miprimita.com

La Mascota (4 de 11)

en Dominación

CAPÍTULO 4:

-          ¿Se puede saber lo que sucedió ayer en casa del nuevo vecino?

A Elainne le cambió el color y a punto estuvo de orinarse encima ante la pregunta directa de su mamá. Hasta el escozor que tenía en el trasero desapareció de repente.

-          ¿Qué quieres decir?

-          Elainne, ya no eres una niña, sabes perfectamente de qué hablo.

La joven se creyó perdida. Aterrada, prefirió callar en lugar de confesar.

-          Me ha dicho la señora Julia que el espectáculo que dio ese… depravado ayer tarde fue tremendamente escandaloso.  Por lo visto la viciosa que lo acompañó lo pasó estupendamente, la vecina escuchó desde el primer piso sus chillidos mientras hacían… eso. ¡Si está casado, válgame Dios! ¡Qué degenerado! Dice que no pudo verlos salir, que seguramente bajaron directamente hasta el garaje por el elevador y que salieron de allí a la calle con ese impresionante carro de cristales tintados que maneja ese malnacido.

La chica suspiró aliviada, pero estaba segura de que, de llevar braguitas bajo su falda colegial, las hubiese mojado.

-          Yo no escuché nada.

-          ¿En serio? No me mientas, jovencita. Ya digo yo que tanto jugar videojuegos te va a dejar sorda.

-          Lo digo de verdad, mami. Me coloqué los auriculares y me puse a estudiar en la cocina. No salí de ahí en toda la tarde.

-          ¿Estudiando? Eso está muy bien, cariño. Ah… por cierto, hablando de salir. Todavía no entiendo muy bien cómo olvidaste la llave al ir a deshacerte de la basura. Eres un auténtico desastre, no sé dónde tienes la cabeza.

-          Pues no sé… sucedió, ya sabes…

-          Sí, ya sé. Algún día olvidarás incluso ponerte la ropa interior, ya lo verás.

Elainne casi se atraganta al escuchar aquello.

-          Fue una suerte que llegase justo en ese momento, ¿no crees?

-          Así es, mami.

La joven se acercó a su mamá y le dio un fuerte abrazo.

-          Eres mi ángel de la guarda, mamá.

La mujer sonrió. No era muy habitual que su hija pequeña se comportase con ella de una manera tan afectuosa.

-          Eres una lianta, siempre me engatusas con tus abrazos.

-          Te quiero mucho, mamá.

-          Yo también te quiero, hija. Pero escucha una cosa muy importante…

-          Dime…

-          Ni se te ocurra acercarte a ese depravado, ni le mires siquiera, ¿me has oído?

-          Sí, mami.

-          ¿Me lo prometes?

-          Te lo prometo. – Le contestó la joven mirándole a los ojos sin titubear.

-          Eso está muy bien. Ahora vete a la cama y no te quedes a despierta hasta tarde. Dice tu hermana que tonteas con muchos de la red, que incluso muestras y todo…

-          ¡Eso no es cierto! – Protestó Elainne muy molesta. ¡Yo no muestro nada!

La joven estuvo a punto de llorar. Siempre que tenía alguna muestra de afecto hacia su madre esta decía o hacía algo que la hería.  Se sentía rechazada muchas veces por ella, como si la hiciesen culpable de que su papá les hubiese abandonado.  También le enojaba muchísimo que fuese su propia hermana o su sobrina, sangre de su sangre, las que fuesen contando mentiras sobre ella constantemente.  Decían que Elainne andaba siempre con muchos chicos, que tenía sexo con todos ellos, que era una chica tremendamente fácil y que incluso había alternado con hombres casados a cambio de dinero.  Obviamente nada de eso era cierto. Elainne era una chica sensible y más bien tímida. Había tenido sus experiencias, como es lícito en una adolescente de su edad, pero nada más allá que algunos tocamientos y besos, al menos hasta que se cruzó en su vida su nuevo y misterioso vecino.

-          Bueno, pues que no me entere yo que lo haces.

Derrotada, la joven se encerró en su cuarto con las lágrimas brotando de sus bellos ojos. Era cierto que había mostrado sus senos un par de veces y que inclusive practicó cibersexo con alguien mayor que ella a través de la cámara de su celular, pero sólo fue una vez y ya hacía tiempo de ese desafortunado desliz. A comparación de la mayoría de sus conocidas, Elainne era una auténtica santa.

Sólo al acordarse de Karl se sintió mejor.  Como acto de rebeldía y en respuesta a las palabras de su mamá, se introdujo en la cama totalmente desnuda y, al masturbarse, estimuló su trasero con intensidad. No quería que por nada del mundo la colita se le cayese de nuevo.  Estaba decidida a darles a las otras hembras de su familia una buena razón para escandalizarse: convertiría todas aquellas habladurías que esas brujas chismorreaban en realidad convertida en la mascota de su vecino.

Y muchísimas más.

------

Karl estaba realmente encantado con los progresos de su nueva mascota. En un mes había pasado de una adolescente vergonzosa e indecisa frente a la cámara a toda una virtuosa del sexo oral. Era cierto que todavía le costaba acostumbrarse a la presencia del aparato de grabación, se ruborizaba muy a menudo frente a él mientras chupaba, pero, poco a poco, iba actuando con mayor soltura. También le daban arcadas cuando intentaba jalarse una proporción de pene mucho más grande de la que podía abarcar, pero, a grandes rasgos, podía decirse que su adaptación a su nueva condición de mascota humana estaba siendo realmente rápida. 

En lo relativo única y exclusivamente al sexo Karl no tenía queja ninguna: Elainne en la cama era algo increíble.  Ganas, actitud, aptitud y un cuerpo de escándalo; sencillamente tenía todo lo que cualquier hombre podía soñar en una amante.  En cuanto al resto de su adiestramiento progresaba adecuadamente, aunque cometía errores realmente notables, sobre todo a la hora de contener sus instintos.

-          Cada día lo haces mejor, gatita. –Aseguró Karl verdaderamente complacido.

Desnudo, sentado sobre el sofá, disfrutaba de una placentera felación por parte de su aplicada mascota.

-          Gracias, amo. – Apuntó Elainne, relamiéndose las babas tras sacarse el cipote de la boca.

-          No soy tu amo, soy tu dueño, que es diferente – le corrigió él -. El respeto no se demuestra con las palabras sino con los hechos. No tienes que llamarme de ningún modo especial cuando me hables. Esas cosas son innecesarias entre nosotros, ¿vale?

-          Vale.

-          Volviendo a lo que importa, le pones muchas ganas y eso es lo más importante, pero no olvides mirar a la cámara de vez en cuando y sobre todo sonreír.

-          ¿Así? – Dijo la joven agarrando el falo a modo de micrófono haciendo una parada antes de volver a la carga.

-          Eso es, que parezca natural. Estás preciosa con eso dentro de tu boca.

La chica sonrió, aun con el pedazo de carne entre los labios.

-          Gracias – dijo dándose un respiro -, pero todavía me da un poco de cosa… que gente que no conozco vean lo que hacemos.

-          Lo sé. Es cuestión de tiempo, te acostumbrarás. Los otros dueños están encantados contigo. Dicen que tengo mucha suerte de haberte adoptado como mascota.

-          ¿De verdad?

-          Si. Y yo también lo creo. ¿Se los has pasado a muchos? Me refiero a los vídeos y las fotos…

-          Pues sí y no quiero mentirte: tienen muchas ganas de conocerte.

-          Entiendo.

La muchacha se turbó, todavía no se hacía a la idea de tener sexo con desconocidos y no se veía capaz de hacerlo, al menos todavía.  Se apartó un mechón rebelde de su cara para que nada se interpusiera entre ella y el aparato de vídeo y continuó chupando con ganas. 

-          ¡Uhmm! Eres prodigiosa con la boca…

Animada por el halago, quiso agradecerle el cumplido a su dueño poniendo en práctica lo aprendido. Utilizó su lengua para frotar la punta del glande con los ojos fijos en el objetivo mientras sus manos frotaban el falo con soltura. Después, lamió la totalidad del cipote de manera sucia sin olvidarse del escroto con una media sonrisa pícara y pervertida hacia la cámara.

Elainne había aprendido algunas de las preferencias del maduro aviador a base de chupar y chupar. Sabía que le encantaba ver cómo ella se metía por completo sus testículos en la boca y a la joven no le importaba hacerlo.  Es más, le parecía morboso mordisquearlos un poco; la cara de intranquilidad de Karl cuando esto sucedía le hacía mucha gracia.

-          ¡Uhm… qué delicia! Hazlo de nuevo, gatita.

La obediente mascota repitió la maniobra yendo un poco más allá. Su lengua inquieta dejó impoluto el saquito de piel e incluso se acercó peligrosamente a la puerta trasera del adulto para luego volver a trabajarse la verga con vigorosos bríos. Ni una arcada, ni un mal gesto, ni una duda… todo sonrisa y disfrute delante de la cámara.

-          ¡Madre mía, eres increíble!

A Elainne le avergonzaba bastante reconocerlo, pero era imposible negar la evidencia: pocas cosas le hacía más feliz en la vida que tener la verga de Karl en la boca.

Cuando descubrió el sexo oral en la red, unos meses atrás, le parecido algo sucio y asqueroso, pero desde hacía un tiempo, incluso antes de que aquel interesante aviador se cruzase en su vida, había crecido en ella la curiosidad por saber lo que se sentiría al juguetear con un pene en la boca, así como también probar el esperma masculino. Después de tragar eyaculación tras eyaculación le parecía algo realmente exquisito. 

En definitiva y, como en tantas otras cosas en su vida, hasta entonces su cabeza había sido un mar de dudas e indecisiones y el sexo oral no era algo excepcional.  La convivencia con Karl permitió satisfacer su curiosidad llegando a la conclusión de que sus prejuicios  no tenían fundamento y que usar la boca para dar placer era algo sumamente agradable tanto para el que lo da como para el que lo recibe.  

Sonaba sucio y poco amable, pero, después de probarlo, tenía asumido su condición de “chupa pollas” y estaba encantada con serlo.

Si su hermana o su sobrina se enterasen de lo feliz que era con la verga de un “viejo” como Karl entre los labios se tirarían de los pelos. Le dirían de todo y, por una vez, con toda la razón, pero lo que ellas opinasen le traía sin cuidado. Le encantaba mamar.

Elainne podía estar horas enteras haciéndolo, chupando polla sin cesar y, a pesar de que tras las primeras sesiones de sexo bucal le solía doler la cara y el cuello, disfrutaba haciéndolo. De hecho, las dos últimas citas con el adulto las relaciones sexuales se habían limitado a eso, a trabajarle los bajos hasta dejarlos secos.  El hombre le pedía que lo hiciera aún con la verga ya flácida por las constantes descargas en su boca y ella le complacía con gusto, como la buena mascota que era.

Aun sabiendo que su técnica era lo suficientemente depurada como para satisfacer las necesidades de Karl, Elainne quiso ir todavía un paso más allá. Desacopló los labios de su chupete preferido, colocó su cara unos centímetros por encima de él y lo regó con la mayor cantidad de babas que le fue posible. Se lo colocó entre los pechos y los apretó entre ellos utilizando las manos.

-          ¿Qué vas a hacer? – Preguntó el hombre al contemplar el movimiento poco habitual de su acompañante.

-          Quiero… probar algo.

-          Sabes que no puedes hacer nada sin mi permiso.

-          Sí… déjame intentarlo, por favor.

-          ¿Algo que viste en los vídeos?

-          Sí…

-          Uhm… está bien. Pero que sea la última vez que haces algo sin que yo te lo ordene. Eso es impropio de una mascota. Puedes pedir lo que sea, pero siempre es el dueño el que decide qué se hace y qué no, ¿entendido?

-          Vale… - dijo la chica babeando el cipote sin cesar mientras utilizaba sus pechos para masturbar al adulto -… te prometo que no lo haré más…

Dado el volumen de sus senos no le fue difícil dar placer a su dueño. Gracias a la lubricación de su saliva, el falo deslizaba con facilidad en el amplio canal formado entre ellos, apareciendo y desapareciendo una y otra vez.

-          ¿Se ve bien? – preguntó Elainne preocupada por el correcto encuadre de la cámara.

-          Perfecto. Usa la boca también.

-          ¡Sí!

A la chica le costó un poco compaginar el movimiento rítmico de sus pechos con la acción de su lengua y no dejar de mirar a la cámara.  Pero cuando lo consiguió el resultado fue espectacular. Tanto, que hasta entonces la férrea resistencia del macho quebró a los pocos minutos. Él aguantó todo lo que pudo, pero llegó un momento que ya no pudo reprimirse.

-          Quiero hacerlo en tu cara.

-          ¡Sí! – Dijo Elainne entusiasmada.

Había visto imágenes y vídeos sobre corridas en el rostro, pero nunca hasta ese momento había disfrutado de una. Karl siempre había escogido alguno de sus orificios para depositar su esperma.

-          Cierra los ojos y sonríe

-          ¿Abro la boca? – preguntó la joven recordando las películas y ofreciendo su rostro como diana.

-          No… no es necesario. Ya… ya sale.

-          Vale.

Apenas cerró la boca y un contundente chorro de sustancia caliente y viscosa estalló en el bello rostro de Elainne, alcanzando uno de sus párpados y su nariz. Tras él, otro algo menos contundente pintó su frente y cabello y un tercero, apenas un grumito blanco, fue directamente depositado en sus labios por el falo de Karl con una serie de golpecitos.

-          ¡Guau! Parece que te has meado encima de mí. – Rió Elainne.

-          Ahora límpiala, pero sin metértela en la boca. – Ordenó él.

-          Vale.

Elainne puso en marcha su lengua complaciente y, a ciegas, fue trasladando a su estómago los restos de simiente que manchaban el miembro viril del aviador.  Pese a estar cerrados, le escocían los ojos e inconscientemente llevó las manos a su cara para limpiárselos.

-          No hagas eso, nunca te limpies el esperma de la cara si yo no te lo digo.

-          Sí. – Dijo Elainne, entre lamida y lamida.

Fue el propio piloto el que, utilizando sus dedos, liberó los párpados de la joven de su esencia irritante.

-          ¿Ya?

-          Sí. – Apuntó Elainne tras un intenso parpadeo.

-          ¿Seguro?

-          Me… me escuece un poco, huele mucho a pipí.

Karl suspiró.

-          Anda, ve a lavarte la cara y vuelve aquí. ¿Pero qué haces? ¿Por qué te levantas? ¡Tienes que ir a gatas!

-          ¡Pero tú dijiste que anduviese! – Repuso Elainne sacándole la lengua.

-          ¿Te crees muy lista, verdad?

-          ¡Mucho!

-          Cuando vuelvas, te vas a enterar. – Amenazó el adulto mal fingiendo un enfado exagerado.

Pero ni siquiera él pudo contener la risa. El jolgorio y el movimiento hicieron que la joven se descuidase y su negra colita cayó al suelo.

-          ¡Oh, vaya! La cagué, nunca mejor dicho.

La expresión de asombro de su cara, todavía cubierta de esperma, mirando el complemento gatuno estuvo a punto de matar de la risa a Karl.

-          ¡Qué desastre de mascota! – Exclamó él llevándose las manos a la cara, con las lágrimas brotando de sus ojos.

(Continuará)

Kamataruk

kamataruk@gmail.com