había que tensar la cuerda un poquito más. Lepra dejó que María continuase con la tarea.  Él tenía otra misión en todo aquello. Lentamente, se puso de píe sobre el sofá, blandiendo su estoque, acercándolo peligrosamente a la boca del jugador de cartas. Le dio unos toquecitos en los labios.

- ¡Chupa!

 Era más que evidente lo que pretendía. Javi observó lo que se le venía encima, tenía una pinta estupenda sin llegar a ser lo de Toño. Se rindió a sus instintos, nada le apetecía más que meterse aquel trozo de carne en la boca.

Lepra se sorprendió gratamente. María estaba equivocada, aquel chico no era primerizo. No era el primer rabo que se comía. De no haber estado ocupada, ella misma se hubiese dado cuenta de eso.

Permanecieron los tres enlazados, dándose gusto al cuerpo, de manera sensual y placentera, delicada y sutil. Javi lo hizo tan bien que Lepra, a pesar de la pastilla, a punto estuvo de correrse. Nada hubiese hecho más feliz al muchacho, recibir en su estómago de nuevo el esperma de otro macho.

María tenía otros planes, otro lugar dónde derramar la esencia de Lepra.

La chica se abrió de piernas, tumbada sobre la mesa. No le importó derramar las bandejas, no era el momento de entretenerse con minucias.

- ¡Métemela, Javi! No puedo más. ¡Quiero que me folles, joder!

Si no podía tragar semen, no se le ocurría al interpelado mejor alternativa. Se sorprendía de sí mismo. Estaba en plena forma. Cualquier otro día se hubiese corrido hacía rato.

Se acercó al coño babeante que le ofrecía su amiga. Era preciosa y en esa postura, todavía más. Le agarró de las rodillas, separándolas más si cabe y penetró su ser duramente sin vacilar. Por muchas veces que lo hubiese hecho jamás dejaba de proporcionarle nuevas sensaciones.

Lepra se situó a su espalda y comenzó a lamerle el cuello. Acariciaba los costados de Javi sin prisa, acercándose poco a poco hasta pegar sus cuerpos piel con piel.

María alcanzó el orgasmo, ver a dos chicos tocándose le excitaba muchísimo. El momento que tanto ansiaba estaba a punto de llegar. La penetración de Javi era inminente.

Lepra era un experto en desflorar anos masculinos. A pesar de su juventud, había disfrutado de bastantes de ellos. Por un puñado de pastillas aquellos chavales eran capaces de cualquier cosa. Esta vez era diferente, así que lo hizo con suma delicadeza. Entre los juguetitos sexuales había botes de lubricante.  Derramó el contenido de uno de ellos generosamente sobre su ariete.  Jugueteó con sus dedos pringosos con la entrada trasera de Javi. No quiso profundizar demasiado, no fuera que se alarmase y se asustase. Decididamente agarró su verga y la dirigió al esfínter. Había llegado el momento.

María abrió los ojos, fijó la mirada en la cara de su amigo. Le gustaba ver la expresión del  rostro de los muchachos cuando perdían la virginidad. Esa mezcla de dolor, placer y sorpresa le excitaban casi tanto como cuando recibía una buena bofetada.

Javi alzó la cabeza cuando sintió el fuego que lo traspasaba. Había cruzado la frontera. Ya no había vuelta atrás. Otro hombre se lo estaba follando. Lepra imponía el ritmo. Primero, lento para que Javi se fuese acostumbrando, pero poco a poco la enculada se tornó frenética, salvaje, desbocada.  Los tres sudaban bastante, la actividad física era evidente.

Como si de los tenores se tratasen, emitieron un grito de triunfo. La victoria del placer frente a los tabúes establecidos. El triple orgasmo soñado y pocas veces conseguido. Se derrumbaron los tres en el suelo, entre risas y comentarios soeces.

- ¡Menudo polvo!

- Ha… ha sido increíble.

- Vaya culito que tienes…

- Pensaba… pensaba que iba a dolerme más…

- Espero que te falten muchas asignaturas por aprobar…

Media hora después María abandonó el reservado. Los dos chicos seguían comiéndose las pollas, allí ella no pintaba nada.  Ni siquiera recogió su ropa, no quería interrumpirles. En el vestíbulo, desnuda y feliz observó como su amiga la camarera la saludaba. Un hombre con los pantalones en los tobillos se la estaba cepillando contra la pared del fondo. Era el pan de cada día. Las camareras y camareros de la zona Vip eran los mejor remunerados, se ganaban su sueldo a pulso.

Se dirigió a una puerta de servicio. De uso exclusivo para los empleados.  Saludó a un par de guardas de seguridad que encontró por el camino y  entró en la sala de personal del local.  Allí todo era diferente. Muy luminoso y funcional. Allí se maquillaban los actores y el director de escena consultaba los detalles con los actores, responsables de seguridad de incógnito y camareros. 

- ¡Hola María! ¿Cómo va la noche?

- ¡Perfecta!

- ¿Sales pronto al escenario?

- Dentro de un rato, en una hora, creo.

- ¡Media! - dijo alguien - Casi tengo que mandar al ejército a buscarte…

- Lo siento, estaba con Lepra.

- Entiendo. Nosotros ya hemos acabado por hoy.

- Y tu marido.

- Ahí detrás, dándole el biberón al nene.

María le sonrió. La pareja de “gemelos” no parecían tan feroces a la luz de los focos. Sin el postizo que ocultaba su corta melena, las lentillas de color rojo ni la dentadura también postiza resultaban ser de lo más convencionales.  En realidad eran pareja e incluso habían sido padres hacía cuatro meses de un precioso niño.

- Menudo escándalo esta noche.

- Ni me he enterado. ¿Qué ha pasado?

- Un japonés gilipollas. Se creía que lo de la sangre iba en serio. Ha caído redondo de la impresión.

- ¡No jodas!

- Te lo juro…

- La Ninfa es muy buena… chilla como si en verdad la estuviesen matando. Y por cierto, ¿dónde está?

- Ahí dentro. Haciendo las “paces” con Pedro, el jefe de seguridad. Desde que le rompe el culito… ya no se pelean tanto.

- ¡Valiente cretino!

- Ya te digo.

- Bueno, yo me largo - dijo un espigado con acento extranjero. Sufría esa extraña enfermedad que hace que todo su cuerpo careciese de vello. Sonriente, su sien brillaba como una bombilla. Si bien su aspecto era extremadamente delgado, distaba bastante del anciano moribundo que solía interpretar.

- ¡Hasta luego, Hans!

María comenzó a prepararse.

- ¿Estás segura que quieres hacerlo? - le dijo en director de escena.

- Tú búscame a alguien que tenga ganas y no le dé vergüenza hacerlo en público. No habrá problemas.

- ¿Seguro?

- Tranquilo. Lo he hecho muchas veces.

El hombre se encogió de hombros y preguntó al resto de los actores.

- ¡Un momento a todos! Un momento. Es importante. ¿Alguien tiene ganas de…?

- ¡Cagar! - le ayudó María mientras se maquillaba - Al que se anime, le doy la mitad de mi paga de hoy…

- ¡Yo mismo! - dijo alguien al fondo - ¿En serio te la tragas?

- Ya lo comprobarás enseguida.

La gemela negó con la cabeza. Ni ella misma se atrevía a hacerlo. Y ni mucho menos en el escenario principal, delante de tanta gente.

- No te preocupes - la tranquilizó María - está todo controlado, ¿quién está ahora actuando?

La otra miró por una cristalera, a través de ella se divisaba el escenario claramente.

- Está el chico ese… el nuevo. Tiene una buena tranca.

- Y no sólo eso - intervino María - hay que ser muy ágil para chuparse la polla uno mismo…

- Y estar un poco salido…

- ¡Mira quién habla! La monja…

Las dos esbozaron una sonrisa. Había que estar un poco enfermo o estar muy necesitado para trabajar en aquel garito.

María se percató de otro detalle. La puerta del despacho del jefe estaba cerrada. Como leyendo su mente la otra le dijo.

- El jefe está haciendo una entrevista de trabajo a una chica. Lo cierto es que currículum no le falta a la chica esa…

- No me lo digas. Pelirroja y con una tetas…

- Tremendas. ¿Eres adivina o qué?

- Como no ha podido con el hijo… se lo monta con el padre - murmuró María.

-¿Cómo dices?

- Nada, nada. Cosas mías.

Goliat apareció por una puerta. Se estaba llevando a la boca un bocadillo casi tan grande como su brazo. A María se le iluminó la cara.

- ¡Goliat! ¡Cariño!...¡Qué ganas tenia de verte! - se acercó al enano y comenzó a besarle.

- ¡Parar, parar! No dejar comer…

- Goliat, mi vida. Necesito pedirte algo, algo muy pero que muy especial.

El hombre era pequeño, pero no tonto. Mostró sus dientes de oro a la chica.

- ¿A quién matar Goliat?