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Un amor inesperado VIII

en Lésbicos

Bajé a la cocina a recoger lo que había ensuciado.

De todas las habitaciones, es aquí de donde no quieres salir, es increíble-bromeó-yo sólo reí.

Ya terminé. Quería dejar todo como estaba.

Lo sé, pero deja eso-decía mientras se apoyaba en el marco de la puerta y cruzaba sus brazos- Eres mi novia no mi sirvienta. Al escuchar sus palabras no pude evitar ruborizarme, y ella lo notó.

¿Por qué te sonrojas? Sólo digo la verdad. Me encanta decir que eres mi novia. Mi mundo. Mi todo.

Y a mí me encanta escucharte decirlo-contesté mientras me recostaba del mesón. Y bien, ¿Qué quieres hacer?-pregunté-

Si digo que quiero quedarme todo el día en la cama-decía mientras se acercaba a mi poco, sin dejar de mirarme- y ver películas contigo-continuó-, ¿Aceptarías?

Con mucho gusto, acepto-contesté mientras colocaba mis manos en su cintura y me acercaba a ella-

Perfecto, entonces eso haremos.

No pude evitar soltar una carcajada.

¿Qué sucede?

Nada, sólo que como te dije, disfruto cada minuto que paso contigo y podría acostumbrarme a ello. Ella sólo se limitó a decir.

Vamos arriba- mientras rozaba mi nariz con la suya para luego besarme en la frente-pero antes debes preparar unas cotufas y algo para picar-agregó.

Me parece bien.

Se dirigió al gabinete y sacó varios sobres de cotufas y las metió en el microondas. Mientras esperábamos que estuvieran listas, solo nos dedicábamos miradas y sonrisas. Eso me encantaba, nuestra complicidad. Esos ojos cafés que me decían mil cosas, esos labios perfectos y esa sonrisa; no podía resistirme a esa sonrisa. Hasta que dije finalmente.

¿Y quién te llamó?-noté como se tensaba un poco al oír mis palabras.

Era William, mi socio.

Ahhhhhh ¿Y era algo importante?

De eso quería hablarte-dijo, su expresión cambió por completo y su tono era serio-Llamó para informarme que lo contactó, gracias a un colega, un posible cliente, presidente de una empresa transnacional muy importante y quiere comenzar una sucursal en el país. Y necesita asesoría legal, lo cual es algo muy bueno para nosotros…

¿Pero?-pregunté sin dejarla terminar-.

Debo viajar.

¿A dónde?-pregunte enseguida-.

A la capital-al escuchar sus palabras un nudo se formó en mi estómago. Después de todo lo que habíamos pasado, me sale con esto. Sé que suena egoísta, pero evidentemente ahora que estábamos tan cerca, no quería que se fuera, no quería separarme de ella. En un instante saqué la cuenta, nos separarían aproximadamente unas 5 horas en auto y 2 en avión.

¿Por qué siento que hay algo más?-pregunté en un tono un poco seco.

Debo estar allá por tres meses. Lo siento, sé que es mucho tiempo ahora que estamos tan bien y yo no me quiero separar de ti. Pero es algo muy importante para mí y debo hacerlo.

O sea ¿Qué ya tomaste una decisión? ¿Ni siquiera pensaste en cómo me sentiría?

Daniela, créeme que te entiendo y la verdad no pensé que avanzaríamos tanto en tan poco tiempo, por favor entiéndeme-mientras decía esto me tomaba de las manos-.

Sabes qué…- no terminé la frase, me zafé de sus manos, me dirigí a su habitación, tranqué la puerta y rompí a llorar encima de la cama. Ella subió de tras de mí, pero no la dejé entrar.

Daniela, por favor. Ábreme. No te pongas así. Sabes que me parte el alma hacerte sentir mal. Abre la puerta para que podamos hablar, ¿Sí? Mi vida, por favor. No pensé que te afectaría tanto…

Me levanté de la cama, sequé mis lágrimas y me dirigí a abrirle la puerta.

¿Cuándo debes irte?-pregunté al instante-.

En una semana-respondió-al escuchar su respuesta cerré mis ojos, le di la espalda y me acercaba poco a poco a la ventana. Ella se acercó a mí y me abrazó desde atrás.

Escucha… Sé que estaré fuera más tiempo del que me gustaría, pero estoy convencida de que puede funcionar. Prometo llamarte todos los días, estaré pendiente. Por favor mírame-agregó- mientras se colocaba al frente de mí y sostenía mi cara con sus manos. Te pediría que vinieras conmigo, pero es algo muy egoísta de mi parte. Tú tienes tu trabajo aquí y lo respeto. Te amo-al escuchar esa frase salir de su boca mi mundo cambio por completo, la manera en que lo dijo, no lo hacía por ser condescendiente, lo decía de verdad, sus palabras retumbaban en mi mente “Te amo”. Pero aún así era un mal momento para decirlo. Si me amaba no debía alejarse, debía quedarse aquí, conmigo.-y estoy segura de eso, y creo que esto puede fortalecer nuestra relación, velo como algo positivo-yo seguía sin articular palabra alguna.

Yo sólo me limité a abrazarla y ella correspondió a mi abrazo y ese momento fue perfecto.

Por favor, dime algo-suplicó-sin dejar de abrazarme.

Yo la alejé de mí poco a poco. Está bien-pronuncié-es por tu carrera lo entiendo y lo respeto.

Me besó- fue un beso cálido, de esos que solo ella sabe cómo darme, se detuvo para separarse y susurró-Gracias y me besó en la frente.

¿Qué quieres hacer?-le pregunté-

Lo que tú quieras-respondí-

¿Quieres salir un rato? ¿Dar un paseo? ¿Ir al cine?-la verdad era que no, solo quería quedarme ahí con ella. Abrazarla hasta quedarme dormida en sus brazos y que no me importara nada más.

No, sólo quedémonos aquí. Acuéstate conmigo. Abrázame fuerte…

Llegado el lunes, fui a la agencia, tenía una sesión muy importante y no podía faltar. Eran las 9:00 a.m. y Verónica aún no llegaba, empezaba a preocuparme. Verónica podía ser muchas cosas, pero impuntual no era una de ellas.

¡Aquí estoy, aquí estoy! No me extrañes más, cuelga ese teléfono-la escuché decir-.

¿Por qué llegas tarde? Te dije que la sesión iniciaba a las 8:00 a.m.-le dije algo molesta por su retardo.

¡Uy pero que genio!, y yo que pensaba que este fin de semana te sentaría de maravilla.

Aún espero tu respuesta-insistí-

Lo siento, se me hizo un poco tarde. No la conoces…

Yo reí. Lo supuse-contesté-ponte a trabajar- le ordené.

Cuéntame cómo estuvo tu fin de semana, vamos quiero detalles-dijo en tono divertido Verónica.

Horrible-respondí decepcionada.

¿Qué?-preguntó horrorizada-¿Por qué? No me digas que se pelearon de nuevo, por favor.

No, ojalá hubiese sido eso. Se va Vero.-dije finalmente-.

¿Se va? ¿Quién? No te entiendo Daniela. Explícate de una vez.

Es Fabiola. Debe hacer un viaje, por tres meses a la capital. Es importante para ella, para su trabajo y debo respetar su decisión.

Y supongo que no quieres que se vaya.

No Vero, no quiero-dije mientras mi voz se cortaba-ahora estamos de maravilla y debemos alejarnos, y no es por un día, dos o una semana, son tres meses. Para mí es mucho tiempo. Sé que antes estuvimos separadas por muchas cosas, pero ella estaba aquí en el mismo código postal.

¿Y ella que te dijo?

Que debía ver lo positivo de esto. Ella está convencida de que ese tiempo puede fortalecernos. Y que me llamará todos los días.

¿Y tú no lo crees así? ¿No confías en ella?

Sí, confío en ella con mi vida. Pero no eso Vero, no se trata de confianza. Se trata de que, siento que no podré estar sin ella tanto tiempo. Ahora no. Ahora la necesito conmigo, mañana, tarde y noche.

Entiendo Dani, pero debes entenderla. Ella tiene razón, ese viaje podría fortalecer su relación. Y si es algo importante con más razón. Tú harías lo mismo en su lugar si se tratará de tu trabajo. El amor es libertad.

Tiene razón, debo ser fuerte. Ella dijo que me llamaría todos los días. Sólo deseo que el tiempo pase rápido.

Oye ¿Y si le haces una despedida?

¿Una despedida? No creo que tenga tiempo. Tengo mucho trabajo y ella debe finiquitar lo del viaje. Además dudo mucho de que quiera una fiesta en estos momentos.

No me estas entiendo Dani. Me refiero a una despedida entre ustedes dos… A solas. Ya sabes.-al escuchar sus palabras no pude evitar ruborizarme-.

Aún no hemos hecho el amor-dije-.

¿Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?-

¿Me puedes explicar cómo es eso posible? Y este fin que se supone que hicieron.

Es que quería esperar, estar segura.

Alicia te dejó bien tocada no-bromeó, yo sólo sonreí-.

Alicia no es ni la mitad de mujer que es Fabiola. Aunque si te soy sincera hubo un momento en que la estaba besando y quería hacerlo con ella ahí mismo, pero me detuvo. Y creo que fue lo mejor.

¡Ahhhhhh! Pero si quieres estar con ella. Es más toma-Verónica sacó unas llaves y me las dió-estas son las llaves de una casa que me regalo mi padre. Queda cerca de la playa, es un townhouse. Llévala allí y hagan lo que quieran.

¿Estás segura?

Sí, claro. Eres mi mejor amiga y ya es hora de que estés con tu chica. Además yo no he tenido tiempo de visitar la casa. Me dices que te parece. Ah! y quiero detalles, sabes a lo que me refiero.

Gracias, Vero eres la mejor-decía mientras la abrazaba-.   

Lo sé. Ahora hay que trabajar.

Sí, tienes razón.

El día transcurrió rápido. No veía la hora de regresar al departamento para ver a Fabiola y plantearle lo de la “despedida”. Ya la extrañaba y sólo había pasado un día sin verla. Mi celular sonó.

Hola.

Hola, mi vida. ¿Quieres que vaya a buscarte?

Sí, te espero.

Ok, voy saliendo para allá.

Termine de recoger algunas cosas en el set. Verónica se había ido temprano. Me dirigí a la recepción a esperar a Fabiola. No tardó en llegar.

¿Cómo estás?-preguntaba a medida que me subía al coche.

Bien cariño y ¿tú?

Mucho mejor ahora-respondió mientras besaba mi mejilla.-nos pusimos en marcha.-

¿Te importa si me quedo contigo está noche?

En absoluto. ¿Y a que debo ese placer?

Necesito hablarte de algo. ¿Y que tal estuvo tu día?

Estuvo bien. Aún me falta arreglar algunas cosas pero creo que mañana termino.

Ah me parece perfecto entonces.

¿Y de que quieres hablar? ¿Estamos bien, no?

Estamos perfectamente-dije mientras abría la puerta para bajarme del coche, habíamos llegado a su departamento.

¿Segura?-preguntó intrigada-. Mientras se bajaba del coche.

Sí, no te preocupes. Ven aquí, apresúrate que tengo frío-dirigí mi mano hacía ella y la tomó.

Está bien, vamos. Entramos al departamento. Y no esperó ni dos minutos.

¿De qué quieres hablar?

Te tengo una propuesta.-dije mientras me dirigía a la cocina para buscar unas copas de vino.

¿Sí? ¿Sobre qué?

¿Existe la posibilidad de que puedas terminar todo el trámite para tu viaje antes del viernes?

Sí creo que sí. De hecho como te dije mañana terminaré algunas cosas y estaré libre esos días para hacer las maletas y otras cosas. ¿Por qué?

Verónica me dio las llaves de una casa que su padre le obsequió y quiere que la usemos este fin.

¿Y tú estás de acuerdo?

Por supuesto-respondí con más emoción de la que me gustaría admitir-.

Entonces me parece bien. ¿Y dónde queda?

Cerca de la playa.

Maravilloso. Que mejor despedida que esa-al escuchar sus palabras no pude evitar reírme, recordé las palabras de Verónica.

Cenamos amenamente. Charlamos y reímos. Nos besamos. Y nos fuimos a dormir.

La semana transcurrió con normalidad. Ansiaba tanto que llegara el viernes.

¿Estás lista?-pregunté-

Sí, dame un momento.

La playa quedaba a una hora, pero aún así decidí vendarle los ojos, se que sería mucho tiempo, pero quería hacerlo.

Lista, ¿nos vamos? Llevaba un short y una camiseta, lucía hermosa.

Sí. Pero antes debes ponerte esto, saqué el pañuelo y se lo di.

¿En serio?-preguntó.

Sí. No quiero negativas.

Está bien-me di la vuelta y vendé sus ojos.-ahora sí, estamos listas-tomé su mano y fuimos hasta el coche.

Empecé a conducir. Era un día maravilloso.

Fabiola se veía impaciente, pero no me lo decía sin embargo, buscaba distintos temas de conversación. Hasta que dijo.

¿Cuánto falta Daniela? La curiosidad me está matando. Ya quiero llegar.

Tranquila, no seas impaciente-dije-

No me has respondido-.

Faltan 10 minutos.

Está bien.

Llegamos a la dirección que me había entregado Verónica, aparqué y nos bajamos del auto. Alcancé a Fabiola para ayudarla a bajarse. Hizo un movimiento para quitarse la venda.

Aún no-dije-. Ella no contestó, la tomé de la mano y entramos.

Le quité la venda.

¡Guao! Que casa tan espectacular. Te luciste.

No pude evitar reírme y sonrojarme con su comentario.

Es fabulosa-alcancé a decir-.

Bajaré las cosas del auto-dijo mientras salía-.

Está bien-contesté- y fui repasando cada detalle de la casa. Era el sitio perfecto.

Listo-la escuche decir-.Oye Daniela se que acabamos de llegar y todo es perfecto, pero te importaría si duermo un rato. La verdad me siento muy cansada.

Sí, lo entiendo. Está bien. Yo haré algunas cosas. La besé y se alejó en búsqueda de un cuarto.

Llegamos a la casa a las 4:00 p.m., al ver la piscina no pude evitar las ganas de querer sumergirme en ella, ya había oscurecido. Y Fabiola aún dormía. Me coloqué el traje de baño y fui a la alberca. Comencé a flotar y empezaba a relajarme. Y de repente sentí como alguien movía el agua. Era Fabiola.

Hola dormilona.

Ella se sonrojó un poco.- ¿Dormí demasiado? Lo siento. Sé que vinimos a disfrutar. Te traje algo, espero te guste. Acercó a mí un vaso lleno con una sustancia color rosa. Probé un poco.

Mmm, está bueno-dije-.

Me alegro que te guste.

¿Por qué no vienes aquí conmigo?-yo me encontraba recostada en una de las paredes de la piscina. Cerré los ojos por un instante y sentí como se zambullía.

Se acercó a mí por debajo del agua, subió y me besó. Disfrutaba cada uno de sus besos, como me tocaba al hacerlo, sentir sus dedos recorrer mi cuerpo pacientemente como si lo explorara, poco a poco. Sus caricias generaban en mí una sensación que no sabía cómo describir, sólo tenía muy claro que era ella quien podía estremecerme de esa manera tan intensa.

¿Por qué no subimos?-sugerí sin aliento-con el poco tiempo que dejaba mis labios libres para poder articular alguna palabra hasta completar la frase. Yo rodeaba su cuello con mis brazos estábamos muy cerca, sentía el roce de sus pezones contra los míos, su respiración estaba un poco agitada. Ambas sabíamos lo que estaba pasando con nuestros cuerpos, sabíamos lo que ocurriría una vez que llegáramos a la habitación. Sabíamos que había llegado el momento de estar juntas, de hacer el amor, de tener sexo… Finalmente ella se limitó a sentir.

Salimos de la piscina, nos secamos un poco, y subimos. Yo me quité el traje de baño, allí mismo le extendí mi mano y ella la tomó. Pude ver de reojo que esbozaba una sonrisa de satisfacción y picardía. Estábamos frente a la habitación…

Espera-dijo-mientras jalaba de mi mano-.

¿Qué sucede?-pregunté-

¿Sabes lo que viene después que entremos?

Sí-contesté muy segura-y en un tono en el que ella también lo sintiera así.

Y ¿Sabes también que no podré detenerme?

Esa es la parte que más me gusta-contesté mientras sonreía-me acerqué a ella de nuevo y la besé. Correspondió a mi beso. Nuestras bocas encajaron a la perfección. Ella me complementaba totalmente. Entramos a la habitación sin dejar de besarnos, lentamente sin presiones. Teníamos esa noche y dos días para amarnos, para saciarnos la una de la otra. Ella se iría y aunque sabía que no era para siempre quería estar con ella, desde el “incidente” que me confirmó que la deseaba, no podía dejar de pensar en ella. Quería contemplar su cuerpo, recorrerlo, sentir sus labios recorrer el mío. Mi cuerpo estaba a punto de estallar y solo ella sabía cómo satisfacerme.

Le quité la toalla que cubría su cuerpo sin dejar de besarnos. Me separé por un instante y mis ojos quedaron extasiados ante tal escena. Su cuerpo era perfecto. Sus senos tan maravillosos, solo pensaba en saborearlos. Ese abdomen perfectamente definido sin caer en exageraciones. Sus piernas torneadas, parecían pintadas por los dioses. Ella volvió a besarme mientras tomaba mi rostro con sus manos y yo opté por acariciarla poco a poco, pasé mis dedos por su espalda y la sentí estremecerse. No pude evitar apretar sus glúteos, era malditamente perfectos, al sentir mi apretón ella solo se rió; lo estaba disfrutando igual o más que yo.

Al darme cuenta estábamos cerca de la cama y me acomodé en ella.

Fabiola subía lentamente. Yo hice un gesto para quitar la toalla que cubría mi cuerpo.

No, espera. Déjame a mí hacerlo. Por favor-dijo suplicante-.

Está bien-respondí-

Ella acercó su boca, mordió la toalla y la apartó de mi cuerpo. De sus ojos brotaba un brillo intenso.

Eres perfecta-musitó-

Yo no respondí. Sólo la miraba.

Me acomodó en la cama y se colocó encima de mí. Empezó a besarme de nuevo pero esta vez fue un poco más pasional, con un de sus manos sostuvo mis muñecas y con la otra agarró mi quijada y dirigió mi boca a la suya. Su lengua jugaba con la mía de una manera exquisita, yo podía sentir claramente como empezaba a mojarme.

Me soltó y bajo por mi cuello succionándolo, lamiéndolo, besándolo, mordiéndolo y acariciándolo. Yo me limitaba a apretar sus cabellos. Cuando sentía su lengua sobre mi cuerpo, todo él se erizaba. Y ella disfrutaba eso.

Bajó hasta mis clavículas y las besó. Sus manos recorrían mis piernas, acariciándolas muy suavemente, hacía todo con una lentitud impresionante. Me estaba provocando, quería desesperarme y lo estaba logrando. Me estaba desesperando quería sentirla dentro de mí.

Llegó a mis senos. Los contempló por un instante.

Delicioso manjar-dijo-

Yo sólo reí, mientras cerraba los ojos.

Al sentir el roce de su lengua en mis pezones no pude evitar encorvarme. Ella me calmó.

Tranquila, relájate. Déjate llevar.

Me limité a asentir, no sé si ella lo noto. Lo siento-agregué finalmente.

Los mordía y chupaba de una forma mágica. Por un momento pensé que lograría hacerme acabar. Pero pude aguantarme. Cuando creía que bajaría por mi abdomen, me sorprendió. Subió nuevamente y me besó. Y nos fundimos otra vez, en un beso. Esta vez chupó mi lengua y fue excitante.

Bajó a mis muslos. Los acariciaba, besaba, chupaba, mordía y lamía. Mi cuerpo iba a estallar. Quería suplicarle que llegara a mi sexo, que se apoderara de él, pero esas ganas eran iguales a querer sentirla en todo mi cuerpo. En ese instante me pregunté a mi misma, porque esperé hasta ese día, a que se fuera…

Acariciaba mi abdomen y yo sus brazos. Hasta que sentí que se detuvo.

¿Qué sucede?-pregunté intrigada-

Shhhhhh-y puso un dedo sobre mis labios sin siquiera mirarme. Y pude percatarme de que estaba mirando mi sexo como si estuviera hipnotizada, era como si esperaba autorización o no sé que…

Es tuyo-dije.

Quiero disfrutarlo-dijo.

Y se sumergió en él. Sentía su lengua recorrerlo poco a poco, de arriba a abajo. Me embriagaba con cada lamida. Era como si supiera tocarme en el punto exacto, en el momento exacto.

Comenzó a succionarlo, y sentí como se empapaba de mis fluidos. Esta vez jalaba sus cabellos y a ella parecía no importarle.

Lo hacía con tanta delicadeza y al mismo tiempo parecía devorarlo como un animal hambriento.

No quería que parara por nada del mundo. Abrió mis piernas un poco más y yo cedí. Mis gemidos no eran normales. Quería gritar su nombre. Quería gritarle que no se detuviera. Que me hiciera suya, para siempre.

Y la sentí. Esa lengua que me volvía loca y que pensaba que no podía volverme más loca, finalmente lo hizo. Sentí como la introducía en mi sexo. Me embestía con su lengua, una y otra vez sin parar, creí poderme aguantar pero no. Sólo con su lengua me hizo tocar el cielo. Me cuerpo se estremeció de una manera que no creí posible.

Mi cuerpo estaba tenso y relajado al mismo tiempo. Quería más de ella.

Subió por mi abdomen. Nuestras miradas se encontraron y reímos. Creo que yo me ruboricé un poco.

Eres exquisita-susurró en mi oído-

Y sus palabras me hicieron vibrar. Tome su rostro y la besé. Esta vez fui yo quien succionó su lengua.

Acaricié sus pechos sin dejar de besarla. Estaban tan duros. Le supliqué que me dejara besarlos.

Espera-dijo mientras me miraba-aun no termino-agregó finalmente.

Con su mano empezó a acariciar mi clítoris. Estaba muy mojada. Introdujo un dedo, no pude evitar dar un respingo pero creo que ella no se dio cuenta, lo movía de una forma que me hacía enloquecer. Ella estaba encima de mí besándome, jugando con mi lengua. No pude evitar clavar mis uñas en su espalda. Fabiola Galván sabía exactamente lo que me gustaba.

Introdujo otro dedo, dejó de besarme y bajó.

Mientras me penetraba con sus dedos, su lengua y su boca no dejaban de recorrer mi clítoris. Lo disfrutaba, pero sentía que moría mi cuerpo quería más y más, quería saciarme de ella.

Hicimos el amor toda la noche…

Eran sus besos, sus caricias, su cuerpo lo que tanto necesitaba. Ella era lo que estaba esperando.

La tumbe sobre la cama. Nos besamos y ella recorría mi cuerpo con sus manos.

Llegué a sus senos y me sumergí en ellos. Eran perfectos. Después de su lengua y su boca, esa era mi parte favorita de su cuerpo.

Ella sostenía, con una mano, el copete de la cama y con la otra mi cabeza.

Daniela, no te detengas-le escuche decir entre jadeos-.

Mientras me perdía en sus senos, acariciaba su sexo. Estaba muy mojada. Y eso me volvió loca. Decidí entonces, introducir mis dedos dentro de ella y su cuerpo se encorvó.

Gimió de placer.

No te detengas-repitió de nuevo-

Comencé a moverme más rápido. Pero esta vez la mano que sostenía mi cabeza, la colocó en mi sexo y comenzó a masturbarme.

Ambas gritamos y gemimos de placer. Fue la mejor noche de mi vida.

Me tumbe sobre ella con los ojos cerrados. Sentí como besaba mi cabeza tiernamente.

Necesito agua-dije finalmente-

Y las dos reímos al mismo tiempo.

Déjame buscarla-se ofreció-yo no quería que se fuera. Se levantó de la cama. Y fue por el agua. Minutos más tarde entro en la habitación con una jarra de agua, dos vasos, crema batida y sirope de chocolate. Al verla tenía esa sonrisa pícara en su rostro.

Y bien ¿Qué te parece?-preguntó mientras me acercaba el vaso con agua.

Yo solté una carcajada y respondí.

Nunca he empleado esas cosas.

No importa, yo te enseñaré-dijo mientras alejaba el vaso vacío de mi mano y se metía en la cama, sin parar de besarme…

No tengo palabras para describir lo que pasó después. Esa noche definitivamente fue mágica. Hacer el amor con Fabiola, tener sexo con ella; era simplemente, como viajar a otro mundo.

Su abrazo me sacó de mis pensamientos. Estábamos acurrucadas en la cama.

¿Estás bien?-preguntó-

De maravilla-contesté-mientras me volteaba hacía ella.

¿Lo disfrutaste?

Quedé fascinada. De hecho se me ocurrieron otras cosas que podríamos intentar con el chocolate.

Ella se rió. Yo encantada-respondió finalmente. Se separó de mí y se levantó de la cama. Contemplar su cuerpo desnudo era gratificante. Es hermoso.

¿A dónde vas?-pregunté extrañada-

A bañarme-dijo ella-

¿Sola?-pregunté-

¿Me quieres acompañar?-decía mientras se acercaba para besarme.

Ya que insistes-dije bromeando-

Ven aquí. Sin darme cuenta me levantó de la cama y me llevó a la tina con ella.

¿Qué quieres hacer hoy?-pregunté-

Estábamos jugando con la espuma. Ella estaba recostada y yo tumbada sobre ella.

No lo sé, lo que tú quieras. Recuerda que tú me invitaste-dijo-Deberías tener un plan de actividades-agregó bromeando-

La verdad es que no lo había pensado-respondí entre risas-.

Aunque pensándolo bien. Hay algo que me gustaría hacer en este momento-mientras pronunciaba esas palabras sentí como susurraba en mi oído.

¿Y que será?-pregunté intrigada-

Esto-dijo- sin dejar de susurrar en mí oído-empezó a acariciar mi sexo con una de sus manos, mientras que con el otro brazo me rodeó el pecho.

Chupaba mi lóbulo. Y eso me excitó. Me masturbaba, el calor recorría mi cuerpo, sin importar que estuviéramos en la tina. Mi cuerpo estaba a punto de estallar… Y sin más, se detuvo…

Pero no sé si estés de acuerdo-dijo, mientras paraba-definitivamente esta mujer sabía cómo hacerme enloquecer.

Que mala eres-respondí mientras me levantaba de la tina-.

Ven aquí-me jaló hacia ella y nos fundimos en un beso-Yo quedé sentada encima de ella.

Sentí nuevamente como su mano se abría paso entre mis piernas. Y sin previo aviso introdujo sus dedos dentro de mí. Era un vaivén, yo movía mi cuerpo y ella sus dedos en un mismo compás. Sin dejar de besarnos.

Me corrí ahí en la tina. Mientras ella besaba mi cuello y sus dedos jugaban por última vez con mi sexo.

No quedamos abrazadas un rato.

Te amo-dije

Te amo-recibí en respuesta.

Salimos de la tina y entramos a la ducha para enjuagarnos un poco. El olor a sexo que emanaban nuestros cuerpos no era normal. Parecíamos dos hembras en celo.

Yo estregué su cuerpo y aprovecha uno que otro momento para morder sus pezones, ella se exaltaba un poco y yo reía al disfrutar esa escena.

Entramos a la habitación, nos vestimos y bajamos a la alberca.

Al llegar allí no pude evitar sonreír pícaramente, ella lo notó y beso mi mejilla.

Llevamos una jarra, que quedó del día anterior. Llena de un coctel que Fabiola había preparado. Yo había preparado unos sándwiches, estábamos hambrientas.

Yo me acosté en una de las sillas de extensión que estaban allí y ella en otra. Comíamos, reíamos y hablábamos sin parar.

Su celular vibraba.

¿Qué es eso?-pregunté-

No lo sé-respondió extrañada-

Logré divisar su celular y le dije.

Es tu celular.

¡Ah! olvidé que lo había dejado aquí. ¡Guao! Seis llamadas pérdidas. ¿Quién podrá ser?

¡Aló!-dijo mientras se levantaba de la silla y se alejaba-.

¿Quién podrá ser?-me pregunté-.

Me di cuenta que desde que atendió la llamada no paraba de reír. Eso me molestaba un poco, porque quien era capaz de hacerla reír tanto durante todo ese tiempo. Se supone que nadie sabía que estábamos aquí, a excepción de Verónica, que fue quien me sugirió la idea. ¿Quién será? No paraba de repetirme. Hasta que sin darme cuenta me quedé dormida.

4 horas después…

Una carcajada me despertó… no podía creer lo que veían mis ojos. Había oscurecido y Fabiola aún seguía hablando con quien sabe quien por teléfono. Eso empezó a molestarme, no quería seguir mirando aquella escena. Se supone que era nuestro fin de semana sin interrupciones. Me levanté de la silla y me fui.

¡Espera!-alcancé a oír-Fabiola tomó mi brazo. ¿A dónde vas?

A un sitio en el que no esté interrumpiendo tu llamada.

Lo siento-dijo-

¿Quién era?

Gabriela. Su respuesta me llegó hasta el tuétano. Escucharla decir su nombre. Resquebrajó la burbuja que habíamos creado ese día....