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La Mascota (8 de 11)

en Dominación

CAPÍTULO 8:

-          ¡Au! ¡Ya vale, ya vale!

-          ¡Grrrrr!

-          No… no… no me muerdas. ¿Por qué me muerdes? – Reía Karl intentando zafarse de las dentelladas de Elainne.

Desnudos sobre la cama, solían juguetear y acariciarse mutuamente después de saciar su primer deseo sexual.  Después, tras los tocamientos, volvían a la carga una y otra vez hasta que la adolescente debía regresar a su hogar, feliz y satisfecha.

-          Soy una gata, ¿recuerdas? No necesito un motivo para morderte, lo he leído.

-          ¿En serio?

-          Sí. También he leído que en realidad es el gato el que permite entrar al humano en su casa y no al revés. Somos muy territoriales, pero de vez en cuando dejamos entrar en nuestro reino a seres inferiores como vosotros, los humanos.

-          ¿En serio? ¡Joder, qué uñas tienes ya!

-          Tú querías una gata como mascota… y una gata vas a tener, tanto como para lo bueno como para lo malo.

-          Ya veo, ya.  ¡Cómo duele!

-          Así que te morderé cuando a mí me dé la gana y te arañaré cuando me apetezca.

-          Pues tendré que ponerte un bozal.

-          ¿Un bozal? ¡Eso es para los bobos de los perros! Se me eriza el lomo sólo con nombrarlos.

El piloto no paraba de reír cuando, de repente, dijo totalmente serio:

-          ¡Mira! ¡Si me has hecho sangre y todo!

Elainne cambió el gesto. Apenada, buscó la herida con insistencia en el brazo de Karl.

-          Lo siento, de verdad. No era mi intención, no era más que un juego. ¿Dónde está? No la veo.

-          Aquí.

-          ¿Dónde?

-          ¡Aquííí! Fíjate bien.

La adolescente estaba tan preocupada por buscar la consecuencia de sus excesos que no se percató de la cara burlesca de él.  La joven bajó la guardia y fue presa fácil del adulto, que atacó sus costados sin piedad.

-          ¡No, eso no! ¡Cosquillas, nooooo! ¡Eres un mentirosoooo!

-          ¡Te vas a enterar, cachorrita!

-          ¡No, noooo! – chillaba Elainne intentando zafarse del acoso.

Karl aprovechó su superioridad física para colocarse sobre la muchacha. Ella supo de inmediato lo que quería y se rindió a su deseo una vez más, abriéndose como una flor.

-          Eres malo. No me quieres. – Protestó haciendo pucheros en actitud infantil mientras golpeaba el pecho de su amante.

-          No es cierto: eres mi mascota favorita. – Dijo él aproximando su falo a la entrada de la joven.

-          ¿Acaso tienes más? – Preguntó Elainne.

Aquella era otra de las dudas e inseguridades que la corroían por dentro: el saber si realmente era especial o era una más en el harén del adulto. Tenía memorizados todos y cada uno de los vídeos en los que el piloto era protagonista y en muchos de ellos aparecía con otras mascotas de ambos sexos con la nalga marcada con su inicial.

-          Eres una gatita muy curiosa.

Elainne abrió la boca, pero no pudo decir nada. La verga del adulto entrando lentamente en su vagina siempre le provocaba amnesia inmediata. Cada vez que lo tenía dentro el mundo se paraba para ella. A fuerza de masturbarse y follar una y otra vez, su entraña ya no era tan angosta como las primeras veces y eso le permitía gozar mucho más del sexo.  

Karl comenzó la danza del vientre y ella sencillamente se derritió.

-          Grrrr… - ronroneó de gusto al verse colmada.

-          ¿Te gusta, eh?

-          No... – mintió la joven mientras mordía su labio -. Na…nada.

-          No mientas, gatita… ¿quieres más?

-          S… sí. – Jadeó Elainne.

Apenas contestó, él sacudió su cadera logrando con eso penetrarla todavía más. Karl se quedó quieto con la verga inserta el cuerpo de su amante. Estaba realmente hermosa con su aspecto de gatita sumisa. Elainne podía notar cómo sus flujos iban envolviendo el puñal que la mataba de gusto.  Sintió calor, mucho calor mientras su vientre se comprimía de manera espontánea una y otra vez.

-          ¡Ah!

-          ¿Te duele?

-          ¡Sí!

-          ¿Quieres que la saque?

-          Ni… ni se te ocurra. Sigue. Me… métela toda.

-          ¿Vuelves a ordenarme? Eres incorregible.

-          ¡Por favooorrrr!

-          Te dolerá mucho, ¿estás segura?

-          ¡Sííííííí!  - Suplicó la ninfa separando sus rodillas hasta casi desencajar la cadera.

Karl se acopló sobre ella y le dio el golpe de gracia. La empaló por completo.

-          ¡Miauuuuu! – Aulló plena de lujuria.

Placer y dolor combinados eran su droga. Su vagina estaba a punto de reventar y aun así quería más así que decidió espolear al semental lanzándole una dentellada al cuello pero se tuvo que conformar con alcanzar el hombro. La diferencia de tamaños entre ambos era considerable, a la joven apena se le distinguía bajo la mole de músculos del europeo.

-          ¡Uff… te vas a enterar!

Karl aumentó el ritmo de manera exponencial. Se la tiró de forma violenta, salvaje y animal. La chica no dejaba de gritar mientras él la clavaba en el colchón con todas sus fuerzas, pero esas protestas no lo detuvieron sino más bien todo lo contrario. Se olvidó de su edad, no dejó de taladrarla con toda la dureza que fue capaz hasta que sus testículos expulsaron dentro de ella una nueva andanada de munición, caliente y recién exprimida.

-          ¡Me… me vas a matar! – Balbuceó él cuando todo terminó, tumbado boca arriba junto a su complaciente mascota.

Ella se limitó a sonreír, recuperar el aliento y a deleitarse con el recuerdo cercano de uno de los orgasmos más extraordinarios que el piloto le había regalado nunca. Todavía podía sentir el esperma saliendo lentamente de lo más profundo de su ser, tibio y viscoso.

-          ¿Qué… qué hora es?

-          Las seis… creo.

-          ¿Las seis? – repuso él levantándose de un salto muy sobresaltado.

-          Sí, ¿qué sucede?

-          Espero a alguien aquí a esa hora.

Elainne se sobresaltó. Ágil como una gacela se incorporó también a toda prisa.

-          ¿A dónde vas?

-          Pu… pues a vestirme.

El hombre sonrió ante su inocencia.

-          Pero Elainne, es a ti a quien quieren ver, no a mí.

La joven abrió la boca estupefacta. De repente entendió perfectamente lo que estaba pasando. Sabía que ese día iba a llegar tarde o temprano pero no se esperaba algo tan repentino y menos después de una tarde de sexo intenso. En realidad, ya había compartido lecho varias veces tanto con Doutzen, la esposa del piloto, como con Hanna, su rojiza mascota, pero era la primera vez que iba a coincidir con algún dueño más, probablemente un hombre.

-          Entiendo, yo… yo… - comenzó a balbucear muy confundida.

-          Puedes irte si lo deseas…

-          No - repuso ella de inmediato -, no quiero irme. E… estoy pensando que sería mejor que me tomase una ducha y me arreglase un poco. Supongo que no le gustará verme así.

-          Les…

-          ¿Les?

-          Sí… les. Son varios.

La adolescente asintió, como si estuviera interiorizando la información antes de procesarla.

-          Entiendo.  Me… me voy a la ducha.

-          Está bien – rió él aliviado al ver que la chica asumía su papel con tanta serenidad.

 No eran pocas las personas que, llegado a ese punto de tener sexo con terceros, reculaban y renegaban de su condición de mascotas.

-          Aunque dudo mucho de que no te encontrasen arrebatadora tal y como estás. Eres preciosa, Elainne.

La joven se marchó disparada en dirección a la ducha.  En lugar de alargar su aseo, como hubiera sido lo lógico de haber querido demorar el encuentro con dueños extraños, lo realizó con la mayor celeridad posible. Tenía decidido acatar la voluntad de Karl a toda costa y, si el piloto había decidido compartirla con otro o con otros, ella no era nadie para cuestionar su decisión.  Se transformó rápidamente y recompuso su maquillaje a la perfección. Se administró colirio para las lentillas y en unos minutos estaba lista para dar un paso definitivo en su vida.

Gateó con gracia hasta la puerta, escuchó voces hablando en un idioma extraño. Intentó distinguir el número pero le fue imposible aunque todos eran hombres.  Respiró profundamente y se incrustó la cola un poco más adentro. Estaba muy nerviosa, no por tener sexo con extraños sino por temor a no estar a la altura.  Karl confiaba más en ella que ella misma.

Apenas cruzó el dintel descubrió a tres hombres conversando con el anfitrión animadamente. Los tres llevaban uniformes similares a los de Karl con lo que Elainne supuso que también serían pilotos o, tal vez, personal de cabina de una compañía aérea.  La presencia de los trípodes y las cámaras se habían hecho tan habituales que apenas reparó en ellos, sólo estaba concentrada en su papel de mascota humana.

Tras unos segundos de análisis, la gata se acercó a uno de los recién llegados y frotó la cara y el lomo contra sus piernas. Después, repitió con el segundo e hizo lo mismo con el último que era el único que permanecía sentado en el sillón. Finalmente, se colocó en el centro de la sala y, sentada sobre sus talones con las rodillas separadas, esperó órdenes no sin antes apartarse el cabello del torso para que sus pechos quedasen a la vista de los huéspedes. 

Los cuatro hombres conversaron mientras se la comían con la mirada. Elainne no los comprendía, pero la cara de Karl le hacía saber que los comentarios hacia ella eran de lo más satisfactorios. Eso la animó bastante y se reclinó levemente para mostrase más dispuesta, pero teniendo mucho cuidado para que su cola no se desprendiese.

-          Así que tú eres la famosa mascota del bueno de Karl. Me llamo Johan ¿Cómo te llamas, bonita? – Dijo el más viejo, el que estaba sentado en el sofá.

-          Elainne, señor.

-          Eres muy bonita Elainne, todo el mundo habla de ti: de la gatita negra de Karl. Vamos, ven aquí pequeña. Acércate para que pueda acariciarte. –Dijo uno de los visitantes que estaba de pie.

La gatita no se movió, se limitó a lamerse la pata delantera con total indiferencia. Karl sonrió. El segundo de los visitantes incorporados repitió la orden, pero la mascota fijó la mirada en un punto indeterminado de techo y no movió un bigote.

-          ¿Cómo haces para adiestrarlas tan jodidamente bien? – Dijo el que respondía al nombre de Johan al anfitrión. Ven aquí, bonita. Sube, sube…

Y dando unos golpes sobre el cojín indicó a la joven el lugar donde debía situarse. Ella respondió de inmediato.  Una vez allí se dejó acariciar el lomo y la cabeza primero; los pechos y las nalgas después. El hombre no dejó un centímetro de piel por sobar, recorrió incluso su sexo varias veces y la gatita correspondió sus atenciones con un continuo ronroneo mientras se abría por completo para facilitarle la tarea al dueño.

-          Es mucho más bonita en persona. – Dijo uno de los no afortunados sacándose del bolsillo una plateada pulsera con dos áspides entrelazadas y colocándosela en la muñeca -. No me extraña que la hayas reservado hasta ahora sólo para ti, bribón. Es una delicia de gatita.

-          Sí, es preciosa – dijo el otro repitiendo la maniobra -. La mayoría de las primerizas están tan nerviosas su primera vez que no se dan cuenta del detalle de las pulseras. Eso es muy importante gatita, no lo olvides: cada vez que veas una de estas en tu vida normal debes identificarte al que la lleve diciéndole el nombre de tu dueño y obedecerle en todo.  Lo sabes, ¿verdad?

-          Sí, señor.

Los tres se acercaron a la joven, la coloraron boca arriba sobre el sofá y comenzaron a sobarla al mismo tiempo. Fueron sumamente delicados con ella, le acariciaron las tetas con suavidad, al igual que el interior de los muslos y el resto de su cuerpo. Elainne se ruborizó al instante, le daba mucha vergüenza reconocer que ser tocada por seis manos expertas simultáneamente era algo sumamente agradable. Incluso cuando uno de ellos comenzó a juguetear con el plug de su cola emitió un ronroneo de lo más sensual. Nada de lo que aquellos hombres le hicieron logró borrar la dulce sonrisa del rostro de su rostro.

-          Es perfecta.  Pero veo que todavía no la has marcado. – Dijo uno de ellos comprobando su nalga.

-          No. Es un poco pronto todavía.

-          ¡Unmm! Yo creo que está más que lista. – Dijo uno de los otros metiendo dos dedos en la vagina de la joven -. ¡Mírala cómo se retuerce de gusto! Es una gatita muy pero que muy caliente.

-          Todavía estás a tiempo de aceptar mi oferta. – apuntó el más veterano - Te la cambio por dos… por tres de las mías. Las que quieras; puedes elegir a tu gusto.

-          No. Ya te he dicho mil veces que no la cambiaría por nada en el mundo. – Repuso Karl sentándose en un sillón justo enfrente del resto para contemplar mejor el espectáculo.

-          ¡Uhm… ya veo! No me extraña… vaya cuerpo que tiene la cachorrita. Es una delicia. – Dijo el tercero en discordia comenzando a lamerle uno de los senos.

Elainne se relamió y arqueó su generoso busto para que aquel extraño se diese un festín con sus pechos. El tipo le hizo una segunda piel de babas y eso hizo que la vagina de la adolescente se convirtiese en una caldera hirviendo.  Fue entonces cuando las miradas de ella y Karl se cruzaron.  El hombre no sonreía, parecía muy incómodo al verla en manos de otros dueños.  Eso confundió a la joven ya que pensaba que ese era el deseo del adulto, que fuese el juguete del resto de dueños.

-          Bueno, ya es suficiente por el momento. ¿Pero qué clase de invitados sois vosotros? Esa no es forma de tratar a una mascota sin apenas conocerla. Elainne, ven aquí.

La jovencita dejó de ofrecerse a los invitados para instalarse cómodamente en el regazo de su dueño. Una vez allí, comenzó a ronronear de manera placentera mientras él le acariciaba los pechos y besaba su frente.

Karl estaba nervioso. Normalmente para él siempre había sido motivo de orgullo mostrar a sus mascotas al resto de dueños y compartirlas con ellos, pero, por primera vez y sin saber el motivo, no se sentía cómodo al ver a Elainne en manos de sus amigos. Hacía un tiempo que intentaba engañarse a sí mismo, sus sentimientos hacia la joven iban mucho más allá de lo habitual entre un dueño y su mascota. Tal vez por eso había demorado ese momento tanto tiempo. Si por él fuese la hubiera reservado para sí en exclusiva, pero sabía que eso era imposible. Gracias a los vídeos y a las emisiones en línea, Elainne era tan conocida en su exclusiva organización que casi todos los otros dueños se morían por disfrutar de tan encantadora mascota.

-          ¡Ah claro! No sé dónde tenía la cabeza. Por supuesto. Toma, pequeña.

El europeo ofreció a Elainne un paquete envuelto con papel de alegres colores. La muchacha miró a Karl, indecisa.

-          Tómalo. Es para ti. Puedes levantarte si quieres.

La adolescente se acercó sin perder la cola y aceptó el regalo con su eterna sonrisa.

-          Gracias. ¿Qué es?

-          ¡Ábrelo, gatita! Es todo tuyo.

 Apenas comenzó a desenvolverlo adivinó de qué se trataba. Su bello rostro se iluminó más si cabe.

-          ¡Gracias!

-          El tacaño de Karl nos contó que tuviste que venderla para comprarte las lentillas y otros accesorios. Fue un bonito gesto por tu parte, aunque es deber del dueño proveer a su mascota en todo lo que ella necesite.

-          ¡Joder!. ¿No quedamos en que la compraría yo? – Dijo otro de los aviadores muy contrariado.

-          ¿¡Pero qué dices!? Dijimos que era cosa mía.  ¿No habrás comprado…?

-          Una Xbox.

-          Al menos yo compré juegos, tal y como acordamos – Rió el tercero en discordia. -  Como no conocía tus gustos compré un montón.

-          “I guess” – dijo la chica muy feliz -. Gracias de nuevo, de verdad. 

-          Bueno, no importa – resolvió Karl -. Una para tu casa y otra para aquí.  Así podrás jugar siempre que te apetezca.

-          ¡Genial!

-          Bueno… yo no creo merecer todo esto.

-           Yo… yo también te he comprado algo. Espero que te guste.

La joven miró con curiosidad la cajita de terciopelo rojo que le ofreció su dueño.

-          ¡Qué bonito!  - exclamó al abrirla y ver la joya que contenía.

-          Un buen detalle, Karl.

-          Te felicito.

-          ¿Qué… qué es? – Preguntó la joven confundida.

-          Es un cascabel de oro con tu nombre inscrito. Recoge tu cabello para que pueda ponértelo, por favor.

Elainne dejó que el aviador le colocase el adorno. Una corriente le recorrió el espinazo al sentir su tacto.  Al mirar su reflejo en el espejo se sintió realmente hermosa entre sus manos con su nuevo adorno.

-          ¡Muchas gracias! – Le dijo colgándose de su cuello y dándole un tórrido beso en los labios. 

Era la primera vez que Karl le regalaba algo y estaba muy emocionada.

-          Ya vale, ya vale. Las gatas no dan ese tipo de besos. – Dijo él entre risas.  

-          Per… perdón.

Ambos permanecieron unidos con la mirada durante unos instantes.

-          Ahora… ahora ve con ellos, gatita.

-          Sí, haré todo lo que deseas. – Afirmó Elainne con renovados bríos.

La adolescente adoptó de nuevo su papel de mascota y, contoneando el trasero, gateó hasta el sofá donde ya le esperaban sus inminentes amantes. Frotó su cara contra el paquete del más veterano, masajeándolo con vehemencia mientras el cascabel no dejaba de tintinear. Después, alargó sus manos, acarició el bulto que poco a poco crecía bajo la ropa, le abrió el cinto, seguido del botón del pantalón y, tras bajarle la cremallera, introdujo su mano bajo el bóxer.

Intentó que el nerviosismo que experimentaba en su interior no fuese demasiado evidente. Era la primera vez que tocaba el pene de un macho que no fuese Karl. Lo notó caliente y suave. A su nariz llegó el aroma de la hormona masculina y eso narcotizó sus nervios. Sin vacilar lo liberó de su cárcel y lentamente se lo fue jalando en la boca sin dejar de mirar al adulto de manera lasciva.

-          ¡Uhm… qué delicia de gatita! ¿Te gusta mi polla, pequeña?

-          Está muy rica, señor. – Dijo ella dándose un pequeño respiro antes de volver a la carga.

Elainne succionó varias veces la verga, lubricándola con sus babas, tras lo cual dirigió sus atenciones al más joven de los presentes. En pocos segundos ya chupaba con diligencia la tercera polla de su corta vida.  Cuando notó que la serpiente se desperezaba se ocupó del último de sus amantes de ese día. Ni siquiera le importó que el piloto, cámara de video en ristre, le enfocase directamente a la cara mientras se trabajaba su estoque.  A la vez que su cabeza iba y venía a lo largo de la barra de carne se acordó de Hanna y su manera de entregarse a otros dueños distintos de Doutzen. Estaba decidida a ser incluso mejor que la pelirroja, quería que Karl se sintiese orgulloso de ella, jamás un no saldría de sus labios hacia uno de los dueños.

-          No sé qué me excita más de ti cachorrita, tus tetas o tu boca. Ven aquí, quiero probarlas. – Dijo el primero en discordia ocupando su lugar en el sofá cuando terminó de desnudarse.

-          Como usted desee.  

La jovencita se aproximó a él y agarró sus voluminosos senos con ambas manos. Alojando el cipote del viejo entre ellos, dejó caer una ingente cantidad de babas sobre él y comenzó a frotarlos apretándolos con firmeza.  De vez en cuando lamía la punta del estoque con su lengua con movimientos rápidos y lúbricos. También miraba de reojo de vez en cuando buscando la aprobación de un Karl que no se perdía detalle.

El anfitrión parecía tranquilo pero la procesión iba por dentro. Estaba muerto de celos, pero no podía hacer nada más que observar impotente lo que hacían con ella.

-          Dios mío, cachorrita. ¡Qué delicia! Haces magia con tus tetas.

-          ¿Le gusta cómo lo hago, señor?

-          Me encanta.  Las películas no te hacen justicia: todavía eres mucho mejor al natural.

-          Me alegra mucho oír eso, señor.

Ella sintió otras manos acariciando sus caderas y su colita saliendo de su orto. No le hizo falta mirar para saber que otro de los dueños iba a gozar de alguno de sus agujeros.  Optó por volver a utilizar su boca para dar placer al primero de sus amantes para así ofrecerse mejor al segundo. Abrió un poquito más sus piernas, poniendo a disposición del macho sus dos orificios para que fuese él que eligiera a su gusto.  Cuando notó un par de dedos profanando su culo supo cuál había sido el agraciado.

-          Vaya culito que tienes, gatita.  No sabes la de pajas que me he hecho imaginado estar ahí adentro.

-          Haga lo que guste conmigo, señor. Será un placer para mí satisfacerle.

A Elainne no le disgustó en absoluto la perspectiva de ser sodomizada por aquel chico; es más, prefería entregar su entrada trasera a aquellos extraños y reservar su coño para Karl, aunque estaba segura de que, tarde o temprano, alguna de aquellas vigorosas pollas, o probablemente las tres, entrarían en él arrasando con todo.

Por fortuna para ella, Karl estaba bastante mejor dotado que aquel rubito con cara de niño así que le bastó relajar el esfínter para poder albergar su verga en el intestino sin mayores problemas. Aun así, tuvo la precaución de sacarse la polla de la boca mientras el tipo la enculaba por primera vez ya que por nada del mundo quería que un movimiento imprevisto supusiese la mutilación de aquel bonito miembro viril que tan a gusto estaba mamando.  Utilizó una de sus manos para masturbar al veterano piloto hasta que el jovencito adoptó un ritmo más o menos constante. Después, volvió a hacer magia con su boca.

-          ¡Joder, parece un pozo sin fondo! Entra que da gusto.  La has dilatado a conciencia, Karl. Seguro que lo has pasado estupendamente haciéndoselo por aquí.

-          Sí. – Contestó el interesado con cierta amargura al ver las pelotas del chaval golpeando el trasero que debía ser sólo suyo.

-          Pu… pues con la boca es tremenda.

Los jadeos de Elainne no tardaron en manifestarse pese a ser parcialmente ahogados por la verga que ocupaba su boca. Le dolía el trasero, pero no por el tamaño de la polla que violaba su orto sino por la forma salvaje de clavársela; el muchacho no era para nada delicado y buscaba únicamente su placer como buen dueño. Las ganas de agradar de ella superaban con creces el escozor en su culo, tanto es así que Elainne incluso cimbreaba la cintura para que la sodomía fuese más profunda e intensa a pesar de que estaba rota por dentro.

El operador de cámara no perdía detalle a pesar de su tremenda erección. La escena bien valía la pena el esfuerzo.  Tan pronto enfocaba la cara de la muchacha lamiendo la polla con diligencia como su extraordinario culo siendo reventado sin compasión por su amigo.  Del orto de la joven se escapaba un hilito de sangre que no pasó desapercibido para él.

Elainne se empleó a fondo, ya que tenía curiosidad por tragar el semen de aquel tipo. Le gustaba el sabor del esperma de Karl, le dejaba cierto amargor en la garganta, pero también una sensación de hidratación en los labios que no lograba conseguir con ninguna otra sustancia. Cuando llegaba a su casa después de cada tarde de sexo salvaje con el aviador se miraba al espejo y quedaba encantada con el fulgor que desprendían sus labios. Quería saber si con el resto de los hombres le iba a suceder lo mismo y aquella era una ocasión excepcional para satisfacer su curiosidad. Ofrecería su boca en cuanto tuviera ocasión y extendería con su lengua la simiente masculina a lo largo de sus labios.

Una punzada animal en su trasero la volvió a la realidad.  La intensidad de la enculada le avanzó la inminente corrida.

-          Mmmmmm- Gimió, ella agradeciendo el tratamiento.

-          ¡Ti… tienes un culo increíble! – Jadeó el veinteañero en vuelto de sudor, mientras movía sus caderas con virulencia.

Elainne no tuvo suerte, la primera andanada salió expulsada de la verga del joven europeo aterrizando en su espalda y en sus glúteos, pintando sobre su piel un cuadro abstracto de tonos blanquecinos, con trazos curvos y borbotones de esperma, aderezados por pinceladas rojas de su propia sangre.  Con la segunda tuvo más fortuna. El más viejo de sus amantes tiró de su larga cabellera instantes antes de eyacular. Su boca quedó desacoplada de la verga que tan cálidamente acogía en su seno y esta explotó a poco más de un palmo de su cara.  Anduvo lista y abrió la boca en el preciso momento de la corrida. Gracias a eso, sus carnosos labios se vieron colmados de su crema hidratante preferida.  Como daño colateral recibió un grumo de semen el párpado que se guardó muy mucho de quitar con sus dedos, siguiendo las enseñanzas de su dueño.  Con el ojo guiñado, notaba cómo la sustancia resbalaba por su cara. Dirigió su rostro hacia el objetivo, abrió su boca y, tras juguetear lascivamente con el semen, lo tragó con ansia.

-          ¡Eso es! – Exclamaba el cámara con la polla a punto de reventar.

Tanto es así que poco menos tiró la cámara a un lado y, agarrando el rostro de Elainne con ambas manos, comenzó a follarle la boca con nula delicadeza. La chica a duras penas logró contener la arcada, pero aun así hizo todo lo que estuvo en su mano, o más bien en su boca, para satisfacer al tercero de sus amantes.

-          ¡Te la voy a meter hasta el estómago! -

Karl no pudo soportarlo, sabía cómo los dueños trataban a las mascotas de otros. Él mismo se las follaba sin miramientos. Normalmente era incluso mucho más violento que sus amigos; podría decirse que, de momento, ellos estaban siendo incluso amables con Elainne, pero sabía que era cuestión de tiempo que satisficiesen sus más bajas pasiones. Él se retorcía impotente en su sillón, deseaba romperles la cabeza a los tres y, para no hacerlo, buscó una excusa para irse. 

-          Voy… voy a preparar algo de beber.

Ninguno de los otros contestó, estaban a lo suyo.  Mientras usaba el picahielos, Karl escuchaba los gritos de Elainne. No eran chillidos de dolor, ni siquiera de súplica sino de placer. Un placer inmenso siendo utilizada como mero objeto sexual.  La odió durante un segundo. Después recapacitó y volvió a quedarse prendado de ella. Al fin y al cabo, la adolescente estaba haciendo precisamente lo que él le había ordenado: no sólo entregarse a él sin reservas sino hacerlo del mismo modo con el resto de los dueños; por eso cuando regresó al salón ya no había odio, ni celos, sino un amor incondicional hacia su joven mascota que estaba siendo penetrada anal y vaginalmente al mismo tiempo.

En efecto, dos de los extranjeros estaban formando junto a ella una especie de sándwich en el que Elainne era el jamón y el queso. La cópula era tan intensa y sucia que parecían querer desmembrarla, pero aun así, cuando la chica descubrió a Karl, le regaló la más dulce de sus sonrisas acompañada de un besito al aire al menos hasta que el tipo que tenía debajo le estrujó los senos con furia al descubrirla.

El alarido que exhaló entonces no fue tan placentero.  Aquellos tipos disfrutaban infligiendo dolor a las mascotas ajenas y actuaron con Elainne del mismo modo.

Durante las siguientes dos horas aquellos tres individuos abusaron de Elainne como les vino en gana.  Azotaron su trasero, retorcieron sus senos e incluso uno de ellos apagó un cigarrillo en una de sus nalgas. Individualmente o por parejas, profanaron su cuerpo adolescente hasta saciar su lujuria. Incluso intentaron una triple penetración que no llegó a consumarse debido a la imposibilidad del más viejo para prolongar su erección. Aun así, utilizó la colita de la mascota para castigar todavía más el maltrecho cuerpo de la joven mientras los otros perforaban sus otros dos agujeros.

Como fin de fiesta, la metieron en la bañera y, los tres a un tiempo, procedieron a orinarle encima. El más vicioso utilizó su boca como inodoro y no quedó satisfecho hasta que la gatita se bebió un generoso trago de su orina tras hacer gárgaras con ella.

Karl se sentía muy culpable cuando sus teóricos amigos se fueron. Con auténtica devoción aseó a la joven, intentando que las burbujas hiciesen desaparecer el recuerdo de las vejaciones sufridas esa tarde. Elainne se dejaba hacer, sentada en la bañera mientras encogía su cuerpo abrazando sus rodillas.

Karl estuvo a punto de hacer lo más prohibido para un dueño, pedir perdón a su mascota, cuando la chica preguntó:

-          ¿Qué tal he estado?, ¿crees que les agradé?

El adulto dejó de acariciar su suave piel con la esponja natural y, meneando la cabeza, preguntó anonadado:

-          ¿Qué?

-          Que si crees que lo hice bien y que les gustó.

-          ¿Estás de broma? ¡Ha sido increíble!

-          ¿De verdad piensas eso? – Repuso ella con la mirada encendida.

-          Te lo juro.

-          ¿Estás orgulloso de mí?

-          Mucho, de verdad.

-          Pa… para mí es lo más importante.  Que estés contento conmigo.

-          Eres… eres la mejor mascota que he tenido nunca, Elainne:

La chica se emocionó y buscó con su cara la mano de su dueño para frotarse con ella.

-          ¡Gracias! – Murmuró la chica, mimosa.

-          No debieron hacer lo del cigarrillo…

-          No importa.

-          Ni tampoco lo del pipí.

-          No, por favor, no lo hagas.

-          ¿Qué quieres decir?

-          Que no hagas eso que estás pensando, sabes que no es correcto. Por favor, no me pidas perdón. Todo está bien. Son dueños y pueden hacer conmigo lo que quieran.

-          ¿De verdad?

-          Sí.

Él la abrazó tiernamente, lanzándole decenas de besos en la frente.

-          Me… gustaría una cosa.

-          Dime, pequeña. Pídeme lo que sea.

-          Me… me gustaría que mi boca no supiera a ellos. Me agradaría que mi boca… supiera a ti.

Karl no daba crédito a sus oídos. La joven estaba físicamente destrozada pero aun así seguía intentando complacerle.

-          ¿Estás diciendo que…?

-          Sí. - contestó ella abriendo de nuevo sus labios tras arrodillarse en la bañera -.  Levántate y acércate, por favor.  Tú déjame a mí.

Momentos después la joven hurgó en la bragueta del piloto, sacó la serpiente y soldó sus labios a su extremo. Sus miradas se encontraron.

-          ¿Estás lista?

Ella asintió con la polla metida en su boca. El piloto aspiró profundamente y luego descargó su vejiga en la joven. No eran la primera vez que lo hacían, por eso no les fue difícil coordinarse de tal forma que el estómago de Elainne se fue llenando de pipí sin desaprovechar ni una gota.

Fin.

Kamataruk.

kamataruk@gmail.com