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Silvia y su contrato.

en Amor filial

Silvia y el padre de su amiga

Habían pasado ya dos y tres días desde que los amigos de mi padre y el mismo me habían follado sin descanso, y en el que acepte el contrato de convertirme en la puta particular de todos ellos. Pero todavía no había tenido noticias de ninguno de ellos, eso sumado a que mi padre se encontraba de viaje y mi chico, por razones de trabajo también, me encontraba por primera vez en mucho tiempo sola.

Mientras andaba distraída con mis pensamientos en el gimnasio donde trabajo, un número desconocido me llamo a mi móvil.

-Hola, ¿Quién es? – pregunte intrigada.

-Hola Silvia soy Eduardo, me recuerdas ¿verdad? – Me pregunto.

-Si eres el padre de Ana – Le respondí titubeante.

-Y recuerdas el contrato que firmaste sino queríais tener problemas. ¿Verdad?... Seguro que si. Pues veras esta tarde mi mujer y mi hija se van toda la tarde, y yo tengo los huevos a reventar de leche, y quiero que vengas a vaciármelos ¿entendido, puta? – Dijo de manera tajante, aquel hombre que conocía desde hacía años.

-Pero yo trabajo esta tarde, no puede ser- Respondí intentando darle largas.

- Haz lo que tengas que hacer para venir esta tarde, lo demás me importa una mierda. Sino apareces esta tarde ya sabes lo que ocurrirá. ¿Entiendes zorra? – Me amenazó.

- De acuerdo, ahí estaré – Contesté.

- Eso esta mejor, ya te llamaré mas tarde para indicarte como tienes que venir vestida y a que hora. No veo el momento de meterte mi polla por todos tus agujeros zorrita. Luego te veo. – Y con esto acabamos la conversación.

Ahora yo tenia un problema, convencer a mi encargado de que esta tarde no podía venir, aunque ya sabía cómo convencerlo, ya que el y yo ya habíamos salido alguna vez en el pasado.

Vi a Sergio en la recepción del Gimnasio. Sergio es alto, mide alrededor de 1’90, rubio y está muy definido sin llegar a la exageración, físicamente es un hombre muy atractivo, siempre estaba rodeado de mujeres tonteando con él. De hecho yo había sido una de ellas hacia ya tiempo, hasta que conocí a Marcos, pero no por eso dejaba de tener ojos en la cara. Yo sabía que yo le gustaba, e iba a aprovechar eso para poder conseguir no venir por la tarde.

Yo llevaba un top rosa, y unas mallas ceñidas de color negro y rosa. Me quedaba muy bien, y lo sabía porque durante toda la mañana los chicos del gimnasio no me habían quitado ojo de encima.

-Hola jefe – Dije sonriendo, mientras lo miraba a los ojos.

- ¿Qué quieres Silvia? – Me pregunto de manera un poco cortante.

- Pues ya que lo preguntas, esta tarde no puedo venir. Me ha surgido un asunto importante –

- ¿Cuál? ¿Quedar con Marcos? – Me preguntó algo celoso, me dio la impresión.

- Pues no… te equivocas. Es un problema personal, que estoy obligada a solucionar – Le dije mientras pensaba en lo que me esperaba esa tarde.

- ¿Sí? Y como piensas devolverme el favor – Me dijo mientras me miraba fijamente.

- Bueno… pues dime como puedo devolverte lo – Le conteste juguetona.

Entonces se me acerco y…

-“Quiero que me hagas una mamada, ahora mismo” – Me susurro al oído.

-¿Enserio? – Pregunte sorprendida.

El desnudando me con la mirada, asintió.

-Esta bien, pero solo eso – Le dije.

Llamo a un compañero de la sala para que se quedase un rato en recepción, mientras según el “Me daba un masaje, por un tirón en la pierna”.

Lo acompañe a la sala de masajes y nada mas cerrar la puerta, se me abalanzo a comerme la boca y sobarme las tetas. Yo lejos de rechazarlo, le seguí el juego, y le devolví el beso con pasión, mientras nuestras lenguas se entrelazaban y mezclaban con nuestra saliva. El me levantó el top y casi me arranco el sujetador, dejando mis pechos al descubierto.

-Joder como las echaba de menos, menudas tetas tienes – Dijo mientras chupaba y mordía mis pezones.

 Yo mientras tanto, le acariciaba con una mano el pelo y con la otra, ese maravilloso bulto que se marcaba en sus pantalones y que estaba deseando salir a saludarme.

-Tranquilo, ahora déjame hacer a mi- Le dije mientras me arrodillaba delante de el y quedaba a la altura de su bragueta.

Baje su cremallera, le baje los pantalones y suavemente metí mi mano debajo de sus calzoncillos, liberando su hermosa polla, que estaba chorreando de pre semen. (Me vuelve loca esa sensación de sentirme deseada) Así que abrí mi boca y con suavidad la aproximé a su polla, quedando a milésimas de su capullo, dejando que notara mi cálido aliento en él, mientras le miraba a los ojos. Saqué mi lengua y con la puntita le di en el frenillo, recogiendo aquellos maravillosos jugos que goteaban, recorrí su pene desde la punta, hasta la base varias veces con mi lengua y mis labios, mientras con mi mano le masajeaba los huevos.

-¡Joder Silvia que puta eres! -exclamó.

Para acto seguido cogerme las dos manos en alto y pegarme contra a la pared estando de cuclillas.

-Ahora trágatela toda, vamos- dijo mientras me metía su hermosa polla hasta el fondo de la garganta.

-Sigh, agh..- apenas pude articular.

Comenzó a follarme la garganta, mezclándose mis babas y su pre semen, cayendo desde mi boca en una especie de catarata morbosa, que chorreaba por mis pechos y goteando en el suelo.

De repente me incorporó y poniéndome contra la pared, me bajo mis mallas hasta las rodillas.

-No esto no era…-  antes de que pudiera decir nada más, me tapo la boca con su mano.

-De verdad crees que iba a dejar escapar la oportunidad de disfrutar de esta maravilla de culo- dijo, mientras restregaba su polla por él, que debido a mis babas ya estaba más que lubricada. Así que de un golpe introdujo más de la mitad de su polla en mi culo. Ala tercera envestida, consiguió meterla entera, yo sentía mi ano completamente dilatado y a consecuencia de las violentas envestidas, un poco de dolor, que fue mitigando conforme me follaba.

Yo ya estaba entregada, y yo misma empujaba mi culo hacia su polla, para que la penetración fuera más profunda y sentir sus huevos golpear mi empapado coño.

-¡Aaah puta me corro! – exclamaba mientras convulsionaba dentro de mí.

A mi también me temblaban las piernas al sentir su corrida caliente dentro de mi ano. Yo también tuve un gran orgasmo, que de no ser por su mano se habrían enterado en todo el gimnasio.

Cuando finalmente saco su polla de mi culo, note como el semen caía a chorros por mis piernas, manchando mi tanga y mis mallas.  Antes de subirme las mallas, pasé mi mano por mi culo y recogí parte de semen, que lamí con mi lengua.

-Joder menuda zorra estas hecha – dijo Sergio sonriéndome.

- ¿Entonces me das la tarde libre? – pregunte mirándole pícaramente mientras me subía el tanga y las mallas, con el semen chorreando aún por mis piernas.

-Por supuesto y además siempre que quieras puedes volver a pedir otro favor – dijo riéndose.

Nos besamos y salimos de allí. El resto del día transcurrió con normalidad, excepto por tener mis mallas empapadas en el semen de Sergio.

Cuando llegué a mi casa sobre el mediodía, me duché, me maquillé y peine a conciencia.

Estando en el baño sonó mi teléfono, era Eduardo.

-Hola preciosa, espero que hayas conseguido la tarde libre-

-Hola, ve al grano- Le corte.

-Bien, así me gusta, sin pelos en la lengua. Ya que te gusta ir al grano, yo también lo haré. Quiero que vengas con una camisa blanca lo más ceñida posible, una minifalda negra y tacones altos. La ropa interior a tu gusto. Y quiero que estés aquí en 1 hora. ¿Entiendes? – Me pregunto de manera tajante.

- Si lo entiendo, ahí estaré en 1 hora- Respondí.

Colgamos y comencé a arreglarme, me puse un sujetador de encaje negro, un tanga de hilo del mismo color, la camisa blanca la cual casi era transparente, una mini muy mini de color negra y unos zapatos con tacón de aguja. Me recogí el pelo con una trenza que llegaba hasta la mitad de mi espalda, y me pinté los ojos estilo cleopatra. Me miré y me vi realmente espectacular.

La casa de mi amiga estaba unas calles más abajo, vivía en un chalet cerca de allí, así que decidí hacer el camino andando. Durante lo cual observe como muchos hombres y mujeres me miraban y murmuraban. Pero era normal, parecía una puta.

Cuando llegué al chalet de Eduardo, llamé a la puerta y ahí apareció él.

-Joder, madre mía como estás. Pasa, pasa- dijo con entusiasmo

Pasé y en cuanto se cerro la puerta, se abalanzó sobre mí. Comenzó a besarme con ganas en mi boca, en mi cuello e incluso en mis tetas, mientras me agarraba fuerte de mi culo. Me arranco literalmente mi camisa, haciendo saltar varios botones, quito mi sujetador y empezó a lamer y mordisquear mis pezones de manera desesperada.

-Ah…tranquilo…Ah- le decía para que bajara el ritmo.

-Joder calla, menudas tetas y menudo cuerpo tienes hija de puta- decía desesperado.

Estuvimos así unos minutos mientras él babeaba mis tetas y cuello, y me metía mano por todos los lados. Cuando se tranquilizó un poco, me cogió de la mano y me llevo al baño de arriba, sin dejar de meterme mano.

Cuando llegamos arriba me metió en el baño y me bajo el tanga hasta los tobillos, me puso contra la pared y empezó a lamer mi culo y mi coño, metiendo sus dedos por uno y por otro orificio indistintamente. Yo ante aquella manipulación tan hábil, comencé a gemir y resoplar.

-¡Si gime puta! ¡disfruta cabrona!- Me gritaba

Y lo cierto es que no lo podía evitar. Hasta consiguió me corriera como una cerda.

-Eso es puta, córrete a chorros- me decía mientras mis piernas apenas podían mantenerme en pie.

Cuando terminé de correrme y me puse de rodillas, el se saco su polla y comenzó a golpearme con ella en mi cara y tetas.

-Vamos, chúpala. Venga zorra.- Me ordenaba, a la vez que restregaba su polla por mi cara.

Yo estaba de cuclillas con mi camisa completamente abierta, y mis pechos chorreando del pre semen y las babas de Eduardo, mi tanga por los tobillos y mi minifalda por mi cintura, con mi coño chorreando del orgasmo que acababa de tener. Así que dispuesta a cumplir con lo establecido en mi contrato, comencé a chupar y lamer aquella polla desde la base, hasta la uretra.

Eduardo ponía los ojos en blanco y me apretaba fuerte mi cabeza contra su polla. Cuando comencé a comérsela y tragármela, ya se volvió loco.

-¡Dios! Puta traga -Gritaba a la vez que me la metía hasta la laringe, mis babas caían, con mi lengua le daba en los huevos cada vez que me la metía hasta el fondo.

Cuando bruscamente fuimos interrunpidos por el sonido de una llave.

-¿Hola? ¿Papa? – era María la que preguntaba, mi mejor amiga.

-Si cariño, estoy en el baño- respondió rápido Eduardo.

Eduardo cerro rápido la puerta del baño, mientras María subía las escaleras. María cuando llego a la altura del baño, le explico a su padre que había vuelto antes porque se le había olvidado algo.

Durante toda esta conversación Eduardo no aflojo los mas mínimo, de hecho creo que le excito aun más el tener a su hija al otro lado de la puerta, mientras le follaba la garganta a la mejor amiga de su hija. Tanto fue así que corrió en mi garganta mientras hablaba con ella, entrecortándosele la voz, a lo que su hija pregunto si estaba bien, el como pudo le contesto que si.

Yo hice todo lo que pude y mas para no delatarnos, así que me tragué toda la corrida como pude, sin intentar toser.

Cuando cogió lo que había venido a buscar se despidió y se fue.

-Ufff puta, por poco. Que corrida me he pegado en tu garganta. ¿eh? -dijo mientras me besaba en la frente.

Yo no pude decir nada porque me estaba recuperando de la follada de garganta que me acababa de dar.

Me incorpore, me lave la cara y me enjuague la boca que la tenía llena de semen.

-Vamos no perdamos el tiempo. Te quiero follar ya- dijo Eduardo cogiéndome de la mano y llevándome a su dormitorio donde literalmente me tiro sobre la cama.

Me llevo al filo de la cama, me arranco mi tanga y me abrió las piernas de par en par. Empezó a restregar su polla por mi clítoris y me la metió hasta el fondo, solo dejo de empujar cuando sus huevos hicieron de tope.

-¡Toma puta! ¡toma! Hasta los huevos joder.- exclamaba.

-Agh, aahh…cabrón, me matas- gritaba yo.

El “chop, chop” que hacia mi coño encharcado recibiendo la polla del padre de María, era un indicativo junto con mi respiración entrecortada y mis gemidos, de aquel cabrón sabia follar.

-¿Molesto? -pregunto alguien desde la puerta.

Nos quedamos los dos de piedra…era María. Nos había pillado infraganti.

-T-te lo puedo explicar hija- intentaba articular Eduardo.

-María es un error…- dije yo mientras intentaba taparme.

-¿El que me vas a explicar? y ¿Cuál es el error?. Acaso no estabais follando ¿Eh?- nos preguntó.

-Bueno si…pero por favor no se lo digas a tu madre- casi suplicaba su padre.

-No se lo diré con una condición. Quiero participar- dijo mirándome a mi.

-¿Participar? Ni hablar no pienso hacerlo contigo- dijo su padre.

-Viejo, no te enteras de nada, yo solo quiero follarme y abusar de mi querida amiga Silvia. Llevo enamorada de ella hace años, y ahora tengo la oportunidad de hacerle lo que quiera- dijo mientras miro con asco a su padre.

-¿Cómo…? De ningún modo- dije sorprendida yo.

-Tu te callas ¡zorra! Te vamos a follar los dos y tu harás lo que te digamos y ya sabes porque.- me dijo Eduardo.

Eduardo volvió a tirar de mi e introdujo su polla de nuevo en mi coño, mientras María se desnudaba.

María tenía un cuerpo muy bonito, era una mujer muy atlética y muy definida, era rubia y tenia el pelo muy corto.

Cuando se hubo desnudado, se acercó a mí y comenzó a comerme los pezones.

-Joder Silvia que buena estas, estoy deseando ver tu bonita cara comiéndome el coño- me dijo mientras me mordía los pezones.

Su padre seguía follándome duro y profundo, intentaba llegar a mi cervix.

-Vamos papa, dale duro a esta guarra- animaba María a su padre. Antes de cambiar de postura y sentarse a horcajadas sobre mi cara, poniéndome su coño prácticamente en mi boca.

Jamás había estado nunca con otra mujer, y mucho menos comerle el coño. Esta iba a ser mi primera vez y me parece que no la última.

-Venga cómeme el coño, putita- me ordenaba María.

Pero yo todavía dudaba, así que ella para incentivarme, me tiro de los pezones.

-Aaaah…coño me haces daño. – proteste yo por el tirón de mis pezones.

-Pues ya sabes…cómeme el coño perra- me volvió a ordenar mientras su padre me barrenaba mi coño.

Así que sin mucha opción comencé a lamer aquel coño de la que yo creía que era mi amiga. Era muy distinto, su sabor no se parecía en nada al de una polla, pero no por eso era desagradable, ni mucho menos. Comencé a emplearme a fondo con aquellos dos, empecé a mover mis caderas haciendo círculos y empujando hacia la polla de Eduardo, mientras le comía y lamía el clítoris y el culo a su hija.

-Ah que pedazo de guarra, ah me voy a correr- gritaba Eduardo mientras llenaba mi coño hasta derramarse fuera de el.

-Si come, come… ah me corro, puta me corro…- grito María mientras se corría en mi boca convulsionando.

Yo estaba derrotada, pero he confesar que también me corrí, aunque ellos no se dieron cuenta.

Me alargue demasiado, si os interesa esta historia, hacérmelo saber, eso ayuda mucho.

Continuaré la próxima semana. Besos a todos y a todas donde más lo queráis.