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Una combinación perfecta Cap. - XX

en Lésbicos

CAPITULO 20

-        Bueno… Fer piensa que yo la estoy ayudando a recuperar a Brenda, pero en realidad Brenda me pidió ayuda para hacer una locura enorme.

-        ¿qué tipo de locura?

-        Le propondrá matrimonio………………

…………………………………

-        No estás hablando en serio ¿o sí? –pregunto Becka con asombro y una pizca de celos, Brenda siempre le dijo que nunca se casaría con nadie, y ahora Fernanda era ese “nadie”.

-        Si mi amor, muy en serio, la semana pasada cuando le regalo esos aretes a Fer… -le dio un beso en la mejilla y le susurró, pues Fer se acercaba ya- escogió el anillo, y creo que ayer llego el paquete –hablo normal mientras le sonreía a la doctora.

-        ¿compraron por internet? –pregunto Fer mientras se sentaba y revisaba su celular, vio su reloj y comprobó que Brenda ya se había tardado de más en ese baño.

-        Ajam –respondió su colega mientras la miraba, ¿Qué le había dado a su ex amor para tenerla así? – oye Fer, creo que Brenda ya se tardó un poquito…

-        Si, lo mismo pensé, ya vuelvo –se levantó y caminaba hacia los baños cuando vio que la contadora platicaba amenamente con una mujer, parecía de su edad y se veían muy contentas- mi amor…

-        ¡Ah, hermosa! –le sonrió una coqueta contadora- ven mira, ella es Elizabeth, una amiga de la universidad, Eli, ella es Fernanda, mi novia –las presento.

-        Un gusto –se dijeron las dos al mismo tiempo sin llegar a estrechar las manos como la regla lo indicaba, Fer con cara de fastidio disfrazada de sorpresa y Elizabeth con una sonrisa hipócrita.

-        Lamento interrumpir, pensé que había sucedido algo…

-        No Fer, está bien, igual Eli ya se va, no quiere quedarse a cenar –sonrió tontamente sin dejar de mirar a su amiga.

-        ¡¿la invitaste?!...

-        Sí, pero tiene un compromiso, ¿te escribo para quedar muñeca? –lanzó la misma sonrisa que Fernanda había visto cuando la contadora estaba saliendo con Tania.

-        Claro preciosa, cuando gustes, con permiso señorita –se dio media vuelta y dejo boquiabierta a la doctora.

-        ¿otra de tus conquistas?

-        ¿qué?, no para nada –se rio, era tiempo de empezar a ajustar las cosas a como debieron ser desde un principio, pensó- ¿ya ordenaron?

-        Si –busco tomar la mano de la contadora, que le regalo un guiño de ojo y levanto su mano para acomodarse el cabello- ¿no me vas a dar tu mano? –preguntó un tanto molesta.

-        Nop jajajajaja, debes ganártela –se encogió de hombros, y al ver que su mujer no sonreía la abrazo- no seas tontita, sólo estoy jugando, vamos que tengo hambre.

-        ¿Por qué no me habías dicho de tus gustos?

-        ¿quién te lo dijo?

-        Yo pregunté primero

-        Porque no es algo que haga muy a menudo, es más, ni siquiera lo hago frente a la gente –se sonrió- ¿quién te dijo? –beso la mano de la doctora.

-        Es un secreto.

-        Oh vamos, ya se quien fue, sólo quiero oírlo de ti.

-        Bueno, si ya sabes ¿para qué preguntas? –la jaló para darle un beso- necesito que las cosas me las digas tu, serás mi esposa y ¿tengo que saber esos detalles por otras personas?

-        ¿lo seré? –la beso nuevamente mientras la abrazaba por la cintura.

-        Algún día…

-        Algún día… -continuaron su camino hacia la mesa donde estaban las militares mientras Brenda jugaba en su bolsillo la caja aterciopelada que recién había ido a recoger.

-        ¿todo bien? –pregunto Vero mirando fijamente a la contadora.

-        Todo perfecto, Fer me rescató de una larga plática compensatoria por los años desaparecida Jajajaja.

-        ¿tu familia? –cuestionó Becka.

-        No, una “amiga” de la universidad –remarcó Fer mientras miraba su celular, extrañando uno de esos mensajes en clave que en esa semana se había acostumbrado a recibir- Elizabeth, ¿cierto?

-        ¿Elizabeth Salazar? –pregunto asombrada Becka.

-        ¡La misma! –contesto Brenda, mirando el trasero de una Fer medio molesta que se había levantado a traer la orden junto con la odontóloga.

-        ¿cómo está?

-        Buenísima –respondió Brenda riéndose, pues sabía que Becka conocía el nombre de Elizabeth Salazar no por ella, sino por su gemela.

-        ¿quién está buenísima amor? –pregunto la doctora un tanto más molesta.

-        Tu mi cielo, pero en esta ocasión te gana esta pizza –se rio acompañada por la mayor de las militares.

-        Entonces ¿tú también conoces a esa amiga? –le pregunto Vero a Becka.

-        Si hermosa, cómo no conocerla, si era la “intima” de Daniela –se rio junto con las otras dos mientras Fer casi se ahogaba con su bebida.

-        Hey ¿estás bien?

-        Si, si, no coordine a la hora de beber, no te apures.

-        Bien… ¡a comer se ha dicho!

Brenda se encargó de iniciar con la repartición de pizza, mientras era atentamente observada por Fernanda y Rebeca, Fer admirando sorprendida como era que su novia podía comer con tanto entusiasmo un trozo de pizza con alto contenido calórico, Becka recordando las buenas tardes que pasaban juntas después de un día de exámenes, olvidándose por completo de la mujer que tenía a un lado y que la observaba con esos profundos ojos oscuros que no decían nada pero a la vez mostraban los celos enormes que estaba empezando a sentir. Durante su cena no hubo más que pláticas sin sentido, las cuatro mujeres necesitaban distraerse de los pensamientos que invadían sus cabezas, así que ninguna capto realmente lo que las otras estaban procesando.

Lunes por la noche, después de haber iniciado su semana con la mejor de sus decisiones, regreso a casa, no esperaba encontrar cena preparada, no esperaba ser recibida efusivamente, sólo esperaba encontrar a una Andrea más tranquila, que no la recibiera con reclamos y reproches. Abrió la puerta principal, las luces estaban encendidas, escuchó música en su oficina, sitio al que nunca entraba Andy, arrojo su bolso sobre el sofá y taconeo hasta la puerta, respiró antes de abrir preparándose para lo que fuera que encontraría, abrió la puerta y no encontró nada ni a nadie, sólo la laptop de Andrea encendida y la música sonando en las pequeñas bocinas.

-        ¡¿Andy…?! –habló fuerte buscando con su mirada, se dio la vuelta y empezó a subir las escaleras, miró su reloj, aún era temprano como para que estuviera durmiendo- ¿amor?

-        Hola… doctora Cansino –habló con dificultad una tambaleante mujer, su aliento alcohólico podía ser percibido aún sin que se hubiera acercado tanto, al parecer no había salido de su casa, ni si quiera se había quitado su pijama.

-        ¿qué carajos crees que haces? –la tomó por la muñeca al ver que intentaba seguir su camino para ir por otra botella- ¿dónde está la Loba? ¡su deber es cuidarte y mira como estas!

-        Le di el día libre… -contestó Andrea dejando ir su peso sobre el hombro de Dany mientras posaba su boca en su cuello- sólo quería pasar un buen rato y… se me pasaron las copas…

-        Vamos…, tienes que bañarte… amor… -intentó buscar las palabras más adecuadas para no hacerla sentir mal, más de lo que ya lo había hecho, pues tenerla de adorno en la casa era más que suficiente para bajarle su autoestima a una chica que hasta antes de ella, era independiente, y aunque encontrarla así la había molestado se tragó su enojo- ¿qué hiciste hoy aparte de pasar un buen rato? –sonrió mientras la sostenía con sus brazos para llevarla al baño.

-        Bueno… -titubeo un poco- estuve viendo cosas por ahí… -vio que su Dan la llevaba directo al baño y en medio de su borrachera se encendió su molestia- ¿qué pasa Dan? ¿ya no te gusto alcoholizada, como solías ponerme?

-        Nena, necesito que se te baje la borrachera, no sé cuánto bebiste.

-        ¿acaso tu nueva noviecita no bebe?

-        No sé de qué hablas Andrea, sólo quiero que estés bien, siéntate anda –bajo la tapa del inodoro y empezó a quitarle el pijama que traía puesta.

-        ¡no quiero que me toques, déjame!

-        Mi amor, déjame ayudarte…

-        ¡yo puedo sola, además traes ese mismo estúpido aroma!

-        Andy…

-        ¿quieres que te ayude con ella? –preguntó la Loba desde el pasillo.

-        ¿dónde carajos haz estado? –camino una confundida y molesta Daniela dejando a su mujer a medio vestir en el baño- debías cuidarla y mira cómo esta.

-        Me dio el día libre –se encogió de hombros en medio de una sonrisa ladeada.

-        ¿y desde cuándo la obedeces a ella?

-        Dany… Dany… -se acomodó el cabello- ella necesita libertad, le estas robando su espacio, sólo la deje divertirse un poco, mírala, está contenta…

-        ¡está borracha no contenta! –siseo molesta mientras caminaba de nuevo a tratar de que su niña adormilada se dejara “tocar” por ella- ¿A dónde fuiste en tu tarde libre?

-        Anduve por ahí…

-        Aja… -se detuvo a ver las delicadas marcas que tenía Andrea en las costillas- ¿no estuviste aquí entonces? –volvió a cuestionar, Andy no tenía las uñas largas, Andy no usaba ese perfume, Andy no había salido de casa, ¿Quién demonios había entrado?

-        No amiga, y si no necesitas ayuda, me retiro a descansar…

-        Ok, buenas noches –intento poner de pie a su mujer, pero los tacones no ayudaron, así que los arrojo sin mirar a donde y puso en marcha el plan, al principio la delgada mujer refunfuño al sentir la helada agua correr por su piel, minutos después se dejó hacer por los abrazos y caricias que le brindaba la abogada, para terminar acurrucada en su cama, envuelta en cobertores y deliciosamente atrapada entre los brazos de Daniela- descansa flaquita.

-        Extrañaba sentirte así de cerca… -hablo entro sueños y su último recuerdo de ese día fue ver a una Daniela sonriente besarle la frente.

La alarma la hizo levantarse del sueño que estaba teniendo, y agradeció al universo por ello, volteó a su derecha para comprobar que su mujer aún era suya y había amanecido junto a ella como desde aquel día en el que decidieron vivir juntas. Por primera vez se había levantado antes que Rebeca, aunque basto solo un par de besos para que su amor se levantara junto con ella a iniciar su día.

Después de asegurarse que sus uniformes estaban impecables, Becka se adelantó al baño a abrir la regadera mientras Verónica bajaba a poner la cafetera, debían salir de ahí lo más temprano posible y sin molestar a las dueñas de la casa, pues habían escuchado parte de la pequeña discusión que habían tenido durante la noche.

Ahorraron agua, como siempre, eran muy ecologistas a la hora del baño, cada una se arregló por su lado para bajar juntas a tomar su obligatorio café.

-        Mi amor, ¿algo que sepas de Fer y…?

-        ¿y tu hermana?, no amor, yo no sé nada, ¿Por qué la pregunta?

-        Escuchaste lo mismo que yo anoche, algo debió desatar esa discusión a esa hora.

-        Y ¿crees que fue Dan?

-        ¿quién más? –levanto la ceja molesta.

-        No sé, igual y Fer no quiere…

-        ¿casarse?, jajaja no creo, es lo que más está deseando

-        Bueno, igual ese no es nuestro asunto, debemos irnos amor.

Salieron de la casa, Becka miró el hogar que su cuñada y su hermana habitaban, lucía normal, al parecer nada de qué preocuparse, aún no era tiempo de preocuparse.

-        Hermosa levántate ya… -habló por tercera vez, divertida al ver las caras que ponía su mujer.

-        Dios, ya voy, ¿cuál es tu prisa?

-        Irás a trabajar conmigo, esa es mi prisa.

-        ¿Por qué hoy?, voy a vomitar en cualquier momento…

-        Bueno, hay alguien que puede limpiar tus gracias, así que eso no es problema, ve a bañarte –le ayudo a ponerse de pie y le dio un beso en la frente.

-        Dan…

-        Dan nada, debes aprender que aún después de un día de copas, las responsabilidades siguen, y si quieres trabajar empezarás a hacerlo hoy, lo tomas o lo dejas.

-        Ya, dame 20 minutos y ya salgo –contesto apurada, si no tomaba la oferta no habría otra de ese tipo.

Bajo a la cocina a buscar algo para hacer magia y no salir con el estómago vacío, encontró a su amiga-empleada ahí y lo tomo como el momento oportuno para aclarar lo que había sucedido anoche.

-        Buenos días Loba ¿Qué tal tu noche?

-        Excelente, casi perfecta, aunque no mejor que la tuya –le guiño el ojo.

-        Respóndeme unas preguntas –dijo tomando una caja de jugo para servirse.

-        Si claro, las que quieras.

-        ¿quién más estuvo aquí ayer?

-        Que yo sepa, nadie… pero bueno, yo salí así que…

-        Tú no saliste de aquí –la interrumpió subiendo un poco el tono de la voz y mirando que Andy no llegara aún- así que sabes perfectamente quién más llego a mi casa.

-        ¿cómo sabes que no salí? –pregunto de vuelta, un tanto nerviosa.

-        Sólo lo suponía –respiro antes de hacer una tontería- ahora estoy segura, eres demasiado tonta para mentir ¿alguien te lo había dicho? –le sonrió.

-        Tal vez no sea tonta –la miró a los ojos- tal vez ya no quiero mentir, no en eso.

-        Déjate de estupideces –levanto el dedo índice y le advirtió- nuestra vida es una mentira, y tú eres mi empleada, Gabriela eres mi amiga y estoy confiando en ti, primera y única advertencia.

-        ¿todo bien amor? –pregunto Andrea mientras terminaba de bajar las escaleras.

-        Si mi amor, todo bien, ¿desayunamos fuera? –camino hacia ella para evitar que se mirara con la Loba.

-        ¡buenos días Gaby! –le sonrió desde lejos, recibiendo en respuesta solo un movimiento de cabeza.

-        ¿Gaby? –preguntó con recelo mientras tomaba su bolso y jalaba a Andy de la mano.

-        Es su nombre… -se encogió de hombros- ¿de qué trabajare?

-        De lo que tú quieras, siempre y cuando estés fuera de esta casa y dentro del mismo edificio que yo…

-        ¿el punto es controlarme disimuladamente?

-        No, querida, el punto es mantenerte cerca de mí, si quieres claro está.

-        Bueno… ¿puedo ser tu secretaria?

-        Jajajaja bueno, si quieres puedes serlo, aunque te digo que soy muy exigente.

-        Estoy acostumbrándome a eso, no creo que sea tan difícil llenar tus expectativas como jefa.

-        ¿no crees? –le abrió la puerta del auto para que subiera, y le dio un beso antes de cerrar la puerta- no lo seré, pero si tienes que ayudarme.

-        Entendido Doctora

-        No me llames así –se rio mientras encendía su auto- puedes decirme como tú quieras, pero no así, siento que nos distanciamos…

-        ¿Cómo yo quiera?, ¿amor, vida, cielo…?

-        Claro, porque no.

-        ¿qué hay de tu padre, tu trabajo, tus amistades?

-        No pasa nada, lo prometo.

Después de unos minutos en el tráfico Andrea apagó la música que traía para bajar del auto, su mujer ya había bajado y rodeaba para darle la mano. Se preguntaba cuál era el cambio, recordaba poco del día anterior, había estado jugando con su nueva amiga y por supuesto ella había perdido en todas las ocasiones, por ello se había emborrachado a ese grado, algunas vagas imágenes se presentaban en su cabeza, ella besando a su compañía de esa tarde y de los últimos días, era producto del alcohol, nada así podía pasar realmente pues Daniela las mataría a las dos sin detenerse a pensarlo; así que esa no era la causa de su cambio de actitud.

Camino de forma automática tomada de la mano de la abogada, no puso atención a nada de lo que le iba diciendo hasta que su mirada perdida se vio interrumpida por un bonito traje de color perla, una de las socias de su mujer las había saludado amablemente, con una sonrisa demasiado falsa para su gusto.

-        ¿Estás segura que quieres ser mi secretaria? –pregunto por última vez- en el piso de arriba hay un despacho contable, puedo ayudarte a conseguir un trabajo ahí.

-        No, quiero trabajar contigo, ya después buscaré algo yo misma ¿te parece?

-        Lo que tu prefieras amor –le susurró en el oído erizándole la piel- éste será tu escritorio, tiene de uso lo mismo que yo llevo trabajando aquí, sólo lo moverán para adentro de la oficina…

-        ¿exactamente qué haré dentro de tu oficina? –la interrumpió intrigada, se suponía que su trabajo requería de privacidad con sus clientes.

-        Exactamente… tomarás nota de todo lo que yo te diga, agendarás las citas de mis clientes, las citas en los juzgados, me ayudarás con algunos detalles administrativos que tenemos en el despacho, revisarás algunas carpetas de los socios en cuanto a las nóminas se refiere –soltó su mano para tomar sus llaves y abrir su oficina, dejó que Andrea entrara primero y ella entró detrás- de lo demás me encargo yo –le sonrió y cerró la puerta con seguro.

-        Y… ¿tus clientes estarán a gusto conmigo adentro? –pregunto mirando cada detalle de la oficina, sólo había ido una vez y no había tenido la oportunidad de medir siquiera el espacio.

-        Tendrán que acostumbrarse, además mientras yo te tenga dentro –le habló en doble sentido- me regocijare de gusto y mis clientes tendrán un mejor servicio –se acercó para abrazarla por la espalda.

-        Dan… –apenas dijo en un susurro.

-        Andy –contesto en el mismo tono- te he extrañado tanto mi amor –beso su cuello mientras sus manos acariciaban el vientre de la niña de sus ojos.

-        Mi amor… -respiraba lo más que podía para intentar mantener la cordura, no quería ceder ante los encantos de la mujer que amaba, aún estaba dolida y no sabía porque, lo único certero que sabía era lo que Dan grito abiertamente en el cumpleaños de la doctora, de ahí para este día no tenía más que dudas.

-        Mi niña –la apretó más hacía ella, presionando sus pechos contra la espalda de su ya secretaria, sus manos subían y bajaban lentamente, al ritmo de la respiración que mantenía Andrea- te amo…

-        Daniela, alguien nos verá –soltó el primer indicio de que ella también quería lo que la abogada tanto ansiaba.

-        No amor –apagó la luz sólo por si acaso- desde afuera nadie nos ve –sin soltarla camino hacia la ventana, que desde afuera lucía como un enorme espejo- anda, déjame sentir lo que está debajo de este pantalón

-        Te amo –dijo antes de fundir su boca con la boca de la abogada en un beso algo difícil de lograr, por la posición en la que estaban, pero eso no impidió que las dos se esforzaran por unir sus lenguas en esa tan esperada danza que tenían rato de no tener.

Las manos de la abogada no corrieron debajo de ese pantalón como querían, mantuvieron la calma, era lo correcto para no alterar el orden, siguiendo el ritmo de la respiración como al principio, empezaron a avanzar hacia arriba, la camisa azul de Andy le estorbaba, se deshizo de cada botón que impedía su libre andar, terminó de abrir la camisa y descubrió un sostén blanco, esas medias copas le hacían lucir unos perfectos senos, mejores que los de su ex amante, mejores que ninguno, apenas rozo con toda la extensión de su mano los perfectos relieves que desde el hombro de Andrea observaba, le arrancó un suspiro a la delgada mujer.

Andrea prefirió cerrar los ojos y dejarse llevar por lo que estaba sintiendo, lo que estaba queriendo, las manos de Daniela apretaron ligeramente sus senos a través del sostén, bajaron suavemente acariciando su piel con las yemas de los dedos y se dirigieron hacia su cintura, con la calma que el detalle requería se deshizo del cinturón de piel blanca que ajustaba el pantalón del mismo color, desabrochó los botones, 1, 2,… el cierre fue abierto para mejorar la táctica. Quedó al descubierto un trozo de encaje blanco, apenas cubría lo necesario, la abogada gimió de deseo mientras arremetía el trasero de su mujer con su pubis, que emoción poder hacerla suya en ese sitio tan público y tan privado a la vez, que emoción poder tenerla como su mujer después de esos agónicos días en los que solo discutían.

Le dio la vuelta, ese panorama no podía ni quería perdérselo, esa camisa y ese pantalón abiertos le sentaban perfecto a la mujer que la volvía loca, la tomo por la cintura y le dio un beso algo salvaje, cargado de pasión y lujuria, como le gustaban a Fernanda, como le gustaban a su Andrea, sus manos apretaron las caderas de la delgada mujer que correspondía el beso con la misma intensidad, las manos se abrieron paso entre el pantalón y el encaje, rodeando el cuerpo y dirigiéndose hacia ese par de glúteos que lucía con orgullo.

El pantalón ya había resbalado hasta las caderas, Daniela termino de quitarle esa camisa para dejarla solo con su sostén, ella por su parte había perdido ya el saco, su blusa estaba un tanto descompuesta y su cabellera algo alborotada, volvió a darle la vuelta a su mujer, a escasos centímetros del ventanal beso su espalda mientras sus pies separaban ligeramente las piernas de su amada, su mano izquierda le recorrió las costillas, justo donde estaban las marcas, mientras la derecha se abría paso por dentro de ese encaje ya húmedo.

-        ¡qué ganas de hacerte mía!

-        ¿y que estás esperando Daniela? –le preguntó en el mismo tono de voz que utilizaba cuando era su clienta, al mismo tiempo que tomaba la mano de la abogada y la apretaba más contra su sexo.

La abogada perdió la poca cordura que aún quedaba, tal vez fueron las palabras, tal vez fue el movimiento de Andrea, pero sus hormonas estaban totalmente alteradas, se separó apenas un poco del cuerpo de su mujer, terminando de quitarle su blusa mientras muy despacio le mordía el cuello, la recorrió de nuevo con la mano derecha mientras la izquierda desabrochaba ese sostén que terminaría en el piso haciéndole compañía a las otras prendas, mordió más fuerte el hombro de Andy, que sin temor alguno soltó un gemido que muy posiblemente se habría escuchado afuera.

Pero eso a ninguna le importó, el pantalón ya estaba ligeramente más abajo y las manos traviesas ya se abrían paso por debajo del encaje, Andrea ya no podía controlar su respiración, ahora era más acelerada, le estaba gustando lo que pasaba, la boca de su mujer no paraba de besarle la espalda y el cuello, sus dedos jugaban en su intimidad, mojándose entre sus fluidos. Saco la mano derecha, sus dedos brillaban, los observo detenidamente y los llevo a la boca de Andy, que gustosa chupo todo lo que llevaban ese par de dedos.

Mojados ahora por la saliva, jugaban con los pezones de su mujer, duros, enrojecidos de ser manipulados con fuerza y presión, los senos de vez en cuando eran apretados por toda la palma, mientras la otra mano se encargaba de estimular su clítoris y penetrarla al mismo tiempo, los gemidos empezaban a subir de volumen, pero no era Andrea solamente, las dos estaban por tener un orgasmo cuando la semidesnuda mujer detuvo toda acción sobre su cuerpo para darse la vuelta.

-        Debes guardar silencio mi amor –ataco su boca mientras buscaba la forma de deshacerse de esa blusa que la hacía verse una mujer madura pero sexy.

-        Espera…

-        No, no intentes detenerme porque no lo hare, o somos las dos o ninguna.

-        Continúa entonces…

Le quito con toda la calma que pudo tener esa bonita camisa que termino sobre su silla, bien acomodada, no quería hacerla lucir mal en ese día de trabajo. Mordió su pecho mientras sus manos la empujaban para hacerla sentar en su silla, lista para trabajar.

-        Abre las piernas para mi… -le ordeno cuando estaba hincada ante ella, Daniela recogió esa falda, sin importarle las arrugas que marcaría en ella y siguió la orden.

-        ¿así está bien?

-        No –la tomo por su muslo y la levanto hasta colocarla sobre el posa manos- así está bien.

Hizo a un lado la prenda que cubría la intimidad de la abogada, mordió suavemente uno de los labios, saco su lengua y recorrió desde abajo hasta llegar al duro clítoris, no estaba tan mojada como pensaba que estaría, así que tendría que esmerarse en ponerla al máximo, como solía ponerse cada que estaban juntas.

Su tarea se vio interrumpida por el sonido del teléfono de la oficina, subió la mirada a la de Daniela y ésta le indico que siguiera, no iba a contestar, su lengua empezaba a lograr que su mujer lubricara un poco más, sus dedos ya estaban siendo empapados listos para penetrarla cuando sonó de nuevo, Dan pensó que debía ser algo urgente para que insistieran tanto y con una mirada se disculpó.

-        ¿sí? ..., ¿quién? …, bien, dame 15 minutos y lo atiendo –colgó la llamada- mi amor discúlpame hay que vestirnos.

-        ¿quién es? –se levantó y empezó a recoger la ropa.

-        No sé –arregló su falda- alguien de la fiscalía que necesita hacerme una entrevista.

-        ¿olvidaste esa entrevista? –preguntó confundida mientras terminaba de abrochar los botones de su camisa.

-        No la tenía programada –empezó a acomodar su cabello, y cuando terminó abrazó a Andy para besarla- sabes muy rico –bajo sus manos a sus glúteos- puedes ir al baño a asearte mientras paso a quien sea que esté afuera.

-        Ok, vuelvo rápido doctora –bromeo con ella mientras terminaba de colocar su cinturón y caminaba hacia la puerta del baño.

-        Haz que pase –habló al teléfono después de quitarle el seguro a su puerta.

Tranquilamente, y con el aire acondicionado de su oficina, espero sentada a que la puerta de su oficina se abriera, una colonia de hombre invadió su ambiente, se distrajo rápidamente para observar que Andrea salía como si nada de aquel cubículo y tomaba asiento en un sofá pequeño, su respiración se hizo casi imperceptible cuando vio entrar a esa persona, Daniela regreso su mirada a aquel hombre que entraba, estatura promedio, buen porte, bonitos zapatos, un policía cualquiera pensó, no hizo ni siquiera el intento de levantarse para saludarlo, sólo le ofreció un lugar frente a ella para que hiciera lo que venía a hacer.

El hombre por su parte, de inmediato reconoció a su hija, pero actúo conforme a lo planeado, no iba de parte de la fiscalía realmente, pero tenía con que justificar esa visita, no iba de parte de los federales, iba de manera particular a tratar de conocer un poco a la mujer que le había robado a su hija, si Daniela lo hubiera sabido habría tratado de dar una mejor impresión, ahora el hombre tenía un coraje más grande hacia ella, no sabía nada de respeto y su hija se había fijado en “eso”.

-        Doctora Cansino…

-        Dígame a que viene, tengo mucho trabajo y esta entrevista no estaba planeada –interrumpió de mal humor, los policías no eran bienvenidos en su territorio.

-        Perfecto, quiere que vaya al grano, el caso de su esposo y su hijo se re abrió –la miró serio.

-        Hasta donde yo sabía, mi familia no era un caso –habló molesta tratando de ocultar sus nervios.

-        Pues ahora ya lo es, la fiscalía determinó que no fue un accidente, sino un homicidio y es nuestro deber informarle.

-        Se supone que debo firmar documentación, ¿la trajo?

-        No soy su mandadero señora –se puso de pie- mi trabajo era informarle, usted conoce el procedimiento, usted debe presentarse a firmar esa documentación, le agradezco su tiempo. Con su permiso señorita –le sonrió a su petrificada hija antes de salir.

-        ¿qué demonios le pasa a este imbécil? –habló enojada en cuanto cerró su puerta, vio a Andy aún inmóvil- ¿y a ti que te pasa?, no te asustes por un simple policía –la acarició y se sentó junto a ella.

-        ¿Por qué le faltaste al respeto de esa manera? –cuestionó aún con la mirada perdida- lo trataste mal –pensó en la molestia de su padre.

-        Ningún policía será tratado con respeto en mi territorio, si no hubiera tanta gente ni siquiera hubiera salido de aquí, esa clase de gente nos echa a perder los negocios amor.

-        ¿esa clase de gente? –se rio irónicamente.

-        Si, esa clase, policías queriéndose hacer los héroes, tontos queriendo infiltrarse para atrapar peces grandes, son simples imbéciles con placas.

-        Entiendo –miro al piso- ¿qué pasaría si alguien se infiltrara en tus negocios?

-        Yo misma le volaría la cabeza –respondió sin pensar- pero como eso no sucede no tenemos de que preocuparnos hermosa.

-        ¿sabes que te amo verdad?

-        Si, igual que yo a ti, ¿te sucede algo?

-        No… es solo que… no me siento muy bien…

-        Acompáñame a firmar esos documentos y nos vamos a casa ¿ok? –beso su frente y camino hacia su escritorio para hacer unas cuantas llamadas, dejando a sus espaldas a una oficial pensativa, tal vez, después de todo tu padre tenía razón y tenía la oportunidad perfecta de recuperar su vida...